domingo, 24 de febrero de 2013

Sin darme cuenta, mis lágrimas ya se habían secado.

Cerró los ojos y respiró hondo tratando de no hacer ningún ruido para que la persona al otro lado del auricular no la escuchase. Tragó saliva y se mordió el labio inferior con fuerza. Era más que posible que su pasado hubiera vuelto a atormentarla de aquella manera por alguna razón que no era precisamente capricho del destino. Sabía, de alguna manera, que ella lo había buscado. Después de regodearse durante años de lo que había hecho, había perdido parte de la emoción que había sentido al tener la vida de Keiko en sus manos y habérsela arrebatado sin pestañear. Ahora necesitaba volver a sentir que aquello de verdad había pasado, y la manera que había encontrado de hacerlo, era a través de revivir el sufrimiento de Irya. Pero la chica había cambiado. Más de lo que Sakura nunca podría llegar a imaginar. No dejaría que la tratase como a una muñeca. Apretó el puño con fuerza sobre el pantalón y fijó la vista en su mano. En concreto, en el anillo de plata de su dedo medio. Sintió un cálido nerviosismo en el estómago y su corazón latió un poco más fuerte unos instantes. Era la sensación que tenía siempre que se proponía la locura de ser valiente. No podía negar que tenía miedo. Nunca había pensado en enfrentarse de aquella manera a su pasado. Ni sabía si sería capaz de hacerlo. Pero ahora no iba a permitir que aquella mujer volviera a arruinarla la existencia. Jugó con el anillo entre los dedos.  
Jun. 
- ¿Qué es lo que quieres? - respondió al fin a la persona al otro lado del auricular, tratando de controlar las emociones que se desbordaban en su voz.
- ¿Qué puede querer de ti una vieja compañera de instituto?
- ¿Perdón? -No entendía a qué venia esa forma de hablar. 
- Oh, vamos, no seas así, querida. Te llamaba para quedar contigo. 
- ¿Qué? - fue capaz de soltar la chica. 
- Si, ya sabes, tomar algo y hablar de los viejos tiempos. -En su voz Keiko pudo notar un deje de falsedad y veneno. 
- ¿Qué quieres? ¿Quedar conmigo para intentar matarme? - soltó sin poder remediarlo. 
- Por favor, ¿qué barbaridades dices? Solamente sería una charla, no tienes que preocuparte - Sakura estaba riendo, posiblemente encandilando con su encanto a la gente que la rodeaba en la galería de arte -. No te haré lo mismo que a ella - susurró entonces, haciendo que a la chica se la erizase el pelo de la nuca con un profundo escalofrío. 
- ¿Qué...? - Apenas podía articular palabra. El miedo volvía a apoderarse de ella. Era el mismo sentimiento que había odiado tanto tiempo y que había revivido cada noche en sus peores pesadillas. El miedo que la paralizaba e impedía que hiciera absolutamente nada por su mejor amiga, mientras Sakura miraba sin perder detalle cómo le arrebataban la vida a la chica. Y sonreía.
- Será mucho peor - aseguró ella, susurrando cada sílaba como si fuera un cuchillo de filo fino que empezaba a cortarla la piel.          
Irya se había equivocado. Sakura no pretendía volver a regodearse en el orgullo de haber matado a Keiko. Quería revivir la muerte de Keiko. Matándola a ella. 
- Ven esta noche aquí, a tu estúpida galeria. Te estaré esperando. Y no se te ocurra pensar en huir. Porque te encontraré. Desde el momento en que volví a verte, supe que tenía que acabar contigo como hice con esa zorra. 
- ¿Por qué...? - musitó Keiko, casi hablando más para sí misma que con la mujer. 
- Porque te has convertido en lo que ella siempre quiso ser - siseó Sakura, respondiendo a su pregunta -. Porque te has convertido en ella. Y, al igual que ella, morirás en mis manos, Irya. - Su voz fue melodiosa a la vez que amenazante.  
