miércoles, 30 de marzo de 2011

Tú eres la estrella que solo en mi oscuridad puede brillar.

Había perdido la cuenta de las horas que llevaba con la misma copa en la mano. Los hielos eran agua y lo que hubiera en ella, un coctel pasado de tiempo. No dejaba de sonreir constantemente mientras escuchaba a quienes la rodeaban hablar de anécdotas y reírse a carcajadas. Nunca pensó que ser actriz la serviría para sonreír tan bien ante los demás que no se dieran cuenta de que realmente, odiaba estar allí.
Una reunión de antiguos alumnos de la universidad había sido una gran idea, en principio. La apetecía reunirse con aquellos compañeros que había dejado atrás tras graduarse y marcharse para estudiar arte dramático. Siempre pensó que les había echado de menos. Pero poco a poco según avanzaba la reunión se iba dando cuenta de que todo era insustancial. Ella no recordaba las anécdotas porque no las había vivido. No podía reirse porque no había sentido aquella felicidad que todos recordaban con nostalgia. Al contrario, más bien. Volvió a sentir aquella sensación naciendo dentro de ella. La sensación de que el mundo se quedaba grande para alguien tan pequeño como ella, como si a pesar de ser pequeña, no tuviera un maldito escondrijo en el enorme planeta.
Quiso despedirse cuando dejó la copa sobre la mesa. Pero nadie la miró. Al salir del local, todos decidieron donde continuar la fiesta. Ella echó a andar hacia la parada de taxis y sacó el móvil. Minutos más tarde, en el taxi que la esperaba, él llegaba a rescatarla de aquella soledad malsana que había vuelto a sentir. Desde que le había conocido, cada día era como ser una nueva criatura que tenía cosas por hacer, por vivir, por sentir. Él había dado sentido a sus enfados y sus alegrías, había llorado sus penas y reído sus momentos de felicidad.
Cuando subió al coche, le miró. Sus ojos profundos y claros estaban fijos en ella y su media sonrisa esperaba como siempre a que ella sonriese también.
- ¿Qué tal?
- Creo que me he hecho mayor - susurró. El taxi se había puesto en marcha.
- Estas preciosa, señora mayor - bromeó él, apartándole un mechón de pelo de la cara.
- No bromees - dijo ella, aunque también de broma -. Reconozco que había esperado otra cosa - suspiró -. Pero como de costumbre, no soy nadie entre los alguien.
- Pero eres alguien para mí - le dijo él, acercándose más a ella -. Alguien muy importante con un nombre precioso a la que adoro - añadió, besándola la frente.
Ella se dejó recostar en su hombro y él la abrazó.
- ¿Sabes? Ahora cuando dejamos el restaurante, todo el mundo quería seguir de fiesta.
- Es lo que se suele hacer, sí. En estas juergas, la gente se bebe hasta el agua de los floreros - comentó él.
- Pero lo que me sorprendió fue que no querían seguir porque se estuvieran divirtiendo, sino porque no querían volver a sus casas.
- Claro, para ellos esto es como volver a ser joven, a estar vivo - rió -. Es una liberación.
- Pues no lo entiendo.
- ¿Por qué? Que a ti no te guste demasiado eso de salir de fiesta lo entiendo, pero deberías comprenderles.
- No lo entiendo porque, mientras que ellos siguen por ahí de fiesta como quinceañeros borrachos para olvidar las penas de sus vidas y no volver a casa - se incorporó un poco para mirarle a los ojos -, yo solo quería volver a mi hogar. Quería volver desesperadamente a donde estabas tu - susurró.
El chico sonrió y la besó los labios suavemente, mientras la acariciaba el pelo.
- Pues no te preocupes - susurró, apoyando su frente en la de ella y hablando rozando sus labios -, porque yo siempre voy a ir a buscarte antes de que tu vuelvas a donde yo estoy, pequeña.
Ignorando el hecho de que estaban en un taxi, volvieron a besarse suavemente y aún enredados bajaron del coche frente a la puerta de su casa, el hogar que ambos habían construido durante aquellos años. El único lugar donde ella sentía que, realmente, era la reina del mundo.



http://www.youtube.com/watch?v=XPPGDRQRIYg

miércoles, 23 de marzo de 2011

En los días de verano, seré tu sombra.

Las estaciones cambian otra vez en esta deslumbrante ciudad.
Todo el mundo pasa ajeno a ti. ¿A quién le importa eso? No deberías preocuparte por ello. Mientras tu estés cerca esta bien.
No tiene sentido cubrirse solo con palabras bonitas. La gente las dice únicamente para quedar bien.
Si intentas cambiar un poco la balanza de tus sentimientos verás lo maravilloso que es este mundo.
Quiérete, no te exijas tanto. Como es tu corazón, así eres tú.
Date cuenta de que este amor puede brillar.
Aunque te odies a ti misma, yo te quiero.
Está bien si eres torpe, sientete como el viento, baila en el cielo como una flor.
Aunque te odies a ti misma, yo te abrazaré.
Es amor, es tu amor, quiérete.
http://www.youtube.com/watch?v=uD_D4KADodc
Si esto es estar loco, es como estar en el paraiso. Tira los dados, me vuelves loco. No seas tímida, bésame.
Los demás no son dignos de tu preocupación, la única cosa importante es tu yo interior.
No necesitas que te digan "esfuérzate", porque eso es lo que más daño te hace.
Aunque quise decirte tantas cosas, todo se quedó en un sueño.
Quiérete, vamos a repetirlo juntos, nuestras débiles voces se escucharán.
Este amor en el que creemos crecerá.
Aunque te odies a ti misma, yo te quiero.
Tanto en los días que estés deprimida como en las noches en que estés a punto de desvanecerte, escucharás la superación lejos, muy lejos, dentro de mi pecho.
Es un nuevo mundo brillando a través de ti, con tu corazón como es y como eres tú.
Confía en mí, yo cuidaré de ti. Aunque te odies a ti misma, yo te quiero.
Está bien si eres torpe, sientete como el viento, baila en el cielo como una flor.
Aunque te odies a ti misma, yo te abrazaré.
Es amor, es tu amor, quiérete.



