viernes, 30 de abril de 2010

until the end... of times.


Las promesas se rompen, los sueños se destruyen, las esperanzas vuelan alto, los miedos provocan llanto, los golpes, dolor, las decepciones, debilidad. La ausencia de sonrisas, de besos, de caricias, de miradas, de palabras y de cariño tiene una definición. Soledad.
No siempre sale todo bien. No siempre se tiene suerte. No siempre hay alguien para tenderte una mano. No siempre se puede ser feliz. No siempre soñar sirve para algo. No siempre se puede vivir para contarlo.


Dejó con delicadeza la rosa roja sobre la fría piedra y suspiró.
- Se que odiabas las flores - susurró -. Pero te aguantas.
Una ráfaga de viento movió su pelo con fuerza y se llevó el aliento de su siguiente suspiro, con el que trataba de contener las lágrimas.
- Hola - musito -. Ride.
De pronto, un trueno resonó en el cielo, partiéndolo en dos. La lluvia comenzó a caer con fiereza sobre las lápidas y sobre ella, empapándola.
- Maldito bastardo – susurró -. Espero que estés pudriéndote en el infierno.
Cerró los ojos un instante y respiró hondo.
- ¿Sabes? Soy idiota. Aún hoy sigo preguntándome el por qué. ¿¡Por qué cojones me hiciste aquella promesa si no has podido cumplirla!? ¿Dónde está el vivieron felices y comieron perdices? ¡Ride! – chilló.
Otro trueno ahogó sus gritos de dolor. Ella trató de limpiarse las lágrimas. Y de la nada, un paraguas la cubrió. Se giró lentamente.
- ¿Qué haces aquí, amor? - preguntó el chico rubio que sostenía el paraguas negro.
- Nada. Solo vine a insultar a este tipo. Es un viejo compañero - susurró.
La palabra compañero se clavó en su corazón.
¿Amor? Yo no le amo, Ian. Es solo físico....
Y un cuerno.
- Deberíamos irnos ahora que ya has visitado a tu padre - siguió el chico -. Mira como tienes toda la cara, llena de agua - sonrió, acercándose dulcemente para quitarle el agua.

"Tus lágrimas se confunden con el agua que resbala por tu cara. Pero a mí no puedes engañarme, pequeña."

La voz de Ride resonó en su mente y aquel sentimiento de culpa volvió a palpitar dentro de su pecho. El hombre que estaba a su lado la sujetó la cara y la besó suavemente. Ella cerró los ojos, dejando escapar una solitaria y última lágrima. Tras eso, la abrazó con fuerza.

Habían pasado once meses desde que su padre fue asesinado por Xander. Y también Ride. Aquel disparo le había atravesado el estómago de parte a parte, arrebatándole la vida casi al instante.
- A… Aria… - musitó, cuando ambos cayeron al suelo por el peso del chico.
- ¡No hables! ¡Aguanta! ¡Aguanta, por favor!
Los ojos de Ride se desviaron hacia su hermano y ella los siguió. Su corazón se acongojó. Hunter ya no respiraba.
- Tranquilo, tú saldrás de esta, ya lo verás.
- ¡Vamos! – gritó el hombre, acercándose a ella.
- ¡¡No!!
- A… Aria… Aria…
