viernes, 30 de abril de 2010

until the end... of times.


Las promesas se rompen, los sueños se destruyen, las esperanzas vuelan alto, los miedos provocan llanto, los golpes, dolor, las decepciones, debilidad. La ausencia de sonrisas, de besos, de caricias, de miradas, de palabras y de cariño tiene una definición. Soledad.
No siempre sale todo bien. No siempre se tiene suerte. No siempre hay alguien para tenderte una mano. No siempre se puede ser feliz. No siempre soñar sirve para algo. No siempre se puede vivir para contarlo.


Dejó con delicadeza la rosa roja sobre la fría piedra y suspiró.
- Se que odiabas las flores - susurró -. Pero te aguantas.
Una ráfaga de viento movió su pelo con fuerza y se llevó el aliento de su siguiente suspiro, con el que trataba de contener las lágrimas.
- Hola - musito -. Ride.
De pronto, un trueno resonó en el cielo, partiéndolo en dos. La lluvia comenzó a caer con fiereza sobre las lápidas y sobre ella, empapándola.
- Maldito bastardo – susurró -. Espero que estés pudriéndote en el infierno.
Cerró los ojos un instante y respiró hondo.
- ¿Sabes? Soy idiota. Aún hoy sigo preguntándome el por qué. ¿¡Por qué cojones me hiciste aquella promesa si no has podido cumplirla!? ¿Dónde está el vivieron felices y comieron perdices? ¡Ride! – chilló.
Otro trueno ahogó sus gritos de dolor. Ella trató de limpiarse las lágrimas. Y de la nada, un paraguas la cubrió. Se giró lentamente.
- ¿Qué haces aquí, amor? - preguntó el chico rubio que sostenía el paraguas negro.
- Nada. Solo vine a insultar a este tipo. Es un viejo compañero - susurró.
La palabra compañero se clavó en su corazón.
¿Amor? Yo no le amo, Ian. Es solo físico....
Y un cuerno.
- Deberíamos irnos ahora que ya has visitado a tu padre - siguió el chico -. Mira como tienes toda la cara, llena de agua - sonrió, acercándose dulcemente para quitarle el agua.

"Tus lágrimas se confunden con el agua que resbala por tu cara. Pero a mí no puedes engañarme, pequeña."

La voz de Ride resonó en su mente y aquel sentimiento de culpa volvió a palpitar dentro de su pecho. El hombre que estaba a su lado la sujetó la cara y la besó suavemente. Ella cerró los ojos, dejando escapar una solitaria y última lágrima. Tras eso, la abrazó con fuerza.

Habían pasado once meses desde que su padre fue asesinado por Xander. Y también Ride. Aquel disparo le había atravesado el estómago de parte a parte, arrebatándole la vida casi al instante.
- A… Aria… - musitó, cuando ambos cayeron al suelo por el peso del chico.
- ¡No hables! ¡Aguanta! ¡Aguanta, por favor!
Los ojos de Ride se desviaron hacia su hermano y ella los siguió. Su corazón se acongojó. Hunter ya no respiraba.
- Tranquilo, tú saldrás de esta, ya lo verás.
- ¡Vamos! – gritó el hombre, acercándose a ella.
- ¡¡No!!
- A… Aria… Aria…
- ¿Qué? ¿Qué pasa? Tranquilo, estoy aquí – susurro, entrelazando su mano con la del chico, que la estaba buscando.
Aria pudo notar que Ride ya no veía, porque la buscaba con la mirada como si no fuera capaz de enfocarla. Eso hizo que sus lágrimas resbalaran como torrentes por su cara. Se acababa.
- Aria… te qui… te… quie…
La mano que la chica sostenía con fuerza, dejó de hacer presión.
- ¡¡¡RIDE!!! ¡HÁBLAME! ¡MÍRAME, ESTOY AQUÍ! ¡RIDE!
- Apártala ya de ese cadáver y vámonos – le urgió Xander.
- ¡Te quiero, mi amor, te quiero! – gritó, aferrándose con fuerza al cuerpo del pelinegro -. Perdóname, perdóname por todo…
El hombre la apuntó con la pistola en la cabeza.
- Vámonos – ordenó.
- ¡Dispara! – le desafió -. ¡Vamos, hazlo! ¡Mátame y acaba con todo!
Pero su jefe la quería viva. Así que simplemente la golpeó en la cabeza con la culata de la pistola.
Ella nunca supo nada más de él. Su hermano la utilizó para engañar al padre de Ride, al cual después asesinó. Se hizo con el control de absolutamente todo. Pero ella se había propuesto destruir por completo su imperio, y después acabar con él. Xander la utilizaba para satisfacer a sus invitados más sofisticados e importantes en los negocios. Ella lo aceptó, pero sacó provecho de ello. Consiguió informaciones y sobrevivió. Entonces un día, cierto rubio inversor de su hermano apareció. Tuvo que servirle como a cualquier invitado. Pero descubrió algo que no hubiera imaginado.
- ¿Eres policía?
- No me obligues a matarte – dijo él -. Estoy en una misión ahora mismo. No voy a arriesgarme a que se lo cuentes a tu hermano.
- ¿Cómo sabes que es mi hermano?
- Igual que se que él mató a tu padre, el superintendente, y a tres de los miembros de la familia Tokuo.
- Ride… - susurró ella.
No había vuelto a repetir ese nombre en mucho tiempo. Su corazón reabrió viejas heridas y sus ojos se llenaron de lágrimas.
- Estoy investigando sus muertes. Quiero coger a este cabrón. Porque es mi deber… - se sentó en la cama de la suite al lado de ella y la cogió la cara con la mano derecha – y por todo lo que te ha hecho sufrir, Aria.
Ese nombre tampoco lo oía muy a menudo. Entonces le recordó. Aquel chico había estado en el club de deportes de su instituto, hacía diez años; y aún la recordaba.
¿Aún después de muerto no te resignas a dejar que me hagan daño?
Había pensado una noche, mirando al cielo y pensando en Ride. Idiota.
Desde aquel día, entre los dos lograron encontrar un hilo del que empezar a deshilar todo el imperio de Xander y lo lograron, obligándole incluso a tener que esconderse en algún lugar, derrotado y desahuciado. Aunque lamentablemente, vivo. Aria se había quedado entonces con aquel policía rubio de ojos azules que había cuidado de ella durante aquel tiempo, llegando incluso a casarse con él. No tenía nada que perder ya, y alguien como él al menos la hacía sonreír.


- ¿Estás bien? – susurró él, al separarse de ella.
- Sí - contestó, limpiándose la cara -. Vámonos - dijo, cogiéndole de la mano fuertemente.
Y lentamente, se alejó de aquel lugar, sin poder evitar mirar atrás un instante. Al hacerlo, por un segundo vio, sentado sobre su propia tumba, al mismísimo Ride, vestido de negro, con la rosa en la mano y cerca de su nariz. Luego, la miró fijamente y desapareció. Ella sonrió y, definitivamente, se alejó de allí.



“Te quiero, Ride”, pensó.

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