miércoles, 31 de marzo de 2010

fobos.

El traqueteo de subida del ascensor era lento y además, la tensión se podía cortar con el filo de una espada.
- Aria...
- Cállate - susurró ella.
- Escúchame...
- Cállate - repitió ella.
- Por favor...
- ¡Cállate! - le gritó.
Se giró en redondo hacia él y le dio una sonora bofetada que le giró la cara. Ride no se movió, ni dijo nada en unos segundos.
- ¿Estás más tranquila? - susurró él.
Ella sintió que su respiración estaba agitada, porque estaba muy nerviosa.
- ¿Esto va a salvaros a ti o a tu padre, Aria? - preguntó, mirándola fijamente a los ojos.
Aria no vio ningún rastro de ira o rabia en aquellos ojos. Solamente un gran lo siento pintado en ellos.
- Porque si es así, entonces solo hazlo cuantas veces quieras. Pero no me mires así. Y no te quedes callada. Porque cuando lo haces, es como si estuvieras lejos de mí, ausente. Y no me gusta esa sensación. Y también sabes que, lo que no me gusta, lo cambio a cualquier costa.
- Estás diciendo estupideces - susurró ella entonces. - Ahora cállate.
El chico se resignó y se apoyó en la pared del ascensor. Pero la cabeza de Aria estaba empezando a dar vueltas.
Entonces, de pronto, el ascensor se detuvo, dando un ligero bote.
- ¿Qué pasa? ¿Qué está pasando? - preguntó ella.
- ¿Claustrofobia, baby? - diagnosticó Hunter
- Solo un poco - admitió.
- Cálmate, este ascensor es muy grande - dijo, mirando a todos lados.
- ¿Qué habrá pasado? - preguntó de nuevo Ride, también mirando a todos lados.
- Es un corte de luz - dijo Hunter, con tono preocupado.
- ¿Alguien nos ha encerrado?
- No - contestó, esta vez, Ride -. Si alguien nos hubiera encerrado aquí, hubiera bastado con detener el ascensor. Pero la luz se ha ido y solo se encienden las de emergencia, lo cual significa que han hecho algo aún peor.
- Han matado dos pájaros de un tiro - susurró el rubio.
- ¿¡Qué demonios queréis decir con eso!? - gritó ella.
- Que, cortando toda la luz, nos han encerrado y a la vez han detenido el funcionamiento del hospital y todo lo que necesitara electricidad.
- Los respiradores... mi padre... - susurró ella, asustada -. No llegaremos a tiempo...
- Te dije que no moriría sin antes despedirte de él - resonó la voz de Ride. De pronto, el techo cedió ante la presión que el chico estaba haciendo con ayuda de Hunter -. Y lo harás - aseguró.
- Ride, yo conozco mejor el hospital. Yo subiré. Quedaos aquí hasta que vuelva a encender las luces. Podríais toparos con alguno de los malos por el camino.
- Espera, hermano - le dijo, sacando de su pantalón una de las veletas negras -. Llévate esto por si acaso.
- Está bien - accedió el médico, guardando la pistola - . Ahora ayúdame a subir.
Impulsado por su hermano, el rubio llegó arriba. Se quitó la bata blanca y la hizo jirones, que ató a sus manos para no quemarse mientras subía. Y comenzó a escalar por el cable hacia la puerta más cercana.
Ride resopló.
- Reconozco que es más hábil que yo.
La contestación de Aria fue un sonoro tortazo.
- ¡Por tu culpa nos descubrieron!
Y otro.
- ¡Por tu culpa estamos encerrados!
Y otro más. Ride no se movió, solamente la miró cada vez que ella le golpeaba.
- ¡Haz algo, maldita sea! ¡Detenme! ¡O golpéame! ¡Pero haz algo útil! - le chilló, cerrando los ojos, dejando resbalar sus lágrimas.
Él entonces se acercó súbitamente a ella y la abrazó contra su pecho. La chica abrió los ojos de la sorpresa y respiró de nuevo el dulce aroma que siempre despedía Ride, un olor a perfume suave que embriagaba su ser.
- Realmente, verte en este estado de desesperación y peligro me hace darme cuenta de que – se separó un poco de ella para mirarla; la acarició suavemente la cara y con delicadeza, colocó un mechón de su pelo moreno tras su oreja, la cual acarició con cariño - soy tu peor desgracia, pequeña.
- Sí – contestó ella.
Todo lo que llevaba dando vueltas en su cabeza y lo que la rondaba sin cesar, salió de golpe.
- ¿Por qué? ¿Por qué, Ride?
