jueves, 22 de abril de 2010

acero en el alma.


Cualquier cosa. Daría cualquier cosa por borrar aquella sonrisa de su cara.
- ¿Qué estás haciendo aquí? - susurró la chica.
- Terminar lo que algún inútil dejó a medias - dijo.
- ¿Por qué...? ¿Por qué mataste a Kate? ¿Por qué mataste a Erik? ¿Por qué nos atacaste, intentando matarme? ¿Por qué ordenaste matar a papá? ¿Por qué quieres venderme? ¿¿¡¡Por qué!!?? - chilló, sintiendo un nudo en el estómago.
- Siempre odié esa maldita vena curiosa que tenías - dijo, con un gesto de asco.
- ¡Contéstame! ¡Tengo derecho a saber por qué mi propio hermano se convirtió en un...!
- Hijo de puta redomado - terminó Ride, mirándole. Sus ojos se habían vuelto cuchillos y parecía como si quisiera apuñalarle mil y una veces.
Aria pudo ver entonces que su hermano había recuperado su arma. Empuñaba la Reedmyer que habían abandonado antes. El cargador de la pistola rechinó.
- ¡No! - gritó Aria.
En un gesto desesperado, se levantó, arrastrando la pierna herida y se colocó delante de Hunter, al que Ride sostenía, para protegerlos a ambos.
- No los matarás. Al menos no antes que a mí - dijo, con decisión en la voz.
- Has visto morir a demasiados seres queridos, comprendo - dijo él, con voz claramente burlona.
- Dame mis respuestas.
- Y después, ¿qué? ¿Puedo matarte ya? Me aburres, hermanita - dijo, con tono realmente aburrido.
- Xander - musitó. Hacía mucho tiempo que no le llamaba por su nombre.
- Está bien. Maté a tu amiga para que vieras lo que podía hacer, para que dejaras de meterte con la mafia y vivieras tu miserable vida a salvo de todo esto. Y maté a su novio porque intentó matarme a mí.
- ¿Cómo puedes decir eso con tanta frialdad? ¡Eran mis amigos! Si querías protegerme o alejarme, hubiera bastado con matarme antes a mí. Sus muertes cargan en tu conciencia por nada, Xander.
- Sus muertes no pesan en ningún sitio, porque yo no tengo conciencia. Duermo por las noches como un angelito.
- Bastardo - tosió Hunter, apretando la herida, como si pudiera cortar la hemorragia. Pero era médico. Y sabía que, si aquello no terminaba rápido, él no sobreviviría a aquella herida.
- Te ataqué porque estaba harto de tus intromisiones. Estabas poniendo mi principal peón en juego y eso no te lo podía permitir.
- ¿Peón? Yo no soy ningún peón.
- No he dicho que lo seas.
- Entonces...
- Él es el peón que dará jaque mate al rey negro - dijo, señalando con la pistola un punto tras Aria.
Ride. Ella le miró, asustada y luego volvió la cara hacia su hermano de nuevo.
- ¿Qué pretendías?
- Que asesinara a su propio padre.
- ¿¡Cómo!?
- Oh, vamos. Sabía que la rabia le cegaría si yo te entregaba a su padre y éste te mataba a ti. Entonces, no dudaría en matar hasta a su propio padre.
- ¿Cómo estás tan seguro? ¡Ese plan es estúpido! - gritó ella.
- Sería estúpido si no conociera las estupideces que hace ese tío por ti, hermanita.
Ella volvió a mirar a Ride, que a su vez, miraba a Xander.
- ¿Por qué...?
- Fue capaz de protegerte cuando intenté atacarte para llevarte hasta su padre y venderte.
Así que no me quedó de otra que hacer un pacto con él. Yo te entregaba a él y él me ayudaba a deshacerme de mi padre. Era matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, Ride mataría a mi peor enemigo, su padre, después de que éste te matara a ti. Y por otro, me deshacía de mi padre, el único policía que aún intenta detener a la mafia. Era perfecto.
- ¿Por qué iba mi padre a matar a Aria?
- Aunque no lo hiciera, la usaría. Y eso no ibas a permitírselo ni a tu propio padre, ¿verdad? - le descubrió -. Y bueno, si hubiera sido necesario, hubiese bastado con matarla yo mismo y culpar a tu padre. Como dije, la ira y la rabia te cegarían. Y así, yo perdería a mi único rival y pasaría a ser el amo, dueño y señor de toda la ciudad y pronto - añadió - del país entero.
- Tus aires de grandeza me asquean - dijo Ride.
- Si. Yo también quiero vomitar - corroboró Aria, malhumorada -. ¿Y ahora qué vas a hacer?
- Mmm... Bueno, como dije, acabar lo que un inútil insecto no pudo.
Y sin decir nada más, la segunda bala del cargador salió disparada hacia la cama.
- ¡¡¡No!!!
Las sábanas se tiñeron de rojo escarlata y el respirador que estaba sonando suavemente, imperturbable, se volvió un ruido constante y molesto. Pero para Aria era como si todo se hubiera detenido en un segundo eterno. Un segundo doloroso que crearía una huella imborrable en su corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario