miércoles, 21 de abril de 2010

miedo no. pánico.


Sintió como las lágrimas se acumulaban en sus ojos mientras se acercaba a la cama. Con el dorso de la mano se limpió la cara y le alcanzó la mano. Temblorosa al principio, sus dedos se cerraron en torno a la mano del hombre que yacía bocarriba sobre la cama.
- Papá... - susurró -. Hola.
Tragó saliva, antes de quedarse sin aire.
- Estoy aquí. No te preocupes. Voy a cuidar de ti.
- No le prometas cosas que no vas a poder cumplir - la voz de Ride solo fue un susurro suave y sin intención de molestarla.
- Eso no es verdad. Ahora que estoy aquí...
- ¿Acaso tienes súper poderes para devolverle la vida?
- ¡Ride! - le gruñó, pero sin levantar la voz. A veces le odiaba. A él y a ese lado sumamente frío, insensible y realista hasta cierto punto, que poseía.
- Estoy seguro de que él no querría que le dieras falsas esperanzas. Ni que te sintieras culpable de no haber podido cumplir la promesa que le quieres hacer - musitó él, sin inmutarse.
- Él te odia. Lo sabes, ¿verdad?
- Lo sé. Pero ambos tenemos un deseo en común y por eso me quedaré aquí aunque él esté removiéndose más tarde en su tumba - murmuró, acercándose a ella.
Puso su mano derecha sobre la de Aria, la que estaba entrelazada con la de su padre. Ella se sobresaltó y le miró. Estaba muy cerca de ella y la miraba fijamente a los ojos.
- Ese deseo, es protegerte y cuidar de ti, Aria - dijo.
La chica parpadeó un par de veces y volvió a mirar hacia su padre.
- Lo siento. Lo siento mucho. Te he fallado, papá. Te he fallado dos veces. Espero que puedas perdonarme por eso.
- Tú no le has fallado – susurró Ride.
- Sí, Ride. Tenía que haberle protegido, tenía que haber evitado que esto pasara y no lo hice. Y…
- Él no querría verte triste.
- Qué sabrás tú – musitó ella.
- Más de lo que crees – susurró en su oído.
- Y también le he fallado respecto a la promesa que le hice hace tiempo – siguió ella.
- ¿Rompiste una promesa? Eso es difícil de perdonar – dijo él.
- Le prometí que nunca jamás me abandonaría a ti. Le prometí que no me enamoraría de ti otra vez – murmuró, sin mirar al chico -. Y he roto mi promesa.
- Aria…
La puerta se abrió de golpe, causando un gran estruendo. Ellos se giraron de inmediato.
- Así que, estabais aquí – dijo una voz burlona -. ¿Tratando de salvar ese cadáver? Por favor. Creí que seríais más inteligentes, la verdad. Sino ella, sí tú, Ride.
El chico se movió inconscientemente para colocarse frente al hombre dejando a Aria escondida tras él. Pero la chica soltó la mano de su padre y se puso a su lado.
- Si queréis sacarme de aquí, tendrá que ser muerta – soltó, con calma.
- No, no podemos matarte. Es una orden.
- Pues lucharé cuanto haga falta. Pero no me vais a poner una mano encima.
Ride sonrió a medias. Su querida niña no necesitaba protección alguna. Porque ya no era una niña.
- Bastará con algo que te impida moverte – comentó él, sacando una pistola.
A penas sacó el arma, la primera bala salió disparada contra la pierna de la chica. Aria cayó al suelo, con Ride tras ella.
- ¿¡Estás bien!? – preguntó.
- Sí… - susurró, evitando mirar la sangre que salía de su pierna.
- Esta me la pagarás – juró Ride.
- Oh, sí, claro – dijo, con sarcasmo -. ¿Y qué vas a hacer, gran héroe? Estás solo e indefenso ante una banda de hombres armados.
- No exactamente.
Un nuevo disparo atravesó el pecho del hombre que se situaba detrás de aquel que había disparado a Aria. Cayó al suelo, muerto. Y ambos pudieron ver un flequillo rubio moverse a gran velocidad hasta apuntar con el cañón la cabeza del que quedaba en pie.
- Hablando de indefensos, estás solo. Nosotros somos más y nos hemos ocupado de tu pequeña banda de pardillos – dijo el rubio, apoyado en el quicio de la puerta y sin bajar el hombro -. Esa herida tiene muy mala pinta. Debería verte un médico, baby.
Aria sonrió a pesar del dolor.
- Así que te has traído a toda la familia – dedujo Ride -. Solo así seríamos más que estos tipejos.
- Pues sí. Mientras yo les entretenía como a novatos de parvulario, fingiendo entregar a mi propio hermano, Blake y los demás estaban buscando a nuestras hermanas para rescatarlas. Ahora están a salvo.
- Pero tú no.
La chica tembló al escuchar aquella voz. Un disparo y Hunter cayó al suelo de la habitación, quedando a los pies de Aria, sujetándose el costado derecho ensangrentado.
- ¡¡Hunter!! – gritó Ride, tratando de acercarse a él sin dejar del todo a Aria.
- Cuanto tiempo – dijo la voz, dejándose ver – hermanita.
Ride sintió como el cuerpo de Aria temblaba violentamente. Él también temblaba, pero de ira y rabia. Su hermano estaba malherido y ella no dejaba de sangrar. La chica se mordió el labio hasta hacerlo sangrar. Hubiera dado cualquier cosa por tener una pistola allí y poder reventarle la tapa de los sesos. Hubiera vendido su alma al diablo si con ello, lograba matar a aquel bastardo que había destrozado su vida por completo.

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