miércoles, 30 de enero de 2013

El pasado que no ciega un futuro.

Que la chica hubiera estado tan callada durante los últimos veinticinco minutos no era bueno. La conocía lo suficientemente bien como para darse cuenta de que las dudas e inseguridades que había ocultado hacía demasiados años dentro de su corazón ahora la atenazaban y posiblemente, su propio instinto de supervivencia la estuviera diciendo que saliera corriendo. Él no la había dicho lo que debía hacer. Era mayorcita para saber hasta dónde podía llegar. Lo que sí la había dejado claro era que, decidiera lo que decidiera, él estaría con ella. El día que recibió aquella invitación para la fiesta de su antiguo colegio, él no se enteró de por qué, pero supo que estaba rara. Estando en la cama, mientras hacían el amor, algo le decía que la chica buscaba no solo sensaciones de placer, sino dejar su cuerpo en un estado en el que no pudiera aguantar más tiempo sin desmayarse. Intentaba olvidar. Él la había obligado a parar. La había dicho que si no quería contárselo, bien, pero que tampoco le utilizara y después, cargara sola con sus problemas y simplemente dejarle al margen de todo. No se había enfadado en realidad. Sin embargo ella lo entendió de esa manera y, de pronto, empezó a ver lágrimas brotar de los ojos de la chica, sin que ni siquiera ella se diera cuenta de que estaba llorando. Sabía que no podía seguir así, y menos cuando sentía que él tenía razón y le estaba haciendo daño. Había optado por contarle cada vivencia que había tenido en ese lugar, entre aquellas paredes, entre aquella gente, y también con esas personas. Aún conservaba dentro la rabia que había guardado y eso se traducía en sus palabras. Y había cosas que él mismo no hubiera perdonado; por suerte para algunos, ella se había negado a decirle quiénes eran. 
Despacio para no sobresaltarla, el chico puso la mano derecha sobre las de ella, juntas y con los dedos retorcidos. La chica levantó la mirada hacia él. El interior del coche era grande pero aún así, estaban cerca. No apartó la mirada de esos ojos.
- ¿Estás bien? 
- Sí - suspiró -. Le prometí a Izumi que nos veríamos aquí, así que... tengo que ir. 
- ¿Quedaste con ella porque sino, sabías que no hubieras venido? - quiso saber él. 
Ella abrió la boca para responder, pero solo resopló. 
- En parte - dijo al fin -. Y eso no me gusta - admitió. 
- Necesitabas una excusa. Ya la tienes. A veces la gente hace las cosas así porque les resulta más sencillo enfrentarse a lo que pase. 
- ¿Intentas decirme que eso no es nada malo?
- Exactamente. Además, tú no eres esa clase de persona. Por una vez que lo hagas, nadie va a juzgarte. 
- ¿Por qué siempre encuentras las palabras que tengo que escuchar en el momento en el que más las necesito? - le preguntó entonces. 
Él sonrió. Se inclinó suavemente sobre ella y la besó el pelo. 
- Es un secreto - la susurró al oído. 
Ella puso los ojos en blanco un momento. El pelinegro salió del coche y la chica se quedó unos instantes mirándose las manos. La temblaban un poco. Siempre andaba diciendo que había que enfrentar el pasado, los miedos y todas esas cosas que la hacían parecer fuerte pero a la hora de la verdad, se había dado cuenta de que tal vez ella era la primera que saldría corriendo si la dejasen. El chico al ver que no se decidía, rodeó el coche y abrió la puerta, tendiéndola la mano. 
- No has llegado tan lejos para volver a salir corriendo, ¿verdad?
Ella se aferró con fuerza a esa cálida mano y salió del coche. El sol la molestó un momento a los ojos. Los tenía más sensible desde que usaba las malditas lentillas, aunque luego a la hora de hacer su trabajo, bien escribiendo o bien haciendo reportajes fotográficos, siempre llevaba puestas las gafas para ver. Pero debía acostumbrarse a las lentillas para poder usarlas de vez en cuando. Y aquella era una de las ocasiones; aunque llevara las gafas en la funda metida en el bolso. 
Sin soltar la mano del chico, Hikari cruzó la puerta metálica hacia el interior del edificio del colegio. La maldita puerta seguía chirriando como siempre, y cerraba de un portazo, como hizo toda la vida. El interior olía a viejo, a recuerdos. A dolor. Apretó más fuerte la mano del chico, por instinto. Cruzó la segunda puerta hacia las escaleras. Echó un vistazo a las puertas que había más abajo, que daban al gimnasio y los vestuarios. Él se dio cuenta y, por las descripciones de ella, se hizo a la idea de en qué pensaba. Se había quedado encerrada un día en ese lugar. Y quien decía "quedado" decía "la habían encerrado". Esta vez fue él quien tiró de su mano para que siguiera caminando hacia el lugar donde habían puesto el ropero. Ella dejó el bolso, un poco despistada, sin sacar ni siquiera el teléfono móvil. Cuando cruzó la puerta hacia el patio, sintió que la tierra daba vueltas a su alrededor, amenazando con dejarla caer al suelo en breves. Sin embargo el pelinegro echó a caminar, sin saber ni siquiera hacia donde iba. Se acercó a las mesas con comida y bebida que había bajo el pasadizo del patio cubierto y cogió un par de copas, tendiéndola a ella el vino blanco. 
