miércoles, 16 de marzo de 2011

Itsumo Soba Ni Iru Yo.

Sakurai Sho. El hombre más buscado del país. La idea de imaginar que estaba tras la puerta que el escuadrón de la policía iba a tirar un instante después, la hizo dudar un segundo. Le había querido como nunca antes a otro hombre. Pero él solamente la había utilizado como hacía con cada una de aquellas mujeres a las que después de seducir, cerraba la puerta en las narices. Respiró hondo y dio la señal para entrar en la mansión. Había olvidado cuantas veces había entrado allí. Había caminado por esos pasillos majestuosos, llenos de lámparas antiguas pero elegantes, con cortinas de terciopelo rojo oscuro en los ventanales y alfombras de algodón del más fino que existía.
Los hombres del escuadrón recorrieron la mansión entera, mientras ella dejó que sus pies la llevasen hasta aquella habitación. Se detuvo frente a la puerta, con el arma aún en la mano derecha pero abajo. Alargó la mano libre alcanzó el manillar de la puerta. Abrió muy lentamente y entró empuñando la pistola, mirando cuidadosamente a todos lados. Las cortinas estaban echadas, no veía bien. Pero aquel ambiente la recordaba a aquellas noches de pasión que se había dejado llevar por ese hombre entre las sábanas de aquella enorme cama. Se maldijo a sí misma en silencio por haber sido tan descuidada y haberse al final enamorado de él. Y trató de prometerse que, si lo veía, dispararía.
Dio pasos firmes pero muy lentos hacia el centro de la habitación. Y de pronto la puerta se cerró muy suavemente. Se giró en redondo con la pistola en alto y una mano ligeramente grande la sujetó la muñeca para hacerla soltar el arma, mientras que otra la amarraba de la parte posterior del cuello y la empujaba contra la pared, al lado de la puerta de madera. Ella dejó escapar un quejido al chocar fuertemente contra la pared y luego le miró. Estaba a escasos centímetros de ella y no sabía dónde exactamente había caído la pistola. Sintió esos ojos claros mirar a los suyos y se mostró desafiante frente a él.
- Sabía que vendrías – susurró él.
Su voz era suave, delicada, seductora. Imaginaba sus labios pronunciando esas palabras y el deseo que había sentido por ellos volvió a revolver su corazón.
- Estás arrestado – dijo ella, tratando de apartarse de él. Pero el hombre la sujetaba por el cuello y su cuerpo la acorralaba contra la pared de forma que no podía apenas moverse sin tocarle la cintura, la cadera o el pecho.
- Soy yo quien quiere atarte a la cama, bebé – sonrió él, de forma retorcidamente sexy.
- Cállate, maldito cabrón – soltó ella, enfrentándole -. Te atraparán. No podrás salir de aquí.
- Que conozcas esta casa no significa que conozcas cada recoveco de ella, Izumi.
- Conocerte a ti no significa tampoco conocer tu yo de verdad, ¿no es así? – susurró la mujer.
- Créeme, eres la única que lo ha visto – la replicó -. Porque el tuyo es el único nombre he gritado mientras te hacía el amor.
- Ya basta – le cortó, intentando no pensar en el pasado y recordar que él era el malo -. Voy a detenerte, Sho. Pase lo que pase, te detendré.
- Lo intentarás. Pero no vas a apretar ese gatillo contra mí, morena. Lo se, te conozco. Y se que sigues sintiendo por mi – susurró, acercándose más a ella hasta rozar su frente con la suya -, lo mismo que yo por ti.
Sus labios se quedaron a un empujón de los de ella. La chica no cerró los ojos. Porque la gustaba ver su rostro cuando la besaba. Y él lo sabía.
- ¿Esperabas un beso? – musitó.
- Te odio, te odio más que a cualquier cosa, Sho – contestó ella.
- Adoro tu personalidad, morena – sonrió de nuevo el hombre de ojos claros -. Y me alegro de que todavía confíes en mi.
- No sabes lo que dices. Nunca jamás confiaré en ti, ni en nadie. No eres más que un…
Él la acalló poniéndole el dedo índice de la mano libre sobre los labios. Sus ojos seguían siendo desafiantes pero los de él solamente brillaban. Como siempre.
- No te engañes a ti misma, cielo. Confías en mí. Sino, la inspectora jefe de la policía nacional nunca hubiera entrado en la mansión de un asesino a sueldo sin un chaleco antibalas y siempre protegida por esos gorilas del escuadrón especial de asalto – susurró él.
- Eres un canalla – susurró ella -. ¿Te divertiste utilizándome por ser policía?
- Yo no soy del tipo que te trató como a una cualquiera – recordó el hombre de ojos claros.
- Yo no soy la puta de nadie – rugió ella.
- Claro que no eres de nadie – dijo él de inmediato -. Porque eres mía.
- He dicho que no soy tu puta, Sakurai – siseó de nuevo entre dientes.
- No he dicho que lo seas – dijo el hombro, con voz ligeramente infantil e inocente a la vez que cargada de deseo -. Tú eres la mujer de mi vida – susurró en su oído, besándola suavemente la parte superior de la oreja como hacía siempre que se ponía meloso.
- Eso es mentira – dijo ella, tratando de resistirse a él.
- Tus ojos saben que no miento – siguió él -. Y tu boca desea que deje de hablar, ¿verdad? Tu olfato busca mi olor y tus manos mi cuerpo. Tu oído solo quiere escucharme susurrarte en él y tu corazón solo desea seguir siendo como el mío mismo. ¿Me equivoco, pequeña?
- ¡Cállate! – gritó.
Trató de revolverse, negándose todo aquello en vano. Era tal como decía, sí. Le amaba más de lo que podía haber pensado, y el muro que había intentado construir a su alrededor era completamente inútil contra él. Quiso llorar. No podía evitar quererle como lo hacía. En medio de su berrinche contra sus propios sentimientos, le abrazó. Se amarró a su cuello con los brazos tan fuerte como pudo y se pegó a su cuerpo, sintiendo su calor. Seguramente le estaba haciendo daño por ese abrazo tan fuerte, pero él no la apartó. Después de que ella hubiera dado aquel paso con semejante determinación no podía decirla que no.
