viernes, 21 de septiembre de 2012

Un deseo a una estrella.

[...] ¿Estaba siendo Kazuya egoísta? ¿O tenía razón? ¿Qué tenía que hacer? ¿Qué podía hacer? Era cierto que pensarlo él solo y decidir era demasiado duro y casi cruel. Pero sabía que Shiori no estaría de acuerdo en cualquier cosa que supusiera separarse. ¿Entonces cuál era la solución? ¿Acaso no podía ser todo más fácil? ¿No tenían ni siquiera una oportunidad de vivir tranquilos y... felices? [...]

Koki se había quedado sin palabras. Kira salió de la habitación arrimando suavemente la puerta y se giró hacia ellos. Parecían demasiado callados. Se acercó a Kazuya y le hizo mirarla. El chico señaló a su amigo con la cabeza y suspiró. 
- Koki.
- No empieces con tu psicología de criminóloga licenciada...
- Shiori no va a dejarte - le cortó -. Digas lo que digas, pienses lo que pienses, quieras lo que quieras y hagas lo que hagas. 
- Eso es repetitivo.
- No lo es. Aunque digas que no la quieres, aunque pienses que es por ella, aunque quieras protegerla, aunque al final te alejes de ella por todo eso. Sé como es, conozco a mi hermana muchisimo mejor que tu. Has sido la persona a la que más ha querido y menos ha conocido. Creí que te había idealizado, que nunca corresponderías a sus expectativas, que todo sería un desastre. Casi la obligué a olvidarse de ese chico que la salvó. Y aunque parecía que lo había conseguido, no has necesitado más que un día para irrumpir en su vida, ponerla patas arriba y hacerla volver a sentir aquel amor. No voy a decir que lo acepte así de repente - le advirtió -. Ni siquiera por ser amigo de Kazuya.
- Tu chica es clara, concisa y directa - le dijo a Kazuya -. No tienes derecho a juzgarme.
- Ni lo estoy haciendo. Solo te digo que jamás te perdonaré si le haces daño a Shiori.
- ¿Y si alguien se lo hace por estar conmigo?
- Entonces no te perdonaré que dejes que la hagan daño. 
- ¿Tú también estarías de acuerdo si...?
- ¿Si mi hermana es feliz? Sí. Yo siempre estaré ahí para protegerla, Koki, es mi hermana pequeña - recordó -. Pero comprenderás que yo no puedo darle la felicidad que quiere y que necesita por mucho que quiera. 
- La familia es lo más importante. Shiori sabe eso. Además, no es ese el tema, yo no puedo vivir de esta manera, pensando que cada cosa que le pase, será culpa mía. No quiero que se canse de mi y me deje después de aprender a vivir con ella. Sería imposible que...
- ¿Qué es lo que realmente te da miedo, zoquete? ¿Que ella muera por ti o que tú no seas capaz de vivir sin ella?
- Eso suena confuso. Lo único que sé es que no quiero vivir una vida en la que a Shiori le pueda pasar cualquier cosa por mi culpa. 
- ¿Por qué eres tan egocéntrico? - soltó de repente Kira.
- ¿Perdona?
- Hablas de que pueden pasarle cosas por tu culpa, de que la pueden herir por tu culpa... ¿no eres acaso tú quien la hiere solo pensando así? Además, cualquiera puede tener un accidente. Cortarse con un cuchillo, tropezar y caer por las escaleras... ¿eso también será culpa tuya?
- Me estaba refiriendo a...
- Shiori necesita que la persona a la que quiere esté a su lado cuando se haga un corte o se caiga por las escaleras - le cortó -. No necesita a un cobarde como tú que no sea capaz de dar el paso hacia delante por miedo a no poder vivir tranquilo y paz. 
- ¡Solo quiero darle lo mejor para ella!
- ¿Y no crees que eso eres simplemente tú?
- Viviendo con dudas y miedos no podré hacerla feliz. 
- No sabes lo que daría yo por vivir con dudas y miedo y aún así ser capaz de hacerla feliz - le espetó la chica -. Pero no puedo. ¿Y sabes por qué, Koki? - con la pregunta consiguió que el pelinegro la mirase a los ojos -. Porque no soy tú. 
El chico estaba algo desconcertado. Kira parecía no estar en su contra pero tampoco de su lado. Aunque realmente solo actuaba por el bien de Shiori. Y para ella, ese bien era él. Seguía sin entenderlo. ¿Y si le pasaba algo a la chica por su culpa? Él mismo jamás se perdonaría, mucho menos lo harían sus padres o su hermana. Entonces decidió dejar de discutir con Kira y pasó a su lado al dirigirse a la habitación. Tocó con suavidad con los nudillos en la puerta. Shiori le dejó pasar. Cerró la puerta cuando entró, intentando tal vez prevenirse de los curiosos. Conocía esa faceta de Kazuya. Le gustaba saberlo absolutamente todo. Se acercó despacio a la cama; Shiori solo le miró. Notó rápidamente que pasaba algo, y se hacía una ligera idea. Pero dejaría que fuera Koki quien hablase primero y dijera cuanto tenía que decirla. El pelinegro se sentó a medias en la cama. Alzó los ojos para mirarla y la chica le apartó con la mano el flequillo. 
- ¿Qué te han dicho tus padres?
- Nada, que me recupere. Que estoy en buenas manos - sonrió.
- ¿Se quedará contigo tu hermana?
- ¿No lo harás tu? - le preguntó de vuelta. 
Koki reprimió un sonido de sorpresa y tragó saliva. De repente no sabía qué decir, solo podía mirarla a los ojos. Ver esa inocencia natural en ella, esa forma de entregarse plenamente a él sin ni siquiera darse cuenta. De verdad le tenía total y completamente encantado. 
- Shiori, yo... no se qué debo hacer - la confesó -. No quiero apartarme de ti ni alejarte a ti de mi, no voy a mentirte. No te haré daño para hacer que me odies y me dejes. Pero tampoco te puedo decir que esté completamente seguro de lo que puede pasar a partir de ahora. 
- Siempre me has demostrado mucha sinceridad - hizo notar ella -. Esa parte de madurez es la que me falta a mí. La parte que me lleva a hacer locuras descabelladas como enamorarme de ti. 
- No me digas eso ahora, por favor - la pidió -. Ya es suficientemente duro pensar que estás mejor sin mí como para que encima le añadas un poco más de leña al fuego.
- Koki, lo digo en serio. Porque no pienso alejarme de ti. No me dejarás de lado. No me abandonarás. No esta vez.
- Por favor, no seas terca. Mira, no se que me deparará mi futuro a partir de ahora. Con cada caso que cerramos empieza una nueva especie de vida. Una vida que vivimos al límite. No puedo dejar que sobrepases esa delgada línea que separa mi vida de verdad de mi vida en mi trabajo. Y también te digo que no es fácil estar con alguien como yo. Soy inconstante, nunca se sabe donde estoy, puedo pasarme meses incomunicado, tengo que hacer cosas que a veces odio pero no puedo evitar hacer - intentó hacerla entender -. No puedo preocuparme también por ti.
- ¿Si me dejas estarás más tranquilo? ¿Serás más libre de esa preocupación?
- No. Porque no me refiero a eso. Quiero decir que no puedo estar preocupándome de si te habrán descubierto, o te habrá pasado algo. De si la próxima víctima de mis objetivos serás tú porque me han cazado. Tú tampoco querrás ir mirando por las esquinas por si acaso te siguen, ¿verdad? Ni tu ni yo podremos vivir con esa incertidumbre dentro. 
- Eso no significa que tengas que alejarte de mi, Koki - le contestó la chica -. ¿Y además que quieres que haga? Si investigan tu pasado porque te descubren, acabarán llegando a mi de una forma u otra, ¿no es verdad? Sabrán que tuvimos algo de relación. Y podrían intentar todo cuanto has dicho simplemente porque un día estuviste en el hospital conmigo. Eso me pondría en peligro de igual manera. 
- Shiori...
- Si me dejas sola, también correré peligro. Y puede que no llegues a enterarte a tiempo, ¿no crees? - insistió la muchacha -. Es más fácil si estás a mi lado para intentar protegerme. Si me dejas sola estaré tan desprotegida o más que estando contigo. Confío en ti, Koki. Y jamás te culparía si me pasara algo algún día. Porque se que habrías hecho incluso más allá de lo que puedes hacer, solo por mi. 
- Estas demasiado segura. A veces no puedo hacer nada para proteger a quienes quiero - susurró él, desviando la mirada -. Y esa es la peor de las sensaciones y el más horrible de los remordimientos. 
- No haré que te arrepientas - le aseguró ella -. No te arrepentirás de quererme, Koki. 
- No he dicho eso - hizo notar él -. Todavía - sonrió a medias. 
- Vamos, dí que me quieres - le pidió. 
- ¿Te alejarías de mi si te lo pidiera? Contéstame, Shiori. Si fuera para protegerte, ¿lo harías?
- Haría cada una de las cosas que me pidieras que hiciera por ti, Koki - respondió, con la voz firme -. Pero jamás te abandonaría. Así que no me pidas eso. Y enséñame a hacer tortillas - añadió de repente, arrancándole una carcajada. 
- No cambiarás nunca - dijo, suspirando. 
- Eso espero - sonrió ella. 
Koki buscó la mano de la chica para estrecharla entre sus dedos con fuerza. Se inclinó sobre ella para besarla la frente y ella echó la cabeza hacia atrás, ligeramente, buscando sus labios. El pelinegro le dejó rozarlos con dulzura, que jugara con ellos cuanto quisiera. Shiori solamente se dejó llevar por un impulso que la nacía en lo más profundo de su pecho y hacía que su cuerpo entero temblase de emoción. 
- Dime que puedo quedarme a tu lado - le susurró, con cierto deje de miedo en la voz. 
- Te diré antes que te quiero - contestó él -. Pero prométeme que será como yo diga. Si tienes que alejarte de mi un tiempo, lo harás. Si debes desaparecer de mi vida, Shiori - la miró fijamente a los ojos buscando una auténtica promesa -, lo harás sin decir nada. Me dejarás protegerte a mi manera y pase lo pase, ¿me oíste? Pase lo que pase, nunca jamás vuelvas a hacer algo como salvarme la vida de la forma suicida en que lo has hecho hoy. Por favor. 
- Lo prometo - dijo solamente ella, con cierto brillito en los ojos. 
- Que sepas que no estoy nada seguro de lo que voy a hacer. Pero me contagias el entusiasmo. Y a veces, simplemente no puedo decirte que no - admitió él. 
- Lo se - presumió ella -. ¿Entonces, puedo...?
- ¿Mmm?
- ¿Puedo volver a casa? Echo de menos mi cama. Mi pequeño espacio agobiante. Y me preocupan las personas del edificio.
- Nos hemos encargado de quienes te hicieron esto - la dijo entonces él -. Se acabó el ser amenazados o chantajeados para abandonar el edificio.
- ¿¡En serio!? ¡Koki, lo hiciste! - gritó de alegría, incorporándose para abrazarle.
Hizo una mueca de dolor al hacerlo y Koki se agachó sobre ella para que pudiera rodearle con facilidad. El pelinegro enredó la mano en el pelo de la chica, notando lo suave que era, jugando con algún mechón. La otra mano la rodeó la espalda, con cuidado de no tocarla en la herida. La sentía respirar contra él a pesar de estar herida y haber podido morir hacía unas cuantas horas. En ese momento Koki decidió que jamás dejaría que algo así pasara. Y si pasaba, volvería a salvarla como aquel día hacía cuatro años. La salvaría cuantas veces hicieran falta y cuantas vidas le llevara hacerlo. Porque ella debía vivir.
Un par de días en observación supusieron casi un infierno para la chica. No podía moverse, o mejor dicho, no debía y además se agobiaba. Prefería ser enfermera que enfermo. Cuando al fin los médicos decidieron dejarla marchar, con ciertas condiciones estrictas sobre curas y medicación, Kira fue a ayudarla a recoger sus cosas. Kazuya esperó fuera de la habitación, con Koki. El pelinegro se había pasado los días de aquí para allá en el hospital, sin dejarla sola apenas un minuto. Argumentaba que la chica necesitaba mimos, cuando en realidad Kazuya pensaba que era Koki quien los necesitaba un poco. 
- ¿Qué harás ahora? 
- Le he pedido que venga conmigo. A mi casa.
- ¿Eh? Al fin das un paso hacia delante - dijo Kazuya con una carcajada. 
- Cállate - le espetó el pelinegro, sin enfado en la voz -. No creo que pueda moverse demasiado bien sola y menos en el espacio tan pequeño que tiene en ese apartamento. 
- ¿Y a qué vas a ayudarla tu exactamente? - preguntó el chico con tono de picardía.
- A hacer tortillas - soltó Koki sin inmutarse. 
- ¿¡Eh!? No va en serio, ¿verdad?
- Debe aprender a hacerlas ella. Sino siempre dependerá de mí - se burló Koki, sacándole la lengua.
- Oh, vamos... - sonrió Kazuya, resignado. 
Las dos chicas salieron de la habitación, Kira por delante con una pequeña bolsa de deporte. Kazuya le cogió la bolsa y Koki tendió la mano para que Shiori, que iba detrás de su hermana, se apoyara en él. La chica casi se lanzó a cogerle de la mano. El pelinegro hizo que se apoyase un poco más en él para que no tropezara, sujetándola de la cintura, y tras recoger el papel del alta hospitalaria, los cuatro salieron juntos del edificio. 
Shiori iba recostada en el asiento del copiloto del BMW de Koki, mientras el chico conducía despacio por las calles de la abarrotada ciudad. Por alguna razón, el tráfico era más denso que de costumbre. Al pelinegro le hastiaban esas cosas al punto de llegar a enfadarle. Pero la chica se entretenía mirando por la ventanilla, jugando con los canales de la radio, parándose a veces a cantar alguna cancioncilla, o simplemente, le miraba. 
- ¿Qué es tan curioso? No dejas de mirarme. 
- Koki, ¿por qué sentimos todo esto solo por lo que pasó aquel día hace cuatro años y lo que ha pasado en estos últimos días? - le preguntó de repente.
- ¿Que por qué? Pues... creo que es el corazón el que nos ha vuelto idiotas. El corazón recuerda la sensación que te produjo ser salvada por mi. Y el mío aún recuerda lo fuerte que latía mientras te veía hacerte estúpidamente la heroína y cómo un impulso completamente irracional y suicida me llevó a desear con todas mis fuerzas salvarte. 
El chico cambió de marcha después de arrancar. Por fin el semaforo estaba en verde y el tráfico empezaba a ser menos intenso. 
- Espero que te guste el apartamento - dijo él al girar en una de las avenidas -. Es bastante más grande que el tuyo y por lo tanto, menos acogedor. 
- Mientras tú estés, será perfecto - sonrió ella. 
- Sigue sin gustarme. Porque no puedo estar tan cerca de ti como querría. 
- Eh, yo te dejo acercarte cuanto quieras a mí, ya lo sabes - dijo, sin darse cuenta hasta un segundo después de lo que había dicho. 
- No lo digo porque me niegues un roce - sonrió él de medio lado -. Pero es más emocionante cuando lo hago sin querer porque no cabemos en tu cocina - reconoció. 
- Entonces ¿por qué no vamos a mi casa?
- Porque me defiendo mejor en la mía. Perdona, pero es lo mejor. Al menos de momento. ¿Te importa? 
- No, ya te dije que no. Me parece perfecto. Quería conocer ese lugar. 
- A partir de ahora te dejaré conocer más cosas de mí.
- ¿Qué quieres saber tu de mi? - le preguntó ella. 
- Absolutamente todo - contestó con simpleza el chico, mientras giraba en la última calle de la manzana y llegaba a la puerta del garaje. 
El pelinegro pulsó el botón de la puerta automática y ésta se abrió despacio. El garaje estaba sumamente oscuro. Después de encender las luces y bajar un par de pisos, el chico aparcó el coche con suavidad. La ayudó a bajarse incluso con la bolsa colgada del hombro y ambos subieron en el ascensor hasta el piso de Koki. El chico sintió cierto nerviosismo al abrir la puerta. Antes de entrar la miró y ella se dio cuenta.
- ¿Pasa algo?
- Creo que no hay nada desordenado... - dijo.
- ¿Eso es lo que te preocupa? - soltó la chica, con una carcajada incontenible. 
- Eh, eres la primera mujer que pisa oficialmente este apartamento, ¿sabes? - confesó sin darse cuenta.
- ¿Oficialmente? - repitió. 
- La gente se cree que han pasado más mujeres por mi cama que mundiales de futbol y juegos olímpicos - exageró un poco. 
- ¿En serio? ¿Y qué parte de verdad tiene eso?
- ¿Quieres saberlo? - la provocó, agachándose sobre ella para mirarla muy de cerca. 
- No moriré si no me lo dices - intentó evadirle la chica. 
- Si quieres respuestas, entonces entra. 
Shiori sintió que debía entrar antes de que Koki se arrepintiera. La chica intentó disimular el asombro que la entró con apenas haber pisado el vestíbulo. Aquel pasillo era como su pasillo y su cocina juntos. Y eso que apenas podía ver nada desde ahí. Koki dejó la bolsa en el suelo. Se agachó delante de la chica para quitarla las zapatillas, así ella no tendría que forzarse. La chica solo le miraba sin decir nada. Estúpida y típica escena principesca. Ella nunca se había dejado llevar por esos sueños que consideraba irrealistas. Pero viéndole así, parecía que realmente ella tenía una oportunidad de vivir, aunque fuera por un instante, un sueño irrealista. 
Cuando terminó de quitarla las zapatillas se levantó, muy cerca de ella. Shiori retrocedió hasta apoyarse en la pared. Koki puso una mano al lado del rostro de la chica y la otra la deslizó despacio por su cintura, acercándose demasiado a ella. La morena no bajó la mirada, sino que, más que enfrentarla, la mantuvo con ansia.
- En la puerta de la derecha, la segunda, está mi habitación. Y mi cama - susurró -. Siéntate. Túmbate. Duérmete. Y deja tu olor en mis sábanas, Shiori. 
Ella salvó la distancia entre el pelinegro y sus labios. Ávida de él. De su dulzura. De su pasión. De Koki. Él sonrió mientras la chica le besaba de aquella manera. Era lo que buscaba provocar pero sabía dónde estaba su límite. Con cuidado se separó de ella, que respiraba entrecortada, y tragó saliva. Verla así, sonrojada, con la respiración agitada y los labios algo rojos por los besos, era una auténtica locura hecha realidad que amenazaba con arrastrarle con más facilidad de la que había pensado. 
- Tienes que descansar, es lo que han dicho. Te dejaré estar sentada en el sofá si no quiero estar más tiempo tumbada en la cama pero... no vuelvas a besarme así. 
- ¿O perderás el control? - susurró ella.
- O perderé el control - sonrió a medias él, con cierto gesto resignado. Podía entenderle bastante bien a pesar de todo. 
Shiori aceptó la invitación y entró. Su mirada recorrió cada pared, blanca y con no demasiados adornos; cada tabla del suelo a juego con cada puerta, de color marrón; la cocina, tan grande como la que pudiera tener un restaurante, una cocina que invitaba a cocinar en ella; la mesa del salón donde se podía comer con cuatro sillas de madera perfectamente alineadas; y la mesa pequeña en el centro de los sofás, con un portatil pequeño cerrando sobre ella. La ventana era grande, y tenía cortinas de color beige a juego con los sofás. Enfrente del sofá más grande había una televisión y un montón de pequeñas estanterías llenas de discos de música. Y ninguna foto, pudo notar Shiori. La chica se sentó en el sofá más grande y notó lo cómodo que era. Ahí estaría a gusto. Koki se acercó a ella por la espalda y la apretó los hombros con suavidad. Ella cerró los ojos. 
- Espero que te guste este sitio y que estés cómoda. 
- ¿Cuánto tiempo podrá durar esto? - susurró entonces ella.
El pelinegro se apartó y se sentó al lado de la chica, mirándola a los ojos y cogiéndola de la mano. 
- No lo se. Cuando haya una nueva misión, yo... puede que no me toque a mí, pero aún así tenemos que extremar la precaución. Por eso te dije...
- Sabes donde vivo - le interrumpió ella sin levantar la voz -. Y te daré mi número de teléfono. Espíame de vez en cuando aunque yo no lo sepa. Siéntate en el lado opuesto del bar mientras yo también estoy en ese bar. No me dejes sola, Koki.
- ¿Tanto me quieres? - preguntó, aunque no esperase una respuesta clara.
- Tanto te quiero - dijo ella. 
El pelinegro tragó saliva. 
- ¿A pesar de ponerte en peligro?
- Es mi vida, yo decido de qué forma me expongo al peligro.
Shiori ladeó la cabeza esperando más preguntas de esas que al pelinegro parecían agobiarle de verdad. 
- ¿Incluso si algún día no puedo volver? - insistió él.
- Siempre estarás más cerca de mí lo que creo, ¿verdad?
Koki no encontraba razones para negar todo lo que sentía por ella al darse cuenta de que Shiori ni siquiera había dudado un instante de cuanto sentía por él.
- ¿Aunque te mantenga alejada de mi, te deje sola y te haga daño? - preguntó,
- Tú no eres capaz de hacerme daño - le dijo -. Ni aunque quisieras podrías. Porque te conozco. Y te quiero.
- Qué idealista - se quejó él. 
- Koki, si te tengo a ti, aunque no sea en el mismo salón o en la misma casa, en la misma ciudad o el mismo país, aún así - insistió la chica -, yo nunca estoy sola. Y me mantendré más cerca de ti lo que piensas - susurró ella, tendiéndole la mano para que estrechara sus dedos con los de ella.
Koki cedió al instante. La acarició la mano y fue entrelazando sus cálidos dedos con los de la chica, despacio. 
- Siempre estaré aquí - musitó, llevando la otra mano hasta el pecho de Koki para apoyarla sobre el lado en el que latía, con fuerza, su corazón. 
Él respiró hondo. No podía resistirse a ella. El chico la acarició la cara, pensando que la sensación más maravillosa del mundo era algo tan simple como mirarla en ese momento; el mundo podía caerse encima en ese instante que a él le daría igual. Tal vez después de todo, lo que más anhelara cuando tuviera que vivir separado de ella fuera mirarla a los ojos y poder hacerla sonreír. Shiori le besó la mano con la que la acariciaba y Koki se dio cuenta de repente de una realidad que empezaba a crearse a su alrededor. Fue consciente de que no podía solo contemplarla. Koki la besó con cierta fuerza, en un arranque de pasión y dulzura que hizo que, después de que sus labios quedaran marcados por su saliva, incluso sus lenguas bailaran al mismo son, interrumpiéndose entre ellas para tratar de tocarse. Esa forma de dejarse llevar la arrancó una sonrisa. La gustaba provocar esas reacciones en él. La hacía sentir especial. Pensar que al estar con Koki, era la única mujer en el mundo que existía. Porque sabía, desde el fondo de su ser, que ella realmente era la única para él.   




