viernes, 21 de septiembre de 2012

Un deseo a una estrella.

[...] ¿Estaba siendo Kazuya egoísta? ¿O tenía razón? ¿Qué tenía que hacer? ¿Qué podía hacer? Era cierto que pensarlo él solo y decidir era demasiado duro y casi cruel. Pero sabía que Shiori no estaría de acuerdo en cualquier cosa que supusiera separarse. ¿Entonces cuál era la solución? ¿Acaso no podía ser todo más fácil? ¿No tenían ni siquiera una oportunidad de vivir tranquilos y... felices? [...]

Koki se había quedado sin palabras. Kira salió de la habitación arrimando suavemente la puerta y se giró hacia ellos. Parecían demasiado callados. Se acercó a Kazuya y le hizo mirarla. El chico señaló a su amigo con la cabeza y suspiró. 
- Koki.
- No empieces con tu psicología de criminóloga licenciada...
- Shiori no va a dejarte - le cortó -. Digas lo que digas, pienses lo que pienses, quieras lo que quieras y hagas lo que hagas. 
- Eso es repetitivo.
- No lo es. Aunque digas que no la quieres, aunque pienses que es por ella, aunque quieras protegerla, aunque al final te alejes de ella por todo eso. Sé como es, conozco a mi hermana muchisimo mejor que tu. Has sido la persona a la que más ha querido y menos ha conocido. Creí que te había idealizado, que nunca corresponderías a sus expectativas, que todo sería un desastre. Casi la obligué a olvidarse de ese chico que la salvó. Y aunque parecía que lo había conseguido, no has necesitado más que un día para irrumpir en su vida, ponerla patas arriba y hacerla volver a sentir aquel amor. No voy a decir que lo acepte así de repente - le advirtió -. Ni siquiera por ser amigo de Kazuya.
- Tu chica es clara, concisa y directa - le dijo a Kazuya -. No tienes derecho a juzgarme.
- Ni lo estoy haciendo. Solo te digo que jamás te perdonaré si le haces daño a Shiori.
- ¿Y si alguien se lo hace por estar conmigo?
- Entonces no te perdonaré que dejes que la hagan daño. 
- ¿Tú también estarías de acuerdo si...?
- ¿Si mi hermana es feliz? Sí. Yo siempre estaré ahí para protegerla, Koki, es mi hermana pequeña - recordó -. Pero comprenderás que yo no puedo darle la felicidad que quiere y que necesita por mucho que quiera. 
- La familia es lo más importante. Shiori sabe eso. Además, no es ese el tema, yo no puedo vivir de esta manera, pensando que cada cosa que le pase, será culpa mía. No quiero que se canse de mi y me deje después de aprender a vivir con ella. Sería imposible que...
- ¿Qué es lo que realmente te da miedo, zoquete? ¿Que ella muera por ti o que tú no seas capaz de vivir sin ella?
- Eso suena confuso. Lo único que sé es que no quiero vivir una vida en la que a Shiori le pueda pasar cualquier cosa por mi culpa. 
- ¿Por qué eres tan egocéntrico? - soltó de repente Kira.
- ¿Perdona?
- Hablas de que pueden pasarle cosas por tu culpa, de que la pueden herir por tu culpa... ¿no eres acaso tú quien la hiere solo pensando así? Además, cualquiera puede tener un accidente. Cortarse con un cuchillo, tropezar y caer por las escaleras... ¿eso también será culpa tuya?
- Me estaba refiriendo a...
- Shiori necesita que la persona a la que quiere esté a su lado cuando se haga un corte o se caiga por las escaleras - le cortó -. No necesita a un cobarde como tú que no sea capaz de dar el paso hacia delante por miedo a no poder vivir tranquilo y paz. 
- ¡Solo quiero darle lo mejor para ella!
- ¿Y no crees que eso eres simplemente tú?
- Viviendo con dudas y miedos no podré hacerla feliz. 
- No sabes lo que daría yo por vivir con dudas y miedo y aún así ser capaz de hacerla feliz - le espetó la chica -. Pero no puedo. ¿Y sabes por qué, Koki? - con la pregunta consiguió que el pelinegro la mirase a los ojos -. Porque no soy tú. 
