domingo, 10 de febrero de 2013

... sino a quien no cambie tus defectos.

El edificio de la compañía era más alto de lo que ella había imaginado. Los chicos se paseaban por allí como si fuera su casa, conocían cada pasillo al milímetro. Casi podría decir que habían contado los pasos que había de lado a lado y los escalones que tenían que subir hasta cada planta. Al ser prácticamente de noche, la estructura del edficio parecía dar miedo vista desde fuera. Por los grandes ventanales no se veía ni una sola luz. Seguramente esas eran las oficinas diurnas. Los cuatro muchachos la guiaron por el interior a cierta velocidad. Masaki sacó los cubos de pintura y compartió el peso con Sho, quien cargó con uno de ellos para así ir más rápidos. Tenían mucha prisa, lo que le decía a Keiko que posiblemente al amanecer, lo que Jun tuviera que hacer debería estar acabado. Al llegar frente a una de las dobles puertas que tenía una placa que decía "5 Stage" Satoshi empujó con cuidado una de las puertas hasta dejarla lo suficiente abierta para que pudieran entrar. La escena que la chica vio la hizo sentirse aún más culpable. El chico estaba de pie delante de una enorme pared blanca, con todos los botes de pintura abiertos, con un par de brochas grandes en cada mano, mirando lo que se suponía que era su lienzo con auténtica rabia. Caminaba de un lado a otro, como si pensara en algo. Pero cuando se desesperaba, lanzaba los utensilios de pintura contra el suelo y gritaba, como un rugido de ira. Verle de esa manera, completamente desesperado, nervioso, histérico, era como una pesadilla. Y no iba a permitir que siguiera. 
Jun levantó la vista hacia ellos al ver la puerta entreabierta.
- ¿Qué haceis aquí? No teneis permitido ayudarme - les recordó. 
Entonces vio a la chica detrás de Satoshi. 
- ¿Qué...? ¿Por qué la habeis traido hasta aquí? - gritó. 
Antes de que nadie contestara, la chica cogió de la muñeca a Masaki, que dejó caer el bote de pintura en el suelo, y tiró de él fuera de la sala. Los demás se quedaron confundidos. Excepto Jun. Esa chica estaba pensando algo. Lo sabía. Podía verlo en su espíritu. Le había llamado la atención desde el principio. Su forma de tratar a los niños, su manera de querer ayudarle, incluso la forma de hablar con él, como si fuera una persona normal. Además, la manera en que le había hecho sentir. Sonreír con solo hacer una tontería como pasarle un pincel por la mejilla. Cosas como esas, aunque pareciera mentira, a gente como él no les pasaban. Hasta que entró en aquella tienda de pinturas. Hasta que llegó a ella. Se había dado cuenta de que, de haber sabido que la haría tanto daño, nunca hubiera ido a aquel club aquellas noches; no lo hacía con semejante frecuencia, nunca, pero en esos días el estrés de estar frente a aquel muro, frente a aquella apuesta, le tenía completamente consumido. Lo peor de todo era que tenía miedo a darse cuenta de que podía dejar todo aquello, de que no lo necesitaba si podía tener a Keiko y solamente a Keiko. Pero mientras estuviera pensando en ella, en realidad estaría completamente solo.   
Apenas pasaron cinco minutos hasta que ambos volvieron. La chica se había llevado a Masaki como mapa con patas para no perderse por la agencia. Iba vestida con una camiseta muy grande y vieja de color azul cielo que posiblemente nadie notase que faltaba del vestuario. Sus vaqueros iban cubiertos con un mono de color blanco, con la parte de arriba atada a la cintura. Llevaba el pelo recogido y en las manos, ninguna pulsera o anillo.  Se acercó a él para tenderle una camiseta blanca también vieja y otro mono. Él la miró de cerca. Al fijar los ojos en ella, la chica le devolvió la mirada. Con una calidez que el muchacho no se esperaba y le aturdió. 
