lunes, 9 de mayo de 2011

La gente se refleja en su destino.

Otra mansión blindada para nada. Kazuya seguía sin entender por qué los mafiosos siempre tenían una enorme casa llena de bigardos de dos metros y además, armados, para defenderse, si nunca servían para nada. La ambición de tener les perdía. ¿De verdad ninguno se daba cuenta de que con cosas así, como casas o cochazos o mujeres, se les encontraba mejor? Los cinco habían llegado a la determinación de pensar que los subordinados de aquel mafioso italiano que mantenía relaciones con la mafia japonesa, eran gilipollas. Apostada en la puerta, una furgoneta negra servía de centro de operaciones para Ryuu. El pequeño de la organización había monitorizado todas las cámaras de seguridad en las cinco pantallas que llevaba con él conectadas a su portátil. Así fue desactivando cada una, permitiendo que los otros cuatro entraran sin preocuparse de más trampa que los guardaespaldas bigardos. Se sabían el mapa de la casa prácticamente de memoria, sabían por dónde tenían que pisar. Apenas cruzaron la puerta, una lluvia de disparos cayó sobre ellos. Los cuatro se escondieron tras los pilares del vestíbulo, mientras calculaban cuantas balas tenían que disparar cada uno para matarlos a todos de un solo golpe. Una vez dejaron un reguero de cuerpos en la escalinata, se separaron para poder librarse de la mayor cantidad de mafiosos posible. Kazuya y Junno entraron a la vez en el despacho del magnate. El chico moreno cubrió al chico de ojos claros, que bajó la pistola para hablar con el mafiosillo que, confiado, estaba sentado en el borde del escritorio, de cara a ellos. Como si les esperara. Kazuya solo mantuvo su fría mirada a através de sus gafas. La primera bala de la pistola de Junno salió disparada hacia el hombre, con la estantería que el mafioso tenía detrás como blanco.
- ¿Así que, venís a matarme? Vaya, yo pensaba que erais unos invitados especiales.

- Déjate de fanfarroneo – le dijo Junno. Cuando tenía a gente así delante, se volvía algo agresivo.

- ¿Tenéis pruebas contra mí? – quiso saber.

- Las tenemos – contestó Kazuya -. Nunca hacemos nada sin asegurarnos antes de que solo limpiamos la basura. Basura como tú.

- Solo me gano la vida, mocoso. Es complicado estar en este mundo y estar cuerdo. Y créeme, mi único pecado es estar enamorado del dinero.

- Ese pecado es más capital que la ira que siento cada vez que veo tu cara – contestó él.

El hombre encendió el cigarrillo que tenía sobre la mesa y le dio una larga calada.
- Disfrútalo. Será el último – le dijo Junno.
- ¿Qué os hace pensar que estoy solo?
Kazuya sonrió de lado, con cierta superioridad y elegancia.

- Que no compartirías tú querido dinero con nadie – le dijo -. Eso, y que hemos sellado todas las posibles rutas de escape o de llegada de ayuda.

- ¿Creéis que con eso me podréis detener? Es solo palabrería – dijo.
Aunque realmente empezaba a creerles y a ponerse nervioso. Si su plan no funcionaba, estaba muerto.

- No es solo eso. Porque no somos solo cuatro – le confesó.

El hombre pareció palidecer. Volvió a dar otra calada al cigarro y lo tiró al suelo, pisándolo contra la alfombra. La tela se agujereó y el humo que salió de ello fue como el pistoletazo de salida a aquella locura.

- Así que, trajes negros, cinco hombres, asaltos perfectos en mansiones llenas de seguridad – comentó el hombre -, realmente sois esos chicos que son peor que una espina en el culo, ¿no es así?

- Nosotros seremos peores que una espina en tu asqueroso culo – dijo Kazuya -, pero vosotros sois una plaga de zánganos que no sirven para nada sin la abeja reina.

- Oh, bueno, entonces, veamos hasta donde son capaces de llegar los zánganos por su reina – dijo de repente.

Kazuya entornó los ojos y le siguió con la mirada mientras caminaba hacia el otro lado del escritorio. El chico levantó el arma apuntándole con elegancia, a expensas de lo que hiciera. Un movimiento en falso, y estaba muerto. Pero el hombre solo se rió y sacó un bulto de debajo del escritorio de madera. La empujó hasta ponerse de nuevo en el borde del escritorio y empezó a reírse con sorna cuando Kazuya bajó el arma de golpe. Sin delicadeza alguna, el hombre quitó la mordaza de los labios de la chica y no dijo nada. Prefirió observar el espectáculo de miradas entre la chica y el asesino.
- Kira – musitó él, sintiendo su respiración agitarse. Eso era malo. Era la primera vez que le pasaba en medio de un encargo. Era como si no pudiera controlar la situación y eso realmente le asustaba.
Sus manos estaban atadas a su espalda. La chica tenía la cara manchada, estaba sucia, con la ropa descolocada y algo rasgada y además, podía ver trozos donde las manchas, eran de sangre. Aún así, ella mantuvo los ojos fijos en Kazuya, sin decir nada.

