sábado, 28 de febrero de 2009

No mires dentro de mí.

- No me importas nada, mocosa estúpida. ¿Quién te crees que eres, eh?
- ¿ni siquiera has recapacitado un poco? ¿no has pensado ni le has dado vueltas a las cosas que pasamos?
- "mil y una veces le he dado vueltas, mil y una veces me he despertado después de hacerte el amor en mis mejores sueños"- quiso gritarla - tengo cosas más importantes que hacer - respondió
Al ver la cara de ella, le dolieron sus propias palabras, pero siguió sin demostrarlo.
- ¿no creerías de verdad que yo... iba a cambiar... por ti, verdad? - preguntó él
Ella desvió la mirada.
- sí - musitó
- veo que eres una romántica empedernida, una niñita que sueña con cuentos de hadas - la dijo, frío y muy distante
- ¿y que si eso es así? - le encaró
- Pues que sueñes con príncipes azules, mocosa. No con asesinos vestidos de negro - la espetó
- ¿a ti quien te ha dicho que yo sueñe contigo?
- Tú misma - contestó él - al darme por aludido cuando no he dicho mi nombre.
Ella se calló, llena de rabia. Sí, tenía razón, soñaba por las noches con él, mientras dormía al calor de una fogata enredada en su capa negra.
- entonces mátame ya y acaba con esto. Ahora mismo solo soy una carga para ti
- es cierto, solo eres una carga - dijo, sabiendo que la estaba hiriendo - pero no voy a matarte. No eres tan importante como para tener que mancharme las manos contigo
- ¿puedo irme entonces? - preguntó, con la voz cortada por las lágrimas
Él la miró y algo se revolvió con fuerza en su interior. El corazón empezaba a luchar contra la razón, y esos sentimientos que había tenido ocultos amenazaban con salir con tan solo verla llorar.

jueves, 26 de febrero de 2009

Fighting dreamers


Correr no significa huir. Significa buscar valor para volver y mirar hacia delante.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Fría mirada


¿Puedo ayudarte o eres demasiado orgulloso como para dejarme hacerlo?

