sábado, 9 de febrero de 2013

No quieras a quien adore tus virtudes...

Se había pasado de listo y lo peor era que lo sabía. Eso le pasaba por ser un orgulloso bocazas al que el cabrón de su agente  representante adoraba provocar. Porque sabía qué palabras usar para hacer que él siempre acabara entrando al trapo, como si no tuviera ninguna razón  importante para evitar meterse en problemas. Como si nada le importase en realidad.  Mientras conducía el BMW X3 Sport plateado por el centro de la ciudad, con las gafas Rayban puestas y la radio sonando a volumen medio, el moreno bajó la ventanilla y sacó a medias el brazo, sintiendo el aire despeinándole el pelo. Él era la clase de persona que se tomaba su trabajo muy en serio, que participaba y que tenía sus ideas y convicciones bien claras, defendiéndolas ante todo y ante cualquiera. Sin embargo cuando pretendían obligarlo a algo, las cosas cambiaban. Él no era capaz de mantenerse callado ante algo que no le parecía justo, o que no le gustaba lo más mínimo. Además había gente que se quejaba de que no sabía hasta donde llegaban sus limitaciones y muchas veces luchaba por superarlas para hacer determinados trabajos, sin importar nada más, convirtiéndose a veces en una máquina de trabajar. Como si no hubiera cosa que fuera incapaz de hacer. O como si siempre pretendiera demostrar ante todos que él era el mejor. Esa actitud que a él le parecía de superación y le hacía orgulloso por haber hecho determinadas cosas que la gente siempre pensó que no podría llegar a lograr, molestaba a más de uno en el sector de los medios de comunicación y la televisión. Le tomaban por un hombre frívolo y distante, inalcanzable, aunque mostraba a veces una faceta más bien tirando a simpática y amistosa. Tal vez él en realidad era así, pero lo había olvidado; necesitaba cubrirse las espaldas y el corazón desde hacía tiempo, porque había muchos que le odiaban, bien por envidia, bien por otras razones. Y por una pelea verbal con un determinado personaje de su entorno había acabado apostando en algo en lo que no tenía ni la más mínima ideade cómo iba a lograr. El primer paso era comprar "los ingredientes". Luego ya consultaría internet. 
Giró en una avenida poco transitada y en la esquina de la manzana, aparcó el coche de una manera de dudosa legalidad pero sin dar un solo frenazo. Se bajó y se puso la chaqueta de cuero que llevaba en el otro asiento. En la esquina de aquella manzana que unía dos avenidas, se abría una tienda no demasiado grande en apariencia, con unas grandes cristaleras exteriores llenas de materiales de todo tipo. Desde pinceles finos y pequeños hasta brochas y rodillos para pintar paredes. Botes enormes de pintura para paredes, tubos pequeños de pintura acrílica para cuadros, tablas de acuarelas, incluso simples pinturas de cera. Aquello le recordó al colegio. Se quitó las gafas de sol, colgándolas en la camiseta blanca, y entró en la tienda. Sintió un fuerte olor en la nariz que le molestó, como si algo apestara; imaginó que sería la pintura, él no estaba acostumbrado a esa clase de olores. Dio una vuelta por la tienda, frunciendo el ceño. No había nadie. Se asomó entre las distintas estanterías pero no vio a ningún dependiente. El mostrador estaba de lo más colocado, pero vacío. Detrás parecía haber una cortina tras la que escuchaba ruidos. Antes de levantar la voz, pasó detrás del mostrador y apartó ligeramente la cortina. Allí, en lo que debía ser la trastienda, había montadas tres mesas de madera con sillas alrededor, cada una ocupada por un niño, no más mayores de siete u ocho años. Todos tenían un montón de pinturas al lado, algunos se las tiraban a la cabeza, pero seguían riendo. Sonaba