- ¿Por qué? – susurró.
- Porque encontramos tu punto débil, muchacho – rió el hombre -. Porque tal vez no sirves para esto. Te descuidaste demasiado. Y así, pasan las cosas que pasan.
- ¡Kazuya! Era la voz de Koki. Él y Nakamaru entraron por una puerta situada a la derecha de Kazuya y Junno, armados y apuntando al mafioso.
- ¡Esperad! – gritó el chico de ojos claros -. Las armas – susurró.
- Pero Kazuya… - susurró Koki, como espantado, mientras se acercaban a paso lento a ellos dos.
- ¡No me repliques! ¡Bajadlas!
Los gritos casi desesperados de Kazuya se confundieron con las risas sarcásticas y placenteras del mafioso, quien parecía divertirse con la situación.
- ¿Qué es lo que quieres? – preguntó. - No intentes negociar conmigo. Es inútil. Voy a llevármela y la convertiré en mi puta personal, muchacho. Es mucho mejor de lo que te imaginas.
La primera bala del cargador de Kazuya salió disparada contra el suelo. El mafioso no se movió, aunque si se sobresaltó ligeramente.
- Dime que no la has tocado – siseó.
- ¿Y qué si lo he hecho, eh? – preguntó, con sorna.
- ¡Esa mujer es mía! – gritó él, enfadado.
El hombre siguió riendo. Le divertía de sobremanera ver desesperado y desencajado a aquel chico que decían, nunca dudaba al apretar un gatillo.

- ¡Está bien, se acabaron los juegos, mocoso! Primero, me cargaré a tus amigos. Y luego, te obligaré a ver cómo me llevo a tu chica. Vas a perderlo todo esta noche – dijo, amenazante.

- ¿Sabes lo que pasa cuando juegas con fuego? – le preguntó. Sus ojos se volvieron hacia los de Kira -. Que te acabas quemando.
- Kazuya…
Oírla susurrar su nombre con aquella voz rota de dolor se le clavó en el estómago como un puñal. Hasta que el primer disparo dio en el corazón de Koki. El chico le vio caer al suelo, sangrando y volvió a sentir como su corazón se resquebrajaba. Y terminó de romperse cuando una segunda bala alcanzó el estómago de Nakamaru y la tercera, le dio a Junno. Kazuya gritó de dolor un instante. Kira también. En ese momento, ambos sintieron por primera vez, lo que era volver a quedarse en la completa oscuridad.
El hombre la sujetó por los hombros y la empujó hacia la puerta que el chico tenía a su lado izquierdo, siempre apuntándola con la pistola. Entonces Kazuya levantó la cabeza y sus ojos, a través de las gafas, centellearon como fuego. Empuñó el arma que llevaba y, sin dudar, disparó. El hombre se quedó tan sorprendido de que disparase contra la chica que no pudo apretar el gatillo. Pero tampoco sintió dolor. Había fallado.
Kira sintió sus piernas doblarse y se resbaló a pesar de que el hombre la sujetaba.
- ¡Eh! ¡Vamos, levanta! ¡O lo mataré!

- No puedo moverme aunque quiera – dijo la chica, con la cara tapada por el pelo pero con una ligera sonrisa dolorosa.

Él vio entonces como la sangre manchaba la moqueta del despacho. Y era de la pierna izquierda de la chica, atravesada por la bala que Kazuya acababa de disparar. Cuando quiso reaccionar, el chico disparó de nuevo, acercándose a él. El hombre empujó a Kira lejos de él y disparó. Kazuya se lanzó contra ella y ambos cayeron al suelo con un crujido. El mafioso corrió y, a punto de salir, disparó la pistola mirando hacia atrás, tantas veces como pudo. Una de ellas rozó el brazo izquierdo de Kazuya, tirado en el suelo sobre Kira. Pero nada se podía comparar a la manera en la que, las ocho balas que quedaban en el cargador de la pistola plateada del chico, se fueron metiendo en su cuerpo una a una, disparo a disparo, a cada cual con más rabia y odio.
Cuando su cuerpo cayó, Kazuya se incorporó un poco y la miró a los ojos, apartándola el pelo de la cara. Tenía una herida en los labios y una brecha en la frente. Sus ojeras eran horribles y su cara estaba algo sucia. Pero estaba viva. Desató rápidamente las cuerdas de sus manos y usó su cinturón para hacerle un torniquete a la chica en la pierna.
- Lo siento – susurró mientras lo ajustaba -. Pero era la única manera de…
- ¿Por qué? ¿Por qué lo haces?

- No tengo tiempo ahora de darte explicaciones, Kira, perdóname – susurró, mirando de reojo al resto de chicos.

- ¿Están muertos? – preguntó ella, con voz temblorosa.

- No. Solo inconscientes, aunque siento que les hayan disparado por mi culpa – musitó.