- La verdad, no lo se…
- No – le cortó, poniendo dos de sus dedos en los labios del chico -. ¿Por qué nunca me obligaste a nada? ¿Por qué siempre me has cuidado? ¿Por qué nunca me has reprochado cualquiera de mis errores? ¿Por qué nunca me has pedido explicaciones? ¿Por qué eres incondicional estando a mi lado a pesar de todo lo que ha pasado y todo lo que hecho en tu vida, dándole la vuelta de golpe? ¿Y… - dio un ligero suspiro - … por qué me miras siempre con los mismos ojos y eres capaz de decir lo que necesito escuchar para seguir adelante? ¿Por qué solo yo conozco tu sonrisa, Ride? – la chica buscó sus ojos -. ¿Por qué?
- Haces demasiadas preguntas – contestó él, sin enfado. Solo algo sorprendido por aquella retahíla de preguntas.
- ¿Tan poquito te importo como para que me trates así y juegues conmigo de esta manera?
- No estoy jugando contigo.
- Sí, sí lo haces – dijo, con una ligera sonrisa de dolor -. Me sonríes cuando quieres conseguir lo que te propones. Pero en realidad eres frío y calculador.
Él no se podía creer aquello.
- Pero después… después me muestras un lado cálido y cariñoso, incluso dulce. Haces que me enamore de ese lado pero en realidad no… no eres tú… - susurró, dejando caer la cabeza hacia delante.
- Eres la persona más importante para mí – dijo él, con seguridad en la voz. Entonces, la abrazó más fuerte contra su pecho y bajo la cabeza hasta que sus labios rozaron la oreja de la chica. Y solo susurró – Naiyaria.
La chica abrió los ojos de golpe y sintió como la temblaban las piernas. Por suerte, él al sujetó y la apoyó contra el lateral del ascensor, sin separarse de ella. El chico suspiró y el aliento rozó el cuello de la chica. Ella volvió a cerrar los ojos.

miércoles, 24 de marzo de 2010

desesperation.

La forma de aparcar el coche de la chica era torpe, ya que una de sus manos seguía herida. Cuando por fin lo logró, el coche pareció suspirar de alivio cuando el motor se apagó. Ride se escabulló entre los asientos y pasó al del copiloto. Solo la miró.
- Siento mucho que tu coche esté de desguace - comentó.
- Da igual, de todas formas, pensaba cambiarlo - susurró ella.
Al ver que no era capaz de moverse, Ride se bajó primero. Se acercó a la puerta del conductor y la abrió con suavidad, casi con miedo de quedarse con ella en la mano. Estaba toda agujereada y rallada y realmente, daba pena. Con la puerta abierta, le tendió la mano a la chica, que le miró.
- ¿Vamos o quieres que te lleve en brazos?
Ella cogió la mano del chico y salió del coche. Sin soltarla, Ride cerró la puerta de nuevo. Iba a echar andar, pero ella le sujetó.
- Sigues aquí - susurró.
- Aria... - musitó él, sorprendido, volviendo a acercarse a ella y estrechando su mano sana -. Estoy contigo - repitió -. No pienso dejar que te hagan daño, lo sabes, no me hagas repetírtelo. Se que no te sientes precisamente segura ahora, pero trata de seguir adelante. Apóyate en mí. Estoy aquí.
La acarició la cara, un poco sucia, suavemente. Ella seguía igual de extraña y preocupada. Ride suspiró. Se agachó sobre ella con delicadeza y la besó, acorralándola lentamente contra el coche. Ella entrelazó los dedos de su mano con los de él y correspondió a su caluroso beso.
- ¿Y esto? ¿Qué excusa es esta vez?
- Siento que ya no necesito excusas para hacerlo - sonrió de lado.
Logró arrancarla una ligera sonrisa. Repitió aquel vamos con la mirada y ella asintió. Caminaron de la mano por el paseo franqueado por árboles que llevaba al hospital. Hunter les esperaba en la puerta. Estaba apoyado en la pared con elegancia. Su pelo rubio se mecía al viento y sus ojos se escondían como siempre tras sus gafas. Cuando llegaron junto a él, Hunter tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó con fuerza.
- Hermano...
- Vamos, no tenemos tiempo - dijo, mirando la mano herida de la chica.
- ¿Cómo está?
Él no contestó, solo hizo que le siguieran. A Ride no le sorprendió la facilidad que tenía su hermano para embaucar tanto a las enfermeras, como a los médicos. Realmente encantador. Así, se evitó preguntas y pudo llevarles a una sala para curar a Aria.
- Esto te dolerá - dijo, mientras empeza a limpiar la herida tras quitarle el vendaje que se había hecho ella misma.
- Ah, gracias.
Ride se puso a una lado de la camilla, a espaldas de la chica, que solo estaba sentada. Hunter se sentó frente a ella y la hizo poner la mano en una mesilla. Enfocó allí la luz y empezó. Ride entonces la tiró suavemente del pelo sin que su hermano le viera. Aria llevó la mano libre hasta su espalda para golpearle pero se encontró con sus dedos. La mano de Ride se entrelazó con la suya con rapidez, como si sus manos estuvieran acostumbradas a estar juntas. Miró al chico, sin girarse demasiado y sin mover su otra mano, pero éste no le prestaba atención. Estaba mirando a todos lados, curioseando el lugar.