- Ponte esto - le dijo -. Te avisé de que si te manchabas la ropa, no podas quitar la pintura. 
- Da igual. No voy a hacer nada. Me dejaré las neuronas pensando toda la noche y no conseguiré sacar nada. 
- ¿Te vas a rendir? ¿Así de fácil?
- ¿Qué otra opción me queda? - respondió él, levantando un poco la voz. Le molestaba la actitud sabionda de la chica, como si le estuviera culpando por dejar de intentar aquel imposible. 
- Ese no es el Jun que yo conozco.
- No tienes ni idea de cómo soy - la espetó -. No vengas aquí como si lo supieras absolutamente todo, ¿quieres? 
- Te conozco. Sé que me he equivocado contigo y lo siento. Pero siempre supe que la sonrisa de aquel día, la decisión de ir a pedirme ayuda a pesar de todo, la desesperación con la que te enfrentas a esto y el orgullo que te impide rendirte bajo cualquier circunstancia - enumeró - son parte del auténtico Jun Matsumoto. 
El moreno suspiró, mordiéndose instintivamente el labio inferior. Ella dio un paso hasta él y con el dedo pulgar le hizo soltarse el labio para que no se hiciera daño. Él tragó saliva imperceptiblemente. 
- No puedo hacerlo - susurró.      
- Ahora yo estoy aquí - hizo notar la chica. 
- Eso no cambiará nada.
- No pensabas lo mismo cuando fuiste a la tienda a buscarme. 
- Entonces todavía tenía tiempo. 
- No me repliques más o entonces seguiremos perdiéndolo - le insistió -. Ponte esto. 
Le obligó a cogerlo mientras ella se giraba hacia la pared y se daba un paseo por delante. Estaban de acuerdo en que hablarían más tarde.
- ¿Qué miras? Es una pared blanca, toda exactamente igual - la dijo él, mientras se ponía el mono. 
- Sí, pero las proporciones de los dibujos dependen de la altura que tenga que tener el mural. ¿Qué demonios tienes que pintar aquí? - quiso saber.
- Tengo que hacer algo especial. 
- ¿El qué? - insistió ella. Cuanto antes supiera el qué, antes podrían ponerse a intentar pintarlo. 
- Eso. Algo especial. 
La chica le miró con la boca medio abierta.Omitió el hecho de que se estaba desnudando delante de ella. 
- ¿Me estás diciendo que no sabes lo que tienes que hacer? - preguntó, despacio, como si le estuviera hablando a un retrasado.
- Técnicamente... no - admitió él, metiendo la cabeza por la camiseta. 
- No me lo puedo creer... ¿dijiste que harías algo que no sabes lo que es?
- No. Dije que haría yo mismo el mural para el último concierto del tour Scene.
- Eso es otra cosa - le reprendió ella -. Pero aún así... ¿cómo dejan que hagais estas cosas vosotros?
- No dejan. Yo aposté a que lo haría. 
- ¿Que hiciste qué? ¿Estás loco?
- Fue por orgullo - admitió el chico. 
- Tú y tu orgullo - soltó la chica, resoplando -. De acuerdo, el tema es el tour Scene. Es un punto de partida. 
- No, no lo es - la cortó él -. Mira, dejemos de fingir que puedo hacer esto. 
- No puedes - contestó ella -. Solo, no puedes - remarcó. 
- Ellos no pueden ayudarme. Se lo prohibieron expresamente. 
- Mira, no se qué clase de apuesta has hecho tú para que te hagan esto, pero... estoy segura de que no contaban con que alguien podría ayudarte.
- ¿Por qué?
- Porque cualquiera que te ayudase lo iría contando por ahí, ¿no crees?
- Tú no eres cualquiera - dijo entonces él. 
- Precisamente - dijo ella, con una ligera sonrisa. 
El chico apartó la mirada de ella antes de dejar escapar una sonrisa tonta. Volvió a mirar la pared. Y se desesperó otra vez. 
- Es imposible... por más que lo intento yo... no puedo poner el pincel en esa pared.  
- ¿Qué es lo que te da miedo? - notó ella.
- Equivocarme - respondió
- Tenemos más pintura, podemos borrarlo y volver a empezar.
- No me gusta hacer eso. Prefiero seguir adelante con lo que he hecho - la dijo. 
- A veces precisamente esa forma de ver las cosas es la que hace que la gente te mire mal - le soltó.
