sábado, 29 de enero de 2011

Más allá de la lluvia, más allá del viento.

La luz del amanecer la dio en los ojos y tuvo que entrecerrarlos. Cuando se acostumbró a la luz, se incorporó y se apoyó en los asientos de delante. Miró al hombre que conducía. Llevaba puesta una camisa sin mangas de color azul a cuadros blancos y unos pantalones vaqueros azul oscuro. Su mano izquierda adornada con un reloj plateado sujetaba el volante con elegancia mientras que la derecha con anillo y pulsera de cuero marrón iba apoyada en su pierna de forma natural. Además, llevaba aquellas gafas de sol que tanto la gustaban puestas.
- Buenos días – dijo el chico.

- ¿Qué demonios está pasando? – susurró.

- Llevamos cinco horas en la carretera. No me puedo creer que no te hayas despertado. Eres una dormilona – sonrió él.

- ¿Dónde estamos? ¿Y a donde vamos?

Él se rió y aceleró un poco más. La miró un segundo y la acarició la cara con la mano libre.

- To be free – susurró con una sonrisa.
Ella empezó a reírse. Pasó entre los dos asientos delanteros para sentarse en el del copiloto. El chico la miró y sonrió ante la cara que se le había quedado a la chica. Ella se golpeó la cara con las dos manos como si intentase espabilar.

- Mira, tienes ahí un espejo – la dijo él, bajando el quitasol de su lado -. Por si quieres ver la cara de dormida que tienes todavía.

- Ah, calla – le recriminó.
Ella se miró y suspiró. No había nada que hacer con su cara. Trató de cepillarse el pelo con las manos, al menos para desenredarlo y se lo ató en una coleta.

- Bajo la guantera hay una nevera. Supuse que tendrías hambre cuando despertases y, por si no podíamos parar, metí algs
unas cosas.
- ¿Hay café
?
- Sí. Se que no eres persona sin café por las mañanas – dijo él. La carretera parecía tranquila y solitaria, además de muy larga y todo recto.

- Que simpático que eres – le agradeció.
Él dejó escapar una carcajada. De vez en cuando la miraba de reojo. Así arrebujada en el asiento del copiloto, con un pantalón normal negro y una camiseta de tirantes blanca, mientras abría el termo con la leche y el café, con el pelo desordenado y los ojos recién abiertos, le pareció la imagen más hermosa que tenía de ella. Y por instante pensó que era lo que deseaba ver todas las mañanas durante el resto de su vida.
- No comeré nada – dijo ella entonces -. O te llenaré esto de migajas.
- Está bien sin después lo limpias cuando paremos en una hora o así. Porque no cenaste nada, así que, deberías comer algo.

- Vale – dijo ella, algo cantarina.
Él pudo notar la felicidad en su voz y suspiró. Se alegraba de haber hablado con aquel par de chiflados aquella noche. Sino, quizá no se le hubiera ocurrido semejante locura.

La ventanilla del chico de ojos claros iba abajo, y ella le miraba conducir. Su pelo se movía con elegancia cuando el aire golpeaba en él mientras que tenía el codo izquierdo apoyado en la ventanilla y la mano enredada en su propio pelo, mientras conducía con su mano derecha. Ella no podía dejar de mirarle, mientras iba sentada en el asiento de lado, apoyada en la puerta y de frente a él. Su ventanilla también estaba un poco abajo y revolvía su pelo de forma desordenada. La encantaba la sensación del aire de esa manera. Realmente se sentía libre allí con él, en ningún lugar de la nada hacia ningún sitio perdido en ningún rincón.

Una hora y media más tarde los chicos pararon en una estación de servicio. Ella entró a buscar algo para beber y unas chocolatinas, mientras que le veía hablar por telefono antes de echar combustible al vehículo de su libertad. Durante el trayecto que siguió a la parada, el chico apartó el techo del coche para dejarlo descapotable y poder disfrutar del buen dia que hacía. La chica se puso de pie, de forma imprudente pero divertida, mientras se apoyaba de brazos cruzados en el cristal de delante y dejaba que el aire la golpease directamente con fuerza. Él estuvo tentado a decir que se bajase de ahí, pero ver esa cara de felicidad le superaba.

