lunes, 18 de febrero de 2013

No importa lo lejos que vayas. No puedes escapar.

Mudarse a la gran ciudad no era precisamente su mayor ilusión en la vida. Pero sí la de su madre, para su desgracia. Hacía unos meses que un familiar lejano de Megumi, su despampanante y materialista madre, había fallecido, dejándole una ingente cantidad de dinero que la mujer no habia tardado en derrochar apenas lo había tenido a su disposición. Había tomado por su cuenta la decisión de abandonar la pequeña ciudad en la que vivían, a las afueras de la gran urbe, para meterse directamente en el centro de aquel lugar que tanto la atraía, porque pensaba que allí era donde vivía la gente de categoría, con dinero y belleza. Estaba obsesionada con entrar en esa sociedad superficial y terriblemente degradante. Para ella, algo como eso era una tortura. Pero no había podido quedarse con su padre. Ellos estaban divorciados y vivía lejos desde hacía un par de años. Ella no se lo podía reprochar, porque conocía la historia de sus padres. Su padre nunca se había llegado a enamorar de Megumi, y solamente se había casado cuando ésta se quedó embarazada. No podía decir que su padre nunca había cuidado de ella, porque sabía que había sacrificado muchos de los mejores años de su vida soportando a Megumi por ella. Su padre era un hombre tolerante aunque a veces sabía ponerse realmente serio. Gracias a él había hecho muchas más cosas de las que su madre jamás la habría permitido, como ciertos deportes como el fútbol o la defensa personal. De él había heredado sus ojos, aunque tenía el pelo moreno y liso de su madre. Ahora, él no había podido ayudarla ni permitirla quedarse con él y no había tenido más remedio que abandonar la comodidad de su pequeña ciudad, a sus habitantes y su tranquila paz para entrar de lleno en el mundo de la alta sociedad. 
Megumi había comprado una cara casa en la periferia del barrio más selecto de toda la gran ciudad. Había invertido parte del dinero y esperaba que éste se multiplicara por arte de magia en poco tiempo, para seguir gastando. Al menos hasta que encontrase un hombre dispuesto a caer ante ella y a concederle cada capricho como ella decía que se merecía después de la vida que había llevado. También esperaba que su hija, a la que había inscrito en el colegio más caro y selectivo del lugar, encontrase un hombre al que echarle el guante y las mantuviera toda la vida. Para la morena no eran más que fantasías sin sentido. En realidad, pasaba bastante de su madre. Si algún día después de todo se quedaban en la calle o algo por el estilo, ella era lo suficientemente lista e inteligente como para buscarse la vida. No era una persona que tuviera miedo a demasiadas cosas, lo que la hacía un poco temeraria. Tal vez como en su pequeña ciudad era una especie de sheriff para los muchachos del instituto y del colegio de la zona, por eso se sentía siempre segura. Sin embargo, no sabía hasta qué punto podrían cambiar las cosas en aquel nuevo y despampanante lugar.
El primer día llegó a pie. Caminando desde su casa apenas había unos veinte minutos, por lo que no vio necesario dejar que nadie la llevara en coche. Aunque de haber ido en coche, no se habría casi perdido. Pero el mayordomo que su madre había contratado era un estirado, un hicrita y un petardo. No le iba a dar la satisfacción de admitir que necesitaba que nadie la acompañara. Se buscó la vida como pudo, ayudada de algo de información que había sacado de internet. El edificio era todavía más grande de lo que había imaginado incluso viendo las inmensas fotos de la página web. El edificio