- Oye, mira, si has venido para...
- Piensa en lo que más quieres - le interrumpió -. Este muro en blanco es, de momento, solo eso, un muro blanco. Mirándolo solo no sacarás nada de él. Tienes que concentrarte en llenarlo de color. En llenarlo de ti. Piensa en lo que eres, en lo que sientes, en lo que tienes.
- No hagas que suene tan fácil - murmuró.
- ¿Por qué? Es así de simple.
- No lo es. Porque yo no tengo nada - la dijo, mirándola a los ojos. 
La chica dio un paso hacia él y enfrentó su mirada. 
- Mentira - susurró. 
- ¿Tú que sabrás?
-  Lo sé. Y tú también. Porque estais unidos por un lazo tan fuerte que incluso te atreves a pasarlo por alto en una de las crisis en las que te mete tu maldito orgullo.
El chico se irguió y, de forma instintiva, miró hacia la puerta del plató. Los cuatro chicos que seguían allí de pie, mirándoles a ambos, le devolvieron la mirada. Tragó saliva. De no ser por ellos, la chica no habría ido hasta allí. Y él podía haberse pasado la noche entera intentando pensar en qué hacer para no arruinar su orgullo y a sí mismo. Aún no tenía ni la mínima idea de qué iba a salir de aquello y sin embargo, estaba tranquilo. Como si ya no le importara ganar o perder aquella batalla. Estaba peleando porque quería que el mural para su concierto fuera más que perfecto. Tal vez se había equivocado al decir que podría hacerlo. Pero era como había dicho ella. No podía hacerlo solo. 
La chica de repente salió corriendo hacia los cuatro chicos. Pareció darles algunas indicaciones sencillas y, de repente, todos salieron del plató, dejándoles solos. Jun pensó que se habían ido hasta que volvieron a aparecer. Empujaban un par de carros para transportar las cámaras y altavoces de las grabaciones. Y precisamente llevaban dos enormes altavoces con ellos. Sho empezó a hacer de manitas, conectando cables con un equipo de reproducción que habían sacado de dios sabía donde. Mientras ellos preparaban eso, Keiko le obligaba a pintar la pared otra vez con los rodillos y la pintura blanca, para darle una textura a la pared que luego no pareciera sucia. Y de repente, su música empezó a resonar en el plató. Jun se detuvo y les miró. Masaki había empezado a bailar ya. Sonrió. Estaban locos. ¿Por qué? Volvió la vista hacia Keiko y la vio bailando también mientras seguía dándole a la pared con el rodillo para arriba y para abajo. En el estribillo de la canción, la chica usó el rodillo como micrófono y empezó a cantar junto con la música, mirándole como si le cantara a él. Haciéndole reír.
- ¿Qué haces?
- Esto es lo que tienes - sonrió -. Lo que te hace sentir. Lo que te hace quien eres. Es todo en lo que debes pensar. Y sacarlo de ti mismo para plasmarlo en esta pared. 
Parecía sencillo y él no se dio cuenta de que lo era hasta que empezó a pintar. Cuando terminaron con la pared y la dejaron completamente blanca, la chica se tumbó boca abajo en el suelo, moviendo las piernas al ritmo de la música, con un lapicero y una hoja de papel y empezó a esbozar lineas que poco a poco adquirían formas que estimularon el interés de Jun en aquello. Entre la imaginación de Keiko y algunos detalles que aportaba él, de cosas que no quería que faltaran, dibujar un esbozo de lo que luego sería algo increíble fue muy fácil. Keiko hacía su parte subida en la escalera, arriba del todo. Si para él era complicado dibujar, encima de una escalera sería todavía peor. Además ella tenía soltura para eso. Bromeó diciendo que era ella quien pintaba las paredes de su casa cuando su madre quería cambiarlas de color. La música le fue arrancando poco a poco de su desesperación, haciéndole incluso disfrutar de dibujar en aquella pared. En alguna ocasión, la chica se puso detrás de él y le guió la mano con la brocha