- ¿Qué? ¿Qué pasa? Tranquilo, estoy aquí – susurro, entrelazando su mano con la del chico, que la estaba buscando.
Aria pudo notar que Ride ya no veía, porque la buscaba con la mirada como si no fuera capaz de enfocarla. Eso hizo que sus lágrimas resbalaran como torrentes por su cara. Se acababa.
- Aria… te qui… te… quie…
La mano que la chica sostenía con fuerza, dejó de hacer presión.
- ¡¡¡RIDE!!! ¡HÁBLAME! ¡MÍRAME, ESTOY AQUÍ! ¡RIDE!
- Apártala ya de ese cadáver y vámonos – le urgió Xander.
- ¡Te quiero, mi amor, te quiero! – gritó, aferrándose con fuerza al cuerpo del pelinegro -. Perdóname, perdóname por todo…
El hombre la apuntó con la pistola en la cabeza.
- Vámonos – ordenó.
- ¡Dispara! – le desafió -. ¡Vamos, hazlo! ¡Mátame y acaba con todo!
Pero su jefe la quería viva. Así que simplemente la golpeó en la cabeza con la culata de la pistola.
Ella nunca supo nada más de él. Su hermano la utilizó para engañar al padre de Ride, al cual después asesinó. Se hizo con el control de absolutamente todo. Pero ella se había propuesto destruir por completo su imperio, y después acabar con él. Xander la utilizaba para satisfacer a sus invitados más sofisticados e importantes en los negocios. Ella lo aceptó, pero sacó provecho de ello. Consiguió informaciones y sobrevivió. Entonces un día, cierto rubio inversor de su hermano apareció. Tuvo que servirle como a cualquier invitado. Pero descubrió algo que no hubiera imaginado.
- ¿Eres policía?
- No me obligues a matarte – dijo él -. Estoy en una misión ahora mismo. No voy a arriesgarme a que se lo cuentes a tu hermano.
- ¿Cómo sabes que es mi hermano?
- Igual que se que él mató a tu padre, el superintendente, y a tres de los miembros de la familia Tokuo.
- Ride… - susurró ella.
No había vuelto a repetir ese nombre en mucho tiempo. Su corazón reabrió viejas heridas y sus ojos se llenaron de lágrimas.
- Estoy investigando sus muertes. Quiero coger a este cabrón. Porque es mi deber… - se sentó en la cama de la suite al lado de ella y la cogió la cara con la mano derecha – y por todo lo que te ha hecho sufrir, Aria.
Ese nombre tampoco lo oía muy a menudo. Entonces le recordó. Aquel chico había estado en el club de deportes de su instituto, hacía diez años; y aún la recordaba.
¿Aún después de muerto no te resignas a dejar que me hagan daño?
Había pensado una noche, mirando al cielo y pensando en Ride. Idiota.
Desde aquel día, entre los dos lograron encontrar un hilo del que empezar a deshilar todo el imperio de Xander y lo lograron, obligándole incluso a tener que esconderse en algún lugar, derrotado y desahuciado. Aunque lamentablemente, vivo. Aria se había quedado entonces con aquel policía rubio de ojos azules que había cuidado de ella durante aquel tiempo, llegando incluso a casarse con él. No tenía nada que perder ya, y alguien como él al menos la hacía sonreír.