El chico estaba algo desconcertado. Kira parecía no estar en su contra pero tampoco de su lado. Aunque realmente solo actuaba por el bien de Shiori. Y para ella, ese bien era él. Seguía sin entenderlo. ¿Y si le pasaba algo a la chica por su culpa? Él mismo jamás se perdonaría, mucho menos lo harían sus padres o su hermana. Entonces decidió dejar de discutir con Kira y pasó a su lado al dirigirse a la habitación. Tocó con suavidad con los nudillos en la puerta. Shiori le dejó pasar. Cerró la puerta cuando entró, intentando tal vez prevenirse de los curiosos. Conocía esa faceta de Kazuya. Le gustaba saberlo absolutamente todo. Se acercó despacio a la cama; Shiori solo le miró. Notó rápidamente que pasaba algo, y se hacía una ligera idea. Pero dejaría que fuera Koki quien hablase primero y dijera cuanto tenía que decirla. El pelinegro se sentó a medias en la cama. Alzó los ojos para mirarla y la chica le apartó con la mano el flequillo. 
- ¿Qué te han dicho tus padres?
- Nada, que me recupere. Que estoy en buenas manos - sonrió.
- ¿Se quedará contigo tu hermana?
- ¿No lo harás tu? - le preguntó de vuelta. 
Koki reprimió un sonido de sorpresa y tragó saliva. De repente no sabía qué decir, solo podía mirarla a los ojos. Ver esa inocencia natural en ella, esa forma de entregarse plenamente a él sin ni siquiera darse cuenta. De verdad le tenía total y completamente encantado. 
- Shiori, yo... no se qué debo hacer - la confesó -. No quiero apartarme de ti ni alejarte a ti de mi, no voy a mentirte. No te haré daño para hacer que me odies y me dejes. Pero tampoco te puedo decir que esté completamente seguro de lo que puede pasar a partir de ahora. 
- Siempre me has demostrado mucha sinceridad - hizo notar ella -. Esa parte de madurez es la que me falta a mí. La parte que me lleva a hacer locuras descabelladas como enamorarme de ti. 
- No me digas eso ahora, por favor - la pidió -. Ya es suficientemente duro pensar que estás mejor sin mí como para que encima le añadas un poco más de leña al fuego.
- Koki, lo digo en serio. Porque no pienso alejarme de ti. No me dejarás de lado. No me abandonarás. No esta vez.
- Por favor, no seas terca. Mira, no se que me deparará mi futuro a partir de ahora. Con cada caso que cerramos empieza una nueva especie de vida. Una vida que vivimos al límite. No puedo dejar que sobrepases esa delgada línea que separa mi vida de verdad de mi vida en mi trabajo. Y también te digo que no es fácil estar con alguien como yo. Soy inconstante, nunca se sabe donde estoy, puedo pasarme meses incomunicado, tengo que hacer cosas que a veces odio pero no puedo evitar hacer - intentó hacerla entender -. No puedo preocuparme también por ti.
- ¿Si me dejas estarás más tranquilo? ¿Serás más libre de esa preocupación?
- No. Porque no me refiero a eso. Quiero decir que no puedo estar preocupándome de si te habrán descubierto, o te habrá pasado algo. De si la próxima víctima de mis objetivos serás tú porque me han cazado. Tú tampoco querrás ir mirando por las esquinas por si acaso te siguen, ¿verdad? Ni tu ni yo podremos vivir con esa incertidumbre dentro. 
- Eso no significa que tengas que alejarte de mi, Koki - le contestó la chica -. ¿Y además que quieres que haga? Si investigan tu pasado porque te descubren, acabarán llegando a mi de una forma u otra, ¿no es verdad? Sabrán que tuvimos algo de relación. Y podrían intentar todo cuanto has dicho simplemente porque un día estuviste en el hospital conmigo. Eso me pondría en peligro de igual manera. 
- Shiori...
- Si me dejas sola, también correré peligro. Y puede que no llegues a enterarte a tiempo, ¿no crees? - insistió la muchacha -. Es más fácil si estás a mi lado para intentar protegerme. Si me dejas sola estaré tan desprotegida o más que estando contigo. Confío en ti, Koki. Y jamás te culparía si me pasara algo algún día. Porque se que habrías hecho incluso más allá de lo que puedes hacer, solo por mi. 
