jueves, 5 de mayo de 2011

So faraway...

Mika siguió con la mirada a Kira cuando salió, y se apartó una lágrima rebelde que resbalaba por su rostro. Volvió los ojos a Jin, sin saber qué se iba a encontrar. El chico estaba sentado a su lado en la cama, sin decir nada, sin moverse. Quiso alargar la mano hacia él para rozarle la cara y apartarle el pelo para poder mirarle a los ojos, pero se contuvo. No sabía como iba a reaccionar.
- Lo siento… - pudo decir.
- Yo solo hay una cosa que lamento ahora mismo, Mika – susurró él, levantando suavemente la cabeza para mirarla a los ojos. Ella sabía que aquellos ojos eran mucho más expresivos que las palabras que pudiera decir -. Y es que ese hijo de puta esté muerto y no puedo matarlo con mis propias manos.
- Jin…

Muy despacio, el chico se acercó más a ella y pasó su mano derecha por el cuello de Mika, llevándola a apoyarse en su hombro. Ella nunca había visto a Jin de aquella manera. Tal vez su historia le hubiera afectado demasiado, pero aquel abrazo era mucho más cariñoso y dulce que otras veces. Siempre la cuidaba, no es que la hubiera hecho daño. Pero sentía mucha más protección que otras veces, como si él se hubiera dado cuenta al fin de que ella también era humana.
La chica pasó el brazo izquierdo por la espalda del Comisario y le dio un par de palmaditas.
- Estoy bien – susurró.

- Pero yo no – contestó él -. Si de verdad existiera eso que llaman justicia, la policía te hubiera buscado cuando desapareciste. Pero no lo hicieron. No lo hicieron – susurró -. Por culpa de gente como yo has tenido que pasar por todo esto.

- Si hubiera habido gente como tú en aquel momento, no habría pasado todo esto – contradijo Mika.
El chico la miró a los ojos y apoyó su frente contra la de ella. Cerró los ojos un momento, sintiéndola respirar suavemente, pausada, tranquila. Agradecía que estuviera así. No soportaba verla histérica. Porque no sabía como consolarla.
- ¿De verdad no te importa que sea una asesina?

- ¿Quién es una asesina? – preguntó él -. Protegías a tu familia. Eso no es ser una asesina.
- Maté a gente inocente, Jin – le cortó ella.
- Mataste gente, sí, es cierto. Pero es el instinto de supervivencia del ser humano, algo innato en todos, lo que te llevó a querer sobrevivir. Porque eres una mujer demasiado fuerte como para dejarse vencer incluso por algo como esto.

- ¿Tú que sabrás? – soltó ella en un murmullo.
- Mika – la obligó a mirarle sujetándola la barbilla con suavidad -, te conozco más que suficiente. Has cumplido tu deber como mi ayudante, has cumplido con tu deber para con tu familia, has aguantado y soportado a un tipo como yo, has intentado protegernos evitando que encontráramos la pista sobre tu pasado. Has estado dispuesta a morir por ese secreto – añadió -. Eres la mujer más loca, inconsciente y valiente que he conocido nunca.
- Eso no borra lo que hice.

- Nada borrará lo que hiciste – confirmó él -. Pero las heridas que esas muertes te causaron aquí dentro – susurró, señalando con dos dedos el pecho de ella, sobre su corazón -, tienen que curarse. Y si aún no se han cerrado ni han cicatrizado, yo me encargaré de que lo hagan.

- Jin, no…

- No vas a cargar con ese dolor tu sola – susurró.

- Eres tú quien no va a cargar por él. No voy a permitírtelo. Aunque después de esto tenga que irme muy lejos de aquí – aseguró -. Seguiré luchando sola.

- Eso ni lo sueñes – le cortó él. Se acercó a ella en un movimiento muy rápido y rozó su oreja con su aliento -. Nunca podrás escapar de mí.

Sin brusquedad, el chico apartó el pelo de ella de su cuello y lo besó suavemente. Ella quiso apartarse. No podía dejar que la convenciese. Pero él la sujetó el cuello y volvió a besarla bajo la oreja, acercándose todavía más a ella.

- No quiero que me dejes – la confesó, apoyando la frente en el hueco de su cuello y su hombro.
Mika no pudo evitar llevar su mano hasta el pelo del chico y acariciarlo. Ella tampoco podía separarse ahora de él. No podía dejarle atrás. Formaba parte de su vida. Movió la cabeza y le besó el pelo.
- Jin… - susurró.

- ¿Mm?

- Me duele – dijo de pronto.

Jin se apartó dando un bote hacia atrás y la miró por todos lados. Ella se sujetó la herida e hizo una pequeña mueca de dolor.

- ¿Estás bien? Espera, avisaré a Kazuya y… - dijo, mientras saltaba de la cama.
- No – se negó ella, sujetándole de la muñeca y deteniéndole en seco -. Deja que cuide de Kira.
- Está bien. Pero entonces tienes que dejar que yo cuide de ti.