Bueno, la semana se presentaba mal. Se ha vuelto peor. Hoy un trabajo del que me enteré ayer. Mañana examen y otro trabajo. No he estudiado. No he hecho el trabajo. ¿Quién dijo que los universitarios eran serios y personas centradas? No me conocían a mí. Porque soy una completa universitaria desastrosa con síndrome de algo, seguro.

Aún me palpita el corazón cada vez que pienso en Jeremy. O en Shin. O en el otro idiota adorable. ¿Por qué será el mejor dorama de la historia, dios? Quiero verlo. Lo terminé el domingo, pero quiero verlo otra vez. Y la banda sonora es tan impresionante como ellos.
He hecho recopilación de relatos. Cada vez me lo creo menos.






"Y bajo el ardiente y rojo sol..."

domingo, 20 de marzo de 2011

Si hubieras dado solo un paso más...

Escuchó el sonido del papel de plástico a su derecha. Sus ojos claros miraron a través de su flequillo negro a la persona que tenía al lado. Un chico de complexión pequeña, de pelo moreno corto con flequillo torcido y vestido con unos vaqueros negros y una americana también negra sobre una camisa blanca acababa de dejar un ramo de flores rojas sobre la lápida de al lado. La tumba de Maki. Sería aquel novio estúpido al que había dejado por intentar estar con él.
- Era una zorra - susurró.
- Lo se - contestó de pronto el chico -. Pero murió. Nadie debería de morir así.
- Los asesinos no deben vivir - dijo Sho, volviendo la vista a la lápida de la chica.
- ¿Entonces por qué tú estás vivo? - le preguntó.
Sho volvió a mirarle, incorporándose. El muchacho parecía un simple estudiante universitario elegante con aquel traje pero seguía pareciendo un niño.
- ¿Quién demonios...?
Él se giró a mirarle. Llevaba unas gafas negras de pasta algo grandes y su rostro era de piel clara. El chico metió las manos en los bolsillos y el hombre de los ojos claros frunció el cejo. Le resultaba tan familiar. ¿Dónde podía haber visto a aquel chico antes?
- Veo que realmente funciona, ni siquiera tú me reconoces - susurró él, quitándose las gafas -. ¿Mejor ahora?
Sus ojos. Claros, brillantes, resplandecientes. Vivos. Tragó saliva. Metió las manos también en los bolsillos y se echó ligeramente hacia atrás, como si intentara demostrar que estaba calmado y que controlaba sus sentimientos, cosa que no era verdad. Pero no se le daba mal fingir un poco.
- Estás viva - susurró.
- ¿Si no lo dices no te lo creerías?
- Sabía que mala hierba nunca muere. No podías irte sin darme una respuesta. Te hubiera matado yo.
- No actúes, por favor. Estabas preocupado por mí -. Él no contestó, aunque su mirada decía mucho más que eso -. Por lo menos dame ese capricho - susurró.
- ¿Por qué has vuelto? - preguntó él entonces -. Te abandoné.
Ella sonrió y él frunció ligeramente el ceño. No le gustaba que los demás vieran a través de él. Pero sabía de sobra que ella podía hacerlo.
- Si me hubieras abandonado, me habrías llevado contigo. Pero pensaste primero en lo que yo sentía antes que en lo que tú querías. Y por eso me dejaste allí.
- Tonterías. ¿Qué pasa si te equivocas? ¿Y si realmente no te quería?
La chica volvió a sonreir, aunque esta vez fue de forma algo torcida.
- Entonces te mataré - dijo solamente.
Él torció una sonrisa también y suspiró.
- ¿Y por qué te estás haciendo la muerta? ¿Para encontrarme?
- Siempre tan egocéntrico - dijo ella -. No solo por eso. Es porque me di cuenta de que solamente muerta lograría desatarme de todo cuanto me alejaba de ti - susurró.
Sho la miró fijamente. Realmente estaban tan cambiada que no la había podido reconocer a la primera. Pero en esencia, seguía siendo ella. Su ella.
- Estás loca.
- Tú fuiste el primer loco que me tendió la mano, ¿lo recuerdas?
- ¿Y qué?
- Que la cogí - contestó ella de inmediato.
El hombre pareció confundido un momento. Entonces recordó en instante en que ella le había cogido la mano para ponerse delante de él y protegerle de aquella bala.
- ¿Eso significaba que querías venir conmigo? - soltó él.
- Hasta el fin del mundo si hubiera hecho falta - dijo la chica, repitiendo las palabras que él la había dicho aquel día en las montañas.
Él puso los ojos en blanco un momento.
- ¿Cómo pude ser tan estúpido? - musitó -. ¿Y tú? ¿Por qué te desmayaste con tanta facilidad? ¡Haberlo dicho claramente, mujer!
- ¡Oye, que la que tiene y tendrá de por vida una cicatriz en el hombro soy yo! - le espetó ella.
- Es que no deberías de haberme salvado la vida - la cortó él. Realmente eso le enfurecia. El hecho de que ella le hubiera tenido que proteger a él de aquella forma.
- Entonces si que no me hubiera perdonado nunca el estar viva y tu muerto - contestó ella, igual de firme que él -. Pero, si no quieres que esté aquí, puedo irme. No es que tenga un lugar al que volver, pero...
Él soltó un bufido que la hizo callar y la miró, muy seriamente.
- ¿Puedes dejar de hacer eso? - la espetó.
- ¿Hacer que? - susurró la chica.
- Ser tan sumamente adorable - contestó el hombre de ojos claros.
Ella abrió la boca para decir algo pero solamente dejó escapar el aire de sus pulmones. Se frotó las manos, algo nerviosa. Rozó la alianza con los dedos, como había hecho él. Sho se dio cuenta de que lo llevaba puesto aún y sintió como si un estúpido peso se le quitase de encima.
- Lo siento - susurró al fin, mirándose las manos -. No se por qué siempre hago las cosas sin pensar, como decir que estoy muerta, ¿a quien se le ocurre...?
Sus manos se detuvieron cuando la mano izquierda del hombre las sujetaron con suavidad. ¿Cuándo se había acercado tanto a ella? Dio un ligero bote y le miró a los ojos. Parecía tranquilo, como siempre. Pero pudo ver un ligero rastro de angustia en su rostro.
- No vuelvas a morirte, ¿me oíste? - susurró.
- Sho...
Sin soltar sus manos, la rodeó con el otro brazo contra él con fuerza, escondiendo su cara en su hombro y apoyando la mejilla en el pelo de la chica. Ella no se movió un instante y después solamente cerró los ojos. Él cogió sus manos y la hizo rodearle la espalda, mientras que su mano quedaba libre para abrazarla todavía más fuerte.
- Sho... duele... - susurró ella de inmediato.
- Perdona - dijo de inmediato, aflojando un poco el abrazo pero sin dejarla apartarse -. ¿Estás bien?
- Está cosido y vendado. Nada que no vaya a superar.
- Siento que te vaya a quedar una cicatriz ahí - susurró en su oído -. Pero yo cuidaré de esa herida hasta que desaparezca. No te preocupes.
El hombre de ojos claros la acarició el pelo con una mano varias veces. No se acostumbraría fácilmente a que estuviera tan corto, pero ahora eso era lo que menos importaba. Estaba viva. Pero había estado muerta realmente. Sus labios se movieron solos a su frente al mirar de nuevo a sus ojos, no pudo evitar besarla. Si alguien les veía, era capaz de matarlo. Pero necesitaba besarla. Volvió a sentir ese calor inundando su pecho con cada beso, con cada roce de los labios suaves y calientes de la chica. Nunca entendería por qué amaba tanto a aquella mujer. Pero no podía volver a perderla. Acarició su cara y siguió besándola como un loco, mordiendo incluso ligeramente los labios para sentirla todavía más cerca. Jugó con su lengua, provocándola. Ella solo se dejaba llevar, como siempre, como a él le gustaba. Entonces él notó algo húmedo en las mejillas. Casi asustado, volvió a abrazarla con cuidado por la herida. Ella, mientras se lamía los labios enrojecidos de los besos, quiso moverse para mirarle a los ojos. Pero él la sujetó y no la dejó.
- No te muevas, por favor. No me dejes soltarte - susurró.
No podía permitir que le viera llorar. Pero no había podido resistirlo. Por fin volvía a abrazarla, a sostenerla entre sus brazos de aquella forma, contra su pecho, sintiendo su corazón latir contra él, porque ella siempre se aceleraba cuando estaba tan cerca suyo.
- ¿Qué vas a hacer ahora? - la preguntó.
- No lo se. Quería desatarme de cuanto me alejaba de ti. Ya lo he hecho. Pero no se si puedo... - susurró.
- Átate a mí, por favor - la pidió -. No quiero volver a echarte de menos. No quiero perder mi estrella y quedarme otra vez ciego en la oscuridad - susurró, colocándola un poco el flequillo de lado. Realmente parecía un chico.
- ¿Cómo puedo entrar en tu vida así de repente? ¿Y ellos...?
- Si les conozco, que les conozco - el hombre se separó ligeramente de ella -, te estarán preparando una habitación en nuestra casa - sonrió de lado.
- ¿Seguro?
Él se apartó unos pasos y luego volvió a tenderla la mano.
- ¿Qué haras? ¿Vienes conmigo? ¿Lo abandonarás todo? No habrá marcha atrás, ya lo sabes.
- Ya lo he abandonado todo por ti, Sho - dijo, cogiéndole la mano con la derecha -. No me queda nada más que tú. Y te quiero.
En lugar de tirar de ella hacia él, se acercó para no lastimarla el hombro y la besó la frente. Ella cerró los ojos un momento y sonrió. Entonces caminaron uno junto al otro, con paso elegante, tranquilo, seguro, con las manos en los bolsillos, como dos hombres completamente misteriosos y rodeados de oscuridad que solamente ellos lo sabían absolutamente todo del otro. Y sabían que tenían corazón.