martes, 24 de febrero de 2009

Vivir la vida... contigo


Akira reaccionó y se acercó a él. Evitó su mirada y también levantó la vista al cielo. Pero la bajó enseguida al notar como él la cogía de la muñeca derecha. El chico levantó su mano y miró la herida del dedo. Solo tenía un buen corte, algo que era realmente escandaloso. Sin dudarlo, se llevó el dedo de la chica a la boca. Ella abrió los ojos desmesuradamente. Nunca antes había sentido sus mejillas arder como en aquel momento. El pelinegro estaba rozando su herida con la lengua, lentamente, limpiándola con su propia saliva. Akira suspiró, y su respiración se agitó un poco. Él, tan tranquilo, ni la miraba. Estaba buscando algo en los bolsillos de su pantalón. Hasta que encontró un pañuelo. Sacó de su boca el dedo de ella y rompió el pañuelo en dos partes. Con una de ellas, vendó con suavidad la herida, poniendo mucha atención. No quería mirarla, sabía que ella estaba sonrojada, y verla así le provocaría para hacer alguna locura. Así que evitó mirarla cuanto pudo. Cuando acabó, volvió a mirar al cielo. Pero ella ya había tomado la determinación de aclarar las cosas con él de una vez por todas.
- Itachi - susurró - por favor, mírame - pidió
- Si quieres puedes usar la cama. No tengo problema - contestó él
- Por favor - rogó ella - por favor
Y él se giró, sin poder negarse a aquel ruego. Soltó el aire lentamente al mirarla a los ojos. Esos ojos verdes que relucían a la luz de la luna y que tan loco le volvían. Los ojos de una niña.
- ¿Qué quieres? - dijo, sin elevar la voz
- ¿por qué me proteges?
Él no contestó.
- ¿es acaso porque soy importante para ti? - preguntó ella, tratando de sacarle algo - por favor, respóndeme, necesito respuestas, estoy muy confusa, Itachi.
- Sí, eres importante para mí.- susurró al fin
Definitivamente había perdido la cabeza al confesarse así.
- ¿de verdad? - susurró ella, casi sin creérselo
- No podía dejar que te hiciera nada - contestó - es demasiado tarde para mi - musitó él, mirando otra vez fuera. Ya llovía, aunque aún suavemente.
- Itachi yo... también siento algo por ti - confesó ella - es la primera vez que lo siento, pero...
- Nadie puede enamorarse de un asesino - cortó él, pero sin gritar - somos criaturas despreciables y despreciadas por una sociedad a la que odiamos. No puedes amar a alguien como yo.
- Déjame demostrártelo - soltó ella
El pelinegro la miró, desconcertado. Realmente nunca sabía lo que pensaba esa cría. La chica se incorporó y se abrazó a su cuello. Él sintió una descarga en la espina dorsal. Un escalofrío.
- te quiero - le murmuró al oído, erizándole la piel
- eso ya lo he oído antes - fue capaz de articular, tratando de controlarse
Ella se echó más encima de él, llegando a juntar sus cuerpos y se abrazó a él con más fuerza. Sentía el pecho del pelinegro rozándola con suavidad.
- soy tuya - musitó, besándole la oreja.
Itachi enloqueció. La acercó aún más, rodeándola la cintura con sus brazos y se puso de pie. Se quedaron unos minutos abrazados. El pelinegro juraría que sentía las lágrimas de felicidad de la chica en su hombro. Entonces la apartó un poco y la hizo mirarle. Ella le sonrió. Con delicadeza, la acarició la cara y lentamente, la besó. Mil sentimientos les inundaron en aquel momento. Akira dejó resbalar unas lágrimas y cerró los ojos un poco más tarde, ya que los tenía abiertos a causa de la sorpresa. Nunca antes la habían besado, no sabía lo que era aquella sensación tan explosiva pero dulce a la vez que estaba sintiendo. Itachi por su parte disfrutó de aquel simple beso más de lo que había imaginado. Pronto, necesitó más. Tuvo cuidado al profundizar en la boca de la chica, para no asustarla. Ella abrió los ojos de nuevo por la sorpresa, pero también se acostumbró a juguetear con los labios del pelinegro. Cuando necesitaron respirar, Itachi rompió el beso. Ella nunca habría sido capaz de hacerlo, al menos no en ese momento.
- ¿estás bien?
- Sí - contestó ella, con la respiración agitada
- ¿era la primera vez que te besaban, Akira? - quiso saber él
- Sí - volvió a contestar - y me alegro
Él no pudo evitarlo. Lentamente, atacó a su cuello. Primero le dio un suave beso. Luego, comenzó a hacer las caricias más concienzudas, caricias que buscaban algo más.
- Itachi... - musitó ella, cerrando los ojos
- ¿Qué pasa? - preguntó, sin detenerse
- Siento calor...
El pelinegro sonrió ante la inocencia de la niña. Volvió a besarla en los labios y aprovechó para empezar a soltar los botones del vestido que ella llevaba. Cuando la chica se dio cuenta, ya tenía el vestido totalmente desabrochado. Entonces se separó bruscamente de él, amarrándose el vestido sobre el pecho. Sus mejillas estaban encendidas, y eso que solo habían sido unas cuantas caricias.
- ¿Qué te pasa? - preguntó él, algo molesto
- Lo siento - se disculpó ella entrecortada, tragando saliva
- ¿te asustaste? - susurró el pelinegro
- Un poco - admitió
- ¿te di miedo? - preguntó, con cautela
- Sí - contestó, apenada
Él debía entenderlo, era comprensible. Estaba asustada, él estaba provocando que sintiera cosas que nunca había sentido antes. Cosas bastante fuertes.
- en ningún momento tuviste miedo de que te matara, pero ahora...
- esto es diferente - se defendió ella
Siguieron mirándose. Ella se sentía incómoda por haber acabado aquello así, pero realmente tenía miedo. Entonces él puso los ojos en blanco y se quitó la camiseta. Ella le miró. Lo que antes eran puntos de una herida, ahora era una cicatriz sonrosada que incluso le hacía parecer más hombre todavía. Akira no entendió por qué él hizo eso y se sonrojó al darse cuenta de que él la había cazado en pleno miramiento.
- no tengas miedo - susurró, con una media sonrisa de confianza - no voy a hacerte daño
- lo siento, me asusté yo... - tartamudeó
- tranquila - repitió, acercándose a ella - no sería capaz de hacerte daño - volvió a decir
- lo se, pero... yo no... no se...
- Ssh. ¿Cómo se puede hacer daño a la persona que amas, pequeña?
Aquello la dejó sin aliento. Había soñado más de mil veces con aquello, con él confesándola sus sentimientos. Y se había cumplido, como en los cuentos de hadas. Sintió unas ganas enormes de llorar. Pero de felicidad. Él la abrazó contra su pecho y ella se abrazó a él. Y ni siquiera se separó del pelinegro cuando sintió que su vestido había resbalado hasta el suelo. Itachi se separó, pero siguió mirándola a los ojos, en ningún momento bajó la vista a su cuerpo. Quería ver sus ojos, brillando bajo alguna lágrima que se la escapaba. La limpió y volvió a besarla.
- ¿sabes qué voy a hacer si continúo?
- Sí - murmuró ella
- ¿quieres que lo haga? - la preguntó al oído, abrazándola por la cintura
- Yo... supongo que si - contestó al fin, dejando caer la cabeza en su hombro desnudo
- No supongas, pequeña. Quiero que estés segura.
- No se lo que voy a sentir, no se si... me da miedo - confesó al fin
- Tranquila. Solo llegaré hasta donde tú quieras llegar, ¿vale? - la susurró, besándola el cuello y luego el hombro.
- Te quiero, te quiero mucho, Itachi - dijo ella
- Lo se - dijo, presumido - ven conmigo - la susurró seductoramente en el oído.
Ella se amarró a su mano y dejó que el pelinegro la tumbara sobre la cama, posesionándose con suavidad sobre ella. Comenzó entonces a besarla y acariciarla, arrancándola suspiros y pequeños jadeos al principio. La lluvia ya golpeaba la ventana con fuerza, pero la habitación seguía totalmente iluminada por la luna. Cuando el se incorporó para mirarla bien, se dio cuenta de que también estaba sonrojado. Aquello le estaba matando; toda su mentalidad y su fría razón estaban cambiando de golpe. Entonces ella llevó su mano derecha, aún con el dedo envuelto en aquel trozo de pañuelo, hasta el costado donde estaba la cicatriz. La rozó con suavidad y sintió como después de unas cuantas caricias, al pelinegro le costaba respirar. Entonces ella también se incorporó e hizo simplemente lo que ya había hecho una vez en su casa, aquel día que lo tuvo a su merced; le besó la cicatriz como si estuviera examinándola, a la vez que la recorría con los dedos. Aquella inocencia de ella mezclada con un aire seductor que tenía la pequeña, le enloqueció. Volvió a tumbarla sobre la cama, y mientras la llenaba de besos y caricias, acabó por desnudarla y acabó de quitarse su propia ropa. Al principio, ella lloraba. El dolor que sentía era demasiado intenso. Verla así le hizo replanteárselo, y se detuvo, apartándose. Ella se incorporó y se acercó a él, que se había quedado de espaldas. Le abrazó por la espalda y le besó los hombros.
- lo siento... - sollozó - pero yo...
- te entiendo, pequeña. Eres virgen, comprendo que te duela - susurró él, sin mirarla
- por favor, inténtalo otra vez - pidió ella
- no - se negó él - no quiero volver a hacerte daño. No quiero verte llorar. No lo soporto - admitió
- no quiero privarte de eso, Itachi. De veras quiero hacerlo. Ahora ya no lo supongo - le susurró - quiero que me hagas el amor, Itachi. Tú y solo tú - musitó, aún abrazada a él
Él se giró y la miró a los ojos. Sonreía. Sonreía como siempre había hecho. El pelinegro se volvió a recostar sobre ella y la besó profundamente. Ella se abrazó a su cuello, tratando de relajarse. De nuevo, el dolor fue intenso. Pero trató de aguantarlo. Cuando por fin estuvieron juntos, ella lanzó un grito. Él se abrazó a ella también con fuerza, y luego cuando la miró, la sonrió para calmarla y la besó los labios. Aún aguantó unos minutos sin moverse, más por miedo a hacerla daño que por otra cosa.
- Itachi... - lo llamó, en un jadeo
Él entendió que era como un aviso de salida. Empezó a moverse con mucho cuidado y suavidad. Poco después, el dolor dejó paso al placer. Su voz dejó de ser lastimera y pasó a ser algo más salvaje. La lluvia ahogaba los gemidos de ambos. Sus siluetas, unidas en una y moviéndose a un ritmo frenético, se reflejaban en la pared a consecuencia de la luz de la luna. Las gotas de agua resbalaban por la ventana, la cual golpeaban con fiereza, al igual que el sudor resbalaba por sus cuerpos. Después de varios relámpagos, un último trueno ahogó dos profundos gritos de placer. Ella pronunció su nombre tan alto como pudo. Solo sintió algo de dolor cuando él se separó de ella; luego, sus ojos se cerraron por el cansancio, pero en sus labios había pintada una sonrisa de felicidad. El pelinegro trató de recuperar la respiración y cuando se calmó un poco, la miró, tumbada a su lado. Su cuerpo estaba perlado de sudor, sus ojos cerrados y sus labios esbozaban una sonrisa. Era como un ángel. Con cuidado, echó la sábana sobre ellos y la movió con delicadeza para ponerla sobre su pecho. Por primera vez en mucho tiempo, el pelinegro durmió tranquilo, sin preocuparse de nada de lo que sucedía fuera de aquella habitación. Había dejado de llover.