- Estas demasiado segura. A veces no puedo hacer nada para proteger a quienes quiero - susurró él, desviando la mirada -. Y esa es la peor de las sensaciones y el más horrible de los remordimientos. 
- No haré que te arrepientas - le aseguró ella -. No te arrepentirás de quererme, Koki. 
- No he dicho eso - hizo notar él -. Todavía - sonrió a medias. 
- Vamos, dí que me quieres - le pidió. 
- ¿Te alejarías de mi si te lo pidiera? Contéstame, Shiori. Si fuera para protegerte, ¿lo harías?
- Haría cada una de las cosas que me pidieras que hiciera por ti, Koki - respondió, con la voz firme -. Pero jamás te abandonaría. Así que no me pidas eso. Y enséñame a hacer tortillas - añadió de repente, arrancándole una carcajada. 
- No cambiarás nunca - dijo, suspirando. 
- Eso espero - sonrió ella. 
Koki buscó la mano de la chica para estrecharla entre sus dedos con fuerza. Se inclinó sobre ella para besarla la frente y ella echó la cabeza hacia atrás, ligeramente, buscando sus labios. El pelinegro le dejó rozarlos con dulzura, que jugara con ellos cuanto quisiera. Shiori solamente se dejó llevar por un impulso que la nacía en lo más profundo de su pecho y hacía que su cuerpo entero temblase de emoción. 
- Dime que puedo quedarme a tu lado - le susurró, con cierto deje de miedo en la voz. 
- Te diré antes que te quiero - contestó él -. Pero prométeme que será como yo diga. Si tienes que alejarte de mi un tiempo, lo harás. Si debes desaparecer de mi vida, Shiori - la miró fijamente a los ojos buscando una auténtica promesa -, lo harás sin decir nada. Me dejarás protegerte a mi manera y pase lo pase, ¿me oíste? Pase lo que pase, nunca jamás vuelvas a hacer algo como salvarme la vida de la forma suicida en que lo has hecho hoy. Por favor. 
- Lo prometo - dijo solamente ella, con cierto brillito en los ojos. 
- Que sepas que no estoy nada seguro de lo que voy a hacer. Pero me contagias el entusiasmo. Y a veces, simplemente no puedo decirte que no - admitió él. 
- Lo se - presumió ella -. ¿Entonces, puedo...?
- ¿Mmm?
- ¿Puedo volver a casa? Echo de menos mi cama. Mi pequeño espacio agobiante. Y me preocupan las personas del edificio.
- Nos hemos encargado de quienes te hicieron esto - la dijo entonces él -. Se acabó el ser amenazados o chantajeados para abandonar el edificio.
- ¿¡En serio!? ¡Koki, lo hiciste! - gritó de alegría, incorporándose para abrazarle.
Hizo una mueca de dolor al hacerlo y Koki se agachó sobre ella para que pudiera rodearle con facilidad. El pelinegro enredó la mano en el pelo de la chica, notando lo suave que era, jugando con algún mechón. La otra mano la rodeó la espalda, con cuidado de no tocarla en la herida. La sentía respirar contra él a pesar de estar herida y haber podido morir hacía unas cuantas horas. En ese momento Koki decidió que jamás dejaría que algo así pasara. Y si pasaba, volvería a salvarla como aquel día hacía cuatro años. La salvaría cuantas veces hicieran falta y cuantas vidas le llevara hacerlo. Porque ella debía vivir.
Un par de días en observación supusieron casi un infierno para la chica. No podía moverse, o mejor dicho, no debía y además se agobiaba. Prefería ser enfermera que enfermo. Cuando al fin los médicos decidieron dejarla marchar, con ciertas condiciones estrictas sobre curas y medicación, Kira fue a ayudarla a recoger sus cosas. Kazuya esperó fuera de la habitación, con Koki. El pelinegro se había pasado los días de aquí para allá en el hospital, sin dejarla sola apenas un minuto. Argumentaba que la chica necesitaba mimos, cuando en realidad Kazuya pensaba que era Koki quien los necesitaba un poco. 