- ¿Estás bien? – susurró él, al separarse de ella.
- Sí - contestó, limpiándose la cara -. Vámonos - dijo, cogiéndole de la mano fuertemente.
Y lentamente, se alejó de aquel lugar, sin poder evitar mirar atrás un instante. Al hacerlo, por un segundo vio, sentado sobre su propia tumba, al mismísimo Ride, vestido de negro, con la rosa en la mano y cerca de su nariz. Luego, la miró fijamente y desapareció. Ella sonrió y, definitivamente, se alejó de allí.



“Te quiero, Ride”, pensó.

martes, 27 de abril de 2010

from the beginning with you.



Con el siguiente palpitar de su corazón, todo estalló.
- ¡¡Papá!! - rugió la chica, tratando de ponerse en pie y cayendo sobre Ride, que había dejado a su hermano apoyado en la parte baja de la cama para poder cogerla.
- ¡¡Aria!! - gritó Ride, tratando de sujetarla para que no se levantara con esa herida.
- ¡No! ¡Papá! ¡No! - chilló, tratando de deshacerse del amarre del chico -. ¡Suéltame! ¡Me necesita!
Ride tiró hacia él del brazo de la chica y la sujetó por los hombros con fuerza.
- Está muerto, Aria - susurró, sujetándola la cara frente a la suya -. Se acabó.
La chica sintió como su cuerpo se caía. La realidad era demasiado para ella. Se quedaba sin fuerzas, el suelo se tambaleaba bajo ella. Y solo pudo abandonarse en los brazos del chico.
- Ey, ey, cálmate. Tranquila, por favor.
- Papá... papá... papá... - musitaba, amarrada a la camisa del chico, mientras éste la balanceaba suavemente.
- Tranquila, mi vida. Estoy contigo. No te va a pasar nada. Te lo juro. Estoy contigo - susurró en su oído tratando de consolarla.
Otro disparo más y el respirador quedó destrozado.
- Odio ese sonido. Me produce jaqueca - dijo, imperturbable -. Ahora, coge a mi hermana - le dijo al hombre que seguía detrás de él -. Tenemos que llevárnosla.
- Pero el plan ya no saldrá como habíamos planeado.
- Por eso me la llevo. Ahora, hazlo.
- ¿Y él?
- Mátalo. No lo necesito para nada. El peón cayó ante la reina - susurró, dándose la vuelta -. Ya es inútil.
No más, decidió ella. Se acabaron las muertes inútiles y el dolor causado por ellas. Pondría fin a todo aquello aunque para eso tuviera que matar a cuantos se interpusieran. Y empezaría usando la cabeza y abandonando su corazón a un solitario rincón de su cuerpo. Se vengaría; lo haría aunque para eso tuviera que convertirse en el mismísimo diablo.
- ¡Espera! – gritó entonces.
- ¿Hm? ¿Qué pasa? – preguntó el chico, con tono aburrido.
- Iré contigo - susurró, separándose de Ride, a pesar de la fuerza que el chico estaba haciendo -. Pero prométeme que no que no les pondrás una mano encima. Ni a él ni a su familia. Y júrame – recalcó – que no les matarás.
- ¿Cómo sabes que puedes confiar en mi palabra, hermanita?
- No lo se. Me la estoy jugando. Estoy mostrando mis cartas, Xander. Te toca mover.
El chico se mostró interesando.
- ¿Entonces, si lo juro, vendrás conmigo sin rechistar? - quiso asegurarse.
- Sí.
Trató de ponerse en pie y Ride la ayudó. Pero la sujetó contra su cuerpo, reacio a dejarla ir.
- No se lo que será capaz de hacerte, Aria. No pienso permitir que...
- Cállate. Esta es mi decisión. Suéltame.
La frialdad de su voz era hiriente. Ella había contado con aquello y por eso trataba de dejarle hundido, de abandonarle como él había hecho una vez, aunque siguiera sintiendo aquel sentimiento latir dentro de su pecho. Pero, quizá por descuido o porque deseaba hacerlo, llegó a olvidar la terquedad del chico. Muy en el fondo de su ser, sabía que no la dejaría marchar. Trató de esconderse de él cuanto pudo y no mostrarle el dolor que suponía para ella separarse de él. Entonces Ride la obligó a mirarle a los ojos. En ellos, Aria vio su salvación; y unido a ellos, su perdición.
- No.
- Suéltame, Ride – repitió, aún calmada, golpeándole el pecho con los puños.
- No.
- ¡Ride! – gritó, forcejeando cuanto podía.
- No - repitió él, serio.
- ¡Suéltame o te matará! - chilló, dándole un puñetazo en la cara.
Se quedó quieta un instante, viendo como el labio del chico se abría a causa del golpe que le había dado. Pero sus brazos seguían firmemente cerrados sobre su cintura.
- ¿¡Es que no lo entiendes!? – volvió a chillar -. ¡No podría soportar verte morir ante mis ojos y en mis brazos! ¡No lo soportaría, Ride! - gritó.
- Te prometí que te despedirías de tu padre y eso has hecho. Te prometí que te protegería y que no morirías al venir aquí y lo cumpliré. Ahora, toca la parte de vivieron felices y comieron perdices, Aria.
- Ride...
- Llegó nuestro momento - sonrió.
A lo lejos, el sonido del ascensor llegando a la planta sonó con claridad. Xander se sobresaltó. No tenía previsto que nadie llegara. Maldijo por lo bajo al ver llegar una coalición de chicos armados a los que conocía bien. Eran tan molestos como sus hermanos.
- ¡Vámonos! - gritó al otro hombre -. ¡Cógela!
- ¡Ride, suéltame y se acabará todo! ¡Vamos! – gritó, en un último intento de salvarle la vida.
- No lo harás, no te la llevarás mientras yo la tenga conmigo - dijo Ride, enfrentando a Xander.
- Entonces la arrancaré de tu cadáver - siseó.
Y no le tembló la mano al disparar. El cuerpo de Aria quedó resguardado de la pólvora, a salvo. Inmediatamente, la sangre comenzó a brotar de la herida. Ride se tambaleó.
- ¡¡¡RIDE!!!