- Sabes que no bebo. 
- Tal vez deberías despejarte. Solo un poco. 
- No, en serio, Yamashita, no quiero - susurró. 
Él volvió a dejar la copa de vino blanco sobre la mesa, con cierta resignación. Hikari se dio cuenta de que a pesar de que él había ido hasta allí con ella e intentaba hacerle todo aquello lo más llevadero posible, era ella misma quien no se lo ponía precisamente fácil. Dio un paso hacia él y le sujetó con fuerza del antebrazo, bajando la cabeza. 
- ¿Qué? - susurró él, sin enfado. 
- Lo siento. 
El chico la acarició las manos con su mano libre y la besó la frente. La chica al levantar la mirada de nuevo vio a dos chicas en el otro lado del patio. Una era morena, y la otra rubia, ambas de pelo largo. La rubia era bastante más alta que la otra incluso subida en sus tacones. La morena llevaba un vestido ceñido, muy corto y escotado, mientras que la rubia lo llevaba más largo pero con una gran abertura hasta el muslo en ambos lados. Ella sintió que su corazón se aceleraba, como si tuviera taquicardias repentinas. Había sido el objeto de diversión de una de ellas, y el de odio y burla de la otra. Tenía miedo. Tragó saliva. 
- Eh. 
Volvió la vista hacia el pelinegro. Eso era lo que impedía que se cayera al suelo y provocara risas en todos los que la rodeaban, como había pasado siempre. Él.
- Has venido a aquí para esto. -Él también las había mirado, sabiendo que eran ellas por la forma de mirarlas de la chica. Esos ojos siempre se lo contaban todo -. Lo sabías. Y sé que sientes que tienes que hacer algo. No quieres vivir atada a esos recuerdos dolorosos, ¿verdad, Hikari? 
- No puedo hablar con ellas como si nunca hubiera pasado nada, Yamashita, eso... es imposible. Aún hoy, las odio tanto... - musitó.
- Pero no puede seguir teniendo miedo - susurró suavemente él -. No va a pasarte nada. Puedes hacerlo, vamos. Simplemente un saludo, demuestra que has madurado y que eres diferente de aquella chica a la que molestaban. 
- No creo que tenga que demostrarle nada a esas dos.
- Sí, sí lo tienes. Que ahora eres mejor que ellas. Que tu existencia ahora tiene significado. -La cogió de la barbilla y la dio un suave beso en los labios -. Más para unos que para otros - susurró contra su boca. 
- Yamashita... -Se aferró con fuerza a la muñeca de la mano con la que él la sujetaba la barbilla. Para que notase que estaba temblando -, no se...
- Vamos. Ve - musitó antes de besarla otra vez -. Yo esperaré aquí. 
La chica respiró hondo y se giró hacia ellas. En el momento en que iba a echar a andar hacia ellas, las dos se volvieron y se dirigieron dentro del colegio, hacia el ropero. Pensó en girarse y decirle a él que se habían ido y que ella no podía hacer nada pero sabía que no era justo. No quería traicionar la fe ciega que él tenía en ella. Eso era algo por lo que había luchado mucho, algo que atesoraría siempre. Los sentimientos de Yamashita por ella. 
Siguió a las dos chicas pero al llegar al ropero, se habían ido. La muchacha que estaba allí la indicó que habían bajado al piso más bajo. Allí además del gimnasio y los vestuarios, había un baño. Bajó las escaleras y se asomó en el baño, esperando ver a una de ellas al menos fuera. Pero no había nadie. Se dio media vuelta para volver a subir pero algo la había llamado la atención. La puerta del gimnasio estaba ligeramente abierta. Se acercó a ella y la empujó suavemente. Recordaba hasta el olor que había allí dentro. Nada más entrar apenas había cinco pasos hasta la pared de enfrente, donde había un armario para guardar material. A la izquierda había otra puerta, peor a la derecha se abría el gimnasio. Era bastante grande, con bancos de madera en las paredes y tres grandes columnas en el lateral derecho, que sujetaban el techo porque sobre él se asentaba parte del edificio del colegio. Al final de la estancia había una tarima grande, ligeramente alta, llena de colchonetas apiladas unas sobre otras, formando una montaña no demasiado grande, donde cualquiera se podría dormir una buena siesta. A la derecha de la tarima estaban colocadas, contra la pared, las mesa de pin pon. Todo era igual que la última vez. Entró en el gimnasio casi sin darse cuenta. Las paredes blancas, las columnas reforzadas con láminas de madera para que no hicieran tanto daño si alguien se chocaba, el techo algo bajo, contra el que las cuerdas de algunas personas chocaban al saltar durante los ejercicios. Incluso aquel lugar tenía recuerdos dolorosos. Su poca habilidad, su incapacidad para hacer las cosas, su propio infierno. Las cosas podían ser diferentes en ese momento pero los recuerdos tal y como los tenía grabados, no lo eran.

