domingo, 10 de julio de 2011

Ushinau toki made kizukenai yasashisa kono me ni utsuru yo.

Condujo algo rápido por las calles de la ciudad. Solo quería llegar a casa. Aunque tal vez no era eso lo que quería, sino solo resguardarse bajo las sábanas. La sola idea de volver a encontrarse aquella escena le revolvía el estómago. Necesitaba hablar. Contar que estaba nervioso, desesperado por varias cosas que atormentaban su cabeza una y otra vez. Y ella estaba en casa. Pero no esperándole, precisamente. Sintió una punzada. ¿Sería capaz de soportar aquella situación de abandono por parte de alguien a quien necesitaba tanto a su lado como ella?
Mil papeles sobre la mesa del salón. Rotuladores de colores tirados por ahí, cerca de ella. Una papelera llena de intentos fallidos. El portátil parpadeando a un lado. Una pequeña lámpara en la otra esquina de la mesa que la iluminaba por completo y se reflejaba en los cristales de sus gafas. Un litro de café caliente bajo la esquina de la pequeña mesa. Esa escena de nuevo. Sintió algo apretarle el corazón, como ganas de llorar que poco a poco su orgullo transformó en rabia. Esa imagen al llegar a casa se había repetido durante bastantes noches, tal vez hiciera ya un mes desde las Navidades que tan felizmente habían pasado. Cada vez que llegaba la encontraba allí sentada, como una estatua. Podía hablarla, ella le contestaba. Pero algo era diferente. Tal vez el enfado, la ira, la rabia acumulada en él le hacían verla como una estatua parada en medio de su salón que no servía para absolutamente nada. A pesar de que sabía lo importante que era aquello para ella, no podía compartirlo. Porque en esos momentos la necesitaba más que nunca. Y no podía sentirla a su lado.

- Hola de nuevo - dijo ella, sin levantar la vista de los libros, apuntes y hojas en las que estaba escribiendo -. Te he dejado algo para cenar en el frigorífico. Caliéntalo si quieres - le aconsejó con voz suave.
Él chasqueó la lengua. ¿Otra vez había cenado sin él? Dejó la bolsa que llevaba en el suelo de la cocina y tras beber un vaso de agua, pasó de largo hacia la habitación. Ella levantó la vista rápidamente cuando vio que él había entrado en la habitación contigua a la que ambos solían usar. La habitación de invitados. Entonces se dio cuenta de que algo realmente malo pasaba. Él llevaba un tiempo extraño. A veces llegaba a casa y se encontraba un rastro de papeles rotos que tenía que recoger. Alguno lo había leído. Eran letras, palabras para una canción, seguramente. Pero parecía que ninguna llegaba al corazón del chico, quien se ponía histérico después de tantos intentos sin lograr aparentemente nada. Ella pensó en levantarse para hablar con él. Él pensaba que necesitaba que ella fuera a buscarle para hablar. Pero la chica se quedó sentada y siguió trabajando en aquello que la absorbía durante las veinticuatro horas del día.

http://www.youtube.com/watch?v=XgKaFzd9oRE
El chico moreno colgó el teléfono después de murmurar algo parecido a "te quiero" y sacó el chupachups de su boca para poder hablar.

- Tenemos problemas.
- ¿Era Yarah? - preguntó el chico más delgado.
- ¿Qué pasa? - preguntó el rubio de pelo largo.

- Kazuya se está oliendo algo de todo esto - dijo, con seriedad -. Kira ha hablado con Yarah esta mañana, hace un rato, y por eso me ha llamado. Parece que nuestro amigo anda desesperado, agobiado, y como Kira no está a su lado y nosotros ultimamente le hemos tenido que evitar, se está volviendo un paranoico y un estúpido.

- ¿Le ha dicho algo a ella? - preguntó el muchacho de pelo más corto.

- No es esa la cuestión, Nakamaru - intervino el otro rubio rapado -. El problema es que Kazuya se entere. Se nos jodería todo, ¿sabes? Y entonces tendríamos que volver a pensar en otro regalo de cumpleaños y sinceramente - añadió -, no tenemos tiempo para eso, porque nos coincide con la gira de este año. Así que...