- Te…
La puerta se abrió de golpe, clavándose en la pared incluso. Una pistola les apuntó a la cabeza.
- ¡Suéltala!
- Espera, Maki – increpó ella, deteniendo a su compañera -. No lo hagas – la pidió.
- ¿¡Has perdido el juicio, estúpida!? ¡Es un asesino! – gritó, apuntándole aún, aunque era complicado puesto que ella estaba pegada por competo a él -. ¡Apártate y lo arrestaré!
- ¿Y el escuadrón? – interrogó la chica.
- Revisando el patio y el otro edificio – contestó, mirando al hombre fijamente.
Se hizo un silencio incómodo en el que ella trató de poner en orden sus prioridades. Pero entre ellas, él siempre salía elegido el primero. Se rascó la cabeza con fuerza y no se movió de donde estaba, a centímetros escasos del asesino.
- Sho, nos vamos – dijo entonces una voz, apareciendo por detrás de la estantería de la pared -. Oh, mal momento – dijo al ver la escena.
- Sí, nos vamos, Kazu – el hombre la miró -. ¿Qué harás?
- Vete – musitó.
- Entonces no volveremos a vernos – dijo él, ladeando la cabeza -. ¿Estás de acuerdo con eso?
- Vete ya, por favor. No lo hagas más difícil – le pidió, abrazándose a si misma. De repente había admitido todo lo que sentía en su interior por él y realmente, era una sensación agradable, como si se hubiera quitado el mayor peso del mundo de encima.
- ¡No voy a permitir que se vaya! ¡Dispararé!
Ella iba a decir algo, a tratar de convencerla, pero se calló. ¿Cómo convencer a una policía de que dejase escapar a un asesino a sueldo al que parecía odiar?
- ¿Molesta? – dijo entonces el hombre -. Por no haber sido mía.
- ¡Cállate! Solo tenías que elegirme, Sho – susurró ella -. Pero te equivocaste. Y ahora, voy a meterte en la cárcel para que te pudras el resto de tu vida.
La morena miró al hombre con cara de incredulidad, aunque la sorpresa llegó más por parte de su compañera. ¿Decía aquellas cosas en serio?
- No me atraparás. No mientras tenga que protegerla a ella de ti – aseguró él.
- ¿A mi? – soltó la mujer -. Somos compañeras, ella no…
- ¿Quién demonios crees que estuvo a punto de matarte en el coche cuando ibas a la cabaña donde nos íbamos a ver aquella semana de octubre, morena? – la cortó él. Su voz sonaba ligeramente enfadada al recordar aquello.
- Fue un accidente, Sho… - susurró ella.
- Por favor, no seas ingenua – dijo la otra chica -. Es cierto que lo hice. Y fue por ti, por ti – le espetó a él.
- Kazu – llamó a su compañero.
- Todo listo, Sho – dijo él, que estaba apoyado en la pared al lado de la estantería que dejaba ver el pasadizo, de brazos cruzados.
- ¿Nos vamos? – le preguntó a la morena, tendiéndole la mano.
Ella volvió a dudar. Una cosa era dejarle ir a pesar de amarle y otra dejarlo todo, absolutamente todo por estar con él. Sus ojos miraron un instante a Maki. El tiempo suficiente para verla apretar aquel gatillo. La chica cogió la mano de él y se puso delante de su pecho, recibiendo aquel balazo en el hombro derecho, el que cubría el corazón del hombre de ojos claros, algo más alto que ella. La sangre manchó la camisa blanca de él, que gritó su nombre, aterrado, cuando ella cayó entre sus brazos.
Un segundo disparo con tan solo un instante de diferencia. Maki cayó al suelo desplomada, sin respirar. El hombre no se preocupó lo más mínimo del arma que la había disparado. Kazu le había hecho un favor, aunque le hubiera gustado disparar con su propia mano. Sujetó a la mujer entre sus brazos y la sujetó la cara para que le mirase.
- ¡Oye, oye, abre los ojos, vamos! – la gritaba -. ¡No me jodas, ¿quieres?!
- Sho, tenemos que irnos. Vuelve el escuadrón – se apresuró Kazu.
- ¡No puedo dejarla aquí! Si ven esto, se darán cuenta de que ella pretendía dejarme escapar y entonces pagará por mí. No puedo permitir eso – dijo, mientras presionaba la herida y la sentía respirar débilmente.
- ¿Nos la llevamos? Sho, sabemos que hacer eso, es condenarla – susurró el chico, acercándose y agachándose a su lado, poniéndole una mano en el hombro - ¿Vas a hacerlo? Si nos la llevamos, no tendrá marcha atrás. No podrá volver. Nunca más. Ella sabía que eso pasaría si se iba contigo. Y ella dudaba.
-¿¡Y qué más puedo hacer!?
- Entregarte no es una opción – le cortó Kazu -. Lo siento, pero no. Nosotros no te dejaremos hacerlo.
- ¡Pero Kazu…!
- Decide ya, Sho. No tenemos tiempo.
El hombre la miró, inconsciente entre sus brazos. La herida seguía taponada pero también sangraba cada vez más. Si la dejaba,
tal vez le acusaran a él de intentar matarla y no pasara nada más pero, ¿y si no era así? Ella estaba perdida si la acusaban y la condenaban por dejar marchar a un asesino y quizá, por la muerte de Maki. Pero si se la llevaba, no habría marcha atrás. Tendría que vivir como él, huyendo cada poco de los lugares en los estaba, durmiendo con un arma debajo de la almohada y expuesta al riesgo de que él no pudiera protegerla de su trabajo. No sabía qué prefería, sin condenarla él o dejar que otros la juzgasen por lo que había hecho.
- Sho, lo único que no puedes hacer – susurró él, acariciando el pelo de la chica -, es dejarla morir.
El hombre de ojos claros levantó la vista hacia Kazu un instante y luego volvió sobre ella. Poco a poco la llama de su vida, de su propia existencia, se apagaba. No podía dejar morir a su sonrisa. No podía dejar al mundo y a su propio corazón sin sus ojos. No podía perderla.
Respiró hondo y luego suspiró. Sus ojos mostraron aquella decisión que tenían siempre que se enfrentaba a sus enemigos y tenía que actuar. Porque no podía dejar que juzgasen el hecho de que ella se había enamorado de él. Porque sabía lo que tenía que hacer. Porque estaba decidido a hacerlo. Y tal vez, preparado para perderla. O no.