una música suave que tardó un momento en reconocer. Era la voz de Satoshi. La de Kazunari. La de Sho. La de Masaki. Y luego la suya propia. No era la primera vez que entraba en algún sitio y escuchaba una canción del grupo en la radio. Pero aquello sonaba en un reproductor de CDs. Eso era lo que le extrañaba, le llamaba la atención y le resultaba curioso a la vez. ¿Les ponían sus canciones a niños de ocho años? El chico se sorprendió al descubrir que había un grupo de niñas en la mesa más apartada que estaban bailando a la vez que pintaban en el papel que tenían delante. Jun se apoyó contra el marco de la puerta y cruzó los brazos, con una sonrisa. ¿Qué demonios era aquello? No había imaginado que podría encontrarse algo como eso en ese lugar. De repente, de debajo de una mesa salió una persona más mayor. Y salía de culo. El chico ladeó la cabeza y puso una mueca curiosa en el rostro.  Llevaba un delantal en la cintura, lo que le hizo pensar que sería la cuidadora. Había recogido algunos lapiceros, que llevaba en la mano y al ponerse de pie, de espaldas a él, los dejó en la mesa de los niños, sacudiéndose el pantalón.  Jun pudo ver la camiseta blanca que llevaba puesta y que en la espalda, tenía en el lateral izquierdo el dibujo de un arco iris. Sonrió para sus adentros. Un arcoiris de cinco colores.
- Me parece bien que compartais las cosas, ¿pero podeis daroslas a la mano en lugar de tiraroslas a la cabeza, por favor? - les pidió a los niños, aunque su tono no sonaba a bronca -. Me ahorrareis andar por los suelos. 
Los niños empezaon a reirse y ella solo suspiró. Uno de ellos entonces le señaló hacia su espalda con una pintura. Al girarse estuvo a punto de gritar, aunque al final solo soltó un pequeño sonido de sorpresa. Él no dijo nada, solamente la miró. Era una muchacha morena, de pelo largo atado en una coleta, con gafas de ver de pasta negra. Además, sus ojos parecían más claros de lo normal, adquiriendo un tono amarronado verdoso que el chico quiso ver más de cerca, aunque se contuvo. 
- ¿Qué...? - pudo decir. 
- Necesito pintura - dijo simplemente el chico. 
- Ah - soltó ella, mostrando su sorpresa. 
- ¿El encargado?
- No está, pero puedo atenderte yo, si te da lo mismo. En realidad trabajo en la tienda, esto es... - dijo, mirando a los niños - un taller imaginativo - añadió lo primero que se la vino a la mente. 
- Oh. 
El chico se dio la vuelta y salió de allí, volviendo a rodear el mostrador. La chica cogió aire un momento y tragó saliva. ¿De verdad era él? ¿No estaba soñando ni nada por el estilo? Salió de la zona del taller y cerró la cortina, advirtiéndoles antes a los niños que no liaran ninguna. Aunque lo más seguro era que lo hicieran, después de todo. 
- ¿Qué necesitas?
- De todo. 
- Vete diciendo palabra a palabra qué es todo - le pidió. 
Él se sorprendió de que la chica pareciera hablarle como si fuera un conocido de toda la vida. Aunque viendo la camiseta que llevaba, posiblemente supiera más de él que él mismo. 
- Pues... supongo que pinceles. Y brochas. Y... ¿como se llaman estos que son muy grandes que sirven para pintar paredes?          
- ¿Rodillos? - respondió ella, soltando una carcajada.
- Sí, de esos. 
- ¿Puedo preguntar qué vas a hacer?
- No te interesa - respondió él. Se tomaba sus desafíos como algo muy personal, más de lo que iba a contarle a aquella chica.
- Solo era por si podía aconsejarte en algo, nada más - masculló ella, pasando por un par de estanterías cogiendo diferentes cajas. 
Las dejó en el mostrador y él las miró. Justo lo que había pedido. La chica cogió uno de los pinceles un poco más gruesos y le acarició la cara con él. 
- ¿Qué...? - dijo él, apartándose.
- ¿A que son suaves?