sábado, 19 de marzo de 2011

You are my taboo.

"La policía inició una operación en busca de la banda de los cinco asesinos a sueldo cuyas caras y nombres son desconocidos por completo. Se sigue su rastro gracias a su firma, nada más. Ni huellas, ni fotos, ni retratos robot ni nada sobre ellos. Después de la redada en el territorio de uno de los conocidos asesinos, dos policías fueron asesinadas a sangre fría por él y se cree uno de sus compañeros de organización. Las dos polícias, dos mujeres de entre 20 y 25 años no pudieron dfenderse de ninguna manera. Una murió al instante. Otra fue llevada al hospital de urgencia. La inspectora de la policia nacional murió apenas llegó al hospital. Aún no se ha..."

http://www.youtube.com/watch?v=uWQviMyOaSM

Arrugó el periódico entre las manos y lo lanzó al suelo. Se mordió el puño para no gritar y cerró los ojos con fuerza, mientras su respiración se agitaba. Los cuatro chicos le miraban, sin decir nada. Sin saber qué decir, más bien.
- Si la hubieras traido, yo la habría salvado - susurró uno de ellos, apoyado en la mesa redonda del gran salón de aspecto antiguo, mientras le daba un trago al whisky con hielo de su vaso.
- Cállate, Masaki - susurró Kazu -. No es el momento.
- Sho - lo llamó el hombre que estaba sentado en el sofá, frente a la chimenea -, ¿crees que tomaste la decisión errónea?
- Yo nunca me equivoco - musitó él, volviendo a morderse el puño.
- Entonces deja de compadecerte - siguió el mismo hombre -. ¿Acaso no recuerdas lo que has aprendido?
- No es momento para esto, Líder - intervino de nuevo Kazu.
- Sho - insistió el hombre -, de lo que te cuenten, no te creas nada. Y de lo que veas... - se detuvo.
El hombre abrió los ojos y los fijó en la pared que tenía frente a él.
- De lo que veas solo la mitad - musitó.
- Basta, Líder - dijo entonces el otro hombre que estaba subido en el alfeizar de la ventana -. No le des falsas esperanzas.
- Los asesinos no tenemos esperanza, Jun - le dijo el Líder -. Así que no es eso lo que trato de decir -. Se levantó y miró al hombre de ojos claros, sentado en un sofá algo más alejado de él, al lado de las estanterías de libros donde le gustaba leer para relajarse -. Solo digo que puede ser una trampa.
Todo había dado un giro de repente. Sho comprendió que su Líder se refería a que la polícia podría haber manipulado a los medios de comunicación para hacerle creer que ella estaba muerta. Es decir, que se habían enterado de lo que pasaba entre ellos. El hombre, echo un lío, se dejó resbalar en la butaca y apretó los dientes, molesto. Ellos siempre controlaban la situación. Pocas veces algo se les escapaba de las manos. Pero aquel tema era tan escabroso como peligroso.
- ¿Qué propones? - preguntó Kazu.
- No deberías de comprobarlo. Deberías simplemente olvidarlo - contestó rápidamente Masaki.
- No es tan sencillo - le espetó Sho, levantándose -. He amado a esa mujer, Masaki. La he amado con toda mi alma.
- Un asesino no ama - comentó Jun, mirándole de lado mientras sacaba de su boca el chupachups que se estaba comiendo.
- Y un asesino no debería ser amado - dijo Sho -. Y en cambio, yo lo fui. Y lo fui incluso cuando ella sabía lo que era, maldita sea. No puedo abandonarla así. No de esta manera. No a ella.
De repente sintió desesperación en su voz pero se contuvo un instante.
- Líder, por favor - siguió el hombre de ojos claros -. Déjame comprobarlo. Déjame hacerlo. Lo necesito.
El Líder le dio una calada más a su cigarrillo y expulsó el humo de sus pulmones con sumo cuidado y elegancia.
- No te dejes llevar por los sentimientos. Ten cuidado - dijo solamente.
Sho asintió con la cabeza, decidido. Cogió la chaqueta de su traje negro del respaldo del sofá y se la puso mientras bajaba las escaleras centrales hacia la puerta de salida de la mansión.
- ¿Lo hará? - preguntó Masaki.
- No - contestó Jun -. Es Sho. Se dejará llevar.
- Además, realmente quiere a esa mocosina que me cae tan bien - comentó Kazu -. ¿Qué piensas, Líder?
El hombre se levantó y tiró la colilla al fuego. Lo miró un momento y las llamas relucieron en sus ojos oscuros. Entonces se giró a mirarles.
- Pienso que tenemos que ordenar la habitación de invitados - dijo.
El mando del coche lo abrió automáticamente y el hombre de ojos claros montó con elegancia en el Volvo negro que tanto adoraba. Arrancó y salió de allí. Apoyó un brazo en la ventanilla y manejó el coche con la otra, mientras apoyaba la cabeza en la mano de la ventanilla. Solo podía pensar en que estaba viva. No podía ser de otra manera. Consumido por la desesperación y el miedo por primera vez en su vida, aceleró cuanto pudo apenas entró en la carretera nacional.
Lanzó la rosa roja sobre la fría lápida de mármol, la que letras doradas decoraba con el nombre de aquella mujer. El cielo estaba totalmente encapotado y el sol se ocultaba tras las enormes nubes. El hombre metió las manos en los bolsillos del pantalón negro de su traje y respiró hondo.
- ¿Y bien? ¿Qué más vas a arrebatarme, eh? - susurró -. Mis padres, mis hermanos, mis amigos y ahora ella. Ya no me queda nada más que mi miserable y jodida vida para que te la quedes, maldito cabrón - dijo, hablando quizá con un dios o con su propia existencia
El hombre de ojos claros rozó con sus dedos el anillo de su dedo anular. Lo sacó un poco y lo hizo girar lentamente. Si al menos pudiera recuperar el suyo. Apretó los dientes, rabioso. Quiso gritar pero solamente volvió a morderse el puño. Esta vez un fino hilo de sangre resbaló de uno de sus nudillos por sus dedos, pero lo ignoró por completo. Entonces apoyó las dos manos sobre la tumba dando un fuerte golpe y miró la lápida con odio.
- Estúpida niña. Siempre tan arrogante pero tan infantil, tan problemática pero tan reconfortante. Llegó un momento, aunque no te dieras cuenta, en que no podía vivir sin ti. Maldita sea, ¿Por qué te metiste en mi vida y me enseñaste el dolor de amar? ¿Por qué ahora me dejas solo?
¿por qué tuviste que irte? ¿Por qué te quiero? - gritó -. Y todo porque tu eras parte de esto que soy. ¿De verdad yo... tomé la decisión equivocada?



To be continued?

miércoles, 16 de marzo de 2011

Itsumo Soba Ni Iru Yo.