La chica no se explicaba como él podía conducir durante tantas horas, así que en la siguiente estación, tres horas después, le cambió el sitio. Él la marcó la ruta en el mapa hasta la siguiente parada. Y mientras ella conducía con una dulce voz de fondo gracias a la radio, le miraba de reojo dormido como un niño en el asiento del copiloto.

En la siguiente parada, ya de noche, el chico bajó a por la cena y cogió de nuevo el coche volviendo a ponerle la capota. Él sabía a donde iban, no ella. La chica acabó por dormirse en el asiento de mala manera. Notó cuando él paró el coche un momento y echó sobre sus hombros su chaqueta negra para que no pasase frío. Lo que no supo fue cuando los brazos del chico la sujetaron con suavidad, levantándola. Entreabrió los ojos y sintió el aire fresco en la cara. La había bajado del coche. Entonces su olfato reaccionó. ¿El mar?...



Y es viernes. Mañana sábado y pasado domingo. Y luego llegará el lunes, le seguirá un martes cualquiera y a este un miércoles normal, tras el que llegará un jueves corto y entonces... el círculo vicioso se repite. La diferencia entre uno y otro, solo eres tú mismo.

http://www.youtube.com/watch?v=6iKdGyme9AI
"Quiero que sea la primera la primera vez que yo lo lleve. Y que ella me lleve a mí."



"Bambina, así tal y como eres..."

jueves, 27 de enero de 2011

Bailando el cielo.

Punto y final. Terminé el trabajo de final de semestre. Al fin sentía que era libre. Mis ojos fueron más allá de la pantalla del portátil y se posaron en él. Algo no iba bien. Estaba todo arrebujado encima del sofá, con las rodillas pegadas al pecho y la cabeza entre ellas. Cerré el ordenador antes de levantarme y sentarme a su lado.
- ¿Qué pasa?
Él solamente negó con la cabeza. Era como un niño pequeño demasiado grande. Le cogí de uno de sus brazos, que rodeaba sus rodillas y tiré, intentando obligarle a mirarme. Pero tenía mucha fuerza.
- Oh, vamos. No me preocupes de esta manera - le pedí.
Atendió a mi ruego y se separó un poco de su encierro. Me miró con ojitos de niño lloroso. Le acaricié la cara.
- ¿Qué te pasa ahora? - le pregunté suavemente, mientras me sentaba muy a su lado y le rozaba el pelo. Sabía que era como un niño pequeño, siempre lleno de inseguridades y temores.
- ¿Cuánto mides? - me preguntó de golpe.
- ¿Qué? ¿Y yo que se? - le contesté, algo confusa.
Peor al ver como volvía a esconderse lo entendí. Esta vez el problema era su metro ochenta y dos de altura.
- ¿A qué viene esto?
- Ellos son... siempre me quedan tan... pequeños que... - musitó. Juraría que sollozaba.
Por un lado me dio pena. Por otro, coraje. ¿Tan poca autoestima tenía o qué? Suspiré y le cogí de la mano tironeando de él hacia arriba para levantarlo del sofá.
- No - se negó.
- Hazlo ya - le ordené.
Y como un niño, obedeció, despacio, pero lo hizo. Se puso de pie frente a mi y le miré.
- Mido metro sesenta y seis. ¿Algún problema con esta chica bajita que tiene que mirar hacia arriba para mirarte a los ojos cuando quiere sonreír?
- Lo siento...