El chico dio un trago más a aquel vino que era como beber veneno y dejó la copa sobre la mesa. Había visto a la chica seguir a esas dos mujeres. Era lo correcto, se decía a sí mismo. Sin embargo, solo podía sentir angusta. Pensando que podían volver a herirla. De repente vio a cuatro chicos dirigirse al mismo lugar que Hikari y las dos mujeres. Se acercó disimuladamente y se dio cuenta de que seguían a la morena. No era posible. Intentando no parecer un paranoico desesperado, se dirigió hacia allí. Se asomó a las escaleras y vio una puerta abierta. Bajó y, antes de llegar a alcanzar la puerta para empujarla y entrar, sintió un golpe seco en el cuello que le hizo perder completamente el sentido.

Respiró hondo una vez antes de darse la vuelta para salir. No tenía nada más que hacer allí. Sin embargo antes de poder dar un paso, se encontró con las chicas a las que había seguido. Una de ellas acababa de cerrar la puerta del gimnasio, y la otra se acercaba peligrosamente. Su instinto de supervivencia la gritó que corriera, pero ella se mantuvo firme, cuanto pudo. 
- Cuánto tiempo ha pasado, ¿eh? - dijo la morena, la más amenazante. 
- Ha sido bastante, sí - respondió Hikari, intentando mantener la calma. 
- ¿Por qué has venido hoy aquí?
La pregunta iba con algún tipo de respuesta trampa, estaba segura. La mujer se puso a caminar alrededor de la chica, tratando de ponerla todavía más nerviosa. 
- Para enfrentarme a mi pasado - respondió al final.       
- Oh, qué valiente. Ya hemos visto por qué quieres enfrentarte al pasado. El chico no está mal - siguió la mujer. 
- Él lo sabe todo sobre mí. Incluso lo que pasé aquí. -Notaba como su voz empezaba a soltar veneno. Pensó en controlarse. Pero algo la dijo que no serviría de nada. 
- No tenías que estar aquí. Ni siquiera deberías existir - respondió entonces la chica rubia. 
Hikari levantó la mirada hacia ella, enfrentándola. No, no podía tenerlas miedo. Ya no. Su existencia era algo valioso para Yamashita. Con eso se conformaba. 
- No hables así como así de mi existencia. Que tu no supieras apreciarla no significa ni que me importe ni que sea problema mío. 
- Dices eso porque confias en tus sentimientos, ¿no es así -Sus palabras resonaron en sus oídos -, Hikari? 
Apretó los puños con fuerza, hasta clavarse las uñas en la palma. 
- Veamos hasta donde puedes demostrar lo mucho que crees haber superado tu pasado... y a nosotras. 
Estaba pensando en bajarse de los tacones. Si tenía que pelear, lo haría. No sabía hasta donde sería capaz de llegar aquella mujer morena. De joven, había tenido a todos los hombres de los bajos fondos entre sus piernas, de forma que todos la adoraban de una manera u otra, llegando a hacer cualquier cosa que ella quisiera. Si lo que pretendía era asustarla con cuatro golpes mal dados, no lo conseguiría. Entonces la puerta del gimnasio se abrió de golpe y dos hombres que cargaban con el cuerpo inerte del pelinegro lo dejaron caer contra el suelo. Hikari tembló. 
- ¿Qué...? - Su voz no quería salir. Intentó acercarse a él pero las dos mujeres se interpusieron en su camino.
- Estás aquí porque quieres ser puesta a prueba, ¿no es verdad? Quieres superarte, superar lo que pasó. Pues adelante. Supera esto. 
La rubia se acercó a ella y enredó la mano en su pelo, obligándola a levantar la mirada hacia ella. Hikari sintió mechones de su melena morena enredarse en los anillos de ella. Supo que dolería si tiraba.
- Has vuelto al infierno, maldita furcia - la siseó al oído, con toda la rabia y odio contenido que tenía hacia ella. 