Sakurai Sho. El hombre más buscado del país. La idea de imaginar que estaba tras la puerta que el escuadrón de la policía iba a tirar un instante después, la hizo dudar un segundo. Le había querido como nunca antes a otro hombre. Pero él solamente la había utilizado como hacía con cada una de aquellas mujeres a las que después de seducir, cerraba la puerta en las narices. Respiró hondo y dio la señal para entrar en la mansión. Había olvidado cuantas veces había entrado allí. Había caminado por esos pasillos majestuosos, llenos de lámparas antiguas pero elegantes, con cortinas de terciopelo rojo oscuro en los ventanales y alfombras de algodón del más fino que existía.
Los hombres del escuadrón recorrieron la mansión entera, mientras ella dejó que sus pies la llevasen hasta aquella habitación. Se detuvo frente a la puerta, con el arma aún en la mano derecha pero abajo. Alargó la mano libre alcanzó el manillar de la puerta. Abrió muy lentamente y entró empuñando la pistola, mirando cuidadosamente a todos lados. Las cortinas estaban echadas, no veía bien. Pero aquel ambiente la recordaba a aquellas noches de pasión que se había dejado llevar por ese hombre entre las sábanas de aquella enorme cama. Se maldijo a sí misma en silencio por haber sido tan descuidada y haberse al final enamorado de él. Y trató de prometerse que, si lo veía, dispararía.
Dio pasos firmes pero muy lentos hacia el centro de la habitación. Y de pronto la puerta se cerró muy suavemente. Se giró en redondo con la pistola en alto y una mano ligeramente grande la sujetó la muñeca para hacerla soltar el arma, mientras que otra la amarraba de la parte posterior del cuello y la empujaba contra la pared, al lado de la puerta de madera. Ella dejó escapar un quejido al chocar fuertemente contra la pared y luego le miró. Estaba a escasos centímetros de ella y no sabía dónde exactamente había caído la pistola. Sintió esos ojos claros mirar a los suyos y se mostró desafiante frente a él.
- Sabía que vendrías – susurró él.
Su voz era suave, delicada, seductora. Imaginaba sus labios pronunciando esas palabras y el deseo que había sentido por ellos volvió a revolver su corazón.
- Estás arrestado – dijo ella, tratando de apartarse de él. Pero el hombre la sujetaba por el cuello y su cuerpo la acorralaba contra la pared de forma que no podía apenas moverse sin tocarle la cintura, la cadera o el pecho.
- Soy yo quien quiere atarte a la cama, bebé – sonrió él, de forma retorcidamente sexy.
- Cállate, maldito cabrón – soltó ella, enfrentándole -. Te atraparán. No podrás salir de aquí.
- Que conozcas esta casa no significa que conozcas cada recoveco de ella, Izumi.
- Conocerte a ti no significa tampoco conocer tu yo de verdad, ¿no es así? – susurró la mujer.
- Créeme, eres la única que lo ha visto – la replicó -. Porque el tuyo es el único nombre he gritado mientras te hacía el amor.
- Ya basta – le cortó, intentando no pensar en el pasado y recordar que él era el malo -. Voy a detenerte, Sho. Pase lo que pase, te detendré.
- Lo intentarás. Pero no vas a apretar ese gatillo contra mí, morena. Lo se, te conozco. Y se que sigues sintiendo por mi – susurró, acercándose más a ella hasta rozar su frente con la suya -, lo mismo que yo por ti.
Sus labios se quedaron a un empujón de los de ella. La chica no cerró los ojos. Porque la gustaba ver su rostro cuando la besaba. Y él lo sabía.
- ¿Esperabas un beso? – musitó.
- Te odio, te odio más que a cualquier cosa, Sho – contestó ella.
- Adoro tu personalidad, morena – sonrió de nuevo el hombre de ojos claros -. Y me alegro de que todavía confíes en mi.
- No sabes lo que dices. Nunca jamás confiaré en ti, ni en nadie. No eres más que un…
Él la acalló poniéndole el dedo índice de la mano libre sobre los labios. Sus ojos seguían siendo desafiantes pero los de él solamente brillaban. Como siempre.
- No te engañes a ti misma, cielo. Confías en mí. Sino, la inspectora jefe de la policía nacional nunca hubiera entrado en la mansión de un asesino a sueldo sin un chaleco antibalas y siempre protegida por esos gorilas del escuadrón especial de asalto – susurró él.
- Eres un canalla – susurró ella -. ¿Te divertiste utilizándome por ser policía?
- Yo no soy del tipo que te trató como a una cualquiera – recordó el hombre de ojos claros.
- Yo no soy la puta de nadie – rugió ella.
- Claro que no eres de nadie – dijo él de inmediato -. Porque eres mía.
- He dicho que no soy tu puta, Sakurai – siseó de nuevo entre dientes.
- No he dicho que lo seas – dijo el hombro, con voz ligeramente infantil e inocente a la vez que cargada de deseo -. Tú eres la mujer de mi vida – susurró en su oído, besándola suavemente la parte superior de la oreja como hacía siempre que se ponía meloso.
- Eso es mentira – dijo ella, tratando de resistirse a él.
- Tus ojos saben que no miento – siguió él -. Y tu boca desea que deje de hablar, ¿verdad? Tu olfato busca mi olor y tus manos mi cuerpo. Tu oído solo quiere escucharme susurrarte en él y tu corazón solo desea seguir siendo como el mío mismo. ¿Me equivoco, pequeña?
- ¡Cállate! – gritó.
Trató de revolverse, negándose todo aquello en vano. Era tal como decía, sí. Le amaba más de lo que podía haber pensado, y el muro que había intentado construir a su alrededor era completamente inútil contra él. Quiso llorar. No podía evitar quererle como lo hacía. En medio de su berrinche contra sus propios sentimientos, le abrazó. Se amarró a su cuello con los brazos tan fuerte como pudo y se pegó a su cuerpo, sintiendo su calor. Seguramente le estaba haciendo daño por ese abrazo tan fuerte, pero él no la apartó. Después de que ella hubiera dado aquel paso con semejante determinación no podía decirla que no.