estaba rodeado de un muro de ladrillos bastante alto y además, los árboles rodeaban el lugar desde dentro, haciendo prácticamente imposible saltar dentro. O fuera. Parecía sacado de un cuento de la edad media. Como un castillo de piedra. Daba ese aire imponente, frío y tenebroso con cierto toque de modernidad al tener un camino asfaltado que llegaba desde la reja de metal que hacía las veces de portón hasta la puerta de entrada. Allí se detenían, en orden, coches lujosos y limusinas de las que no dejaban de bajar chicos y chicas vestidos de uniforme, con carteras de mano sin demasiados libros, ya que los pasillos del lugar contaban con todas las comodidades y entre ellas, taquillas para cada uno. Cada uniforme, a pesar de ser igual, parecía distinto. Unas lo combinaban de una manera, otras lo habían incluso modificado de forma que no se pasaban del reglamento por un pelo. Cualquier cosa para estar divina. 
Sintió un dolor profundo en el estómago. ¿Qué hacía ella allí? Estaba acostumbrada a pegarse con los chicos de su clase, a jugar al fútbol y patear pelotas, a correr detrás de los niños pequeños y jugar con al menos seis a la vez... pero aquello era demasiado diferente. Apenas había cruzado el portón de metal y ya lo sentía como una cárcel. Suspiró. En ese instante, una moto negra metalizada pasó a su lado a una velocidad ligeramente alta. Pasó entre todos los coches y se detuvo en el parking que había en un espacio abierto a la izquierda del portón. No pudo evitar que algo que desentonaba tanto llamara su atención. El chico que iba montado en el vehículo llevaba el uniforme a medias. Los pantalones negros y la camisa blanca, con la corbata negra desabrochada. Pero no llevaba la americana sino una cazadora de cuero negro. Al quitarse el casco, ella vio su pelo, del mismo color que el resto de su vestimenta. Un negro azabache que brillaba bajo la luz del sol. Él se pasó la mano por el pelo para apartárselo de la cara y se bajó de la moto. Cogió el casco con una mano y, después de asegurar las ruedas de la moto, se dirigió al interior del edificio. Cada chica con la que se cruzaba, suspiraba. Él ni siquiera las miraba. Ella solo parpadeaba, bastante incrédula al verle e incapaz de no preguntarse quién demonios sería aquel chico. No tenía pinta de estudiante lo mirase por donde lo mirase.
- Vaya, vaya, mirad lo que tenemos aquí. 
Dio un respingo al escuchar aquella voz, ligeramente estridente, cerca de su oreja. Miró a su alrededor y vio a una chica morena de ojos saltones frente a ella, con una sonrisa que daba escalofríos. A su lado había dos chicas, una pelirroja que parecía mirarla con gesto divertido y otra, morena. Ella se dio cuenta rápidamente, al fijarse en que la morena solamente miraba hacia abajo y de vez en cuando temblequeaba como si la regañaran a ella, que era una presa; y lo único que estaba haciendo allí con las demás, era sobrevivir.
- Otra novata. 
A su espalda había tres chicos. Dos de ellos eran morenos, el otro rubio. Tenían los ojos oscuros y estaban cruzados de brazos, casi como en formación. Esperando órdenes. Volvió la mirada hacia la morena. Ella era el centro. 
- Sí, soy novata - respondió -. ¿Pasa algo por eso?
- Eh, cálmate. Solamente he venido a hacer que te unas a mi grupo - le dijo la chica. 
- ¿Perdón?
- A los novatos como tú, en este lugar se los comen vivos. Ven conmigo y evitaré que te pase eso, ¿verdad, Keira? - le dijo a la otra muchacha morena, que se tensó de inmediato. 
- S...Sí... - pudo responder. 
- Ah. Pues gracias por el ofrecimiento - respondió la chica, pasando entre la morena y la pelirroja -, pero yo no necesito que nadie me proteja.  
