lunes, 4 de julio de 2011

Evermore.

Pensar nunca fue fácil, menos con una copa de whisky en la mano. Volvía a estar encerrado en la habitación de su hotel. No pudo seguirles cuando salieron de la cadena de televisión. Porque había dudado un momento. Solo tenía que haber dicho "gracias, chicos" como tantas otras veces. Pero no había salido. ¿Qué era eso que le faltaba? ¿Qué era eso que había olvidado? Dio un último trago a la copa y se desvistió para meterse bajo la ducha. Estaba decidido a encontrarlo de nuevo. Eso que había perdido. Salió del baño y miró la toalla y el albornoz. Al final cogió la toalla. Odiaba el calor que le daba el albornoz que hacía que el agua de su cuerpo en vez de secarse se pegara más a su piel. Pero llevaba un año y medio usándolo. Se quedó a gusto no poniéndoselo. Se miró al espejo y volvió a sentir aquel cosquilleo en el estómago. Por fin hacía algo que realmente quería hacer. Salió del baño y se encontró con que alguien había conseguido la llave de la habitación. - ¿Qué haces aquí? La despampanante rubia de pelo largo estaba sentada en el borde de la cama, con las piernas cruzadas y un cortísimo vestido negro de noche, esperándole con su copa de whisky en la mano. Parecía brillar más que las luces de la torre de Tokyo.
- He venido a verte. Esta noche tenemos una fiesta, ¿lo sabías? Hay gente de los nuestros en tu país también.
- Mira, Janey, no estoy para fiestas. Esta tarde he tenido un pequeño problema con la prensa, aunque está todo arreglado y no tengo ganas de volver a cagarla, sinceramente.
La quitó la copa de la mano para posarla sobre la mesilla pero antes de que se alejara la chica le rodeó con los brazos por la cintura, pero sin acercarse demasiado a él.
- Ponte el albornoz - le ronroneó en la oreja. Su pelo le rozó el cuello. Sintió un escalofrío que le hizo querer alejarse unos cuantos kilómetros de aquella especie de mujer -. Así no me mojarás.
- ¿Que no te...? No vengas aquí a darme órdenes - la cortó, apartándose de un manotazo -, y lárgate. Esta noche tendrás que divertirte con el resto de hombres que desean estar entre tus piernas - comentó.
La chica levantó la mano para golpearle pero él la detuvo en el aire y la atravesó con la mirada.
- Solo hay una mujer en este mundo que pueda golpearme, Janey. Y no eres tú - susurró, fiero.
- ¿Es esa mocosa, eh, Jin? ¿La que te salvó el culo en ese programa de mierda? - le gritó.
El chico soltó la mano de ella y se apartó un poco, confuso.
- Fuiste tu... tu dijiste que yo había estado en Shinjuku anoche - dedujo el chico.
- Muy hábil, cariño - dijo ella -. No creas que fue para crearte mala reputación, sino todo lo contrario. La gente te respetará más si saben que tienes un lado salvaje y te querrán si eres un tipo divertido. Además, las estrellas como nosotros tenemos permitido hacer este tipo de cosas. No como los sosos esos que cantan en este país.
- Yo he cantado durante toda mi vida aquí, no te atrevas a decir esas cosas delante de mí. Y precisamente porque este es mi país yo se lo que se cuece. Conozco a la gente, a mis fans. Y se que eso que quieres mostrar de mi no es lo que buscan. Solo quieren que cante.
Poco a poco se iba dando cuenta de lo diferente que él era respecto a sus nuevos compañeros. Él no quería salir de fiesta cada noche aunque lo hiciera. No queria una reputación que no le correspondía. No quería ser conocido por sus fiestas en lugar de por sus canciones. Como Yarah le había hecho ver.
- ¿Y qué te crees que pasará cuando tus canciones dejen de gustar, eh? Te irás a pique. Tendrás que volverte aquí y no podrás salir de este maldito agujero.
- Prefiero estar en este agujero antes de que se me recuerde por las broncas y movidas que teneís vosotros - aseguró -. No quiero salir en las noticias de esta manera. No quiero darle problemas a todos los que me están apoyando, ¿es que no lo entiendes?
- Claro que no te entiendo - soltó ella, atusándose el pelo intentando parecer una mujer sensual. Pero a ojos de Jin, hasta esa sensualidad había perdido con su forma de ser -. Lo importante es que hablen de ti, que compren tus discos aunque cantes mierda y que vengan a tus conciertos aunque tú salgas borraco al escenario. Las niñas te querrán igual, eres su ídolo y a un ídolo se le adora a pesar de todo.
- De verdad no entiendes absolutamente nada - suspiró él. Sintió algo aprisionarle el corazón. ¿Él había sido igual que ella? ¿Cómo no se había dado cuenta antes?
- Eres tú el que no entiende lo que la gloria significa.
- Vete - la dijo, dándola la espalda y dejando la copa sobre la mesa -. Tú y yo no tenemos nada más que hablar.
- ¿Vendrás más tarde? La fiesta será en...
- ¡Que te largues de una puta vez! - gritó, sin girarse.
La chica soltó un bufido y algún que otro insulto y cerró la puerta de un portazo bastante fuerte. Jin suspiró y se dejó caer en la cama, bocarriba, cerrando los ojos y pasando una mano bajo su cabeza. No podía creer que él había estado a punto de perder lo que más quería y todo aquello que había anhelado volver a sentir durante casi dos años por razones como las que Janey le estaba dando.
http://www.youtube.com/watch?v=pbUCKjqUAlY
Era cierto, era imbécil. Había querido olvidar esos sentimientos que no podía alcanzar desde Los Ángeles y al volver a tenerlos, había sentido miedo de tener que abandonarlos otra vez.
Pero sabía que no debía tener razones para tener miedo, que aquellas cosas que había dejado atrás seguían allí, esperándole. Que no necesitaba separarse de su pasado para ser feliz. Es más, necesitaba ese pasado, a aquellas personas que habían formado parte de él para ser él mismo, quien él era en realidad.
Decidido, el chico se levantó de un impulso, con aquella mirada de fuego pintada en el rostro como siempre la había tenido. Se vistió y sin secarse el pelo salió de nuevo del hotel. Tenía una cita. Consigo mismo.

Pasear por las calles de Tokyo sin sentir un peso en el alma era como una bendición. Caminar no le costaba. El aire era agradable y frío. Quería reír. Quería entrar en cada karaoke a cantar de nuevo, a sentirse vivo. Al pasar por el centro comercial recordó aquel día en el que Koki había roto la camisa que tenía que llevar a la grabación esa tarde. Todos tuvieron que acompañarle y recorrerse de arriba abajo el enorme edificio con todas sus tiendas para encontrar una exactamente igual. Les regañaron, pero además bien. Aunque encontraron la camisa y Junno se compró una chaqueta calentita de pelo para el invierno. Aquel hombre siempre con su sonrisa animada y con esa vitalidad que ninguno llegaría nunca a tener. Suspiró. Siguió caminando por su ciudad, su adorada ciudad, escuchando cada sonido, cada grito, cada risa, cada pitido, cada musiquilla. Nunca se había dado cuenta de que Tokyo estaba tan lleno de vida. La vida que él parecía haber perdido en Los Ángeles. Tal vez si se hubiera dedicado un poco más a disfrutar de la ciudad tal y como él era y no se hubiera dejado llevar por sus compañeros, la ciudad de Los Ángeles no le parecería tan frívola, fría e inhóspita.
La siguiente parada en la que sus pies se detuvieron fue aquel café donde tantas veces había quedado con ella. Y donde tantas otras la había plantado. La imaginaba sentada en aquel sofá ella sola, mirando por la ventana, esperándole durante horas. Las grabaciones se alargaban, y él sin poder si quiera llamarla por teléfono. Y a pesar de todo, cuando llegaba corriendo al lugar horas después, ella seguía allí, con su libreta de color azul y auqel bolígrafo grabado que él la había prestado cuando se conocieron. Esperaba con paciencia durante tanto tiempo y al verle, sonreía. Estar en aquel lugar de nuevo le hizo sentir ternura, ganas de volver a casa. Al lugar donde ella estaba.
Le apetecía pasar por la plaza. Era el lugar más vivo de la ciudad, y más en aquellas fechas cuando los conciertos de los cantantes más idolatrados estaban a la vuelta de la esquina. Allí, cerca de los árboles y la fuente con esa preciosa escultura, sintió aquella nostalgia de nuevo, ese sentimiento que de verdad pensó que nunca más sentiría. El video de grabación de aquella tarde que había terminado pronto y le había permitido verla antes y no llegar tarde, se había perdido en algún lugar del plató. Tenían que ir a buscarla y sino, quedarse a grabarlo de nuevo, lo cual sería un suicidio, realmente. Y ella solamente había sonreído como siempre y le había susurrado "vete tranquilo" mientras le sujetaba de la mano. Se había agachado para besarla pero ella se había apartado. "Mira alrededor" dijo. "No es buena idea que hagas esto." Como odiaba no poder besarla cuando él quería y porque quería. Pero ella era responsable y consciente de quién era él. Y parecía estar allí para recordárselo y cuidar de él.
Sus pies empezaron a correr solos. Sabía a donde iba. Aunque no estaba seguro de que fuera bienvenido en aquel lugar. Pero no podía más. No había dudas, no había nada en su interior más que ganas de abrazar todo aquello que había recibido y había rechazado por cabezonería y miedo; quería volver a querer, volver a tener una razón para sonreír. Una razón para no dejar que le envolviera la oscuridad.

