jueves, 21 de febrero de 2013

Luchar más allá de los límites.

Parecía que había pasado un torbellino por aquel lugar, poniéndolo todo patas arriba. O tal vez una pelea donde se habían tirado los trastos a la cabeza. Los tubos de las distintas pinturas estaban abiertos, esparcidos por el suelo, dejando caer la espesa pintura sobre la alfombra. La única luz de la mesilla parecía darle un toque fantasmagórico a la revuelta habitación, cuya atmósfera se podía cortar con el filo de una hoja de papel. Cuando la voz de la morena se apagó suavemente, con un pequeño sollozo, el estudio quedó en completo silencio. El moreno estaba apoyado contra el sofá, sentado en el suelo con las piernas estiradas, como si se hubiera quedado sin fuerzas en el cuerpo. Tenía un brazo apoyado en el sofá por el codo y en la mano se sostenía la cabeza, ladeado para mirar a la muchacha sin perder ningún detalle de cada gesto, cada suspiro, cada dolorosa palabra que salía del rincón más profundo de su atormentada alma. 
- ¿Y? - Fue capaz de pronunciar Jun -. ¿Qué pasó, Irya?
Respiró hondo al escuchar de nuevo ese nombre. Luego dibujó una amarga sonrisa entre lágrimas que se apresuró a apartar con las palmas de las manos. 
- ¿Qué esperabas?
- ¿Cómo que qué esperaba? Se llevaron... una vida - su gesto demostraba el sentimiento de repulsión hacia aquella gente. Él mismo había podido sentir la calidez de aquella chica llamada Keiko solamente por el fervor y la adoración con que Irya hablaba de ella. Y, de alguna manera, había sido capaz de transmitirle esa rabia e impotencia que ella había sentido hacía tanto tiempo. Sin embargo, la tristeza parecía que se la quería guardar para sí misma, sin cargarla sobre sus hombros también. En otras circunstancias la hubiera llamado tonta por no compartir ese peso con él. Pero la situación era demasiado delicada como para encima, forzarla más -. Mataron a una persona...
- Sí, lo hicieron. ¿Y? 
- ¿¡Cómo que "¿y?"!? ¡Por dios! Esa gente... son auténticos asesinos -. Parecía espantarse al escuchar la calma con la que Irya hablaba de ellos.
- Y los hijos herederos de los hombres más poderosos del país - le recordó.
El chico la miró con estupefacción en los ojos. Se quedó un instante pensativo, sin palabras. Ahi estaba. La clave de todo.
- No me mires así. Es exactamente lo que piensas, Jun. Nada - respondió -. No pasó absolutamente nada. 
- ¿Me lo estás diciendo en serio? -No podía creerse algo como aquello. Era demasiado horrible. 
- Completamente. Al día siguiente, volvieron al instituto - susurró, cogiendo aire con fuerza otra vez -. Volvieron allí donde sabían que ella nunca volvería.  Y la gente les siguió alabando y acatando sus órdenes.
- ¿Cómo es posible que pasen cosas así? - se preguntó en voz alta. 
- Los padres de Keiko no eran lo suficientemente importantes como para que nadie investigara su muerte aún a sabiendas de que habían sido esos chicos. 
- Espera, ¿lo sabían? ¿Sabían que lo hicieron, quiénes habían sido, y aún así, nadie hizo nada? -Su sorpresa, confusión e indignación aumentaba por momentos.
- Claro que lo sabían. -Clavó sus ojos en los de Jun -. Yo se lo dije.
Por un momento intentó imaginar lo difícil que habría sido para la chica revivir aquel día frente a policías y familiares. Posiblemente la prensa también se hizo eco y, conociendo a ciertos periodistas basura desde su profesión, sabía lo molesto y desesperante que podía llegar a ser tener a alguien pegado al culo que solo desea abrirte el pecho en dos y arrancarte todos tus secretos, tus verdades y tus miedos. Deseó con toda su alma haber estado allí ese día. Él solo quería protegerla, y jamás habría imaginado que guardaba semejante dolor en el fondo de su corazón. Incluso en ese momento solamente podía pensar en arropar su alma herida y acunarla hasta que las viejas cicatrices que, por alguna razón, habían vuelto a sangrar de aquella manera tan fiera, volvieran a cerrarse y se quedaran en la soledad de un rincón de la memoria lejana de Irya. La chica le tendió entonces la mano y él no dudó en cogerla y acariciarla suavemente con los dedos. La sentía temblar. No le gustaba esa sensación. Evitó arrugar el ceño y siguió hablando. 
- ¿Y no te creyeron?
- Si. Hubo gente que sí me creyó. Pero nadie con la suficiente valía como para enfrentarse a esas personas. 
- ¿En serio nadie se encargó de darle una lección a esas personas?
- No. Siguieron con su vida como si no hubiera pasado nada. No les importaba. Y la gente de alrededor también empezó a pasarlo por alto. Se olvidaban de ella como quien no recuerda el nombre de una cosa o como si Keiko simplemente hubiera sido una muñeca rota que había desaparecido sin más de entre un montón de juguetes. 
- ¿Cómo se puede tener la moral para pasar eso así, de esa manera? - Seguía sin poder creérselo, aunque algo le decía que todo era posible en aquel mundo que Irya había descrito al principio.  
- Fácil. Nadie usaba la moral. Actuaban por miedo al poder. El poder del dinero.
Seguramente las familias de aquellos chicos habían cubierto absolutamente toda la mierda con dinero sucio. Por desgracia, las cárceles no estaban hechas para gente como ellos. Jun no era un amante de hablar de la sociedad y sus injusticias, pero tenía un fuerte sentido de la moral y cosas como aquella le envenenaban por completo. 
- No me puedo creer que vivamos en una sociedad así, en serio - susurró -. ¿Y qué fue de los demás? ¿Volviste a ese instituto? -Su voz sonó casi asustada. Esta vez fue la chica quien le calmó acariciándole la mano. 
- No - respondió, negando suavemente con la cabeza -. Ninguno volvimos.
- ¿Qué hiciste? 
- Me independicé. Dejé a mi madre con su delirio de grandeza y su dinero y me fui. Evidentemente mi padre no me dejó buscar un trabajo, así que fue él quien se vino a la ciudad para ayudarme. Alquilamos una casita y empezamos de cero. 
- ¿Él sabe lo que pasó?
- Él confió en mí cuando tomé la decisión de cambiar de vida. No me preguntó, simplemente me acompañó. Pero tuve que contárselo cuando empezó a preocuparse de mis constantes gritos en sueños y mis violentas pesadillas.  
- ¿Pesadillas? Por dios, Kei... - se mordió la lengua -. Perdón. 
La chica esbozó una suave sonrisa. Era normal, a la vista de lo que había pasado, de que no se acordara de llamarla Irya.
- No importa. Fui yo quien, después de todo, decidí cambiar mi nombre. No podía vivir la vida que le habían arrebatado a ella. Pero podía aprovechar la vida que ella me había dado a mí. Llevar su nombre fue la única manera que se me ocurrió, después de todo, de honrarla por lo que hizo. 
- Que todo el mundo te llame Keiko... supone que te recuerden constantemente lo que pasó - cambió las tornas Jun -. Eso es injusto. 
- No, a mi no me lo parece. No me resulta doloroso que me llamen como a ella. Es más, tiende a recordarme más los buenos momentos. La tristeza... creo que en algún momento se me acabó, Jun. Recordar lo que pasó se volvió difícil porque había intentado enterrarlo. Pero que me llamen Keiko no remueve nada en mis recuerdos. Además, hace demasiados años ya. Lo raro es escuchar que alguien me llame Irya. 
La chica nunca se había perdido a sí misma. Solamente había decidido recordar toda la vida que ella estaba allí gracias a una persona a la que, por dolorosos que fueran los recuerdos hacía ella, nunca jamás podría ni querría olvidar. 
- ¿Y qué quieres que haga yo?
- ¿Eh? ¿Te refieres al nombre?
- Sí. Reconozco que estoy confuso - admitió. 
- Puedes llamarme Keiko, Jun. Es lo que siempre has hecho y... - se inclinó levemente sobre él - me encanta escucharlo de tus labios. Cuando dices "Irya" es como... frío - susurró -. En cambio, cuando dices "Keiko" lo haces con un matiz tan dulce que me pones los pelos de punta. No quiero perder eso por lo que te he contado. No quiero perderte a ti. 
Jun no pudo evitar salvar los centímetros que le separaban de ella y besarla muy suavemente. Necesitaba demostrarla que él estaba allí, que no iba a salir corriendo, sino que pretendía abrazarla más fuerte todavía. Sintió el sabor a salado en sus labios, que aún quedaba allí de las lágrimas que antes se había quitado de las mejillas. La acarició los labios con los dedos y los limpió, intentando llevarse aquel amargo sabor con él. Entonces, al incorporarse, una idea cruzó su mente rápidamente. Dudó un instante si preguntar, pero no pudo evitarlo. Además la chica parecía receptiva a contarle cualquier cosa de aquel momento por lo que, al final, preguntó.   
- Y... - carraspeó -. Ese chico... ¿Rikki?
Irya le miró un momento y luego soltó una pequeña carcajada cargada de amargura. Estaba convencida de que el chico se había tenido que aguantar las ganas de interrumpirla mientras le contaba la historia y para preguntar por él.
- Si quieres saber si estuve con él - fue directa al punto -, sí - respondió -. Estuve con él. Sin embargo cuando pasó aquello, poco después él... desapareció. 
- ¿Te dejó en el momento en el que más le necesitabas? - soltó Jun. 
Ella volvió a sonreir.
- No hace falta que intentes hacerle quedar como un capullo - le dijo -. Sé que lo era. Pero durante aquellos meses cuidó de mí, mucho. Y reconozco que el chico era guapo. 
- ¿Intentas provocarme? - la espetó él. 
La chica contuvo una carcajada. Nunca pensó que contarle aquello la iba a liberar de aquella manera. Y mucho menos, que acabaría riéndose al verle fruncir el ceño hablando de un antiguo novio del que ya no recordaba ni la forma en que la miraba. Por su parte, para Jun escucharla sonreír a pesar de todo era un gran alivio. Parecía que había soportado bien la carga que llevaba y agradecía que se lo hubiera contado todo. Nunca imaginó que la chica estaba herida hasta semejante punto cuando la conoció. Pero se alegraba de haberle dado la confianza suficiente para confiarle aquel triste y trágico pasado. 
- Jun. 
- ¿Mmm?
- Esta mañana... me he encontrado con ella - susurró. Tenía que contárselo. 
- ¿Con quién?
- Con... Sakura - dijo al fin. 
Tardó un par de segundos en reaccionar ante ese nombre.
- ¿¡Que qué!? ¿¡Esa loca psicópata está rondando a tu alrededor!? - gritó.
- Jun, por favor - intentó calmarle -. Es Aizawa. La hija de la dueña de la tienda que viene a ver la exposición.
- ¿Cómo...? ¿Te la has encontrado en la galeria de arte? - dijo, bajando ligeramente el tono de voz.
- Sí. Me ha... hecho recordarlo todo... de la peor forma posible. Recordándome el dolor que sentí aquel día... - Jun volvía a notar angustia en su voz.
- No deberías volver a...
- No - le interrumpió -. No pienso cambiar mi vida por esa mujer. No me pidas eso. 
Él la acarició suavemente la mejilla.
- Esta es mi chica - sonrió despacio -. No iba a hacerlo. Pero sí me gustaría que tuvieras cuidado, por favor.
- No va a hacerme nada, no soy una amenaza. Nadie me creyó en aquel momento, nadie lo haría ahora, después de diez años. Para ella solo soy el trofeo que se llevó aquel día. Una existencia llena de un dolor que ella puso ahí. Se siente orgullosa de poder joderme la vida otra vez. 
- No voy a dejar que eso pase - la aseguró él.  
- Ya, pero eso ella no lo sabe - susurró la chica, apretándole más fuerte la mano -. La verdad es que me hubiera gustado saber algo de los demás - suspiró -. No se si Sakura les habrá encontrado también o algo por el estilo. Parece que no tiene nada mejor en su vida que recordar constantemente cómo... mató a Keiko - dijo, apretando la mandibula.              
- A veces es así. No le queda más remedio que aferrarse a algo que para ella es un orgullo, porque en su vida no hay nada más. Es una existencia completamente vacía y sin sentido - añadió, pensando que si pudiera, se lo diría directamente a esa mujer. Lo que no sabía era si lo haría antes o despues de intentar arruinarla la vida como ella había hecho con Irya -. Y a los demás... ¿no has vuelto a verles después de aquello?
Ella pareció pensárselo un instante y luego tragó saliva, asintiendo despacio. Aún recordaba los lloros silenciosos. El hombre abrazando a su mujer con fuerza, mientras ella no podía ser consolada por nada. Podía sentir aún el olor fuerte a incienso en la nariz y ver el color negro por todos lados. Las flores blancas sobre una mesa coronada por un portarretratos de madera teñida de negro. Sintió un fuerte escalofrío que a él no le pasó desapericibido.
