martes, 19 de febrero de 2013

La verdad que desaparece como una mentira.

Hizo una mueca de dolor cuando la morena le puso el último punto en la zona del cuello. Un corte trasversal que la hizo saber que nunca llevaría el pelo corto para que la melena tapase la cicatriz que iba a dejar aquella herida. Mientras la chica morena recogía sus cosas, Irya respiró hondo, toqueteándose la venda que tenía en la mano que Sakura había pisado un par de horas antes. Su cuerpo estaba cansado después de pasar por aquello pero, por suerte, había dejado de estar en tensión. Aún tenía los dedos algo agarrotados de apretar los puños, y tenía marcas de las uñas en las palmas, pero eso se borraría en un breve lapso de tiempo. Sin embargo lo que había pasado esa tarde en el instituto la perseguiría cada día cuando apareciera por allí. ¿Qué iba a hacer? No se uniría a ellos nunca. Pero sabía que Sakura no la dejaría en paz con tanta facilidad. En sus ojos había visto algo escaofríante, un odio y un rencor que jamás había sentido. Y con ese mismo sentimiento, había mirado a la chica morena que la acababa de curar después de salvarla de sus garras de zorra. ¿Quién era ella? ¿Y por qué Sakura la odiaba hasta semejante punto? Si la había usado a ella para desquitarse y la había dado aquella paliza, si hubiera sido la de verdad igual la hubiera matado a golpes. Todo parecía girar demasiado deprisa como para que la cansada mente de la chica pudiera relacionarlo todo. Se llevó las manos a la cara y cerró los ojos unos minutos. Necesitaba dejar la mente completamente en blanco.
Un grito más alto que otros la hizo mirar hacia abajo, a la orilla del río. Los tres chicos que había visto en los lavabos del instituto estaban allí. El pelinegro era Ryu Kagura; el chico de las mechas rubias, era Yuu Satoya; y el otro, que también llevaba mechas pero de un rojo caoba y era ligeramente más ancho de hombros que los demás como había podido comprobar Irya al recostarse sobre él, era Rikki Tsumura. Los tres andaban cerca de la orilla, como críos, corriendo, dando brincos, saltando unos encima de otros, lanzándose al suelo y, en resumen, dándose una paliza muy seria pero entre risas. Irya no era capaz de relacionar eso, pelear en serio pero hacerlo de broma. A ella la habían enseñado a luchar con todo lo que ella era. Y acababa de faltar a ese ideal cuando dejó que la salvasen aquellos chicos del grupo de arpías y carroñeros de Sakura.
- ¿Qué hacen? - le preguntó a la muchacha, en un intento por distraerse.
- Ah, no te preocupes. No les he dejado pelear hoy asi que, descargan adrenalina. - Ella parecía realmente tranquila.
- ¿Usándose como sacos de boxeo? - inquirió Irya. 
- Es parte de su ideal de "juego" - respondió la chica, encogiéndose de hombros -. Mientras no se hagan más daño del necesario, estará bien. 
- ¿Por qué? 
- ¿Eh?
- Dices que no les has dejado pelear hoy. ¿Es que se pasan peleando el día entero?
- ¿Habías pensado algo diferente al verles? - la devolvió la pregunta -. Son macarras - sonrió -.  No son violentos pero a veces las cosas se tuercen demasiado - su tono se volvió ligeramente serio -. Sobretodo, en nuestro mundo. Ya lo has visto.
- Querían matarme - aseguró ella. 
- Y lo habrían hecho - añadió la morena -. Que no te quepa duda. El grupo de Sakura hace cuanto quiere. Y nadie les planta cara. Ellos son los violentos, los que cogen cuanto quieren por la fuerza si es necesario. No saben lo que es respetar la vida de los demás. 
- Vosotros también sois... personas con dinero - evitó decir "niños ricos" -. Me sorprende hasta donde llegan las diferencias con ellos. 
- Nosotros tenemos instinto de supervivencia. Los demás, tienen dinero y muchas ansias de poder. A ninguno de los que estamos aquí nos interesa heredar ningún imperio o tener siempre dinero de papá. Nos hemos buscado que la gente nos desprecie, supongo - suspiró. 
