martes, 26 de febrero de 2013

Porque nuestros corazones no pueden ser engañados.

Los dedos de Keiko se cerraban con tanta fuerza alrededor de la cazadora de cuero negro de Jun que los sentía agarrotados. En ellos se traducian todos lo sentimientos y las tan distintas emociones que había vivido en las últimas veinticuatro horas. Ira, rabia, miedo, venganza. Pero también auténtica desesperación, angustia, soledad, dolor, la terrible sensación de estar completamente perdida en la oscuridad. El sonido que sobresaltó a Keiko y Jun, por otra parte también detuvo el inminente ataque de aquel cuchillo sobre Keiko. Y Sakura gritó. El filo del cuchillo resonó contra el suelo al caer. Jun reaccionó de alguna manera y tiró de Keiko hacia atrás, buscando apartarse de Sakura, por si acaso. Los gritos de Sakura siguieron inundando la galeria durante casi un eterno minuto. Jun giró a Keiko hacia él para esconderle los ojos contra su hombro, para no dejar que viera lo que él estaba viendo. Sangre. El moreno le acarició el pelo a la chica entre sus brazos con suavidad, en un intento de conseguir que se quedase junto a él y no se moviera. Intentaba aparentar tranquilidad tanto por ella como por él mismo, aunque la chica podía notar la crispación de sus dedos. Y entonces se dio cuenta, de que Jun estaba asustado. 
Unos pasos al otro lado del pasillo hicieron que ella levantase la mirada y tratara de ver algo en la oscuridad. Había alguien allí. Algo la decía, que siempre habia estado allí. La figura se movía con suavidad, al punto de que Keiko juraría que si esa persona no quisiera ser descubierta, no lo sería. Como si hiciera el ruido de los zapatos contra el suelo a propósito para que le vieran. Cuando uno de los focos dejó a la vista parcialmente su rostro, la chica contuvo el aliento. Se separó de Jun como pudo, a pesar del amarre fuerte del chico y dándole la espalda a Sakura alzó la mirada hacia él. 
- No... puede ser...
- ¿Keiko? - susurró Jun, al verla tan conmocionada.
- ¿Kagura... Ryu? - susurró la chica, tragando saliva -. ¿En serio eres...?
- Hola, Iry. 
Ella soltó el aliento de golpe y respiró hondo otra vez. Se mordió el labio inferior para contener unas lágrimas traicioneras y se acercó despacio hasta el hombre. Él la tendió la mano; Jun sintió un ligero escalofrío al ver cómo ella ni siquiera se lo pensaba. Ryu tiró de ella suavemente hacia su cuerpo y la abrazó contra él. Era su particular forma de decirla que la habia echado condenadamente de menos y que todavía era alguien importante para él a pesar de los años que habían pasado; ese chico nunca fue muy amigo de los abrazos, era más bien frío en ese sentido, excepto probablemente con Keiko. Que la acercara a su cuerpo de esa manera y la rodeara con su brazo izquierdo para saludarla era una sorpresa que sorprendió y agradó a Irya incluso en aquella situación en la que se encontraban. Algo había cambiado en él. Podía sentirlo. Y lo confirmó definitivamente cuando Ryu la besó el pelo. Eso no era algo que él hubiera hecho. Mucho menos después de cómo quedaron sus sentimientos y su vida con la muerte de Keiko. Sin embargo, seguia siendo el Ryu que siempre la protegió y miró por ella, a su manera. Y que acababa de salvarla literalmente la vida. El pelinegro quiso pedirla perdón con aquel abrazo por haberse ido y haberla dejado sola después de lo que pasó. No podía hacerlo de palabra. Porque algo en el fondo de su ser le decía que había hecho lo correcto. Cuando Keiko murió, Irya se convirtió en su obsesión. Esa chica era lo único que le quedaba de la mujer que fue el amor de su vida.  Sin embargo, sabía que solamente la veía como una forma de aferrarse a Keiko; podía ser tierno, sensible y bueno con ella. Pero jamás podria quererla como llegó a querer a su chica. Se obligó a si mismo a dejar ir a Irya y no hacerla más daño convirtiéndola egoistamente en un vago recuerdo de la existencia de Keiko. Al abrazarla de nuevo contra su cuerpo se dio cuenta de que la chica había crecido. Y con ella y aquellos años de por medio, la necesidad de que le recordara su amor por Keiko había... desaparecido. 
