sábado, 15 de septiembre de 2012

El que en mis recuerdos es un amor loco.

[...]- Me quedaré contigo - dijo solamente ella.
Koki esbozó una fugaz sonrisa antes de inclinarse sobre Shiori y dejar de tantear sus besos para probarlos al fin. Despacio, en un roce cálido, besó los labios de la chica con cuidado. Pero tanto sus labios como los de ella pedían por algo más que un único y suave roce por lo que, mientras entrelazaba los dedos con la mano de la chica, el pelinegro hizo suyos los labios de la morena en besos llenos de pasión y tentaciones.[...]

Sentía un dolor punzante en el hombro. Su ropa estaba llena de sangre. Su respiración pesaba, dolía. No podía moverse. De sus ojos, dos lágrimas resbalaron por sus mejillas. Estaba asustada.

Pero algo cálido rozaba su piel. Lo sentía moverse despacio. Por su brazo, su mano, sus dedos hasta la yema, su hombro, el hueso de su clavícula, su cuello hasta la barbilla, los labios, la mejilla, el puente de la nariz, los párpados, la frente, el pelo. Como un camino a través de su piel. Sentía escalofríos mezclados con un estúpido cosquilleo en el estómago. Esas suaves caricias la despertaron de su miedo. Hacía mucho tiempo que no tenía pesadillas, pero por alguna razón esa noche precisamente habían vuelto para jugársela. Respiró hondo y entreabrió los labios para coger aire. Sintió una caricia húmeda en ellos y abrió los ojos despacio. El pelinegro estaba inclinado sobre ella y mientras la besaba, el flequillo le caía sobre los ojos adorablemente cerrados, como si estuviera saboreando el momento. Shiori aunque aún dormida, correspondió al beso de buenos días del chico y sintió como él sonreía. Dejó de besarla para mirarla a los ojos y la acarició el pelo con suavidad.
- Hola - susurró.
- Buenos días - sonrió ella, estirando un poco el cuerpo -. ¿No has dormido? Es muy temprano.
- He dormido bien, pero ya había descansado antes por eso me he despertado más pronto. No soy una marmota, morena - sonrió el chico, mirándola de medio lado.
Ella estiró la mano hacia él y le acarició la mejilla. Él cerró los ojos y la besó el dorso de la mano. Shiori le revolvió ligeramente el pelo y enredó los dedos en sus mechones más largos.
- ¿Qué quieres desayunar?
- Eso debería decirlo yo - se quejó el chico.
- No, tu no debes salir de casa. Cualquiera podría verte y delatarte. Y no quiero que eso pase - confesó en un susurro.
- Pero tampoco quiero dejarte que vayas sola.
- Solo es el supermercado de la esquina. Estaré bien. Dime qué quieres que traiga.
- Trae lo que quieras. Yo lo prepararé, sea lo que sea, ¿vale? - dijo entonces él.
- ¿En serio?
- Sí - sonrió Koki -. Pero no me pidas cosas imposibles, ¿eh? Algo sencillito, por favor.
- Está bien - aceptó ella con una carcajada -. Para empezar, ¿cómo se te da controlar esas maquinitas a las que les pones agua y polvo y sale café? - bromeó.
- No juegues con mis habilidades culinarias, Shiori - la advirtió -. Puedo llegar a sorprenderte más de lo que te imaginas - la susurró al oído, besándola bajo él.
La chica le echó los brazos al cuello y le abrazó. Esa calidez, esa cercanía, esa protección. Esa forma de sentirle. De alguna manera su cotidiana y aburrida vida se volvía algo emocionante y sorprendentemente feliz. El chico fue el primero en levantarse para ir a la cocina y empezar a reconocer dónde estaba cada cosa. Shiori se levantó e hizo la cama. No cambiaría aquellas sábanas esa mañana. Olían a Koki.
Mientras el chico rebuscaba en todas las estanterías hasta dar con el café Shiori se cambió de ropa y entró en la cocina para darle un beso. Él se quedó un momento sorprendido y luego salió tras ella y en la puerta la sujetó de la mano y la besó él otra vez.