- Luchais para protegeros. Eso no es nada malo. Yo también lo hacía. Aunque nunca pensé que de verdad tendría que salvar mi vida de esta manera - susurró, sintiendo un leve escalofrío.  
- Escucha, Irya, ¿te llamas así, no?
- Sí. 
- Yo soy Keiko - dijo, con una sonrisa despistada -. Escucha, no debes dejar que las cosas que Sakura pueda hacerte en clase te molesten. 
- No está en clase conmigo - hizo notar ella. 
- Eso no significa que no la vayas a tener detrás de ti por medio de alguno de los aterrorizados alumnos que van detrás de su culo.
- ¿En serio?
- Sí. Te sorprendería saber cuántos hay. Por eso te digo que durante las clases, procures resistir cuanto pase. Después...
- ¿Después?
- Nos coinciden dos descansos largos - contó de memoria, mirando al cielo -. Así que será mejor que entonces no te separes de nosotros - sonrió, mirándola. 
- ¿Quieres decir, que vaya con vosotros?
- Si quieres evitar algo como lo de esta mañana, sí. Porque no lo dudes, aprovecharán cada instante en que estés sola para atacarte. Y no intentes hacerte la fuerte en este lugar, Irya. Saldrás perdiendo y no sabes hasta dónde pueden llegar a arrebatarte simplemente por diversión. 
Parecía saber perfectamente de lo que estaba hablando. Aunque cada palabra que decía solo dejaba más y más preguntas en ella. Pero no estaba segura de tener la confianza de formulárselas a la chica. 
- Sé lo que piensas - dijo de repente Keiko -. No quieres que nadie te proteja. Pero piensa que estando sola, lo único que lograrás será pasarlo muy mal. El orgullo no va a curarte las heridas, ni te hará sobrevivir en este mundo. A nosotros no nos importa que rondes de vez en cuando a nuestro alrededor, que te dejes caer por nuestras compañías, ya sabes - sonrió.   
- ¿Aceptais a cualquiera de esta manera?
- No. Porque no hay nadie a quien aceptar. No desde Rikki - dijo, señalando al muchacho de las mechas pelirrojas -. Solo que ese chico no ya no ronda, se ha hecho miembro del club así, por su cara bonita - sonrió la chica.
- Ya veo - sonrió también la morena. 
- Por triste que sea, normalmente la gente a la que ese grupo amedrenta siempre se une a ellos, sin más. Sin escapatoria. Y quien lucha lo pasa mal antes de unirse también asi que... 
- Esa tia controla el instituto entero - soltó Irya. 
- En realidad, poco falta para que pertenezca a su padre así que no es de extrañar. Tienes que tener cuidado. 
- Y eso me lo dice quien siempre está enfrentándola - recordó la chica.  
- Sí - soltó una sonora, divertida y bonita carcajada -. Esa es la razón de que Sakura me odie... más de lo que ya lo hacía. 
- ¿Ya te odiaba?
- Yo simpre me defendí. Era como tú. No quise entrar en su grupo. Y evidentemente, a mí también me atacó. 
- ¿Y? - De repente sentía una terrible curiosidad en el pecho. 
Keiko sonrió cálidamente y se acomodó en el césped, rodeándose las rodillas con los brazos. 
- Aquel año, éramos todos nuevos. Los superiores ya tenian miedo a Sakura incluso estando en primer año. Tuve que pasar por bastantes peleas con los mayores por culpa de ella. 
- ¿Por qué siempre iba contra ti?
- Porque le parecía divertido darme palizas, se reía de mí bien a gusto. Era como un juguete que usaba, sin más. Hasta que se dio cuenta de que no podía tener lo que yo sí. Ella anhelaba poseer lo que, poco a poco, yo fui haciendo mío - susurró, bajando misteriosamente la voz.     
- ¿Qué quieres decir?