para que dibujase unos detalles a las cosas que ya estaban pintadas. Sentía una proximidad con ella que le aturdía a veces. Pero que no le era desagradable precisamente. La chica rió, bromeó, e incluso le pintó una linea morada con la brocha en la cara. En una ocasión, cuando ella trató de bajar de la escalera después de terminar un dibujo en la parte alta de la pared, él se lo impidió  y abrió los brazos para que se dejara caer. Pasaron un rato discutiendo sobre si podría cogerla o no, y los cuatro chicos apostaron entre que acababan en el suelo y alguno con moratones. Al final, Keiko confió su vida o más bien, su integridad física, al muchacho moreno, que cuando saltó, la sujetó con tanta fuerza entre sus brazos que la chica no pudo evitar cerrar los brazos alrededor de su cuello y dejar que se quedase así unos segundos. Sintió el corazón de Jun latiéndola contra su propio pecho. Y pensó que ese era el recuerdo más bonito que jamás se podría haber llevado de él. 
Posiblemente faltara muy poco para que amaneciera cuando, al alejarse de la pared, se pudieron ver los resultados de toda una noche de trabajo duro. Al final, el fondo había sido blanco. Así, todos los dibujos a brocha en los cinco colores, resaltaban más. Había sombras, luces, juegos de colores, figuras que hacían de aquella pared antes blanca una obra no maestra pero de la que Jun, se sintió completamente orgulloso. Y no le importaba a quien le gustara o quién lo criticara. Para él, había sido algo inolvidable.
Los cuatro chicos decidieron marcharse cuando aquello estuvo terminado. Satoshi se había quedado dormido y Kazunari había tenido que despertarlo. Masaki miraba a un punto y no parpadeaba, dormido aunque despierto. Y Sho ya no sabía qué hacer para no cerrar los ojos. Después de todo, se merecían un descanso. Cuando se quedaron solos, Keiko se sentó delante de la pared, mirándola. Ella también debía reconocer que se sentía orgullosa de cómo había terminado aquello, nada mal para no haber tenido demasiado tiempo. El moreno se sentó a su lado y la tendió una lata de refresco que ella le agradeció. 
- Ciertamente, no podría haberlo hecho sin ti. Gracias. 
- En realidad siempre quise ayudarte. 
- Me sorprendió verte después de que me dijeras que no te gusta la gente como yo - recordó, dándole un sorbo a su refresco. 
Ella miró la lata un momento, en silencio. 
- Tu fachada, Jun - dijo al fin -. Que finjas. Eso es lo que no me gusta. Pero tengo que pedirte perdón. Por no darme cuenta. 
- ¿De qué?
- De cuál era la fachada y cuál el Jun de verdad - susurró. 
- A veces, ni siquiera yo mismo sé distinguirlos - admitió -. Si soy como soy, puedo tener problemas. Y si me escondo detrás de esa fachada al final... no sé como soy. 
- ¿Es porque tienes miedo de estar solo?
Jun supuso que los chicos habían hablado de más. 
- Sí - confesó -. No me gusta esa sensación. Y sin embargo, por más que intento no sentirla, no puedo quitármela de encima. 
- ¿Por qué?
- Por la gente. Me odian. Hay muchos que no me soportan, que solo quieren destruirme, verme arruinado. Ahí es donde no sé si buscan eso por la fachada o por mi mismo... 
- Estás confundido porque intentas seguir por tu camino tú solo. 
- No es verdad. Somos cinco en el grupo, y ellos...
- Te conocen bien - le interrumpió suavemente -. Aunque no te des cuenta, ellos saben lo difícil que puede ser a veces estar a tu lado. 
Él solamente la escuchó. Le interesaba de sobremanera el punto de vista de aquella chica. Ninguna otra jamás le había dicho eso. Todas alegaban una sola cosa. Envidia. En cambio Keiko tenía argumentos más razonables a largo plazo, como por ejemplo, que él intentaba seguir solo hacia delante. 