lunes, 23 de febrero de 2009

¿Por qué odias?


- ¿Por qué elegiste el camino del odio? - preguntó ella

- Porque es mucho más fácil que amar. Cuando odias a alguien no te importa lo que le suceda a esa persona; pero cuando amas y pasa algo... cuando amas y la persona amada muere, entonces sufres. Sientes un dolor inmenso, algo que nunca antes habías sentido. Y yo no estoy hecho para sentir eso.

- Pero cuando amas, también sientes felicidad. Sientes calor, sientes cariño... son miles de sentimientos buenos. Es cierto que sufres pero siempre te quedará su recuerdo. Todas esas cosas que pasasteis juntos; además, una persona no muere de verdad hasta que sus seres queridos la olvidan.

- Odiando puedes ser libre - contradijo - odiando puedes ser tu mismo, ir a donde te plazca, no le debes explicaciones a nadie...

- Piensa por un momento, por favor. Cuando odias, nada te perjudica, nada te afecta. Pero date cuenta de que puedes estar dañando a alguien odiándole.

- El odio no daña, protege

- No, de eso nada. El odio que profesas hacia una persona que te ama, es un dolor constante para ella. Tu indiferencia, tu frialdad... dañan a esa persona aunque tu no quieras.

- Eres demasiado lista para ser una cría - susurró - o quizá solo hayas dicho eso de casualidad

- "no es casualidad - pensó - tú me odias y a mi me duele. Y me duele porque te amo"

- Deberías entrar, aquí puedes resfriarte

- No creo que eso te importe. Me odias, ¿no es así? entonces no debes tener miedo a perderme o a que me pase algo - susurró

Fue en ese momento cuando el pelinegro se dio cuenta de que sentía algo más que odio, indiferencia y frialdad por esa cría. Porque si a ella le pasaba algo, a él le dolería, un dolor que nunca antes había experimentado y el cual repudiaba, ya que creía que ese dolor, le hacía débil.