- Te…
La puerta se abrió de golpe, clavándose en la pared incluso. Una pistola les apuntó a la cabeza.
- ¡Suéltala!
- Espera, Maki – increpó ella, deteniendo a su compañera -. No lo hagas – la pidió.
- ¿¡Has perdido el juicio, estúpida!? ¡Es un asesino! – gritó, apuntándole aún, aunque era complicado puesto que ella estaba pegada por competo a él -. ¡Apártate y lo arrestaré!
- ¿Y el escuadrón? – interrogó la chica.
- Revisando el patio y el otro edificio – contestó, mirando al hombre fijamente.
Se hizo un silencio incómodo en el que ella trató de poner en orden sus prioridades. Pero entre ellas, él siempre salía elegido el primero. Se rascó la cabeza con fuerza y no se movió de donde estaba, a centímetros escasos del asesino.
- Sho, nos vamos – dijo entonces una voz, apareciendo por detrás de la estantería de la pared -. Oh, mal momento – dijo al ver la escena.
- Sí, nos vamos, Kazu – el hombre la miró -. ¿Qué harás?
- Vete – musitó.
- Entonces no volveremos a vernos – dijo él, ladeando la cabeza -. ¿Estás de acuerdo con eso?
- Vete ya, por favor. No lo hagas más difícil – le pidió, abrazándose a si misma. De repente había admitido todo lo que sentía en su interior por él y realmente, era una sensación agradable, como si se hubiera quitado el mayor peso del mundo de encima.
- ¡No voy a permitir que se vaya! ¡Dispararé!
Ella iba a decir algo, a tratar de convencerla, pero se calló. ¿Cómo convencer a una policía de que dejase escapar a un asesino a sueldo al que parecía odiar?
- ¿Molesta? – dijo entonces el hombre -. Por no haber sido mía.
- ¡Cállate! Solo tenías que elegirme, Sho – susurró ella -. Pero te equivocaste. Y ahora, voy a meterte en la cárcel para que te pudras el resto de tu vida.
La morena miró al hombre con cara de incredulidad, aunque la sorpresa llegó más por parte de su compañera. ¿Decía aquellas cosas en serio?
- No me atraparás. No mientras tenga que protegerla a ella de ti – aseguró él.
- ¿A mi? – soltó la mujer -. Somos compañeras, ella no…
- ¿Quién demonios crees que estuvo a punto de matarte en el coche cuando ibas a la cabaña donde nos íbamos a ver aquella semana de octubre, morena? – la cortó él. Su voz sonaba ligeramente enfadada al recordar aquello.
- Fue un accidente, Sho… - susurró ella.
- Por favor, no seas ingenua – dijo la otra chica -. Es cierto que lo hice. Y fue por ti, por ti – le espetó a él.
- Kazu – llamó a su compañero.
- Todo listo, Sho – dijo él, que estaba apoyado en la pared al lado de la estantería que dejaba ver el pasadizo, de brazos cruzados.
- ¿Nos vamos? – le preguntó a la morena, tendiéndole la mano.
Ella volvió a dudar. Una cosa era dejarle ir a pesar de amarle y otra dejarlo todo, absolutamente todo por estar con él. Sus ojos miraron un instante a Maki. El tiempo suficiente para verla apretar aquel gatillo. La chica cogió la mano de él y se puso delante de su pecho, recibiendo aquel balazo en el hombro derecho, el que cubría el corazón del hombre de ojos claros, algo más alto que ella. La sangre manchó la camisa blanca de él, que gritó su nombre, aterrado, cuando ella cayó entre sus brazos.
Un segundo disparo con tan solo un instante de diferencia. Maki cayó al suelo desplomada, sin respirar. El hombre no se preocupó lo más mínimo del arma que la había disparado. Kazu le había hecho un favor, aunque le hubiera gustado disparar con su propia mano. Sujetó a la mujer entre sus brazos y la sujetó la cara para que le mirase.
- ¡Oye, oye, abre los ojos, vamos! – la gritaba -. ¡No me jodas, ¿quieres?!
- Sho, tenemos que irnos. Vuelve el escuadrón – se apresuró Kazu.
- ¡No puedo dejarla aquí! Si ven esto, se darán cuenta de que ella pretendía dejarme escapar y entonces pagará por mí. No puedo permitir eso – dijo, mientras presionaba la herida y la sentía respirar débilmente.
- ¿Nos la llevamos? Sho, sabemos que hacer eso, es condenarla – susurró el chico, acercándose y agachándose a su lado, poniéndole una mano en el hombro - ¿Vas a hacerlo? Si nos la llevamos, no tendrá marcha atrás. No podrá volver. Nunca más. Ella sabía que eso pasaría si se iba contigo. Y ella dudaba.
-¿¡Y qué más puedo hacer!?
- Entregarte no es una opción – le cortó Kazu -. Lo siento, pero no. Nosotros no te dejaremos hacerlo.
- ¡Pero Kazu…!
- Decide ya, Sho. No tenemos tiempo.
El hombre la miró, inconsciente entre sus brazos. La herida seguía taponada pero también sangraba cada vez más. Si la dejaba,
tal vez le acusaran a él de intentar matarla y no pasara nada más pero, ¿y si no era así? Ella estaba perdida si la acusaban y la condenaban por dejar marchar a un asesino y quizá, por la muerte de Maki. Pero si se la llevaba, no habría marcha atrás. Tendría que vivir como él, huyendo cada poco de los lugares en los estaba, durmiendo con un arma debajo de la almohada y expuesta al riesgo de que él no pudiera protegerla de su trabajo. No sabía qué prefería, sin condenarla él o dejar que otros la juzgasen por lo que había hecho.
- Sho, lo único que no puedes hacer – susurró él, acariciando el pelo de la chica -, es dejarla morir.
El hombre de ojos claros levantó la vista hacia Kazu un instante y luego volvió sobre ella. Poco a poco la llama de su vida, de su propia existencia, se apagaba. No podía dejar morir a su sonrisa. No podía dejar al mundo y a su propio corazón sin sus ojos. No podía perderla.
Respiró hondo y luego suspiró. Sus ojos mostraron aquella decisión que tenían siempre que se enfrentaba a sus enemigos y tenía que actuar. Porque no podía dejar que juzgasen el hecho de que ella se había enamorado de él. Porque sabía lo que tenía que hacer. Porque estaba decidido a hacerlo. Y tal vez, preparado para perderla. O no.