- Lo que pasa es que quieres que todo sea tan perfecto que a veces no te das cuenta de que no confías en los demás. Tienes que hacer las cosas tú para que salgan a tu gusto. 
- ¿Eso es algo malo?
- No lo es, cuando eres capaz de trabajar con los demás. No hagas las cosas por tu cuenta. Cuéntaselas a quien te hace el camino, a quien te da el lugar por el que caminar. A toda esa gente con la que trabajas. Cuéntales lo que quieres, lo que piensas, lo que puedes hacer. En lugar de hacerlo todo como te de la gana e ir ganándote por ahí enemigos, ¿por qué no cooperar? En realidad, tu trabajo sería más sencillo así. Y con miradas de aprobación, sentirías menos soledad. 
- Intentaba conseguir esas miradas siendo orgulloso - susurró -. Y me equivoqué. 
- En realidad, no del todo. Yo no lo pienso así. Creo que tu orgullo es lo que te hace ser tan obstinado en tu trabajo. Querer superarse a uno mismo no es nada malo. De hecho, es una gran virtud. Que seas un cabezota persistente es parte de tu encanto - sonrió ella, bebiendo también de su refresco. 
El chico sonrió a medias. No estaba equivocada del todo, en realidad. Y saber esas cosas, la forma en que ella le veía, posiblemente le ayudase a la hora de intentar no desviarse del camino él solo. 
- ¿Puedo preguntarte una cosa? - le dijo, mientras se dejaba caer hacia atrás, tumbándose en el suelo. 
- ¿El qué?
- ¿Qué tienen ellas?
- ¿Eh?
- Esas chicas - dijo, pero sin ningún tipo de enfado o reproche en la voz -. ¿Qué tienen?
- Nada mejor que hacer - respondió él -. Eso es lo que tienen. 
Jun se dejó caer en el suelo como ella, quedando a su lado, también tumbado. Mirando al techo se daba cuenta de lo lejos que estaba del alcance de su mano. Esa sensación de lejanía no le gustaba nada. Y luego se llamó estúpido por estar pensando cosas como esa. De repente sintió los dedos de la mano de Keiko rozando los suyos. Suavemente. Despacio. 
- No estás solo - susurró. Pero no entrelazó su mano con la de él. Solamente quería que sintiera que había alguien que se preocupaba por él. Nada más. Ella misma no se podía permitir pensar en algo más. No con alguien como Jun. 
- Ya no - dijo él. 
El moreno estrechó la mano de la chica y antes de que ella pudiera decir nada, él se dio la vuelta hacia ella, apoyándose sobre el lado izquierdo de su cuerpo y apareciendo en el campo de visión de la chica. Antes de que pudiera incorporarse para apartarle, se agachó sobre ella y la besó. La primera sensación fue calidez; una emoción que les dominaba por completo, algo que no podían rechazar, porque los dos lo anhelaban con toda su alma. Ambos sintieron una descarga eléctrica recorrer su cuerpo, desde la espina dorsal hasta el cuello. Keiko no pudo evitar corresponder a aquella caricia. Sin embargo cuando él se apartó un poco, la chica se levantó rápidamente, dejándole ligeramente confundido. 
- Keiko...
- Jun, no... - pudo decir, mientras se quitaba el mono -. Ha sido un placer ayudarte. Ha quedado precioso - dijo, señalando al mural, sin mirarle a él. 
- Espera... por favor. -Se puso de pie igual de rápido que ella -. No estoy jugando contigo. Y lo sabes. Sé que lo sabes. 
Esperaba conmoverla con esas palabras. Pero ella no era cualquiera, tenía que recordarlo. Con Keiko, nunca podía saber qué iba a pasar, cuál sería el siguiente paso... y si ese paso les acercaría o simplemente les llevaría por caminos diferentes. Y a ella le pasaba exactamente lo mismo con él. 
- Lo sé - dijo solamente ella -. Adiós. 
- ¡Keiko!
Ni siquiera llamándola de aquella forma casi desesperada pudo detenerla. No podía quedarse con él. No debía. La chica salió del plató sin mirar atrás, dejándole completamente solo. Ahí estaba la sensación que tanto miedo le daba. La soledad. Ser abandonado por alguien a quien se quiere. Y no poder evitarlo.            
         