- No - susurró -. Esta vez no. 
Sakura se rió a carcajada limpia. Posiblemente supiera que estaba asustada y esa risa histriónica solo la asustaba más todavía, porque sabía que era capaz de cualquier cosa. Pero ella sería firme. No iba a permitirle que hiciera lo mismo que con Keiko. Su amiga estaba muerta y no podía cambiarlo. Sin embargo no pensaba darse por vencida de aquella manera. Sakura estaba muy equivocada si creía que esta vez podía ganar. Al menos, con tanta facilidad. 
- No me hagas esperar, pequeña zorra. Tengo demasiadas ganas de acabar contigo
Irya se quedó colgada al auricular del teléfono incluso después de que Sakura colgase. El pitido del teléfono la empezó a poner nerviosa y tiró el auricular al suelo antes de gritar. Cuando trató de calmarse, se sentó en el suelo contra la pared y llevó las rodillas contra el pecho. Consiguió volver a respirar de una forma más o menos normal, y empezó a pensar qué demonios tenía que hacer. Salir corriendo era la única opción viable, al principio. ¿Cómo iba a enfrentarse a Sakura? La sola idea de enfrentarse a ella la parecía imposible. Pero sabía que la encontraría. Y lo peor, era que temía los medios que utilizara esa mujer, con todo su poder y dinero, para hacerla salir de su escondrijo. Con Sakura podía pasar cualquier cosa. El pensamiento de tener que plantarse delante de ella la dio escalofríos. La voz de esa mujer todavía resonaba en sus oídos. Era más que posible que cumpliera su amenaza y fuera capaz de matarla. Sabía que esa mujer no dudaría, la conocía demasiado bien como para olvidar incluso el sonido de su risa de triunfo o sus ojos victoriosos, embriagados de poder y orgullo al haber actuado como si fuera una diosa arrebatándole la vida a una simple mortal. Pero, ¿y ella? ¿Qué haría ella? ¿Cómo iba a enfrentarse a la muerte?
Entonces se dio cuenta de algo. En el fondo de su ser, algo la susurró. Si tenía la oportunidad, Sakura no era la única que podía herir. Ni la única que podía matar. Supo, de alguna manera, que ella también sabía y podía luchar. Y la aterró un instante el hecho de no ser consciente de tener la capacidad para detenerse si las tornas cambiaban y era la vida de Sakura la que quedaba en sus manos. Ella había matado a Keiko. Había robado una vida, a Irya la había arrebatado a su mejor amiga, y los chicos simplemente habían desaparecido de su lado. Habia estado a punto de arruinarla por completo y aun no era demasiado consciente de cómo había logrado salir de aquella época. Apretar un gatillo o clavar un puñal en el corazón era tan sencillo... Sintió un escalofrío al pensar así. Ella no era ninguna asesina. Sin embargo, sentía la sangre correr como torrentes de lava por sus venas. No tenía horchata. No era de piedra ni nunca lo sería. Y, tal vez, aunque luego pudiera arrepentirse... 

Jun se estiró con fuerza, haciendo un sonido de ronroneo suave. Le dolía ligeramente el cuello. Había grabado cuatro escenas más del especial en las que había tenido que recorrerse media ciudad corriendo. No es que estuviera cansado, pero llevaba todo el día dándole vueltas a la historia de Keiko. Era demasiado como para que no le afectase. Chasqueó la lengua, molesto por no poder contárselo a nadie. Pero, quisiera o no, se había buscado una chica con un pasado que solo él podía conocer y, por otra parte, curar. Estaba dispuesto a seguir con ella a pesar de todo. No podía abandonarla. Entre otras cosas, porque él mismo tampoco soportaría estar lejos de ella. Era un pensamiento un poco egoísta, pero ella no se iba a quejar precisamente, por lo que no le daba demasiada importancia. Ahora solo quería que aquel día acabase rápido para poder volver a casa con ella. 
