miércoles, 26 de octubre de 2011

Sono chi ni oborete somaru.

Will salió corriendo de la sala contigua a la escena de sus sueños. Ordenó a diestro y siniestro que alguien volviera a encender las luces. Abrió la puerta y se asomó. Con la luz que entraba de ella pudo vr la silueta de Kazuya dibujada en el suelo, de pie, donde se había quedado, con el arma empuñada con tanta fuerza que podría romperla. El corazón le dio un vuelco y empezó a reir. Realmente lo había hecho. Había matado a la chica para que ella no sufriera más. Tal y como su tesis había proclamado que pasaría. La luz volvió de pronto. Al fin pudo contemplar su escena. Kazuya respiraba entrecortado, con el arma aún apuntando hacia la pared. Apoyada en ella, la chica tenía las manos en su abdomen, cubierto de sangre. Poco a poco, ella se dejó resbalar hasta sentarse en el suelo, mientras su respiración se volvía cada vez más irregular y sus ojos pugnaban entre lágrimas por no cerrarse.
- ¿Por qué? - musitó, mirando al chico frente a ella.

- Porque era la única manera - dijo él -. Lo siento. Pero al menos así, esto terminará.

Ella hizo un gesto de dolor y se apretó más fuerte el abdomen con ambas manos. Era como si la sangre no dejase de salir de aquella herida. Incluso la camisa que llevaba estaba rasgada por el disparo. Will se echó a reír como un auténtico psicópata.

- ¡Vamos! - le gritó a ella -. ¡Ahora! ¡Dile ahora que le quieres! ¡A él, a la persona que te ha disparado para salvar a los demás! ¡A la persona que ha provocado tu muerte! ¡Díselo si puedes! - siguió riendo como un poseso.
La chica tragó saliva maldiciendo en silencio. Sus ojos apenas abiertos se volvieron hacia Kazuya. El chico bajó el arma pero no la soltó. Ella dibujó una leve sonrisa bañada en lágrimas.
- Te quiero - susurró.

- Lo se - dijo él, correspondiendo cálidamente a su sonrisa.
- ¡No! - gritó Will -. ¡No puedes quererle despues de que te haya hecho esto!
- Puede haberme disparado con esa nueve milímetros - musitó, con la voz algo cortada. Un hilo de sangre resbalaba desde la comisura de sus labios y se melzclaba en algún punto de su rostro con sus lágrimas, que no cesaban -, pero jamás dejaré de amar a ese hombre - dijo, tan firme como pudo, mirando a aquel loco psicópata.

Otro gesto de dolor y la chica empezó a toser. Kazuya dio un paso hacia ella pero se detuvo. Debía aguantar. Tenía que hacerlo. Fue Will quien quiso acercarse pero ella pareció ponerse a la defensiva incluso en aquellas circunstancias.

- No... no te acerques... a mí...

- Kira.

- Nunca te perdonaré... que le obligaras a esto... - aseguró -. Jamás...

La chica sintió que la cabeza le daba vueltas y le dejó caer hacia delante, con los ojos cerrados. Su pelo ocultó su rostro. Pero pudieron suponer que ya no respiraba. Kazuya cogió aire profundamente y luego reprimió un gesto de dolor. La puerta, que estaba abierta, se llenó de repente de gente.
- ¡Kira! ¡Kira! - gritaban. Los cinco se habían soltado y habían salido aprovechando que los gorilas de negro habían ido a encender las luces otra vez.

- ¡Kazuya! ¿¡Qué...!? - empezó Jin.

Pero de pronto, entre toda la confusión, aparecieron dos personas mas. Uno de ellos llevaba un pantalon de traje y una camisa blanca, y gafas, perfectamente colocadas sobre el puente de su nariz. El otro parecía algo más desarrapado, con unas botas y el pantalón vaquero por dentro de ellas, con un jersey de cuello vuelto negro y la cadena con las chapas grabadas con su nombre colgando por fuera. El chico de las gafas se dirigió rápidamente contra Will y, después de un forcejeo, consiguió ponerle contra la pared con fuerza y retenerlo. El otro salió corriendo hacia Kira.

- ¡Kira! ¡Oye, Kira! ¡Espabila! - gritó, mientras la sostenía contra su cuerpo.

- No la zarandees así - le pidió Kazuya en un susurro.

- ¡Tú! Maldito bastardo, ¿cómo te atreviste a disparar contra ella? ¿Cómo pudiste siquiera empuñar el arma contra Kira? - le gritó.

Pero Kazuya no se inmutó. Se dirigió hacia la pared contraria y se sentó bajo el espejo que daba a la otra sala. Hizo un sonidito de molestia al dejarse caer y soltó la pistola, apoyando la cabeza en la pared y cerrando los ojos.

- No te creas que te vas a librar de esta tan facilmente - siguió el chico que sostenía a Kira -. Aunque fuera por salvar a otros, matar a Kira te va a costar muy caro.

De repente, el chico sintió como el cuerpo que tenía entre sus brazos se movía ligeramente. La miró, sorprendido y confuso, sin palabras, hasta que la vio entre abrir los ojos.

- ¿A quien han matado - susurró entonces ella -, Richie?

- ¿¡Kira!? - gritó.

- ¡Está viva! - chilló Nakamaru. Todo ese miedo y nerviosismo acumulado tenía que salir por alguna parte.

- ¿Pero cómo...?

- Bien hecho - dijo el chico que sostenía a Will de cara contra la pared, casi dislocándole el brazo. Él era más sutil que su compañero.