- ¿Eh?
Ella se inclinó otra vez hacia él y le volvió a rozar la cara con el pincel. Él se dio cuenta de que le hacía cosquillas.  La chica bajó hacia su cuello y él se encogió un poco, sintiendo un escalofrío. Y sonrió.
- ¿Qué clase de dependienta eres tú? - susurró.
- Solo quería hacerte sonreír - dijo ella. 
El chico se quedó un momento desconcertado, luego carraspeó antes de hablar.
- Cubos de pintura, de los cinco colores. 
La chica volvió a meterse en las estanterías. Él sonrió a medias. Solo con decir cinco colores, ella sabía cuales eran. Realmente les seguía. Y sin embargo, no había actuado como una loca histérica al verle. Eso le daba bastante tranquilidad. Esta vez, el moreno la escuchó mover la escalera hacia una de ellas. Se acercó, despacio, mientras la veía subirse con agilidad hasta la parte más alta, donde tenía los cubos de pintura apilados. Ella aprovechó que él estaba allí y le fue tendiendo los cubos de uno en uno. 
- ¿Por qué tengo que ayudarte? - se quejó él, mientras bajaba el primer cubo, con una etiqueta de color rojo en medio.
- Porque así me ahorras tener que bajar y subir de la escalera, así te irás antes de aquí y así podré evitar que esos demonios de ahí detrás acaben incendiando el local - le respondió, tendiéndole el segundo cubo, de color morado.    
- Los uniformes de esos niños - dijo entonces él -. Son caros. O sea, son niños de un colegio privado, ¿no?
- Sí. La dueña de la tienda, una mujer bastante adinerada a la que le gusta el arte, los envía aquí para que sus madres tengan tiempo de contemplarla a ella - soltó -. Lo siento - dijo rápidamente, mientras él cogía el tercer cubo, con la etiqueta azul -. No debí decir eso.
- Si es la verdad... - dijo Jun, encogiendo los hombros y bajando el cubo al suelo. 
- Creo que esos niños en el futuro solo serán máquinas de hacer dinero y aplastar a los demás - suspiró la chica, sosteniendo el cuarto cubo, color verde -. Al menos mientras están aquí, parecen niños normales a los que les gusta dibujar y compartir las cosas. 
- Eso debería ser considerado una labor social - apuntó él. 
Ella sonrió. El chico se quedó un momento parado, hasta que se le escapó una pequeña sonrisa a él también. Era agradable. Escuchar su voz. Incluso se había olvidado del fuerte olor a pintura, que ya no le molestaba en absoluto. Cogió el cubo de color verde y esperó por el amarillo. Vio a la chica estirarse para alcanzarlo, incluso tambaleando la escalera. Se llevó un susto cuando creyó que se caería, al punto de sujetar la escalera con ambas manos. Ella se lo agradeció. 
- Tal vez necesites blanco - le dijo entonces, antes de bajar. 
- ¿Blanco por qué?
- ¿Confiarás en mí y te llevarás un bote? - le devolvió ella la pregunta. 
Él se encogió de hombros otra vez y lo aceptó. Bajó el último bote y los acercó al mostrador para pasar los códigos por la máquina.
- ¿Necesitas ropa?
- ¿Perdón?
- Para pintar, es mejor que no manches ropa que te guste demasiado. La pintura suele quitarse muy mal... si se quita - le advirtió. 
- Creo que encontraré algo de ropa vieja por ahí, no hace falta - respondió él. 
- De acuerdo - sonrió la chica. 
Después de que el chico pagase con su tarjeta de crédito ella le ayudó a sacar los botes a la calle para meterlos en el coche. El chico le agradeció la ayuda y montó el coche, arrancando al instante. Ella solo suspiró. Y fue entonces cuando recordó que tenía ciertos diablillos solos en la parte de atrás de la tienda. 