- Es culpa mía, lo siento – dijo ella.
- No, eso no es verdad – dijo él, mirándola a los ojos -. Pero lo único que me importa, es que estás viva.
- ¿Por qué me has protegido? – preguntó, mirando la manga de su traje rasgada por el disparo que empezaba a mancharse de sangre.

- Porque tú no puedes morir. Porque entonces, mis esperanzas de volver a vivir morirían contigo – susurró, acariciándola la cara.

Kazuya se refería a sus pesadillas. Si ella no estaba, tenía pesadillas horribles como las había tenido toda su vida. Pero si ella estaba con él, era capaz de dormir tranquilo. Si Kira moría, las esperanzas de volver a tener una vida normal, de no tener sentimientos de culpabilidad en el corazón ni sombras en el alma, se irían con ella. Y no podía permitirlo. La necesitaba y, de alguna manera, quería necesitarla.
De pronto se escuchó una explosión. Los subordinados que intentaban huir habían caído en la trampa de Ryuu.
- Perdóname por haberte puesto en peligro – susurró Kazuya, besándola la frente.

- Eres un idiota por haberte puesto delante de mí – siguió ella.

- Y un cabrón por haberte disparado – dijo, apoyando la frente en el hombro de la chica.

Kira le obligó un momento a mirarla y le quitó las gafas. Besó el puente de su nariz y luego le recostó en su hombro. Entrelazó su mano en el pelo del chico y lo acarició. Él la sujetó la mano y también la acarició suavemente, volviendo a pedir perdón en silencio. Entonces, Ryuu apareció corriendo.
- ¡Nakamaru, oye, espabila! – Gritó, zarandeándole un poco. Él hizo algún sonidito de molestia -. ¡Koki, vamos, Koki! – siguió gritando mientras les movía algo brusco -. ¡Junno!
- Ryuu, ¿estás bien? – preguntó Kazuya, mirándole pero si apartarse del hombro de Kira.
- Sí, ¿tú?
- Todo bien – sonrió.
Pero Kira sintió que algo no iba bien. El chico se había medio recostado sobre ella a posta y sus ojos pugnaban por no cerrarse. Entonces ella sintió algo resbalar por su mano izquierda. La sacó del costado del chico y estaba ensangrentada.
- ¡Kazuya! – gritó.
El resto se había ido incorporando, quejándose del dolor de los disparos, cuando la escucharon gritar y corrieron a su lado. Los tres estaban ensangrentados, pero parecían perfectamente. Bajo la camisa de Junno pudo ver el chaleco antibalas y Koki se lo había quitado, quitándose también la camisa que ahora llevaba por fuera del pantalón y abierta.
- ¡Está sangrando!
- Tranquila, es falsa – dijo Junno -. Lo teníamos preparado.

- ¡¿Pero por qué se ha desmayado?! – preguntó, al sentir el peso del chico echado sobre ella.

- Oye, Kazuya, déjate de juegos y levántate, ¿quieres? – dijo Koki, rascándose la nuca y estirándose -. A todos nos duele un disparo.

- Espera, Koki – dijo Nakamaru de pronto -. ¿Dónde sangra? – preguntó.
- ¡En el costado! – gritó ella.
Los chicos parecieron palidecer de pronto tanto como ella.
- La bolsa de sangre falsa de Kazuya estaba… - susurró Koki.
- ¡En el pecho! – gritó Ryuu.

- ¿¡Es su sangre de verdad!? – exclamó Junno.
- ¡¡Kazuya!! ¡¡Kazuya!!

11 comentarios:

  1. Me encantaaaaaaa ^^ como siempre

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  2. Bueno, es la escena de la historia, tal cual, pero hasta que lleguemos a este punto, pues lo puse aqui :D

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  3. Te mataría de no ser porque sé como sigue. Y como muy bien a apuntado, Mika, extraordinario, como siempre

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  4. no exageramos para nada, y tu izumi tambien escribes bien.^^ me encanta leer vuestros chismes jeje

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  5. ¡Baka1 ¬¬"
    Sabes que no sólo lo decimos nosotras. Son más de dos palabras contra la tuya, puede que vaya siendo hora de creertelo un poquito.

    PD: Mika! estamos hablando de ella no de mi! ¬¬ xD

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  6. Si no exagerais, entonces os chutais antes de hablar xD
    Uy, yo lo de creer... muri muri xD

    PD. Dí que sí, dale ahí! A ver quien es la que predica y no cumple xD

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  7. ¬¬, si esq sois de lo que no hay, jajaja, ombre ya que se lo decia a una aprovechaba para decirselo a la otra xDDD jajajajaja.
    P.D.:como que predico y no cumplo??? xD

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  8. La única que se chuta, no cree y demás eres tú. Mires por donde lo mires sigues siendo minoria, por algo será.
    Uy, si hay más como yo hundo el mundo. Calla, calla. Bastante con tenerme a mi.
    PD: Jajajajajajajajajajaja

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  9. La minoria dominará el mundo...

    PD. La que predica y no cumple es Izumi, baaaaka! xD

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  10. aaaaaaa, okis, bueno sete baka pero a mucha honra jum!!! xD

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