sábado, 21 de febrero de 2009

Imaginación

Era una noche de luna llena. El cielo estaba despejado y miles de estrellas adornaban el firmamento. En un pequeño paraje verde, apenas se oía el susurro del agua, ya que sus voces lo disimulaban. A veces gritos, otras sollozos. Dos figuras discuten, una de pie frente a la otra, a una pequeña distancia. Los ojos de ella relucían a la luz de la luna, como dos preciosos luceros. Él lo sabía, se había fijado; de hecho, no le había quitado la mirada de encima mientras peleaban. Y ella se cansó de aquella situación y le gritó, enfadada:
- ¡Maldición! ¡Todos los hombres sois iguales!
Y una vez desahogada, la chica eschó a correr, intentando huir de sus propios sentimientos; intentando abandonar su propio corazón al lado de aquel hombre. Lo que ella no esperaba era que la siguiera. Trató de correr tan rápido como sus fuerzas la permitían, pero al final la alcanzó ya que, lógicamente, era más rápido. Intentó sujetarla junto a él, pero ella se rebeló, enfadada consigo misma porque aquel contacto con él la estaba gustando. Al final del forcejeo, ambos cayeron al suelo. Él se mantuvo dominante, acabando recostado sobre ella, sujetándola con fuerza por las muñecas. Sus miradas se encontraron. Ella demostró ira; él con cariño, incluso divertido. Se agachó lentamente entonces sobre ella. La chica creyó que la besaría, estaban tan cerca. Pero el muchacho bajó la cara hasta el oído de ella, donde le sintió respirar con suavidad. La chica se estremece, le huele... es tan dulce. Entonces él habla, en un susurro estremecedor.
- y dime, pequeña, si todos somos iguales - susurra en un tono que la eriza los pelos de la nuca - ¿como es que me amas tanto?
Ella cerró los ojos. La costaba respirar. Sintió como se incorporaba de nuevo y la miraba a los ojos. Entonces le contestó.
- ¿Y como sabes que te amo? - apenas fue un susurro
- Me basta con mirarte a los ojos para darme cuenta - la susurró - con sentir como te estremeces ante mis caricias - siguió, soltando lentamente el amarre y deslizando la yema de sus dedos por los antebrazos de la chica, poniendo cuidado en no dejar caer todo el peso de su cuerpo sobre ella.
La chica sintó realmente el escalofrío que él había previsto que sentiría con su roce.
- Me encanta ver la expresión de tu cara cuando hago esto - la dijo, mientras la besaba en la frente y en la mejilla - eres tan dulce... tan cálida...
- No juegues conmigo - le pidió ella
- Don´t play with Fire - susurra, riendose con suavidad, mientras enreda los dedos en su pelo
Ella le miró a los ojos. Estaba tan guapo y radiente bajo la luz de la luna.
- Tú eres la que debería tener cuiddo de quién se enamora, pequeña - la sonrió
- Es demasiado tarde para eso - admitió - y haré lo que me de la gana - le contestó, pero sin la agresividad que tenía antes
Él siguió sonriendo de lado mientras ella le miraba, ensimismada. El chico continuó con sus caricias por el antebrazo, sintiendo la piel de la chica erizarse a su paso. Decidido, se agachó de nuevo lnetamente sobre ella. Y esta vez, rozó sus labios en un movimiento suave y corto. El simple roce la hizo suspirar y a él le encantó, por lo que esta vez, sí que hizo que el contacto fuera más profundo, besándola al fin tal y como ella siempre había soñado. Sentía su pecho subir y bajar desenfrenadamente, cosa del corazón que la latía más fuerte que nunca. Quiso que aquel roce no terminara, pero cada vez lo que hacía, uno nuevo se iniciaba. La chica rezó por quedarse así, el resto de la eternidad, ya que nunca había sentido la felicidad que la recorría las venas en ese instante. Reconocía que, cuando él se decidió a besarla en su vulnerable cuello, tembló violentamente. Pero él continuó suavemente, acercándose cada vez más a su oído de nuevo, para tranquuilizarla.
- Te quiero - confesó al fin
- Yo te amo - le respondió ella, cerrando los ojos
Cuando el chico la miró, vio lágrimas en los ojos de ella y apenado la limpió con suavidad.
- ¿Por qué lloras?
- Lloro de felicidad. Dicen que cuando la felicidad del corazón es máxima, un poco se derrama por los ojos - sonrió
- Sabes que debería de llevarte de vuelta a tu casa, ¿cierto? - susurró él
- No, por favor - pidió ella - vuelve a besarme
Él la complació, volviendo a atrapar sus labios en un dulce beso.
- ¿Quieres quedarte conmigo? - la preguntó
- Sí - contstó, casi de inmediato
El chico se apartó de encima de ella y rodó hacia un lado. Ella se incorporó y le miró.
- Ven - susurró, sugerente - Ven conmigo
Ella miró el lugar que él la señalaba y no lo dudó dos veces. Apenas se recostó a su lado y él la abrazó, como si quisiera protegerla de todo cuando podía dañarla, se quedó profundamente dormida, sintiendo los latidos del corazón de él en su oído. Él sonrió cuando se dio cuenta de que la chica se había amarrado a su camiseta, como si no quisiera perderlo. Y comprendió al fin, cuanto amaba a aquella pequeña criatura que tenía entre sus brazos.