La empujó con fuerza contra la pared y la chica perdió un momento el aliento. Entre dos de los hombres, volvieron a levantar el cuerpo del chico, que parecía inconsciente. Le arrastraron hasta el final del gimnasio, lejos de las puertas, al lado de la tarima de colchonetas. Volvieron a dejarlo caer en el suelo, con un sonido sordo. La mujer morena la indicó con la cabeza que caminara hacia allí. Sabía que no la dejarían acercarse a él y maldijo por lo bajo. Se detuvo a una distancia prudente y esperó.   
- ¿Qué es lo que quereis? Podeis hacerlo incluso sin él. Por favor - murmuró al final.
- Eres una chica estúpida - se rió la rubia -. Sabemos que eres capaz de defenderte. Lo que pretendemos es que no lo hagas. 
De repente, Hikari empezó a reírse. Había perdido el miedo de un plumazo. Algo la decía que gente como esa no podía hacerla daño. En en fondo sabía que todo era una forma de esas dos de desfogar la rabia de no haber podido hundirla la vida de verdad. Si vivían de esa manera, solo podía sentir pena por ellas. 
- No puede ser verdad... ¿hasta ese punto llega vuestra inamdurez y cobardía? - soltó. 
Empezaba a sentir la indignación, el odio, la rabia, la frustración, corriendo por sus venas como lava ardiendo que amenazaba con encender su boca y no dejarla callar. Esos sentimientos que había tratado de olvidar, sacados así de repente, eran como una fuente de energía que podía explotar en cualquier momento.
- Eres tú quien nos provoca simplemente que tu asquerosa presencia en esta fiesta - la dijo la morena, intentando hacer que la chica quedase como la mala de toda aquella pelicula que, para Hikari, empezaba a ser surrealista y absurda.
- Lo teniais planeado desde el principio, ¿verdad? No tenemos nada mejor que hacer que intentar joderme la vida otra vez. 
- En el colegio lo conseguimos. Nada tiene por qué haber cambiado.  
- Sí, sí hay algo que ha cambiado - aseguró ella.  
- ¿El qué? ¿El morenazo inconsciente? - se burló la rubia.  
- No - respondió suavemente -. Yo.  
La morena dio un paso rápido hacia ella y la cruzó la cara con un sonoro tortazo. Hikari ni siquiera se tambaleó en los tacones. Se tocó con la lengua la zona de la mejilla adolorida, por el interior de la boca. No hizo ningún aspaviento al volver a levantar la cabeza y enfrentarlas con la mirada. La morena chasqueó los dedos y los hombres levantaron al pelinegro, poniéndolo de rodillas, con los brazos agarrados a la espalda, usando como amarre la propia americana negra del chico. Lo mantuvieron erguido mientras seguía inconsciente, con la cabeza caída hacia delante y el flequillo tampando su ojos cerrados. No tenía ni idea de la cantidad de armas o medios que tenían aquellos hombres para hacerle algo, por lo que no se arriesgaría a dejar que le hicieran daño. Esa batalla tenía que pelearla ella sola. 
- Quítate los zapatos - le dijo entonces la rubia. 
- ¿Qué pasa? ¿No te bastan tus casi dos metros de larguirucha que encima necesitas que yo mida menos? - la espetó. 
Provocación verbal, un arma peligrosa a la vez que de doble filo, un filo separado únicamente por una línea demasiado delgada que ella sabía que no tardaría en sobrepasar. La chica imitó a su compañera y volvió a darle un tortazo a la morena. Esta vez, la chica sintió el sabor a óxido en la boca. Con los anillos que esa tipa llevaba la había abierto la comisura izquierda de los labios. Hikari se limpió la herida con la lengua y no hizo ni un solo sonido de queja. Se quitó los zapatos como la había dicho y simplemente esperó. Con un golpe seco en su rodilla derecha, la chica cedió y se arrodilló, apoyando la mano derecha en el suelo. Levantó la cabeza para mirarlas, sin ningún tipo de miedo en los ojos. Ya no tenía ese sentimiento. Nunca antes la habían herido de esa manera, pero sabiendo que esas heridas podrían salvar a Yamashita de otras posiblemente más graves, entonces aguantarlas no sería en vano. Porque por él, absolutamente nada era en vano.
 