lunes, 14 de marzo de 2011

Ti.

Japón sigue patas arriba y peor que se va a poner. Y yo acabo de terminar un examen, estoy hasta la mismisima castaña y me voy a poner con mi última obsesión mientras escucho la lista de canciones que Izumi-chan me ha endosado amablemente. Y luego voy a sacar tiempo de donde sea para ver Tatta Hitotsu no Koi, porque tengo que acabarlo para ver Ryuusei no Kizuna.


"We Can Make It True, Your Real Dream Is By Your Side."

sábado, 12 de marzo de 2011

Nihon.

Horas de interminable pánico. Preocupación a flor de piel. La naturaleza es hermosa a la vez que caprichosa. Podía meterse los terremotos y los tsunamis por donde yo dijera. Ellos estaban acostumbrados a temblores. Eran como el pan de cada día, sí. Pero esta vez, verlos correr por las calles mientras éstas se levantan en enormes grietas y tiemblan...
La magnitud fue más grande que la del terremoto de Kobe durante los años veinte. Ese desastre dejó unos 140.000 muertos. Pero a partir de ese momento, la construcción de todo tipo de edificios mejoró, buscando una forma de evitar aquello de nuevo. Ahora, tantos años después, han logrado rebajar el número de personas muertas en un desastre natural, gracias a dios. Y aún así, 1.500 es una cifra escalofriantemente alta. El mar se lo llevó todo en Sendai. El puerto, el aeropuerto, la ciudad quedó anegada por el agua del tsunami que se desató tras el temblor. Puede recuperarse, es cuestión de tiempo.
Los japoneses saben trabajar en equipo, saben aguantar hasta el final y saben pelear por cosas así. Aunque no volverá a ser lo mismo. Solo queda esperar. Me gustaría como a la que más poder ayudar, desde aquí o incluso yendo allí ya mismo. Pero eso ahora es imposible.








