La luz del sol despertó a Japón. Los ojos de Kazuya le dieron los buenos días al sol, recibiéndolo abiertos. No había pegado ojo, le dolían algo los párpados. Arrancó el motor del coche después de mirar el reloj que llevaba en la muñeca. Plata mezclada con una banda negra, del mismo color que la esfera. Aún cnservaba incluso la caja donde ella se lo había regalado. Suspiró y volvió a pisar a fondo el acelerador. Ni siquiera pasó por casa a ducharse. Fue al gimnasio que había en una de las plantas de la agencia y rebuscó en su taquilla a ver si había dejado algo de ropa. Tuvo suerte. Había unos vaqueros y una camisa blanca que ni recordaba haber dejado allí, pero que le servirían para cambiarse al menos. Dejó correr el agua de una de las duchas y cerró la puerta por dentro antes de desnudarse. No quería compañía.
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Se metió bajo el agua tibia y cerró los ojos. Aquellas gotas de agua resbalando por su cuerpo eran como suaves caricias que le lastimaban más al hacerle recordar las manos de la chica. Cocinaba tan sumamente bien, le acariciaba el pelo con tanta ternura, le daba unos masajes impresionantes y sostenerla era como sentir que el universo era solo suyo. Golpeó con rabia la pared y abrió los ojos. Tal vez el agua pudiera llevarse las ojeras de alguna manera, además de dejarle los ojos rojos, claro. Apoyó la frente en la pared y volvió a cerrar los ojos. Le dolían. Por un momento sintió que se quedaba dormido. Y por un instante imaginó los brazos de Kira rodeándole el cuerpo y apoyando la cara en su espalda, rozándole con su pelo y susurrándole "cálmate, tortuguita" como hacía para hacerle sentir algo de vergüenza que le hiciera sonreír y borrase los malos momentos que había pasado ese día. Apretó el puño hasta el punto de clavarse las uñas en la palma de la mano y gritó. Sacar su voz le ayudó a tener que respirar más rápido. Pero no se llevó todos los malos sentimientos acumulados dentro de su pecho, que parecía a punto de reventar de dolor.
Vestido y con el pelo mojado, el chico caminó por los pasillos de la gran agencia de talentos hasta la sala de reuniones del grupo. Antes de entrar respiró hondo. Escuchaba voces animadas dentro. Sintió una punzada al pensar que se callarían cuando él entrase y la atmo´sfera se estropearía. Como si él lo estropease siempre todo. Cogió el picaporte y abrió la puerta muy despacio. Se asomó y los chicos que estaban dentro sentados alrededor de una mesa redonda, como los caballeros de la Mesa Redonda del Rey Arturo a los que imitaban de vez en cuando cuando jugaban, se giraron a mirarle.
- Buenos días - susurró.
- Buenos días - contestó el rubio. Su voz parecía animada -. Oye, ¿eso son ojeras?
- ¿Eh? - soltó el rubio de pelo largo, levantándose y acercándose al chico para mirarle muy de cerca -. ¡Lo son! Kazuya, tienes un aspecto algo horrible. ¿Qué es esa cara?
- No he dormido mucho - comentó en voz baja, pasando y cerrando la puerta.
Parecía que algo empezaba bien aquella manaña. Pero antes de que llegase a cerrarla del todo, la puerta se abrió de golpe, empujándole tras ella y golpeándole en la frente.
- Chicos, ¡ahora sí tenemos problemas! - gritó Jin, con otro chupachups matutino en la mano -. ¡Kira se ha ido! Kazuya la ha echado del apartamento.
De repente todos, desesperados por aquel bocazas, empezaron a hacerle señas por lo bajo, para que se callara, pero él parecía no verlas.
- Vale que parece retrasado, pero no sabía que lo fuera - siguió él -. ¿Cómo puede ser tan sumamente imbécil como para...?
- ¡Jin! - gritó al fin Nakamaru.
Cuando el chico se calló, éste le señaló detrás de la puerta. Kazuya estaba apoyado en la pared todavía tocándose la frente debido al golpe que se había llevado. Pero su cara no mostraba dolor por el golpe. Era otra clase de dolor. Se puso de pie y se acercó a Jin, que le miraba desafiante.
- ¿Por qué hiciste algo como eso? - le preguntó.
- No es asunto tuyo, ¡métete en tu propia vida! - gritó, levantando la mano y soltándole un puñetazo que lo tiró contra la mesa.