Cuando al fin terminó de coser las heridas y la vendó la mano, Ride suspiró.
- Creí que me harías la mano papilla de tanto apretar - se quejó.
- Es culpa tuya, no haberte ofrecido voluntario.
- Y no me ofrecí. Alcanzaste mi mano y la amarraste - se excusó.
- Tramposo - soltó ella.
- Venga, vamos, rápido - susurró Hunter.
- ¿Pasa algo?
- Antes creí ver algo raro, alguien que no me inspiraba confianza, entrando en el hospital. Le pedí a Cam que lo comprobara y acabo de ver su respuesta - les contaba, mientras caminaban a toda velocidad sin llegar a correr, por los pasillos hasta alcanzar las escaleras por las que empezaron a subir casi de tres en tres -. Este tipo llevaba Reedmyer de cañón negro escondida.
Aria se detuvo de repente. Se llevó la mano a la boca y ahogó un grito. Ride se acercó a ella y la abrazó, ocultándola casi por completo en su pecho. Había comprendido lo que pasaba unos segundos después.
- ¿Qué pasa?
- La Reedmyer parece ser la marca de cierto tipo de asesinos. Al mando del hermano de Aria - le informó.
- ¿¡Cómo!? - dijo, sorprendido.
- Fue su hermano quién mató a su amiga Kate - susurró él -. Con una Reedmyer de cañón plateado.
- ¿Habeís visto algo así?
- Sí. Descubrimos la pistola entre las cosas de su hermano en la casa.
El chico siguió abrazando a Aria, que parecía sollozar.
- Pero, ¿por qué se dejaría algo así allí? - preguntó Hunter, preocupado. Algo no le cuadraba.
- Ni idea, quizá la olvidó.
- Un asesino nunca olvida algo así. Tiene que haber otra razón...
- ¿Aria? - preguntó el chico, al ver que se separaba de él.
- Estoy bien - susurró -. ¿Vamos, por favor?
- Por aquí - indicó Hunter.
Subieron las escaleras y, en el primer piso, se toparon con aquel tipo que Hunter habían mencionado. Rápidamente se escondieron en una de las habitaciones, que estaba vacía.
- ¿Y ahora qué?
- Su padre está en la planta dieciseis, si pretende investigarlas todas, no llegará antes que nosotros.
- Van a por él, ¿verdad? Mi propio hermano... - susurró ella.
- Tranquila, ¿vale? No llegarán antes - le dijo Ride.
- Ride, ¿dónde está la pistola, la Reedmyer?
- Pues...
- En casa - contestó Aria -. ¿Por qué?
- Porque si no me equivoco, que creo que no, tu hermano la dejó allí expresamente para que la cogieras. Y la trajeras contigo.
- ¿Por qué?
- Seguramente tenga un dispositivo localizador en la empuñadura. No creo que esté en el cañón porque eso podría desviar su puntería unos milímetros y eso puede suponer un error entre matar o dejar vivir.
- Entiendo. Eso quiere decir que él pretendía que yo la cogiera para llevarle hasta mi padre - comprendió ella -. Quiere matarle pero no sabe dónde está.
- Ahora lo sabe - apuntó Hunter -. ¿Cómo?
Ride sacó la pistola de su escondite y la expuso ante ellos. La cara de Hunter fue de asombro al ver una pistola como aquella. Y la de Aria fue primero de confusión y después, de rabia.
- ¡Te dije que no la cogieras! - le gritó -. ¿Por qué nunca me escuchas, maldito cretino? - le espetó.
- Lo que menos pensé yo fue que fuera un localizador - se excusó -. Lo siento.
- De nada sirve pedir perdón ahora - le gritó.
- Pero tampoco sirve de nada que te enfrentes a él, Aria - le dijo Hunter, tratando de calmarla -. Ahora, vamos a buscar el ascensor que está al final del pasillo. Si este tipo está aquí, puede haber más.
Ellos no dijeron nada. Aria no volvió a dirigirle la palabra a Ride y este no hacía más que lamentarse de sí mismo. Con Hunter en el medio de todo. Cogieron por fin el ascensor y el rubio pulsó el botón del número 16, el cual relució para después, dar paso al cierre de las puertas.

domingo, 21 de marzo de 2010

la noria no gira.

A pesar de ir a unos 140 kilómetros por hora en una carretera nacional, oían el rugir del motor más como un susurro que como un ruido. Ride desvió la vista un momento hacia Aria para verla apoyada con el codo en la puerta y la frente en la ventanilla.
- Tranquila. Llegaremos a tiempo - dijo, quitando la mano de la palanca de cambios para acariciarla en pelo, aún algo húmedo.
- ¿Crees que estará allí?
- ¿Quién? ¿Tu hermano?