                 

                       
          
http://www.veoh.com/watch/yapi-LiE9weUJPjs




Porque no tenemos más opción que aceptar nuestras propias decisiones.

10 comentarios:

  1. Vale, estoy flipando un poco en colorines, mayormente por que no se hasta que punto de lo que aquí pones es verdad. De todas maneras, me gusta que se ahya dado cuenta de que no es la misma, y que no se deje intimidar. por que aunque ahí no lo ponga no es sólo especial para Yamashita si no también *en el contexto en el que me lo plantas* para Izumi y sus amigos.

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    1. No te asustes, la fiesta nunca ha tenido lugar. En referencia al pasado... tal vez no diste mucho de la realidad.
      Si, puede ser así, pero en ese momento, necesitaba cerrar los ojos y pensar en la persona que la hacía sentirse viva por una buena razón.

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    2. Lo se, pero no era tanto apra la Hikari del relato como para la que escribe xD. en cuanto a lo de distar mucho de la realidad, espero que nunca me identifiquéis a las personas en si, si no ya tendré mas gente en la lista negra, y mira que es cortita xD

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    3. Ya, pero es que cuando me flipo, me flipo bien, así, del todo.
      Yo aún sigo viendo a esa gente por la calle...

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    4. Entiendo, pues.... te regalaré algo apra hacer budú o algo xD

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  2. ESTOY FLIPANDO/MURIENDO!
    A ver, lo primero, me alegra una cosa. Sabes que yo puedo entenderte, en cierta manera, pero mira la parte positiva, como siempre hiciste, sonrie, eso, les jode. Yo tambien odio esa carcel, pero piensa que ambas hicimos el mejor cambio de nuestra vida, y que somos lo que somos ahora, por lo que fuimos y sufrimos en un pasado, y que podemos ser feliz, lo sabemos cada dia que pasa, cada dia que pasamos. Que no importa todo lo que sucedio, que solamente son malos recuerdos, pero siempre habra gente que te haga olvidarlos, y te haga volver a sonreir, gente a la que le importa ver tu sonrisa dia si, dia tambien, gente que sabe lo importante que eres, que sabe como eres, gente que te quiere. Que me siento impotente por saber todo por lo que debiste de pasar, pero bueno, te lo repito, es el pasado, y ahora, solo te tiene que importar el futuro, el futuro tan brillante y maravilloso que te espera, que nos espera.

