sábado, 8 de septiembre de 2012

Si siempre intento no llorar, no seré capaz de reír.

Sus pasos la guiaron, en la oscuridad de la noche, por la húmeda cubierta. El viendo salado le parecía frío, pero era lo que buscaba. Aún notaba el calor en las mejillas del enfado que tenía encima. ¿Cómo podía pasar algo así? Justo cuando empezaba a creer que por fin todo iba bien entre ellos algo volvía a resquebrajarlo todo hasta casi romperlo. Hubiera dado lo que fuera porque el ruido de los motores que la había molestado cada noche la ayudase a distraerse, pero para colmo, estaban apagados, en completo silencio. Por si fuera poco, los pasos que de repente empezó a escuchar detrás de su nuca, que sabía de quién era, sonaban como un martillo tamborileando contra su corazón. Ella siguió caminando, tratando de alejarse de él.
- ¡Espera! - Era un grito casi mudo, lo suficientemente alto para que lo oyese pero no lo bastante para que ningun curioso que pasara por allí lo escuchara - ¡Por favor, para!
La zona de la piscina no era precisamente el terreno para el que se habían hecho los zapatos del chico. Eran más bien para el suelo de un salón, no para la madera húmeda y el césped de plástico mojado. Aunque intentaba alcanzarla, tenía que tener cuidado de no resbalar y ella le llevaba ventaja porque iba con los pies descalzos y los zapatos de tacón en la mano.
Ella dejó escapar un resoplido. No quería verle. Siguió caminando hasta que se dio cuenta de que de la zona de la piscina no había escapatoria más allá. Tendría que haberse quedado por los pasillos en vez de haber salido allí. Aprovechó entonces la anchura de la piscina para alejarse cuanto pudo. Tendría que verle la cara pero al menos evitaría que se acercase a ella. Dio la vuelta a la piscina y esperó al otro lado. Él al darse cuenta de que sería inútil intentar rodear la piscina para alcanzarla, porque ella saldría por el otro lado, se detuvo al borde del agua, al otro lado, y la miró. Jadeó lentamente, con los pies doloridos, levantando la mirada en medio de la oscuridad de la noche. No había demasiada luz, solo la que proporcionaban un par de focos y las estrellas, además de una media luna menguante que se reía de su ineptitud como hacía su querido amigo Hayato.
- ¡Kira, por favor, escúchame! - volvió a gritar. Desabrochó dos botones de su camisa porque sudaba a pesar de ser una noche fría -. ¡No es lo que parece! ¡No te dejes llevar por algo así, por favor! Eso es precisamente lo que quieren.
- Ahora entiendo por qué estabas nervioso. Sabías desde el principio que esto no saldría bien - le espetó.
- No, eso no es...
- ¡Sí es así! Sabías que no te permitirían estar con alguien como yo. Entraste en ese salón sabiendo que algo no iría bien, que seguramente tendrían algo preparado bajo la manga.
- Kira, para...
- ¡Y aún así tuviste la sangre fría de decirme que confiara en ti! ¿¡Para qué, eh!?
Él se llevó las manos a la cabeza, despeinándose aún más, producto de la desesperación.
- ¡No era eso, Kira! ¡Yo...! ¡Joder, te quiero! ¿¡Cuántas veces me vas a hacer repetírtelo!?
- ¡Ninguna más! ¡Porque ya no tienes que mentirme más, Kazuya!
- No te estoy mintiendo - el chico empezó a notar que perdía las fuerzas -. ¡Esta es la primera vez que de verdad quiero compartir mi vida con alguien! ¡La primera vez que pienso que quiero ver tu cara al despertar cada mañana, tu gesto, solo a ti! ¡La primera vez que de verdad sé lo que es sentir felicidad! ¡Porque te quiero como eres!
Ella no encontró argumentos para contestar a semejante confesión. No podía decir que ya no sentía nada por él, eso no era posible. Pero tampoco encontraba en ningun rincón de si misma una voz sincera que la dijera qué era lo que debía hacer ahora. Entonces él, al ver su gesto confundido e indeciso, respiró hondo y dejó caer los hombros, echando fuera las pocas fuerzas que de verdad le quedaban.
- Así que eso es todo lo que confías en mi, ¿eh? - susurró. Su reflejo en el agua de la piscina le susurró "patético" -. Eso es todo cuanto tu me quieres. Siempre me exiges que te cuente absolutamente todo, metes las narices donde no te llaman y eres una pesada. Te quiero y por eso deberías de entender el esfuerzo que hago por darte todo cuanto soy. Y en cambio tú... eres como los demás. Solo ves la parte mala que hay en mí, los errores que cometo como humano que soy - gritó.
- ¡No soy capaz de imaginar una vida sin ti, ¿¡entiendes!?! - gritó entonces ella, ignorando el hecho de que podía alertar a cualquiera que paseara por allí -. ¡Es por eso que aunque confío en ti, tengo miedo, Kazuya! ¡Miedo de perderte ahora!
- Ya te he dicho que eres la persona con la que quiero pasar el resto de...
- ¡De una vida que tu padre no te dejará vivir! - le interrumpió -. Somos de mundos diferentes, Kazuya - su voz bajó considerablemente -. Puedes tener todo cuanto quieras... siempre que tu padre también lo quiera. Si no es así, yo... ¿dónde quedo yo, eh? Confío en ti y no siento que me hayas traicionado en ningún momento. Más bien estoy enfadada por haberme hecho ilusiones y no haberme dado cuenta antes de que esto iba a pasar, tarde o temprano. Pasaría. Y yo me quedaría sin nada - musitó -. Me quedaría sin ti - susurró, con la voz ligeramente temblorosa.
- Kira...
- Solo intentaba echarte la culpa de mis esperanzas diciendo que sabías que esto pasaría y no lo habías detenido antes de que yo te quisiera como lo hago - añadió, suspirando -. Es culpa mía, todo es culpa mía por ser quien...
- ¡Ese tu es el que yo quiero! - la interrumpió él, antes de que siguiera diciendo tonterías y sin dudar, echó a andar rodeando la piscina -. ¿No te das cuenta? No me importa absolutamente nada. Ni mi padre, ni su dinero, ni nada. Sacrificaré cualquier cosa por ti - la dijo, sin apartar la mirada de ella mientras caminaba. Kira no se movía -. Yo no soy mi padre. No pienso igual que él y jamás lo haré. Y no pienso perder a la única mujer de verdad que he querido solo porque a él se le ponga en los cojones que tengo que casarme con esa estúpida niña rica de papá, ¿queda claro?
Kazuya estaba frente a ella. Kira levantó la mirada hacia los ojos del chico y sintió que por un momento, la deslumbraba.
- Kazuya...
- No quiero que vuelvas a sentirse así. Tú no eres una persona insegura. No muestres esa debilidad con tanta facilidad, por favor.
- ¿Y si no...?
- Shh - la acalló, pasándola una mano por el cuello para acercarla a él -. No lo pienses. No lo digas. No hay nada que nosotros juntos no podamos hacer. Tú y yo podemos volver posible lo imposible, Kira - la susurró, tanteando sus labios -. Que no se te olvide nunca.
La chica no pudo evitar levantar los talones para salvar los escasos centímetros que separaban sus labios de los del moreno. Después de asfixiarle en un apasionado beso, el chico se separó un poco de ella para quitarse el colgante que llevaba en el cuello. Era una cadena con un anillo, ambos de plata. Sacó el aro de la cadena y la guardó en el bolsillo de la americana. Con cuidado cogió la mano izquierda de la chica y colocó el anillo en su dedo anular. Ella le miraba con el corazón latiéndole con mucha fuerza. El aro se deslizó por su dedo hasta encajar perfectamente en él.
- Esto te pertenece - susurró el chico -. Y yo también.
Kira le miró un instante a los ojos antes de abrazarle con fuerza contra ella. El chico sonrió mientras correspondía a su abrazo y la besaba el pelo. Demasiadas emociones en una noche habían acabado con días de dudas y miedos por parte de ambos. Aunque después pasara lo que tuviera que pasar. Por un instante, solo un instante, nada más importaba. La realidad no existía.