Los demás se levantaron y se fueron poniendo en medio de manera que no pudieran volver a golpearse.
- ¡Me meto en tu vida porque tú no tienes ni idea de vivirla! ¡No sabes lo que haces, desde hace un tiempo solo vas dando bandazos por ahí! ¡Tú no eres como el Kazuya que yo conozco! Y todos piensan igual - aseguró Jin.
Kazuya les fue mirando uno a uno y ellos no pudieron decir nada que le contradijese.
- Así que, es verdad - susurró.
- Realmente me da pena Kira - comentó en voz baja el rubio de pelo largo.
- ¿¡Y qué hay de mi, Junno!? ¿¡Eh!? - gritó él. Media agencia les estaría escuchando a pesar de que la sala estaba insonorizada, seguro. Pero a Kazuya parecía darle todo igual -. ¡Llevo dos semanas sin escucharla hablar como siempre lo hacía! ¡Sin que me pregunte qué tal todo! ¡Sin ver su sonrisa! ¿¡Y es culpa mía!?
- Ella estaba haciéndolo por ti - le confesó el rubio. - ¿Qué? No, Junno. Estaba terminando su maldita tesis de psicología criminal - siseó -. Era demasiado importante para ella y no pudo dejarlo ni un segundo para hablar. ¿Es eso justo?
- ¿Y es justo que te tenga que soportar a ti? - soltó Jin, con frialdad -. Ya te he dicho que últimamente has cambiado.
- Aunque sea por nuestra culpa - dijo entonces Nakamaru.
Los chicos le miraron, comprendiendo sus intenciones al instante.
- ¡Nakamaru!
- No, Junno. Esto ha llegado demasiado lejos - sentenció el mayor, acercándose a Kazuya -. Perdona que no nos hayamos acercado mucho a ti este último mes, pero... te estabamos preparando una sorpresa - confesó.
- ¿Qué? ¿Una sorpresa? - susurró el chico.
Los demás se resignaron a contárselo. Era cierto que habían llegado demasiado lejos dejando que Kira se ocupara sola de que Kazuya no se enterase de nada encima de tener que hacer su tesis de aquella forma obsesiva que ninguno de los dos parecía haber soportado.
- El día de tu cumpleaños es el día del último concierto del tour, ¿no es así? - intervino Koki -. Pensábamos invitar a Kira al tour. Que viniera con nosotros.
- ¿¡Qué!? ¿El tour entero? - soltó él -. Pero eso...
- Pedimos permiso - le atajó Junno -. Kira podía venir.
- Con Yarah - añadió Jin.
- Y con Shiori - terminó Koki.
- Sabemos cuanto la necesitas en esos momentos de tensión, en el último concierto te relajaste de sobremanera después de dos horas de viaje, una cena con ella y otras dos horas de vuelta. Te diste una paliza monumental solo para verla porque estabas agobiado y volviste como nuevo a pesar de cuatro horas de avión, Kazuya.
- Esta vez queríamos que te ahorrases el viaje - dijo Koki, con tono graciosillo.
- ¿Pero qué tiene que ver todo esto con su tesis y su maldita obsesión? - preguntó él.
- ¿Es que nunca la escuchas cuando te habla, ceporro? - le soltó Nakamaru -. Su tesis tenía que entregarla a finales de mayo de este año. Hasta nosotros lo sabíamos.
El chico empezó a pensar que ellos conocían mejor a su chica que él mismo. Aunque se dio cuenta de que él tampoco la había prestado mucha atención desde navidades. El nuevo disco tenía que llevar una cancion en solitario de cada uno de ellos y él todavía no había tenido ni un solo boceto en todo aquel tiempo. Tal vez eso le había impedido cuidar de Kira.
- Esa tesis, ella pensaba aplazarla y empezar con ella cuando volviéramos del tour. Así pasaría contigo el tiempo antes del tour y lo que éste durase y al volver, se centraría en su trabajo. ¿Te imaginas preparar una tesis en la que llevas trabajando dos años, en dos meses? Es algo imposible - aseguró Jin.
- Pero ella dijo que lo haría - era la voz de Junno -. Que terminaría la tesis para entonces y así pasaría el mayor tiempo posible contigo. Pero entonces llegó una carta de la Universidad - susurró el chico -. La fecha de entrega se cambiaba por petición del otro chico que realiza la misma tesis. Habían convocado una reunión de profesores y un Comité especial para decidirlo. Kira se opuso pero al final la fecha quedó en medio de nuestro tour.