- Ve con cuidado.
Shiori asintió con una sonrisa.
- Vuelvo enseguida.
Koki se quedó en la puerta hasta que la vio salir y ésta se cerró tras ella. La chica se encontró a sí misma bajando las escaleras casi de cuatro en cuatro, con una inusual energía recorriendo todo su cuerpo. El día estaba nublado pero para ella, era simplemente maravilloso.
El móvil de Koki empezó a sonar ruidosamente en el bolsillo de los pantalones que se había quitado la noche anterior. Al oírlo se limpió las manos rápidamente en un trapo verde que había sobre la encimera y corrió hasta la habitación. Rebuscó en el pantalón y rogó porque el aparato no se hubiera manchado de sangre. Tuvo suerte. Cuando la persona que llamaba estaba a punto de colgar, Koki pulsó la tecla de responder y contestó.
- ¿Sí?
- ¿Cómo y dónde estás? - preguntó una voz que sonaba preocupada.
- ¿Vais a venir a buscarme?
- Eso intentaremos. Ahora contéstame - casi le ordenó.
- No te preocupes así por mí. Te lo contaré todo cuando nos veamos.
- ¿Esta tarde?
El pelinegro se quedó en silencio un momento. Miró a su alrededor y cogió aire.
- Mejor dentro de una hora.
- ¿Estás seguro? - preguntó. Le había oído suspirar.
- Sí. Es mejor si me voy ya. No quiero ponerla en peligro a ella también.
- Está bien. Estaremos ahí entonces.
El chico colgó el teléfono. Posiblemente quien le había llamado ya supiera dónde estaba gracias al gps que llevaba instalado en el teléfono móvil. Lo dejó caer sobre el pantalón y se sentó en la cama, con los codos en las rodillas y las manos en la cabeza. No sabía cómo hacer aquello. Deseaba más que nada poder quedarse con ella pero tenía más claro aún que no iba a dejar que nada la hiciera daño. No otra vez. Aunque para eso él tuviera que salir de su vida en contra de su voluntad. Por un momento se arrepintió de haberse concedido aquella hora al lado de la chica. Debería haberse ido en ese mismo momento. Pero tampoco podía irse con el sentimiento de haberla abandonado de repente. A pesar de que sabía que ella le entendería, que le comprendería cuando se lo explicara y simplemente le pediría que se cuidara mucho... seguía sin ser capaz de decírle que se iba. Y que no sabía cuando podría volver.
El sonido de la cafetera que le avisaba de que el café estaba listo le hizo levantarse de la cama con cierto pesar. Apartó la máquina del fuego y la apagó, echando un poco de café en una taza con asa que había encontrado en el armario de su izquierda. Mezcló el café con leche fría y azúcar y salió al salón con la taza en la mano derecha. Dio un pequeño sorbo mientras miraba la estantería que había en la pared, cuyo departamento más grande resguardaba la televisión. En el resto de lugares había desde cds de música de todas clases hasta libros viejos, clásicos y muchas novelas, para su sorpresa, policíacas. Eso era inesperado. Sonrió a medias al escoger una y leer la sinopsis de la contraportada mientras daba otro sorbo al café caliente. Era curioso lo que le faltaba por saber de la chica a pesar de saber de ella tanto como conocía. Dejó el libro donde estaba y siguió echando un vistazo. Al lado de la televisión había una balda con tres portarretratos. En uno distinguió a una joven Shiori con otra muchacha a la que se parecía mucho. Dedujo que sería su hermana mayor. A pesar de tener unos rasgos parecidos, Shiori seguía pareciéndole mucho más guapa que la otra chica. En la foto del medio, Shiori y su hermana estaban acompañados de una pareja.
Sus padres.