jueves, 22 de abril de 2010

acero en el alma.


Cualquier cosa. Daría cualquier cosa por borrar aquella sonrisa de su cara.
- ¿Qué estás haciendo aquí? - susurró la chica.
- Terminar lo que algún inútil dejó a medias - dijo.
- ¿Por qué...? ¿Por qué mataste a Kate? ¿Por qué mataste a Erik? ¿Por qué nos atacaste, intentando matarme? ¿Por qué ordenaste matar a papá? ¿Por qué quieres venderme? ¿¿¡¡Por qué!!?? - chilló, sintiendo un nudo en el estómago.
- Siempre odié esa maldita vena curiosa que tenías - dijo, con un gesto de asco.
- ¡Contéstame! ¡Tengo derecho a saber por qué mi propio hermano se convirtió en un...!
- Hijo de puta redomado - terminó Ride, mirándole. Sus ojos se habían vuelto cuchillos y parecía como si quisiera apuñalarle mil y una veces.
Aria pudo ver entonces que su hermano había recuperado su arma. Empuñaba la Reedmyer que habían abandonado antes. El cargador de la pistola rechinó.
- ¡No! - gritó Aria.
En un gesto desesperado, se levantó, arrastrando la pierna herida y se colocó delante de Hunter, al que Ride sostenía, para protegerlos a ambos.
- No los matarás. Al menos no antes que a mí - dijo, con decisión en la voz.
- Has visto morir a demasiados seres queridos, comprendo - dijo él, con voz claramente burlona.
- Dame mis respuestas.
- Y después, ¿qué? ¿Puedo matarte ya? Me aburres, hermanita - dijo, con tono realmente aburrido.
- Xander - musitó. Hacía mucho tiempo que no le llamaba por su nombre.
- Está bien. Maté a tu amiga para que vieras lo que podía hacer, para que dejaras de meterte con la mafia y vivieras tu miserable vida a salvo de todo esto. Y maté a su novio porque intentó matarme a mí.
- ¿Cómo puedes decir eso con tanta frialdad? ¡Eran mis amigos! Si querías protegerme o alejarme, hubiera bastado con matarme antes a mí. Sus muertes cargan en tu conciencia por nada, Xander.
- Sus muertes no pesan en ningún sitio, porque yo no tengo conciencia. Duermo por las noches como un angelito.
- Bastardo - tosió Hunter, apretando la herida, como si pudiera cortar la hemorragia. Pero era médico. Y sabía que, si aquello no terminaba rápido, él no sobreviviría a aquella herida.
- Te ataqué porque estaba harto de tus intromisiones. Estabas poniendo mi principal peón en juego y eso no te lo podía permitir.
- ¿Peón? Yo no soy ningún peón.
- No he dicho que lo seas.
- Entonces...
- Él es el peón que dará jaque mate al rey negro - dijo, señalando con la pistola un punto tras Aria.
Ride. Ella le miró, asustada y luego volvió la cara hacia su hermano de nuevo.
- ¿Qué pretendías?
- Que asesinara a su propio padre.
- ¿¡Cómo!?
- Oh, vamos. Sabía que la rabia le cegaría si yo te entregaba a su padre y éste te mataba a ti. Entonces, no dudaría en matar hasta a su propio padre.
- ¿Cómo estás tan seguro? ¡Ese plan es estúpido! - gritó ella.
- Sería estúpido si no conociera las estupideces que hace ese tío por ti, hermanita.
Ella volvió a mirar a Ride, que a su vez, miraba a Xander.
- ¿Por qué...?
- Fue capaz de protegerte cuando intenté atacarte para llevarte hasta su padre y venderte.
Así que no me quedó de otra que hacer un pacto con él. Yo te entregaba a él y él me ayudaba a deshacerme de mi padre. Era matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, Ride mataría a mi peor enemigo, su padre, después de que éste te matara a ti. Y por otro, me deshacía de mi padre, el único policía que aún intenta detener a la mafia. Era perfecto.
- ¿Por qué iba mi padre a matar a Aria?
- Aunque no lo hiciera, la usaría. Y eso no ibas a permitírselo ni a tu propio padre, ¿verdad? - le descubrió -. Y bueno, si hubiera sido necesario, hubiese bastado con matarla yo mismo y culpar a tu padre. Como dije, la ira y la rabia te cegarían. Y así, yo perdería a mi único rival y pasaría a ser el amo, dueño y señor de toda la ciudad y pronto - añadió - del país entero.
- Tus aires de grandeza me asquean - dijo Ride.
- Si. Yo también quiero vomitar - corroboró Aria, malhumorada -. ¿Y ahora qué vas a hacer?
- Mmm... Bueno, como dije, acabar lo que un inútil insecto no pudo.
Y sin decir nada más, la segunda bala del cargador salió disparada hacia la cama.
- ¡¡¡No!!!
Las sábanas se tiñeron de rojo escarlata y el respirador que estaba sonando suavemente, imperturbable, se volvió un ruido constante y molesto. Pero para Aria era como si todo se hubiera detenido en un segundo eterno. Un segundo doloroso que crearía una huella imborrable en su corazón.