No supo si eso le hacía sentir tristeza o alegría, como si hubiera superado el pasado, cuando se incorporó y levantó la cabeza hacia el fondo de la galería. Irya vio su movimiento y se giró hacia el mismo sitio. Sakura estaba gimoteando en el suelo, sujetándose la pierna derecha entre la tela del vestido y una mancha de sangre. Así que había sido de verdad. La chica desvió la mirada hacia la mano de Ryu. Sostenía el arma con la mano derecha. Con un gesto de pánico, se apartó un par de pasos de él. 
- ¿Ryu, qué...?
- Debiste dejarme esto a mi - le dijo, mirando el arma que Jun estaba recogiendo y guardándose en el pantalón en ese momento. 
- El arma no... no es de verdad - suspiró -. Para que se lo creyera, Jun me siguió el juego cuando entró. Pero solo estábamos fingiendo. Queria asustarla, nada más. Aunque todo lo que dije era cierto y posiblemente, si fuera de verdad, sí hubiera disparado - admitió Irya. 
- No - replicó Ryu -. No lo hubieras hecho - añadió, pasando al lado de Jun y poniéndole la mano en el hombro en símbolo de complicidad y agradecimiento.
Hasta Ryu parecía conocerla mejor que ella misma. Sabía que solo Jun podría haberla detenido y lo habría hecho. Se acercó al chico moreno mientras Ryu se colocaba cerca de Sakura. La chica levantó la mirada llorosa hacia él y trató de arrastrarse hacia atrás para apartarse de él. 
- ¡Maldito...!
- Shh. - Con apenas ese susurro, Sakura se tragó sus palabras y le miró, temblando. Irya sintió un vuelco en el estómago -. Tenía ganas de volver a verte
La voz del chico sonaba como el filo de aquel cuchillo que yacía inerte en el suelo. 
- Me ha costado acercarme a ti. - Paseó despacio por delante de ella, que le siguió con la mirada llena de miedo -. Tu apellido va más allá de lo que imaginaba - comentó, como si hablara amablemente con ella -. Pero siempre supe que acabarías ante mí. 
- ¿Qué estás haciendo? - dijo la mujer, apretándose con fuerza la pierna sangrante. Aquello era solo una muestra de lo que ese hombre era capaz de hacerla. 
- Lo único por lo que vivo - susurró -. Venganza. 
- ¡Han pasado demasiados años! - se quejó Sakura. 
- Exactamente. Debería haberte matado hace años, cuando tuve la oportunidad - respondió él, controlando el tono de su voz y derrochando frialdad -. Aún no sé por qué te dejé vivir tanto. Pero ahora estoy aquí. Dispuesto a cualquier cosa antes de matarte como hiciste con Keiko. 
Con la mano con la que sujetaba el arma, golpeó con fuerza la cara de Sakura hasta cruzársela del todo. La chica ahogó un grito. Irya apretó el brazo de Jun. El chico se dio cuenta de que ella no debía estar allí. A pesar de haber amenazado a Sakura, no podía ver aquello. Ryu no parecia tener ninguna intención de detenerse. Y no quería que Irya tuviera pesadillas después de aquello. Habían pasado demasiados años y ella había puesto demasiado esfuerzo y empeño en superar su pasado como para que ahora tuviera que vivir cargando en su memoria con la imagen de Sakura con un tiro entre ceja y ceja. Tiró de Irya hacia el otro lado de la galería. Ella se no movió y le miró, confusa. 
- ¿Qué...?
- Iry. - La chica se giró hacia Ryu -. Vete. 
- No. 
- Keiko - insistió Jun. 
- ¡No, Jun! Si me voy... realmente la matará - susurró. 
- Algo me dice que lo hará incluso si tú estás aquí así que, vámonos - la dijo él. 
- Tu chico tiene razón. Quiero protegerte. Eso incluye evitarte ver esto. Porque eres importante para mí, siempre lo fuiste. Pero no vas a detenerme. Nadie puede detenerme.  
- No - susurró Sakura, levantando la cabeza con el último atisbo de valentía que la quedaba -. No lo harás. 