- ¿Pides perdón por haber crecido? No me lo puedo creer
-. Realmente no podía. ¿Quién demonios le habría metido esas tonterías en la cabeza?
Entonces tiré de él hacia la habitación y tranqué la puerta. Le hice sentarse sobre la cama y luego le empujé hasta el centro, para después obligarle a tumbarse con la cabeza sobre la almohada. Él se quedó tendido, sin moverse. Sabía que yo tramaba algo. Entonces me quité la camisa y me subí a la cama. Él solo me miraba. Pero pude notar como se tensaba. Coloqué una pierna a cada lado de su cadera y me senté suavemente sobre él. Mis manos acorralaron su cabeza y me cara quedó frente a la suya. Sus ojos brillaron un segundo.
- ¿Y bien? ¿Qué diferencia habría si midieras metro cincuenta? ¿Acaso no eres capaz de sentirme, tocarme y hacerme el amor midiendo metro ochenta y dos? - le pregunté.
Al principio no dijo nada. Luego, sonrió. Sus ojos se cerraron a causa de su amplia sonrisa y tuve que sonreír. Amo que haga eso. Que se ría como un niño inocente.
- ¿Te volviste loca? ¿Cómo se te ocurre provocar al monstruo? - me susurró. Sentí sus manos subir por mi cintura, recorrer mi espalda y bajar a mi cadera. Me estremecí; un escalofrío placentero recorrió mi espalda. De niño inocente nada cuando quería.
- Porque, - susurré, mientras me agachaba sobre él - la verdad es, - cada vez estaba más cerca de su oreja. Solté mi aliento en su cuello - que amo al monstruo - besé su oreja suavemente - más que a nada - esta vez le mordí el lóbulo con cuidado - en este mundo.
Al instante siguiente su cara estaba oculta en mi hombro y sus brazos se cerraron sobre mi, de forma que quedé completamente pegada a él, sintiéndole de pleno en mi cadera. Estuve tentada a jadear. Entonces le sentí convulsionarse. Le miré y sonreía. Reía y no podía parar. Y me contagió. Tanto que acabé desplomada sobre él y muerta de la risa por su culpa. Creo que después de eso, hicimos el amor. Digo creo, porque con su primer beso, perdí la noción de mí misma y de todo cuanto soy.




La sensación de la libertad debe de ser parecido a esto. Eso pensé al respirar después de salir de la escuela esta tarde. Los examenes se acabaron. Queda estadística el lunes, pero confío en aprobarlo, aunque los números no estén de mi lado. Espero poder hacerlo. El increíble pero cierto aprobado de historia con X nota, el 7 de población me hicieron tan feliz ayer que no podía ocultarlo; y hoy el 8 de las prácticas me ha subido la moral que había minado el examen de esta tarde, aunque realmente creo que tenía asumido el suspenso desde el momento en que ayer por la tarde cogí el tocho de apuntes y lo miré. Supe que era imposible leerlo si quiera detenidamente ni aunque no durmiera. Así que vagueé un pelin y me fui pronto a soñar con los angelitos. Pude al menos contestar a los conceptos y no dejar el examen en blanco, como mas de la mitad de la gente (sin contar al otro cuarto de gente que no fue), por lo que no es una frustración completa. Espero aprender de la experiencia (ahí me he flipado, nunca aprenderé xD).
Ahora, sinceramente, quiero pensar en nada durante un par de días, por favor. Solo escuchar canción tras canción tras canción mientras le quito el polvo al pendrive que tiene unos cuantos lienzos en los que hay... mil mundos, dos mil sueños. Y los que me quedan.




"Siendo honestos con nosotros mismos, tal y como somos, el viento nos llevará a donde nos lleve. A ser libres."

miércoles, 26 de enero de 2011

Luna Loca.

Los acordes de su guitarra sonaban suaves pero no acompasados. Paraba cada poco para garabatear en aquel cuaderno rojo que le había regalado hace tanto tiempo. La letra y acordes de Share todavía estaban escritos en él.
- ¿Por qué? - musitó entre dientes. Levanté la cabeza del trabajo que estaba redactando para mirarle.
No le pregunté qué pasaba. Estaba atascado. Yo volví a meterme en los papeles que tenía delante. Me acomodé cruzando ambas piernas y suspiré. No se cuándo empezó a mirarme tan fijamente, pero traté de no levantar los ojos. Algo me decía que no lo hiciera. Giré el bolígrafo entre los dedos sin darme cuenta. Apoyé el codo en la mesa y puse la cabeza sobre la mano, con gesto aburrido. Mordí el tapón del boli mientras mis ojos miraban las palabras sin entenderlas. Con el subrayador rosa de punta fina marqué un par de frases. Y entonces escuché el rasgar del lapicero de él en las hojas de papel. Le miré de reojo. Tenía de nuevo esa cara. Concentrado pero sonriente como un niño con juguete nuevo. Me encanta esa sonrisa.
A penas volví a mi pesado trabajo, le sentí levantarse. Se acercó a mí y me tendió las manos. Le miré un segundo antes de cogerlas y levantarme. Sin soltarme, se inclinó sobre mí y posó sus labios sobre los mios. Me quedé quieta. Él tampoco se movió. Después del suave roce me miró con aquel brillo en sus ojos que tanto adoro enmarcado por el color rojo del atardecer que entraba a través de las cortinas blancas de la ventana del salón.
- ¿Qué...?
- Gracias. Gracias a quien sea por haberte puesto aquí.
Decía incoherencias.
- ¿De qué hablas? - me reí.
- Que le doy gracias a dios por haberte creado para mí - me dijo. Mis ojos casi deslumbraron ante los suyos, que rezumaban... ¿felicidad?
- ¿Qué has escrito ya? - le pregunté. Su música es tan importante para él...
- Nunca me di cuenta de que algo tan cotidiano, tan... ordinario, como mirarte moverte, suspirar, fruncir el ceño, morder el boli - se agachó un poco más sobre mí, su nariz rozó la mía -, lo cual por cierto me hace querer ser ese boli - volvió a separarse un poco de la sonrisa de boba que se me puso -, podrían ayudarme a sacar unos preciosos acordes que, de otro modo, no hubieran salido.
Para agradecérmelo, supongo, se agachó de nuevo sobre mí. Me besó.
- Me gusta este sabor dulce - comentó en un susurro. Volvió a besarme. Esta vez no fue un simple roce. Llegué a jugar con sus labios antes de encontrarme con su lengua acariciando los míos.
- Eres un músico loco - le susurré mientras nos abrazábamos.
- ¿Quieres escucharlo? - me preguntó al oído.
No va a decir cosas como que soy su musa o algo así. Eso no es verdad. Él puede encontrar la inspiración en cualquier cosa, en sí mismo, en el paisaje, en el sol, en los niños corriendo por ahí. Sacaría una letra de cualquier sitio. Pero esta vez me había tocado a mí. Sí, lo se. Su música lo es todo. Su voz mezclada con el sonido que él mismo hace nacer de la guitarra es la esencia de su existencia.
- Por favor - sonreí.



Hoy estoy más relajada. Hasta esta tarde que tenga que ponerme en serio, estoy bastante tranquila. Además he recibido noticias estupendas sobre mi futuro salamantino y realmente, no quepo en mí de felicidad. No voy a dejar, claro, que esto nuble mi juicio analítico para el momento duro que estoy viviendo en la escuelucha, claro, pero es complicado. Porque esto es cumplir un sueño a largo plazo por fin. Quizá esto me haga pensar que las cosas siempre llegan, que todo se puede. Y luego me lleve la peor decepción de mi vida. Sería duro, pero arriesgaré lo que haga falta, mis sentimientos, mis pensamientos, lo que sea, con tal de intentar seguir el camino de mis sueños.






¿Por qué la luz del amor es la única que veo?

martes, 25 de enero de 2011

La realidad que está en mi mano.

- No te levantes - susurró como un niño de verdad.
- Tengo que seguir preparando mis exámenes - le dije, agachándome un poco sobre él y acariciándole el pelo.
- Quédate. Yo tengo que irme hoy - musitó. Aún no abría los ojos.
- ¿Te vas? Ah - lo recordé -. La presentación del AAA de este año...
- Serán solo un par de días, quizá tres - dijo, entreabriendo sus ojos -. Pero te echaré de menos. Quédate un poco más.
Miré el reloj. Quince minutos más no me matarían, pensé. Volví a meter las piernas bajo la colcha y me acurruque a su lado. Él se acomodó frente a mí y posó sus labios en mi frente y su b
razo pasó por mis hombros. Mi mano se cerró en su camiseta azul.
- Esta es la parte que más extrañaré - susurró, respirando hondo el olor de mi pelo. N
o se por qué le gusta tanto, uso un champú normal y corriente.
- ¿Me llamarás?
- Son tres días
- musitó él.
- Pero no puedo dormir sin escucharte hablar - admití.
- No soy una nana - dijo. Pero le vi sonreír. Lo hacía tan pocas veces que sonreí yo también.
- Tu voz me tranquiliza. Adoro como suena cuando susurras.
- Pero hay un problema -
me dijo -. No puedo susurrar si tu no estás cerca para
escucharlo, porque entonces no tiene ningún sentido.
¿Por qué era tan estúpidamente dulce cuando quería? Me hace suspirar por él.
- Entonces te estaré esperando.

Pero él me esperó a mí. Tres días después. Frente a la puerta de la facultad. Vestido de azul.