El tiempo pasa y nosotros repetimos encuentros y despedidas.
Aquí estoy, dependiendo de la amabilidad de alguien mientras hay algo importante que pierdo de vista.
Ahora cuento el paso de las estaciones. Cuando estás solo, ¿en qué piensas?


No quiero estar solo porque duele.
De repente te darás cuenta de que estoy a tu lado.
Dime, por qué. ¿Por qué nosotros buscamos un amor así?





http://www.youtube.com/watch?v=-MZ8wO5tGPI



lunes, 17 de septiembre de 2012

A través de la noche, hacia la luz del alba.

[...] La carrocería negra del BMW X3 Sport relució con el sol del medio día. Koki bajó la ventanilla para sentir el aire en la cara, que le revolvió el pelo aún mojado y se incorporó a la carretera que le llevaría de vuelta al hospital.
"Espérame, pequeña. No tardaré."[...]

Para que le dejaran entrar tuvo que enseñar la placa al guardia de la puerta. La policía estaba investigando lo que había pasado y Kazuya y los demás les estaban proporcionando las pruebas para que detuvieran no solo a quienes lo habían hecho sino también a quienes estaban detrás. Koki se quitó las gafas de sol y las dejó sobre la mesilla, junto a la llave del coche, antes de acercarse a la cama de Shiori. La chica seguía durmiendo, parecía que su respiración era normal y eso le tranquilizó. La acarició el pelo con suavidad y la besó la frente. Cuando despertara tenía que contarle la verdad. No podía volver a huir.
Los párpados pesaban más de lo que recordaba. Un dolor tenue recorría sus músculos, hasta su cuello. Sentía entre los dedos algo suave, una tela, una sábana. Y sus dedos estaban algo agarrotados. Movió la cabeza despacio sobre la almohada y trató de parpadear. Escuchó unos pasos acercándose, despacio. No se sintió más nerviosa ni mas tranquila al oírlos. No rodeó la cama, sino que se quedó a su lado derecho. Sus ojos al fin se dignaron a abrirse. Lo primero que vio fue una figura recostada un poco más allá. Intentó alargar la mano haciendo un sonido ronco y la figura se levantó rápidamente. Se acercó a ella y la cogió la mano antes de sentarse en el borde de la cama.
- Shiori.
- Koki - sonrió extrañamente tranquila la chica.
- ¿Cómo estás? ¿Te duele? Puedo llamar al médico...
- Calma - le pidió ella -. Estoy bien.
Al hablar la chica tosió ligeramente y sintió una punzada en la zona de la herida.
- Espera, bebe un poco de agua - dijo él, acercándola un vaso que parecía tener preparado con una pajita para que fuera más cómodo.
Ella aceptó y bebió un poco. La costó tragar el líquido. Cuando terminó de beber la chica volvió a mirarle. Tenía el pelo negro algo revuelto. Seguramente había estado tumbado en el pequeño sofá que había en la habitación.
- ¿Y tu brazo? - preguntó entonces.
- Perfectamente - sonrió él.
- Pero, ¿cómo es que estás aquí? Te están buscando, Koki. Si te encuentran...
- Tranquila. No te preocupes más por eso. Se acabó.
- ¿Todo... se acabó? - repitió ella -. ¿Así sin más?
El teléfono del chico empezó a sonar entonces. Se levantó y se apartó un poco de la cama mientras descolgaba. Shiori pudo ver la funda con el arma enganchada en su pantalón y se puso nerviosa. Estaba en un lugar público, donde había policías y además armado. Tenía que ser una broma. O él estaba completamente loco. Cuando le vio entrar otra vez en la habitación colgando la llamada, quiso reprenderle. Pero entonces se fijó en el jersey de color blanco que llevaba puesto. Era ese jersey. Aún era el día en que recordaba el olor de aquella prenda. Su color, su tacto. La forma en que se pegaba a la piel del chico que lo llevaba puesto. Levantó la mano muy despacio extendida hacia él para rozar el jersey, incluso se forzó a incorporarse. Koki corrió hacia ella para detenerla y obligarla de nuevo a tumbarse mientras la reprendía pero Shiori solo podía mirar aquel jersey. Lo tocó con suavidad y sintió una oleada de sensaciones recorriendo su cuerpo.
- No puede ser... - susurró con la boca seca.
- Shiori - la llamó él, sabiendo que ya no era necesario contárselo. Se había dado cuenta al fin -. Hacía mucho que no me lo ponía, ¿verdad?