Keiko volvió directamente a trabajar esa mañana. En las noticias pudo ver la presentación del mural para el último concierto. "Enhorabuena, pequeño orgulloso" pensó al verle, sonriendo junto a sus cuatro amigos. Había merecido la pena no dormir aquella noche. Aunque siguió pensando en aquel beso durante toda la semana, semana más de lo normal. Ahora a todo el mundo les había dado por ponerse a pintar como hacían sus idolos. Qué divertido. No le gustaba demasiado la gente que no tenía ni idea y hacía las cosas simplemente por estar a la moda. Pero ella como dependienta, solo sonreía y atendía las peticiones de los clientes, nada más. El último día de la semana fue especialmente tranquilo. Los niños estaban más calmados que de costumbre, aunque seguían tirándose pinturas a la cabeza, y la gente ya se había olvidado del capricho de pintar. Era ella quien, sentada en una de las sillas de los niños, dibujaba distraídamente en un papel en blanco, con un lapicero. 
De repente una de las niñas se bajó de la silla y salió hacia la tienda. Imaginó que iría a buscar algunas pinturas. La daba igual, que cogiera lo que quisiera. Ese día estaba algo cansada. No tenía fueras ni para enfadarse con los críos cuando se tiraban pinturas o bolas de papel. Cuando la pequeña volvió, la tiró de la camiseta que llevaba puesta. Ella se giró a mirarla y abrió la boca de la sorpresa. 
- Me lo ha dado ese chico - dijo, tendiéndola una preciosa rosa blanca perfectamente envuelta, con un lazo de color morado. 
La chica levantó la mirada hacia la tienda y le vio, al otro lado del mostrador. Llevaba una camisa azul, una cazadora blanca encima y unos vaqueros negros. La esperaba con una sonrisa que la hizo temblar. Tragó saliva. Por instinto, se mordió el labio inferior. No podía olvidarse de aquel maldito beso. Dejó a los niños un momento solos y salió a la tienda, cerrándoles la cortina. Rodeó el mostrador y llegó hasta él, manteniendo las distancias.   
¿Cómo lo sabías? - preguntó, señalando la rosa. 
- Hay un pequeño jarrón con rosas blancas en la trastienda, al lado del reproductor - dijo, haciendo memoria -. Supuse que serían tuyas. 
La chica volvió a oler el dulce aroma de la flor que tenía en la mano y sintió que se volvía más tonta por momentos. 
- No deberías haber vuelto. 
- ¿Por qué?  
- Si alguien te ve...
- Estoy pintando otro mural - inventó. 
- ¿No te bastó la experiencia con uno solo? - le preguntó, ladeando la cabeza.
- Sí, la verdad es que sí - admitió el chico.
Se quedaron en silencio un momento, solo mirándose. Los ojos de Jun la decían tantas cosas a la vez que pensó que se estaba poniendo colorada. 
- ¿Sabes qué llamó mi atención la primera vez? - susurró. 
- ¿El qué? - Quería saberlo. 
- Nunca había visto a una chica usar una camiseta oficial de un concierto... fuera del propio concierto - respondió, con un gesto divertido. 
- ¿Qué?
- Llevabas la camiseta del tour Scene. Hace poco que nos vimos sin que yo me diera cuenta, ¿no?
- En realidad no pude ir al concierto. Lo siento. 
- ¿Y aún así llevabas la misma camiseta que llevé yo? -Le había tomado por sorpresa -. ¿Cómo lo supiste?
- ¿El único con un arcoiris de cinco colores en la espalda? Tenías que ser tú - sonrió la chica.
 