Sociología se acabó ya. Mi lógica me dice que era fácil. El miedo hace temblar mis piernas. Ayer no tuve un buen día. Y recordé cuando la suerte del día la decidían los horóscopos de los periódicos de clase. La pitonisa de ojos azules nos leía la suerte. A veces no era buena en un periódico y en el otro nos tocaba la lotería. Era tan tonto que me río al recordarlo.¿Por qué el mundo es tan injusto? ¿Por qué la injusticia no se puede pelear? ¿Por qué es todo así? Sinceramente, la sociología no sirve para responder a estas preguntas, pero lo único que a la injusta sociedad le importa es que lo escupas sobre un folio en blanco para demostrar que sabes lo que es la sociología que no responde a las preguntas existenciales de mi maldita vida y que solo da rodeos y más rodeos a una realidad que nunca llegaremos a comprender.
A no ser que seamos Budha. O un medio dios que sea capaz de conectarse con él, un privilegiado como tan pocos otros que llegue a ver el Nirvana.
Uy. Quiero ser Budha.


En esta larga noche sin dormir, busca las estrellas.

sábado, 22 de enero de 2011

Por sonreír y no llorar.

- ¿Qué haces?
- Estudio - contesté, mirando los apuntes encuadernados delante de mis ojos.
- ¿Y eso es productivo?
- No mucho - admití.
- ¿Quieres que te ayude?
- No - contesté, rotunda, mientras me giraba a mirarle de medio lado -. Yo me conozco. Si me ayudaras, acabaría estudiandote a ti - le dije.
Él solamente sonrió con ganas y volvió a mojar sus labios un poco. Me mata que haga eso.
- ¿Segura?
- ¿Te gusta torturarme? - le contesté, casi entre risas.
Se acercó al sofá, se inclinó por el respaldo y me abrazó por los hombros. Me besó el pelo mientras yo suspiraba.
- Esfuérzate, peque - me ronroneó al oído.
Solamente asentí con la poca cordura que me quedaba. Él se la había quedado absolutamente toda. Y parecía que le gustaba tanto tener mi cordura que me parece que no voy a verla en buen tiempo.


Solo hay un lugar al que quiero correr con todas mis fuerzas y no parar hasta llegar. El Planeta Galleta. Allí no hay exámenes, por lo menos. Llega Historia. Que de historia no tiene nada, porque el estudio de las necesidades humanas y como se han paliado no es historia. No, es una gran mierda. Siento que este no va a ser tan fácil como el anterior. Va a costar. Sacrificios sobre todo. Nada de tuenti, nada de descargar cosas, nada de msn, nada de doramas... uf, ya puede salir al menos un puto aprobado, sino, me acordaré de toda la familia de esa señora retorcida que es mi profesora, que pone los exámenes fáciles a simple vista y luego te jode porque sí.

Aaaahhhh~~~~~desearía taaaanto poder descansar un ratito, relajarme y olvidarme de todo lo demás...


Realmente no entiendo por qué el nuevo titulo de Kazuya y compañía es "Ultimate Wheels" o por qué el de sus senpais es "Lotus" (¿eso no es una marca de reloj?). Pero ambas me gustan, aun habiendo escuchado solo trocines. El que esta vez, para mi desgracia, no se lució, fue Pi. A ver si News saca un disco rápidamente y olvidamos este pequeño desliz musical del chico buzzer beat.

Aunque te mataré la proxima vez, gracias por regalarme a Christian y al hombre que me abraza en el sofá de mis sueños, Izumi-chan.



El dolor de la esperanza quedará grabado en mí.

viernes, 21 de enero de 2011

Cuando la señal cambie de rojo a verde...

"Si miramos el cielo al amanecer, veremos la única estrella fugaz que hemos visto en nuestros sueños. Recuperaremos todos los sueños perdidos. No importa cuanto, esperaremos. Porque este es el sueño que siempre hemos tenido en el corazón. Vamos a continuar, riendo y llorando. Ahora puedo encontrarme a mí mismo."

Hace frío. El anillo de mi dedo me hacía incluso daño de lo frías que tenía las manos. Y mi guantes moraditos en casa. Esa es la cosa de tener examenes por la mañana, que estás aún dormida completamente. ¿Quién dijo que por la mañana estudiamos mejor? Yo prefiero dormir, personalmente.