El estilista le tendió la chaqueta de cuero que se puso encima de la camiseta gris de manga corta que ya llevaba puesta. Vio entrar entonces a su compañera de reparto. La chica se acercó a él casi dando saltitos. Era una actriz joven, bastante alegre y divertida. Le saludó al llegar a su lado y sonrió. 
- ¿A qué viene esa cara?
- Nada, es que no veo esa sonrisa estúpida en tu cara.
- ¿Ah? ¿Qué sonrisa estúpida? Yo nunca...
- Cuando miras a Keiko mientras decora - le fastidió, susurrándole cerca del oído. 
Eso no podía negarlo y menos cuando aquella chica le había cazado en una de sus escapadas furtivas de su plató para ir a visitar el que la muchacha morena estuviera decorando en ese momento. 
- ¿Y por qué debería sonreír? Hoy no está aquí - siguió él. 
- ¿Eh? -Ella mostró sorpresa -. ¿Cómo que no?
- No, está en la galería de arte. Le han concedido el tiempo que dura la exposición como una excedencia o algo así. 
- No, pero yo... ¿estaré mal de la cabeza? - murmuró. 
- ¿Qué andas chismorreando? - soltó el moreno. 
- He visto a Keiko - le contestó, poniendo los brazos en jarras -. Aquí, en el estudio. 
- ¿Qué? Eso es imposible, Risa - respondió el chico -. En serio. Ella tiene que estar trabajando.
- Será... -Aún así, no parecía demasiado convencida. 
En ese momento, el estilista la llamó a voces para que entrase a cambiarse de ropa. Jun se sentó un momento en una silla para descansar mientras la chica se preparaba. Le hubiera gustado que fuera verdad que Keiko estaba allí. Se relajaba con ella cerca, solamente mirándola o estando con ella. Era como un calmante pero a la vez, una droga revitalizante que le hacía seguir dando lo mejor de sí mismo. 
Cerró un momento los ojos pero un ruido detrás de su cabeza le hizo abrirlos de nuevo y girarse. Había un ayudante de producción sentando en el suelo, volviéndose loco entre cajas y telares que sacaba de ellas como desquiciado. Jun se giró en la silla y le miró. 
- ¿Pasa algo
El chico se detuvo y levantó la mirada hacia el moreno, haciendo luego una leve inclinación antes de volver a meter las manos en las cajas y seguir revolviendo los cacharros que había en el interior
- Ah, no se preocupe, es solo que... -Incluso su tono era desesperado.
- ¿Puedo ayudarte? - preguntó, poniéndose en pie. 
El muchacho le miró con cara de auténtico pánico. 
- Hemos perdido una de las armas que usamos durante las grabaciones. 
- ¿Qué? 
- Una beretta no registrada de color negro - siguió él, asustado -. No sé donde demonios está y si no la encuentro yo...
Él siguió hablando. Pero Jun ya no le escuchaba. Por alguna razón una fuerte descarga le recorrió la columna vertebral. Un arma desaparecida. No era algo que soliera pasar, allí estaba todo muy controlado. El chico había dicho perdida porque no había pensado en la otra posibilidad. Robado. Supo al instante que algo no iba bien. Y lo recordó. 
- No... no, no, no... - musitó. 
Sakura acababa de encontrar de nuevo a Keiko.
Apenas sin pensar en lo que hacía, el moreno entró corriendo en su camerino y, sin dar explicaciones a los ayudantes y demás personas que le increpaban qué demonios estaba haciendo, cogió las llaves de la moto y el casco plateado y salió corriendo de los estudios de grabación. Tenía que encontrarla. Y rápido, antes de que hiciera algo de lo que luego se arrepintiera el resto de su vida. Si de verdad quería salvarla, tal y como le dictaba su corazón en ese momento, tenía que dar con ella y abrazarla antes de que lo hiciera. Su mente no razonaba en ese momento, pero pudo usar la lógica para saber hasta donde tenía que llegar. El único lugar donde Keiko había visto a Sakura. La galería de arte.  