- Koki... tu... eres...
- Te dije, que nos habíamos visto antes.
La chica se quedó mirándole muy fijamente. ¿Cómo no había reconocido a la persona que la había salvado hacía cuatro años? Los mismos brazos que la habían sujetado cuando nadie más lo había hecho. Volvió a levantar la mano para acariciar la tela del jersey. Sintió una lágrima intentando salir de sus ojos.
- Koki...
- Siento que no me reconocieras antes. Pero no era viable teñirme de rubio otra vez - bromeó él, acariciándola la mano que ella tenía en su pecho.
- Pero... ¿cómo...? ¿Por qué tú...? - intentó atropellar las palabras y sintió un tirón en la espalda, en la zona de la herida.
- Cálmate y respira. Habla despacio y cuando no te duela - la aconsejó.
Shiori, tratando de tranquilizarse, respiró suavemente y volvió a mirarle. No podía verle con ojos diferentes. Él era él. El hombre del que se había enamorado cuatro años atrás. El hombre que la había conquistado de nuevo hacía dos días. ¿Cómo podía de verdad haberse olvidado de él? Tal vez fuera porque le odió el mismo día que se enamoró de él.
- ¿Cómo es posible?
- Después de lo que pasó hace cuatro años, nunca quise dejar de saber de ti. Y hace poco tuve la oportunidad de volver a acercarme a ti, de alguna manera. He estado mas de dos meses en el edificio de enfrente. No solo vigilando a tu vecina - admitió.
- Eres un psicópata de verdad - pudo decir la chica.
- No piensas eso en serio, ¿a que no? Shiori, en realidad yo...
- ¿Por qué me salvaste en aquel momento? - le preguntó de repente -. Eres un ladrón. Que no me hayas hecho daño ahora no justifica que me ayudases aquel día.
- No soy ningún ladronzuelo, Shiori - contestó él -. Si lo fuera, no hubiera hecho todo cuanto he hecho. Ni dejarte viva, ni tratar de protegerte, ni estaría aquí contigo. Y se que tu no habrías arriesgado tu vida por mi si realmente no sintieras nada.
- ¿Qué clase de criminal eres tu presentándote aquí con esa pistola delante de los policías que podrían reconocerte? - insistió ella -. Todo esto es confuso...
- Tranquila. Escucha. Shiori, no soy ningún criminal. Soy policía - confesó al fin.
La chica pareció todavía más desconcertada con eso. ¿Dé que estaba hablando?
- Cuando hace cuatro años entraron aquellos tipos en el hospital, yo estaba encargado de vigilar al hombre a por el que iban - la explicó.
- ¿Qué?
- Apenas eras una enfermera en prácticas y sin embargo fuiste la primera en intentar ayudar a aquel hombre - recordó él -. Me fascinaste, Shiori. Me encantaste por completo.
- Koki...
- No hubiera podido dejarte sola cuando aquel desgraciado se atrevió a dispararte. Sé que te dejé demasiado tiempo intentando sobrevivir sola - susurró, agachándose a besarla la frente -. Lo siento, no pude llegar antes hasta ti.
- Pero llegaste. Y después te fuiste - le recordó.
- Después de aquello se creó la unidad especial a la que pertenezco. Yo soy policía, pero los demás no. Kazuya era capitán de fragata, de la marina. Junnosuke era teniente de vuelo, del ejército del aire. Tatsuya era cabo primero en el ejército de tierra. Y Yuichi era agente secreto de operaciones especiales. Eramos cinco completos desconocidos de mundos diferentes unidos en un solo equipo. Con la única finalidad de evitar lo que te pasó a ti.
- ¿Que me disparasen?
- Sí. Nuestra unidad se dedica al crimen organizado. Bandas de ladrones, traficantes de toda clase, asesinos terroristas... Nosotros tratamos de minimizar sus daños y en lo posible, de destruirlos.
- Desde dentro - dijo de repente ella.
- Muy hábil, Shiori. Eso es lo que estaba haciendo en ese banco. Mi misión era hacer que todo saliera mal. Para que a nosotros, nos saliera todo bien.
- Eres un tramposo - le reprochó, sin enfado en la voz -. Podias habermelo dicho.
- ¿Y perderme tu cara al pensar que estabas enamorada de un criminal? Ni loco - la provocó.
- ¿Cómo que enamorada? Vas demasiado lejos, señor unidad especial - le espetó.
- Y no he ido más lejos porque no hemos tenido oportunidad - contestó él, inclinándose sobre ella para rozarla los labios con suavidad.
Shiori cerró los ojos por acto reflejo y él sonrió de lado. La besó despacio, sintiendo algo distinto en el pecho mientras lo hacía. Estaba viva. Correspondía a sus labios con la más sincera de las complacencias. Quiso mirarla a los ojos de nuevo al separarse y la acarició el pelo, un poco enredado.
- ¿Seguro que estás bien?
- Sí. ¿Y tú?
- Perfectamente - sonrió él -. No vuelvas a hacerme esto, por favor. Creí que te perdería un por un instante preferí estar muerto si tu no sobrevivías a esto.
- Koki... no digas eso - le pidió.
- Es genial que estés bien - admitió, aliviado.
- Koki yo...
Un par de toques en la puerta le hicieron levantar la cabeza. El pelinegro les reconoció. Les había visto en una foto. Se levantó de la cama y Shiori pudo ver quién estaba en el umbral de la puerta.
- ¿Mamá? ¿Papá?
Las dos personas entraron ya sin dudar al escucharla.
- ¡Shiori, hija!
Ambos dieron la vuelta a la cama para poder verla mejor. Su madre la acarició el pelo y su padre, más reacio a esas cosas, la miró de arriba abajo para comprobar que seguía entera.
- Estoy bien - dijo antes de que empezaran a escandalizarse -. ¿Por qué habeís venido?
- No todos los días llaman diciendo que tu hija esta en el hospital - contestó su padre.
- ¿Y Kira?
- Estaba trabajando, pero dijo que vendría en cuanto pudiera. ¿De verdad estás bien?
- Que si, no os preocupeis. Habeis hecho un viaje tan largo cuando podía haberos llamado.
- Pero...
Shiori se movió de forma violenta al sentir a Koki moviéndose. Alargó la mano para alcanzarle la muñeca, aunque eso la costó un gemido de dolor. El chico volvió a acercarse a ella casi corriendo.
- ¡No te muevas de esa manera, por favor!
- No te vayas - le pidió, respirando hondo.
- Estás con tu familia - la dijo, levantando ligeramente la vista hacia ellos -. Estarás bien.
- Pero... ¿y si desapareces otra vez?
- ¿Eh?
Él se dio cuenta de que se refería a aquel día, hacía cuatro años. Después de que todo pasara, él se había ido cuando le habían dicho que la chica estaría bien. La había dejado sola, de alguna manera. Eso era lo que ella temía. Y no podía negar que lo había pensado. Iba a dejarla sola justo antes de que pasara aquello. Él tenía un trabajo más difícil cuando tenía relaciones y sentimientos que pudieran ser un punto débil. De momento, solo Kazuya tenía a alguien, y ya le habían pasado un par de cosas desagradables. ¿Qué haría él si le pasaba algo a Shiori otra vez? No se lo perdonaría jamás. Pero tampoco desaparecería de su vida de repente. Ni para siempre.
- No voy a irme. Lo prometo - susurró, acariciándola la mejilla. Luego se dio cuenta de que sus padres seguían allí, mirando con cara de incredulidad -. Volveré en un rato.
Shiori pareció asentir sin demasiado convencimiento. El pelinegro salió de la habitación e imaginó el interrogatorio al que la someterían sus padres. Suspiró. Dio una vuelta por el hospital hasta que logró encontrar la salida. Necesitaba respirar un poco. El aire en la cara le sentó bien. Respiró hondo y soltó el aire de golpe, como si fuera un crío jugando. Entonces Kazuya y una chica morena que iba firmemente agarrada de su mano se acercaron a él después de bajar de un Ford Kuga negro.
- Koki.
- ¿Habeis logrado empapelar a esa gente? - preguntó directo.
- Ella nos dio las directrices desde la oficina - le informó, señalando ligermente a la morena -. Y Yuichi está jodiéndoles literalmente la vida.
- Siento decir que me alegro.
- Es que el chico se lo ha tomado a pecho. Le cae bien Shiori. Así que está usando todo cuanto puede, hasta cosas que tal vez en situaciones normales no funcionarían, para hacer que se acuerden de esto toda la vida.
- ¿Entonces esa gente puede conservar sus casas? ¿No van a volver a molestarlos?
- Eso nunca se sabe del todo - suspiró la chica -. Por desgracia.
- Pues no quiero que Shiori vuelva a vivir allí - dijo Koki -. No me expondré a que pase algo como esto otra vez.
- Eso no tienes que decírmelo a mi - hizo notar Kazuya -. Habla con ella.
- No querrá escucharme. Teníais que ver cómo defendía ese lugar. No se qué tiene, pero...
- Es la casa de la abuela - contestó al instante la muchacha morena -. Cuando Shiori tuvo que venir a estudiar a la ciudad porque ya no había instituto en el pueblo, se quedó en esa casa. Ha vivido la mejor parte de su vida ahí. Incluso después de que la abuela muriera.
- ¿Cómo sabes tú todas esas cosas? - soltó el pelinegro.
- ¿No te lo ha contado ella?
- No hemos tenido demasiado tiempo para hablar, la verdad - reconoció.
- Creí que conocías mejor a la chica que quieres - dijo de repente la chica.
- ¿Perdona? - pudo preguntar él, bastante sorprendido.
- Eh, eh, será mejor que entremos. Podemos contarle a Shiori que todo está ya bien, ¿vale? - les interrumpió Kazuya -. Venga, vamos - insistió, tironeando suavemente de la morena.
- Sus padres están con ella, por eso he salido. Tal vez deberíamos esperar.
Kazuya miró a la chica y ambos soltaron una carcajada. El chico le dio una palmada en el hombro al pelinegro y se dirigió a la entrada del hospital, completamente decidido. Koki, sin entender nada, les siguió. Al llegar a la habitación de la chica los tres se encontraron de golpe con los padres de Shiori. Se quedaron en silencio un momento. Koki iba a carraspear cuando la chica morena se separó de su amigo y abrazó a la mujer.
- Kira, has venido - dijo ella, abrazando a la muchacha.
- ¿Cómo está la peque? - la preguntó.
- Esperando a que llegues - sonrió.
- Voy a verla.
Kira miró un momento a Kazuya, que la cogió la mano un momento como para darle fuerzas y tranquilidad.
- ¿Cómo está Kira?
- Bien, no se preocupen. Mientras su hermana pequeña esté bien, ella también lo estará.
- Gracias por cuidar de ella, como siempre - le agradeció la madre.
El moreno solo sonrió. Los padres de Shiori se despidieron de Kazuya y luego se dirigiero por el pasillo hasta el ascensor. Koki dio un paso hasta su amigo y le miró muy fijamente. Kazuya casi se asustó.
- ¿Qué pasa?
- ¿Tu novia es la hermana mayor de la mía? - le preguntó directamente, claramente impactado.
- Me da que sí - sonrió el chico, dándole una palmada en el hombro al pelinegro.
- ¿Lo sabías?
- Pues claro que lo sabía - dijo Kazuya, como si fuera algo obvio -. ¿Es eso algo tan grave? - le preguntó al verle la cara casi de espanto que tenía.
- ¿No te das cuenta? Es verdad que no conozco nada de ella, Kazuya - susurró, con la voz algo sobrecogida.
- Eh, que no supieras que Kira es la hermana de Shiori es algo normal. Yo mismo no lo sabría si un día ella no me lo hubiera contado. Y tú no has compartido con Shiori los tres años que llevo yo con Kira. Así que no pienses en eso. Después de cuatro años al fin has podido conocerla como querías desde el principio. Deberías estar contento de eso.
- ¿Y si no puedo? Ante todo necesito protegerla. Y puede que no sea capaz, Kazuya.
- Koki, si tienes miedo, nada empezará. Y Shiori no lo tiene y lo sabes.
- De nada sirve eso si su vida va a estar en constante peligro. No quiero que viva así.
- Entonces vive con ella.
- ¿¡Te volviste loco!?
- Shh. Esto es un hospital, baja la voz.
- Pero Kazuya, ¿cómo voy a llevármela...? Yo...
- ¿No la quieres lo suficiente?
- Tal vez es porque la quiero demasiado. No quiero separarla de su vida para que viva la mia.
- ¿Puedes preguntarle eso a ella? No lo decidas tu sola. Si yo lo hubiera hecho, entonces no estaría con Kira.
- Y tampoco hubiera pasado lo que pasó aquella vez - le recordó.
- Pero pude protegerla, Koki. De eso se trata quererla como la quiero. De ser capaz de cualquier cosa por ella.
- Incluso de disparar contra ti mismo - insistió Koki.
- Si, sí, hasta ser capaz de pegarme un tiro si hicera falta. Eso es cuanto la quiero. Mira, si necesitas pensarlo tanto entonces no te esfuerces si quiera. Shiori no va a ser más feliz sin tin. Ni eso significa que mañana no la atropelle un coche o se le caiga una teja encima y la mate - le dijo, ya ligeramente cansado de la indecisión de su amigo pelinegro -. Pero si crees que alejándote de ella la estás protegiendo, entonces adelante. Haz lo que creas que tienes que hacer. Pero sinceramente, creí que eras el tipo de persona que hacía lo que quería y no lo que debía.
- ¿Aunque eso suponga poner en peligro su vida?
- ¿Aunque dejarla suponga arruinar el resto de la tuya?
Koki se quedó un momento callado. ¿Estaba siendo Kazuya egoísta? ¿O tenía razón? ¿Qué tenía que hacer? ¿Qué podía hacer? Era cierto que pensarlo él solo y decidir era demasiado duro y casi cruel. Pero sabía que Shiori no estaría de acuerdo en cualquier cosa que supusiera separarse. ¿Entonces cuál era la solución? ¿Acaso no podía ser todo más fácil? ¿No tenían ni siquiera una oportunidad de vivir tranquilos y... felices?