miércoles, 21 de abril de 2010

miedo no. pánico.


Sintió como las lágrimas se acumulaban en sus ojos mientras se acercaba a la cama. Con el dorso de la mano se limpió la cara y le alcanzó la mano. Temblorosa al principio, sus dedos se cerraron en torno a la mano del hombre que yacía bocarriba sobre la cama.
- Papá... - susurró -. Hola.
Tragó saliva, antes de quedarse sin aire.
- Estoy aquí. No te preocupes. Voy a cuidar de ti.
- No le prometas cosas que no vas a poder cumplir - la voz de Ride solo fue un susurro suave y sin intención de molestarla.
- Eso no es verdad. Ahora que estoy aquí...
- ¿Acaso tienes súper poderes para devolverle la vida?
- ¡Ride! - le gruñó, pero sin levantar la voz. A veces le odiaba. A él y a ese lado sumamente frío, insensible y realista hasta cierto punto, que poseía.
- Estoy seguro de que él no querría que le dieras falsas esperanzas. Ni que te sintieras culpable de no haber podido cumplir la promesa que le quieres hacer - musitó él, sin inmutarse.
- Él te odia. Lo sabes, ¿verdad?
- Lo sé. Pero ambos tenemos un deseo en común y por eso me quedaré aquí aunque él esté removiéndose más tarde en su tumba - murmuró, acercándose a ella.
Puso su mano derecha sobre la de Aria, la que estaba entrelazada con la de su padre. Ella se sobresaltó y le miró. Estaba muy cerca de ella y la miraba fijamente a los ojos.
- Ese deseo, es protegerte y cuidar de ti, Aria - dijo.
La chica parpadeó un par de veces y volvió a mirar hacia su padre.
- Lo siento. Lo siento mucho. Te he fallado, papá. Te he fallado dos veces. Espero que puedas perdonarme por eso.
- Tú no le has fallado – susurró Ride.
- Sí, Ride. Tenía que haberle protegido, tenía que haber evitado que esto pasara y no lo hice. Y…
- Él no querría verte triste.
- Qué sabrás tú – musitó ella.
- Más de lo que crees – susurró en su oído.
- Y también le he fallado respecto a la promesa que le hice hace tiempo – siguió ella.
- ¿Rompiste una promesa? Eso es difícil de perdonar – dijo él.
- Le prometí que nunca jamás me abandonaría a ti. Le prometí que no me enamoraría de ti otra vez – murmuró, sin mirar al chico -. Y he roto mi promesa.
- Aria…
La puerta se abrió de golpe, causando un gran estruendo. Ellos se giraron de inmediato.
- Así que, estabais aquí – dijo una voz burlona -. ¿Tratando de salvar ese cadáver? Por favor. Creí que seríais más inteligentes, la verdad. Sino ella, sí tú, Ride.
El chico se movió inconscientemente para colocarse frente al hombre dejando a Aria escondida tras él. Pero la chica soltó la mano de su padre y se puso a su lado.
- Si queréis sacarme de aquí, tendrá que ser muerta – soltó, con calma.
- No, no podemos matarte. Es una orden.
- Pues lucharé cuanto haga falta. Pero no me vais a poner una mano encima.
Ride sonrió a medias. Su querida niña no necesitaba protección alguna. Porque ya no era una niña.
- Bastará con algo que te impida moverte – comentó él, sacando una pistola.
A penas sacó el arma, la primera bala salió disparada contra la pierna de la chica. Aria cayó al suelo, con Ride tras ella.
- ¿¡Estás bien!? – preguntó.
- Sí… - susurró, evitando mirar la sangre que salía de su pierna.
- Esta me la pagarás – juró Ride.
- Oh, sí, claro – dijo, con sarcasmo -. ¿Y qué vas a hacer, gran héroe? Estás solo e indefenso ante una banda de hombres armados.
- No exactamente.
Un nuevo disparo atravesó el pecho del hombre que se situaba detrás de aquel que había disparado a Aria. Cayó al suelo, muerto. Y ambos pudieron ver un flequillo rubio moverse a gran velocidad hasta apuntar con el cañón la cabeza del que quedaba en pie.
- Hablando de indefensos, estás solo. Nosotros somos más y nos hemos ocupado de tu pequeña banda de pardillos – dijo el rubio, apoyado en el quicio de la puerta y sin bajar el hombro -. Esa herida tiene muy mala pinta. Debería verte un médico, baby.
Aria sonrió a pesar del dolor.
- Así que te has traído a toda la familia – dedujo Ride -. Solo así seríamos más que estos tipejos.
- Pues sí. Mientras yo les entretenía como a novatos de parvulario, fingiendo entregar a mi propio hermano, Blake y los demás estaban buscando a nuestras hermanas para rescatarlas. Ahora están a salvo.
- Pero tú no.
La chica tembló al escuchar aquella voz. Un disparo y Hunter cayó al suelo de la habitación, quedando a los pies de Aria, sujetándose el costado derecho ensangrentado.
- ¡¡Hunter!! – gritó Ride, tratando de acercarse a él sin dejar del todo a Aria.
- Cuanto tiempo – dijo la voz, dejándose ver – hermanita.
Ride sintió como el cuerpo de Aria temblaba violentamente. Él también temblaba, pero de ira y rabia. Su hermano estaba malherido y ella no dejaba de sangrar. La chica se mordió el labio hasta hacerlo sangrar. Hubiera dado cualquier cosa por tener una pistola allí y poder reventarle la tapa de los sesos. Hubiera vendido su alma al diablo si con ello, lograba matar a aquel bastardo que había destrozado su vida por completo.

viernes, 16 de abril de 2010

nada que no soñaste.