- No serías la primera - la contrarió él -. Solo una cosa puede haberme distraido tanto de llegar hasta este momento. Tus tres amigos - la confirmó, ante su mirada interrogante. 
- ¿Están...? No, sé que eres un maldito cobarde - insistió la mujer -. No lo has hecho.
- No me importa lo que pienses de mí - aseguró. Se volvió hacia Irya y Jun -. Marchaos - repitió. 
Jun tiró de la chica pero ella no se movió. Miraba a Ryu con una mezcla de confusión y miedo. No sabía qué demonios hacer. Pero no podía irse. Dio un par de pasos hacia Ryu. Los ojos azules del pelinegro eran como dos pozos oscuros, llenos de rabia e ira. Sin embargo, sabía que había algo aún que los hacía brillar. La chica no quería dejarle solo. No podía abandonarle otra vez. 
- Ryu, por favor - dijo esta vez Irya -. Escúchame, no tienes que hacerlo, ¿vale? Ahora sé que eso no nos devolverá a Keiko. Ni a ti ni a mí. Así que, por favor - repitió -. Jun tiene razón, hacer esto es ser como ellos. Ryu, no te conviertas tú también en un asqueroso asesino sin escrúpulos. 
- Eso, haz caso a esa mocosa estúpida y baja la maldita pistola - dijo Sakura, aferrándose a la esperanza de que Ryu reaccionara ante las palabras de la chica. 
Pero hablando solo consiguió que el pelinegro le pusiera la boca de fuego del arma contra la frente, entre ceja y ceja. Abrió los ojos ante la sorpresa y tragó saliva. Ryu no podía evitarlo. Cada respiración de Sakura era la prueba viviente de la muerte de Keiko. El ansia de venganza sin tener a la mujer delante podía ser aplacado casi con facilidad, pero al verla, al tenerla delante, no podía evitar cegarse. Ni siquiera la idea de un mañana podía tentarle a bajar el arma. Él no tenía ningún futuro.
- Si quieres quedarte, no voy a impedirtelo - le dijo a Irya -. Pero voy a matar a esta maldita hija de puta de una vez por todas. 
- ¡No, Ryu!
El disparo dio contra la pared. Sakura gritó. El pelinegro se giró con los ojos encendidos hacia quien le había apartado la mano. Jun. Irya abrió los ojos y se quitó las manos de los oidos. Los dos chicos tenían una batalla visual, sin moverse ni un ápice. 
- No delante de Keiko - susurró. 
- ¿Podrias dejar de llamarla así? Es molesto - gruñó Ryu. 
- Esa es la mujer a la que quiero y me importa una mierda que te moleste. Fue decisión suya llamarse así y yo no conozco a Irya, sino a Keiko. Y no tengo intención de dejar que le arruines la vida de esta manera, no solo haciéndola cómplice de tu locura o de tu estupidez, sino encima grabando a fuego la imagen de una muerte por venganza. 
- Tú...
- Además, eres su amigo, maldita sea - siguió Jun -. ¿Si no cuidas tu de ella entonces qué clase de amistad es esa?
Los ojos de Ryu se volvieron hacia Irya. Notó cómo temblaba ligeramente mientras le sostenía la mirada. Aquella pequeña había sido durante mucho tiempo alguien importante para él, como pocas personas habían sido. No podía hacerle aquello. Apartó el arma de Sakura pero sin ponerle el seguro. No cedería, solamente le daría una tregua. Ni siquiera Irya podía hacerle entrar en razón y abandonar la única razón de su existencia. La venganza. 
- Ni siquiera puedes disparar delante de esa imbécil - soltó la mujer desde el suelo, con la voz aun cortada tanto por el susto como por el dolor de la herida de su pierna. Aunque se había tranquilizado de sobremanera al ver que, a pesar de sangrar de forma escandalosa, la bala solamente le había rozado el muslo de la pierna -. ¡Cobarde!
- Silencio - ordenó claramente, apuntándola con el arma con firmeza. 
- ¡Fue todo culpa tuya!
- ¿Qué? - murmuró, mostrando por primera vez alguna otra reaccion que no fuera frialdad. Estaba sorprendido. 
- ¡Si no la hubieras dejado sola, yo no la habría matado! - le gritó. 