- ¿Qué harás ahora? 
- Le he pedido que venga conmigo. A mi casa.
- ¿Eh? Al fin das un paso hacia delante - dijo Kazuya con una carcajada. 
- Cállate - le espetó el pelinegro, sin enfado en la voz -. No creo que pueda moverse demasiado bien sola y menos en el espacio tan pequeño que tiene en ese apartamento. 
- ¿Y a qué vas a ayudarla tu exactamente? - preguntó el chico con tono de picardía.
- A hacer tortillas - soltó Koki sin inmutarse. 
- ¿¡Eh!? No va en serio, ¿verdad?
- Debe aprender a hacerlas ella. Sino siempre dependerá de mí - se burló Koki, sacándole la lengua.
- Oh, vamos... - sonrió Kazuya, resignado. 
Las dos chicas salieron de la habitación, Kira por delante con una pequeña bolsa de deporte. Kazuya le cogió la bolsa y Koki tendió la mano para que Shiori, que iba detrás de su hermana, se apoyara en él. La chica casi se lanzó a cogerle de la mano. El pelinegro hizo que se apoyase un poco más en él para que no tropezara, sujetándola de la cintura, y tras recoger el papel del alta hospitalaria, los cuatro salieron juntos del edificio. 
Shiori iba recostada en el asiento del copiloto del BMW de Koki, mientras el chico conducía despacio por las calles de la abarrotada ciudad. Por alguna razón, el tráfico era más denso que de costumbre. Al pelinegro le hastiaban esas cosas al punto de llegar a enfadarle. Pero la chica se entretenía mirando por la ventanilla, jugando con los canales de la radio, parándose a veces a cantar alguna cancioncilla, o simplemente, le miraba. 
- ¿Qué es tan curioso? No dejas de mirarme. 
- Koki, ¿por qué sentimos todo esto solo por lo que pasó aquel día hace cuatro años y lo que ha pasado en estos últimos días? - le preguntó de repente.
- ¿Que por qué? Pues... creo que es el corazón el que nos ha vuelto idiotas. El corazón recuerda la sensación que te produjo ser salvada por mi. Y el mío aún recuerda lo fuerte que latía mientras te veía hacerte estúpidamente la heroína y cómo un impulso completamente irracional y suicida me llevó a desear con todas mis fuerzas salvarte. 
El chico cambió de marcha después de arrancar. Por fin el semaforo estaba en verde y el tráfico empezaba a ser menos intenso. 
- Espero que te guste el apartamento - dijo él al girar en una de las avenidas -. Es bastante más grande que el tuyo y por lo tanto, menos acogedor. 
- Mientras tú estés, será perfecto - sonrió ella. 
- Sigue sin gustarme. Porque no puedo estar tan cerca de ti como querría. 
- Eh, yo te dejo acercarte cuanto quieras a mí, ya lo sabes - dijo, sin darse cuenta hasta un segundo después de lo que había dicho. 
- No lo digo porque me niegues un roce - sonrió él de medio lado -. Pero es más emocionante cuando lo hago sin querer porque no cabemos en tu cocina - reconoció. 
- Entonces ¿por qué no vamos a mi casa?
- Porque me defiendo mejor en la mía. Perdona, pero es lo mejor. Al menos de momento. ¿Te importa? 
- No, ya te dije que no. Me parece perfecto. Quería conocer ese lugar. 
- A partir de ahora te dejaré conocer más cosas de mí.
- ¿Qué quieres saber tu de mi? - le preguntó ella. 
- Absolutamente todo - contestó con simpleza el chico, mientras giraba en la última calle de la manzana y llegaba a la puerta del garaje. 
El pelinegro pulsó el botón de la puerta automática y ésta se abrió despacio. El garaje estaba sumamente oscuro. Después de encender las luces y bajar un par de pisos, el chico aparcó el coche con suavidad. La ayudó a bajarse incluso con la bolsa colgada del hombro y ambos subieron en el ascensor hasta el piso de Koki. El chico sintió cierto nerviosismo al abrir la puerta. Antes de entrar la miró y ella se dio cuenta.