- No, mi hermano está muerto - dijo, con un hilo de voz -. Ese cabrón.
- Estará. Si quiere matarte, estará. Pero no cuenta con que, delante de ti, estaré yo.
Ella giró la cabeza para verle sonreír. Como siempre hacía.
- ¿Y si pedimos ayuda?
- ¿Tienes miedo?
- Ya te dije que estaba algo asustada, sí, pero...
- Yo no quiero meter a mis hermanos en esto. Y son los únicos en quien confío.
- ¿En todos ellos? - soltó la chica.
Él soltó una carcajada. Si mal no recordaba, Ride tenía 9 hermanos. Blake, Hunter, Conner, Ethan, Nick, Dustin, Cam, Tommy y Trent. Y con él, llegaban a los 10. Era increíble que sus cinco hermanas, Kira, Kyle, Hayle, Skyla y Mara, les soportaran a todos. Pero claro, con un padre como el de Ride, cualquier cosa era posible.
- Todos ellos han sido muy amables conmigo - comentó ella, volviendo a mirar por la ventanilla -. Se comportaban como si realmente fueran mis hermanos mayores.
- Pero como viste, saben distinguir entre ser hermanos y ser algo más. Porque siempre han tenido muy claro que tú eras para mí - añadió él.
Aria le miró, con una sonrisa en sus ojos.
- ¿Sabes qué, morena? Que si hemos llegado hasta aquí, es porque tenemos algo a lo que llegar - dijo, sin apartar la vista de la carretera.
- ¿Tenemos? ¿Das por sentado que nuestros destinos siguen el mismo camino?
- No se si el destino existe o no, porque no suelo creer en aquello que no puedo ver. Pero se que estoy unido a ti por algo demasiado fuerte como para romperlo.
- ¿Cómo lo sabes? - susurró.
- Simplemente, lo se.
La chica apoyó la cabeza en el asiento y cerró los ojos.
- Duerme. Te avisaré cuando lleguemos.
- Gracias - musitó ella.
Poco después, estaba completamente dormida. Sin apartar los ojos de la carretera, se las ingenió para bajar el asiento hasta dejarlo en horizontal. Ella solo se movió para acomodarse y siguió durmiendo. Aunque el volantazo que dio un rato más tarde, hizo que se golpeara contra la puerta y despertara de muy mal humor.
- ¿¡Qué demonios te crees que estás haciendo, imbécil!? - le gritó.
- Evitar que nos maten a los dos - dijo, serio.
Ella miró el velocímetro y casi la da un paro cardíaco.
- ¡Vas a doscientos veinte por hora, Ride! ¡Frena, suicida!
- Nos siguen - la cortó él, sin levantar la voz.
Aria se detuvo y se giró a mirar por el cristal trasero. Entonces una bala pasó rozándola, destrozando la luna trasera.
- ¡Acelera! - le gritó.
- ¿Estás bien? - preguntó, dando otro volantazo hacia la derecha.
- Sí. No te preocupes - dijo, mientras se escabullía hasta el asiento trasero -. Yo me ocupo de ellos.
- Los coches están blindados - advirtió él.
- Será más divertido, entonces.
A Ride le hacía mucha gracia la bipolaridad de la chica. A veces estaba asustada, cuando pensaba demasiado las cosas. Pero en situaciones extremas, sus actuaciones eran frías, e incluso típicas de él o de cualquier asesino. La escuchó abrir uno de los sillones y se giró un segundo a mirar.
- ¿Llevabas todo eso ahí escondido? - se sorprendió.
- Por si acaso - contestó ella, sacando una recortada.
- ¿Les darás?
- ¿Qué te apuestas?
- ¿Una cena?
- Hecho - contestó, apuntando a través del cristal roto y evitando las balas que les disparaban.
Los primeros disparos solo dieron en el morro del coche. Pero los dos últimos, saltaron por los aires las llantas de las ruedas delanteras. El coche se detuvo tan en seco que, a la velocidad a la que iban, los dos que iban detrás se estrellaron y volaron en pedacitos blindados.
- Buena puntería. Pero te quedan dos.
- Ey, cálmate, dame tiempo a recargar - sonrió ella.
Con un sonido sordo, empezó a disparar.
- ¡Ah! - gritó.
- ¡¿Qué?!
- ¡Conduce! ¡No te despistes a esta velocidad o nos matarás tú! - le gritó, mientras se escondía de las balas sujetándose la mano izquierda.
Una bala la había dado en la mano. Por suerte, era una herida limpia, la había traspasado y, aunque dolía demasiado, agradecía que no estuviera la bala dentro aún. Con un trozo de su camisa, se vendó la mano y se cayó hacia la izquierda, a causa de otro volantazo.
- Cariño, conduce tú - le dijo Ride -. Yo me ocupo de ellos.