Una punzada de dolor le atravesó el pecho. Él había llegado tarde. Había estado buscando por toda su casa aquella estúpida camisa que Keiko adoraba después de verle en una foto con ella y que hacía años que no se ponía. Tuvo que quitarle una mancha que tenia en la manga izquierda y no pudo ponérsela hasta que se secó. Solo habían sido quince minutos de más. Solo quince minutos. ¿Qué le habían hecho a su pequeña mientras él la buscaba sin demasiada preocupación? No había podido dejar de tener pesadillas con eso durante años. 
Ryu levantó la cabeza de pronto. Sí, sí había podido. Miró de reojo hacia la puerta. Podía oír su respiración a través del transmisor que llevaba metido dentro de la oreja y que su pelo ocultaba.
- Ryu... por favor. No lo hagas.
- ¿Y qué propones? ¿Que me siente a esperar viendo cómo le jode la vida a la pobre Irya otra vez?
- No. Pero puedes hacerlo como hasta ahora, sin ninguna muerte sobre tu conciencia. Estarás haciendo lo mismo que hicieron... que hicimos nosotros. No quiero que te conviertas en un asesino, Ryu.
Se contuvo antes de sacudir la cabeza. Las palabras de Keira resonaron en cada rincón de su mente. Llegando a su corazón como un escalofrío. Aferró más fuerte el arma, sintiendo con fuerza el metal frío. Aquello era lo que tenía que hacer. Por lo que había vivido durante los últimos diez años. Si no lo terminaba, si no había un punto y final, no podría haber un aparte que iniciara una nueva vida. Entonces se dio cuenta de algo. Buscaba un punto y aparte. Nunca había pensado qué haría después de cumplir con aquella venganza que le habia llevado tantos años. Sin embargo en ese preciso instante se encontró a sí mismo pensando a dónde iría después. Mejor dicho, irían. 
Respiró hondo. Acababa de darse cuenta de que Keira era su punto y aparte.
Y no era el único que se había dado cuenta. De repente, Irya salió corriendo. Ryu solo la miró y Jun salió tras ella sin pensárselo dos veces. La chica se detuvo en la acera y miró a ambos lados de la carretera. Tenía que estar allí. La persona que hacía dudar a Ryu. Ella era consciente de que no podría detenerle. Había disparado sin pararse a pensar y habría matado a Sakura delante de ella de no ser por Jun. Ella no podia convencerlo. Pero había alguien que sí podía hacerlo, estaba completamente convencida. Irya cruzó la carretera directamente hacia una furgoneta que había aparcada frente a la galería. La había visto allí hacía unos días ya, aunque tampoco se había fijado ni le había dado importancia. Ahora la tenía. Se acercó al lateral de la furgoneta y tiró de la puerta corredera. La chica que habia dentro, sentada en un taburete y rodeada de ordenadores, con el pelo sumamente corto y un micrófono en la oreja, la miró totalmente desconcertada. Hacia más de diez años que no se veían. Tragó saliva al ver a Irya y no pudo pronunciar su nombre. 
- ¿Qué...?
- ¡Detenlo! ¡Ahora!
- No puedo - susurró la chica, dejando caer los hombros -. No me escuchará. 
- ¡Es a mí a quien no va a escuchar! - insistió Irya -. La única que puede detenerle eres tú. 
- ¿Piensas que no lo he intentado ya? Ryu no es importante solo para ti, ¿sabes? - la espetó. 
- ¿¡Entonces por qué demonios sigues ahí sentada sin hacer nada!? - gritó la chica. 
- ¡Porque no hay nada que pueda hacer! ¿¡Te crees que es fácil detener a alguien que lleva diez años preparando su venganza y esperando por este momento!? - rugió ella -. Sigues siendo tan ingenua como entonces - susurró de repente la mujer -. Siempre creyendo que todo se podía arreglar con sentimientos y al final... nada ha cambiado en realidad. No hay sentimiento que pueda ser más fuerte que el ansia de venganza de Ryu, Irya - murmuró, girándose a medias en el taburete. 
Su expresión cambió de repente. Parpadeó varias veces y se presionó el auricular contra la oreja con los dedos. Irya esperó. Estaba escuchando hablar a Ryu con Sakura.
- ¡Está muerta! ¡No conseguirás nada matándome a mi! - gemía Sakura. 