                   
Keiko se detuvo en la entrada. No tenía ni la menor idea de lo que se iba a encontrar dentro. Sakura era bastante polifacética. Sin embargo, se sintió segura al notar el frío de la empuñadura de la pistola contra la espalda. Algo la decía que esa mujer disfrutaría mucho más si la mataba con sus manos que simplemente pegándola un tiro, por lo que imaginó que no habría llevado un arma de fuego. O al menos, eso esperaba. 
Había una luz encendida dentro. Solo una. Iluminaba el primer pasillo que había en la galería, entre los dos muros. Keiko abrió la puerta despacio y entró sin hacer ruido. Rodeó la primera pared para no dejar hueco a su espalda, por donde pudiera atacarla. Al entrar en el pasillo, adivinó la figura de Sakura al final, bajo la luz que iluminaba uno de sus cuadros. Estaba mirándolo. Impasible. Keiko tragó saliva y caminó hacia ella despacio, manteniéndose a una distancia prudente. La mujer se dio la vuelta, moviendo con soltura su larga melena morena antes rubia. Pudo ver perfectamente sus ojos, iluminados solo por las luces que daban luz a cada cuadro, nada más. Posiblemente no quisiera llamar la atención y por eso había dejado la galería medio a oscuras. Pero Keiko podía verlo. Aquella mirada ávida de sangre. Aquellos ojos que habían sentenciado a muerte a su mejor amiga. Se dio cuenta de que, al tener el arma, empezaba a perder la razón cada vez más rápido, incluso antes de que aquella mujer dijera ni una palabra. Y eso era demasiado peligroso. 
Sakura dio un pequeño paseo por delante de ella, observándola fijamente. Intentaba ponerla nerviosa, ella lo sabía y trataba de evitarlo, pero, a pesar de que había pasado tanto tiempo ya, no podía controlar sus emociones tan fácilmente. 
- Me das asco - dijo la mujer. 
- Lo veo en tus ojos - respondió Irya -. ¿Es porque dices que soy como ella?
- ¿Acaso no está claro? - escupió Sakura -. Tu forma de vestir, de ser, de mirar...
- Yo no soy Keiko - dijo Irya, mostrando cuanta firmeza podía en la voz -. Lo que en realidad te jode es que el hecho de que yo siga viva, es como si ella aún lo estuviera, ¿no es verdad? Porque dio su vida por la mia. Porque mi vida, es parte de la suya. 
El silencio de Sakura y su forma de apretar los puños la hizo saber que era cierto. No soportaba ver viva la esperanza de Keiko, a pesar de que ella estuviera muerta. Irya era lo que quedaba de Keiko. Y Sakura solo quería aplastar todo lo que pudiera quedar de aquella mujer a la que había arrebatado la existencia. 
- Nunca debió meterse en mi camino - siseó en voz baja. 
- Fuiste tú quien intentó arrebatárselo todo. Ella solamente luchó. Hasta que te creiste con el derecho de poder decidir sobre su vida. Y la mataste - la acusó abiertamente. Desde luego no era un secreto, ni mucho menos, algo de lo que Sakura se arrepintiera precisamente.
- En realidad, solamente lo ordené. Ninguno de los golpes que yo di fueron mortales ni nada de eso. 
- Esa no es la cuestión. Lo hiciste. Eres tan culpable como Sira y Jim. Y además estas orgullosa de eso, lo sé - susurró Irya. 
- Por supuesto que sí. Acabar con esa maldita furcia fue todo un placer.
Irya apretó la mandíbula con fuerza y su respiración se agitó. Hizo de sus manos dos puños antes de acercar la mano a su espalda y sacar el arma. Sakura rió de forma melódica.  