- Sebastian - susurró Kira -. Tú también.

- Se lo debeis al chico ese del grupo, el que falta - dijo.

- ¿Koki? - susurró Junno.
- Sí. Si no fuera por él que nos avisó, tal vez no habríamos adivinado nunca lo que estaba pasando hasta que fuera demasiado tarde.
- ¿Pero de donde sale toda esta sangre? - soltó de repente Richie, mirándola. Seguía igual de impactado que al principio. Realmente había pensado que Kira había dejado de respirar.

- Llama a una ambulancia, rápido - le urgió Kira, mientras se incorporaba.

- No deberías moverse si...

- ¡No es mi sangre, Richie! - le gritó, poniéndose en pie.

Le enseñó las manos y el abdomen. Estaba blanco, sin un rastro de herida alguna. Y de repente todos se giraron a mirar a Kazuya. Entonces ella se acercó hasta él y se arrodilló a su lado. Se quitó la camisa y la usó para hacerle un atillo al chico alrededor del brazo izquierdo. Él movió la cabeza y la miró con los ojos entrecerrados.

- ¿Estás bien? - susurró.

- Mejor que tú - le dijo -. Estas loco, Kazuya.

Él solamente pudo sonreír a medias. Con el brazo sano, el derecho, levantó la mano hacia su rostro para apartar la sangre que caía por su cara y que era suya, no de ella. La chica entonces mantuvo la mano de él contra su mejilla y la besó.

- Era la única manera - susurró él -. No podía matarte a ti para salvar a nadie. Ni siquiera a mi mismo.
- ¡Pero mi tesis era perfecta! - gritó Will contra la pared. Sebastian apretó aún más el amarre y el chico se quejó.
- Había algo que le faltaba a tu tesis, estúpido - le gritó Kira. Estaba harta de él y sus estupideces de superioridad.
- ¡No! ¡Eso es imposible!
- Faltaba. Era solo una idea, pero faltaba. Y es lo que ha hecho que yo esté viva en este momento.

Kazuya se dejó caer sobre ella, sobre su piel caliente, en su cómodo hombro y respiró hondo.

- Hueles a vainilla - musitó, con una sonrisilla.

Ella entrelazó la mano en el pelo del chico y le acarició la cabeza, mirándole con devoción en los ojos.

- La leyenda dice que el siervo mató al amo y luego, se suicidó - susurró, como si le estuviera contando un cuento a un niño -. Dicen que antes de morir, enterró el cuerpo de su señor y después, se suicidó frente a su tumba.
Todo se había quedado en silencio, como si estuvieran escuchando con tanta atención que ella se sintió nerviosa de repente. Pero no dejó de mirar a Kazuya y de controlar su respiración suave y pausada.
- Pero, ¿alguien encontró alguna vez el cuerpo del señor? - preguntó, mirando hacia Will.
Sebastian lo sujetó más fuerte y le apartó de la pared para que mirase a Kira.

- El siervo murió por haber matado a su señor, eso es la traición del amor - gritó el chico.
- No. Te equivocas. Al siervo le ordenaron matar a su señor. Pero él simplemente llenó una tumba vacía. Y para que nadie comprobase nunca si el cuerpo de su amo estaba dentro, se ofreció él mismo como sacrificio. Con su muerte, en aquella época, quedaba provado que había cometido el delito de asesinar a su señor y después, como buen siervo, se había quitado la vida.
- ¡Eso no es posible!

- El amor va mucho más allá de lo que te puedas imaginar - susurró ella, volviendo la vista hacia Kazuya -. Por eso este tonto se ofreció como sacrificio para salvarme la vida.

Suavemente la chica le besó el pelo y él se acomodó un poco más sobre ella. Pero la chica notó sobre su piel el sudor de él, cada vez más frío. Y empezó a ponerse nerviosa.

- Richie, la ambulancia...

- Están de camino, morena - la dijo, cruzando los brazos frente al pecho. Él también había estado preocupado por ella -. Pero esto está en el culo del mundo.

- ¿Dónde estamos? - preguntó entonces Jin. La chica rubia no se despegaba de su cuerpo ni con agua caliente. Todavía estaba algo asustada.

- En un manicomio abandonado - contestó Sebastian -. Estas celdas son las que usaban para controlar a los dementes más peligrosos y tratarlos.
- Por eso todo el equipamiento y la sala de al lado - susurró ella.
De repente la mano de Kazuya dejó de hacer fuerza sobre sus dedos. La chica le miró y empezó a zarandearle con suavidad por el hombro.
- ¿Kazuya? ¡Kazuya! ¡Oye, despierta! ¡No me hagas esto, Kazuya!
Pero el chico estaba inconsciente. Actuando más rápido que ella, Richie se acercó a ellos y cogió al chico en brazos. Ella solo le miró y salió tras él. Por suerte, uno de los coches que habían usado para llevarles hasta allí todavía seguía estacionado fuera. Richie siempre iba en moto, y no podría haberles llevado porque Sebastian necesitaba el coche para llevarse al psicópata de Will a la comisaría. El coche no arrancaba, pero el chico rápidamente le hizo un puente para lograr arrancarlo y rápidamente se metió en la carretera a toda velocidad con dirección a la ciudad y al hospital más cercano. Kira iba sentada atrás con la cabeza de Kazuya sobre sus piernas, mientras hacía fuerza en la herida para taponarla un poco más. La camisa blanca que le había puesto ya estaba empapada en sangre y ella notaba el sudo del chico resbalar por su cuerpo. Richie pisó el acelerador y apenas llegaron, ya había dos médicos esperando con unos cuantos enfermeros para sacar al chico del coche y ponerlo en una camilla. Corrieron al interior de la sala de urgencias con él y Richie detuvo a Kira.
- ¡Tengo que ir! - intentó hacerle entender.
- Pero ¿no pensarás hacerlo así, no? - la preguntó, señalando su cuerpo medio desnudo -. Provocarías una revolución.
- ¡Pero...!

