jueves, 30 de septiembre de 2010

~Say Goodbye~

Quizá lo doloroso de los recuerdos, sea olvidarlos. Ser fuerte, encontrar esa fuerza que te puede levantar y ayudarte a seguir adelante... tal vez sean los recuerdos los que te saquen adelante y te hagan revivir lo que has sufrido, lo que has reído y lo que has pasado para llegar hasta donde estás ahora. Y tal vez solo por eso, por recordar tal cosa, los humanos seamos tan idealistas de volver a creer que podemos salir adelante. Esa es la única respuesta que hay al por qué sigo aquí, levantada sobre mis dos pies, mirando al cielo que será el mismo que mañana pero distinto al de hoy. Porque quiero verlo, quiero sonreirle. Por eso seguiré adelante, no importa qué pase a partir de ahora. Porque soy débil. Pero sé sonreír. Y agradezco que me enseñasen a hacerlo. Ahora, quiero prometer regalarte cada alegría y no preocuparte con cada lágrima. Tú me hiciste feliz un día tras otro. Ahora, me toca a mí devolvértelo... mamá.

Es complicado decir hasta donde es capaz de llegar el corazón humano. Un último latido que alargue la vida un segundo, un último apretón de manos antes de suspirar por última vez. Pasear entre los recuerdos, bucear en sentimientos pasados, rebuscar en el alma el dolor de las lágrimas de separación. Solo nosotros podemos hacerlo. Todos y cada uno de nosotros.

lunes, 27 de septiembre de 2010

El reloj no se para. El tiempo no se detiene.

Perdiendo el tiempo y malgastando mi vida entre cuatro paredes universitarias. Eso es lo único en lo que puedo pensar. No hago más que repetirme una y otra vez que está bien, que así tienen que ser las cosas. Así es como están bien hechas. Pero ver como mi libertad se acaba en la vuelta de la esquina a la que me queda un pasito para llegar, me aterra y me da escalofríos. De alguna manera, todo me agobia demasiado. Es como los peces que salen fuera del agua y no resisten más de un par de minutos, o tres, o quizá, si desean vivir con todas sus fuerzas, cuatro minutos. Después, se acabó para ellos. Conmigo es igual. Estar fuera de mi mundo de fantasia y ninguna realidad me provoca ganas de morirme. Quizá solo sea al principio, cuando aún no estoy acostumbrada a vivir en el mundo real. Pero algunas cosas me aterran, como la imposibilidad de lograr mis objetivos porque es demasiado complicado para mi corta capacidad, o defraudar a quienes confían en mi victoria en esto. O incluso defraudarme a mí misma pensando que realmente debería haber abandonado mi sueño para dedicarme a estudiar esculturas perfectas, modernistas y pinturas con sfumatos y tenebrismos. Aún estoy a tiempo de cambiar. No, lo siento. No tengo tantas agallas. Además, soy el tipo de persona que, si elige un camino, lo sigue hasta el final. Con todas sus consecuencias, sean cuales sean, claro. Que pueda soportarlas es otro cantar. Prometo seguir adelante, pensando únicamente en ese graduado en criminología que, dentro de x años, colgará de la pared de mi casa. Lo único que no prometo, es no volver a llorar. Puedo prometerlo si quiero. Pero solamente mentiría como una bellaca. Pensé que sería lo suficientemente fuerte como para soportarlo. Tal vez me equivoqué. Como siempre.

Sore dake.