And now... the second part?
[...] - Shiori solo se que no podría vivir sabiendo que te han hecho daño por mi culpa. Aunque para eso tenga que vivir alejado de ti por el resto de mi vida. [...]




El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Pablo Neruda. 20 Poemas de Amor y una Canción Desesperada.




http://www.youtube.com/watch?v=1D9j2QI0pmE

domingo, 16 de septiembre de 2012

Como un cristal lleno de cicatrices.

[...] - No... - pudo susurrar.
De la nada, se escuchó un disparo en medio del silencio. Koki no parpadeó. En ese momento deseó detener el tiempo. Solo era consciente de una cosa. Su pelo olía a champú. [...]

La mano que le sostenía con fuerza del brazo le soltó rápidamente. Tan rápido como un disparo que atravesó su brazo para obligarle a soltar al pelinegro. Koki movió las manos inconscientemente para sujetar el pequeño cuerpo de Shiori entre sus brazos. Las piernas de la chica cedieron y al darse cuenta de que ella se dejaba caer confiando en él, el pelinegro reaccionó.
- ¡Shiori! - pudo gritar cuando su voz se dignó a salir.
Se dejó caer en el suelo con ella encima, contra su cuerpo. La chica le miró con los ojos abiertos, parpadeando despacio y dejando que un par de lágrimas resbalaran por sus mejillas.
- Eh, eh, aguanta, aguanta, ¿me oyes?
- Koki...- murmuró, sin decir nada más porque sus pulmones no se llenaban de aire.
- ¡Shiori! - la llamó, con cierto miedo en la voz al verla respirar más despacio -. Estas loca, completamente chiflada, maldita sea... - susurró él, besándola la frente.
Sentía que el corazón se le iba a salir por la boca, que golpeaba contra su pecho como un martillo que amenazaba con acabar con la poca razón que le quedaba. Las manos le temblaban como nunca antes lo habian hecho. Porque nunca antes habían estado cubiertas de una sangre que no fuera la suya.


Sintió aquel líquido resbalando desde su costado. La sangre manchó la mano con la que intentaba taponar la herida, tiñéndola de rojo escarlata, miedo y dolor.
- Aguanta, por favor...
- ¡Diciendo eso solo vas a conseguir que se desangre, idiota! - gritó una voz desde la acera, al otro lado del parque.
El pelinegro levantó la mirada y se dio cuenta de que veía borroso. ¿Lágrimas? Parpadeó varias veces para quitárselas y vio a tres personas acercándose a él con paso ligero.
- Vete - le dijo el mismo chico que acababa de gritarle para que espabilara -. Yuichi está en el coche. Id al hospital. Rápido.
- Vosotros siempre en el momento oportuno - sonrió amargamente el chico -, Kazuya.
El chico de las mechas en el pelo asintió con la cabeza con una pequeña sonrisa y se giró hacia los hombres que estaban alrededor de su jefe, viendo como sangraba por la herida de bala que tenía en el brazo.
- ¿¡Quién os creeis que sois para disparar un arma, eh!?
- Mejor cállate y da gracias de que mi puntería sea excepcional o la bala podría estar en tu enorme cabeza en lugar de haber rozado el brazo - le silenció Kazuya -. Koki - le llamó -. Coge a la chica y vete, vamos. Nosotros nos encargamos de esto.
Los dos chicos que estaban al lado de él asintieron cuando el pelinegro les miró. De acuerdo, ahora es cuando las cosas empiezan a cambiar, se convenció Koki. Pasando la mano izquierda por debajo de las rodillas de la chica y a pesar del dolor que sentía recorrerle el brazo, hizo acopio de todas las fuerzas que pudo para levantarse con la chica en brazos, apoyada en él. Su mano derecha aún presionaba la herida que la chica tenía en la espalda, en el costado izquierdo.
- ¿¡A donde crees que vas!? - gritó el hombre con la nariz rota, que parecía tener instintos psicópatas contra Koki después del cabezazo que le había dado -. ¡No hemos acabado aún!
Con una mano se lanzó contra el pelinegro para golpearle. El chico de las mechas se puso en medio, le sujetó la muñeca y con un gesto elegante le retorció el brazo hasta colocárselo en la espalda y presionar un poco para que la articulación del hombro sufriera ligeramente. El hombre gritó.
- ¡Vete! - le dijo por última vez Kazuya a Koki.
El pelinegro no dudó más. Caminó hacia el coche tan rápido como sus nervios y el peso del cuerpo de la chica le permitían. El chico que esperaba en el coche se bajó para abrirle la puerta de atrás y que subiera con la chica encima de él. Luego volvió rápidamente al asiento del conductor y casi antes de cerrar la puerta ya estaba arrancando y pisando el acelerador a fondo.
- Agárrate - le dijo a Koki.
- Por favor - susurró el pelinegro -. Date prisa, Yuichi.
Él miró a su amigo por el retrovisor. Nunca antes le había visto así. Volvió la mirada al frente y con toda la frialdad del mundo, se saltó una hilera de semáforos en rojo justo antes de que los demás coches tuvieran tiempo si quiera a arrancar. El chico cambiaba de marchas como un auténtico experto y controlaba la dirección del coche a la perfección para que la máquina hiciera exactamente lo que él quería que hiciera. Al llegar a la entrada de urgencias del hospital clínico de la ciudad, Yuichi dio un fuerte frenazo, dejando la marca de las ruedas en el asfalto. Abrió la puerta de atrás y Koki intentó salir. Al ver que no conseguiría aclararse de los nervios que tenía encima, Yuichi cogió a la chica en brazos y la sacó del coche, entrando en la zona de urgencias mientras pedía una camilla con voz autoritaria. Koki sintió, cuando Yuichi la levantó y la apartó de su cuerpo, que el calor de la chica nunca iba a volver. Una naúsea desde la boca del estómago estuvo a punto de hacerle vomitar, pero resistió. Al escuchar a Yuichi pedir ayuda, el pelinegro salió del coche y cerró la puerta de un fuerte portazo. Corrió dentro y pudo ver cómo su amigo dejaba a la chica sobre una camilla rodeada de médicos, que la empujaban a la zona interior, donde iban a tratarla. El pelinegro quiso entrar corriendo detrás de ellos pero Yuichi le detuvo.
- No puedes entrar - le recordó -. Vamos a ocuparnos primero del papeleo.
- ¡Pero, Yuichi, ella...!
- Estará bien - repitió su amigo -. Está en manos de los médicos ahora, Koki.
- ¡Tengo que estar con ella! - insistió el pelinegro.
- Mirando no podrás hacer nada le cortó el chico -. Cálmate, por favor.
- Disculpe - les interrumpió la señora del mostrador -. ¿Podrían rellenar los datos de la chica, por favor?
Yuichi le señaló el mostrador con la cabeza y Koki se resignó. Se acercó a la señora, que le tendió un papel en blanco y demasiadas casillas que rellenar. De repente, al leer el papel se dio cuenta de que solo sabía escribir las casillas de nombre, apellidos y lugar de nacimiento. No sabía nada de la chica. Ni su tipo de sangre, ni un número de indentificación, ni siquiera de teléfono para avisar a su familia. El bolígrafo se resbaló de entre sus dedos y cerró los ojos con fuerza, maldiciendo por lo bajo. Aquello era precisamente lo que quería haber evitado a toda costa. Lo único que realmente le daba miedo. Y no había podido hacer nada. Ni siquiera rellenar su ficha hospitalaria.
- Disculpe, señora - intervino entonces Yuichi -. Shiori trabaja aquí. Es enfermera. ¿No podría usted rellenar los datos que faltan por nosotros?
- ¿No son familiares de la chica?
- No exactamente - sonrió el chico, intentando ser todo lo amable que podía sin responder demasiadas preguntas.
- ¡Koki!
La voz de Kazuya le hizo girarse hacia la entrada. Parecía que habían salvado la situación. Pero solo eran dos.
- ¿Tatsuya?
- Ocupándose del resto - dijo solamente el chico de mechas -. ¿Cómo está?
- Aún no han salido a decirnos nada - le contestó Yuichi.
- ¿Koki? - le llamó el otro chico, el más alto de ellos -. ¿Y tu? ¿Estás bien?
- Tendría que ser yo el que se estuviera muriendo ahí dentro, Junnosuke - contestó el pelinegro en voz baja, con la mirada perdida -. Por supuesto que no estoy bien.
- No digas eso - le cortó Kazuya -. Se pondrá bien. Ya lo verás.
- ¿Y qué pasa si no es así, eh? ¿Entonces qué cojones se supone que tengo que hacer yo? - le preguntó, levantando progresivamente la voz.
- Koki, estoy es un hospital - le recordó Junnosuke.
- ¿Cómo he podido dejar que esto acabara así? - insistió Koki.
- No ha sido culpa tuya. Posiblemente pensaran hacer lo mismo con ella hubieras estado o no. Así que realmente la has salvado la vida.
- Si esos cabrones siguen por ahí, ahora mismo...
- ¡Les han cogido!
Los tres chicos se giraron a mirar a Tatsuya entrando en el hospital a la carrera. La señora del mostrador de información le instó a que se cayara con un chasquido de lengua. El muchacho llegó al lado de los demás con el poco aliento que le quedaba y una sonrisa.
- Chicos, han cogido a los ladrones. Lo hemos conseguido - dijo al fin, tratando de respirar.
- Se acabó - sonrió Junnosuke.
- Sabíamos que no sería en vano - celebró Yuichi.
- Koki - le llamó Kazuya, poniéndose delante de él -. Ahora todo está bien.
El chico de las mechas sacó de su pantalón una cartera pequeña y negra y un arma enfundada en un trozo de cuero también negro. El pelinegro lo miró, algo sorprendido por la cantidad de cosas que se le estaban acumulando. Cogió ambas cosas con cierto temblor en las manos, aún manchadas de sangre, y las miró fijamente.
- ¿Puedo...?
- Bienvenido de nuevo - sonrió Junnosuke -, compañero.
Koki resopló. Tenía que calmarse. Sí, eso era. Aquél era él. Él de verdad. Así sentía que podía protegerla. Ahora podía. Solo rogaba para que sobreviviera a aquello que había permitido que la hicieran y entonces, todo sería diferente. Como para hacerle responder, Tatsuya le golpeó el brazo entre risas y él dejó escapar un pequeño grito de dolor. Los cuatro le miraron, más serios.
- Busquemos un médico que te cure el brazo - dijo entonces el chico de mechas -. Y luego vete a casa.
- No - respondió de inmediato -. No, Kazuya, me quedo con ella, yo...
- Eh, escúchame. De nada sirve que te quedes, no por eso se va a recuperar antes. Deberías cambiarte de ropa para que no se asuste cuando despierte, ¿no crees? Nosotros nos quedamos, si quieres. Ve a casa.
La voz de Kazuya lograba calmarle, de alguna manera. Dejó que un médico le llevara dentro para curarle la herida del brazo. Al pasar por delante de la sala donde los médicos trataban a Shiori estuvo tentado a pararse pero sintió la mirada de Kazuya en la nuca pidiéndole que no lo hiciera. Por más que trató de no darle vueltas al asunto, no fue capaz. El sonido del cuchillo clavándose en la piel de Shiori, la sangre manchando su piel, la forma desesperada en la que la chica se amarró a su camisa, aguantando el dolor. El último suspiro que dio. Todos esos recuerdos y sentimientos se agolparon en su pecho haciendo que sintiera una presión que le dolía al respirar. Solo tenía algo claro. Necesitaba un buen trago.

Las piernas la temblaban. Tragó saliva y uno de aquellos hombres pareció escucharla, porque se giró de inmediato a mirarla. El hospital era un caos. Uno de los testigos de lo que habían hecho había entrado mal herido y ellos trataban de acabar con él para que no hablara. Uno de ellos iba por toda la planta del hospital preguntando como un loco por aquel hombre. Uno de los policías que estaba de guardia trató de enfrentarse a él. Fue la primera vez que ella escuchó un disparo. La gente empezó a gritar y aquel hombre gritaba también intentando acallar a todos. Cuando él siguió buscando, la chica se movió despacio desde detrás del mostrador donde estaba, tratando de que no la viera. Tal vez aquel hombre siquiera vivo y necesitara ayuda. Ella, como enfermera, tenía la obligación de ayudarle e intentar hacer algo por su vida. Aunque todavía estuviera en prácticas y fuera una novata sentía esa necesidad de salvar a las personas enfermas o heridas o al menos, intentar hacer cuanto estuviera en sus pequeñas manos.
Pero entonces escuchó el seguro de la pistola detrás de ella. Levantó las manos al momento y se puso en pie despacio. Su corazón latió de miedo durante unos segundos hasta que escuchó el segundo disparo de aquella pistola. Notó un sudor frío por todo el cuerpo. Sus piernas no aguantaron su peso y la dejaron caer al suelo. Vio como las baldosas blancas se teñían de rojo escarlata. Era su sangre. Tragó saliva como pudo y los nervios la dominaron. Empezó a temblar, sintiendo frío en el cuerpo. Intentó dominarse pero no pudo. Las lágrimas salían solas de sus ojos. Nadie iba a moverse. Nadie se jugaría la vida por ella. Nadie sujetaría su mano mientras se desangraba en el frío suelo del hospital. Cerró los ojos y escuchó los latidos de su corazón restallar en sus oídos. Soledad. Presión en el pecho. La desesperación empezó a recorrer sus venas más rápido que su sangre. Moriría allí, por alguna razón, parecía que no había salida a aquella situación, que alguien había decidido que así fuera. Fueron los instantes más dolorosos de su vida.
Hasta que una cálida mano rozó sus dedos con decisión. Ella abrió los ojos de golpe y se mareó. Tuvo que volver a cerrarlos pero no dejó de sentir a aquella persona junto a ella.
- ¡Eh! ¿¡Qué haces!?
- Nada. No me he movido - dijo la persona en cuestión. Su voz era de hombre -. He estado aquí todo el tiempo, lo juro.
El tipo pareció creerle y la chica escuchó sus zapatos alejándose sobre las baldosas. Con impaciencia entrelazó los dedos con la mano de aquel desconocido. Con los ojos aún cerrados, incapaz de abrirlos, notó como él la sujetaba en brazos y la recostaba contra su cuerpo. También sintió presión contra la herida de su hombro. Estuvo tentada a gritar de dolor pero él la acalló con un susurro.
- Shh, ya, ya se que duele, pero tienes que aguantar.
- ¿Por qué...? - pudo decir.
- No morirás aquí. Te lo aseguro.
Ella volvió a intentar abrir los ojos. ¿De quién era aquella voz que derrochaba semejantes cantidades de seguridad y positivismo en aquel preciso momento? Cuando fue capaz de enfocar algo, vio algo de la ropa que llevaba puesta él. El jersey era fino y blanco, y dejaba parte de su cuello al aire. Además era de manga larga, lo veía remangado para no mancharse con su sangre. Sabía que llevaba algo colgado del cuello porque a veces lo sentía frío contra su oreja. Levantó cuanto pudo la cabeza y él volvió a acomodarla en sus brazos, para que pudiera respirar mejor. La chica distinguió su pelo de color rubio. Pero no pudo ver del todo su rostro. Solo supo que iba a estar bien. Los latidos del corazón de aquel chico eclipsaban todos los sentimientos de miedo que tenía. Estaba tranquila mientras los escuchaba. Si al final las cosas no salían bien, moriría tranquila.
No sabia cuánto tiempo había pasado pero escuchó más disparos. Los brazos de aquel chico se cerraron sobre ella y la abrazaron, en un intento de protegerla de los tiros. Ella al respirar sintió el olor del chico entrar en sus pulmones. Hasta cierto punto, la embriagó. Su pelo la rozaba la mejilla y el cuello. Sintió un cosquilleo. Y después, nada más.

Koki salió de la ducha y cambió la canción que sonaba en el reproductor del salón. Su apartamento, comparado con el de Shiori, era como una enorme mansión. Una mansión solitaria, demasiado grande, donde no podría acercarse a la chica sin tener que usar alguna excusa. Subió el volumen de la música, cerrando los ojos un momento para escuchar unos acordes de violín que iban subiendo de tono junto con la batería de fondo y terminaban con una extraordinaria voz cantando a compás con ellos. Entró en la habitación y tiró la toalla sobre la cama. Abrió el armario y sacó la ropa que tenía pensado ponerse, una ropa que había tenido mucho tiempo guardada en un cajón y no sabía cómo le quedaría. Miró de reojo los pantalones y la camisa que la chica le había regalado, colocados sobre el pequeño sofá que tenía al lado del escritorio. Las manchas de sangre posiblemente no salieran. Le daba algo de pena y rabia. Terminó de vestirse con bastante rapidez. Colocó la pistola en la funda en el cinturón del pantalón y guardó la cartera en el bolsillo trasero. Cogió las llaves del coche de encima de la mesilla de la entrada, apagó el reproductor y, después de ponerse las gafas de sol, salió del apartamento. Cogió el ascensor hasta el garaje y abrió el coche con el mando a distancia. La carrocería negra del BMW X3 Sport relució con el sol del medio día. Koki bajó la ventanilla para sentir el aire en la cara, que le revolvió el pelo aún mojado y se incorporó a la carretera que le llevaría de vuelta al hospital.
"Espérame, pequeña. No tardaré."

Epilogue.
[...] - Koki... tú... eres...
- Te dije, que nos habíamos visto antes. [...]





Cuando una niña juega a las muñecas con sus amigas y consideran a las muñecas como los mejores juguetes del mundo, todo parece estar envuelto en un halo de color rosa. Pero las muñecas también se llenan de polvo y se rompen. Dicen que es algo normal. Solo son de plástico. Tal vez de plástico son todas las emociones que podemos llegar a experimentar. Pero por más que sean de plástico, no repelen en agua. No son impermeables a todo. Podemos intentar protegerlas, pero las emociones pueden llegar a salirse de control. Y es entonces y solo entonces cuando te das cuenta de que vives en la triste realidad. A partir de entonces es cuando ya solo puedes huir de la palabra sueños. Y seguir corriendo.



http://www.youtube.com/watch?v=9myN57_CeRM






Me pregunto cuánto habremos andado juntos en este cambiante paisaje, donde los colores se funden y hacen brillar el mundo.

sábado, 15 de septiembre de 2012

El que en mis recuerdos es un amor loco.

[...]- Me quedaré contigo - dijo solamente ella.
Koki esbozó una fugaz sonrisa antes de inclinarse sobre Shiori y dejar de tantear sus besos para probarlos al fin. Despacio, en un roce cálido, besó los labios de la chica con cuidado. Pero tanto sus labios como los de ella pedían por algo más que un único y suave roce por lo que, mientras entrelazaba los dedos con la mano de la chica, el pelinegro hizo suyos los labios de la morena en besos llenos de pasión y tentaciones.[...]

Sentía un dolor punzante en el hombro. Su ropa estaba llena de sangre. Su respiración pesaba, dolía. No podía moverse. De sus ojos, dos lágrimas resbalaron por sus mejillas. Estaba asustada.

Pero algo cálido rozaba su piel. Lo sentía moverse despacio. Por su brazo, su mano, sus dedos hasta la yema, su hombro, el hueso de su clavícula, su cuello hasta la barbilla, los labios, la mejilla, el puente de la nariz, los párpados, la frente, el pelo. Como un camino a través de su piel. Sentía escalofríos mezclados con un estúpido cosquilleo en el estómago. Esas suaves caricias la despertaron de su miedo. Hacía mucho tiempo que no tenía pesadillas, pero por alguna razón esa noche precisamente habían vuelto para jugársela. Respiró hondo y entreabrió los labios para coger aire. Sintió una caricia húmeda en ellos y abrió los ojos despacio. El pelinegro estaba inclinado sobre ella y mientras la besaba, el flequillo le caía sobre los ojos adorablemente cerrados, como si estuviera saboreando el momento. Shiori aunque aún dormida, correspondió al beso de buenos días del chico y sintió como él sonreía. Dejó de besarla para mirarla a los ojos y la acarició el pelo con suavidad.
- Hola - susurró.
- Buenos días - sonrió ella, estirando un poco el cuerpo -. ¿No has dormido? Es muy temprano.
- He dormido bien, pero ya había descansado antes por eso me he despertado más pronto. No soy una marmota, morena - sonrió el chico, mirándola de medio lado.
Ella estiró la mano hacia él y le acarició la mejilla. Él cerró los ojos y la besó el dorso de la mano. Shiori le revolvió ligeramente el pelo y enredó los dedos en sus mechones más largos.
- ¿Qué quieres desayunar?
- Eso debería decirlo yo - se quejó el chico.
- No, tu no debes salir de casa. Cualquiera podría verte y delatarte. Y no quiero que eso pase - confesó en un susurro.
- Pero tampoco quiero dejarte que vayas sola.
- Solo es el supermercado de la esquina. Estaré bien. Dime qué quieres que traiga.
- Trae lo que quieras. Yo lo prepararé, sea lo que sea, ¿vale? - dijo entonces él.
- ¿En serio?
- Sí - sonrió Koki -. Pero no me pidas cosas imposibles, ¿eh? Algo sencillito, por favor.
- Está bien - aceptó ella con una carcajada -. Para empezar, ¿cómo se te da controlar esas maquinitas a las que les pones agua y polvo y sale café? - bromeó.
- No juegues con mis habilidades culinarias, Shiori - la advirtió -. Puedo llegar a sorprenderte más de lo que te imaginas - la susurró al oído, besándola bajo él.
La chica le echó los brazos al cuello y le abrazó. Esa calidez, esa cercanía, esa protección. Esa forma de sentirle. De alguna manera su cotidiana y aburrida vida se volvía algo emocionante y sorprendentemente feliz. El chico fue el primero en levantarse para ir a la cocina y empezar a reconocer dónde estaba cada cosa. Shiori se levantó e hizo la cama. No cambiaría aquellas sábanas esa mañana. Olían a Koki.
Mientras el chico rebuscaba en todas las estanterías hasta dar con el café Shiori se cambió de ropa y entró en la cocina para darle un beso. Él se quedó un momento sorprendido y luego salió tras ella y en la puerta la sujetó de la mano y la besó él otra vez.
- Ve con cuidado.
Shiori asintió con una sonrisa.
- Vuelvo enseguida.
Koki se quedó en la puerta hasta que la vio salir y ésta se cerró tras ella. La chica se encontró a sí misma bajando las escaleras casi de cuatro en cuatro, con una inusual energía recorriendo todo su cuerpo. El día estaba nublado pero para ella, era simplemente maravilloso.
El móvil de Koki empezó a sonar ruidosamente en el bolsillo de los pantalones que se había quitado la noche anterior. Al oírlo se limpió las manos rápidamente en un trapo verde que había sobre la encimera y corrió hasta la habitación. Rebuscó en el pantalón y rogó porque el aparato no se hubiera manchado de sangre. Tuvo suerte. Cuando la persona que llamaba estaba a punto de colgar, Koki pulsó la tecla de responder y contestó.
- ¿Sí?
- ¿Cómo y dónde estás? - preguntó una voz que sonaba preocupada.
- ¿Vais a venir a buscarme?
- Eso intentaremos. Ahora contéstame - casi le ordenó.
- No te preocupes así por mí. Te lo contaré todo cuando nos veamos.
- ¿Esta tarde?
El pelinegro se quedó en silencio un momento. Miró a su alrededor y cogió aire.
- Mejor dentro de una hora.
- ¿Estás seguro? - preguntó. Le había oído suspirar.
- Sí. Es mejor si me voy ya. No quiero ponerla en peligro a ella también.
- Está bien. Estaremos ahí entonces.
El chico colgó el teléfono. Posiblemente quien le había llamado ya supiera dónde estaba gracias al gps que llevaba instalado en el teléfono móvil. Lo dejó caer sobre el pantalón y se sentó en la cama, con los codos en las rodillas y las manos en la cabeza. No sabía cómo hacer aquello. Deseaba más que nada poder quedarse con ella pero tenía más claro aún que no iba a dejar que nada la hiciera daño. No otra vez. Aunque para eso él tuviera que salir de su vida en contra de su voluntad. Por un momento se arrepintió de haberse concedido aquella hora al lado de la chica. Debería haberse ido en ese mismo momento. Pero tampoco podía irse con el sentimiento de haberla abandonado de repente. A pesar de que sabía que ella le entendería, que le comprendería cuando se lo explicara y simplemente le pediría que se cuidara mucho... seguía sin ser capaz de decírle que se iba. Y que no sabía cuando podría volver.
El sonido de la cafetera que le avisaba de que el café estaba listo le hizo levantarse de la cama con cierto pesar. Apartó la máquina del fuego y la apagó, echando un poco de café en una taza con asa que había encontrado en el armario de su izquierda. Mezcló el café con leche fría y azúcar y salió al salón con la taza en la mano derecha. Dio un pequeño sorbo mientras miraba la estantería que había en la pared, cuyo departamento más grande resguardaba la televisión. En el resto de lugares había desde cds de música de todas clases hasta libros viejos, clásicos y muchas novelas, para su sorpresa, policíacas. Eso era inesperado. Sonrió a medias al escoger una y leer la sinopsis de la contraportada mientras daba otro sorbo al café caliente. Era curioso lo que le faltaba por saber de la chica a pesar de saber de ella tanto como conocía. Dejó el libro donde estaba y siguió echando un vistazo. Al lado de la televisión había una balda con tres portarretratos. En uno distinguió a una joven Shiori con otra muchacha a la que se parecía mucho. Dedujo que sería su hermana mayor. A pesar de tener unos rasgos parecidos, Shiori seguía pareciéndole mucho más guapa que la otra chica. En la foto del medio, Shiori y su hermana estaban acompañados de una pareja.
Sus padres.


La mujer tenía en pelo del mismo color que las chicas pero los ojos eran idénticos a los del hombre. Sabía que ambos vivían en otra ciudad, que trabajaban en un pequeño puesto en el pueblo. En la foto de al lado los dos iban vestidos de boda y parecían realmente felices. La mujer era más baja que él y algo más delgada. Él a pesar de ser corpulento tenía algo que le hacía parecer un buen hombre. Le gustaba aquel lugar. El orden que veía a pesar de ser un sitio pequeño donde meter tantas cosas. La forma en la que Shiori parecía cuidar de aquella casa que era tan especial para ella, por alguna razón. Porque entendía que las personas más mayores que habían vivido allí toda la vida quisieran quedarse pero, ¿una chica tan joven? ¿Qué tenía exactamente aquel lugar para ella que lo convertía en su hogar? Quería preguntárselo. Quería saberlo. Más y más, saber todo de ella. Era una sensación que le hacía sentirse ridículamente estúpido.
El pelinegro se dejó caer el el sofá y sin darse cuenta, enchufó la televisión. Buscó el mando debajo de su cuerpo y cuando quiso apagar el aparato escuchó de nuevo noticias sobre el robo del banco.
Koki bufó. Nada estaba saliendo bien. Pero él sabía que todo podía ir aún peor. La periodista de las noticias decía que aún se desconocía el paradero de la banda y se informaba de que había novedades. Esa palabra llamó la atención del pelinegro. Se inclinó hacia delante como si así la escuhara mejor y la miró fijamente en la pantalla del televisor.
Se sabía gracias un testigo que uno de ellos estaba herido.
Inconscientemente Koki se miró de reojo la venda y luego siguió viendo pasar las imagénes de cómo había quedado el edificio después del tiroteo. Una mujer que se encontraba en el banco en el momento del robo salía dando testimonio sobre lo mal que lo había pasado, el miedo que había sentido porque uno de esos locos la disparase y la matara.
- El hombre que está herido discutió con el que parecía el líder de esa banda de ladrones sinvergüenzas - escuchó decir a la mujer de la tele -. Ese tipejo se llevó al otro un poco apartado de todos los demás. Nadie se atrevía a levantar la mirada para ver que pasaba pero yo eché un vistazo. No sé como pudo disparar a su propio compañero, pero se acercó a él y al enfrentarlo, ¡bang! - hizo el sonido la señora -. Le disparó en el brazo desde muy cerca. ¡Una auténtica bestia! Todo se llenó de sangre al momento, aunque el hombre, a pesar de tambalearse, no cayó al suelo. Luego fue cuando la gente empezó a chilllar, la policía empezó a entrar disparando y el hombre huyó corriendo por un sitio distinto al de los demás ladrones, que...
Sí, todo podía ir aún peor. Definitivamente esa mujer les había visto. Había un testigo de lo que había pasado. Casi enfadado con la mujer, el chico apagó la televisión y dejó caer el mando sobre el sofá, con rabia. Tenía que irse de allí. La policía no tardaría mucho en empezar a buscarle por el barrio puesto que allí le habían perdido la pista y sabían que no había podido ir muy lejos estando herido. Le encontrarían no tardando. Y se podría montar algo que él no pudiera controlar.
Casi por inercia, miró su muñeca. Había olvidado que no llevaba el reloj. Buscó uno con la mirada. Sobre la balda encima de la tele había uno, un poco pequeño, pero pudo ver bien las agujas. Calculó que faltaría poco para que los chicos llegaran. Entonces se dio cuenta de que era tarde. ¿Dónde estaba Shiori? Dejó la taza de café vacía sobre la mesilla y se levantó del sofá. Se estiró y se acercó a la ventana. Los cristales estaban cubiertos por dos cortinas de color beige. Con la mano apartó un poco la cortina derecha y se asomó para mirar aunque fuera detrás de la ventana. Las vistas eran a un patio que había al lado del edificio, un hueco de terreno libre no construido con los apartamentos pero que probablemente fuera terreno propiedad de los dueños de las casas. Había un pequeño parque allí, con algunos columpios y toboganes aunque sin mucho césped o vegetación. Era más bien de arena y tierra. Probablemente para los niños de la escuela primaria que había allí cerca. Sonrió al recordar que él también jugaba en los parques de su barrio cuando era niño. En momentos como ese nunca habría imaginado que acabaría donde estaba y como estaba. Suspiró y entonces distinguió unas figuras saliendo de detrás del edificio contiguo. Otro par de figuras se acercaban por el frente, como con intención de reunirse. Koki trató de distinguir quiénes eran pero apenas pudo reconocer la ropa, camisas llamativas y pantalones de traje. Posiblemente fueran los hombres que los dueños de la constructora enviaban a estorsionar a los vecinos. Sintió una pulsación más fuerte en sus venas al pensar que uno de ellos podría ser el que había golpeado a Shiori. Chasqueó la lengua en un intento de calmarse pero entonces vio un par de figuras más que aparecían entre todos los hombres. Una de ellas iba encorvada y otra llevaba una bolsa blanca de plástico en la mano. Ni siquiera supo cuánto fue el tiempo que tardó en darse cuenta de que Shiori estaba en problemas, pero sintió, cuando uno de aquellos hombres la golpeó, que él había dejado que eso pasara por no haber salido corriendo antes. Sin ni siquiera acordarse de que en la habitación de la chica se dejaba el arma que había llevado la mañana antes, Koki abrió la puerta de un tirón y bajó las escaleras tan rápido como sus piernas le permitieron. En el primer piso ni siquiera llegó a bajarlas, puesto que saltó por encima de la barandilla. Salió del edificio y giró a la derecha por inercia, hacia el parque. Eran más de cuatro los que rodeaban a la chica y a la señora que se escondía detrás de ella. Shiori parecía dispuesta a enfrentarse a ellos. Desde la ventana no podía escuchar sus gritos. La chica dejó caer la bolsa al suelo y dio un paso hacia uno de ellos, demostrando ningun miedo pero también cierta estupidez. Él sabía que no podía luchar contra gente como esa. No ella sola.
- ¿¡Acaso te crees que vamos a hacer caso a una mocosa!? ¡Mejor apártate de nuestro camino de una maldita vez!
- ¿Para que? ¿Para que os dediqueis libremente a quitarnos todo cuanto tenemos? Ya hemos apelado al dueño de la constructora en los tribunales. No vais a quedaros el edificio, no lo abandonaremos.
La chica sintió la mano temblorosa de la señora del cuarto aferrándose a su camiseta. De alguna forma, aquello la dio aún más coraje.
- Vamos a quedarnos ese edificio lo abandoneis o no. ¿No es mucho más fácil irse sin mas?
- No es fácil abandonar todo aquello por lo que un día luchaste - inquirió ella -. Así que no hables de cosas que no entiendes, patán.
- ¿¡Qué has dicho, estúpida!?
- He dicho que vosotros que no conoceís más que esto a lo que os dedicais con tanta pasión podríais estar equivocados en lo que estais haciendo - le replicó.
- Nosotros no nos equivocamos - dijo entonces el que parecía el líder -. Solamente actuamos de acuerdo a las ordenes.
- Sean cuales sean esas ordenes siempre que den dinero suficiente, ¿no? - siguió Shiori.
- No te va a servir de nada hablar con nosotros, así que quítate de en medio. Déjanos hacer lo que hemos venido a hacer - la amenazó el hombre.
- No vais a tocar a la señora - dijo la chica, tragando saliva -. No os dejaré hacerle daño.
- ¡Solo es una vieja!
- ¡Es una persona importante para mí! - contestó ella -. Ten un respeto. No voy a permitir que le hagais daño.
- Entonces tendremos que quitarte a ti también de en medio.
Parecía ser la frase que todos los hombres que la rodeaban como lobos hambrientos de una pieza a la que despedazar estaban esperando ansiosos. Todos dieron un paso hacia ella y el que más cerca estaba no esperó para levantar la mano con intención de dejarla caer sobre Shiori. La chica pensó que podría defenderse de un golpe, pero cuando todos se echasen sobre ella, estaría perdida.
- ¡No te atreverás a ponerle una mano encima a mi chica! - gritó entonces Koki, deteniendo en seco al hombre y haciendo que todos se giraran a mirarle.
El chico metió las manos en los bolsillos del pantalón y caminó con paso tranquilo y firme hacia ellos. Shiori sintió como la presión en su pecho desaparecía de repente, al verle acercarse a ella de esa manera tan segura. Koki por su parte iba pensando cómo librarse rápidamente de todos ellos para poder tener un conversación muy seria con Shiori y después, marcharse de su vida. Tal vez, para siempre.
Al llegar a su altura les hizo apartarse para pasar entre ellos y colocarse al lado de Shiori. La chica le miraba con cierto brillo de admiración en los ojos. Parecía tan calmado que daba la sensación de que sabía perfectamente lo que estaba haciendo y cuál sería el resultado.
- ¿Qué haceis molestando a una niña, eh?
- ¡Esto no tiene nada que ver contigo, no te metas!
- Sois vosotros los que teneis que meteros con alguien de vuestro tamaño - le contestó, con fiereza en la voz y en la mirada.
- No nos subestimes, chaval - dijo el jefe -. No somos principiantes a los que puedas enfrentarte con simples técnicas de defensa personal, si es en lo que estás pensando.
- Vaya, me has descubierto. Qué miedo - dijo, con un claro tono de ironía que pretendía provocarles más.
- ¿Te crees muy hombre por venir aquí a defender a esa mocosa?
- No es la primera vez me enfrento a tipos como tu - contestó él -. Atacais a jovencitas porque os hace gracia que no sepan defenderse de vosotros. Atacais a señoras mayores porque podeis reiros de ellas, os creeis con ese derecho. Estúpidos cretinos - les llamó a viva voz.
- ¿¡Cómo dices!?
- ¡Repítelo si tienes lo que hay que tener! - le desafió otro de ellos.
- No me dais ningún miedo. Largaos de aquí antes de que os de una paliza que recordeis hasta que se os quite el dolor del culo de la patada que os voy a dar si no salís ya mismo de este terreno.
- A por él - le sentenció el jefe sin un deje de duda.
Koki no sacó las manos del pantalón. El primer hombre que se le echó encima acabó en el suelo bajo la suela del zapato del pelinegro. Shiori nunca había visto a nadie levantar la pierna de semejante manera y menos con tanta fuerza y firmeza. La chica cogió a la señora por los hombros para apartarla y la dijo que subiera a su casa cuanto antes. Ella no se movió. Tenía el corazón en un puño y sentía los latidos descontrolados taladrarla la sien. "Estará bien" intentaba decirse a sí misma.
El pelinegro dio un giro sobre sí mismo para golpear al siguiente en el estómago apenas abrió los brazos para darle un puñetazo. Cuando se incorporó movió la cabeza con elegancia para apartarse el pelo de los ojos y esperó al siguiente hombre. Se le echaron dos encima, por lo que al fin tuvo que sacar la mano derecha del pantalón. La izquierda que era su brazo herido prefirió no moverlo. Koki daba golpes muy certeros, y aunque aquellos tipos sabían a donde atacar, el pelinegro era más que capaz de defenderse incluso solo con una mano y las piernas. Una de las veces, cuando le agarraron por la espalda, también uso la cabeza para partirle el tabique nasal a quien le sujetaba. Después de una intensa escaramuza el jefe se había quedado sin un hombre que se atreviera a volver a por el pelinegro, porque sabían que si lo hacían saldrían con más de un fractura.
- ¿Quién eres? - le preguntó entonces el jefe.
- No necesitas saber quién te acaba de patear el trasero - le contestó el chico -. Largaos. Ahora.
El jefe se hizo un poco el interesante y se acercó a Koki despacio. Por alguna razón que no comprendió, Shiori también se acercó a Koki por detrás. El hombre se detuvo delante de él, demasiado cerca, y le miró a los ojos. El pelinegro mantuvo la mirada sin dudar.
- Así que, eres un héroe - dijo, con una sonrisa de sarcasmo.
- No soy un héroe. Pero sé lo que tengo que hacer. Ahora, salid de aquí...
Ninguno de los dos se dio cuenta de cuando el hombre sacó la mano de la gabardina que llevaba puesta y cogió a Koki del brazo izquierdo. Directamente sobre la herida recién curada que, a causa de la fuerza, empezó a sangrar otra vez. Koki aguantó un grito de dolor y trató de defenderse con la otra mano. Pero un filo corto y pequeño relució con el sol de la mañana. Cegó sus ojos un momento y después todo fue confuso. Su respiración se cortó de golpe y el dolor le nubló los sentidos. Tragó saliva y sintió las piernas temblarle.
- No... - pudo susurrar.
De la nada, se escuchó un disparo en medio del silencio. Koki no parpadeó. En ese momento deseó detener el tiempo. Solo era consciente de una cosa. Su pelo olía a champú.