Estaba completamente embobado ante esa sonrisa. El chico se atrevió a cogerla la mano. Ella quiso apartarse pero él dio un paso hacia ella para impedírselo. La acarició la mano con suavidad, con la yema de los dedos. A Keiko le temblaron las piernas. Estaba demasiado cerca de ella.     
- Keiko, ¿qué es lo que te da miedo? -Ella le había hecho la misma pregunta. 
- Tal vez lo mismo que a ti - contestó la chica. 
- Conmigo no tienes que tener miedo. 
Keiko respiró hondo. Demasiado tentandor. 
- Jun, ¿qué quieres? ¿Por qué has vuelto aquí? 
No le odiaba. Al contrario. Sin embargo ella nunca se había hecho ningún tipo de ilusión, a pesar de que los recuerdos que tenía con él eran los más bonitos que atesoraba desde hacía muchos años. Pero Jun estaba fuera de su alcance. Él vivía detrás de un muro enorme que ella no podía saltar. Y Keiko no era la clase de persona que se golpeaba la cabeza con un muro una y otra vez por un imposible, por muy fuertes que llegaran a ser sus sentimientos; no quería rendirse, pero tampoco pasarse la vida lamentando un algo que nunca pudo ser en realidad. Prefería darse la vuelta a tiempo, darle la espalda, cerrar los ojos, y simplemente olvidarlo. 
El teléfono del chico empezó a vibrar. Tenía que irse. Empezó a caminar hacia atrás, sin apartar la mirada de la chica y sin olvidar su pregunta. Al llegar a la puerta cogió aire para hablar antes de salir y metió las manos en los bolsillos del pantalón. Keiko nunca imaginó que sería el propio chico quien no la dejaría olvidarse de él. Quien volvería a abrirla los ojos y fijar sus pupilas en las suyas. Jamás llegó a pensar que sería Jun quien saltaría el muro.
- Porque me gustas - respondió él, con una sonrisa sincera y totalmente deslumbrante -. Y como soy un cabezota irremediable que sabes que jamás se rinde, no dejaré de venir a verte hasta que caigas loca de amor por mi. Porque quiero conocerte. Y quiero dejar que seas la primera mujer que me conozca a mí. 