- Se encaprichó. De él - dijo, señalando al pelinegro -. Estabamos en clases distintas pero un día coincidimos de cierta manera y... él empezó a ser mi salvavidas. Empezó a ayudarme cuando lo necesitaba, pero no como quien ayuda a una princesita - dijo, meneando la mano derecha -. Luchábamos juntos. Nos apoyábamos. Él se metió de lleno en mi vida y Sakura lo conoció. No se había fijado nunca en él pero de repente, la encantaba. Yo la veía cada poco detrás de él, babeando por donde pasaba - Irya notó que se la tensaba la voz -. Cuando se dio cuenta de que no podía tenerle, nos hizo todavía más imposible la vida. Llegó hasta un extremo en el que... ese idiota estuvo a punto de irse con ella - su voz delataba que aún la dolía ese hecho -. Solo para que me dejara en paz a mí. Pero él es mío - susurró, clavando los ojos con infinita dulzura en él -. Es mi razón de vivir. No iba a permitir que ella lo tuviera. Que me lo arrebatara. 
- Keiko...
- Puede sonar egoista y posesivo pero... Ryu es mi alma. Forma parte del ser que soy. 
Irya no pudo evitar preguntarse qué relación unía a Ryu con Keiko. La chica era bastante abierta pero posiblemente no quisiera contarle más que la superficie de lo que había pasado. Y aún así, ya era bastante sorprendente.             
- ¿Qué dirá tu madre al verte así? - cambió de repente la conversación la chica, refiriéndose a las heridas del labio y la frente que se veían ligeramente.
- No creo que me mire siquiera - respondió ella, casi automáticamente -. Estará demasiado ocupada con las cosas nuevas que haya comprado esta mañana. 
- Todos los padres se preocupan por sus hijos. Aunque cada uno de una manera diferente. Que a ti no te guste la manera en que se preocupa tu madre por ti no significa que no exista ese sentimiento. 
Nunca lo había pensado así. Aunque tampoco estaba segura de que de verdad su madre se preocupara por ella. 
- Es lo mismo con esos chicos. Tienden a proteger lo que quieren a su manera. Y por eso les tachan de macarras, delincuentes y mil cosas más - suspiró -. En este mundo, donde todos se dejan llevar por apariencias y dinero, no hay un lugar para nosotros. Aunque nos quieran obligar a tenerlo. Nunca verás a Ryu usando un traje, o a Rikki sin esas mechas. Ni mucho menos a Yuu sin esas cadenas y anillos que lleva. No pueden cambiarnos. Y eso es lo que hace que nos tengan miedo. El hecho de que no pueden controlarnos como al resto de marionetas que pueblan este lugar. 
- Vosotros teneis el valor para enfrentaros a todo eso. No sois marionetas. 
- Ni tú tampoco, pequeñina - sonrió Keiko, mirándola de lado -. No te preocupes. Mientras tengas claro quién eres y lo que quieres ser, nada ni nadie podrá detenerte en tu camino. 
Las palabras de Keiko eran reconfortantes. Parecía entenderla mucho mejor de lo que lo hubiera hecho otra persona conociéndola un poco más. Tal vez era porque Irya se parecía mucho a Keiko en cuanto a personalidad y la chica la había calado a la primera. La estaba dando los consejos que ella hubiera agradecido unos años atrás.
Durante los primeros meses en el instituto, la gente se hizo eco de ella. No había sido difícil para Sakura difundir rumores, que hacían que todos los compañeros la mirasen de una forma diferente y que además, de vez en cuando, se atrevieran a tocarla las narices. Poco a poco ese acoso fue aumentando, al punto de que cuatro chicos de segundo año llegaron a intentar secuestrarla una tarde al salir del instituto. El único que quedaba allí en ese momento, por algún capricho del destino, era Rikki. El chico de las mechas pelirrojas les dio semejante paliza a aquellos chicos que al resto del instituto les quedó claro con quién no podían meterse. Esa noche, Rikki la llevó con él a una pequeña casa tradicional con jardín, donde la chica descubrió que vivían los tres chicos y Keiko. Parecía ser su refugio privado, un lugar donde podían descansar y cada uno tenía su pequeño mundo dentro de un mismo lugar. Aquella forma de vivir, de aceptarse entre ellos y de ser capaz de formar una familia a pesar de todo lo que tenían alrededor, hizo que la morena empezara a desear con todas sus fuezas ser algún día parte de ellos. Para su sorpresa, se vio cada vez  más y más unida a aquellos chicos, llegando a adorar la calidez de Rikki, la fria distancia de Ryu, las tomaduras de pelo de Yuu y, por encima de todo, la amistad de Keiko. En la época de examenes, los chicos la recogieron en aquella casa que había llegado a adorar, sintiéndola más su hogar que su propia casa. 
