domingo, 20 de marzo de 2011

Si hubieras dado solo un paso más...

Escuchó el sonido del papel de plástico a su derecha. Sus ojos claros miraron a través de su flequillo negro a la persona que tenía al lado. Un chico de complexión pequeña, de pelo moreno corto con flequillo torcido y vestido con unos vaqueros negros y una americana también negra sobre una camisa blanca acababa de dejar un ramo de flores rojas sobre la lápida de al lado. La tumba de Maki. Sería aquel novio estúpido al que había dejado por intentar estar con él.
- Era una zorra - susurró.
- Lo se - contestó de pronto el chico -. Pero murió. Nadie debería de morir así.
- Los asesinos no deben vivir - dijo Sho, volviendo la vista a la lápida de la chica.
- ¿Entonces por qué tú estás vivo? - le preguntó.
Sho volvió a mirarle, incorporándose. El muchacho parecía un simple estudiante universitario elegante con aquel traje pero seguía pareciendo un niño.
- ¿Quién demonios...?
Él se giró a mirarle. Llevaba unas gafas negras de pasta algo grandes y su rostro era de piel clara. El chico metió las manos en los bolsillos y el hombre de los ojos claros frunció el cejo. Le resultaba tan familiar. ¿Dónde podía haber visto a aquel chico antes?
- Veo que realmente funciona, ni siquiera tú me reconoces - susurró él, quitándose las gafas -. ¿Mejor ahora?
Sus ojos. Claros, brillantes, resplandecientes. Vivos. Tragó saliva. Metió las manos también en los bolsillos y se echó ligeramente hacia atrás, como si intentara demostrar que estaba calmado y que controlaba sus sentimientos, cosa que no era verdad. Pero no se le daba mal fingir un poco.
- Estás viva - susurró.
- ¿Si no lo dices no te lo creerías?
- Sabía que mala hierba nunca muere. No podías irte sin darme una respuesta. Te hubiera matado yo.
- No actúes, por favor. Estabas preocupado por mí -. Él no contestó, aunque su mirada decía mucho más que eso -. Por lo menos dame ese capricho - susurró.
- ¿Por qué has vuelto? - preguntó él entonces -. Te abandoné.
Ella sonrió y él frunció ligeramente el ceño. No le gustaba que los demás vieran a través de él. Pero sabía de sobra que ella podía hacerlo.
- Si me hubieras abandonado, me habrías llevado contigo. Pero pensaste primero en lo que yo sentía antes que en lo que tú querías. Y por eso me dejaste allí.
- Tonterías. ¿Qué pasa si te equivocas? ¿Y si realmente no te quería?
La chica volvió a sonreir, aunque esta vez fue de forma algo torcida.
- Entonces te mataré - dijo solamente.
Él torció una sonrisa también y suspiró.
- ¿Y por qué te estás haciendo la muerta? ¿Para encontrarme?
- Siempre tan egocéntrico - dijo ella -. No solo por eso. Es porque me di cuenta de que solamente muerta lograría desatarme de todo cuanto me alejaba de ti - susurró.
Sho la miró fijamente. Realmente estaban tan cambiada que no la había podido reconocer a la primera. Pero en esencia, seguía siendo ella. Su ella.
- Estás loca.
- Tú fuiste el primer loco que me tendió la mano, ¿lo recuerdas?
- ¿Y qué?
- Que la cogí - contestó ella de inmediato.
El hombre pareció confundido un momento. Entonces recordó en instante en que ella le había cogido la mano para ponerse delante de él y protegerle de aquella bala.
- ¿Eso significaba que querías venir conmigo? - soltó él.
- Hasta el fin del mundo si hubiera hecho falta - dijo la chica, repitiendo las palabras que él la había dicho aquel día en las montañas.
Él puso los ojos en blanco un momento.
- ¿Cómo pude ser tan estúpido? - musitó -. ¿Y tú? ¿Por qué te desmayaste con tanta facilidad? ¡Haberlo dicho claramente, mujer!
- ¡Oye, que la que tiene y tendrá de por vida una cicatriz en el hombro soy yo! - le espetó ella.
- Es que no deberías de haberme salvado la vida - la cortó él. Realmente eso le enfurecia. El hecho de que ella le hubiera tenido que proteger a él de aquella forma.
- Entonces si que no me hubiera perdonado nunca el estar viva y tu muerto - contestó ella, igual de firme que él -. Pero, si no quieres que esté aquí, puedo irme. No es que tenga un lugar al que volver, pero...
Él soltó un bufido que la hizo callar y la miró, muy seriamente.
- ¿Puedes dejar de hacer eso? - la espetó.
- ¿Hacer que? - susurró la chica.
- Ser tan sumamente adorable - contestó el hombre de ojos claros.
Ella abrió la boca para decir algo pero solamente dejó escapar el aire de sus pulmones. Se frotó las manos, algo nerviosa. Rozó la alianza con los dedos, como había hecho él. Sho se dio cuenta de que lo llevaba puesto aún y sintió como si un estúpido peso se le quitase de encima.
- Lo siento - susurró al fin, mirándose las manos -. No se por qué siempre hago las cosas sin pensar, como decir que estoy muerta, ¿a quien se le ocurre...?
Sus manos se detuvieron cuando la mano izquierda del hombre las sujetaron con suavidad. ¿Cuándo se había acercado tanto a ella? Dio un ligero bote y le miró a los ojos. Parecía tranquilo, como siempre. Pero pudo ver un ligero rastro de angustia en su rostro.
- No vuelvas a morirte, ¿me oíste? - susurró.
- Sho...
Sin soltar sus manos, la rodeó con el otro brazo contra él con fuerza, escondiendo su cara en su hombro y apoyando la mejilla en el pelo de la chica. Ella no se movió un instante y después solamente cerró los ojos. Él cogió sus manos y la hizo rodearle la espalda, mientras que su mano quedaba libre para abrazarla todavía más fuerte.
- Sho... duele... - susurró ella de inmediato.
- Perdona - dijo de inmediato, aflojando un poco el abrazo pero sin dejarla apartarse -. ¿Estás bien?
- Está cosido y vendado. Nada que no vaya a superar.
- Siento que te vaya a quedar una cicatriz ahí - susurró en su oído -. Pero yo cuidaré de esa herida hasta que desaparezca. No te preocupes.
El hombre de ojos claros la acarició el pelo con una mano varias veces. No se acostumbraría fácilmente a que estuviera tan corto, pero ahora eso era lo que menos importaba. Estaba viva. Pero había estado muerta realmente. Sus labios se movieron solos a su frente al mirar de nuevo a sus ojos, no pudo evitar besarla. Si alguien les veía, era capaz de matarlo. Pero necesitaba besarla. Volvió a sentir ese calor inundando su pecho con cada beso, con cada roce de los labios suaves y calientes de la chica. Nunca entendería por qué amaba tanto a aquella mujer. Pero no podía volver a perderla. Acarició su cara y siguió besándola como un loco, mordiendo incluso ligeramente los labios para sentirla todavía más cerca. Jugó con su lengua, provocándola. Ella solo se dejaba llevar, como siempre, como a él le gustaba. Entonces él notó algo húmedo en las mejillas. Casi asustado, volvió a abrazarla con cuidado por la herida. Ella, mientras se lamía los labios enrojecidos de los besos, quiso moverse para mirarle a los ojos. Pero él la sujetó y no la dejó.
- No te muevas, por favor. No me dejes soltarte - susurró.
No podía permitir que le viera llorar. Pero no había podido resistirlo. Por fin volvía a abrazarla, a sostenerla entre sus brazos de aquella forma, contra su pecho, sintiendo su corazón latir contra él, porque ella siempre se aceleraba cuando estaba tan cerca suyo.
- ¿Qué vas a hacer ahora? - la preguntó.
- No lo se. Quería desatarme de cuanto me alejaba de ti. Ya lo he hecho. Pero no se si puedo... - susurró.
- Átate a mí, por favor - la pidió -. No quiero volver a echarte de menos. No quiero perder mi estrella y quedarme otra vez ciego en la oscuridad - susurró, colocándola un poco el flequillo de lado. Realmente parecía un chico.
- ¿Cómo puedo entrar en tu vida así de repente? ¿Y ellos...?
- Si les conozco, que les conozco - el hombre se separó ligeramente de ella -, te estarán preparando una habitación en nuestra casa - sonrió de lado.
- ¿Seguro?
Él se apartó unos pasos y luego volvió a tenderla la mano.
- ¿Qué haras? ¿Vienes conmigo? ¿Lo abandonarás todo? No habrá marcha atrás, ya lo sabes.
- Ya lo he abandonado todo por ti, Sho - dijo, cogiéndole la mano con la derecha -. No me queda nada más que tú. Y te quiero.
En lugar de tirar de ella hacia él, se acercó para no lastimarla el hombro y la besó la frente. Ella cerró los ojos un momento y sonrió. Entonces caminaron uno junto al otro, con paso elegante, tranquilo, seguro, con las manos en los bolsillos, como dos hombres completamente misteriosos y rodeados de oscuridad que solamente ellos lo sabían absolutamente todo del otro. Y sabían que tenían corazón.