- Richie - dijo una voz desde la ventanilla del coche.

- Ah, Anna - dijo él, saliendo del coche y acercándose a ella por el otro lado.

Suavemente la acarició la cara y la enfermera sonrió. Le tendió algo al chico y él lo metió por la ventanilla del coche.
- Usa esto - dijo solamente, apoyándose en la puerta del copiloto mientras la enfermera hablaba con él.
Kira sacó de la bolsa lo que Richie la tendía. Era la parte de arriba de un pijama azul de médico. Suspiró, agradecida, y se lo puso antes de salir del coche.
- Anna dice que el estado de Kazuya no es crítico del todo - la informó. - Van a operarle para sacar la bala de su brazo, porque está inconsciente - la dijo la chica -. En caso de que hubiera estado despierto tal vez podrían haber intentado no operarle, pero ha perdido demasiada sangre, por lo que tendrán que intervenirle en un quirófano.
- Muchas gracias - dijo la chica. Darle aquella información de forma tan rápida no era algo característico de los hospitales y las urgencias, precisamente -. ¿Puedo...? - la preguntó, casi como un ruego.
- ¿No quieres lavarte antes? - la preguntó.
Kira se miró. Sus manos aún estaban manchadas de sangre y su piel bajo la camisa aquella también. Pero no quería separarse de él. Además, era la sangre que Kazuya había derramado por ella, por su bien. No la molestaba tenerla encima un poco más con tal de no alejarse de él.
- No - se negó.
- Al menos las manos - le insistió ella -. No es higiénico y esto es un hospital - la dijo.
- De acuerdo, esta bien - cedió al fin -. Pero rápido. Por favor.

- Solo le verás desde fuera - dijo ella.

La chica asintió y mientras Richie se quedaba terminando su cigarrillo la chica entró con la enfermera al baño de las enfermeras. Allí se frotó las manos rápidamente con el jabón que la chica le había dado y vio la sangre salir junto al agua y resbalar por el lavabo. La sangre de Kazuya. El nudo de su estómago se cerró aún más, provocándola dolor. Miró su propio reflejo en el espejo y no se reconoció. El pelo despeinado, una ropa que no era suya, los ojos algo enrojecidos. Eso la hacía ver horrible pero no era lo que la preocupaba. En aquel reflejo, faltaba algo. Faltaban los sentimientos de felicidad y cariño que Kazuya la hacía sentir por él. Respirando hondo, terminó de lavarse rápidamente y salió del baño.
Fuera, la enfermera la esperaba para acompañarla hasta el lugar donde estaban tratando a toda velocidad a Kazuya. Aquella imagen del chico tumbado en la camilla, con la camisa negra abierta y rasgada, conectado a unas cuantas máquinas y con ayuda de una mascarilla para respirar la encogió el corazón. Las lágrimas volvieron a acumularse detrás de sus ojos pero trató de aguantarlas. Hasta que un par de brazos la rodearon por detrás.

- ¿Estás bien?

- Koki - le reconoció. Su voz era tan inconfundible como las del resto de chicos del grupo -. Kazuya... él...

- Es un loco idiota que tiene aires de superhéroe, lo se. Pero se pondrá bien. Ya lo verás - la susurró al oído.

Una mano sostuvo la suya. Se giró para ver los ojos enrojecidos de su hermana pequeña. Con cuidado se separó de Koki y la abrazó. Sintió que los brazos de Shiori la quitaban la respiración de lo fuerte que la sujetaba.
- Shiori...
- Estaba preocupada. Y asustada - susurró, llorando.

- Pero Koki estaba contigo, ¿verdad que sí? - trató de calmarla, acariciándola el pelo -. Ya está, tranquila. Yo estoy perfectamente.

- Pero tus manos...

Era la única que se había fijado en los cortes y heridas que las cadenas habían echo en sus manos.

- No importa, de verdad. Ahora solo me preocupa él - susurró, separándose un poco de él y mirando dentro de la sala.
- Saldrá de esta - dijo una voz tras ellos -. Él es fuerte. Podrá con todo esto.
- Jin, chicos - dijo ella, tratando de aparentar calma -. Ya estais aquí.

- Cuando nos secuestraron dejaron el coche que vosotros habeis cogido y una furgoneta. La usamos para volver.
- Y ese amigo tuyo - dijo Junno - se fue con el loco ese que nos secuestró. Dijo que luego vendría.
- Sebastian - susurró -. Está bien. No tenemos que preocuparnos, ¿verdad? Todo va a salir bien - intentaba convencerse a sí misma.

Se acercaron un poco más a la puerta de aquella sala y los ocho se quedaron en silencio, esperando que nada saliera mal y que de verdad todo terminara como una mala pesadilla.

- Todo saldrá bien - musitó de nuevo -. Saldrá bien.