La mujer tenía en pelo del mismo color que las chicas pero los ojos eran idénticos a los del hombre. Sabía que ambos vivían en otra ciudad, que trabajaban en un pequeño puesto en el pueblo. En la foto de al lado los dos iban vestidos de boda y parecían realmente felices. La mujer era más baja que él y algo más delgada. Él a pesar de ser corpulento tenía algo que le hacía parecer un buen hombre. Le gustaba aquel lugar. El orden que veía a pesar de ser un sitio pequeño donde meter tantas cosas. La forma en la que Shiori parecía cuidar de aquella casa que era tan especial para ella, por alguna razón. Porque entendía que las personas más mayores que habían vivido allí toda la vida quisieran quedarse pero, ¿una chica tan joven? ¿Qué tenía exactamente aquel lugar para ella que lo convertía en su hogar? Quería preguntárselo. Quería saberlo. Más y más, saber todo de ella. Era una sensación que le hacía sentirse ridículamente estúpido.
El pelinegro se dejó caer el el sofá y sin darse cuenta, enchufó la televisión. Buscó el mando debajo de su cuerpo y cuando quiso apagar el aparato escuchó de nuevo noticias sobre el robo del banco.
Koki bufó. Nada estaba saliendo bien. Pero él sabía que todo podía ir aún peor. La periodista de las noticias decía que aún se desconocía el paradero de la banda y se informaba de que había novedades. Esa palabra llamó la atención del pelinegro. Se inclinó hacia delante como si así la escuhara mejor y la miró fijamente en la pantalla del televisor.
Se sabía gracias un testigo que uno de ellos estaba herido.
Inconscientemente Koki se miró de reojo la venda y luego siguió viendo pasar las imagénes de cómo había quedado el edificio después del tiroteo. Una mujer que se encontraba en el banco en el momento del robo salía dando testimonio sobre lo mal que lo había pasado, el miedo que había sentido porque uno de esos locos la disparase y la matara.
- El hombre que está herido discutió con el que parecía el líder de esa banda de ladrones sinvergüenzas - escuchó decir a la mujer de la tele -. Ese tipejo se llevó al otro un poco apartado de todos los demás. Nadie se atrevía a levantar la mirada para ver que pasaba pero yo eché un vistazo. No sé como pudo disparar a su propio compañero, pero se acercó a él y al enfrentarlo, ¡bang! - hizo el sonido la señora -. Le disparó en el brazo desde muy cerca. ¡Una auténtica bestia! Todo se llenó de sangre al momento, aunque el hombre, a pesar de tambalearse, no cayó al suelo. Luego fue cuando la gente empezó a chilllar, la policía empezó a entrar disparando y el hombre huyó corriendo por un sitio distinto al de los demás ladrones, que...
Sí, todo podía ir aún peor. Definitivamente esa mujer les había visto. Había un testigo de lo que había pasado. Casi enfadado con la mujer, el chico apagó la televisión y dejó caer el mando sobre el sofá, con rabia. Tenía que irse de allí. La policía no tardaría mucho en empezar a buscarle por el barrio puesto que allí le habían perdido la pista y sabían que no había podido ir muy lejos estando herido. Le encontrarían no tardando. Y se podría montar algo que él no pudiera controlar.
Casi por inercia, miró su muñeca. Había olvidado que no llevaba el reloj. Buscó uno con la mirada. Sobre la balda encima de la tele había uno, un poco pequeño, pero pudo ver bien las agujas. Calculó que faltaría poco para que los chicos llegaran. Entonces se dio cuenta de que era tarde. ¿Dónde estaba Shiori? Dejó la taza de café vacía sobre la mesilla y se levantó del sofá. Se estiró y se acercó a la ventana. Los cristales estaban cubiertos por dos cortinas de color beige. Con la mano apartó un poco la cortina derecha y se asomó para mirar aunque fuera detrás de la ventana. Las vistas eran a un patio que había al lado del edificio, un hueco de terreno libre no construido con los apartamentos pero que probablemente fuera terreno propiedad de los dueños de las casas. Había un pequeño parque allí, con algunos columpios y toboganes aunque sin mucho césped o vegetación. Era más bien de arena y tierra. Probablemente para los niños de la escuela primaria que había allí cerca. Sonrió al recordar que él también jugaba en los parques