A veces dudar o no dudar no depende de lo que realmente buscamos. Sentirse inseguro puede ser algo preocupante, que nos lleve a pensar que no podemos enfrentar cualquier cosa que se nos ponga por delante. Así nunca alcanzaremos eso que deseamos tener. La inseguridad es un obstáculo que hay que superar no un obstáculo insalvable que nos lleve a derrotarnos a nosotros mismos. Poder controlar y pelear contra ella para salir sonriendo de algo como eso es una fuerza que todos llevamos dentro. Solo tenemos que darnos cuenta de ello. Y desear poder confiar en nosotros mismos.



http://www.youtube.com/watch?v=eRVGpAeOP3I&feature=related




Llorando, riendo, buscando, cayendo, volviendo a llorar es como te conviertes en adulto.

4 comentarios:

  1. Me gustria conocer la historia entera, tiene buena pinta. La manera en la que él le entrega su corazón, de manera... ¿cómo decirlo? Sutil, suave, esa manera que demuestra que luchará por lo que les une, que luchará por ella, de veras me ha parecido una manera tan... ¿sorprendente? Si, dejémoslo así, sorprendente, porque me ha dado a pensar que de verdad los obstáculos pueden superarse, si uno quiere. Espero que sea cierto eso de que "La inseguridad es un obstáculo que hay que superar no un obstáculo insalvable que nos lleve a derrotarnos a nosotros mismos." y yo misma pueda superarla.
    P.D. esa canción es preciosa.

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  2. Realmente es distinta, solo he cambiado los nombres y un par de cosas. No se por qué me ha salido de dentro, como si yo misma tuviera ganas de gritar todas esas cosas.
    Tú puedes hacer eso y más. Eres la persona capaz de volver lo imposible, posible. Y eres la persona que he elegido para ver este mundo maravilloso. Así que salta los obstáculos de una vez y no me hagas esperarte más :)

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  3. Creo que tú misma tienes ganas de gritarlo.
    Este mundo es maravilloso, porque lo veo contigo.

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  4. Pues ahora mismo, no te diría que no. Mi cara de estúpida no te mentiría.
    El escenario que estoy viendo contigo es el que hemos construido nosotras mismas.

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