La muchacha de la melena rojiza la detuvo por el brazo con una velocidad que la hizo sobresaltarse. Además, aquella mano se cerró sobre su codo como si fuera a romperlo solo de apretar. Los chicos hicieron ruiditos de risas. Tragó saliva despacio. Aquellos niños pijos no iban a tocarla la moral.
- Suéltame - susurró, pero sin tironear. No serviría de nada, más que para demostrar que estaba empezando a ponerse nerviosa. 
- No tienes ni idea de quién soy yo, ¿verdad que no? - le preguntó la morena. La chica del pelo rojo parecía su maldita guardaespaldas.
- ¿Debería de saberlo? - respondió la chica. 
- Soy Sakura Aizawa, la hija y heredera de las Empresas Aizawa de todo el país - se presentó. 
La chica ni se inmutó. 
- ¿Y?
- ¿¡Cómo que...!? ¿Acaso eres tan vulgar que no conoces uno de los conglomerados más importantes del país? - se escandalizó. 
- Pues... puede que me suene de las noticias pero...
- ¡Apuesto lo que quieras a que tu maldita familia tiene negocios con alguna filial de la empresa de mi padre! - la desafió. 
Ella ladeó la cabeza despacio, buscando las palabras adecuadas para responder.
- No creo que mi familia tenga nada que ver con la tuya... 
- ¡Casi todas las familias en este lugar están ligadas a la mía por negocios! - insistió. 
- Mi familia no tiene un negocio - la calló -. Solo estamos mi madre y yo, y ella no maneja más que el dinero de una herencia que acaba de recibir. 
- Eres una maldita y vulgar pobre - escupió la pelirroja, soltándola como si quemara. 
Evitó tocarse el codo para no demostrar que la había hecho daño. Los chicos se acercaron a ellas y la muchacha retrocedió levemente. 
- ¿Entonces quién demonios eres tú? - la preguntó Sakura, con un total tono de desdén. 
- Soy Irya. Irya Kimura - susurró, sin dejar de mirar los ojos saltones de aquella chica, que se habían clavado en ella como una sentencia. 
Vio algo en ella. La chica se estremeció. La miraba de una manera que no podía entender. Como si la odiara antes de conocerla por ser como era. 
- Mira, pobretona - dijo al fin -. Deberás darme las gracias por volver a proponerte la entrada en el grupo. Claro que, debido a tu estatus social, empezarás desde abajo. Por ejemplo, cargando nuestros libros hasta clase y...
- Ya te he dicho - la interrumpió suavemente - que no necesito a nadie que cuide de mí. Gracias por la oferta.
Irya se dio la vuelta y echó a andar antes de que pudieran sujetarla otra vez. Supo caminaba con la mirada de esos cinco clavada en la nuca, lo que la puso demasiado nerviosa. ¿Quiénes eran ese grupo de psicópatas? Entró en el edificio sin mirar casi ni a donde iba, dispuesta a perderse con tal de poder sentir que aquellos ojos amenazantes habían dejado de seguir sus pasos. 
El muchacho rubio puso la mano sobre el hombro de Sakura. 
- Te recuerda a esa mujer, ¿verdad? - dijo, casi como pregunta retórica.
- Tienen cierto parecido - admitió ella, con odio en la voz.
- Pues esa chica está en tercero. Es más joven. No estaremos en clase con ella - hizo notar la pelirroja. 
- Tranquila, Sira. Encontraré la manera... yo - remarcó - siempre encuentro la manera - susurró, con un tono concentrado y viperino.    
- ¿Qué piensas, mi pequeña arpía retorcida? - la susurró al oído de nuevo el chico rubio, acariciándola suavemente un mechón de pelo. 
- Vamos a por ella - respondió con firmeza.
- Oh, sí, empieza la diversión - se relamió uno de los muchachos morenos. 
- Tenemos que eliminar la mierda de esta escuela - pronunció Sakura, como si fuera un juramento -. Ese es nuestro deber.  

