sábado, 12 de marzo de 2011

Nihon.

Horas de interminable pánico. Preocupación a flor de piel. La naturaleza es hermosa a la vez que caprichosa. Podía meterse los terremotos y los tsunamis por donde yo dijera. Ellos estaban acostumbrados a temblores. Eran como el pan de cada día, sí. Pero esta vez, verlos correr por las calles mientras éstas se levantan en enormes grietas y tiemblan...
La magnitud fue más grande que la del terremoto de Kobe durante los años veinte. Ese desastre dejó unos 140.000 muertos. Pero a partir de ese momento, la construcción de todo tipo de edificios mejoró, buscando una forma de evitar aquello de nuevo. Ahora, tantos años después, han logrado rebajar el número de personas muertas en un desastre natural, gracias a dios. Y aún así, 1.500 es una cifra escalofriantemente alta. El mar se lo llevó todo en Sendai. El puerto, el aeropuerto, la ciudad quedó anegada por el agua del tsunami que se desató tras el temblor. Puede recuperarse, es cuestión de tiempo.
Los japoneses saben trabajar en equipo, saben aguantar hasta el final y saben pelear por cosas así. Aunque no volverá a ser lo mismo. Solo queda esperar. Me gustaría como a la que más poder ayudar, desde aquí o incluso yendo allí ya mismo. Pero eso ahora es imposible.








Sayonara, Sendai. Sayonara, minna.

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