7 comentarios:

  1. Venga va, vamos a hacer una resta me has dicho que lo vea a las doce menos cuarto, son menos cinco y me lo he leido tres veces. ¿Responde eso a tú pregunta de que si me gusta?

    Pobre mujer, lo que tiene que aguantar conmigo...Te debo demasiado

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  2. Yo no se restar. Soy de letras xD

    Si, si, claro, pobrecita de mí que como es tanto suplicio escribir. Deja de decir chorradas y dedica el tiempo que usas para decirlas a soñar para siempre.

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  3. ¬¬"

    Se me da de maravilla decir chorradas, es casi lo único que sé hacer, ya lo sabes.
    En serio, no hablaba solo de escribir, boba, hablaba de aguantarme a mi en general

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  4. Jajajajajajaja.

    No se te da de maravilla, solo improvisas. Así que aprovecha el tiempo para divagar y soñar y deja las chorradas como hobby.
    Aguantarte es fácil. Porque tú me aguantas a mí.

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  5. Creo que va todo en el lote, ¿soy polifacética, recuerdas? :pp
    Uy, sí, me cuesta tanto...

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  6. Polifacética no, tienes un trastorno de personalidad múltiple :D
    Pues tanto como a mi. En paz.

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  7. Gracias, cariño.
    Voy a acabar copiando e imprimiendo lo estoy viendo xDD

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