Sin embargo, el odio de Sakura hacia ellos no hacía más que aumentar. Hasta que explotó. Llevándose consigo la calma de todos y la vida de Keiko. 
Una tarde mientras Irya buscaba un libro de matemáticas aplicadas en la biblioteca, vio de reojo acercarse a ella a aquel tipo rubio. Tembló al recordar la cicatriz que tenía en el cuello. Aunque rápidamente sintió un cosquilleo en el estómago al evocar el momento en que Rikki le había apartado de ella en aquel lavabo, así como la había curado las heridas la noche en que intentaron secuestrarla. El chico pasó detrás de ella y trató de ignorarlo, aunque en guardia. Pero al estar pendiente de él, descuidó a Sira, que se acercó por otro lado y la golpeó en el cuello con fuerza, un único golpe seco que la quitó por completo el conocimiento. 
Algo suave rozaba su mejilla cuando intentó abrir los ojos. Escuchaba el sonido del arrullo del río. Buscó a su alrededor, y vio a Sakura, Sira y el muchacho rubio de pie, a la sombra del gran puente que cruzaba por encima del río. Un lugar donde nadie les oíria, notó Irya. Los otros dos chicos estaban sentados en el césped, apoyados en el muro de carga que sujetaba el puente. No veía a la asustadiza Keira por ningún lado. Intentó moverse cuando espabiló, pero sintió los brazos adormilados, enganchados por una cuerda en la espalda por las muñecas. Al hacer un ligero sonido en su intento por soltarse, Sakura soltó una carcajada. Irya la miró, con auténtico odio en la mirada. Nunca había mirado así a nadie. Pero sentía que aquella mujer era la única en el mundo capaz de arruinar su repentina felicidad en aquella ciudad y con sus ahora amigos. Y esa simple idea, no podía ni soportarla siquiera.         
- ¿Qué estais haciendo? ¿Qué pretendeis? - les enfrentó la chica directamente. 
- Cállate, no eres más que una bocazas que no me interesa - le dijo la morena. 
- ¿Entonces qué demonios...?
Sakura le dio un fuerte golpe en el hombro que la empujó contra el césped, dando una vuelta sobre sí misma. Tosió ligeramente al caer boca abajo al suelo y no pudo moverse a causa de las ataduras en las muñecas. Abrió los ojos todo lo rápido que pudo, para ver por donde iba el siguiente golpe. Sakura solamente se agachó a su lado y la sujetó de la melena, tirando de ella hacia arriba. 
- Eres una necia estúpida, furcia - la escupió -. No tienes nada que quiera. Excepto la amistad de esa zorra bastarda. 
- ¿Qué? ¿De... Keiko? - susurró, abriendo los ojos de la sorpresa y ligeramente confundida. 
- Sí, eso es, al fin te das cuenta, maldita lenta - la dijo ella, empujándola la cabeza contra el suelo con bastante fuerza. 
Irya dejó escapar un sonido de molestia. 
- No... ella no va a hacer nada para ti - la dijo, sintiendo de repente orgullo en el pecho. Esa chica era su amiga. Y podía decirlo en voz bien alta.
- ¿Tú crees? - la preguntó el muchacho de las mechas.
- No necesito que haga nada - le cortó Sakura -. Solo quiero patearla el culo. 
- Eso no es nuevo - respondió Irya -. Y ella lo sabe. Si pretendes esperar aquí a que venga a buscar pelea, estás perdiendo el tiempo - se revolvió intentando soltarse, en vano. 
- Cállate, estúpida, tu voz me da dolor de cabeza - se quejó -. Atraeré a esa zorra hasta aquí.
- ¿Como? - quiso saber la morena.
- Aprovechando su estúpido sentido de la amistad - respondió Sira, la pelirroja.
- Una pequeña amenaza de muerte... - dijo el rubio, relamiéndose al mirarla, indefensa.
- Y ella vendrá a buscarte como alma que lleva el diablo - añadió Sakura, a lo que el resto rió.
