jueves, 15 de abril de 2010

sombra del corazón.

El ascensor respondió antes. Las luces titilaron un momento y se encendieron. Comenzó a subir despacio, con un sonido de traqueteo que indicaba que se acababa de poner en marcha y que iba un poco lento. Un par de pisos antes de que llegaran, Ride se puso delante de Aria, sin mirarla, dejándola a su espalda. Como si quisiera protegerla. Ella se dio cuenta de que el instinto para los problemas que tenía Ride había saltado, lo que significaba que algo estaba pasando. Cuando la puerta se abrió, el chico sacó una pistola del cinturón y apuntó a quien estaba detrás de la puerta blindada.
- Hunter... - musitó.
- ¿Tú? - susurró Aria, como espantada.
- Lo siento - dijo él.
Al menos diez hombres armados y vestidos de negro esperaban tras el médico. Les apuntaron todos a la vez. Ride, cegado de ira, se lanzó contra Hunter.
- ¿Por qué? ¿¡Por qué, maldita sea!? ¡Eres mi hermano! - chilló él, mientras se lanzaba contra Hunter.
Sin delicadeza alguna, más bien con ganas de matarlo, acorraló al médico contra la pared y lo encañonó en la cabeza, mientras le miraba con lágrimas acumuladas en los ojos.
- ¿Por qué nos has entregado? ¿Por qué a los dos? - le preguntó -. Hubiese bastado conmigo, no tenías que meter a Aria en esto.
- No. No las matéis. Ha cumplido - sonó la voz áspera de un hombre detrás de todos los vestidos de negro.
Ride, sin salir de su asombro, miró a su hermano bajar la mirada. Entonces se apartó de él.
- Las tiene, Ride. A las tres pequeñas. Eran ellas o vosotros - dijo -. No intento justificarme. Pero...
- Cállate - le espetó Ride, volviendo delante de Aria con la pistola aún en la mano.
- Suelta el arma, muchacho. O os mataremos a los dos aquí y ahora. Vamos.
Él aflojó la mano, pero Aria la sujetó para que sostuviera el arma con fuerza.
- ¿Qué haces?
- Dispara - musitó.
- No voy a ponerte en peligro. No pienso dejar que te maten - dijo. Su voz era seria, como si nada de lo que ella dijera, pudiese hacerle cambiar de opinión.
- Pero...
El sonido del arma al caer el suelo fue la respuesta del chico. No dejó de mirarla hasta que uno de ellos se acercó a Aria y la apartó de Ride tirándola del pelo. El chico fue recibido con un gran puñetazo por parte de Ride.
- ¡Ni se os ocurra ponerle una mano encima! - gritó.
Todos los hombres se le echaron encima. Entre dos lo sujetaron y otros dos, lo golpearon varias veces. Aria solo miraba. Ride pensaba que no le perdonaría por todo cuanto le había contado. Entonces, junto al siguiente golpe, dejó escapar un par de lágrimas de sus ojos, acumuladas allí por Aria. Junto a eso, dejó ir un grito de dolor.
-¡¡No!! - gritó entonces Aria, que había estado impasible -. ¡¡Soltadlo!! - chilló, llorando, mientras uno de ellos la sujetaba.
Ride levantó la vista para mirarla. Otro puñetazo le hizo apartar la vista de la cara empapada en lágrimas de la chica.
- ¡No! ¡¡No le hagáis daño!! - pidió ella.
- Aria... - musitó, tratando de dirigir sus ojos hacia ella y mirándola por debajo del pelo que ocultaba su cara. Lloraba por él. Odiaba verla llorar. Pero era por él -. Te sacaré de esta. Lo prometo - susurró.
Ella se calmó al ver aquella decisión y fuerza en los ojos del chico. ¿Seguía diciendo aquello incluso en una situación como esa?
- A veces entiendo por qué te quie...- empezó ella.
Unos labios ajenos taparon sus palabras. Ella se revolvió y, cuando logró apartar la cara, golpeó a quien la había besado con la cabeza, abriéndole una gran brecha en la frente y provocándose una a sí misma. Se mareó durante unos segundos y dejó caer la cabeza hacia delante, cerrando los ojos.
- ¡¡No vuelvas a tocarla!! - rugió Ride.
Por un instante, los hombres que le sujetaron, temieron que se soltara. Era como si hubiera estado ahorrando energía y ahora soltara toda su ira y su rabia transformadas en fuerza.
- No la toques - dijo el que parecía dirigirlos -. Su hermano la quiere entera.
- ¿Mi hermano...?
- Sí, será una bonita reunión familiar - apuntó el mismo hombre -. Tiene que usarla, así que, no la toquéis ni un pelo.
- ¿Usarme...?
El hombre se había dado la vuelta ya, pero contestó.
- Necesita pagar a mi jefe por este trabajito. Y tú eres ese pago - dijo.
- ¿Quién es tu jefe? - quiso saber Ride, que preguntó en un murmullo, mientras miraba al hombre a través de su flequillo.
Él hizo un amago de carcajada.
- Tu padre - contestó, para luego alejarse.
Ride levantó la cabeza y miró a Hunter. Él asintió levemente con la cabeza. Lo que quería decir que realmente su padre había secuestrado a sus hermanas, a sus propias hijas, para tener a los varones bajo control, ya que eran los únicos que protegían a las chicas.
- No le bastó con mi propia madre - susurró Ride - no le bastó con la madre de Aria, ni con su padre, ni con secuestrar a mis hermanas... ahora también quiere llevársela a ella de mi lado - musitó -. Voy a matarlo. ¡Juro que lo mataré! - chilló, haciendo fuerza de nuevo.
Pero no sirvió para nada. Los hombres les llevaron hasta una habitación aislada, llena de sábanas y toallas del hospital. Les encerraron allí, atados de pies y con una mano de cada uno en las esposas, pasando las esposas por una tubería enorme que cruzaba aquella habitación. Además, habían dejado una pequeña bomba encima de una de las estanterías. Era de humo y comenzaría a soltar cloroformo en apenas unos minutos. Y si se dormían, estaban perdidos.

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