And the last part...

[...]Sintió aquel líquido resbalando desde su costado. La sangre manchó la mano con la que intentaba taponar la herida, tiñéndola de rojo escarlata, miedo y dolor.[...]




"Actuando solo por complacerte a ti mismo, eres como una estúpida marioneta, imparable e invencible." Hasta que te das cuenta de que el hielo, esa hermosa figura hecha de la mano de algún ser increíblemente talentoso, en un solo instante, se rompe y se hace pedacitos tan pequeños que nadie puede volver a reunir. Que poco a poco, simplemente desapareceran. Y nunca más podrán volver.



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Si tú tienes tu libertad, ¿entonces dónde queda la mía? ¿En qué puedo creer? ¿Qué puedo amar?

viernes, 14 de septiembre de 2012

Envuelto en un espejismo, no mires atrás.

[...] - No todos los días aparece un loco psicópata con una herida de bala y ensangrentado en tu portal.
- Koki, ¿por qué empiezo a tener la sensación de que tu y yo nos hemos visto antes? - preguntó entonces la chica.
- Porque de hecho, tu y yo nos hemos visto antes - sonrió Koki de lado, con una mirada indescifrable en sus penetrantes y oscuros ojos negros.
[...]

La puerta de la habitación estaba abierta. Podía escuchar la pequeña televisión que había en el salón, sobre una mesilla pequeña cubierta con un paño hecho a ganchillo. Al ser un apartamento tan viejo las paredes eran de papel y al ser además tan pequeño, podía oírla desde la cama a pesar de que el volumen no estuviera demasiado alto. Abrió los ojos despacio, con cierto pesar, signo de que había dormido como un tronco. Shiori no estaba allí, fue lo primero que logró ubicar. Con apenas girar la cabeza sobre la almohada pudo ver el cuerpo de la chica morena moverse en la estrecha cocina. Le estaba preparando la comida mientras parecía tararear una canción y movía ligeramente el cuerpo al compás de la música que rondaba en su cabeza. Allí estaba, con una sonrisa, sin peros ni preguntas. Sabía que la chica no tendría más de veinticuatro o veinticinco años. Tal vez su juventud a pesar de decir las cosas que decía y hacer las cosas que hacía fuera lo que más le sorprendía de ella.
Escuchó el sonido de los platos mientras los sacaba del armario. Miró la bolsa que colgaba del cabecero de la cama y al ver que estaba vacía, sin una gota de sangre, cerró los ojos y tiró de la aguja para que saliera de su brazo. Apretó un poco el punto donde la había tenido conectada y luego se incorporó, despacio. Fue capaz de sentarse en la cama, aunque al principio se mareó, sintió un momento que la cabeza le daba vueltas. Parpadeó varias veces y respiró hondo otras tantas antes de ponerse de pie. Al principio se tambaleó un poco, pero consiguió caminar. Se alegraba de haber recuperado parte de sus fuerzas, aunque odiaba estar si quiera un poco débil. Así no podría hacer nada si pasa algo. Era un blanco fácil. Y Shiori un blanco aún más claro que él.
Ella dejó el segundo plato sobre la mesa y se quedó un momento mirándolo. Hacía mucho que nadie ocupaba aquel lado de la mesa. Sonrió.
- Ese mandil es horroroso - sonó la voz de Koki a su espalda. Ella se sobresaltó y se giró a mirarle. Estaba apoyado en el quicio de la puerta de su habitación, de brazos cruzados, con la venda perfectamente colocada en la herida y una mirada encantadora posada en ella -. Pero haces que te quede bien - añadió, con una ligera y pícara sonrisa.
- ¿Qué estás haciendo levantado? Te dije que descansaras - le reprendió, quitándose el mandil antes de acercarse a él para mirar que la venda realmente estuviera en su sitio.
- ¿No estoy bien ya, doctora?
- Descruza los brazos, no fuerces los músculos - le ordenó con tono de médico -. Y no soy doctora, solo una simple enfermera.
- Si no fuera por tu trabajo, los médicos no podrían salvar ni la mitad de las vidas que salvan - comentó, mientras ella no dejaba de mirar la venda -. Además has hecho un trabajo muy profesional conmigo a pesar de cómo estaba.
Con la mano derecha apartó suavemente un mechón de pelo que caía de su coleta alta y la tapaba la cara para colocarlo detrás de su oreja y aprovechar para rozársela con la yema de los dedos. Entonces vio una marca rojiza en la sien de la chica. Extrañado quiso alcanzarla pero ella apartó la cabeza de un movimiento algo brusco y se apartó de él. Pero ya la había visto.
- Eh Shiori - la llamó, intentando hacer que le mirara. Pero ella le rehuyó. "¿Me está evitando?"
- Siéntate a comer. Cuanto antes recuperes las fuerzas, mejor - insistió ella, dándole la espalda.
"Sí, evita mirarme"
- Eh - la detuvo, sujetándola de la muñeca y obligándola a volver a su lado -. Eso es un golpe. No me hagas creer que invento cosas así, por favor.
- Estoy bien - confesó ella sin querer.
La sujetó ligeramente más fuerte de la muñeca y la hizo girarse hacia él. Volvió a apartarla el pelo, esta vez más despacio y con más cuidado. Era una herida con algo de sangre reseca en el pelo. Con cierto temblor en la mano la obligó a alzar la cara para que le mirase directamente a los ojos. Pudo ver la herida más de cerca. Parecía un golpe bastante fuerte.
- ¿Qué te ha pasado?
- Nada, Koki, de verdad, estoy bien, yo... - intentó evadirle de nuevo.
- No, no digas que no es nada, Shiori - la dijo, completamente serio -. ¿Por qué estás herida?
Ella sintió que no podía negarse a la preocupación de Koki. Desde que sabía que se conocían de alguna cosa anterior en sus vidas sentía un montón de cosas revoloteando en su interior. Se había creido una loca por sentir cosas por él tan rápido como la había pasado, pero aquello de conocerse aunque ella no lo recordara al menos servía como explicación coherente de los impulsos de toda clase que tenía hacia Koki.
- La gente que quiere derribar el edificio - susurró al fin, con un pequeño suspiro -. Normalmente envían a gente a estorsionar a los vecinos y a "convencerlos" de que vendan sus casas, sus recuerdos, sus vidas, todo por lo que lucharon, por cuatro billetes mal pagados. Esta tarde he salido a comprar y habían vuelto. La señora que vive en el cuarto piso es una mujer que no oye y además adora este lugar. Es quien más lo cuida y quien más se preocupa por nosotros, los vecinos que quedamos, como si fuéramos sus hijos o algo parecido. ¿Te imaginas que le hubieran hecho esto a ella? Dicen que vienen a hablar con la gente, que no quieren disturbios pero a veces las cosas se salen del cauce y...
No sintió que hiciera falta explicarle nada más. Él podía entenderla. Sabía que podía.
- Siento tanto no ser lo suficientemente fuerte como para proteger este lugar - susurró, bajando la mirada y chasqueando la lengua con rabia.
- Estás herida por defenderlo, que no se te olvide - dijo él -. Alguien me dijo una vez que una persona puede volverse realmente fuerte cuando tiene algo importante que proteger - recitó, pasando los dedos por la barbilla de la chica para hacer que volviera a levantar la cabeza y le mirase -. No eres débil, Shiori.
Ella esbozó una sonrisa y él asintió levemente con la cabeza, como diciendo que esa era la expresión que quería ver en ella. Koki pasó la mano lentamente por el cuello de la chica hasta su nuca y la hizo echar la cabeza hacia atrás. Despacio, se inclinó sobre ella y besó la herida de su frente con cuidado. Shiori tembló. Toda su piel se erizó al sentir los labios del chico besando su herida. La mano con la que la sujetaba la muñeca se soltó y se deslizó por su brazo, hacia arriba, rozándola la piel con la yema de los dedos y, después de erizarse, volvía a bajar despacio, hasta su mano, donde entrelazó sus dedos con los de ella levemente. El volvió a besar la herida un par de veces y luego se separó despacio. Shiori tenía un ligero color sonrojado en las mejillas, lo que hizo que algo dentro de Koki sonriera.
- ¿Por qué? - pudo decir ella.
- Niégame que nunca has hecho lo mismo - la dijo por contestación.
La chica pensó en el poco tiempo que había tenido para poder hacer algo así y recordó que había "besado" la frente del chico después de quitarle el flequillo para comprobar la temperatura de su cuerpo.
- Solo te tomaba la fiebre... - trato de excusarse ella al darse cuenta.
- Pero me hiciste sentir lo mismo que acabo de hacerte experimentar yo a ti - la susurró cerca de la oreja, aún con los dedos enredandose en el pelo de su nuca -. Estamos en paz.
Shiori tragó saliva. Tenía el pulso completamente revolucionado. Koki la miraba con cierto aire de superioridad porque sabía cómo la hacía sentirse. Ella, fingiendo estar ofuscada, se separó de él y se acercó a la mesa ya puesta para sentarse. Con la mano le invitó a sentarse enfrente de ella. El chico aceptó y se sentó en el sitio donde Shiori había colocado un plato para él. Cuando empezaron a comer la televisión comenzó a emitir las noticias. Hablaban como primera noticia del robo al banco nacional de la ciudad. El chico se quedó en silencio mirando los reportes que hacían los periodistas, casi concentrado en cada palabra y cada imagen. Ella no quiso interrumpirle, pero él preguntó.
- ¿Han dado antes esta noticia?
- Sí. Por la mañana, apenas sucedió. Y ahora por la noche siempre suelen ampliar la noticia - le contestó la chica, mirándole fijamente. Quería ver sus expresiones, saber qué pensaba de todo aquello y saber si iba a contarla algo o todo quedaría dentro de él, sin que ella llegara a conocerle del todo.
- Sí que se ha montado buena - suspiró Koki, terminándose la comida del plato -. Por cierto, la tortilla estaba un poco dura.
- Encima de que te hago la cena, no te atrevas a criticar mi cocina - se quejó ella.
- Está bien. Pero te enseñaré a hacerlas más blandas - decidió el chico.
Shiori puso los ojos en blanco y sonrió al imaginarse al chico en la cocina con el mandil que ella llevaba puesto y haciendo tortillas. Eso tenía que ser todo un auténtico espectáculo que de ninguna de las maneras se queria perder.
- Koki.
- ¿Mmm?
- ¿No me lo contarás? - preguntó al fin -. Lo que ha pasado.
El chico la miró fijamente, con cierto aire serio. Se relamió los labios un momento, dio un trago a la coca cola y entonces, para sorpresa de ella, empezó a hablar.
- Llevábamos meses controlando este edificio. La chica del tercer piso, la de la puerta dos. Trabaja en el banco. Y a pesar de vivir en este edificio, es una de las personas más importantes en el banco. Ella tiene códigos, claves, accesos. La hemos seguido, controlado, de manera que pudimos trazar un plan... casi perfecto - matizó.
- ¿Todo por dinero?
- ¿Crees que soy la clase de persona que daría cualquier cosa por dinero? - le devolvió él la pregunta.
- No - contestó de inmediato Shiori -. Por eso hay algo que no me encaja en todo eso.
- Eres una chica muy lista - hizo notar Koki.
- ¿Qué falló? - quiso saber ella.
El pelinegro puso el codo derecho en la mesa y apoyó la cabeza en la mano, ladeándola y sin dejar de mirarla.
- Yo - contestó solamente él.
La chica no quiso preguntar más. Mejor dicho, no necesitó hacerlo. Se levantó para recoger los platos y él se empecinó en ayudarla. Al entrar ambos en la estrecha cocina no podía evitar sentir el cuerpo de Koki demasiado cerca del suyo. El calor que empezó a sentir en la cocina era demasiado tentador.
Él pareció rebuscar algo en el frigorifico hasta que lo encontró, poniendo cara de niño que acaba de descubrir un pastel en la nevera.
- ¿Que?
- El postre - dijo, sacando un cuenco con fresas.
- Si aún tienes hambre puedo cocinar algo más - le dijo la chica.
- No es hambre. Y no gracias, mejor no hagas más tortillas - la fastidió otra vez.