Odiaba dejar algo a medias. Pero su mano la distraía y la dolía demasiado. Al menos, podría mantener el coche a esa velocidad sin lastimarse demasiado. Se movió hacia el asiento del conductor y se sentó sobre Ride. Pisó el acelerador a la vez que él apartaba el pie y después, el chico salió con cuidado de debajo de ella. Aria aumentó la velocidad hasta casi reventar el velocímetro. Ride cogió la recortada y la cargó. Y de tres tiros, voló los dos coches.
- Qué fuegos artificiales tan bonitos.
- Sí, un desperdicio - dijo ella -. Dime, ¿dónde estamos?
- Mira ese cartel - dijo, apoyándose con el codo en el respaldo del asiento de Aria.
- Hemos llegado - susurró, reduciendo la velocidad considerablemente.
- Sí. Y no se cuanto tiempo podremos quedarnos - dijo Ride, con seriedad y preocupación -. Al menos me consuela que vamos a un hospital. Para poder curarte.
- No podemos fiarnos de nadie, Ride. Cualquiera podría ser...
- Si no me equivoco, Hunter tenía guardia hoy. Así que tranquila.
- ¿Qué? ¿Hunter?
El móvil les interrumpió. Ride le dio al botón del manos libres, al lado del de la radio, que echaba chispitas del balazo que había recibido.
- Soy Ride.
- Enano, soy yo.
- ¡Hunter! - gritó Aria.
- Hola, baby - saludó él.
- Hola - dijo. De pronto, se sentía calmada.
- Espero que estéis en dirección a la ciudad y no lejos, porque...
- Sabemos que mi padre está ahí - cortó Aria.
- Vale. No os preocupéis, yo me ocuparé de que no le pase nada hasta que lleguéis. Además, Tommy debe de estar a punto de llegar.
- ¿Él también?
- Aria, date prisa - dijo entonces el médico.
- ¿Cómo está?
- Grave. Muy grave. No...
- Hunter, vale, ya vamos - le cortó inmediatamente Ride, al ver por el retrovisor los ojos rojos de Aria.
- No va a sobrevivir a esto, Aria. Date prisa. Creo que él también quiere despedirse de ti. Os espero - dijo, con voz seria.
Ride colgó. Aria aceleró, hasta que sintió la mano de Ride sobre su mano derecha, estrechándola cálidamente.
- Estoy contigo - susurró solamente.

miércoles, 10 de marzo de 2010

dualismo existencial.

Aria estaba parada frente a un armario de dos puertas de madera, empotrado en la pared de su habitación, al lado del que había sacado la ropa que llevaba puesta.
- ¿Te vale la ropa de mi hermano? - le preguntó, al oírle entrar.
- Me parece raro que tu hermano tuviera ropa como esta, porque siempre iba con un buen traje y su corbata haciendo juego - comentó Ride.
- He llegado a creer que era bipolar por eso - bufó ella -. Pero, ¿te vale o no?
- Míralo tú misma.
- Menuda excusa más tonta para mirar si sigo llorando, Ride - le descubrió.
Él puso los ojos en blanco.
- Sí - contestó, metiendo la Reedmyer en la cintura del pantalón sin que Aria le viera, escondiéndola bajo la camiseta -. Prefiero la ropa de mi hermano Blake, pero esta me sirve.
- Tu hermano es un cielo - dijo ella.
- ¿Tenías que decirlo? - la espetó.
- ¿Celoso?
- Molesto – contestó él.
Ella sonrió ligeramente ante tal respuesta.
- Anda, toma – dijo, lanzándole algo con mucha puntería a pesar de no estar mirándole.
- Eh, eh, ¿qué es esto?
Ella se giró entonces a mirarle.
- ¿Piensas entrar armada a un hospital? Pensarás que vas a matar a alguien.
- Es que si cierta persona se me pone en el camino - Aria cargó la pistola que tenía en la mano - lo mataré.
- Está bien, supongo que tendremos que estar preparados.
- Como siempre - añadió ella.
Ride se acercó al armario y silbó al encontrarse con todo un arsenal de pistolas, cuchillos de toda clase e incluso, una ballesta.
- ¿Y todo esto?
- Se las he ido... digamos "confiscando" a tipos malos.
- Se las has quitado a los tíos que te has cargado, vamos - resumió él.
- Sí, básicamente. Otras, como por ejemplo esas tres, son dos veletas sin registrar y una reglamentaria, por si acaso.
- Tienes cuatro biancas y dos revólveres - enumeró él, según iba echando un vistazo.
- Y no se te olviden las 1822. Adoro estas pistolas - admitió, cogiendo dos para meterlas, cruzadas, en el cinturón que se había abrochando al pantalón, a su espalda.
- ¿Puedo coger lo que quiera? - preguntó Ride, mientras la veían coger dos cuchillos de hoja gruesa, uno para engancharlo a las funda que había sujetado a su muslo derecho y el otro en el tobillo.