de su barrio cuando era niño. En momentos como ese nunca habría imaginado que acabaría donde estaba y como estaba. Suspiró y entonces distinguió unas figuras saliendo de detrás del edificio contiguo. Otro par de figuras se acercaban por el frente, como con intención de reunirse. Koki trató de distinguir quiénes eran pero apenas pudo reconocer la ropa, camisas llamativas y pantalones de traje. Posiblemente fueran los hombres que los dueños de la constructora enviaban a estorsionar a los vecinos. Sintió una pulsación más fuerte en sus venas al pensar que uno de ellos podría ser el que había golpeado a Shiori. Chasqueó la lengua en un intento de calmarse pero entonces vio un par de figuras más que aparecían entre todos los hombres. Una de ellas iba encorvada y otra llevaba una bolsa blanca de plástico en la mano. Ni siquiera supo cuánto fue el tiempo que tardó en darse cuenta de que Shiori estaba en problemas, pero sintió, cuando uno de aquellos hombres la golpeó, que él había dejado que eso pasara por no haber salido corriendo antes. Sin ni siquiera acordarse de que en la habitación de la chica se dejaba el arma que había llevado la mañana antes, Koki abrió la puerta de un tirón y bajó las escaleras tan rápido como sus piernas le permitieron. En el primer piso ni siquiera llegó a bajarlas, puesto que saltó por encima de la barandilla. Salió del edificio y giró a la derecha por inercia, hacia el parque. Eran más de cuatro los que rodeaban a la chica y a la señora que se escondía detrás de ella. Shiori parecía dispuesta a enfrentarse a ellos. Desde la ventana no podía escuchar sus gritos. La chica dejó caer la bolsa al suelo y dio un paso hacia uno de ellos, demostrando ningun miedo pero también cierta estupidez. Él sabía que no podía luchar contra gente como esa. No ella sola.
- ¿¡Acaso te crees que vamos a hacer caso a una mocosa!? ¡Mejor apártate de nuestro camino de una maldita vez!
- ¿Para que? ¿Para que os dediqueis libremente a quitarnos todo cuanto tenemos? Ya hemos apelado al dueño de la constructora en los tribunales. No vais a quedaros el edificio, no lo abandonaremos.
La chica sintió la mano temblorosa de la señora del cuarto aferrándose a su camiseta. De alguna forma, aquello la dio aún más coraje.
- Vamos a quedarnos ese edificio lo abandoneis o no. ¿No es mucho más fácil irse sin mas?
- No es fácil abandonar todo aquello por lo que un día luchaste - inquirió ella -. Así que no hables de cosas que no entiendes, patán.
- ¿¡Qué has dicho, estúpida!?
- He dicho que vosotros que no conoceís más que esto a lo que os dedicais con tanta pasión podríais estar equivocados en lo que estais haciendo - le replicó.
- Nosotros no nos equivocamos - dijo entonces el que parecía el líder -. Solamente actuamos de acuerdo a las ordenes.
- Sean cuales sean esas ordenes siempre que den dinero suficiente, ¿no? - siguió Shiori.
- No te va a servir de nada hablar con nosotros, así que quítate de en medio. Déjanos hacer lo que hemos venido a hacer - la amenazó el hombre.
- No vais a tocar a la señora - dijo la chica, tragando saliva -. No os dejaré hacerle daño.
- ¡Solo es una vieja!
- ¡Es una persona importante para mí! - contestó ella -. Ten un respeto. No voy a permitir que le hagais daño.
- Entonces tendremos que quitarte a ti también de en medio.
Parecía ser la frase que todos los hombres que la rodeaban como lobos hambrientos de una pieza a la que despedazar estaban esperando ansiosos. Todos dieron un paso hacia ella y el que más cerca estaba no esperó para levantar la mano con intención de dejarla caer sobre Shiori. La chica pensó que podría defenderse de un golpe, pero cuando todos se echasen sobre ella, estaría perdida.
- ¡No te atreverás a ponerle una mano encima a mi chica! - gritó entonces Koki, deteniendo en seco al hombre y haciendo que todos se giraran a mirarle.
El chico metió las manos en los bolsillos del pantalón y caminó con paso tranquilo y firme hacia ellos. Shiori sintió como la presión en su pecho desaparecía de repente, al verle acercarse a ella de esa manera tan segura. Koki por su parte iba pensando cómo librarse rápidamente de todos ellos para poder tener un conversación muy seria con Shiori y después, marcharse de su vida. Tal vez, para siempre.