Ella le hizo una mueca y él sonrió. Se apoyó en la encimera y empezó a comer las fresas como si fuera el mejor manjar del mundo. La chica entonces se acercó a la despensa y sacó un bote marrón. De lo que fuera que había dentro, que no le dejó ver, echó un poco en un tazón y lo metió en el microondas para que se deshiciera. Al sacarlo con un trapo para no quemarse, el tazón humeaba. Shiori lo dejó al lado del cuenco de fresas, sobre la encima. Él olisqueó el chocolate y se giró a mirar. La morena cogió una fresa y la hundió en el espeso chocolate. Al comérsela hizo una mueca de complacencia.
- ¿Chocolate? - preguntó él.
- A mí me encantan con chocolate - sonrió ella -. ¿Nunca lo has probado?
Él negó suavemente con la cabeza. Shiori le quitó la media fresa de la mano y la untó en el chocolate para luego dársela. Koki en vez de cogerla con la mano, la comió directamente de los dedos de la chica. Y después de eso, lamió suavemente el chocolate que había quedado en ellos. Ella sintió un escalofrío recorrerla la espina dorsal hasta la nuca al ver la expresión con la que él comía la fruta y luego pasaba la punta de la lengua por sus dedos.
- No está mal - admitió el chico después de probarlo, actuando como si no viera lo nerviosa que estaba la chica. Mejor dicho, lo nerviosa que la había puesto él.
- ¿Verdad? - fue capaz de decir ella.
Las fresas no duraron demasiado. Al chico le encantaban y parecía que la mezcla con chocolate también. Mientras Shiori dejaba los cuencos ya vacíos en el fregadero sintió de repente como Koki se acercaba por su espalda hasta estar completamente apoyado en ella. Pasó las manos despacio por su cintura y ella creyó que sus piernas no lo aguantarían de pie del temblor que las recorría.
- ¿Puedes quitarme la venda? Me gustaría darme una ducha, si puede ser - la susurró sobre el pelo pero en la oreja.
- Claro. Pero mejor quédate con la venda puesta. Protegerá la herida. Luego la cambiaré - dijo, todo lo alto que su voz se dignó.
- Gracias - contestó, besándola la nuca.
Cuando el chico se separó de ella y salió de la cocina Shiori dejó escapar un bufido. Aquel condenado hombre era más provocador de lo que había imaginado en un principio. Y el revoltijo de cosas que ella sentía por él lo volvía todo todavía más complicado. Escuchó al poco el grifo de la ducha dejando correr el agua, calentando. Trató de no imaginárselo bajo el agua pero su traicionera mente la jugó alguna que otra mala pasada. Hablando consigo misma y diciéndose que ya estaba bien, que dejara de alucinar y de flipar en colores, que se centrara, se dio cuenta de que no podía contener los sentimientos hacia Koki. Y seguía sin entender por qué. ¿Quién era? Le conocía, sí, lo sabía. Y también sabía que había sentido algo muy fuerte por él que ahora parecía salir fuera de su control, mientras que en el momento en que debió haber salido, no lo hizo.
Se dejó caer sentada en el sofá, ligeramente cansada. Demasiadas emociones fuertes en un solo día y provocadas por una misma persona. A los pocos minutos el chico salió de la ducha envuelto en una de sus toallas mientras que usaba una más pequeña para secarse el pelo.
- Esa toalla pequeña es la de secarse las manos - le informó al verle con ella.
- Si, me he dado cuenta, pero si me seco el pelo iré dejando gotitas de agua en el suelo como si fuera un perro y así te ahorro ir limpiando detrás de mí - contestó Koki, sacándola la lengua a medias.
Con esa postura ligeramente infantil, Shiori sintió un latido más fuerte en su corazón. El pelinegro tenía el cuerpo bien formado, aunque lo había visto tumbado en la cama, así y mojado era aún más atractivo. El agua resbalaba con calma por su piel, como si a las gotitas les gustara estar allí. El chico movía la mano con velocidad encima de su pelo, tratando de secarlo cuanto pudiera. Los mechones cortos de su flequillo cayeron sobre sus ojos con cierta gracia. Shiori intentó apartar la mirada de él antes de seguir con la tortura de mirarle sin poder tocarle como deseaba. Entonces la chica pareció recordar algo. Se levantó de un salto del sofá y se acercó a la puerta de entrada para coger una bolsa que había dejado en el recibidor. Se la tendió a él, quien la cogió con algo de sorpresa dejando la toalla pequeña sobre sus hombros y esperó frente al chico a que lo abriera.
- ¿Ropa? - dijo él al sacar lo que había dentro de la bolsa.
- Sí. La camisa no la he encontrado negra, así que la he cogido blanca - se excusó -. Intenté lavarte la otra, en serio. Pero la sangre no hay quien la quite. Y además el agujero ese... si intento coserlo algo me dice que una manga te quedaría más corta que otra.
- Qué exagerada - soltó él.
- El pantalón también lo tienes manchado con gotitas de sangre - siguió la chica - así que te he traido otro parecido. Y la ropa interior la metí en la cesta sin mirarla casi asi que... - carraspeó - espero que te sirva.
- Gracias, Shiori - sonrió Koki, volviendo a mirar dentro de la bolsa y luego a ella -. En serio, gracias.
La chica respondió con una sonrisa más amplia y le dejó entrar a cambiarse a la habitación. A los pocos segundos él abrió a medias la puerta y sacó el brazo con la camisa aún cerrada.
- ¿Puedes cortarle la etiqueta, por favor? - la pidió.
- Claro.
Shiori cogió la camisa y buscó las tijeras en la cocina. Luego mientras él salía cogió del botiquin más vendas para cambiárselas. Koki salió al poco, con los pantalones perfectos y la goma de la ropa interior del mismo color que el pantalón asomando ligeramente por encima de la cintura. Llevaba aún la toalla en el cuello para que el pelo no le pingara agua por la espalda y la venda parecía un trapo sucio mal puesto despues de mojarse. La chica dio unas palmaditas en el sofá donde estaba sentada para que él se acercara. En un momento quitó las vendas mojadas y aprovechó para volver a curar la herida. A pesar de tener la mirada de Koki puesta en todos sus movimientos, Shiori era una profesional que hacía su trabajo sin distracciones.
se apartó un poco de él para dejar que se pusiera la camisa. Shiori se dio cuenta de que sus ojos delineaban cada parte del cuerpo de Koki mientras él desabrochaba con calma cada botón de la camisa nueva y se la ponía. Cada movimiento del chico le parecía una muestra de elegancia, de tranquilidad, de fuerza. Sin poder evitarlo, la morena se mordió ligeramente el labio inferior y cuando él empezó a abrochar los botones por abajo ella se inclinó hacia él y comenzó a abrochar los botones por arriba. Sintió la mirada de Koki clavada en ella, muy cerca, demasiado cerca. Pero sinceramente eso era lo que quería provocar. Quería que la mirase así. Quería sentir todo lo que sentía cuando la miraba como lo estaba haciendo en ese momento. Al llegar a la mitad de la fila de botones sus manos se encontraron. El pelinegro acarició los dedos de Shiori mientras ella trataba de abrochar los botones, cosa nada fácil con él acariciándola. Al terminar tragó saliva y volvió a alejarse un poco. Necesitaba poner algo de distancia entre su cuerpo y el del pelinegro.
- Creo que te queda bien, ¿no? - dijo, con la boca algo seca de la emoción.
- Es perfecta.
Tratando de evitar que él se diera cuenta de lo nerviosa que estaba, la chica se puso a recoger los vendajes mojados y el botiquín. Las cosas se la resbalaban de los dedos y parecía no querer mirarle más. Él esperó a que lo hiciera y luego la sujetó las manos para que se girase a mirarle.
- ¿Estás bien?
- Sí, ¿por qué? - contestó ella, demasiado automático.
- Porque te tiemblan las manos - dijo él, apretándolas ligeramente -, pareces nerviosa y, por alguna razón - con un dedo la hizo levantar la mirada hacia él - te brillan los ojos, Shiori - susurró, muy cerca de ella.
- ¿Y de quién te crees que es la culpa, eh? - contestó la chica, incapaz de seguir resistiendo semejante atracción hacia el chico.
- ¿Te pongo nerviosa? - preguntó suavemente.
- No solo nerviosa, me enciendes, Koki. Me haces sentir a cada momento que quiero saltar sobre tu cuello y no solo abrazarte - confesó de golpe -. Son tus ojos. La forma en que me miras.
- Te miro porque adoro mirarte. Y te miro como te miro precisamente para provocar lo que provoco en ti y hacerte decirlo - confesó él -. Yo tampoco resistiría seguir así a tu lado, solo acercándome a pasos hacia ti pero sin saber si puedo tenerte - susurró, mirándola muy de cerca.
- Te has vuelto loco. Y me estás volviendo completamente loca a mí también - dijo la chica en voz baja, como una aceptación silenciosa de esas palabras que acababa de pronunciar.
Él sonrió de forma torcida y pasó la mano por detrás de la nuca de la chica, enredando los dedos en su pelo. Empujó un poco de su cuello hacia él hasta llevarla a su cuello. Shiori sintió como le inundaba el olor de su propio champú, que olía diferente en el pelo negro de Koki.
- Koki... - susurró, cerrando los ojos sin poder evitarlo, llevando las manos a los brazos del chico en un vano intento de separarse de él -. No... - musitó contra su oreja, pero sin moverse. Como si fuera posible detenerle así.
- No solo me abraces, Shiori. Vamos. No tengas miedo - susurró, acariciándola el pelo -. Déjate sentir - dijo, contra su pelo, rozando su oreja con los labios -. Déjame sentirte - la pidió en voz baja y realmente tentadora.
Shiori cerró los ojos. Sintió los labios de Koki en su cuello, besándola despacio. Ella dejó que sus deseos controlaran hasta cierto punto sus movimientos y le mordió la oreja con cuidado. Besó debajo de su oreja y le sintió ronronear contra su piel. Era una sensacion de lo más agradable. La cercanía de su cuerpo, la idea de que el chico estuviera sonriendo bajo su oreja, su tacto cálido y sus labios húmedos. Si el cielo existía, Shiori pensó que, tal vez, se pareciera a aquello que sentía latir con fuerza en su pecho.
- Shiori - Escuchar su nombre con aquella voz en su oreja fue como una suave caricia -. ¿Puedo quedarme a dormir?
- ¿Eh?
- Pensaba irme. Pero no quiero hacerlo. Quiero dormir mientras te abrazas a mí. Quiero entrelazar mis dedos en los tuyos y acariciarlos. Quiero despertarte con un beso con sabor a café por la mañana - musitó, despacio, conquistando el alma de la morena.
Shiori se separó de él entonces y le acarició la mejilla. Él puso un gesto ligeramente sorprendido que hizo que la chica sonriera.
- Me quedaré contigo - dijo solamente ella.
Koki esbozó una fugaz sonrisa antes de inclinarse sobre Shiori y dejar de tantear sus besos para probarlos al fin. Despacio, en un roce cálido, besó los labios de la chica con cuidado. Pero tanto sus labios como los de ella pedían por algo más que un único y suave roce por lo que, mientras entrelazaba los dedos con la mano de la chica, el pelinegro hizo suyos los labios de la morena en besos llenos de pasión y tentaciones.


Will it continue?


Un punto y a parte siempre es mejor que un punto y final. Terminar las cosas que empezamos cuando realmente no deseamos que sea así es como poner unos puntos suspensivos que no cierran nada pero tampoco abren otra cosa. Ser capaces de distinguir entre la pausa de una coma y el final de un punto es algo que puede convertir tus deseos en realidad o frustrar tus sueños en medio de la más profunda de las desesperaciones. Dejarse llevar por líneas sin fin es como volar sobre una nube de papel. Puede que parezca imposible pero si en el momento preciso cierras los ojos y sonries, podrás sentir el viento en la cara mientras te ves sobre la nube, que te está postrando el infinito y la eternidad, a tus pies.


"Los sueños son algo que perderás algún día", ¿quién dijo eso?



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