Por si alguien lo duda (bueno, nadie lee esto, pero en fin) no está sacado de ningún libro. Es mío. Mi imaginación está bastante loca, supongo. Y sí, de mayor seré escritora y detective.

Soñando sueños

Los sueños. ¿Qué son los sueños? ¿Imaginaciones? ¿Recuerdos? ¿Anhelos del corazón? ¿Objetivos? Lo sueños son imaginaciones de nuestras mentes, delirios de nuestros corazones, recuerdos de nuestras almas y objetivos que perseguir en la vida. Los sueños son ideales por los que poca gente estaría dispuesta a dar la vida, a entregarlo todo. Puede que esto sean palabras mayores ahora, que no suenen especialmente bien, o simplemente sean palabras que ya no se usan. Dar la vida... ¿quien daría la vida para cumplir sus sueños en esta era en la que vivimos? Nadie.Pero hubo una era, en la que se creía en los sueños. Una era en la que se luchaba por los ideales y se moría por los objetivos que se proponían. Una era conocida como la Era de los Piratas. No siempre eran hombres o mujeres con un sueño. La mayoría de las veces, solo peleaban por riquezas, por avaricia, por egoísmo, o simplemente mataban por gusto. Pero tambien existieron ellos. Ellos, los piratas que luchaban por sus sueños. Piratas que se hacían a la mar con la sola idea en la cabeza de cumplir el más preciado anhelo de sus corazones. Y yo querría ser así, haber vivido en aquella era. Me hubiera gustado ser tripulante de un barco lleno de soñadores que arriesgarán su vida por sus ideales. Surcar los mares jugandome la vida a cada paso que diera para alcanzar mis sueños. Sentir el aire en la cara sin un peso en el alma. Mirar el amanecer, sonreír y respirar hondo el viento con olor a mar. Y sobre todo... ser LIBRE. y Volar. Quiero volar. Volar lejos de todo y de todos. Descubrir mundo y vivir mil aventuras. Sí. Ese es mi gran sueño. Ser libre. Ser... pirata.


Es difícil decidir lo que quieres que sea tu vida, lo que quieres hacer con ella. Mucha gente cree que soñando no se llega a ninguna parte. Al contrario, yo creo que soñar lo es todo. Y lo digo por mi propia experiencia. Si no hubiera soñado y creído en un mundo de ensueño, no estaría aquí.


Soñar es una de las cosas más importantes que hay. Nadie debería de dejar de hacerlo nunca.

viernes, 20 de febrero de 2009

Amanece



¿La verdad? Ni idea de por qué me he creado un blog. Puede que para contar mis problemas, para hablar de mi vida, exponer mis sueños y soñar mis locuras. De lo que estoy segura es de que esto puede ser incluso divertido.




No es un día precisamente especial. Es un viernes como otro cualquiera de febrero de un año impar. Ahora mismo no tengo mucho que contar. Ya iré contando mi vida otro día. Solo decir que todo problema, como me ha enseñado mi corta pero valiosa experiencia, tiene solución, a excepción de uno, el peor de todos: la muerte. A parte de eso, cualquier cosa puede solucionarse. Y sí, soy muy, quizá demasiado, positiva. Pero es lo que me han enseñado. A sonreír a pesar de todo y de todos.