No era posible. Era una trampa. Ella era el punto débil de Keiko en ese momento. No se lo podía creer. Sacudió la cabeza, convencida de que no pasaría nada. La chica no iba a pasar por allí, había quedado con Ryu esa tarde, lo sabía. De repente se descubrió a sí misma teniendo más miedo por otra persona que por su propia seguridad.  Pero Keiko no era cualquier persona. Ella la había escuchado, la había curado y la había confiado secretos e inseguridades. Además, la había protegido y la había dado la oportunidad de vivir tranquila durante aquel año en el instituto. La debía más de lo que podía recordar ya. Por eso tenía el pecho atenazado ante la idea de que la pudieran hacer daño por su culpa. Intentó pensar que, si Ryu estaba con ella, irían juntos. Que no pasaría nada si estaban unidos, los dos. Tragó saliva al sentir que sus manos, amarradas a la espalda, sudaban. Porque eso, nunca era un buen presagio. 
Apenas había llegado el sol a lo más alto del cielo cuando Keiko apareció corriendo por el paseo hasta llegar bajo el puente.  Parecía haber corrido desde bastante lejos. Su ropa no era el uniforme, llevaba unos vaqueros azules con unas deportivas blancas y una camisa blanca con las mangas ligeramente remangadas. Llevaba su largo pelo moreno suelto y con el flequillo colocado de lado. Podía ser la imagen de la salvación. Y sin embargo el sentimiento de desasosiego que nació en el pecho de la muchacha hizo que la recorriera una sensación de pánico que atenazó su corazón con demasiada fuerza y desesperación.
- No... puede ser... - susurró Irya al verla.
- ¡Irya!
Iba sola. Completamente sola. Y desprotegida. 
- ¿¡Qué haces aquí!? - Hacía tiempo que había aprendido a pelear con Keiko, una mujer que le decía las cosas a la cara cuando creía que sus actos no habían estado bien -. ¡Vete! ¡Ya!   
- Cállate, tonta - la dijo, al llegar hasta su lado. 
Intentó deshacer los nudos de la cuerda pero fue imposible. Estaban demasiado bien amarrados como para perder el tiempo en deshacerlos mientras sentía que Sakura y los demás la acechaban como cazadores a su presa. Incorporó a Irya y la dejó sentada en el césped antes de levantarse. Caminó despacio hasta llegar a una distancia prudente de Sakura. Se desafiaron un momento con la mirada. 
- ¿Has tenido que llegar hasta puntos tan bajos para poder enfrentarte a mí, Sakura? - dijo, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón. 
- Sabias que no ibas a salir viva de aquí cuando decidiste venir - siseó la chica, con cierto tono de victoria.  
- Hubieras matado a Irya. No tenía otra opción. 
- Claro, la gran Keiko jamás huiría, ¿no es así? - se mofó.
- En realidad, ya he huído demasiadas veces. No dejaré que le hagas daño a esa chica. 
- Podía haberme quedado a gusto desquitándome con ella, ¿sabes? Te hubiera dejado en paz durante un tiempo. Porque se parece asquerosamente a ti - escupió. 
- Me siento orgullosa de eso - aseguró Keiko -. Siempre quise tener una hermanita pequeña. Irya es eso para mí. 
Irya tragó saliva, conteniendo las lágrimas. Sabía que en cualquier momento Sakura se iba a lanzar contra ella y todo empezaría en ese instante. Tenía miedo. Mucho miedo. 
Vete, Keiko, por favor, rogaba en silencio. Por favor. 
- ¿Qué es lo que quieres? - la preguntó al fin. 
- Matarte estaría bien - comentó Sakura. 
- Puedes intentarlo. Pero siempre me tendrás pegada a tu culo, incluso siendo un fantasma. No vas a librarte jamás de mí. Porque ese odio que sientes hacia mí, incluso si yo ya no estoy físicamente, será eterno. Y sin mi presencia para desquitarte, solamente te queda una salida. Odiarte a ti misma por la grandísima hija de puta que eres. 
El rubio dio un paso hacia delante. El golpe en el estómago de Keiko lanzó a la chica contra el suelo de una sola sentada. La morena hizo un sonido de dolor mientras se retorcia en el césped y trataba de ponerse de pie tan rápido como su cuerpo adolorido la permitía en ese momento. Sira llegó antes hasta ella y le dio una certera patada en el pecho, tumbándola de nuevo. Keiko tosió con fuerza mientras Sakura le pisaba la muñeca derecha hasta hacerla crujir. La morena no gritó. Se mordió el labio hasta abrirselo ella misma, pero no dejó que la escuchasen gemir lo más mínimo. Eso enfureció todavía más a Sakura. 