Ella se agazapó y comenzó a llorar. Sus hombros se convulsionaban casi violentamente, como si llorara más de ira que de pena.
- No llores.
- ¡Cállate!
- Solo yo tengo derecho a hacerte llorar.
Aria se detuvo. Levantó la vista y le miró, con los ojos puestos en ella. El chico llevó su mano derecha, la que tenía libre, hasta la cara de la chica. Lo hizo lentamente, casi temblando. Como si tuviera miedo de que ella le apartara de un golpe. Aria no sabía que hacer mientras veía aquella mano acercarse a ella. Al final, la apartó de un golpe y, rápidamente, le dio un bofetón hasta girarle la cara.
- Te la debía. Por imbécil - dijo la chica, limpiándose la cara y mirándole fijamente.
Él, aún con la cara hacia el otro lado, sonrió.
- Siento...
- Ah, no. Ni se te ocurra ponerte a disculparte ahora - le dijo, mirando las esposas que les retenían -. Ya hablaremos cuando salgamos de esta.
- Si salimos, recuérdame agradecértelo - dijo él, tirando de la mano esposada.
- ¡Estáte quieto, estúpido! Que estamos unidos y me haces daño.
- Agh, cállate, niñata - dijo él -. Y deja que esto lo haga yo a mi manera.
- Oh, no, cuando hacemos algo a tu manera, nunca funciona - se quejó ella.
Ride acercó la mano con velocidad a la cara de la chica y la acercó a él. Ambos sintieron el frío de la tubería en sus mejillas, pero el calor que les proporcionaban sus labios contrarrestaba aquella sensación. El chico no la dejó ir hasta que no hubo llenado sus labios y su boca de besos y dejarlos de color rojo.
- ¿Más tranquila?
- Sé como salir de aquí - sonrió, tocando la mano que Ride aún mantenía en su cara.
- Tenemos cinco minutos - susurró él -. Antes de echarnos una siestecilla.
- Mejor di tres - musitó ella -. Acabo de oír como subía el pistón que mantenía cerrada la válvula de la bomba.
- De acuerdo, dos minutos y medio. ¿Qué piensas?
- Que nos sobra con un minuto - susurró, volviendo a besarle apasionadamente.
- Por si hay imprevistos, mejor salgamos ya.
- He dicho un minuto - dijo, sonriendo y separándose de él - contando el tiempo para imprevistos.
En un par de segundos, la chica se desabrochó el cinturón y se lo quitó.
- ¿Crees que podrás usar el enganche de la hebilla para abrir las esposas?
- ¿No te quitaron algo tan obvio? - se sorprendió él, cogiéndolo.
Se miraron un momento, y él empezó a hacer maniobras para poder meter la mano entre la tubería y la pared para alcanzar el hueco de la llave.
- ¿Puedes? - preguntó ella.
- ¿Te hago daño?
- Un poco, pero no pares - dijo, haciendo una mueca de dolor. El metal se estaba clavando en su piel.
- Ya queda poco, aguanta...
- No te muevas... - susurró Aria.
- Ya, tranquila, solo un poco más...
- Joder, esto parece mi primera vez - soltó la chica.
- Qué va, ese día lo pasamos mucho mejor - sonrió pícaramente.
- Cállate y acaba de una vez - le espetó, sintiendo algo de sonrojo en sus mejillas.
Con un par de "clacks" las esposas se abrieron. Se las quitaron y escucharon otro ruido. Y se levantaron como si algo les quemara para salir de allí y cerrar la puerta justo antes de que aquel olor les alcanzara y les dejara completamente drogados.
- Por los pelos - susurró ella, apoyada en la puerta aún.
- ¿Estás bien? - preguntó Ride, cogiéndola la mano derecha y frotando su muñeca para que la sangre volviera a circular y desapareciera la marca morada -. Lo siento, pero no había otra forma.
Ella se empinó y le besó. Él hizo una mueca de dolor y la chica le volvió a besar más suave en la herida de los labios.
- ¿Y tú? ¿Cómo están tus heridas?
- ¿Esto? No es nada, ya lo sabes. Después de que Hunter nos curé, le mataré - dijo el chico.
Ride entrelazó su mano con la de Aria y miró a todos lados.
- Vamos.
- Espera. ¿A dónde? Esto estará infestado de hombres de mi hermano o de tu padre o de quien sean. Volveran a cogernos.
- No si aparecemos en el lugar que menos esperarían - sonrió él.
Tiró ligeramente de ella y la chica le siguió sin dudar. Ignorando el ascensor, para no caer en una nueva trampa, subieron unas cuantas escaleras hasta llegar a una de las plantas superiores. Aria se quedó mirando uno de los carteles que había mientras Ride miraba a todos lados a ver si alguien vigilaba la planta.
- ¿Planta 16? Ride, aquí está...
- Exacto. Donde menos buscarán será en la habitación de tu padre, porque pensarán que serías capaz de abandonarlo con tal de salvarte.
- No es mala idea, pero ¿y si...?
- Sí, cabe la posibilidad de que estén vigilando - la cortó -. Pero, ¿tienes otro plan mejor?
- Vamos - suspiró la chica.
Caminaron lentamente y en silencio hasta la habitación que Hunter les había dicho y entraron. El respirador sonaba suavemente, con cierta separación entre cada latido. Aria no pudo soltar la mano de Ride durante unos segundos pero después, se acercó a la cama.
- Papá... - musitó.

jueves, 15 de abril de 2010

sombra del corazón.

