lunes, 21 de febrero de 2011

Entre quien fuiste y serás, lo esencial es el que soy.

El olor que inundaba la habitación era un suave aroma dulce que salía de las velas que adornaban todo el cuarto, mezclado con un pequeño olor floral de los pétalos frescos de rosa que estaban esparcidos sobre la cama. La habitación estaba completamente a oscuras excepto por las pequeñas llamas que se repartían por diversos puntos del suelo y las mesillas. Estar privados de su sentido de la vista había agudizado aún más el resto de ellos. El colchón se movió bajo su peso. Lo primero que sintió fue la mano del chico rozar su rodilla, que era lo que más cerca tenía. Ella buscó su cuerpo, llegando a encontrarse con su brazo primero. Lo recorrió y llegó hasta su nombro desnudo. Sintió la mano del chico subir desde su rodilla por su pierna, levantando el camisón de seda y metiéndose por debajo, rozándola suavemente, hasta llegar a su punto medio. Ella, desnuda bajo la seda, soltó un jadeo. La piel del chico estaba fría, pero pronto entraría en calor al contacto con la pasión de la chica. Se movió rápidamente para quedar más cerca de él y poder enredarse en su cuello. Él, con la mano libre, deslizó el camisón de la chica fuera de su cuerpo. Su instinto le llevó a encontrar el cuello de la chica y a besarlo, mientras bajaba dejando un reguero de besos hasta llegar a su pecho. Ella se agachó al sentirle rozar sus puntos más sensibles y le lamió la oreja, mordiéndola suavemente y ronroneándole al oído. Las manos de la chica buscaron la piel de él, descendiendo por su pecho, bien formado, delineando cada músculo. Se apartó de él para poder bajar por su cuerpo como había hecho antes pero esta vez, rozándolo con sus labios, con su saliva, con su aliento. Él sintió una fuerte excitación al darse cuenta de que ella había bajado tanto que ya estaba frente a sus caderas. Ninguno de los dos veía qué hacía el otro o cual era la expresión de su cara, puesto que ambos llevaban los ojos vendados con un trozo de tela negro. Pero aquello, lejos de molestarles, solamente les excitaba más. De pronto ella luchó por tomar el control. Él no se movió y solamente se dejó hacer por ella. La chica le empujó hasta apoyarlo contra el cabecero de la cama. El chico de ojos claros solamente sintió como ella se movía y de pronto, estaba sentada directamente sobre él. Soltó un gemido. Ella le cerró los labios mordiéndole a la vez que le besaba con pasión. Poco a poco empezó a mover las caderas con suavidad, provocándole la reacción que buscaba. Él se aferró a la cadera de la chica empezó a lamerle el cuello, subiendo hasta la oreja.
- Voy a llevarte al cielo - la susurró él entonces.
- Contigo bajaría al mismísimo infierno si hiciera falta - jadeó ella.
- Relájate, déjate llevar y solo - jadeó contra su oreja - siente.
Un grito de placer. Y amaneció. Podía abrir los ojos, ya no tenía la venda sobre ellos. Recordaba como él se la había quitado por la noche tras hacer el amor, mientras susurraba que necesitaba ver sus ojos brillar tras haber liberado aquel más que incontenible placer. Parpadeó varias veces hasta acostumbrarse a la luz. Apartó las sábanas de su cuerpo y se dio cuenta de que eran diferentes a las que habían visto la pasión que habían derrochado aquella noche. Probablemente fuera él, cuando se durmió sobre su pecho, quien las cambió. Además de que no estaba desnuda, sino que aquella preciosa camisa blanca de botones negros cubría su cuerpo por completo. Miró en el lavabo, pero él no estaba. No la gustaba despertar y que sus brazos no la estuvieran sujetando con fuerza. Echaba de menos sus ojos claros.

Ver las nubes le tranquilizaba. Aún sentía como ella se estremecía entre sus brazos y gritaba su nombre. Sonrió. Al final no había sido tan mala idea. No, si encima tendría que darle las gracias a esos cuatro metomentodo por aquello. Respiró hondo y el aire puro de la montaña entró en sus pulmones. Entonces sintió un empujón por detrás y se sobresaltó. Giró la cabeza y vio la enorme sonrisa de la chica allí, en su hombro, mirándole fijamente. Sus brazos pasaron entre los huecos de su cuerpo y sus brazos, arqueados porque tenía las manos metidas en los bolsillos del pantalón. La chica se apoyó en su espalda y se aferró más él. Él sacó las manos de los bolsillos y acarició las manos de ella, mientras echaba la cabeza ligeramente hacia atrás y la apoyaba en la de ella con suavidad.
- Buenos días, amor - susurró, cerrando los ojos.





Definitivamente, si no soñara con conducir, no soportaría lo soporifero de las clases y eso de dar hoy el tema 5, mañana acabamos el 8 y hoy, el ¡15! Madre de dios. En fin.
Esta mañana me he levantado muy mal y he llegado tres minutos tarde a clase. Me he encontrado con ocho compañeros que llegaban como yo, tres minutos y medio tarde. Y entonces la (zorra) señora que nos da clase, ha dicho que no podíamos pasar. ¿Y para eso madrugo yo? ¿Tanto la hubiera costado decirnos que una y no más? Nunca avisó de que al llegar tres minutos tarde no se podía entrar. De todas formas, he bostezado mucho después, me aburría. Y es que cuatro horas de clase por la mañana son matadoras. He escrito como cinco hojas sin darme cuenta en medio de clase. Era un no parar, ya ni siquiera levantaba la cabeza para mirar al tipo que me estaba contando no se qué de las concepciones del hombre según los dioses y la mitologia y luego decía cosas de filosofía que preferí ignorar. A veces pienso que me paso, pero es que me pongo y últimamente es un no parar. Incluso he seguido con Jun e Izumi un poco bastante más. Si es que mis neuronas se estimulan a veces y pegan estirones después de las paradas y el tiempo que me paso en blanco sin sacar nada bueno. Creo que también están algo borrachas mis neuronas desde hace algún tiempo, ¿eh? Porque van y vienen a su antojo y yo cada vez estoy más loca y esas cosas que pasan cuando tus neuronas se lo pasan pipa dentro de tu cabeza.

Y sinceramente, que sigan celebrando lo que estén celebrando, que yo estoy muy bien así.





"Entre el ayer y el mañana, lo que importa es el hoy. Entre el infierno y el cielo hay siempre un punto intermedio. Y entre el nacer y el morir, un libro en blanco de sueños que tú, con tus actos, vas escribiendo."

7 comentarios:

  1. Ostia que si al mismo infierno si hiciera falta....no lo sabes tú bien. Arg, voy a acabar volviéndome loca.

    Intenta tomártelo con calma, anda, no te estreses.
    Qué zorra! cómo si ella no pudiera llegar tarde un día! Dios últimamente se hacen notar demasiado, a ver que hacer redada ¬¬"

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  2. A donde sea, ¿qué más da? Mientras sea con él siempre va a hacer calor...

    Yo no me estreso, solo me quejo. Y lo de esa es pan nuestro de cada día, hoy una zorra, mañana una víbora, pasado una puta y así. Pero son cosas de la vida. Si no existieran, no habría nada divertido para quejarse y enfardarse, ¿no?

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  4. Es lo que he querido decir, si es con él, me da igual el donde.

    Ya buscaria algo diertido sin ellas, creeme

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  5. A mi también me daría igual.

    No, si será por cosas divertidas que se pueden hacer en una cama...

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  6. Si, ya se que la lista de camas y no camas no tiene precisamente fin.

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