- ¿Pasa algo?
- Creo que no hay nada desordenado... - dijo.
- ¿Eso es lo que te preocupa? - soltó la chica, con una carcajada incontenible. 
- Eh, eres la primera mujer que pisa oficialmente este apartamento, ¿sabes? - confesó sin darse cuenta.
- ¿Oficialmente? - repitió. 
- La gente se cree que han pasado más mujeres por mi cama que mundiales de futbol y juegos olímpicos - exageró un poco. 
- ¿En serio? ¿Y qué parte de verdad tiene eso?
- ¿Quieres saberlo? - la provocó, agachándose sobre ella para mirarla muy de cerca. 
- No moriré si no me lo dices - intentó evadirle la chica. 
- Si quieres respuestas, entonces entra. 
Shiori sintió que debía entrar antes de que Koki se arrepintiera. La chica intentó disimular el asombro que la entró con apenas haber pisado el vestíbulo. Aquel pasillo era como su pasillo y su cocina juntos. Y eso que apenas podía ver nada desde ahí. Koki dejó la bolsa en el suelo. Se agachó delante de la chica para quitarla las zapatillas, así ella no tendría que forzarse. La chica solo le miraba sin decir nada. Estúpida y típica escena principesca. Ella nunca se había dejado llevar por esos sueños que consideraba irrealistas. Pero viéndole así, parecía que realmente ella tenía una oportunidad de vivir, aunque fuera por un instante, un sueño irrealista. 
Cuando terminó de quitarla las zapatillas se levantó, muy cerca de ella. Shiori retrocedió hasta apoyarse en la pared. Koki puso una mano al lado del rostro de la chica y la otra la deslizó despacio por su cintura, acercándose demasiado a ella. La morena no bajó la mirada, sino que, más que enfrentarla, la mantuvo con ansia.
- En la puerta de la derecha, la segunda, está mi habitación. Y mi cama - susurró -. Siéntate. Túmbate. Duérmete. Y deja tu olor en mis sábanas, Shiori. 
Ella salvó la distancia entre el pelinegro y sus labios. Ávida de él. De su dulzura. De su pasión. De Koki. Él sonrió mientras la chica le besaba de aquella manera. Era lo que buscaba provocar pero sabía dónde estaba su límite. Con cuidado se separó de ella, que respiraba entrecortada, y tragó saliva. Verla así, sonrojada, con la respiración agitada y los labios algo rojos por los besos, era una auténtica locura hecha realidad que amenazaba con arrastrarle con más facilidad de la que había pensado. 
- Tienes que descansar, es lo que han dicho. Te dejaré estar sentada en el sofá si no quiero estar más tiempo tumbada en la cama pero... no vuelvas a besarme así. 
- ¿O perderás el control? - susurró ella.
- O perderé el control - sonrió a medias él, con cierto gesto resignado. Podía entenderle bastante bien a pesar de todo. 
Shiori aceptó la invitación y entró. Su mirada recorrió cada pared, blanca y con no demasiados adornos; cada tabla del suelo a juego con cada puerta, de color marrón; la cocina, tan grande como la que pudiera tener un restaurante, una cocina que invitaba a cocinar en ella; la mesa del salón donde se podía comer con cuatro sillas de madera perfectamente alineadas; y la mesa pequeña en el centro de los sofás, con un portatil pequeño cerrando sobre ella. La ventana era grande, y tenía cortinas de color beige a juego con los sofás. Enfrente del sofá más grande había una televisión y un montón de pequeñas estanterías llenas de discos de música. Y ninguna foto, pudo notar Shiori. La chica se sentó en el sofá más grande y notó lo cómodo que era. Ahí estaría a gusto. Koki se acercó a ella por la espalda y la apretó los hombros con suavidad. Ella cerró los ojos. 
- Espero que te guste este sitio y que estés cómoda. 
- ¿Cuánto tiempo podrá durar esto? - susurró entonces ella.
El pelinegro se apartó y se sentó al lado de la chica, mirándola a los ojos y cogiéndola de la mano. 
- No lo se. Cuando haya una nueva misión, yo... puede que no me toque a mí, pero aún así tenemos que extremar la precaución. Por eso te dije...