Antes de escuchar una respuesta, el chico cogió el rollo de venda que Kazuya había dejado encima de la mesilla, probablemente para cambiársela más tarde, y apartó las sábanas del cuerpo de ella. La chica se recostó, con cuidado y algo de dolor y él levantó su camiseta suavemente, hasta sacársela por los brazos, procurando que ella hiciera el menor esfuerzo posible. Jin la quitó la venda, algo manchada de sangre, y al quitarla pudo ver por primera vez la herida de bala.
- No la mires – le pidió. Se estaba poniendo nerviosa.
- Es preciosa – susurró él, rozando su piel con los dedos.

- No, Jin…

- Tranquila. ¿Duele?

Ella tragó saliva.
- Solo un poco – musitó.

Jin se agachó sobre ella y la besó el vientre. Ella soltó un sonidito de sorpresa, mientras trataba de incorporarse.

- No te muevas.

- ¿Puedes dejar de hacer estas cosas?

- ¿Ten pongo nerviosa? – preguntó, soltando una risilla.

- Me pones enferma – contestó, dejando caer la cabeza sobre la almohada.
- ¿Qué tienes, fiebre? – la preguntó, rozándola la mejilla con la mano -. Estás ardiendo – musitó, con una sonrisilla pícara.
- Cállate – le dijo, girando la cabeza.
Jin volvió a besarla cerca de la herida, sintiéndola estremecer. El chico buscó con su mano izquierda la mano de la chica, hasta entrelazar sus dedos con los de ella. En aquel apretón de manos, pudo sentir la emoción de la chica al estar tan sumamente cerca. Consciente de que no podía someterla a tal presión, el comisario se separó de ella y la tendió la mano. La chica la cogió y él hizo un poco de fuerza para incorporarla con suavidad. Entonces él se desanudó la corbata antes de quitársela y desabrochó todos los botones de su camisa hasta dejarla sobre el sofá que había en la habitación.
- ¿Qué haces? – le preguntó.
- Ya te lo dije. Cuidar de ti – repitió, mientras se acercaba a ella y la besaba la frente.
Como pudo, pasó una pierna sobre el colchón, por detrás del cuerpo de ella, hasta quedarse sentado en la cama con ella entre sus piernas. La recostó sobre su pecho pasando el brazo por sus hombros y bajó las manos hasta la herida. Sacó la venda y empezó a enrollarla alrededor de su abdomen, rozando suavemente su piel, sintiendo como ella se encogía pero, por suerte, no se quejaba.

- ¿Te hago daño?

- No – reconoció -. Además, tu cuerpo está caliente.
- Es que tengo sangre, no horchata, querida – la susurró al oído, que le quedaba bastante cerca como para morderlo. Pero se contuvo.
- ¿Por qué cuidas de mi? – quiso saber.
- Porque me importas – contestó él, dándole una vuelta más a la venda.
- ¿Tanto, tanto? – insistió.
- Tanto, tanto – respondió, haciendo un pequeño nudo en la venda -. Listo.
- Gracias – susurró.
- No hay de qué – dijo él, abrazándola por los hombros.
Se quedaron sin moverse unos minutos. Mika pensó que, por primera vez en mucho tiempo, sentía paz en su interior. La carga por su pasado volvería, era como una sombra que iría pegado a ella toda su vida, pero por un momento, sintió que nada ni nadie podían arruinarle aquel recuerdo feliz.
- ¿Qué le ha pasado antes a Kira? – preguntó ella.
- Creo que su propio pasado la sigue atormentando – suspiró él -. Voy a ver cómo esta – dijo, separándose un poco de ella.

- Eehh… - soltó, pero se calló.
- ¿Qué? – preguntó rápidamente cuando ella se quejó.
- Es de mí de quien estás cuidando – farfulló.

- ¿Puedo quedarme? – preguntó entonces -. No he dormido nada, realmente.
- Puedes quedarte – susurró ella.
- ¿Qué pensará Kira? ¿Nos dejará?

- Nos dejará – contestó ella -. Si Kazuya está con ella, estará demasiado ocupada mirándole como para regañarnos.
- Qué mala eres – le dijo el chico, mirándola de lado mientras ella sonreía.

El chico pasó ambas piernas al lado vacío de la cama y se recostó contra la almohada, haciendo un sonidito de comodidad. Ella le miró y sonrió al verle con los ojos cerrados y algo despatarrado entre las sábanas. Se tumbó suavemente sobre la almohada también y le escuchó respirar con pesadez. Sí que tenía sueño, sí. Pero entonces sintió la mano de él buscando entre las sábanas la suya. Ella la estrechó con fuerza y él sonrió como en sueños antes de seguir medio roncando con suavidad.

1 comentario:

  1. Estoy enganchá. De verdad de la buena.
    Cuando Mika le dice a Jin que mató a gente inocente me ha recordado a esa parte de Crepúsculo en la que Edward le dice a Bella algo parecido, que no es bueno.
    La diferencia -y muy sustancial- que le veo, es que esto es literatura para mi gusto, sugerente y fresca, y la de Crepúsculo era lectura fácil para adolescente hormonada.
    Enm fin, me ha gustado, vaya.

    Un besazo, Luna Lunera.

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