- Claro. Menos la Reedmyer y la 538 modelo B de Ian - le advirtió.
- Oh, vaya - se quejó él.
Mientras echaba un vistazo a aquel arsenal que la chica tenía escondido, Aria se recogió el pelo y se puso una camisa negra de manga corta y de su talla sobre la camiseta blanca.
- ¿Nos estarán esperando, verdad? - preguntó entonces ella.
Ride levantó la vista y la miró un segundo. Puso el seguro a la pistola que acababa de coger y cerró el armario.
- Sí. Pero eso, ya lo sabes.
- Lo se - musitó.
- ¿Asustada? - preguntó él, acercándose a ella.
- No - susurró -. Acojonada - contestó, suspirando.
Ride también suspiró. La cogió por los hombros y le hizo mirarle.
- Nunca he conocido a ninguna mujer capaz de hacer cuanto tú has hecho, Aria. Ninguna había sido capaz de herirme más allá de un bofetón. Y tú... tiroteos, balas, bombas... - enumeró -. Podrás con esto, Aria. Lo se, se que podrás.
- Yo no estaría tan segura.
- O confías en ti misma, o se acabó.
Aria se quedó pensando en eso durante unos segundos. Entonces escuchó el ruido de la puerta.
- Siento cortar tus pensamientos pero, tu padre nos espera.
- ¿Me acompañarás aunque sepas que vamos a una muerte segura? - preguntó. No podía quedarse con la duda.
- Aria, no va a pasarnos nada - cortó él.
- No serán tres tipos, Ride. Serán un regimiento.
- Umm, déjame pensar... un regimiento contra dos... sí, es cierto, es injusto. Para ellos, claro - sonrió, triunfante como siempre.
- ¿Nunca piensas en las consecuencias?
- Solo pienso en vivir esas consecuencias, Aria.
- Vivir - susurró ella.
De pronto, recordó su época de instituto. Ella era de esa clase de chica que dejaban todo para el último momento, sin pensar en las consecuencias de un examen suspenso hasta que veía el número en rojo garabateado en el papel. Entonces trataba de concienciarse, pero siempre caía en la misma piedra. Se dio cuenta de que, eso era similar a lo que le pasaba con Ride. Se alejaba de él, pero siempre volvía a estar entre sus brazos, tropezando una y otra vez con él. Y ahora, era él quien tropezaba al ayudarla, por enésima vez. Siempre lo hacía por su propio beneficio, según él. Pero había algo más fuerte en aquello.
Sacudió suavemente la cabeza y respiró hondo.
- ¿Nos vamos? - preguntó él, sabiendo que por fin la chica se había calmado.
- Vamos.
- Esta es mi nena - sonrió, cuando ella pasó a su lado con pasos firmes y decididos. Al pasar por la cocina, echó un último vistazo a Ian. Las cosas cambian, pensó. Y también se acaban. Adiós, Ian.
Tras ponerse las botas negras de soldado, la chica cogió las llaves del coche.
- Ah, ah, yo conduciré - dijo él, cogiéndola de la muñeca.
- De eso nada, es mi coche y solo yo voy a conducirlo. Además, seguro que me lo rayas, con lo patoso que eres - le espetó.
El chico la besó la boca de golpe y, segundos después, ella ya no tenía las llaves en la mano. Le miró, ofuscada, odiando otra vez aquella sonrisa estúpida.
- Devuélvemelas.
- ¿O qué? ¿Sacarás aquí las pistolas? Venga ya, Aria, no estamos para pelear entre nosotros.
- Pero tampoco te dejaré hacer conmigo lo que te de la gana.
- Eso ya lo hago.
Al pasar por su lado, le miró con una sonrisa. Y después, le soltó un tortazo. Salió delante de él de la casa y fue bajando hasta la cochera.
- Nunca perderá ese derechazo - susurró él, cerrando la puerta tras de sí al salir.
Cuando llegó hasta el coche, ella esperaba apoyada en el capó.
- Llegas tarde, como siempre.
- Estaba buscando la forma de devolverte tu tortazo, pero creo que me la ahorraré.
Un ligero sonido junto con las luces parpadeando, indicaron que el coche estaba abierto. Ambos subieron y, una vez cerradas las puertas, se miraron.
- ¿Estás lista?
- Nunca se está lista para matar, Ride - dijo ella -. Pero sí para defenderse a costa de lo que sea y luchar hasta el final.
El muchacho sonrió y el motor rugió al contacto de la llave.

jueves, 4 de marzo de 2010

las vidas, los ríos y la mar


Tras cambiarse y ponerse una camiseta blanca de tirantes cruzados y unos pantalones negros, la chica quitó las vendas mojadas del cuerpo de Ride y las cambió. Evitaba mirarle. Pero él no la quitaba los ojos de encima. En alguna ocasión, él apartó algunos mechones de pelo mojado que se la ponían delante de la cara y no la dejaban ver. Ella entonces le miraba de forma efímera y volvía a las vendas, sin saber qué decirle.