Dejó caer el bolígrafo en el mostrador después de intentar escribir los números de las facturas que tenía delante y no ser capaz de hacer más que garabatos que siempre acababan pareciéndose a él. Hacía una semana que había entrado por la puerta que ahora miraba fijamente. Y hacía exactamente el mismo tiempo, se había sentido totalmente decepcionada por él. Era como si se acabase de dar cuenta de que, en realidad, no lo conocía, a pesar de que siempre había creído que él en realidad era tal y como se mostraba sobre el escenario. Sin embargo ahora empezaba a plantearse si simplemente había sido un engaño. Tal vez la realidad era demasiado distinta a como ella quería verla. No podía pintarlo todo como hacía con sus dibujos. A veces los colores solo se mezclaban para crear un tono mucho más ocuro y triste. 
La puerta se abrió de golpe. Se incorporó para atender al cliente que acaba de entrar pero se detuvo apenas salió del mostrador y le vio. 
- ¿Jun?
- Ah, estás ahí. - Parecía aliviado al verla -. Necesito tu ayuda - dijo entonces.
Allí estaba otra vez. Había vuelto. Y después de todo, no podía mirarle de una forma diferente a pesar de todo lo que sabía ahora. Se llamó estúpida. 
- ¿Mi ayuda? - preguntó, sorprendida -. No la quisiste el otro día - le recordó. 
Él no hizo caso de eso. 
- Escucha, para mí pedirte esto no es fácil - la dijo -. Pero necesito que me eches un cable.
La chica se irguió y esbozó una sonrisa sarcástica. 
- ¿Para qué? ¿Para que tu orgullo no salga herido? 
El moreno sintió cómo sus prisas se detenian en seco un momento. 
- ¿Cómo...?
- Lo supuse. Una persona como tú con tantos botes de pintura de repente, sin saber siquiera lo que era un rodillo. Algo te había impulsado a necesitar eso. Y ahora veo que no has sido capaz de hacerlo y por eso estás aquí - dedujo a la perfección la chica. 
Jun intentó no pensar más de lo que su cabeza podía procesar y dejó a un lado el hecho de que la chica fuera demasiado lista. 
- Si lo entiendes entonces no preguntes - la espetó -. Ven conmigo.
La sujetó de la muñeca con fuerza y tiró de ella. Pero la chica se escabulló y no se movió. Él la miró, ligeramente impaciente. 
- ¿Qué pasa? No voy a hacerte nada, no es como si fuera un...
- ¿Por qué me lo pides a mí? - le interrumpió -. Tienes amigos, ¿no?
- Ellos no pueden hacer nada. 
- Oh, claro. Así que necesitas a terceras personas. 
- ¿Qué? - preguntó, desconcertado. ¿De qué estaba hablando? 
- No soy estúpida. A unas las utilizas para desahogarte y otras nos usas solo cuando te interesa y para lo que te hace falta. 
- Nunca he usado a una mujer - la espetó. 
- No, si consideramos que ellas se dejan hacer - le rebatió. 
- ¿A dónde quieres llegar con todo esto? - la gritó, casi desesperado. 
- ¡A que le pidas ayuda a cada una de las cinco chicas diferentes que te has llevado del club de la calle de enfrente! - rugió ella. 
Cruzando por el paso de peatones hasta la acera de enfrente empezaba a verse un pequeño cambio en el ambiente. Clubes selectos y para gener adinerada, que no distaban mucho de los del barrio bajo, excepto por el dinero y la seguridad que había, el doble de fuerte. Pero al fin y al cabo, eran lo mismo. Ella lo consideraba así. Desde que el chico había ido la primera vez, a ella le habían cambiado el turno en la tienda. Tenía que quedarse hasta tarde para cerrar. Y lo había visto. Jun, saliendo de uno de aquellos clubes siempre de la mano de una chica direfente. Había podido distinguir cinco tonos de moreno distintos, cinco tipos de peinado, cinco tipos de larguras distintas. Y las cinco habían subido en el BMW de Jun y se habían perdido con él en alguna parte. No soportaba esa idea. Que la persona a la que consideraba alguien especial usara una fachada para hacerla sonreír.  