Parecía ser que los alumnos del último curso tenían alguna que otra ventaja más que el resto del instituto. Cada hora tenían un descanso más o menos largo, a diferencia del resto que solamente tenían los cinco minutos del cambio de profesor. Y allí estaban, en el patio del castillo sin acercarse al muro. Se preguntó hasta qué punto serían obedientes aquellos chicos y chicas. Habían sido criados en el peor ambiente, el dinero y la falta de cariño. ¿Poseían de verdad el respeto necesario por las reglas de la sociedad? Lo dudaba mucho. 
La gente que ella tenía alrededor parecían "normales" dentro de la normalidad de aquel mundo al que ella no pertenecía. Bolsos de marca, móviles carísimos, ordenadores por todos lados, hasta los bolígrafos eran fácilmente de diamantes. ¿Cómo se podía escribir con un bolígrafo así y las uñas cinco centímetros más largas y de porcelana? Para Irya era todo un misterio que no tenía ninguna intención de revelar. Cogió su simple boli bic entre los dedos y, mientras trataba de ignorar las voces de aquella jauria de niños pijos, despreocupados, narcisistas y egocéntricos, lo hizo girar de un dedo a otro. Apoyó la cabeza en la mano y el codo en la mesa, mirando por la ventana. Agradecía que su sitio estuviera allí. Al menos al lado de la ventana tenía por donde tirarse si en algún momento las cosas salían mal. Los dos pisos de caída que había desde allí ya eran otra historia de la que se preocuparía al partirse todos los huesos del cuerpo. Estaba tan convencida de que en algún momento tendría que salir huyendo que eso la enfermaba. Nunca había huido. No era esa clase de persona. Sin embargo en aquel lugar, no sabía a qué se enfrentaba. Estaba ciega y las consecuencias de sus actos podrían ser más graves de lo que ella podía controlar. 
Suspiró con pesadez, arrugando la nariz. Echaba de menos su tranquila ciudad a las fueras. Por costumbre, se giró hacia la ventana. Lo solía hacer en su clase cuando se aburría y desde allí podía ver a los niños de cursos inferiores jugando. Aunque esta vez, en aquel patio solo encontró pijos por todos lados. Oía los gritos de los grupitos de chicas incluso desde aquel piso. Sintió que se la revolvía el estómago. Entonces se fijó en la hilera de árboles que bordeaban el muro desde dentro. Bajo uno de ellos había un grupo de chicos, alejados de los demás. Uno de ellos estaba sentado en el regazo del árbol y le reconoció rápidamente por la cazadora de cuero. Apoyada en su brazo había una chica morena y tumbado no muy lejos, había otro muchacho cuyo pelo relucía a causa del contraste entre las mechas rubias de su pelo y su color negro natural. De casualidad se dio cuenta de que miraban de vez en cuando hacia arriba y siguiendo esas miradas vio a otro chico más. Subido en lo alto del árbol. ¿Acaso estaba loco y se creía un mono, era un suicida o un estúpido que quería volar? Aquel ambiente de separación del resto del mundo la dio cierta calidez. La recordaba a ella y su grupo de amigos. La nostalgia era un sentimiento que se apoderaba rápidamente de ella. Sacudió la cabeza y decidió concentrarse en la siguiente clase cuando el profesor tiró con fuerza los libros sobre la mesa, intentando encontrar un poquito de atención por aquella clase de futuros psicópatas en aprendizaje.     
Después de la última e insufrible clase de filosofía, Irya recogió las cosas todo lo rápido que pudo y salió intentando evitar a toda la estampida de pijos deseosos de irse de fiesta y de compras. Apenas había doblado dos pasillos cuando se dio cuenta de que algo no olía bien. Disimuladamente, se metió en el primer servicio para chicas que encontró y se escondió tras la puerta. Una chica morena entró detrás de ella y empezó a buscarla por los cubículos, mirando por debajo a ver donde estaba. 