-Vale, ¿y qué hacemos?
- Deberíamos hablar con él. Al menos que deje de sentirse solo y no lo pague con Kira cuando esto es culpa nuestra.

- ¿Podrá ella soportarlo también? Está haciendo un trabajo impresionante - reconoció Koki, rascándose la cabeza rapada.
- Esperemos que pueda. Nosotros no podemos ocuparnos de los dos - suspiró Nakamaru.
- Solo esperemos que no se hagan daño el uno al otro - musitó Jin relamiendo el caramelo y con la vista fija en la mesa donde estaban sentados -, porque entonces sí que la habremos cagado pero bien.


Se cansó. A la noche siguiente, todo seguía igual. Esa mañana en el desayuno la había dicho que por favor esperase, que tenían que hablar. Que dejara su trabajo apartado un rato para dedicárselo a él. Pero todo seguía igual. La rabia de nuevo se cerró sobre su corazón. Su temperamental carácter siempre era apaciguado por ella, por sus ojos, por ese encanto tan incierto que poseía. Pero ahora estaba ciego. Acababan de darle un ultimatum en la discográfica y no podía distinguir quien era realmente su enemigo en ese momento. Entró directamente al salón como un elefante en una cacharrería y tiró la bolsa contra el suelo con fuerza, asustándola.

- Kazuya, me has...

- ¿¡Qué demonios está pasando!?

- ¿Eh? ¿De que hablas?

- Te dije que me esperases para cenar, que quería hablar contigo. Que dejaras tu trabajo un instante para prestarme algo de atención. ¡Y todo sigue igual!

- Perdona, pero es importante que termine esto, de verdad, es que esta mañana llegó una carta...

- ¡No te disculpes más! ¡Ya basta!

- Por favor, escúchame, esto es...

El chico no la dejó seguir hablando. Se acercó a ella con paso firme y se agachó a su lado para robarla un beso. Ella se lo permitió pero luego se apartó un poco.

- Espera, yo... tengo que seguir con esto, por favor... entiende...

- No. No entiendo nada ni quiero entenderlo - sentenció.

Volvió a buscar sus labios y cuando ella se alejó, pasó ambas manos por sus hombros para empujarla contra el suelo y acorralarla con su cuerpo. Ella se asustó. Ni siquiera aquel día en el que había llegado llorando desesperado y había necesitado de ella la había obligado a nada. ¿Pero qué estaba haciendo ahora? ¿Qué le estaba pasando? Quiso abrazarle y abandonar su trabajo por unas horas pero él no veía más allá de su enfado y seguía buscando sus besos, su piel, su cuerpo, mientras ella se revolvía bajo sus manos.

- Para, Kazuya, por favor, para - le decía, mientras intentaba encogerse para alejarse de él.

- No me dejes ahora - la pidió.

- No voy a dejarte, pero tengo que seguir, yo... - no podía confesarle la verdad -. Déjame, por favor.

- ¿Por qué? - preguntó, con rabia, mientras la sujetaba las manos para que no pudiera moverse -. Quiero estar contigo esta noche.

- ¡Te he dicho que me sueltes! - gritó cuando sintió la boca del chico recorrer su cuello y sus orejas.

Al darse cuenta de que él estaba cegado, la chica le golpeó el estómago con la rodilla. Él se apartó, adolorido, y ella aprovechó para levantarse. De pie no lograría tumbarla. Le miró, con seriedad.

- Tú nunca intentaste forzarme, no hagas estupideces ahora - le pidió.

- No quiero forzarte, pero ¿es que no entiendes que te necesito? - preguntó -. Aunque sea un abrazo, un beso, una caricia. ¿No lo entiendes? - susurró -. No necesito un cuerpo con el que acostarme, Kira. Te necesito a ti, como persona que se supone que me quiere, como mujer centrada que sabe lo que necesito en todo momento, que sabe decir las palabras que tengo que escuchar para dejar de lado mi estupidez.