El ascensor respondió antes. Las luces titilaron un momento y se encendieron. Comenzó a subir despacio, con un sonido de traqueteo que indicaba que se acababa de poner en marcha y que iba un poco lento. Un par de pisos antes de que llegaran, Ride se puso delante de Aria, sin mirarla, dejándola a su espalda. Como si quisiera protegerla. Ella se dio cuenta de que el instinto para los problemas que tenía Ride había saltado, lo que significaba que algo estaba pasando. Cuando la puerta se abrió, el chico sacó una pistola del cinturón y apuntó a quien estaba detrás de la puerta blindada.
- Hunter... - musitó.
- ¿Tú? - susurró Aria, como espantada.
- Lo siento - dijo él.
Al menos diez hombres armados y vestidos de negro esperaban tras el médico. Les apuntaron todos a la vez. Ride, cegado de ira, se lanzó contra Hunter.
- ¿Por qué? ¿¡Por qué, maldita sea!? ¡Eres mi hermano! - chilló él, mientras se lanzaba contra Hunter.
Sin delicadeza alguna, más bien con ganas de matarlo, acorraló al médico contra la pared y lo encañonó en la cabeza, mientras le miraba con lágrimas acumuladas en los ojos.
- ¿Por qué nos has entregado? ¿Por qué a los dos? - le preguntó -. Hubiese bastado conmigo, no tenías que meter a Aria en esto.
- No. No las matéis. Ha cumplido - sonó la voz áspera de un hombre detrás de todos los vestidos de negro.
Ride, sin salir de su asombro, miró a su hermano bajar la mirada. Entonces se apartó de él.
- Las tiene, Ride. A las tres pequeñas. Eran ellas o vosotros - dijo -. No intento justificarme. Pero...
- Cállate - le espetó Ride, volviendo delante de Aria con la pistola aún en la mano.
- Suelta el arma, muchacho. O os mataremos a los dos aquí y ahora. Vamos.
Él aflojó la mano, pero Aria la sujetó para que sostuviera el arma con fuerza.
- ¿Qué haces?
- Dispara - musitó.
- No voy a ponerte en peligro. No pienso dejar que te maten - dijo. Su voz era seria, como si nada de lo que ella dijera, pudiese hacerle cambiar de opinión.
- Pero...
El sonido del arma al caer el suelo fue la respuesta del chico. No dejó de mirarla hasta que uno de ellos se acercó a Aria y la apartó de Ride tirándola del pelo. El chico fue recibido con un gran puñetazo por parte de Ride.
- ¡Ni se os ocurra ponerle una mano encima! - gritó.
Todos los hombres se le echaron encima. Entre dos lo sujetaron y otros dos, lo golpearon varias veces. Aria solo miraba. Ride pensaba que no le perdonaría por todo cuanto le había contado. Entonces, junto al siguiente golpe, dejó escapar un par de lágrimas de sus ojos, acumuladas allí por Aria. Junto a eso, dejó ir un grito de dolor.
-¡¡No!! - gritó entonces Aria, que había estado impasible -. ¡¡Soltadlo!! - chilló, llorando, mientras uno de ellos la sujetaba.
Ride levantó la vista para mirarla. Otro puñetazo le hizo apartar la vista de la cara empapada en lágrimas de la chica.
- ¡No! ¡¡No le hagáis daño!! - pidió ella.
- Aria... - musitó, tratando de dirigir sus ojos hacia ella y mirándola por debajo del pelo que ocultaba su cara. Lloraba por él. Odiaba verla llorar. Pero era por él -. Te sacaré de esta. Lo prometo - susurró.
Ella se calmó al ver aquella decisión y fuerza en los ojos del chico. ¿Seguía diciendo aquello incluso en una situación como esa?
- A veces entiendo por qué te quie...- empezó ella.
Unos labios ajenos taparon sus palabras. Ella se revolvió y, cuando logró apartar la cara, golpeó a quien la había besado con la cabeza, abriéndole una gran brecha en la frente y provocándose una a sí misma. Se mareó durante unos segundos y dejó caer la cabeza hacia delante, cerrando los ojos.
- ¡¡No vuelvas a tocarla!! - rugió Ride.
Por un instante, los hombres que le sujetaron, temieron que se soltara. Era como si hubiera estado ahorrando energía y ahora soltara toda su ira y su rabia transformadas en fuerza.
- No la toques - dijo el que parecía dirigirlos -. Su hermano la quiere entera.
- ¿Mi hermano...?
- Sí, será una bonita reunión familiar - apuntó el mismo hombre -. Tiene que usarla, así que, no la toquéis ni un pelo.
- ¿Usarme...?
El hombre se había dado la vuelta ya, pero contestó.
- Necesita pagar a mi jefe por este trabajito. Y tú eres ese pago - dijo.
- ¿Quién es tu jefe? - quiso saber Ride, que preguntó en un murmullo, mientras miraba al hombre a través de su flequillo.
Él hizo un amago de carcajada.
- Tu padre - contestó, para luego alejarse.
Ride levantó la cabeza y miró a Hunter. Él asintió levemente con la cabeza. Lo que quería decir que realmente su padre había secuestrado a sus hermanas, a sus propias hijas, para tener a los varones bajo control, ya que eran los únicos que protegían a las chicas.
- No le bastó con mi propia madre - susurró Ride - no le bastó con la madre de Aria, ni con su padre, ni con secuestrar a mis hermanas... ahora también quiere llevársela a ella de mi lado - musitó -. Voy a matarlo. ¡Juro que lo mataré! - chilló, haciendo fuerza de nuevo.
Pero no sirvió para nada. Los hombres les llevaron hasta una habitación aislada, llena de sábanas y toallas del hospital. Les encerraron allí, atados de pies y con una mano de cada uno en las esposas, pasando las esposas por una tubería enorme que cruzaba aquella habitación. Además, habían dejado una pequeña bomba encima de una de las estanterías. Era de humo y comenzaría a soltar cloroformo en apenas unos minutos. Y si se dormían, estaban perdidos.

domingo, 11 de abril de 2010

who i am.