- Kira luchó para que se la dejaran presentar más tarde. Pero era imposible. Así que - Nakamaru cogió aire -, envió otra carta más. Para que adelantasen la fecha de entrega a finales de este mes y así poder venir al tour.
- ¿¡A finales!? ¡Es una tesis no un trabajo de clase! ¡Eso es un suicidio, por dios! - gritó Kazuya.
- Se lo concedieron - dijo Koki -. En una carta que llegó ayer.
El chico recordó las palabras de la chica mientras él solo estaba cegado. "Ha llegado una carta que..." Ni siquiera la había dejado contarle aquello. No era que su trabajo la absorviera y la apartara de él, sino que ella misma había decidido hacer aquella locura precisamente para que nada la alejase de él.
- Por eso estaba tan ausente, por eso tuvo que descuidarte un poco. Para luego poder cuidarte sin preocuparse de nada más - dijo Junno, con la voz algo triste. Le preocupaba Kira, realmente.
- Yarah estaba preocupada por ella. Llevaba unos días algo baja de fuerzas y de moral. Lo estaba dando todo por ti, Kazuya. Y tú te cegaste contigo mismo y no viste nada de esto a pesar de que si hubiera sido un perro, te habría mordido la nariz de lo cerca y claro que estaba todo.
El chico se tuvo que apoyar en la mesa para no caerse. ¿De verdad podía haber sido tan estúpido? No solo no la había escuchado ni entendido, sino que ademas de no estar junto a ella cuando le necesitaba, la había echado de su casa. De la de los dos. ¿Se habría ido de verdad? ¿O le estaría esperando todavía al llegar? Sin escuchar una palabra más de lo que sus compañeros tenían que decir para insultarle y decirle cosas que ya sabía, como que la había jodido pero bien, salió corriendo de la agencia y cogió otra vez el coche. Volvió a pisar a fondo el acelerador y llegó al apartamento en un tiempo realmente record. Subió las escaleras de dos en dos y abrió la puerta después de cinco minutos nervioso intentando encajar la maldita llave.
- ¡Kira! - gritó, entrando directamente al salón.
No había nada de ella sobre la mesa. Rezó para que eso fuera lo único que se había llevado. Corrió hacia la habitación y abrió el armario. No. No quedaba nada de ella allí. Ni aquella horrible camiseta verde con dibujitos, ni la chaqueta azul claro que olía a manzana, ni la camisa blanca que la hacía un pecho y unas curvas preciosas, ni el gorro de lana negro y blanco que llevaba cuando salía a pasear con él. Todo había desaparecido. Caminó hasta el baño y descubrió la estantería de ella completamente vacía. No. Todavía quedaba algo. Lo cogió y lo miró de cerca.
- Y de todo - susurró, girando el botecito entre los dedos -, solo me has dejado tu perfume. ¿Que pretendías? - murmuró, dejando el bote sobre la estantería.
Allí donde ella lo había dejado, allí lo encontraría la próxima vez. Se dio cuenta entonces de que bajo el lavabo había algo más. Lo recogió. Una barra de labios roja. Nunca se la ponía, decía que la quedaba fatal. Pero a él le gustaba y por eso la usaba una vez cada mucho tiempo. Sintió la maldita nostalgia nacerle entro. Intentó reprimirla. Ésta se negó y salió, haciéndole sentir todavía peor. La dejó junto al botecito de su perfume. Se apoyó en el lavabo y apretó los dientes. ¿Qué había hecho? La había herido de una manera imperdonable. ¿Tan rápido se había ido la chica como para que se le olvidaran esas dos cosas? Eso le hizo pensar que sí, ella encontraría el perfume en su sitio la próxima vez... si es que había una próxima vez. Porque lo único que él tenía claro en aquel momento, era que ella se había ido. Para tal vez nunca más volver.
Me encanta Jin, la foto, White World y qué decir de tu relato.
ResponderEliminarJin, el chupa chups. White World es Nakamaru. El relato es una locura.
ResponderEliminarPuede. Pero una locura preciosa
ResponderEliminares precioso. Me encanta, se que me repito pero no se que mas puede encajar para describirlo, e incluso esto se queda corto xDD
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