Porque él se sentía estúpido hasta que la conoció a ella. Aunque esas cosas nunca las había dicho. Porque no podía, no era bueno con esas cosas. Y así se lo callaba todo.

- ¿No entiendes que yo también te necesito a ti? A mi lado, esperando por mi.

- ¿Cómo voy a esperar por ti si ni siquiera levantas la cabeza de esos papeles? ¡Te quiero, ¿vale?! Pero necesito abrazarte, dormir contigo a mi lado, respirar el olor de tu cuerpo. No soy de piedra para estar a tu lado sin moverme y sin sentir, y necesito que me escuches, que me aconsejes, que me ayudes. Necesito tu cariño si es que de verdad lo hay - dijo de pronto.

- ¿Cómo puedes cuestionar eso? - susurró ella.

- Puedo porque es lo que me estás demostrando.

- ¿En serio crees que no te quiero más que a nada?

- Tu te quieres a ti misma. Y que ironía, tu trabajo es tu amante, el que te separa de mí - musitó.

- No digas tonterías. Es cierto que mi trabajo me tiene ahora algo absorta pero...

- Si eso que estás haciendo es más importante para ti que yo, ¡entonces desaparece de mi vista! - gritó, desesperado.
Necesitaba desahogarse de alguna manera y el hecho de sentir que su relación con la chica era algo más fría le había llevado a pagarlo con ella, porque pensaba que parte de la culpa, era de ella.

- ¿Es eso lo que de verdad quieres? - musitó ella, con la voz quebrada.

El chico la miró un instante fríamente y luego salió del apartamento, dando un portazo fuerte. ¿Qué le pasaba? Semanas y semanas sin ser capaz de encontrar algo que le inspirase para seguir escribiendo. Un vacío, una falta en su interior. Un ambiente extraño a su alrededor, comentarios a sus espaldas que le hacían sentir separado. Algo pasaba y era algo que iba con él, pero nadie le hablaba de ello. Ella tenía que darse cuenta de que lo estaba pasando mal pero ¿por qué ella no le comprendía? ¿O acaso era él quien no la comprendía a ella? Fuera lo que fuese, le cabreaba, le enfadaba, le despesperaba.
Se despeinó el pelo, molesto, y se montó en el coche, arrancándolo de inmediato. No podría dormir de todas formas. Sus ojos se quedaron fijos en un punto perdido de la carretera. No sabía a donde iba. Pero también le daba igual. El aire en la cara le dañaba llamándole idiota por haber intentado hacer una estupidez con ella, aunque se alegraba de que la chica supiera defenderse tan bien incluso de él. ¿Qué le estaba pasando? Tenía que pararse a pensar, tenía que ser como era siempre. Como era antes de que ella pusiera su vida patas arriba, le enseñase lo que era amar de verdad y olvidarse de querer de mentira. Pensar en ella le quemaba la sangre. Porque al igual que él la había hecho daño, ella también se lo estaba haciendo a él. Aunque se dio cuenta de que la quería, ahora más que nunca. Porque aquel lado de la chica que no conocía, aquella manera de obsesionarse con algo y seguir hasta el final sin importar las consecuencias que tuviera, le lastimaba, si; pero también lo adoraba. Y si lo adoraba de aquella manera a pesar del dolor, solo podía significar que la amaba más que a cualquier ser sobre la faz de la tierra. El chico sabía que tenía que volver a pedir perdón por las palabras tan horribles que había dicho. Pero golpeó el volante del coche y pisó más a fondo el acelerador, como si estuviera huyendo de todo solo por aquella noche. Solo en aquella noche, se dijo a sí mismo, se permitiría huir de la realidad por primera y última vez.

4 comentarios:

  1. "Le enseñase lo que era amar de verdad y olvidarse de querer de mentira."

    Me encanta todo, pero esa frase en concreto llama mi atención de (extraña)sobremanera.
    Y una vez más, impresionante

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  2. es precioso, me encanta, como siempre ^^ xDD

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  3. Gracias como siempre, mis queridas exageradas.

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