- ¿Así que me juzgas por eso? - susurró él, ligeramente contrariado al enterarse de que ella le había visto en semejante actuación.
- No te juzgo, no tengo derecho a eso - dijo, con la voz algo temblorosa -. Es solo que tal vez es hora de que le den un escarmiento a tu maldito orgullo. 
- ¿Lo haces por celos? - quiso saber él.
- No puedes tener a la mujer que quieras - le respondió, manteniendo la firmeza cuanto podía -. Puedes tener a cualquiera, es verdad, está claro viendo a esa chicas. Pero no podrás tener a la persona que de verdad anheles querer. 
- ¿Por qué?
- Porque no te la mereces. El tú que veo aquí y ahora, no se la merece. 
- ¿Y por qué te importa tanto? - insistió.
- Porque creer en ti me ha dado fuerzas más veces de las que imaginas - susurró -. Y ahora siento que me has decepcionado, incluso sin conocerme de nada ni tener relación alguna yo... de alguna manera siento que me has traicionado. 
- Keiko.
La chica sintió que se la cortaba la respiración. ¿Había leído su nombre en la placa pequeña que llevaba colgada en el delantal, a la altura de la cintura? ¿Cómo era posible? Se dio media vuelta para que no notrase que se había puesta nerviosa. Se mordió el labio y respiró hondo. 
- Por favor - susurró él. 
- No me gusta la gente como tú - le cortó -. Vete
- No apartes tus ojos de los míos - la pidió. 
- Vete, Jun - repitió ella, cerrando los ojos, pidiendo que la hiciera caso antes de que su subconsciente la obligase a darse la vuelta para mirarle.  
El moreno se quedó un momento quieto, sin saber qué hacer. ¿Por qué dudaba por aquella cría? Después de todo, no la debía nada, no la conocía lo suficiente, no tenía por qué darle ningún tipo de explicación. Y sin embargo, saber que la había decepcionado de repente le había sentado peor de lo que había imaginado. Empezó a preguntarse qué había cambiado en él. Por qué hacía las cosas que hacía. Se dio cuenta de que, de la misma forma que ahora ella parecía odiarle, la gente que le rodeaba profesaba el mismo sentimiento por él. No lo entendía, él no hacía nada para ganarse ese odio, entonces ¿por qué? 
"El tú que veo aquí y ahora."
Ella le había adorado, en su momento. Le había sonreído una semana atrás. Le había tratado como se trata a cualquier persona, ni más ni menos, sin importar quién fuera él. Y la había cagado tratando de aparentar. Tratando de ocultarse. Tratando de no sufrir. Ahora se daba cuenta de que así, lo único que había logrado, era precisamente herirse a sí mismo, lo que tanto quería evitar, y lo que era peor, hacerle daño a Keiko. 
El moreno se dio la vuelta y salió de la tienda. Ya no le importaba tanto su apuesta. De hecho, no le importaba absolutamente nada. Solamente podía pensar en las palabras heridas y las verdades a gritos de aquella chica morena. Que amenazaban con volver su vida del revés.  

Miró el reloj. Hacía tres horas que se había ido. Sabía que había hecho lo correcto. No podía dejar que él la utilizase o todo seguiría siendo igual. Quería ayudarle, no podía negar esa verdad, pero estaba convencida de que lo mejor era olvidarlo absolutamente todo. No quería pensar más ello o la dominaría la maldita sensación que tenía en el pecho y la hacía querer ponerse a llorar sin parar. No le daría ese gusto. Empezó a recoger las mesas de los niños, que acababan de irse y lo habían dejado todo hecho un desastre. Tuvo que quitar la música, incapaz de seguir escuchándola. El ruido de la puerta la hizo salir otra vez a la tienda. Solo iba a decir que ya estaba cerrado. Pero su voz no quiso salir cuando vio a las personas que esperaban al otro lado del mostrador. Una de ellas curioseaba, la otra toqueteaba. Una algo más seria esperaba a alguien que saliera a atender y otra más despreocupada, se apoyó directamente en el mostrador. Se acercó despacio hasta el hueco que la separaba de aquellas cuatro personas y solamente pudo suspirar. 