Pero estoy muy contenta. Dios, para un examen que me sale solo... era tan fácil. Recordé los exámenes a desarrollar temas tochazos de historia y de historia del arte. Y hablando de arte (ahora reucerdo a la mona vestida de verde en el Louvre), he descubierto una cosa. Una de mis compañeras de clase nos acompañó a la excursión aquella al Prado, sí, esa en la que volvimos con una mojadura d
el trece y con cuatro o cinco tazas del Starbucks bajo la manga. Pues esta chica vino con nosotros. Y yo que pensé que tenía buena memoria y ni me acordaba de ella. Qué increíble. Ah, tampoco le caía bien la pertadaza que nos tocó la moral en el baño. La he puesto parir un rato y he recordado aquella épica frase de Marga de "mientras tu te sacas el bachiller ya tengo yo la carrera".

Así que, ¡voy a cortarme el pelo! No, otra vez tajazo no. Solo un poco. Estoy de buen humor, coño, aunque intente negarlo, es que lo estoy. ¡Hoy tengo ganas de todo! (Vereis mi careto cuando me digan "un 4, a recuperar", pero en fin, de momento, tengo la felicidad de los tontos crédulos, oye).
Ahora, ¡a por el resto!

La suerte no es cosa del azar. La felicidad tampoco.

miércoles, 19 de enero de 2011

El tú que odias, es el tú que yo amo.

¿Se fue como llegó? Recuerdo la última comida que hice, una pizza cuatro quesos de chuparse los dedos; el último metro que cogí, desde Sol a la estación de Chamartin; la última carrera que di, por la propia estación para no perder el Alvia que me devolvería a mi León, con esos olores, colores, sonidos, la poca gente por las calles y el frío que echaba tanto de menos; la última canción que escuché, inconscientemente fue Bambina, con la voz de Ryo susurrando ese "dakishimeru", la del pricipito Yuya haciendo los coros de forma excepcional e invitando "a romperse" y Pi jadeando ese "motto kanji sasete yaru yo" tras el que me lo quise tirar; el último coche donde monté, casualmente no el mío; el último color de ropa que escogí, azul, rojo y blanco, un poco a la francesa, chéri; el último mensaje que envié, a la cazurra de mi hermana por su regalo de reyes; la última persona en quien pensé, tú; el último abrazo que di... que te di...

Doce campanadas nos separaban del final. Con la última, el corcho del champán salió volando. Casi me da en la cabeza, a mi, a la que no bebe champán. La primera letra del año que sentí me susurraba we
can make it. Me lo tendré que creer.
Y entonces, todo parece nuevo pero en realidad, nada lo es. Por primera vez he sostenido un disco original japonés, siendo todo lo patéticamente feliz que os podaís imaginar. Además se que me esperan muchas risas, me lo demuestra ese video con el que casi me atraganto de la risa el otro día. No se si seré capaz de verlo de nuevo contigo, Izumi-chan, sin correr el riesgo de acabar en el hospital. ¡Ah! Cierto. El nuevo año trae nuevas canciones, ¿verdad? La lista del reproductor de música aumenta exponencialmente al ánimo que tengo y al frío que hace, por decir una incoherencia.

La vida va cambiando, por suerte. Y este 2011 promete. Son promesas de felicidad, difíciles a su manera y duras, por otro lado. Dejar mi querido León será complicado, mucho. Echaré de menos darle los buenos días a la Catedral cada mañana. Pero la Universidad de Salamanca, ese campus de Unamuno, cuyos libros me resultan ligeramente aburridos, me espera. No. Siempre ha estado esperando. Al menos, eso quiero pensar. Menos mal que la luna salió justo a tiempo para iluminarme un poquito el oscuro camino que me queda por delante. Gracias, lunita mía.

Reconozco que la felicidad ahora mismo sería estudiar traducción e interpretación. ¿Alguien adivina en qué idioma? Pero es parcial sino totalmente inviable de momento. Así que, Salamanca, espero que tengas cursos de japonés y un gimnasio donde por fin pueda aprender kendo de una vez, que he mirado el horario y solo hay clase de tarde. Que gustito poder decir esto. Espero no estar siendo demasiado bocazas y al final, que todo quede en un dulce pero amargo sueño. Asi que ahora solo escribiré... Keep the Faith.



I wonder why.