- ¡Keiko! - rugió Irya desde donde estaba viéndolo todo sin poder levantarse ni hacer absolutamente nada. Intentaba liberarse de las ataduras pero los dos chicos que estaban sentados contra el muro se acercaron a ella y la obligaron a mantenerse erguida y con la vista puesta en aquella dolorosa y aterradora escena.
 - ¡Grita! - dijo Sakura.
- Siempre te ha dado miedo lo que no podías controlar, ¿verdad? - la susurró Keiko.
Sakura pisó de nuevo su mano. Keiko echó la cabeza hacia atrás pero no gritó. 
- ¡Chilla! - le ordenó de nuevo la chica. 
- ¡Keiko! - gritó de nuevo Irya, con la cara llena de lágrimas que no dejaban de brotar de sus ojos claros. Las risas de los dos chicos que la sujetaban se clavaban cada vez más profundamente en el corazón, incluso quitándola la respiración. 
- No podrás dominarme... Nunca fuiste capaz... Sakura - murmuró la morena, esbozando una pequeña sonrisa. 
- ¡Basta! ¡Borradla esa sonrisa de su maldita cara! ¡Borrad su existencia de mi mundo! - chilló Sakura, desquiciada por completo.
El rubio sonrió, tomándoselo como una orden que le interesaba cumplir. Sira hizo crujir sus nudillos. Sus patadas y puñetazos eran más fuertes que los de cualquier chica de clase alta, eso seguro. El muchacho rubio por su parte sacó de nuevo su querida navaja y empezó a hacer cortes por las piernas de Keiko, mientras Sira la mantenía quieta bajo su cuerpo y seguía golpeándola sin tregua. Irya no podía dejar de chillar. Sakura ordenó a los dos muchachos que la callaran, y con u certero golpe en el estómago la quitaron el aire para que no pudiera seguir gritando de aquella forma desquiciada y asustada. Nunca antes había tenido tanto miedo como en ese momento. Cada golpe, cada grito de Sakura, quedaba grabado en la piel y el corazón de Irya como una herida que luego serían cicatrices que durarían el resto de su vida. 
Un instante antes de perder el conocimiento, Keiko la miró. Fijó sus ojos oscuros en ella. Y la regaló una última sonrisa. Irya gritó. Chilló. Se revolvió. Se desesperó. Y entonces, producto de un nuevo golpe, solamente se desmayó. 

- Irya... ¡Irya! ¡Irya! 
Abrió los ojos muy despacio. El sol se estaba poniendo, el cielo estaba de color rojizo. Buscó la voz de quien la llamaba y les vio, a los tres, de pie en lo alto del paseo del río. Empezó a llorar otra vez. Se movió como pudo para buscarla. A ella. A sus ojos. A su sonrisa. A su amiga. Encontró su cuerpo bastante alejado de donde creía recordar que había estado. Estaba tumbada bajo la oscura sombra del puente y no podía distinguir nada desde donde estaba. Intentó arrastrarse hacia ella y, al verla, Ryu siguió con la mirada los ojos de Irya. Descubriendo el cuerpo tendido de Keiko bajo el puente.   
- Keiko - la llamó, mientras corría hacia ella -. ¡Keiko!
Rikki llegó corriendo hasta Irya y la cogió entre sus brazos. Ella gritó contra el pecho de Rikki la sujetó para soltarle las ataduras y la abrazó fuerte contra su cuerpo. 
- ¡Shhh, ya, ya, Irya, por favor! 
- ¡No! ¡Ella no...! ¡No! ¡Es... yo! ¡Mi... por mí! - chillaba, con la voz ahogada en lágrimas. 
- Basta, cálmate y respira, Irya, por dios. Tranquila, morena, ya está - la decía Rikki al oído, meciéndola suavemente mientras ella solamente lloraba y se aferraba con las uñas a la ropa del chico.
No podía tranquilizarse. No podría dejar de llorar en mucho tiempo. Keiko no respondería. No volvería a hablar. No sonreíria de nuevo. La chica no se levantaría de aquel césped. Nunca más. 