- ¿Por qmantienes la calma? - la espetó entonces la mujer -. Se supone que hemos quedado para hablar del pasado, puedes decir lo que quieras, vamos. 
- Solo te diré algo. Jamás te lo perdonaré, Sakura. Pase lo que pase. No pagaste por ello en su debido momento y tal vez, esta sea la oportunidad de que lo hagas. 
La mujer solamente se echó a reir con ganas. Se acercó a ella y dio un par de vueltas a su alrededor. Las amenazas de aquella chica eran demasiado graciosas como para no reirse de ella en su cara. Además, necesitaba estar cerca para poder clavarle el puñal que llevaba bajo el vestido directamente en el corazón.
- Deja que te cuente algo - la susurró desde la espalda -. Yo lo vi. Como gritaba. Como se revolvía. Como lloraba. Como los golpes la hacían callar.  
Queria provocarla y hacerla desesperar. Llevarla hasta el llanto si era posible solo con sus pérfidas palabras cargadas de dolor y un veneno mortal. 
- ¡Mentira! ¡Keiko jamás te habría dado esa satisfacción! - grito la chica.
- Oh, si, lo hizo, no podía evitarlo - se regodeó Sakura -. Su voz ahogada era como una melodía dulce para mí. Cada gota de sangre derramada de sus heridas era una victoria. Vi su última mirada. Y vi como le quitaban hasta el último aliento a esa zorra.
- ¡Eres una maldita hija de puta! - rugió Irya.
- ¡Vamos, sí, insúltame cuanto quieras! Eso es lo único que vas a lograr porque no conseguirás que nadie te crea, que nadie se ponga de tu lado para acusarme de absolutamente nada. Después de tanto tiempo y pretendiendo poder vencerme... ¿quién te crees que eres, pequeño despojo?
- La persona que va a vengar a Keiko.
Cuando Sakura se dispuso a dar otra vuelta por detrás de ella, decidida a asestarle una herida mortal, Irya llevó la mano a la espalda y saco la pistola. La mujer retrocedió al instante al ver el arma, sin alcanzar a sacar el cuchillo. Levantó las manos con fingido miedo, aunque sí estaba sorprendida. Nunca imaginó que Irya podría hacer algo como eso, por lo que había llevado un cuchillo en lugar de una pistola. Con el puñal podría sentir de cerca como la vida abandonaba el cuerpo de Irya. Sin embargo aquello había tomado un rumbo que no había esperado, aunque se creía lo suficientemente inteligente como para salir ilesa de aquello y además, cumplir con su amenaza de matar a Irya.
- Ten cuidado no te hagas daño con eso - dijo, tratando de aparentar estar despreocupada.  
- Me pregunto si con solo disparar mis pesadillas acabarán para siempre - dijo Irya, mostrando de repente una seguridad que hizo que Sakura empezara a ponerse nerviosa. 
- No, evidentemente no lo harán. Porque volveré en tus mejores sueños para jodértelos y recordarte que me mataste.
- Ojala te hubiera pasado lo mismo con Keiko - dijo ella -. Ojala te visitara a ti para atormentarte en lugar de a mi. Pero no tienes ni sentimientos ni remordimientos, eres una maldita psicópata de manual, Sakura. Por eso creo que borrar de este mundo a alguien como tú es algo que incluso tendrán que agradecerme, ¿no te parece?
A Sakura se le heló la sangre. ¿Por qué de repente la chica decía esas cosas que hubiera dicho ella misma? Como si tampoco tuviera sentimientos. Optó por no provocarla más, o el dedo en aquel gatillo, ligeramente tembloroso, respondería con un disparo. Mientras buscaba una solución, mantuvo la mirada fija en los ojos de Irya. Y toda ella hirvió en ira y rabia al ver en ellos reflejada a Keiko. 
- ¡Keiko!