- Espérame. Voy a ver si queda algo de ropa de mi hermano en su cuarto. - le dijo.
Él no contestó y ella suspiró, mirándole antes de salir. Hacía mucho tiempo que no entraba en la habitación de su hermano. Aunque reconocía que no le echaba de menos. No era, ni mucho menos, el mejor hermano del mundo. Aria pensaba que solamente compartían lazos de sangre, porque nada más la unía a él. No sentía aquel cariño y aquel calor de hermano mayor protector. De pequeña eso la molestaba. Pero aprendió a vivir con ello. Empezó abriendo el armario. A simple vista, estaba vacío. Se agachó, para rebuscar en los cajones. Hasta que en el último, encontró un par de camisetas y unos pantalones.
Debió de dejárselo aquí cuando se fue tan enfadado, pensó ella.
Sacudiendo la cabeza, y recordándose a sí misma lo estúpido que era su hermano, cogió los pantalones y las camisetas. Al coger cada cosa con una mano, no podía cerrar el cajón y, al intentarlo, las camisetas cayeron al suelo. Con un ruido sordo. Ella miró al suelo inmediatamente, extrañada. ¿Cómo podían hacer unas camisetas ese sonido? Al descubrir lo que había entre ellas, sintió una punzada en el pecho. Las lágrimas se la escaparon de los ojos, y tenía que dar grandes bocanadas de aire para poder respirar. Algo la atenazó el corazón y Aria se dejó caer al suelo, con las piernas retorcidas. En ese momento podía caerse la casa abajo, entrar alguien a matarla o podía llegar el día del apocalipsis. Pero ella, no se enteraría. Así como no se enteró cuando Ride abrió la puerta.
- Aria, ¿se puede saber qué haces? - preguntó desde la puerta -. Hace casi veinte minutos que viniste aquí. ¿Tan difícil es rebuscar en unos cajones que no puedes hacerlo sola?
Ride se extrañó que ella no le contestara. Normalmente, se hubiera levantado y le hubiera gritado o directamente, le hubiera dado un guantazo. Pero no lo hizo. De hecho, no movió un solo dedo.
- Aria, ¿qué pasa? - susurró, acercándose a ella.
- Fue él... todo este tiempo... fue él... - murmuró.
- Estás diciendo cosas sin sentido. Cálmate - dijo, agachándose a su lado.
Al ver sus ojos clavados en un punto, miró hacia allá. Entre las camisetas del suelo, pudo ver sobresalir un cañón.
- ¿Qué hace esto aquí? - preguntó, acercándose a cogerlo.
- ¡No! - gritó ella.
- ¿Qué?
Pero ya la tenía en su mano. Era una Reedmyer 22, una pistola con el cañón el color plata y balas del mismo material.
- El arma de las Silver Bullet - susurró él, mirando el arma y a la chica alternativamente -. ¿Esto es tuyo?
- No - musitó, tragando saliva -. Es de mi hermano.
- ¿Y qué hace aquí? ¿Cómo no se llevó algo tan maravilloso como ésto con él? - preguntó, admirando el arma entre sus manos.
- ¡No califiques de maravilloso un objeto que puede quitar la vida a otra persona! - le chilló.
Ride la miró y vio sus ojos empapados en lágrimas. Además, estaban algo rojos, lo que significaba que llevaba un rato llorando. Miró la pistola y la dejó con suavidad sobre las camisetas. Ella se arrastró hasta apoyarse en la pared, con las rodillas levantadas, donde escondió la cara. Ride solo sabía que lloraba cpor la convulsión lenta y repetida de sus hombros.
- Aria - susurró, volviéndose hacia ella y sentándose frente a la chica -. ¿Que te pasa? No quiero que llores. Ey, mírame - la susurró, metiendo su mano derecha entre las rodillas de la chica y tomándola suavemente de la barbilla -. Solo yo, ¿oíste? Solo yo tengo el derecho de hacerte llorar.
- Tú no me haces llorar - susurró ella, mirándole entre lágrimas.
- Precisamente - dijo él.
La chica se desenvolvió y se colocó de rodillas frente a él para poder abrazarlo.
- En las últimas dos horas nos hemos abrazado más que en todo el tiempo que hemos pasado juntos - comentó él, cerrando los brazos alrededor de la espalda de la chica.
Pronto, volvió a sentirla sollozar. Se separó para poder mirarla y, acogiendo su cara entre sus manos, la limpió las lágrimas.
- ¿Qué pasa?
- Esa Reedmyer... mi hermano... fue él - trató de pararse para poder hablar con coherencia -. Una bala de plata mató a mi mejor amiga, Ride - dijo al fin -. Y por buscar venganza, su chico se metió en la boca del lobo. No pude protegerlo. A ninguno de los dos.
- ¿De qué hablas? - preguntó él.