- ¿Qué estás haciendo - recordó su nombre de esa mañana -, Keira?
La chica se irguió y empezó a temblar. Se dio la vuelta para mirarla y tragó saliva. 
- Yo solo...
- No deberías tenerle miedo a esa chica - suspiró Irya.
- Eres tú quien no debió desafiarla - susurró la muchacha.
- ¿Por qué? ¿Debería haberme puesto del lado de una ególatra como ella para seguir sus órdenes como haces tú? Eso no tiene sentido y van en contra de mis principios. 
- Aquí hay cosas más importantes que los principios, estúpida. Deberías intentar hacer que Sakura te perdonara y te aceptara...
- No lo haré - la interrumpió, con suavidad pero con firmeza -. No seré la esclava de nadie. Después de todo, si tu vida no te pertenece, ¿en qué te convierte eso?
- En mi juguete
La voz de Sakura sonó sádica contra su oreja. Un escalofrío recorrió su espalda y, un instante después, sintió un golpe seco en el cuello. Perdió la noción de todo un momento y cayó al suelo. Sintió un peso contra el pecho y, al abrir los ojos cuanto pudo, vio que el muchacho rubio tenía una sonrisa encantadora mientras la pisaba con su pie derecho. Tosió a causa de la presión pero el chico no se apartó. Ella sintió que la cabeza le daba vueltas. Se llevó la mano a la frente y notó un dolor en una zona cercana al nacimiento del pelo. Al tocarse, supo lo que era. Estaba sangrando. Se había golpeado contra un pequeño bordillo que había bajo los lavabos. Intentó quitarse aquel pie de encima pero era imposible para ella. Sabía que aunque cualquier profesor pasara por allí, no intentaría meterse en medio. No desobedecerían a Sakura. Hasta ahí llegaba su poder. Hacía con cualquiera prácticamente lo que quería. Y ella se había negado a someterse. Si seguía así, no sabía hasta cuando resistiría contra aquella persona.
La chica se agachó despacio a su lado y la miró con sorna. 
- Te lo dije. Y no quisiste hacerme caso, estúpida. 
- Yo no soy... un juguete - pudo decir, con la voz entrecortada. 
- Serás una muerta, entonces - soltó Sira, que había entrado después de Sakura. 
Ésta se levantó para dejar al rubio agacharse hasta Irya. La golpeó la cara con el puño un par de veces mientras presionaba su pecho con la rodilla. Parecía que quitarla el aliento, sentir en sus propias manos que la vida se la escapaba, era algo que le parecía divertido y le encantaba, por su cara parecía la de un niño pequeño con un juguete nuevo. Un juguete que podía romper si le daba la gana. Irya trató de sacar fuerzas de flaqueza o de algún otro lugar pero no pudo cuando Sakura la pisó la mano e hizo crujir su muñeca. Intentó gritar pero no tenía voz. Sintió dos lágrimas resbalando desde sus ojos por sus sienes y en la cabeza no podía dejar de maldecir. Apretó la otra mano en un puño y se dijo a sí misma que resistiría los golpes y se sobrepondría.
Hasta que vio al rubio sacar una navaja del bolsillo trasero de su pantalón del uniforme. La lamió despacio con la lengua y una mirada auténticamente sádica antes de acercarla a su cuello. En la base, hacia atrás, cerca del pelo, con un movimiento grácil de su mano delgada, hizo un corte. Todos rieron, divertidos ante la visión. El rubio se regodeó de lo que había hecho mientras la presionaba más fuerte el pecho. Ella trató de ignorarles y empezó a sentir la sangre brotar de la herida y caerla por la espalda y hasta el suelo. Sabía que no era un corte demasiado profundo. Pero, si era el primero de muchos, estaba completamente perdida. 
 - ¡Eh! - gritó una voz femenina desde la puerta -. ¡Meteos con alguien de vuestro tamaño!