Al llegar a su lado, Ryu se arrodilló junto a ella. No la tocó. Apartó el pelo suavemente de su rostro y acercó los dedos a su cuello. Ni siquiera necesitó buscar su pulso. Estaba completamente fría. Y apesar de todo, seguía siendo tan hermosa que le dolía el corazón. La acarició la mejilla, despacio. Podía ver las heridas aún abiertas en su frente y su mejilla; en el puente de la nariz, tenía una herida bastante fea también. Los pantalones tenían más cortes de los que podía contar y en la ropa desgarrada había restos de mucha sangre; unos cortes eran más profundos que otros y parecían hechos muy a conciencia. Acercó los dedos, consciente de que temblaba, hasta los primeros botones de la camisa que ella llevaba puesta. Estaban arrancados. ¿Qué le habían hecho a su niña? Apenas rozó la solapa de la camisa y la apartó ligeramente, pudo ver un gran hematoma en la zona del pecho. No se quiso ni imaginar como estaría el resto de su blanquecino y delicado cuerpo. No hubo ni un solo grito. Ni un solo lloro. Parecía que Ryu mantenía la sangre fría. Pero nadie sabía en realidad si el chico estaba tranquilo o completamente desquiciado. 
Irya se abrazaba con fuerza y desesperación a Rikki, que la sujetaba entre sus brazos y la acunaba intentando tranquilizarla. Yuu no había querido acercarse a Keiko y Ryu y permanecía de rodillas al lado de Irya, sujetándola la mano con fuerza.  
Porque ella estaba viva.
- Keiko. 
El pelinegro la acomodó entre sus brazos y le limpió parte de la sangre del rostro con la mano. Luego usó su camisa para terminar de limpiarla, despacio, sin ninguna prisa, de una forma tan lenta que era tortuoso. Le acarició la frente con mimo antes de besársela. Ryu acunaba el cuerpo de Keiko entre sus brazos, suavemente, abrazándola con fuerza. Aferrándose a aquel cuerpo inerte y frío que no le volvería a devolver un abrazo como aquel. 
- Ya pasó todo, mi pequeña. Yo estoy aquí, contigo. Siempre lo estaré, pase lo que pase. Ahora, descansa. Ya se acabó - la susurró al oído.
La besó suavemente el cuello, recordando como un puñal en el corazón la sonrisa que ella ponía cada vez que sus labios la rozaban en ese lugar, antes de hundir el rostro en su pelo moreno y perderse en él. Despidiéndose de ella en silencio. Olvidándose de sí mismo. Abandonando su vida. Para siempre. 



9 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Pues no se si eso es bueno o malo, pero gracias por decirme que no tienes palabras...

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    2. Es bueno, si te das cuenta, nunca me había quedado sin palabras, eso es mas de nuestra ricitos de oro xD. Y esta vez si que me has dejado sin palabras. Por que lo único que quiero ahora mismo es estrangular a dos hijas de P*** y darle su propia medicina a un grandisimo hijo de P***. Así que si es bueno.

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    3. Digamos que... ella xD está buscando las palabras antes de expresarlas en un sin sentido o no expresarlas. Asi que, tampoco es nada malo que no se pronuncie.
      Bueno, más o menos el concepto de "matar a Sakura" de Ryu en la realidad, cuando carga el arma, parece que todo el mundo lo comparte.

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    4. Oye yo con gusto le ayudo, lo prometo.

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  2. A ver, Jun ha tenido que ver la cicatriz del cuello a narices, no ha preguntado nunca por ella?
    ¿Por qué cojoncios no se acambian de instituto? Sé que huir (y en este caso no creo que pudiera considerarse huída) del problema no es solucionarlo, pero es un problema demasiado serio y grave como para "pasar" de ello. Una retirada a tiempo a veces es lo mejor.
    ¿La putada de todo el asunto? Es que el mundo que describes realmente existe. La gente se corrompe por el poder y llega hasta tales límites.
    Me ha parecido sorprendente lo rápido en lo que Keiko se convierte en alguien tan importante y especial.
    Me gusta gusta mucho cómo Keiko habla de lo que es Ryu para ella.
    Rikki metido en todos los fregados, está claro que entre esos dos hubo algo. Reconozco que me parece mono.