9 comentarios:

  1. Aaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy le quiero, le quiero, le quiero, le quiero!!! Bueno y a ti también.
    Bah, no hace falta una habitación, con la suya me vale y me sobra.
    Para no tener pensado seguir te has salido como tantas otras veces. Eres increíble, de verdad.
    Por cierto, me gusta esa foto de él

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  2. Bueno, eso ya lo decidirá él cuando lleguen a la mansión y él la meta en su habitación y luego vayan los seis a comprar ropa de chico para ella, y luego se vayan a comer y al parque de atracciones. Aunque también tienen que trabajar a veces...
    Pues no se... si salió bien, me alegro, oye.
    Pues la foto es improvisada, porque no estoy en casa con las mil fotos de mir portátil.

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  3. Y no la deje salir.
    Ya me imagino que la dejen en casa descansando y vayan a comprar ropa de chico para ella y los 5 discutiendo por la ropa....xDDQue geniales, joder.
    Salió, salió no lo dudes
    ¿Dónde andas?

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  4. Casi mejor que vaya ella también. Me encantaría verles a los cinco frente a los probadores y la chica saliendo cada vbez que se probase un traje, una camisa, una corbata... y Kazu llevándole cada vez más y más y más ropa xD
    Pues si salió aunque fuera medianamente, me alegro. Si lo necesitabas, ahí lo tienes.
    En casa de mis abuelos ahora mismo.

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  5. Tampco estaría mal. Además...me gustaría ver a Sho en esa situación :p
    Arigato gozaimashita

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  6. Si, su cara de "no la mireis, joder!" >o<
    Doitashimashite. Es un placer, como siempre.

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  7. Jajajaja le amo. Te imaginas a Jun trayéndole camisas, a Kazunari pantalones, a Satoshi corbatas y a Aiba...no sé cualquier otra cosa y a Sho con toda esa ropa encima mientras ella se cambia y sale y así? *o* qué ricos, jope.

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  8. Zapatos, Masaki los zapatos. Si, si, justo digo así :D

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