¿Qué era eso? Casi parecia una voz juguetona. Pero tuvo efecto en el grupo de Sakura, lo que le hizo suponer a la morena que no eran precisamente amigos. El chico rubio fue reacio a moverse, hasta que alguien lo agarró por los hombros y le obligó a hacerlo. Él levantó las manos, como en gesto de inocente, aún llevando la navaja en la mano diestra. Los demás se apartaron de ella también, dejando así que Irya pudiera volver a respirar entre espasmos. Las primeras manos que la sujetaron fueron de un chico, posiblemente el que había apartado al rubio de ella. No pudo enfocar bien sus rasgos pero vio su pelo medio rojo medio negro. El muchacho la ayudó a sentarse sobre el suelo del lavabo para que respirase mejor, y le dio unas palmaditas muy suaves en la espalda mientras sacaba un pañuelo de tela y lo usaba para cubrir el corte en el cuello. Ella se apoyó contra él, incapaz de mantener su cuerpo erguido, y él la sujetó con delicadeza, acariciándola el pelo para calmarla. Nunca la habían dado una paliza de semejante manera. Cuando fue capaz de abrir los ojos del todo, se encontró con una batalla visual entre las dos chicas. Irya distinguió el pelo moreno de la chica que había evitado que siguieran golpeándola. A ambos lados de la puerta había dos chicos con los brazos cruzados, un pelinegro y un pelinegro con mechas rubias. Reconoció al pelinegro. Era el chico de la moto y la cazadora de cuero; al fin pudo verlo de frente... a él y a sus inusuales, penetrantes y preciosos ojos azules. Tuvo que parpadear para ser capaz de dejar de mirarle. Él y su compañero estaban cruzados de brazos, apoyados tranquilamente en la pared, sin ninguna intención aparente de empezar una pelea monumental en aquel lugar. ¿Qué estaba pasando exactamente? Ella solo era capaz de procesar que, de momento, nadie iba a hacerle daño. No mientras el chico del pelo rojizo estuviera abrazándola como lo hacía. Se dejó llevar ligeramente por ese calor, pensando que no era desagradable del todo. 
- Has vuelto a meterte con una niña - dijo la muchacha morena. 
- No deberías aparecer a joderme la tarde, estúpida. No estoy de humor - siseó Sakura.
- ¿Quieres pelear? ¿Es eso? Porque si es así, vamos.
Irya quiso avisarla de que Sakura no pelearía limpio, de que posiblemente enviaría a cualquiera de esos chicos a pegarla una paliza monumental. Sin embargo, el chico que la sujetaba la instó a no decir nada con un suave "shhhh" en la oreja, que la dejó paralizada un momento. Había sido tan cerca del oído que había sentido una descarga dulce y cálida por el cuerpo.  
- Hoy me he desquitado bastante. Aunque patearte el trasero es siempre una gran invitación. 
- Escucha, Sakura. Esa chica se ha enfrentado a ti con algo que no tienes ni idea de lo que es. El valor del corazón. Creeme si te digo, que esa muchacha te ha ganado pero con creces - sonrió. 
- ¿Ah, sí? ¿Y quién es la que necesita ayuda porque no se tiene en pie? Mientras no sea yo, habré vencido, estúpida zorra. 
La chica sintió al pelinegro ojiazul tensarse. Pero no perdería los estribos. Había dejado muy claro que tenían que evitar las peleas dentro del centro a toda costa. Incluso entre el Consejo Estudiantil y la Junta Directiva, Sakura tenía las de ganar. Debían resistir la palabrería. Porque esa chica nunca se atrevería a atacarles en el instituto mientras estuvieran juntos. Así de cobarde era. 
- Será mejor que te vayas - la invitó la muchacha, haciéndose a un lado -. Antes de que me arrepienta de no dejarte la cara como a esa pobre chica. 
- Inténtalo si puedes.
Pero la morena no cayó en la provocación. Sakura lo dio por zanjado y, con gesto victorioso, salió de los lavabos. Se iba por esa vez, pero volvería. No permitiría que vivieran en paz en su terreno, jamás. De reojo vio como la morena se agachaba al lado de Irya. Sakura apretó la mandíbula. Ahí estaba la mujer que más odiaba en el mundo. Quien siempre intentaba destruir sus logros. Quien siempre se interponía en su camino. Quien se creía más que ella. 
Una mujer a la que mataría sin pestañear un instante siquiera.  
Keiko Ichihara.                 