Al llegar a su altura les hizo apartarse para pasar entre ellos y colocarse al lado de Shiori. La chica le miraba con cierto brillo de admiración en los ojos. Parecía tan calmado que daba la sensación de que sabía perfectamente lo que estaba haciendo y cuál sería el resultado.
- ¿Qué haceis molestando a una niña, eh?
- ¡Esto no tiene nada que ver contigo, no te metas!
- Sois vosotros los que teneis que meteros con alguien de vuestro tamaño - le contestó, con fiereza en la voz y en la mirada.
- No nos subestimes, chaval - dijo el jefe -. No somos principiantes a los que puedas enfrentarte con simples técnicas de defensa personal, si es en lo que estás pensando.
- Vaya, me has descubierto. Qué miedo - dijo, con un claro tono de ironía que pretendía provocarles más.
- ¿Te crees muy hombre por venir aquí a defender a esa mocosa?
- No es la primera vez me enfrento a tipos como tu - contestó él -. Atacais a jovencitas porque os hace gracia que no sepan defenderse de vosotros. Atacais a señoras mayores porque podeis reiros de ellas, os creeis con ese derecho. Estúpidos cretinos - les llamó a viva voz.
- ¿¡Cómo dices!?
- ¡Repítelo si tienes lo que hay que tener! - le desafió otro de ellos.
- No me dais ningún miedo. Largaos de aquí antes de que os de una paliza que recordeis hasta que se os quite el dolor del culo de la patada que os voy a dar si no salís ya mismo de este terreno.
- A por él - le sentenció el jefe sin un deje de duda.
Koki no sacó las manos del pantalón. El primer hombre que se le echó encima acabó en el suelo bajo la suela del zapato del pelinegro. Shiori nunca había visto a nadie levantar la pierna de semejante manera y menos con tanta fuerza y firmeza. La chica cogió a la señora por los hombros para apartarla y la dijo que subiera a su casa cuanto antes. Ella no se movió. Tenía el corazón en un puño y sentía los latidos descontrolados taladrarla la sien. "Estará bien" intentaba decirse a sí misma.
El pelinegro dio un giro sobre sí mismo para golpear al siguiente en el estómago apenas abrió los brazos para darle un puñetazo. Cuando se incorporó movió la cabeza con elegancia para apartarse el pelo de los ojos y esperó al siguiente hombre. Se le echaron dos encima, por lo que al fin tuvo que sacar la mano derecha del pantalón. La izquierda que era su brazo herido prefirió no moverlo. Koki daba golpes muy certeros, y aunque aquellos tipos sabían a donde atacar, el pelinegro era más que capaz de defenderse incluso solo con una mano y las piernas. Una de las veces, cuando le agarraron por la espalda, también uso la cabeza para partirle el tabique nasal a quien le sujetaba. Después de una intensa escaramuza el jefe se había quedado sin un hombre que se atreviera a volver a por el pelinegro, porque sabían que si lo hacían saldrían con más de un fractura.
- ¿Quién eres? - le preguntó entonces el jefe.
- No necesitas saber quién te acaba de patear el trasero - le contestó el chico -. Largaos. Ahora.
El jefe se hizo un poco el interesante y se acercó a Koki despacio. Por alguna razón que no comprendió, Shiori también se acercó a Koki por detrás. El hombre se detuvo delante de él, demasiado cerca, y le miró a los ojos. El pelinegro mantuvo la mirada sin dudar.
- Así que, eres un héroe - dijo, con una sonrisa de sarcasmo.
- No soy un héroe. Pero sé lo que tengo que hacer. Ahora, salid de aquí...
Ninguno de los dos se dio cuenta de cuando el hombre sacó la mano de la gabardina que llevaba puesta y cogió a Koki del brazo izquierdo. Directamente sobre la herida recién curada que, a causa de la fuerza, empezó a sangrar otra vez. Koki aguantó un grito de dolor y trató de defenderse con la otra mano. Pero un filo corto y pequeño relució con el sol de la mañana. Cegó sus ojos un momento y después todo fue confuso. Su respiración se cortó de golpe y el dolor le nubló los sentidos. Tragó saliva y sintió las piernas temblarle.
- No... - pudo susurrar.
De la nada, se escuchó un disparo en medio del silencio. Koki no parpadeó. En ese momento deseó detener el tiempo. Solo era consciente de una cosa. Su pelo olía a champú.