No podía imaginar qué sería de ella si al final, Kazuya no podía soportar aquello. Pero se obligó a sí misma a pensar que el chico era fuerte, que si había hecho aquella locura era porque él mismo sabía que lo podría soportar. Porque como hubiera hecho aquello sin esperanzas de sobrevivir y dejándola sola en aquel mundo, ella misma volvería a matarlo cuantas veces hicieran falta hasta que entendiera que, sin él, realmente prefería estar muerta. Así como el señor permitió que su siervo muriera de amor por él pudiendo después vivir tranquilamente, ella sería capaz de estar enterrada bajo él con tal de no vivir en un mundo en el que él no existiera.

martes, 25 de octubre de 2011

Kizu wo iyasu kusuri kimochi ii no.

Abrió los ojos despacio. Como si esperase que la luz dañara sus ojos. Pero solamente había tubos de alógenos colgando del techo e iluminando aquel lugar. Adolorida todavía y con las extremidades entumecidas, la chica empezó a moverse hacia un lado, tratando de arrastrarse. El cuerpo del chico de ojos claros no estaba demasiado lejos, pero parecía como si no fuera capaz de alcanzarle. Entonces sintió alrededor de sus muñecas que algo demasiado fuerte la retenía donde estaba. Estaba frío. Eran unas cadenas de hierro oxidado que la apretaban hasta el punto de provocarla moratones en la piel. Juró en todos los idiomas que conocía y se volvió hacia el chico.
- Kazuya - le llamó -. Kazuya por favor, despierta. Kazuya.
El chico no daba ninguna señal de seguir con vida. Nerviosa y preocupada la chica intentó de nuevo en vano moverse hacia él, hasta el punto de gritar a causa del dolor que le provocaban aquellos grilletes. Miró a su alrededor un momento al darse cuenta de que no podía hacer nada. Una habitación de piedra, cual mazmorra de la Edad Media, con cadenas y suelo también de piedra. Pero con una puerta. Una puerta de madera normal y corriente. Y además frente a ella había un espejo como los que usaban en las salas de interrogatorios de las Comisarías. ¿Qué clase de lugar de locos era aquel? Las cadenas siguieron haciendo ruido mientras ella se movía, pero no pudo ponerse en pie. Aún así, logró que alguien apareciera por la puerta, despacio, como si quisiera darle emoción a una situación tan desesperada como aquella.

- Will - susurró ella al verle -. ¿Qué es esto? ¿Qué estás haciendo? ¿Y por qué?

- Como buena profesional deberías saber cómo empezar un interrogatorio. Pero ahora estás demasiado alterada - la dijo, acercándose peligrosamente a ella.
- ¿Y Kazuya? - preguntó, mirándole -. ¿No te habrás atrevido a hacerle daño, verdad? - le gritó.
- ¿Qué más da eso? ¿Y qué si me he atrevido? - la preguntó, arrodillándose a su lado y sujetándola el rostro con fuerza para que solo le mirase a él.
- ¡Te juro que sería capaz de matarte! - le rugió la chica, moviendo el cuello con violencia para obligarle a soltarla.
Él la devolvió un golpe seco en la mejilla con la palma de la mano y ella dejó caer la cabeza hacia atrás un momento a causa del golpe. Pero cuando sus ojos enfocaron de nuevo al chico eran amenazantes, fieros.
- ¿Por qué? ¿Por qué dices esas cosas y pones esa mirada solo por él? - la preguntó.

Tragó saliva. ¿Cómo debía contestar a aquello? Tal vez si decía que era porque lo amaba con todo su ser Will se enfadara al punto de, si no le había hecho daño ya, matarlo en ese momento.
- ¿Y los demás? - quiso saber de repente cuando recordó que también les habían atacado a ellos -. ¿Dónde están?
- Observando tranquilamente el espectáculo - contestó, señalando el espejo.
Ella solo pudo ver su reflejo. Pero tras el cristal, en la sala de al lado, los cuatro amigos y aquella chica rubia estaban atados unos contra otros, tratando en vano también de liberarse. Aunque no hubieran ido muy lejos con los dos tipos de negro que custodiaban la puerta por fuera.

- Déjalos. Y también a Kazuya. Si me querías a mí, ya me tienes - le dijo, empezando a entablar una conversación de negociación.

El chico se dio la vuelta para mirarla pero antes de que contestara a su proposición otra voz contestó ante él.

- No - fue rotundo. Despacio, Kazuya se incorporó, apoyándose en las manos que tenía algo lastimadas y mirando a Will por su flequillo, que caía sobre sus ojos -. Me niego. No vas a tenerla jamás.
- Kazuya - suspiró Kira de alivio. Aunque tenía una herida en la frente y algunos moratones en la cara, al menos estaba bien como para incorporarse solo -. Mejor no digas nada, esto... - empezó.
- No pienso permitir que la toques más de lo que ya lo hayas hecho - rugió el chico, llegando a ponerse en pie aunque con un ligero temblequeo.