No importa cuanto tiempo pase. No desaparecerá.

10 comentarios:

  1. Muy interesante. Me gusta. PEro hay algo que no entiendo. Por que de repente se cambia la letra y se ahce mas grande? no lo entiendo.... No se por que, pero no es la primera vez que lo veo. Otra cuestión, resaltas mucho al pelinegro dela cazadora negra. Quiero decir, siempre que lo ve saca a colación lo de la cazadora. Personalmente ya supongo qeu es el sin eso. En cuanto a los demás chicos si que no tengo ni idea de quienes son xD

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    1. Es que blogger es muy amigo mio y me vacila. A la hora de editar la entrada, la letra sale toda igual. Pero al publicar, hay algunas frases que me las altera. Intento corregirlo antes de publicar pero leerlo todo es mucho y mucha letra como para poder corregirlo todo, lo siento.
      Se resalta porque Ryu va a salir después y ese detalle te hará saber que es él. Además, Ryu es pseudónimo. En realidad, ¿sabes quién es?
      Los demás son patas de un banco, en la siguiente historia, cuando ésta acabe, sabrás un poquito más de todo. No impacientarse, por favor.

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    2. Vale. Te lo comentaba por si no lo sabías. Por qeu es la segunda vez que lo veo ya. No te disculpes, si es culpa de blog tu tranquila.
      En cuanto a Ryu y compañía. Como ya te comenté personalmente ya se quien es con que me digas que es el pelinegro xD. Los demás digo que no son patas de un banco, si no no les habrías puesto nombre. Por qeu al tipejo cabrón rubio no se lo has puesto. xD

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    3. Lo sabía, repaso mis propias entradas miles de veces, pero parece que no siempre puedo corregirlo u.u
      Bueno, digamos que ellos no van a tener el protagonismo en la siguiente historia. Al rubio no se lo he puesto... todavía. Si te das cuenta, Sakura no le ha llamado nunca por su nombre. Así que por eso me lo he ahorrado. Es un detallito que no hace falta para odiarle, asi que.

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    4. Entiendo, pero se lo vas a poner? pregunto. En cuanto a los demás. Bueno, no es tanto cuestión de que en el otro tengan poco protagonismo. Si no mas bien en elqeu tienen en este. Vale que solo es un recuerdo. Pero es importante, por lo que para mi son importantes. xD

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    5. Se lo pondré, sí, solamente me he guardado ese y ya esta. El resto, precisamente porque son importantes aunque solo sea un recuerdo, por eso tienen nombre y apellido.

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    6. Como dice nuestra amiga Me tustaaaaa~~ xD

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  2. Me he imaginado a Keiko metida en ese mundo de lujos y de poder, y no me ha pegado nada, ha tenido que ser un gran cambio para ella. Me alegra saber que aunque su madre, quiera pertenecer a ese mundo su padre sea un poco más maduro.
    Bueno se puede perder el primer día al llegar a pie, pero por lo menos para la próxima ya no se pierde, y aprende a moverse por allí ella sola.
    ¿Qué demonios hace allí? Yo también me lo pregunto. Viéndola está claro que no pega, y creo que ya si la conoces...
    El chico que llega en moto me intriga.
    Ese grupo no me guuuuuustaaaaaa ~ (esto sería mejor si me oyeras decirlo...) son un par de zorras malparidas y de hijosputacabrones. Keira.... estoy indecisa, no sé si meterla en el mismo saco, sacarla fuera o dejarla a medias. Igual la mierda es ella y la que debería de desaparecer, vamos a mi corto entender.
    Esa calidez y esa nostalgia que siente al ver a los chicos esos, puede que sea buena al fin de al cabo. Si está metida ahí, es bueno que algo la haga sentir viva.
    Definitivamente he decidido que la chica esa, no me gusta.
    Vamos a ver, ¿la zorra esa no tiene otra cosa qué hacer? Podía ir a hacerse la manicura, a comprar un perro de esos que van a juego con las divinas (pobre, perro, me compadezco), arrasar las tiendas y lloriquear porque se le ha roto una uña, pero no, es más fácil joder la vida a ajenos.
    La que no debería de joder la tarde, el día y los años eres tú, zorra.
    La odio, la ahorcaba yo si la tuviera delante será zorra bastarda. Encima no lo acabes así, que empiezo a llorar antes de tiempo :'(



    Quien diga que ese no es Jun que se retire, por favor.
    Believe, me has sorprendido con ella.

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    1. Al principio me pierdo un poco en tus comentarios, he tenido que releer a ver de qué cojoncios te quejabas...
      Es todo una mezcla de medio dorama con ganas de cagarse en tó. Al menos así es desde nuestro punto de vista, tal vez a otras personas no les resultara así, sino precisamente, al revés... hay de todo, ya sabes.
      ¡No empieces a pingar el moco antes de tiempo, copon!

      Believe da algo en lo que creer. Como Keiko se lo dio a Irya.

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    2. Sentimientos + expesividad = caótico.
      Gomen.

      Ya, pero bueno no creo que haya mucha gente a la que le pueda aparecer del revés. Me parece demasiado cruel. Demasiado sin escrúpulos todo.
      Jo, es que....

      No podia haber canción mejor para esta entrada.

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