And the last part...

[...]Sintió aquel líquido resbalando desde su costado. La sangre manchó la mano con la que intentaba taponar la herida, tiñéndola de rojo escarlata, miedo y dolor.[...]




"Actuando solo por complacerte a ti mismo, eres como una estúpida marioneta, imparable e invencible." Hasta que te das cuenta de que el hielo, esa hermosa figura hecha de la mano de algún ser increíblemente talentoso, en un solo instante, se rompe y se hace pedacitos tan pequeños que nadie puede volver a reunir. Que poco a poco, simplemente desapareceran. Y nunca más podrán volver.



http://pann.nate.com/video/213727173



Si tú tienes tu libertad, ¿entonces dónde queda la mía? ¿En qué puedo creer? ¿Qué puedo amar?

6 comentarios:

  1. Como te e dicho en muchas ocasiones, hace que la gente mire cada dos por tres a ver si has puesto la siguiente entrada. Me encanta

    ResponderEliminar
  2. Mantener la intriga cuando escribes es como el mago que no desvela el truco. Solo eso.

    ResponderEliminar
  3. Creo que se me ha olvidado como respirar. Mientras vuelvo a la lección de "expirar" "inspirar", te diré que me he enamorado de este típo. Entre lo de las patadas en el culo, y lo cariñosísimo que es cuando la levantó, creo que me ha dado algo, sin decirte que me lo he imaginado como un puñetero ángel salvador cuando llegó a ayudarla. Eso, si, el final me ha dejado a mi corazón con ganas del infarto; por favor, necesito saber qué va a pasar!
    PD la canción, perfecta; la frase de abajo, genial.

    ResponderEliminar
  4. Inspira y expira, como dice Kazunari. Enamorarse a cada paso de él es solo un indicio más de quererlo con el alma. Creo que me he imaginado a Koki pateando culos de verdad. ¿Te lo imaginaste con alitas y todo o qué? Cuando los finales se acercan siempre pasan estas cosas. Un poquito más de paciencia y todo acabará.
    PD. La música es toda perfecta, de una forma u otra. Para cada ocasión, hay que saber elegirla. Y la frase, es simplemente blanco o negro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cuándo ha dicho eso Kazunari? Entonces creo que puedo afirmar quererlo con el alma. Si, la verdad es que eso de patear culos le pega mucho. No con alitas no, pero con el rayito de sol ese oportuno, si. Creo que mi paciencia marchó cuando abrí la primera actualización.
      PD. Si, sabes elegir la canción adecuada a cada momento, te lo digo yo.
      Si, simplemente, eso.

      Eliminar
    2. En mi solo. Tú lo sabes, afírmalo. Lo de dar patadas a diestro y siniestro así como su querido hermanito pequeño en el instituto de yankees le pega, sí. Bueno, qué topicazo, dios mio. Yo le echaría el mitico vistazo de arriba abajo. Pues tendrás que tener un poquito más, porque me da que esto no acaba aquí. Se me alargan las cosas mas de lo que esperaba, copon.
      PD. Gracias.

      Eliminar