    Cuando la atacan en la biblioteca me parecen unos malditos hijos de puta cobardes, qué pasa?qué tienen que ir dos contra uno? Esa se llama igualdad, si señor.
    No me gusta que vaya sola, jope. Por qué no van todos con ella?Por qué tiene que ir ella sola? No me gusta.
    Es demasiado cruel e injusto. Demasiado doloroso.
    Aunque posiblemente Ryu se convierta en un cuerpo sediendo de venganza, ira y odio al ver a Keiko tendida inerte sobre el suelo, esa frialdad, esa tranquilidad, esa calma que muestra convierte las cosas es más trágicas y nostálgicas.


    Bien después de cinco o seis veces, sigo conviertiendome en una magdalena llorona. Es todo demasiado triste, cruel y doloroso; pero una vez y como nadie más tocas la fibra sensible de cada lector.

    Qué decir de truth. De la foto ya ni te cuento. La pulsera me encanta, es preciosa, pero no más que él.

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    1. ¿Sabes por qué Jun no ha dicho nada de la cicatriz? Porque a mi se me ha olvidado u.u Qué quieres, son demasiadas cosas para acordarme de todas. Si no huibiera publicado, lo habria revisado, pero es lo que tiene el directo, chica, que no se pueden evitar estas cagadas. Pero me lo apunto para la siguiente.
      Piensa que es salir de Guatemala para meterse quizá en Guatepeor y estar sola, ¿eh? No se iba a meter en un instituto normal, eso lo sabía. Tal vez por eso quedarse era la unica opción razonable en realidad.
      Sí, sé que existe y me revuelve el estómago pensar que tal vez lo que cuento no es del todo... ficción.
      A ver, Keiko se convierte rapidamente en alguien importante porque las cosas pasan en una entrada y en medio párrafo. De tener dos capitulos para contarlo todo, tal vez hubiera alargado un poco el asunto. Aunque la verdad es que cuando las personas estamos solas y vemos a alguien que puede salvarnos porque realmente quiere hacerlo y parece conocernos mejor que nosotros mismos, nos aferramos a eso con más fuerza de la que podemos imaginar.
      De Ryu y Keiko puede que se sepa algo más... jaja Rikki es un poco el pequeñin, se le parece con el pelo rojo.
      Recuerda lo que dijo Keiko, les da miedo lo que no pueden controlar. Si no pudiera controlar a Irya uno solo y tuviera que salir corriendo, eso dañaría bastante la imagen del grupito. Y eso no podían permitirlo, por eso se mueven sobreseguro. Entre dos, y mas si son esos dos, victoria casi asegurada. Asi es como juega Sakura.
      Vale, vale, me queda claro que no te gusta... Sé que a veces estas cosas son tristes y puedo parecer una capulla insensible, lo siento. Pero contar las cosas precisamente para causar todas esas emociones, es mi "trabajo".
      Deja de llorarme ya, mujer, que son muchas veces. Cada vez que lo lees va a volver a pasar lo mismo...
      La canción le viene al pelo si comparamos con Maou. Comparación inevitable. Y este, que se haga más fotos, que me faltan -.-

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    2. A ver, quieta, yo lo dije en principios de su relación o incluso habiéndola conocido simplemente, por mucho pelo largo que lleve el cuello es una parte del cuerpo que está bastante expuesta a la visibilidad. No tienes porque haberlo metido ahora. Realmente no tienes que apuntar nada, porque cada entrada, frase, palabra y acción son únicas.
      Ya, ya lo sé, pero me refiero a que en esta situación en la que no puedes escribir 20 páginas de word has conseguido que Keiko sea en un par de líneas algo importante, y eso no lo hace cualquiera.
      Estoy convencida de que se sabrá algo más de ellos. Anda! no había llegado yo a relacionar tanto.
      Ya, ya lo sé, pero me enerva la sangre arg
      Aunque a veces te odie y quiera matarte, te aseguro que haces estupendamente bien tu trabajo, precisamente mi odio pasajero e instontos asesinos hacia tu persona es precisamente por eso. De hehco te doy las gracias por hacerme sentir tanto, cada vez que leo algo tuyo.
      No hagas la compración en alto, que ya lo había pensado yo ToT
      Vaaaaale :D yo no le quito jajajaja

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