- Tampoco tú matando a Irya ibas a conseguir sentir lo mismo que cuando mataste a Keiko - la espetó -. Además... - cogió aire - no conseguiré devolverle la vida a Keiko. Pero puedo conservar la vida de otra persona si tú estás muerta. 
La chica contuvo el aliento y presionó más fuerte el auricular hasta hacerse daño
- ¿De quién me estás hablando? - quiso saber Sakura. 
- Tu existencia arruinó la suya una vez - siguió Ryu, ignorando la curiosidad de la mujer -. Sufrió por tu culpa hasta puntos de los que yo mismo me asusté. Y siguió sufriendo después en parte por culpa mía - reconoció -. Se acabó, Sakura. Se acabó hacerle daño a Keira.
Ella se llevó la mano a los labios para no sollozar. Habían estado a punto de destruirse el uno al otro. Y en realidad lo único que hacían, era sentir demasiadas cosas en silencio y callarlas por orgullo. 
- Solo tú puedes salvarle - susurró Irya -, Keira. 
Antes de que pudiera reaccionar, la chica se quitó el auricular y saltó desde la furgoneta. Corrió hasta la galería y entró empujando la puerta con todo el peso de su cuerpo. Irya no sabía que iba a pasar a partir de ese momento. Estuvo tentada a entrar pero sabía que su batalla había terminado. Se había enfrentado a Sakura, tal vez de forma estúpida, pero lo había hecho. Había mirado a su pasado directamente a los ojos y había sido capaz de superarlo como siempre había deseado hacer. Para ella, aquella historia ya tenía un final. Y al sentir la mano de Jun entrelanzándose con los dedos de su mano derecha supo que aquel, era uno de esos finales felices con los que el chico moreno la habia hecho soñar desde el primer te quiero
- ¿Qué vas a hacer? - le preguntó él. 
- Fingir. No ha pasado nada. Esta noche hemos estado viendo una película - susurró -. Juntos, los dos. 
- Keiko...
- Sé que Ryu al final hará lo que debe hacer - suspiró ella -. Confío en él y también en Keira. Sé que no se equivocarán otra vez en sus caminos. 
- ¿Crees que está bien dejarles, sin más, con Sakura? - insistió Jun. 
- Creo que nosotros ya hemos hecho cuanto podíamos. Tú evitaste que yo disparara, yo evité que te clavara un cuchillo. Evitaste que Ryu cometiera una locura y ahora es cosa de Keira que ese chico vuelva en si y se de cuenta de que tiene que parar ya. No hay nada mas que tu y yo podamos hacer, excepto alejarnos de todo esto. 
- Ryu te protegerá de toda esta mierda, ¿verdad? - notó Jun, por la tranquilidad con que la chica hablaba a pesar de lo que estaba pasando en su galería. 
- Lo hará. Sé que lo hará.      
Irya le miró. Lo que más temía era que los sentimientos de Jun por ella cambiaran después de todo aquel desbarajuste en su vida rutinaria y feliz. Sin embargo, allí estaba, a su lado, sujetando con fuerza su mano, esperando a que ella decidiera cuál era el siguiente paso. La chica se abrazó a él y Jun la beso el pelo antes de echar a andar con ella amarrada a su cuerpo hacia el lugar donde habia dejado la moto cuando llegó. Era mejor que volvieran a casa. El moreno la tendió el casco y ella se lo puso, con bastante soltura, y se subió a la moto detrás de Jun. Le abrazó por la cintura y él la hizo apretar aún más fuerte las manos a su alrededor. Ella sonrió y lo hizo. Apoyo la cabeza contra la espalda de Jun y cerró los ojos. El suave ronroneo del motor y la sensación de velocidad que iba metiéndose en su cuerpo la hizo relajarse. No iba a preocuparse por lo que pasara dentro de la galería. Ryu se encargaría de todo, lo sabía. Ya se enteraría de lo que habia pasado. Aunque confiaba ciegamente en el corazón de Ryu. Porque sabia que cuando ese chico sentía, sentía de verdad.    
    
                    
           

1 comentario:

  1. Precioso..... no puedo decir mucho mas ahora mismo. Anu que cuento con la ventaja de que se cosas de Keira y Ryu. Pero precioso, de verdad

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