- ¿Lo olvidaste? Estabas conmigo cuando...
- Me refiero a que, - la cortó - ¿estás pensando que tu hermano...?
- Nunca lo descarté, la verdad, porque ellos sabían mi secreto. Pero ahora encuentro esto... - volvió a sollozar.
- Él los mató - comprendió.
- Sí - confirmó ella.
- Bueno, quizás...
- ¿Es de un amigo? - dijo ella, con sorna -. Venga, Ride, por favor. ¿Cuántas personas conoces que posean una Reedmyer, eh? Hasta tú te has quedado boquiabierto cuando la has visto y eso que has manejado las mejores armas.
Él quitó las manos de la cara de la chica, pero no bajó su mirada.
- ¿Y? ¿Qué vas a hacer?
- No me importaría matarlo. Si él la mató, eso quiere decir que me secuestraron porque él lo ordenó. Fue él.
- ¿Lo matarías por venganza?- quiso saber él.
- ¿Por Kate y Erick? Sí - aseguró, sin dudarlo - Ellos eran una de las razones más importantes que tenía para seguir. Eran mis amigos, Ride. Y me los quitó. A Kate la mató mientras trataba de cuidarme, fue por rescatarme a mí, cuando ella no tenía nada que ver con toda esta mierda. Y luego Erick, cegado de dolor... ¿Sabes lo que eso supuso para mí, Ride? Llevo desde entonces buscando esa maldita pistola, buscando a su dueño, al asesino de ellos. Y ahora, lo tengo. Pero mi sangre es la misma que corre por sus venas. Me siento tan mal...
Cerró los ojos. Con la última lágrima que resbalaba por su cara, su corazón latió de dolor al recordar ese instante que tenía clavado en el alma.
- ¿Cómo se te ha ocurrido hacer esto, Kate?
- Soy la única que sabía que estabas aquí. He avisado a ese chico pelinegro, por cierto.
- ¿Ride? - susurró, mientras se escondían tras una columna para que dos guardias que había en el pasillo no la vieran.
- Sí.
- Pero has puesto tu vida en peligro.
- Ey, un poco de acción nunca viene mal - sonrió.
- Gracias - susurró, abrazándola con fuerza.
El jardín olía a bosque verde. Estaban fuera, lo habían conseguido. Entonces, algo brilló sobre la cabeza de Aria. Se detuvo en seco cuando se dio cuenta de que, si brillaba sobre ella, era porque no era precisamente ella el blanco.
- ¡¡Kate, corre!!
Un sonido sordo. Pumm Pumm. Pumm Pumm. Los latidos del corazón de Aria se detenían, mientras sus ojos se inundaban de lágrimas.
- ¡¡¡Kate!!! - gritó, al verla caer al suelo -. ¡Kate, aguanta! - gritó, cogiéndola entre sus brazos.
- Aria... vete. Ese chico... te está esperando...
- ¡No! Cállate, no digas nada. Saldremos de esta, ya lo verás. Como siempre.
- Aria... por favor... vienen hacia aquí... Aria...
La chica estaba conmocionada, mientras sus brazos de llenaban de sangre que brotaba del vientre de la chica.
- Por favor, Kate, no, no me dejes ahora. Por favor...
- Solo quieren... atraparte... así que, vete. Vete - musitó, acariciándola la cara.
Ride apareció entonces. Ver a la chica ensangrentada entre los brazos de Aria le hizo detenerse.
- Llévatela... por favor... -le pidió la chica a Ride -. Y cuídala...
Él asintió con la cabeza y tiró del brazo de Aria.
- ¡No! ¡No puedo dejarla aquí! ¡No!
- ¡Aria, si te quedas y te capturan, te matarán! ¡Y su muerte habrá sido en vano! ¡Aria!
- ¡No! - gritó, mientras lloraba.
Entonces, algo la golpeó con fuerza. Kate la había dado un tortazo con la misma fuerza de siempre. Y la miraba con sus ojos calmados, aunque asustados.
- Vete, Aria... - susurró, casi sin voz.
- No...
- Vete.
Aquella fue la última vez que la vio sonreír.
Entonces recordó a su padre, que estaba a punto de perderlo a él también. Se levantó y se secó las lágrimas con el antebrazo.
- ¿Por fin has comprendido que llorando no harás nada?
- Cállate, vístete y vámonos - contestó ella.
- Esta es mi chica - dijo él, guiñándola un ojo.
Salió de la habitación detrás de ella. Al cerrar la puerta, el chico miró un momento de nuevo dentro.
Maldito cabrón, pensó, acercándose a coger la Reedmyer. Le quitaste a tu propia hermana aquello que más apreciaba. ¿Cómo pudiste? Ni siquiera yo tengo tanta sangre fría. Pero te prometo algo. Si ella no aprieta el gatillo, lo haré yo.
Entonces, volvió hasta la habitación, donde ella le esperaba.