    Con respecto a la actualizacion... bueno, demasiadas cosas para decir. El hecho de que ella pueda ser tal y como ella es de verdad delante de el, es algo que me enamora por parte de él; esa persona tan agradable, sincera, cariñosa, me encanta. Que el la aguante(que no es tarea facil) demuestra que de verdad le importa, que la quiere lo suficiente como para ir con ella al mismisimo infierno. En ese infierno, habia demasiadas putas subidas en andamios, pero aun asi, ella tuvo el coraje de ir, de enfrentarse a sus miedos, a su pasado, y todo, porque sabia que él estaria con ella, eso, es valentia. Te dire una cosa, la envidia, es algo malo, muy malo, y es el problema que tiene la gente perfecta, que intentan joderla, por envidia.
    Demasiadas putas en el mismo recinto. El hecho de que ella sienta que ha cambiado por él, que se puede enfrentar a todo por él, esl algo maravilloso, que no todo el mundo puede hacer. Me ha sentado genial el bofeton que se ha llevado una de ellas, tendrían que haberla volado tres dientes. Me apuesto lo que sea a que esas dos no se van a salir con la suya, aunque tenga que ahostiarlas yo, te lo juro, por favor, que se lleven una buena tunda. Por cierto, no lo he dicho, pero me da pena Yamashita, pobre, ahi inconsciente, me da penilla, pero bueno, estoy esperando a que se levante y empiecen a volar dientes, y a escucharse como se rompen algunos huesos.

    PD. Las dos frases, verdades como casas; el video, una pasadisima, y él, un puto encanto.


    "Llorando, buscando, riendo, cayendo, llorando otra vez: asi es como te conviertes en adulto"

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    1. Zorra, ¿por qué me haces llorar? ToT

      Vaya, ¡gracias por decir que soy inaguantable, bonita! -.-" En realidad creo que ella se encuentra en una especie de espiral en plan: ¿qué demonios está pasando? ¿Por qué a mí y por qué ahora? Pero al final supongo que termina por aceptar que no va a poder salir huyendo toda la vida.
      Yamashita en cierta forma aquí es más bien un símbolo, más que una realidad. Precisamente un símbolo de todo lo que has dicho en el primer párrafo.
      Pues te quedas con las ganas, no he descrito la pelea porque entonces me salían cuatro entradas y se suponia que esto tenia que ser solo para una entrada larga y me han salido dos y además, bien largas ambas asi que... imaginación visual al poder, muchacha. Cosa no muy dificil si piensas en Ride...

      PD. Él es muy genial muy genial, y la canción es que es muy buena, corcho.

      "Si siempre trato de no llorar, no seré capaz de reír" :)

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    2. porque tu tambien me has hecho llorar a mi, ¿te lo recuerdo? e.e" aunque lloro y me rio, es algo muy raro xD
      Ui, ¿te diste cuenta? Yo qe pense que lo habia camuflado... jajajaja
      pues me encanta el simbolo de Yamashita, que lo sepas ;)
      jajajaja si, suele pasarte, vas a hacer dos entradas y salen doscientas paginas, pero eso es muy tu jajajajaj
      puf, Ride y tu imaginacion visual juntas es igual a suicidio por exceso de placer jajajajaja

      PD. él ESTA muy bueno jajajajaja

      "Grita con todas tus fuerzas "estoy aqui", como si fuera prueba de que existes"

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    3. Qué vengativa... e.e Tú en sí eres algo rara xD
      Qué mala perra eres jajaja Es que Yamashita es mucho símbolo jajaja
      Si hija si, por suerte o por desgracia, es así, luego tengo que andar "corto por aqui?" o "no, no, aquí, no, mejor sigo un poco... pero ya sale muy largo" y luego es cuando me ves tirándome de los pelos yo sola y hablando con el blog en voz alta ._.
      Jajajajajajaja tal cual.
      PD. Es Pi.
      :)

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    4. jajajajja sep, soy bastante rarilla xD
      lo pero es que te imagino gritandole al pobre jajajaja

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