- Kazuya - le instó ella a callarse.
- ¡Kira es mia! - gritó entonces Will -. ¿¡Quién te crees que eres para quitármela!?
- Kira está conmigo - contestó -. No le pertenece a nadie - siseó -. Pero ella decidió quedarse a mi lado. Y no voy a permitir que nadie se la lleve si no es porque ella decide irse por sí misma. Defenderé lo que quiero me cueste lo que me cueste - aseguró.
- ¡Desde que comenzamos a estudiar, ella fue para mi! ¡Tú solo llegaste en el peor de los momentos! Habíamos venido juntos aquí, trabajábamos en lo mismo, éramos los dos perfectos para estar juntos. ¡Hasta que tu maldita cara y tu voz se interpusieron entre nosotros!
Kazuya recordó que, desde el principio, Kira siempre había dicho que la mejor voz del grupo era Nakamaru, porque podía cantar a la perfección tanto canciones lentas, como rápidas, como rapear como hacer su especialidad, el beatbox. Pero que ella la voz que adoraba, era la suya.
- Nunca hubo nada entre tu y yo - dejó claro ella -. Nunca me diste motivos para pensar que podíamos estar juntos o que sentías algo por mí. Yo no soy una chica a la que le salgan los chicos de debajo de las piedras - dijo.
- Pues menos mal, porque si todos fueran como este, tendríamos un problema - le dijo Kazuya.
- ¡No! Siempre estuve contigo, ¿no lo recuerdas? ¿De veras te has olvidado de mi?
- Will, solo se que éramos compañeros. Que nunca me diste a entender que sentías algo por mi y que nunca sentí absolutamente nada por ti - le dijo ella -. Así que por favor, deja esto ya. Déjanos marchar antes de que te arrepientas de cualquier cosa.
- No voy a arrepentirme de nada - aseguró él -. Yo tambien soy capaz de hacer cualquier cosa por ti.
- ¿Por qué harías esto por mi? No lo entiendo - gritó ella, desesperándose y volviendo a moverse con violencia.
Luego se detuvo y soltó un grito de dolor por sus muñecas. Kazuya dio un paso hacia ella, pero el cañón de aquel arma reglamentaria apuntándole le detuvo en seco. Will le miró, amenazante.
- Un paso más y te reviento el pecho - siseó. Se giró a mirar a la chica -. Porque tú vales la pena.

- ¡Yo no valgo nada! - gritó -. ¡Nunca he tenido iniciativa en nada! ¡Nunca he sido buena en nada! ¡Solo me he dedicado a dar palos de ciego y a errar en mi vida! ¡No se conducir y cuando intento aprender siempre me sale mal! ¡Nunca he podido cuidar ni siquiera de una mascota ni de mi misma! ¡Soy una maldita niña de mamá! ¡Nunca he logrado tener un trabajo a medias o algo que pudiera darme algo de satisfacción personal! ¡Solo he sido una rata idiota soñadora que se conformaba con escuchar esa voz cantar susurrándole al oído! ¡Solo se llorar por todo y no hacer nada! ¿¡Qué es lo que tengo de bueno, eh!?

El chico se quedó sin palabras un segundo, para pensar. Tiempo que Kazuya no necesitaba.
- Que eres diferente a las demás - susurró entonces Kazuya -. No te desprecies de esa manera a ti misma. Si no hubiera sido por tu faceta de soñadora, yo no hubiera vuelto a desear con todas mis fuerzas tener un sueño nuevo cada día. Si hubieras sabido conducir, no hubiera tenido sentido que yo te llevara a cualquier parte del país. Si supieras cocinar, ¿qué haría yo por ti entonces? Y si no quisieras a tu madre, yo no te perdonaría el no ser una buena hija.

La chica sintió un nudo en el estómago y una lágrima resbalar por su rostro. Apartó la mirada y apretó los dientes.
- Tú lo dices porque sientes algo especial por mí que todavía no entiendo como llegaste a sentir - le dijo.
- Bueno, eso de que no tienes iniciativa no es exactamente así, ¿verdad? - dijo el chico -. Y mírame cuando te hablo. Llores, rias o estés enfadada. Todas esas expresiones, déjame verlas - la pidió -. Quiero verlo todo de ti - susurró.
La chica volvió la vista hacia él y le vio sonreír de lado.
- Además, eres una eminencia de la psicología y la conducta criminal. Se te dan bien las artes marciales. Y sabes idiomas. No eres una inútil, precisamente.

- Kazuya, yo...

La primera bala de aquella nueve milímetros salió disparada con fuerza contra el suelo, cerca de Kazuya. El chico retrocedió un par de pasos, algo asustado. Kira gritó. Y escuchó también unos gritos provenientes de detrás del espejo. La angustia empezaba a palpitar con demasiada fuerza en su pecho, haciéndola daño.
- Ya que dices que es una eminencia porque ha presentado su tesis con grandes y fenomenales críticas, entonces dime, ¿sabes de qué va? - le preguntó Will a Kazuya, mientras se acercaba a Kira.

- Trata sobre los asesinatos pasionales y las conductas de alta traición que llevan a desenlaces trágicos, ¿no es así? - dijo, pensando en aquel año 1582.

- Exactamente.

El chico soltó las cadenas de las manos de Kira y la obligó a ponerse en pie apuntándola con la pistola, con cuidado de que no se atreviera a hacer ninguna estupidez.

- ¿Sabes lo que pasó, no es cierto? El 21 de junio de 1582.

Kazuya tragó saliva y asintió con la cabeza. Will caminó con seguridad hasta la puerta. La abrió y se quedó mirándoles. Ellos tenían la vista clavada el uno en el otro. Como si fueran a saltarse encima apenas él se fuera.
- Si no vas a ser mía - dijo entonces Will -, tampoco serás de nadie.
Kazuya se colocó delante de ella por si a él se le ocurría dispararla en ese momento. Pero Will solo rió.

- No seré yo quien la mate. Sino tú.

- No digas tonterías - dijo el chico -. Jamás...

- ¿No entregarías su vida por nada? - le cortó.
- No - contestó, rotundo.