- Eh... - la susurró, intentando calmarla, aún sin saber en qué estaba pensando.
- El día del... entierro de Keiko - pudo pronunciar - fue la última vez que nos vimos. 
Cerró los ojos con fuerza y Jun se acercó a ella, arrastrando el cuerpo sobre la alfombra, para poder abrazarla contra su cuerpo. Necesitaba que sintiera su calidez, que se diera cuenta de que él estaba allí esa vez. Le dio unas palmaditas suaves en la espalda mientras ella se acomodaba en su hombro. 
- Lo gritaron - susurró entonces -. En medio del funeral... "¡es culpa tuya!"... 
Keiko se aferró con fuerza a la camiseta de Jun. 
- ¿Qué? ¿Después de todo lo que hiciste contándole la verdad a todo el mundo, encima alguien te culpó? - soltó el moreno, empezando a pensar que tenía a demasiadas personas a las que odiar ya. 
- No dejaban de gritar... - siguió ella -. Delante de todos... fuiste tú!"... me apuntaban, me... señalaban. -Su voz se ahogó un momento -. "¡Si no fuera por ti... estaría viva...! Nuestra hija..."
- Keiko...
- Aún puedo recordar claramente esas voces en mi cabeza, Jun - gimió, escondiendo la cara en el hombro del chico mientras lloraba. 
- Sus propios padres - murmuró él, abrazándola más fuerte -. ¿Cómo pudieron hacerte eso? 
- Me odiaban tanto... era doloroso ver sus rostros mirándome de aquella manera tan herida... - susurró. 
- A pesar de que algo como aquello debió de ser devastador... no debieron hacerte eso. No es como si tú fueras la razón por la que nadie podía enfrentarse a esa gente o fueras quien los encubría. Tú diste todo para intentar hacer justicia y nadie te escuchó. - El moreno la acarició suavemente el pelo -. Sé que el dolor por el que pasó esa familia no se puede comparar con nada, pero de ahí a lastimar a otra persona que también estaba herida por la misma causa... 
- En cierta forma lo entiendo, el hecho de que me culparan. Por mí, Keiko estaba...
- Eh, eh - la interrumpió suavemente él, obligándola a incorporarse para mirarla a los ojos. La apartó las lágrimas con los pulgares y mantuvo su rostro entre sus manos -. No fue culpa tuya, ¿me oyes? No, Keiko. No fuiste responsable de aquello. No cargues sobre tus hombros las acciones de otros. Tú no hiciste nada. 
- Precisamente, Jun... Si yo hubiera hecho algo, entonces quizá...
- ¿Y qué ibas a hacer? Le dijiste a ella que se fuera y te abandonara, ¿no es eso suficiente intención? Fue decisión de esa chica no hacerte caso. 
- Eso no me quita mi parte de culpa. Si no me hubiera dejado coger, si me hubiera defendido mejor yo sola, sin depender tanto de Keiko, entonces...
- Esa gente no atendía a razones, morena. Hubiesen buscado la manera, fuera la que fuera, mira hasta dónde fueron capaces de llegar. Si querían hacerlo, lo hubieran hecho tarde o temprano. 
- Sigo teniendo la sensación de que pude hacer algo - susurró ella, cerrando los ojos para dejar que sus lágrimas cayesen y así dejar de ver los ojos del chico borrosos -. Y eso me atormenta tanto, Jun... 
- Te hubieran matado a ti también y entonces yo... - Se calló al darse cuenta de que eso era egoísta. Sacudió la cabeza, limpió de nuevo sus lágrimas y volvió a mirarla a los ojos -. No puedes saber qué hubiera pasado, mi amor. Así que, por favor, no te culpes. Entiendo que lo que pasó estará grabado para siempre en ti, que te hace ser como eres y es parte del tu que yo quiero tanto pero no puedo soportar ver cómo dejas que esos recuerdos te hagan daño de semejante manera - susurró, rozándola la nariz con la suya, cerrando despacio los ojos. 
- Jun... tú... - musitó. 