Sayonara, Sendai. Sayonara, minna.

jueves, 10 de marzo de 2011

Más allá de mí.

Abrió la puerta varios minutos después de que ella llamase. Pareció detenerse ante la puerta y juguetear con el pestillo. Pero en realidad era que no podía abrirlo a causa de la borrachera que tenía encima. Cuando ella le vio empezó a negar con la cabeza, desaprobando esa actitud. Él sonrió embobado y la obligó a pasar. Al cerrar la puerta, se dejó caer sobre ella, empujándola al suelo. La chica intentó quitárselo de encima pero fue imposible.
- ¿Qué deonios has mezclado, eh? ¿Y cuánto tiempo llevas bebiendo?
- Creo... creo que era... no se... la caja está por ahí... - jadeó, riéndose todavía.
- O sea, que si que has mezclado el alcohol con medicina - soltó ella -. ¿Pero tú eres estúpido o qué?
Ella se quitó de encima el cuerpo del chico y se levantó. Él la miró. La había echado tanto de menos. Odiaba haberla mentido inventándose que había mezclado cosas cuando era consciente de todo aunque estaba un poquito borracho. Pero al menos había descubierto que se preocupaba todavía por él, que no le había olvidado del todo. Eso le hizo querer vivir otra vez. Se levantó y la abrazó por la cintura, apoyando la cabeza en su hombro.
- Perdona - susurró.
- ¿Lo hiciste solo para que viniese?
- Te quiero - murmuró.
- Estás delirando. Hablas porque estás borracho.
- Hablo porque es verdad. Porque te quiero - musitó, cerrando los ojos. Era ovbio que no le creyese, a pesar de todo.
- Yo también te quiero - susurró ella -. Pero mañana te habrás olvidad de que te lo he dicho. Y es mejor así.
- Nunca podría olvidar tu voz diciendo eso, ¿sabes? Ni por muy borracho que estuviera.
- Ya basta. Tuve suficiente.
La chica se apartó de él bruscamente y se volvió a poner los zapatos. Él la escuchó sollozar un instante y se sintió como el peor de los capullos del mundo. Se apoyó en la pared y solo esperó a verla marchar. Dejarla ir de esa manera era lo único bueno que podía hacer por ella y por su felicidad. Y acababa de entenderlo en ese instante. Golpeó la pared
con la nuca y cerró los ojos hasta dormirse por efecto del alcohol.
Despertó al oler el café recién hecho. Apartó la sábana que le cubría y cerró los ojos ante la claridad que había en el salón. Miró el sofá y luego la cocina. No entendía el por qué. Pero había vuelto. Y algo le decía, que esta vez no pensaba dejarla irse de nuevo.





Ahora cada vez que veo un anuncio de Wii, y de Mario Bros, me meo de risa. Qué bobada, ¿no? Debo de estar empezando a perder la cabeza. Porque quiero revivir Maou otra vez. Y es culpa de Truth. Y de Satoshi. Y a pesar de saber que voy a volver a llorar como la primera vez, porque con ese final, es imposible no hacerlo. Pero por otro lado, quiero echarme unas risas otra vez con Yukan Club. Me apetece tanto... pero cada vez tengo menos tiempo, yo no se como lo hago, oye...
Lo que sí que voy a revivir es mi bicicleta. Sí, esa que me regalaron hace mil años el día de mi comunión. Corcho, es algo pequeña, pero sigue siendo útil. Y así la autoescuela me queda algo más cerquita y mientras, hago algo de pierna y no solo andar. Ahora solo falta que me gradúe las gafas de sol, porque cómo me molesta en los ojos. Podría y debería ponérmelas igual pero es que no veo un copón con ellas y como que no me apetece darme contra las farolas.
Hoy he ido a clase un par de horas. Vale, si, pensaba quedarme pero si vamos a ver a mi pequeño primito Jandrín perfiero ir antes que cocerme a aburrimiento en esa clase con esa zorra. Asi que antes de matarla o matarme yo, me voy.




"Y nadie sabe que una historia ha comenzado..."

lunes, 7 de marzo de 2011

永遠に

Caminaba sintiendo la arena hundirse bajo sus botas negras. Llevaba la gabardina marrón desabrochada y las manos metidas en los bolsillos del pantalón negro. El fuerte viento marino revolvía su pelo negro y también sacudía su camisa blanca abrochada con botones negros. El sol se reflejaba en sus gafas oscuras mientras caminaba despacio. Como si cada paso supusiera un adiós a lo que dejaba atrás. La playa se inundó de sentimientos silenciosos que él esparcía sin darse cuenta. Era triste decir adiós. Y complicado decir hola de nuevo.
Llegó al final del la playa y subió la pequeña colina hasta el acantilado. Al borde de las rocas había una figura esbelta de pelo largo, que llevaba un
vestido blanco por las rodillas y además, estaba descalza. Él se acercó a ella y se colocó a su lado, quitándose las gafas y metiéndolas en la gabardina.
- ¿Vas a tirarte?
- Quien sabe - susurró ella, sin mirarle.
- Se está bien aquí - dijo él -. Pero hace frío.
Se quitó la gabardina y la colocó sobre los hombros de la joven. Ella le miró entonces a través de su flequillo. Él no se apartó de la chica, sino que se quedó mirándola muy de cerca.
- No deberías hacerlo. Por muy mal que esté la realidad, nuestra voluntad tiene el poder de cambiarlo - susurró -. Al menos eso me hicieron creer a mi - añadió.
- Pues te engañaron. Lo siento - musitó ella.