- ¿Tú eres Keiko? - la preguntó Satoshi.
- ¿Perdón? - pudo decir.
- Estamos buscando a una chica que...
- Sí, sí - le interrumpió suavemente -. Me llamo Keiko. ¿Cómo...?
- Ese idiota no deja de parlotear él solo - contestó Kazunari, mientras dejaba de tocar los tubos de pintura acrílica -. Cuando está delante de la pared en blanco solo sabe decir "¿qué haría Keiko?" o "seguro que Keiko tiene más imaginación para esto". 
- ¿Os referís a Jun? - preguntó, completamente confundida. 
- Sí. Necesita tu ayuda - dijo Sho, volviendo la vista hacia ella después de sentirse satisfecho al haber curioseado. 
- Ha venido él mismo, sí. Y no necesitaba mandaros a vosotros - se quejó -. No voy a ayudarle. Sea lo que sea, no voy a dejar que me engañe y me utilice. No soy como las demás. 
- No necesita tu ayuda por eso - intervino Masaki -. O al menos, no solo por eso. Precisamente porque tú eres diferente, necesitamos que le ayudes.
La chica no supo si había entendido del todo esas palabras. 
- En realidad, él no nos ha enviado aquí - dijo Satoshi -. Hemos husmeado en el GPS de su coche, cosa por la que no nos sentimos orgullosos - apuntilló - para encontrar el lugar ese al que iba todas las noches. Sabíamos que él no nos lo diría.
- Pues os equivocais de lugar. Es enfrente - cortó, áspera.
Que todas las chicas le hicieran de musas. Seguro que corrían a sus pies, desnudas, a que las retratase o simplemente, a que eligiera a una entre todas. La daba igual en realidad. Se dio la vuelta para volver a la trastienda, pero una risa a su espalda la hizo esprar y girarse hacia él. 
- ¿Kazunari? - susurró Sho, sorprendido. 
- ¿En serio no vas a ayudarle por eso? - la interrogó.
- ¿Cómo dices? - preguntó ella.
- Jun ha levantado una fachada delante de tus narices y no has sabido verlo - la espetó Kazunari.
- ¿Qué...? - No podía ser. No podía ser verdad.
- Somos hombres - le recordó Sho -. Quieras o no, esas cosas pasan. Pero en realidad, en el fondo de eso, Jun no tiene un lugar al que volver cada noche. Y de todos, es que más pánico le tiene a la soledad. Aunque no lo aparente. 
- Las chicas no eran lo importante. Si no lo que representan. 
- Un sentimiento que él anhela sentir con cada fibra de su ser - añadió Satoshi en voz baja, como un dulce susurro que acababa de romper la realidad con una sencilla verdad.    
Se mordió el labio inferior. Keiko se había equivocado en todo, estrepitosamente. La fachada de Jun no era ser amable o mirarla con aquellos preciosos ojos penetrantes. No era sonreír en un escenario. Si no abrazar a quien no quería solo porque creía que estaba solo. Había sido una estúpida. Si hubiera confiado en su instinto, en la cantidad de veces que había sincronizado su corazón con la voz del chico durante una canción, podía sentir que le conocía perfectamente. Que podía ver más allá de todo eso. Sin embargo, debido al orgullo que tenía había levantado esa fachada que había sido capaz de engañarla hasta a ella, haciendo que se dejara llevar inconscientemente por su lado y sus sentimientos de mujer. Tenía que volver a confiar en lo que siempre había sentido por Jun. Porque sin darse cuenta, lo había olvidado. Y le había hecho más daño del que le hacían las personas que no sabían distinguir entre la fachada y la realidad. Las personas que no sabían mirarle.