- Yo te necesito, Keiko - dijo él antes de que dijera ella nada -. Ahora mismo no quiero ni imaginar lo que te podrían haber hecho a ti... me pongo enfermo. No quiero que te culpes por lo que esos hijos de puta hicieron - dijo, hablando con firmeza -. No quiero que desaparezcas, morena - murmuró contra sus labios -. No quiero que te vayas donde yo no pueda alcanzarte. Porque te quiero. Y no pienso perderte, pequeña. De ninguna de las maneras.  
Ella dejó escapar otra vez las lágrimas y se mordió el labio inferior. Jun la dio un pequeño beso, haciéndola soltarse el labio con sus propios labios. Keiko cerró los ojos y él la abrazó más fuerte contra su cuerpo. La chica acomodó de nuevo la cabeza en el hombro del chico. Sabía que él no sentía pena por ella. En ningún momento la había visto como la "pobrecita" o la víctima de todo aquello. No la había dado dos palmaditas en la espalda para hacerla ver que él la entendía. No, él nunca había dicho que la entendiera, quizá eso era lo que más la habían dicho a lo largo de su vida en las pocas ocasiones en que había contado su historia. Le agradecía haber sido completamente objetivo en ese sentido, que la hubiera dejado escuchar sus opiniones y todos sus pensamientos, incluso aquel pequeño ramalazo de celos por oír hablar por primera vez de Rikki. Ahora entendía que siempre había necesitado contárselo, pero que nunca había sido capaz de hacerlo. Sin embargo allí estaba, espantando el miedo a perderle porque era él quien no quería perderla a ella. A pesar de todo. 
Keiko puso la mano sobre su pecho, encima del corazón. Podía sentir contra las yemas de los dedos el tranquilo latir del corazón de Jun. Ese golpeteo constante, los labios del chico sobre su pelo y el calor de su cuerpo, la tranquilizaron por completo, al punto de que, sintiendo además las dulces caricias del moreno en su brazo, se dejó vencer por los nervios, el miedo, la rabia, la frustración y la culpa, y se quedó dormida. Sabiendo, en el fondo de su corazón, que esa noche no volverían a atormentarla las pesadillas. Ni lo harían mientras él estuviera allí.  
El moreno cogió en brazos a Keiko y se fue levantando con mucho cuidado. No quería despertarla. Al fin se había quedado dormida, agotada de tantas emociones, por desgracia, malas. Nunca hubiera imaginado que detrás de aquella sonrisa y esa calidez que le mantenían a él a salvo de muchas cosas, se podía esconder una historia tan dolorosa como aquella. Pensar en todo lo que había sufrido sola le daba escalofríos. Pero no tendría que estar sola nunca más. Ahora él estaría a su lado, pasara lo que pasase. 
Tumbó a la chica sobre la cama del estudio y ella se revolvió, posiblemente buscándole. Pero estaba tan cansada que no se despertó. El moreno se dedicó a recoger el desastre del estudio. Cerró los botes de pintura en los que aún quedaba algo y los dejó sobre la mesa, después de levantarla del suelo y colocarla en su sitio. Con los trozos de los lienzos rotos no había nada que hacer, por lo que también los dejó sobre la mesa, colocados y apartados, para que ella hiciera con ellos lo que quisiera. Le llevó un tiempo intentar dejarlo todo como estaba antes de aquel arranque de sentimientos que había tenido Keiko.  
Keiko. Ella seguía siendo ella. Hubiera pasado lo que hubiese pasado, eso no le importaba. Lo único que le preocupaba era que ese pasado la hiciera daño, nada más. Para él, la chica seguía siendo y sería siempre la morena de la que se había enamorado la primera vez. Su Keiko.

Las sábanas estaban frías. Parpadeó varias veces antes de abrir los ojos. Estiró los brazos intentando encontrar la calidez de Jun, pero sabía que ya no estaba. Apoyó la cabeza contra la almohada, boca abajo, y respiró hondo. Olía a su champú. Había dormido con allí, con ella. Sintió una emoción incontenible recorrerla el cuerpo, dándola energías para levantarse de la cama y no dejarse vencer. Iba a enfrentarse a aquel nuevo día. Miró en la pequeña mesilla y el reloj la devolvió una vista agradable. No era tarde. Tenía tiempo de sobra para prepararse y llegar a la galería. Pensó por un instante en no ir, pero supo que eso solamente complicaría su vida. Además le había dicho a Jun que no podía cambiar solo porque aquella mujer había vuelto a aparecer. Tal vez desapareciera como el polvo de nuevo. Rezaba por ello, en realidad. 