El grito las sobresaltó a ambas. Al lado de Sakura, la figura de un hombre alto y moreno se dibujó a la luz de las bombillas que iluminaban los cuadros. Irya no dejó de apuntar a Sakura, pero ésta bajó las manos, quedándose un instante observando al hombre. Este respiraba ligeramente entrecortado y no quiso siquiera fijar la mirada en Sakura. Si lo hacía, no sabía qué podría pasar. Camino despacio hasta Irya y se colocó a su lado, sin llegar a acercarse demasiado. La presencia del chico pareció afectar a Irya que, aunque no bajó el arma ni dejó de apuntarla, no podía dejar de mirarle.
- No lo hagas, Keiko - susurró.
- ¿¡Por qué!? ¡Lo que ella hizo fue aún peor
Sabía que él había ido a detenerla y eso la enfadaba. No era asunto suyo, quería hacer aquello por Keiko y Jun solamente intentaba dejar que Sakura ganara otra vez.
- No puedes decir eso, estás haciendo lo mismo - dijo él. 
- ¡No! Un disparo, una bala en el corazón y se acabó. Pero todos esos golpes, esos cortes, ese dolor que la provocaron a ella y por el que nunca pagaron... ¡tengo derecho a cobrármelo! 
- ¡Y entonces serías como ellos! - elevó la voz Jun también -. Keiko, esto es precisamente lo que te hace diferente. Entiendo ese sentimiento de venganza, en serio, es totalmente lógico. Incluso yo lo sentí simplemente con escuchar la historia de lo que pasó. Pero de ahí a ser capaz de disparar un arma de esa manera... no, sé que no lo harías. 
- No tienes ni idea del dolor que he cargado durante tanto tiempo - susurró la chica. 
- No, es cierto que no lo sé. Pero hay algo que tengo claro. Y es que no dejaré que cargues con los remordimientos y el arrepentimiento de haber hecho esto durante el resto de tu vida. 
La firmeza de la voz de Jun la asustaba. Porque derribaba sus barreras con demasiada facilidad. La parte de la razón la decía a gritos que él tenía toda la razón, pero aún aferraba con fuerza el arma, incapaz de soltarla. 
- ¿Qué crees que te diría ella, Keiko?
- ¿Eh?
- Tu amiga. -Era dificil no confundir sus nombres -. ¿Qué crees que te diría si te viera en esta situación y dispuesta a hacer esto por ella?
- Yo...
- ¿En serio has llegado a creer que estaría orgullosa de ti? - siguió él -. No, cariño, no. Esa chica era tu amiga, al punto de que aquel dia fue capaz de dar su vida por ti, ¿no es asi? Entonces, ¿te parece razonable pensar que estaría dando saltos de alegría porque la vengaras si con ello acabas en la cárcel?
- Jun... -La parte de razón de su mente empezó a dominar de nuevo su cuerpo y sus pensamientos. 
- Vamos, por favor. Déjalo. Sabes que no puedes hacerlo así. No te conviertas en alguien como ella. 
- No puedo - susurró -. Tal vez es mi destino. Puede que todo cuanto he hecho hasta ahora, fuera para llegar a este punto, Jun. 
- Yo creo que no. Has vivido tu vida libremente y has hecho las elecciones que has creido correctas para ti en cada momento. Si tu destino era llegar hasta aquí entonces... el mío era detenerte - aseguró. 
La chica vio semejante decisión en los ojos de Jun que no pudo evitar suspirar, tratando de contener las lágrimas que se agolpaban en sus ojos. Ella nunca había pensado que llegaría a aquello, en realidad. Hablar de que había sido el destino era una estupidez y lo sabía. Sin embargo, no se veia con fuerzas de enfrentar aquella situación de otra manera. Sakura era definitivamente más fuerte que ella y la única manera de defenderse que había encontrado, era aquella. La mano la tembló ligeramente y Jun dio unos pasos hasta ella. Sujetó con suavidad su muñeca, sin arrebatarle el arma, y la hizo bajarla hasta colocar el brazo al lado de su costado, con la boca de fuego de la pistola apuntando hacia el suelo. Ella salvó la pequeña distancia que la separaba de él y apoyo la cabeza contra su hombro. Se convulsionó en un sollozo silencioso. Él solamente pasó la mano libre por el pelo moreno de la chica y la besó la cabeza.  