- Si no lo haces, os mataré a ambos. Primero le dejaré ver cómo mueres lentamente - le dijo, poniendo una entonación en la voz que hizo que ambos sintieran escalofríos -. Y después, la mataré a ella... aunque no se cuándo lo haré. Tal vez después de tenerla a mi lado un tiempo, cuando me canse de ella. ¿Qué opinas?
- ¡Serás bastardo hijo de...!
- ¡Shh! - le calló él -. Si no la matas aquí y ahora tú, te juro que lo que tendrá que pasar será todavía peor que verte morir sin poder hacer nada - le aseguró.
- Eres un maldito psicópata - le dijo Kira.

- Puede ser. Pero es culpa tuya. Como decía en mi tesis, los psicópatas como el que incitó la traición...
Ellos se miraron y dejaron de escucharle por un momento. ¿Qué iban a hacer? ¿Estaba todo perdido? Ella estaba algo temblorosa, pero él la tranquilizó vocalizando un simple está bien. Como si realmente no fuera a pasarles nada malo.
- Ahora - cortó aquel instante -, vosotros vais a representar mi tesis para mí. Así mi trabajo quedará científicamente comprobado y nadie podrá refutarlo. Ni siquiera tu historieta de tesis, Kira - la dijo.
- ¿Qué pretendías en realidad? - le preguntó -. ¿Matarme para demostrar tu tesis y así vencerme?

- Siempre he pensado que la única mujer digna de estar conmigo eras tú - la dijo -. Por tu intelecto, tu superioridad frente a las demás.

- ¿Qué dices? ¿Es que nunca has visto a una abogada, una modelo o una chica de supermercado? - le preguntó -. Cualquiera puede ser superior a mi si se le da la oportunidad. Solos intentas convencerte a ti mismo de que no tienes otra salida que matarme pero eso es una estupidez, como todo lo que dices y haces - le espetó.

- ¡Cállate!

Rápidamente el chico vació el cargador de la pistola dejando una sola bala dentro. Miró a Kazuya con cierto brillo sádico en la mirada y el chico de ojos claros le aguantó aquel duelo cuanto pudo.
- Solo una bala. Mátala con ella. No pienses en hacer otra cosa. Porque una vez que dispares esa bala, si ella no muere, tus amigos sí que lo harán - amenazó, mostrándole el resto de balas que tenía en la mano.
- ¿¡Cómo!? - gritó el chico. No había contado con eso.

- Ellos están tras el cristal - le dijo -. Si en cinco minutos no has disparado, morirá el primero. Si en los siguientes cinco tampoco has apretado el gatillo, otro más morirá por tu culpa - dijo, con cierta cara de placer -. Y si termino de matarlos uno a uno y tú no has disparado entonces haré, como antes te expliqué, que ella vea como mueres lenta y dolorosamente antes de quedarme con ella para siempre.
- Quieres decir que tengo que matarla con mis propias manos para que no sufra un infierno peor que la muerte, ¿es eso? - resumió Kazuya.
- Eso es, veo que lo has comprendido. Ahora, dispara rápido. No creo que quieras cargar con la muerte de Kira y la de todos tus amigos encima, ¿verdad? Piénsalo de esta manera - dijo, lanzándole la pistola al chico y entrecerrando la puerta -, si la matas a ella, les salvarás a todos. Es un pequeño precio.

- Un pequeño precio por salvarles a todos, sería mi vida - susurró el chico, girándose a mirar a Kira, con la pistola en la mano derecha pero sin empuñarla, solo sosteniéndola.
- La decisión es tuya. O morís todos, o solo ella.
- Haga lo que haga, alguien tiene que morir, ¿no es así? - musitó el chico.

- Exacto - se rió a viva voz Will al escuchar la voz de Kazuya, casi apagada -. Ahora, queda en tus manos.
La puerta se cerró tras él con un sonoro portazo. Kira se acercó a él y le abrazó por el cuello. Le besó la oreja, bajo ella, el cuello, y luego la parte de la clavícula que se veía en su camisa negra, a pesar de todo, bien arreglada dentro de su pantalón también negro. Le miró un momento a los ojos y le besó los labios con cuidado. Pero él respondió con un beso pronfundo.
- Lo necesitaba para darme valor - la susurró.
Ella solo asintió y se separó unos pasos de Kazuya sin apartar los ojos de él. Había comprendido que el chico debía hacer lo que cualquier persona haría en una situación como aquella. Tenía que salvar al mayor número de personas posible. Y si para eso tenía que matarla, que lo hiciera. No iba a decir que no tenía miedo. Estaba claramente asustada. Pero la idea de que la última imagen que viera fueran los ojos de Kazuya no era tan desoladora, al menos.
- Lo siento, pero no quiero que lo hagas por la espalda - susurró ella, mirándole de frente.

- No pensaba hacerlo así. No quiero matarte a traición - dijo él.

Parecía decidido a hacerlo. Mejor, así no deberían perder tiempo en convencerle.
- Eso me recuerda a aquel día - musitó.
- La tragedia de aquel 21 de junio no volverá a suceder - dijo él entonces -. Te lo juro.
De repente Kazuya dio un gran salto y con la culata de la pistola rompió uno de los alógenos en pedazos, causando un corto circuito. Todas las luces se apagaron de pronto. Los cinco chicos tras el gristal gritaron mientras Will trataba de buscar el interruptor que reiniciara el sistema de iluminación y diera luz de nuevo a la escena que no se quería perder. Pero entre el caos de los gritos y la oscuridad, se escuchó un único y solitario disparo que, después del retumbar que provocó, lo dejó todo en el más sepulcral y doloroso de los silencios.

martes, 4 de octubre de 2011

I´m not scared of, I fight for love.