- No te tires - dijo él entonces. En sus ojos veía algo diferente, algo que no le gustaría que se perdiera en este mundo -. No es asunto mío, perdona. Pero... acabo de decir adiós. No quiero despedirme otra vez.
- ¿Tú también? - susurró la chica.
Él la acarició la cara con suavidad. Tenía el pelo algo enredado y revuelto por culpa del fuerte viento, pero lo rozó y lo sintió suave.
- ¿Estás realmente convencida de hacerlo?
- Realmente podría estar toda la vida aquí, de pie, esperando a que él apareciese con su porsche negro y me dijera que no lo hiciese - murmuró, mirándole a los ojos -. Pero él no vendría a por mi.
- ¿Murió?
- Está camino de otro país en brazos de esa preciosa mujer - contestó, volviendo la vista hacia el mar -. Y esto es lo único que me ha dejado. La nada.
- ¿Por qué hemos acabado aquí? - preguntó él -. Esa mujer que esta sentada en el avión al lado de él, alguna vez fue importante para mi - confesó -. Pero, ¿por qué nosotros hemos acabado aquí?
- Es el mar - dijo ella -. Él escuchó mi llamada y te trajo hasta aquí - añadió, con un tono misterioso. Pero él se lo creía. Después de todo lo que había vivido, se lo creía.
Entonces la tendió la mano. Ella la miró y después a él. La gustaba su sonrisa, porque era sincera y no ocultaba su dolor. Estiró la mano y se amarró a la de él, fuertemente. Como si le estuviera rogando para que no se fuera él también. Y el chico la abrazó. Acarició su pelo y lo besó, mientras ella apoyaba la cabeza en su hombro.
- No te vayas - susurró él.
- No puedes detenerme - murmuró la chica.
- ¿Ni siquier asi te digo que pienso pasarme el resto de mi vida contigo?
- Eso no puede ser así. Tú y yo...
- Por favor.
- No puedes prometer algo así.
- Puedo - aseguró.
Se inclinó sobre ella y la besó, despacio, delicadamente, intensamente, suavemente... eternamente.



http://www.videolog.tv/video.php?id=590424



Cada vez sueño más intensamente con plumas de color negro, espadas y un Ryo sumamente atractivo. Esta vez, me ha dado muy fuerte y solo espero tener una oportunidad, una en la vida, aunque fuera truncada. Pero una oportunidad de intentarlo.

Por alguna razón, tengo ganas de vivir un poco más. Esa sensación, no está nada mal.





"Los fuegos artificiales explotan, con ese aroma..."

viernes, 4 de marzo de 2011

Nuestras Escenas Inéditas.

Menos de un mes de recuperación. No estaba mal para ser quien era. Aunque a veces era tan cansina que el chico pensaba que estaba mejor inconsciente. Pero había echado de menos su voz.
- ¿Por qué demonios le pones trocitos de chocolate al flan, eh? - insistió él.
- ¿Y tú por qué sigues con la dichosa manía de repetir "demonios" tan a la ligera? - le interrogó.
Él puso los ojos en blanco y lo dejó por imposible. Aunque después tendría que admitir que el flan con los trocitos de chocolate, estaba bueno.
La chica salió a la luz de la luna en cuanto esta se puso en el cielo. Hacía mucho tiempo que no la veía. Pero ahora todo era diferente. Todo había acabado. Y de qué manera. El chico no volvería a ser el mismo. Ella no era la misma. Se abrazó a sí misma, sintiendo un ligero escalofrío. Entonces los brazos del pelinegro la rodearon por la espalda, dándola calor.
- No te calentarán igual que las plumas negras aquella noche, pero bueno - comentó él.
Ella solo suspiró. Cerró los ojos con fuerza y maldijo por lo bajo.
- ¿Por qué? - musitó -. ¿Por qué lo hiciste?
- ¿Por qué...? - susurró él -. Por ti, ¿por qué sino?
- No lo entiendo - dijo entonces -. ¿Tú... tú tanto... me quieres? - murmuró, sin atreverse a mirarle.
Los brazos del chico la rodearon con más firmeza y la acercaron más a su cuerpo.
- Creéme, no hubiera entregado l
o más importante que tenía por salvarte si no te quisiera de verdad - la susurró al oído.
- Lo hiciste porque eres un membrillo que no conoce sus propias prioridades - susurró ella -. No debiste haberlo hecho.
- No podía perderte - contestó él -. Es así de simple.
- ¿No dudaste?
- No.
- ¿No lo pensaste en frío ni siquiera un segundo? - insistió ella.
- No tenía tiempo para pensar. Eran ellas o tú.
- ¿Te equivocaste? - musitó la chica.
- Nunca pensé que erea una equivocación - repitió él -. Porque gracias a eso, aún te tengo aquí, a mi lado, entre mis brazos. Mereció la pena perderlo todo por ti, Myra. Te lo aseguro.
Ella se giró entre sus brazos y le miró a los ojos mientras él sonreía cálidamente.
- La verdad es que - susurró, rodeándole el cuello con los brazos -, me alegro mucho de estar viva. Y aquí, en este lugar, en este momento, contigo.
- Nunca pienses que es culpa tuya, ¿de acuerdo? - la pidió, apartándola un mechón de la cara -. Tengo muy claro que sería capaz de volver a entregar cualquier cosa por un momento como este contigo, pequeña.
La chica cerró aún más sus brazos y se abrazó a él. El chico rodeó su espalda con los brazos y ella apoyó la frente en el hombro de él. Y controló sus sollozos para que él no se diera cuenta de que estaba llorando. Llorando como nunca había hecho. Con lágrimas de felicidad.



http://www.youtube.com/watch?v=Qi8SquUN_8M



Quiero sacarme el carné ya. No soporto la presión de "tengo que ir allí". Aparte de aburrido, es que no me motiva nada de nada. Además, ahora estoy liada y pronto empezaré con los trabajos en grupo para los cuales mi único tiempo son las mañanas y tampoco podré ir. ¿Qué hago? Quiero acabar cuanto antes ya.
Últimamente parece que no estoy en este mundo. A veces echo la culpa a los demás, son ellos los que no quieren estar con alguien como yo, pienso. Otras, quizá cuando estoy lúcida que es más bien poco, me doy cuenta de que tal vez todo sea culpa mía y solo mía. Es cierto que en ocasiones va contra mis principios tratar bien a gente como la que tengo por compañeros pero... así nunca conseguiré ser alguien más en el mundo real. Porque no soy un alguien ahora mismo. ¿Que soy feliz? No lo niego. Aunque tampoco lo afirmo. Y quizá si lo soy, esta no sea la forma correcta de serlo.
Tal vez si tuviera un poco más de... de todo y de nada...







"Los sueños continuan en esta calle, estando yo allí, fui capaz de escuchar tu voz."