La luz seguía sin volver. Pero eso era de lo que menos se acordaban.
- ¿Desde cuando lo sabes? - susurró ella.
- Desde el primer día.
- No... no es posible... - musitó la chica.
- ¿Creíste que podrías ocultarme quién eras? Conozco al milímetro cada palmo de tu piel, cada uno de tus gestos, cada mirada, cada pensamiento. No tardé demasiado en darme cuenta de que algo no funcionaba en Aria. Y era que me recordaba demasiado a aquella muchacha inconsciente que conocí en el pasado y no había olvidad todavía.
- ¿Así que te acordabas de la muchacha inconsciente a la que abandonaste? - le espetó.
Él suspiró.
- ¿No me has perdonado aún?
- ¿Por qué? ¿Por qué me dejaste de aquella manera, Ride?
Ride solo se quedó callado.
- ¡¿Ni siquiera ahora eres capaz de darme una explicación convincente?! ¿O acaso es que solo te cansaste de jugar conmigo?
- Sería eso. Era un adolescente estúpido, ya sabes.
- Eso no me convence. Eras un adolescente estúpido más inteligente que muchos de los subordinados de tu padre. Eras una gran promesa en su "empresa". Claro que yo no sabía que era un mafioso que se dedicaba a asesinar gente y que ese iba a ser tu futuro.
- Si dices eso es porque no me conoces demasiado - apuntó él.
- Ride, dime que te obligaron a dejarme, dime que te amenazaron y que lo hiciste para protegerme. Por favor...
- No. Lo hice porque yo quise. Porque era lo que tenía que hacer - susurró, dándole la espalda.
- ¿¡Por qué!?
- ¡Porque la mataron por mi culpa! - chilló entonces -. ¿¡Es esa suficiente excusa!?
La chica no se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que aquel grito la calmó un poco. Con la mano, se limpió las lágrimas y miró al chico.
- Naiyaria...
- No. Naiyaria murió cuando tu padre asesinó a mi madre y luego sumió a mi padre en una búsqueda obsesiva de su asesino - cortó ella -. No vuelvas a llamarme así.
- Fue mi culpa. Todo eso es culpa mía - susurró él.
- ¿Por qué dices eso?
- Mi padre ordenó asesinar a tu madre por mí culpa, Aria - dijo al fin -. Tu madre murió por mi egoísmo. Por mi culpa.
El chico se apoyó en la pared y se dejó caer al suelo. Ella solo podía mirarle.
- No me lo creo – dijo al fin - ¿Por qué…?
- Mi padre nunca juega limpio – susurró -. Creyó que podría mantenerme a raya hasta que pudiera empezar a cumplir con sus objetivos. Pero apareciste tú y pusiste mi mundo patas arriba. Una tarde discutí con él. No quería seguirle. Porque sabía que tú no me lo perdonarías. Porque sabía que no querrías a un tipo con las manos manchadas de sangre.
Aria se dejó caer de rodillas y siguió prestando atención. Pocas eran las veces que Ride abría su corazón de aquella forma.
- Me presionó para dejarte, sí. Y me negué. Fui tan estúpido que creí que, si yo te protegía, no podría tocarte. Pero no fue a ti a quien ordenó asesinar. Ese día, él mismo me disparó cuando aparecí en su oficina para matarlo. Mi primera herida de bala a los diecisiete años me la hizo mi padre – dijo, como si sonara a broma -. Le dije que desaparecería de su vida y que te llevaría conmigo allí donde él no pudiera alcanzarme. Sabía que yo conocía muchos de sus secretos y que podía venderle o delatarle. Por eso…

- ¿No querrás que tu preciosa muñeca se entere de quién mató a su mamá, cierto? – dijo, riendo a carcajadas -. Porque, ¿qué crees que pensaría? ¿Qué crees que haría si tuviera delante al culpable de la muerte de su madre? ¡Contesta!
- ¡No serás capaz!
- Tampoco lo era de matar a esa mujer y ahora, no volverá a ver a su pequeña hija – respondió, con los ojos reluciendo, triunfantes.
- Te odio. Eres la peor de las ratas que existen en este podrido mundo – le gritó.
- Sí. Pero te quedarás a mi lado y me servirás siempre. O te castigaré. Y ella se enterará de todo, imbécil. Así que, juega bien tus cartas, Ride. Y cuidado con las locuras que haces. Ya sabes a dónde te puede llevar tu estupidez.
El hombre salió de aquella sala dejando al pelinegro sangrando, lleno de rabia y bañado en lágrimas de dolor.

La voz de Ride se apagó suavemente para tomar aire y volvió a resonar.
- Por eso tomé la decisión de dejarte. Porque la próxima serías tú. Y no podía permitirlo. Por mi egoísmo tu madre estaba muerta y tu padre desquiciado. Ya te había jodido la vida suficiente como para encima ponerte en peligro. Al contrario de lo que pensaba mi padre, no eras solo una muñeca, no solo un juguete.
Levanto la cabeza para mirarla.
- Por eso te abandoné. Lo siento. Pero gracias a eso, estás viva hoy, has estado de nuevo a mi lado y ahora, puedes sacar todo lo que sientas dentro después de lo que te he contado.
Aria solamente le miraba. No sabía lo que sentía en ese momento realmente.
- Por favor, di algo. Por favor. Haz cualquier cosa, lo que sea. Pero no te quedes callada. Por favor – repitió él.
- No me había dado cuenta… nunca me di cuenta…
- Aria…
- ¿Por qué no tuviste lo que hacía falta para contármelo hace tantos años? – musitó.
- Porque mi egoísmo de nuevo me lo impidió. No quería que me odiaras. Ya era suficiente con lo que sentías cuando te dejé. No podría soportar que ese dolor fuera tan profundo que se convirtiera en un odio que no me permitiera recuperarte algún día.
La chica no daba crédito a todo cuanto escuchaba. Él solo esperaba una respuesta.