Brindar con champán en los camerinos no estaba bien visto, pero nadie había dicho nada de la coca cola. La espuma salió demasiado rápido porque Jin tuvo la genial idea de agitar la botella e inundar el suelo con ella. La pequeña fiesta se animó rápidamente, aunque el animador oficial no estaba. Todos sabían que era mejor dejarle cuando, sin que nadie le viera, quería quedarse solo después de los últimos conciertos. En el fondo, era un sentimental. El chico estaba de pie en el borde del escenario, mirando a las gradas, a la arena, con todas esas sillas vacías que momentos antes temblaban y vibraban bajo el ritmo de su música. Suspiró fuerte para intentar contener la emoción. Un tour más que terminaba. No habían tenido problemas, ni incidentes ni nada que lamentar. Todo había salido bien. Pero había sido demasiado corto. Deseaba disfrutar todos los días de todo el año de eventos así, en el que sentía el calor, el cariño, el apoyo, las ganas de disfrutar de todos los fans que iban a verles cada año, de esos fans a los que parecían nunca decepcionar, por suerte. En el silencioso dome, unos pasos tras él le hicieron girar la cabeza. Sabía que no eran sus compañeros. Era capaz de diferenciarlos solo por la forma de caminar. Pero esa manera de moverse, era de una chica.
"De mi chica", pensó, sonriendo suavemente.

- ¿Qué haces aquí?
- Quería sentir por última vez este año el calor del Dome - dijo él, volviendo a mirar a la inmensidad del estadio de beisbol donde siempre cantaban.
- Oh, te pusiste romántico - sonrió ella, acercándose al borde también.

- ¿Nunca habías subido aquí, verdad? - preguntó él.
- No - dijo la chica, mirando hacia el mismo lugar que él. Por suerte algunas de las luces seguían encendidas o no hubiera visto absolutamente nada -. Pero desde aquí parece todavía más grande - comentó.

- A mi se me queda pequeño - suspiró él.

- Eso es mentira - le reprochó -. A ti te encanta el Dome.

- Pero me encanta por los momentos que hemos pasado en él - admitió -. Porque son únicos, irrepetibles e irremplazables - dijo, mirándola. Su pelo moreno largo y suelto caía con gracia por su espalda, pero también tapaba su cara un poco. Con cuidado la sujetó de los hombros y la hizo girarse hacia él -. Apártate el pelo de la cara o no podré mirarte a los ojos - se quejó, recogiéndola el pelo tras las orejas -. Mucho mejor - sonrió.

Ella sujetó las manos de él cerca de su rostro y le miró a los ojos.
- Gracias - susurró -. Gracias por cantar como lo haces. Por entregar todo de ti en el escenario. Por ser como eres y no cambiar nunca pase lo que pase - le dijo.
Él dio un paso hacia ella y la besó la frente. Entonces la sujetó de la mano, entrelazando sus dedos, y sonrió de forma pícara.
- Quítate los zapatos - la pidió.

- ¿Eh? - Solo hazlo - insistió. Ella se sacó los zapatos que llevaba puestos y los dejó a un lado. Él amarró su mano más fuerte y entonces, echó a correr.
- ¡Koki! - gritó ella -. ¡Para! ¿¡Qué estás loco o qué!? - gritó la chica entre risas.

- ¿No decías que nunca habías visto el Dome desde arriba? Pues en este escenario, ¡hay que correr! ¡Vamos! - gritó él también, tirando de ella que tampoco se resistía demasiado.
- ¡Odio vuestras tradiciones! ¡Haga lo que haga, siempre acabo corriendo! - se quejó ella entre risas mientras corría a su lado. El chico solo siguió gritando mientras ambos daban una vuelta entera al escenario del Tokio Dome. Se dio cuenta de cuando tenía que dejar de correr a tope porque la chica llegaba a su límite, pero aguantó bien la vuelta entera. Al volver al escenario central, ella fue la primera en dejarse caer al suelo, aunque sin soltarle la mano. Luego él se tiró de espaldas y quedó tumbado, respirando entrecortado y con risas de por medio.
- Estas loco - hizo notar ella de nuevo, mientras trataba de recuperar el aliento.
- Esto es más divertido de lo que parecía, ¿a que si? - la preguntó.
- Si, creo que ahora entiendo la sensación de ser un Jhonny en un Dome - dijo ella, con algo de retintin.
- Oh, vamos, esto es lo mejor - gritó Koki -. A mi me hace sentir que puedo ser buena persona y todo.
- A mi me hace sentir que a veces amas la música más que... cualquier cosa - dejó caer.
Él se detuvo y se incorporó a mirarla. La chica no le miraba, tenía los ojos puestos en las gradas de arriba. Entonces se lanzó contra ella, tumbándola sobre el escenario y poniendo cada uno de sus brazos a un lado de su rostro, quedando muy cerca. Con cuidado para no hacerla daño se acomodó un poco sobre ella y la obligó a mirarle a los ojos. Siempre hacía eso cuando quería que alguien le comprendiera, a él, a sus sentimientos y a su sinceridad profunda.
- Adoro la música por encima de todo, es cierto. Pero ¿nunca has oído que hay personas que tienen el corazón dividido? Es tu culpa que yo lo tenga así - la dijo, dándole un toquecito en la nariz -. Así que encima no te quejes. Porque adorar la música y querer entregarse a ella por completo es complicado cuando además amas a alguien como a quien yo amo - susurró.
- Koki... - susurró su nombre. Él sonrió suavemente. Despacio se agachó sobre ella para besarla. Atrapó su boca entre sus labios y la dio uno de aquellos húmedos besos que tan bien sabía dar. Ella solo cerró los ojos y se dejó sentir. Sus manos buscaron la cintura y la espalda del chico y le abrazaron cálidamente mientras él jugueteaba entre sus dedos con su larga melena oscura esparcida encima de la madera de aquel sagrado escenario.
- ¿Qué haces? - susurró. Su voz no quería responderla.
- Crear aún más recuerdos inolvidables en este lugar - dijo él en un murmurllo, apoyando su frente contra la de ella y con una sonrisa entre pícara y dulce. La chica solo soltó una carcajada y luego él se apartó, dejándose caer hacia aun lado. Ambos miraron al techo un momento.
- Si no estuviera cubierto, veríamos las estrellas, ¿verdad? - susurró ella.