El sonido del teléfono la espabiló ligeramente. Salió hasta el pasillo y se acercó a la mesilla sobre la que tenían en el teléfono. Bostezó antes de responder. 
- ¿Sí? - dijo, con voz de dormida, rascándose bajo el cuello mientras se estiraba. 
- Señorita Kimura. 
- ¿Alan? - preguntó, frunciendo el ceño. Alan era el cuidador de la galería. Aún era pronto para tener que ir hasta allí, ¿por qué llamaba? - ¿Qué ha pasado?
- Disculpe que llame tan temprano, pero aquí hay una señorita que, no importa cómo, quiere hablar con ust...  
Keiko sintió el cambio del auricular de manos. Escuchó un ruido sordo y luego el sonido de una suave respiración. 
- ¿Hola? - preguntó, para saber si había alguien escuchándola al otro lado.   
- Buenos días, pequeña y leal furcia. 
La morena se apoyó en la mesilla del teléfono. Sintió un temblor en las piernas que la hizo caer de rodillas en el suelo de madera, sin poder soltar el auricular del teléfono. Su voz fue apenas un hilo de sonido. 
- Sakura. 
Había vuelto. Y no parecía querer irse ahora que había encontrado algo con lo que entretenerse. Ahora que quería volver a arruinarla la vida.         
 



2 comentarios:

  1. La forma en la que se tratan mutuamente. Despues de contarle aquello me parece super bonita. DE verdad. Me encanta. Me gusta mucho lo que de dice jun de que la necesita, que no se vaya a ningún lugar en el que no pueda encontrarla o algo así. CAsi casi se me apra el corazón xD

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  2. Pobre habitación, sin embargo creo que es el menos de los males que podía haber pasado.
    Nada, de nada? De verdad qué no pasó nada de nada? Nadie hizo nada? Me he quedado igual que el pobre Jun. Coño, aunque no fueran tan importantes como esos hijos de puta, no había que ser muy listo como para saber que la asesinaron con tan solo ver su cuerpo. Dios, cada vez la sociedad y el poder es más odioso.
    Me encanta la forma de cuidarla, protegerla, escucharla, quererla de Jun.
    Me reconforta saber que al menos su padre estuvo con la pobre mujer, después de todo aquello.
    Mmmm, pienso lo mismo que Jun respecto al nombre. Yo no podría cambiarlo después de eso. Cada vez que tengas que escribirlo, pronunciarlo y oírlo es una puñalada tras otra, y cada más profundas. La tristeza no creo que llegara a desaparecer, creo que más bien aprenderias a convivir con ello. Y eso no quita para que no recuerdes todo lo que paso y pasaste con ella.
    Jajaja, yo también me he reido que se me pone celosín. Hasta así está jodidamente mono. Y es un jodido amor.
    Yo estaba pensando lo mismo, no se volvieron a ver nunca después de todo aquello?
    Por mucho que le diga el pobre de Jun ella no va a cambiar de opinión (respecto a que se sienta culpable). Es bastante sencillo que ella se sienta de esa forma, y creo que ni él va ha hacerla cambiar de opinión.
    "- Yo te necesito, Keiko - dijo él antes de que dijera ella nada -. Ahora mismo no quiero ni imaginar lo que te podrían haber hecho a ti... me pongo enfermo. No quiero que te culpes por lo que esos hijos de puta hicieron - dijo, hablando con firmeza -. No quiero que desaparezcas, morena - murmuró contra sus labios -. No quiero que te vayas donde yo no pueda alcanzarte. Porque te quiero. Y no pienso perderte, pequeña. De ninguna de las maneras." amor, amor, amor, amor, amor, amor, amor (L).(L) *o* Me encanta, me pierde, me enamora eso.
    Escuchar su corazón latir, y sentir su calor es el mejor calmante que he conocido nunca.
    Aaaaayyyyyyyyyyy, odio que dejes las entradas asíiiiii. ¿Qué narices tiene que llamar la zorra esa? ¿Por qué coño ha vuelto? A ver, imagino para lo que ha vuelto, pero no tiene suficiente con Keiko que ahora también tiene que volver a por ella? Es la única debería estar muerta.


    Akashi (L). A falta de páginas con videos, me gusta esa página, repite las canciones sola. La foto...no sé si le odias más a él, a la foto a mi o a los tres xD

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