Rebuscó las llaves en el fondo del bolso con una sola mano. La bolsa de plástico del supermercado pesaba en la otra, pero prefería no soltarla. Siempre había sido muy cabezota para eso, como si pudiera hacerlo todo a la vez. De la bolsa se cayó una caja de pilas nuevas. Se agachó a recogerlas y las miró. El mando a distancia de la televisión se había quedado sin pilas y por eso había salido a por más, aunque de paso había comprado algo de helado de vainilla y unas cervezas, además de patatas y pan. Necesitaba las pilas para ver la tele. Aunque no sabía si iba a ponerla. No para ver las críticas tanto a ella como a Jin por el programa de esa tarde. Por culpa de eso no había podido dormir y había salido a comprar, como hacía siempre que no podía parar quieta. Jugó un poco con las pilas en la mano y al final las recogió y las metió de nuevo en la bolsa. Suspiró antes de ponerse en pie, subió las escaleras del apartamento hasta el segundo piso y caminó por el pasillo para llegar hasta su puerta. La bolsa se le cayó al suelo sola al ver un bulto de color negro agazapado al lado de la puerta, sin moverse. Reconocería aquella chaqueta en cualquier parte. Así como el sombrero que llevaba y el gesto de mantener las manos en los bolsillos de la chaqueta en lugar de cruzarse de brazos. Él levantó la vista ligeramente al sentir la bolsa caer no muy lejos y la miró.
- ¿Jin?
- Yarah - respondió él, levantando la cabeza -. No estabas en casa así que...
- ¿Cuánto tiempo llevas ahí? - quiso saber.
- No lo se. Tampoco importa - susurró -. La cuestión es que quería verte.
Ella le miró. Creerle no era complicado, le amaba más que a nada en el mundo. Pero dejar que supiera que le creía, era otra cosa. La chica recogió la bolsa y buscó la llave en el llavero para abrir la puerta de su casa. Él, hábil como siempre, se puso en pie de un salto y se acercó a ella.
- Espera.
- ¿Qué es lo que quieres?
- Lo siento - dijo rápidamente -. Siento mucho todo lo que ha pasado. Siento mucho haberme dejado llevar por el miedo y haberte hecho daño de esta manera. Siento haber olvidado lo verdaderamente importante solo porque no era capaz de concebir una vida sin esas cosas. Yarah, lo siento todo, mucho. Pero solo hay una cosa que no siento. Y es seguir enamorado de ti.
La bolsa que la chica sostenía se volvió al suelo con estrépito. Las llaves quedaron colgadas de la cerradura. Jin volvió a sentir aquellos cálidos brazos rodeando su cuello, abrazándole como siempre lo habían hecho. Y aquellos labios que le besaba con suavidad le estaba diciendo a gritos que habían estado esperando por él durante casi dos años a que volviera. Cuando se alejó un poquito de él, rozando su frente con la de él, buscó sus ojos. Los vio brillar como antes ante ella y sonrió.
- Bienvenido a casa - susurró -, Jin.

5 comentarios:

  1. preciosooooooooooo, quiero muucho mas, y tubmn te quiero ver a ti jum! xDDDDDDD

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  2. Jajajajajaja, lo de verme a mi tendrá que esperar un poco más. Pero la continuación no tardará.

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  3. asias, ^^ y no pasa nada, cuanto mas tarde en verte, mas abrazos te dare^^ jejej

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  4. Jajajajajaja. Voy a actualizar dentro de nada, voy a ello.

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