- No, al menos yo, no las verías - suspiró.

- ¿Por qué?

-Porque tengo algo a mi lado que brilla más y me ciega hasta el punto de no dejarme mirar mas allá de ella - susurró suavemente.
Shiori movió su mano hasta encontrar los dedos de su mano izquierda y los entrelazó con ella.
- Eres un idiota.
- Sí, es otro nombre que se les da a los románticos - rió él.
- Sí, romántico y estúpido a la vez, tu lo tienes todo - añadió ella.

- Puede ser. Pero eres tu quien decidió estar con un estúpido romántico.

- No. Yo decidi estar con un romántico estúpido.

- Deja de cambiar el orden de las frases, siguen significando lo mismo.

- Eso es mentira y tu lo sabes. No es lo mismo. En la música pasa igual.

Él solo dejó escapar una risotada. Sí, era cierto que en la musica decir una cosa distaba mucho de otra cambiando el orden de la frase; la chica sabía a donde atacar.

- Creo que si no nos vamos, nos van a echar - dijo él entonces -. Deberíamos ir saliendo.

La miró. Ella solamente asintió con la cabeza. El chico la ayudó a levantarse y después de que volviera a ponerse los zapatos salieron al backstage buscando al resto del equipo. Un mensaje llegó al móvil del chico. El resto está fuera, le dijo a ella. Al llegar al garaje del Dome de repente él se detuvo. Antes de que la chica hablase la hizo esconderse tras una columna. Sus ojos habían visto a unos cuantos hombres vestidos de negro frente a sus amigos. Y algo le decía que no debía dejar que le vieran bajo ninguna circunstancia.
- ¿Qué haces aquí? - le preguntó Kira, poniéndose delante del resto.
- ¿Quién es?

- Mi compañero de tesis - dijo la chica -. Will - le nombró.
Todos se dieron cuenta de que, por sus rasgos y por su nombre, no era oriental. Además, los ojos azules no eran una característica que ellos tuvieran.
- ¿Qué haces aquí? - repitió ella.
- ¿No sabes que los resultados de la tesis salieron hoy? - la preguntó, con un acento bastante extraño aunque todos fueron capaces de entenderle.
- ¿Qué? No me avisaron... - susurró la chica -. ¿Cómo es posible...? ¿Qué ha pasado?
- ¿Qué ha pasado? ¿Y te atreves a preguntarlo?

- ¿Rechazaron tu tesis? - dijo ella, directamente -. Por el tono de tu voz, así debió de ser. Tus ojos parecen fuego que amenaza con hacerme arder viva cual bruja en la Edad Media.

- No es a ti a quien quiero matar - dijo él, igual de directo que la chica.
- ¿De qué hablas? Levantó su dedo, decidido. Y apuntó con él tras ella. Al chico de la camisa negra. Kira giró ligeramente la mirada y luego volvió a mirarle, mientras se lamia los labios. Los tenía secos.
- ¿Qué tienes en contra suya?

- Que te tiene a ti - dijo él -. Eso es lo que no voy a permitirle ni a él ni a nadie.
Entonces Kazuya dio un paso hacia delante y se colocó al lado de la chica.

- Intenta separarnos si tienes lo que hay que tener - le desafió.

Kira sujetó la manga de la camisa del chico, como pidiéndole que no le retase. Que no sabía de lo que aquel tipo era capaz. Seguía preguntándose por qué siempre quería perjudicarla, por qué siempre buscaba competir contra sus trabajos y vencerla. Y no la gustaba nada aquella conducta que estaba mostrando. Ella, como criminóloga y psicóloga criminal de la conducta sabía lo que decía. De repente los hombres que estaban tras el chico de ojos azules se lanzaron a por ellos y Kira aprovechó los hombros de Kazuya para apoyarse y de un salto, derribar a dos con las piernas. Luego hizo retroceder al resto y se enfrentó a todos los que salían de la furgoneta negra que tenían detrás. Pero fueron demasiados para ella. Con un golpe seco en el estómago, Kira cayó de rodillas en el suelo y el resto se defendieron como pudieron. Pero ella sabía que aquellos tipos eran policías del equipo secreto a los que seguramente Will había pagado para hacerle el trabajo sucio. La vista se la nubló poco después de que Kazuya cayese de espaldas a su lado y se desmayase tras mirarla. Después, solo fue consciente de que la cargaban en la furgoneta, porque luego, todo se volvió negro.

Viendo la escena, Koki sujetó a Shiori entre sus brazos y escondió su cabeza en su pecho mientras la rogaba en un murmurllo que no se moviera. El sonido de las ruedas derrapando al salir a toda velocidad del garaje del Dome no le tranquilizó, pero intentó con las manos temblorosas llamar a alguien que pudiera hacer algo que arreglara lo que Dios supiera que acababa de pasar en aquel siempre oscuro lugar.