Y al conocerte, me di cuenta de mi propia debilidad.

6 comentarios:

  1. ohhhhhhhhhhhhhhhh!!!!! que encantador por favor.
    Aver, empecemos por el principio. La conversación que han tenido me a encantado. Han sido sinceros el uno con el otro. en cuanto a los otros 4 cantando y bailando vamos, solo de imaginarlo me despiporro de la risa lo prometo jajaja, Satoshi y Aiba dormidos, y Sho a punto. Me a encantado que se quedaran hasta el final, esperando. Haciendole ver que no esta "solo" como el pensaba.
    No se, en cuanto a esta ultima parte, y a cuando le da el beso, puffff..... A sido adorable, me a encantado, sobre todo la analogía de que era él el qeu había saltado el muro para no dejarla escapar. Me encantado de verdad

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    1. Es todo un poco peliculero, depende de como se mire.
      Es que si empezamos no siendo sinceros, mal vamos. Hablar y arreglar las cosas era lo mejor y lo sabían. Bueno, ellos son el apoyo moral.
      Para una vez que se rompen las reglas y es él quien se decide, había que hacerlo bien jaja

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    2. Es que a sido genial xD Me a encantado para uqe nos vamos a engañar xD

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  2. Mi pobre, imaginármelo así no me ha gustado nada; pero bueno me ha gustado que no permitiera que siguiera así.
    Vale, yo también me he quedado confundida por un momento cuando se ha llevado a Aiba, a ver está claro que tenía algo en mente, pero ha sido: "¿qué coño irá ha hacer?"
    Cuando ha pensado que podia renunciar a todo eso, si podia tenerla a ella me he acelerado como una moto. Me encanta (LLLLL).
    Jajajajajajajajajajajajajajajajajajaja, Aiba en plan mapa con patas, me mató xD
    Que ambos se den cuenta de sus respectivos errores y los admitan abiertamente sin orgullo ninguno; que mantengan esa conversación después con esa calidez que tenían y que ella no deje de apoyarle y le inste ha hacerlo me flipa muchisimo.
    Cuadno han sacado los altavoces, han puesto la música y se han puesto ha hacer el gilipollas ha sido vaya par de crios más amorosos. Que se queden con él, ayudándole de alguna manera hace que me encanten todavía más. Se me hizo extraño que él quisiera cogerla cuando estaba arriba en la escalera, pero me pereció un gesto monísimo.
    Aaaaahhhhhhhh! Si sabe que no está jugando con ella, por qué se va?
    Me alegro que gustara y que acabara todo bien con la apuesta. Me parece cuquisimo, el haberle regalado la rosa, jo.
    Me gusta esa metáfora del muro, la verdad. El hecho de que sea Jun quién lo salte y no la deje escapar me encanta, enamora, chifla, flipa, mata.
    DIOOOOSSSSS! Me ha gustado muchos su forma de conocerse, me parece un jodido amor y me ha parecido superdivertido la escena del mural. Me encanta, me encanta y ME ENCANTA.

    La canción aunque no la escuchaba desde hace bastante, superbonita. Respecto al a foto.... sólo diré que la he puesto en el móvil. Y que llevo bastante tiempo mirándola

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    1. Todos tenemos nuestros momentos de desesperación en algún momento, es normal que él también.
      Corcho, es que sino, luego se pierde y ¿qué hace? ¿Dar vueltas? Eso es como un laberinto que te atrapa y cualquiera sale, al menos, estando alli por primera vez quiero decir. Si, si, mapa con patas. Imagina a Aiba: ahora a la derecha. En el segundo pasillo a la izquierda. Es la tercera puerta de ese lado xD
      Te ha tocado la patata que él pensara eso jajaja En realidad él si estaba pensando en cambiar todo lo que "tenia" o su forma de hacer las cosas, empezar por hablar sinceramente con ella no era un mal comienzo, ¿no? ;)
      Lo de hacer el lerdo es porque yo también lo hubiera hecho, tal cual vamos. Ellos son, repito, el apoyo moral. Un apoyo moral con sueño, pero al fin y al cabo apoyo xD
      ¿Por qué se te hizo extraño? Quería acortar distancias, saber qué podía sentir teniéndola más cerca. Casi es hasta lógico que buscara una cercanía como esa, ¿no? *Esto podía ponerlo en la entrada pero entonces me saldrían 894 entradas y no xD*
      A ver, centrémonos. Se va porque está al otro lado del muro y lo sabe. No va a luchar contra eso. Y cuanto antes se vaya antes dejará de pensar en dejarse llevar por él.
      Si, la escena de la rosa es tal que él aparece por allí y la niña esta le ve y él la hace señas para que se acerque a él y le da la rosa para ella. Es que no era posible describir esto en la entrada sin dejar implícito que él estaba en la tienda... xD
      Pues aquí está el principio de la historia de Jun y Keiko. Y ahora que lo pienso, ¿Sho e Izumi tienen un principio de todo? ._.

      Si, la canción... tirando de discografía oculta, corcho, es que no me queda mucho donde urgar. Eso sí, la frase de abajo que es de la canción y que "contesta" a la ultima frase de Jun ha sido bestial. Cuando me di cuenta de la coincidencia *juro que es coincidencia* me morí.
      Vivan los fondos de pantalla...

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    2. Ya, ya lo sé, pero bueno eso no significa que me guste ver a la gente de mi alrededor así.
      Jajajaja, me lo he imaginado, por eso me ha hecho mucha gracia.
      Chiiiii :$
      Se me hizo extraño la forma en la que acorta las distancia, quieor decir el hecho de que se tenga que dejar caer de las escaleras para ese acortamiento. No sé si me explico.
      Yaaaa, pero también se puede hablar oye, mira al final acabó cayendo a sus encantos *cosa lógica y normal*
      No, ha quedado muy bonito así, sin poner que él estaba allí.
      Mmmm, no, no lo tienen.

      Bueno anda, te creo xD. Ya te digo que si viva....


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