- Ya está, pequeña - la susurró -. Se acabó.
Keiko soltó el arma, que hizo un ruido sordo al caer al suelo, y pasó ambos brazos por la cintura de Jun, buscando un hueco donde esconderse a sabiendas de que allí, estaba completamente a salvo. Él sonrió levemente y la abrazó por los hombros, salvando cualquier centímetro que separase sus cuerpos. Tenía que demostrarla que él estaba allí, con ella, pasara lo que pasase y fuera cual fuera el resultado al final. 
- Eh, mírame - la musitó a la oreja. 
Ella se quiso resistir a apartar la cabeza de su hombro pero al final lo hizo, muy levemente. Jun pasó las dos manos por su rostro y la obligó a levantar los ojos hasta sus pupilas. A pesar de la poca iluminación del lugar, Keiko pudo ver en sus ojos todo cuanto el chico pretendía decirla. Sin embargo, no producía lo mismo en ella verlo reflejado en sus ojos que escucharlo de su suave voz. Mucho menos, cuando no se esperaba un derroche de amor por parte de aquel terco y orgulloso hombre moreno. 
- Te quiero, mi vida. - Su voz resonó desde los oidos de Keiko hasta su nuca. Como un escalofrío -. Pase lo que pase. 
Keiko cerró las manos con fuerza alrededor de la cazadora de cuero que él llevaba puesta y también cerro los ojos en un intento por conservar la cordura emocional que aquel hombre la hacía perder.  
En aquel momento de simple felicidad, donde la oscuridad que había rodeado su corazón las últimas horas parecía volver a encerrarse en una caja con candado en el fondo de su alma, escuchó una especie de silbido y abrió los ojos por puro instinto femenino. Sakura la miraba con rabia, ira, odio, con esa mirada que habia visto una vez hacia diez años; esos ojos que reflejaban que estaba dispuesta a arrancar una vida. Y algo le dijo, que ahora tal vez no fuera precisamente la suya. La mujer empuñaba por encima de su cabeza un cuchillo de al menos quince centimetros. ¿Dónde había escondido algo así? Keiko se arrepintió de haber soltado la pistola. No tenía tiempo para soltar el abrazo de Jun y recogerla de nuevo antes de que esa mujer se echara encima de Jun. Así que volvió a cerrar los ojos y se movió, aún abrazada a él. Al hacer fuerza para empujarle él no tuvo más remedio que moverse para dar media vuelta, no tropezando con los pies de ella de casualidad. Él no la soltó tampoco, aunque no comprendia aquel movimiento. Sakura no pretendía aquello, en su mente retorcida, matar a Jun primero era una manera de dejar a Irya completamente muerta ante ella. Pero Keiko cambió su lugar con Jun, poniéndose ella delante de Sakura; la mujer no podia detener sus instintos asesinos en ese punto, por lo que se resolvió a matar a Irya, definitivamente. La chica se aferró con más fuerza al moreno y cerró los ojos con fuerza. Si tenía que morir así, no se quejaría. Sería más de lo que Keiko pudo tener. Ella murió completamente sola. Pero Irya tenía a Jun. Escucharía su voz y los latidos de su corazón hasta el final. Dejó escapar una lágrima y se mordió el labio. Era el final. 
- ¡Muérete! - chilló Sakura. 
Antes de que Jun pudiera reaccionar ante la situación, se escuchó un ruido fuerte. Ambos temblaron en brazos del otro. El moreno abrazó más fuerte a Keiko por instinto y ésta abrió los ojos. Tragó saliva. No parpadeó. Y la galeria quedó en un doloroso e inquietante silencio.              





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