- Sabes donde vivo - le interrumpió ella sin levantar la voz -. Y te daré mi número de teléfono. Espíame de vez en cuando aunque yo no lo sepa. Siéntate en el lado opuesto del bar mientras yo también estoy en ese bar. No me dejes sola, Koki.
- ¿Tanto me quieres? - preguntó, aunque no esperase una respuesta clara.
- Tanto te quiero - dijo ella. 
El pelinegro tragó saliva. 
- ¿A pesar de ponerte en peligro?
- Es mi vida, yo decido de qué forma me expongo al peligro.
Shiori ladeó la cabeza esperando más preguntas de esas que al pelinegro parecían agobiarle de verdad. 
- ¿Incluso si algún día no puedo volver? - insistió él.
- Siempre estarás más cerca de mí lo que creo, ¿verdad?
Koki no encontraba razones para negar todo lo que sentía por ella al darse cuenta de que Shiori ni siquiera había dudado un instante de cuanto sentía por él.
- ¿Aunque te mantenga alejada de mi, te deje sola y te haga daño? - preguntó,
- Tú no eres capaz de hacerme daño - le dijo -. Ni aunque quisieras podrías. Porque te conozco. Y te quiero.
- Qué idealista - se quejó él. 
- Koki, si te tengo a ti, aunque no sea en el mismo salón o en la misma casa, en la misma ciudad o el mismo país, aún así - insistió la chica -, yo nunca estoy sola. Y me mantendré más cerca de ti lo que piensas - susurró ella, tendiéndole la mano para que estrechara sus dedos con los de ella.
Koki cedió al instante. La acarició la mano y fue entrelazando sus cálidos dedos con los de la chica, despacio. 
- Siempre estaré aquí - musitó, llevando la otra mano hasta el pecho de Koki para apoyarla sobre el lado en el que latía, con fuerza, su corazón. 
Él respiró hondo. No podía resistirse a ella. El chico la acarició la cara, pensando que la sensación más maravillosa del mundo era algo tan simple como mirarla en ese momento; el mundo podía caerse encima en ese instante que a él le daría igual. Tal vez después de todo, lo que más anhelara cuando tuviera que vivir separado de ella fuera mirarla a los ojos y poder hacerla sonreír. Shiori le besó la mano con la que la acariciaba y Koki se dio cuenta de repente de una realidad que empezaba a crearse a su alrededor. Fue consciente de que no podía solo contemplarla. Koki la besó con cierta fuerza, en un arranque de pasión y dulzura que hizo que, después de que sus labios quedaran marcados por su saliva, incluso sus lenguas bailaran al mismo son, interrumpiéndose entre ellas para tratar de tocarse. Esa forma de dejarse llevar la arrancó una sonrisa. La gustaba provocar esas reacciones en él. La hacía sentir especial. Pensar que al estar con Koki, era la única mujer en el mundo que existía. Porque sabía, desde el fondo de su ser, que ella realmente era la única para él.   




El tiempo pasa y nosotros repetimos encuentros y despedidas.
Aquí estoy, dependiendo de la amabilidad de alguien mientras hay algo importante que pierdo de vista.
Ahora cuento el paso de las estaciones. Cuando estás solo, ¿en qué piensas?


No quiero estar solo porque duele.
De repente te darás cuenta de que estoy a tu lado.
Dime, por qué. ¿Por qué nosotros buscamos un amor así?





http://www.youtube.com/watch?v=-MZ8wO5tGPI



1 comentario:

  1. Has veulto a hacer que llore, no es por nada. No sé ni siquiera por donde empezar. Me gusta la manera en la que ella le convence de que no la importa estar con él, porque sabe que la protegerá, me gusta esa inseguridad que muestra. Te diré que además me he imaginado una casa preciosa, y una escena aún más bonita. La actitud que han tenido Kamenashi y su chica para convencerle de dar el primer paso me ha parecido algo genial y necesario. Cuando ella le dice lo del bar, esa frase me encantó mucho.
    PD. la canción fue inesperada, pero pegaba a la perfección; y por cierto, está precioso en esa foto.

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