- No sabes hasta qué punto tuvo que rebajar su orgullo para pedir ayuda - añadió entonces Masaki -. Es un chico muy cabezota. Y seguro que estuvo dando vueltas en la puerta de la tienda pensando "¿entro o no?"  
- Podía haberme dicho... podíamos haber hablado... - empezó a murmurar la chica. No, en realidad no. No le había dejado explicarse ni un poquito. Había cometido el mismo error que muchas de las novias histéricas que había por ahí. Sentía que no era justo. Y no sabía cómo iba a mirarle después de aquello. Si él quería volver a verla.
- No tiene remedio si te quedas aquí - la interrumpió Kazunari. 
- ¿Nos ayudarás? - quiso saber Satoshi.
La chica se dio cuenta de que tenían prisa. Dudó apenas tres segundos. Luego, soltó los lapiceros de los niños sobre el mostrador, se quitó el delantal dejándolo en el mismo lugar y rodeó la mesa hasta llegar a ellos. Los chicos fueron saliendo de la tienda y, al estar fuera, la chica se detuvo. 
- Masaki, por favor. ¿Me ayudas con una cosa antes de irnos?
- Claro - dijo, siguiéndola otra vez dentro.
Cuando el chico salió, llevaba dos botes enormes de pintura blanca en las manos. 
- ¿Y eso?
- Creo que lo va a necesitar - dijo ella, mientras echaba el cerrojo en la puerta.
Masaki metió los dos botes en el maletero del coche y una vez que todos subieron, Sho arrancó. Los chicos no quisieron contarla lo que pasaba. Pensaban dejar que eso lo hiciera Jun. El camino hasta la agencia se les hizo eterno, a unos más que a otros. Keiko iba dándole vueltas a todo, intentando saber qué demonios tendría que hacer al llegar a donde la llevaban. Pero sobre todo, pensaba en hablar con Jun, si tenía la oportunidad. Le había dicho cosas horribles y solo quería pedirle perdón. No necesitaba nada más de él, solamente que la perdonase para ser capaz de volver a escucharle cantar con una sonrisa en los labios en lugar de sentir una punzada en el corazón cada vez que oyera su voz. 

              
 
Cuando estás a punto de perderlo todo y recobras la fuerza que da el creer.

5 comentarios:

  1. Me encanta. Al princiìo estaba un poco descolocada por que no sabía que estaba pasando. Sabía que él era Jun, pero no me centraba. Ahora me doy cuanta de que es el como se conocieron y acabaron como están ahora.
    El caracter de ella me mola un montón, y la forma de comportarse de Jun al principio... cuando la dice que no es asunto suyo, me a recordado a las estrellas. Me a echo mucha gracia también que los 4 se hayan presentado allí como si nada, y el saber qeu Jun no dejaba de decir que que haría Keiko, y esas cosas em a encantado, por que ese simple echo dice muchas mas cosas que si simplemente se lo dicen todo a la cara.
    Me alegra ver que ella también a admitido su error en vez de dejarse llevar por su orgullo y que haya ido con ellos también me gusta un monton. Que sepas qeu e echo un esfuerzo muuuy grande apra no saltar directamente a la siguiente entrada sin ponerte un comentario. Que conste en acta.
    En cuanto a la canción, es una preciosidad, la adoro muuuuuuucho

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    1. Un recuerdo un poquito largo, he de decir. Pero no he podido hacer menos.
      Digamos que nada es normal del todo, siempre tiene que haber algo diferente que haga todo mucho más atractivo. Para él, es esa actitud de la chica. Con sus cosas buenas y malas.
      Bueno, que conste, que conste, me parece bien.
      Incluso la letra de esa canción tiene algunas cosas que encajan a la perfección con la propia historia.

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  2. Hormonas modo on, según has descrito como iba vestido.
    Si es que a veces su boca va más rápido que su cabeza. Aunque he de reconocer, que esa faceta suya de defender sus ideales y lo que no le parece justo es algo que me enamora de él.
    Cuadno has dicho lo del colegio no he podido evitar imaginármelo en plan mini todo pintado y arruagdno la nariz porque el olor le molestaba *kawaiii*
    Jajajaja, em imagino la cara del pobre cuadno la ve salir de debajo de la mesa, si es que entrar en una tienda de pintura y ver esa estampa tiene que ser la rehostia xD.
    Me ha gustado mucho la actitud de ella, que no haya saltado en plan fan histérica, tratándole como cualquier persona normal.
    Ahora más que nunca quiero esa camisetaaaaaaaaaaaaaaaaaaa TT_TT
    Me ha hecho mucha gracia lo de los rodillos. Me he imaginado su carita y encogiéndose como un gatín cuando ella le pasa el pincel por la mejilla y me he enamorado un poquito más si es posible.
    Me ha llamado la atención (y me ha gustado) que hablen tan alegremente como si se conocieran desde hace tiempo.
    Realmente yo si creo que es tal y como se muestra en los escenarios es donde más agusto se sient y donde más ellos son, creo. Aunque he llegado a sentir esa decepción que tiene ella cuando "discute" con él.
    He visto un Jun un poco plof, cuando la pregunta si le juzga por eso. Parece que se conocen desde hace mucho más de lo que se conocen en realidad, y que hay más entre ellos de lo que se imaginan.
    Me ha encantado cuando él la ha pedido que no aparte sus ojos de los suyos.
    Que típico de ellos ir a buscarla para sacarle las castañas del fuego a Jun.
    Esa manera de soltarle todo para que abra los ojos y vea que el Jun de verdad es el que ella conocía, me encanta.

    Foto de infarto como siempre. Your eyes simplemente preciosa.

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    1. A ver, es el chuleria con patas *que no patoso xD* asi que evidentemente que provoca ese efecto.
      Si, vale, enamora que sea así consigo mismo pero reconoce que vive en un mundo donde la rivalidad y el juego sucio están más valorados que los ideales. Esa forma de ser de él es un arma de doble filo muy peligrosa.
      Ya estais tu y tus imaginaciones visuales de chibis...
      Bueno, desde luego esa escena no se la esperaba cuando entró allí, eso estaba claro. Creo que yo haría lo mismo, es decir, así de repente, no reaccionaría, sin más.
      Lo se, intenté cuadrar el Beautiful World pero no pude, porque esto es el recuerdo, es el pasado, tenía que ser un concierto más antiguo asi que...
      Le puesto como un poco cateto en cuanto al tema porque en realidad tampoco tiene por qué tener ni idea de pintura, el muchacho. Pincel... la clave está en el pincel, ejem.
      Bien, la sensación pues que quería transmitir, ha sido transmitida. Es un único recuerdo, harían falta más, pero no se puede alargar de semejante manera así que tuve que "pintarlo" así y temía que no pareciera algo... especial.
      Creo que cuando él la ha dicho que no apartara los ojos la suplicaba que no dejara de mirarle... que no le diera la espalda. Es una forma de verlo. Y ella soltó todo así, a bocajarro, no hay dolor xD Es un poco burra a veces también jaja
      Jun siempre da infartos. Y la canción es porque tiene frases que relacionan el pasado y tal y me pareció la más propicia para el momento :)

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    2. Jajaja, ni tanto que evidente grrrr
      Sepo, pero es que ha sido love total.
      Anda que no molamos xD Pero al princiipio me lo imaginé en plan normal, luego ya sí, luego pasó por chibi también xD.
      No digo que tenga que tener idea, pero me ha molado la pregunta.
      Ha sido especial, creéme.
      Si lo he visto así y la forma en la que él lo dice es que me ha matado. Que por cierto, de qué color tiene ella los ojos? Creo que no lo has puesto.
      Joder que si los da. Te quedó que ni pintada.

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