sábado, 20 de abril de 2013

Las noches sin dormir fueron culpa tuya.

Keira estiró los brazos. Abarcó la cama entera, notando el otro lado algo frío. Abrió los ojos despacio. Ryu se había levantado antes que ella los dos días. Y estaba convencida de que solamente dormía en la cama con ella porque se habían acostado. Pero nunca esperaba a que despertase. Sin embargo, no la importó. No tenían ningún compromiso, ninguna relación. Nada que hiciera que la emocionase ver al pelinegro a su lado al despertar. O algo menos, eso se decía a sí misma. Dio media vuelta y notó el olor del pelo de Ryu en la almohada. Él se había apoyado en esa sábana mientras ella montaba a horcajadas sobre sus caderas, sintiendo como el pelinegro se aferraba con la mano izquierda a su muslo y entrelazaba los dedos de su mano derecha con la de ella. Keira había apoyado la mano libre en el abdomen firme y moreno de Ryu para mantener los movimientos de su cuerpo sobre él. Su voz entrecortada había pronunciado su nombre entre sonidos roncos que la habían enloquecido, mientras echaba la cabeza hacia atrás sobre la almohada y se mordía el labio en un intento por contener el placer que ella le daba. 
Keira suspiró. La morena se levantó antes de seguir pensando. Se metió en el baño para darse una ducha rápida y ponerse un pantalón corto y una camiseta de tirantes. No había curioseado demasiado la ropa que Ryu había comprado el día anterior. No la interesaba, tampoco. Se sacudió el pelo para quitarle un poco de agua y agradeció de nuevo llevarlo tan corto. El olor a café todavía flotaba en el aire. Antes de entrar en la cocina vio de reojo la mesa del salón. Preparada para un desayuno. Con los pies descalzos caminó hasta sentarse en el sofá frente a las bandejas que estaban llenas de comida. Palmeras, croissants, bollos de chocolate. Zumo de naranja en copa. Café que aún parecía caliente. Fruta partida en trocitos y colocada en diferentes platos. Keira no pudo evitar soltar una sonrisa sonora. No se esperaba algo como eso, desde luego. Se mordió el labio. Al final, ese imbécil había conseguido emocionarla. Un poquito. 
Bajo la taza había un papel doblado cuidadosamente. Lo cogió a la vez que la taza, a la que le dio un sorbo, y abrió el mensaje. 
"Desayuna tranquila. Hay algo especial para comer en la nevera. Volveré para hacerte la cena. Tú piensa en el postre. Aprovecha tu día libre y no me eches demasiado de menos."
Egocéntrico. 
Puso los ojos en blanco un momento y luego miró otra vez la cantidad de comida que había encima de la mesa. No tenía ni idea de por dónde empezar. Cuando se decidió, dio un trago al zumo de naranja y se levantó a por el portátil. Echaría un vistazo en internet. Desde la noche anterior, tenía una enorme curiosidad que la preocupaba. Cogió un bollo y le dio un mordisco, manchándose la nariz con chocolate del relleno, mientras el windows se dignaba a ejecutarse. Se limpió bien los dedos antes de teclear las palabras clave en el buscador de internet. 
"Nere Laboratorios. Cierre. Quiebra."
Salieron más entradas de las que pensaba. Había muchos reportajes en periódicos y revistas y hablaban de ello. Pulsó sobre el primero y lo abrió en una nueva pestaña. Keira leía con bastante rapidez, mientras comía casi sin darse cuenta el resto del bollo de chocolate. Nunca la habían gustado los periodistas. A veces tergiversaban la verdad hasta puntos insospechados. Ella lo sabía bien. Pero en aquello parecían estar todos de acuerdo. La quiebra de aquella empresa era normal. Todos los artículos que leyó lo pintaban así. La noticia parecía haber trascendido bastante. A los directivos de las empresas les habían literalmente empapelado de mierda. El dueño y propietario, Chen Taru, había desaparecido antes de saldar sus cuentas con la justicia. La prensa siguió el tema hasta que los juicios de los imputados en casos de corrupción y blanqueo de capitales fueron sentenciados. Después, ni siquiera había un recorte o una columna que hablase del paradero desconocido de Chen. Ya no causaba expectación. Todos se habían olvidado del tema. 
Pero para Keira era algo personal. Sabía que aquello no se había expuesto solo. Por las palabras de Ryu deducía que había sido cosa suya. No sabía cómo lo había hecho y tampoco si tenía ganas de preguntarle. Pero algo semejante era lo que él pretendía que hiciera con Yukiya. Y ella no dudaría. No ante aquel bastardo.  
Se pasó el día rebuscando para intentar conocer la empresa en la que se iba a meter como si fuera la palma de su mano. Cada chanchullo, cada traspiés, cada movimiento ilegal, cualquier cosa, hasta investigar a quienes trabajaban allí. Para Keira, ninguno era inocente hasta que no se demostrase lo contrario. Y se encargaría de todos sin excepción. 

El pelinegro movió el hielo que quedaba junto a los restos del whisky en la copa. La rubia que tenía a su lado, con el pelo recogido en una coleta y sus ojos azules clavados en él, estaba apoyada en la barra con el codo. Parecía divertida mirándole. 
- ¿Qué? - dijo al fin Ryu. 
- Vamos, cuéntamelo. -Su voz era melosa pero sonaba bromista. 
- ¿El qué, pedazo de pesada?
- Lo que has hecho con esa chica - insistió, poniendo pucheros -. Me mata la curiosidad, primito. 
- Nunca debí haberte contado lo que pensaba hacer, Yukia - se lamentó el pelinegro. 
- Estabas borracho - le recordó la chica -. Pero sabes que no diré nada a nadie - añadió, haciendo un gesto de cremallera sobre sus labios. 
- Eres una cotilla - la acusó, acariciándola el pelo.
La rubia sonrió ampliamente. Ryu era el único primo de la familia al que Yukia realmente adoraba. El resto los consideraba la peor escoria. Y aunque había estado decepcionada con su primo desde que había abandonado su rol de rebelde en el instituto, al conocer las razones que le habían llevado a ser un hombre de negocios y sobretodo, al conocer el dolor por el que había pasado, no había podido evitar por menos que quererle todavía más. Ella no diría nada nunca. Pensaba igual que Ryu, que aquellos hombres se lo tenían más que merecido. Y ella no era nadie para aconsejarle que no lo hiciera ni mucho menos, para detenerle. Yukia sabía que su primo vivía por y para esa venganza. Pero desde que le había visto entrar por la puerta de la casa de su tía, la multimillonaria madre de Ryu, sabía que algo había cambiado. Lo de ir a comer toda la familia en ocasiones especiales era inevitable. Su tía quería celebrar algún tipo de negocio del que ella no entendía nada de nada, pero aún así, allí estuvo. Sentada a la izquierda de su primo Ryu. Porque su derecha estaba copada por una despampanante rubia teñida con más pecho que una vaca y una sonrisa más falsa que un billete de tres euros. Jaqueline. La prometida de Ryu. 
- Keira está bien - interrumpió el pelinegro los pensamientos de su prima -. Pero ha sufrido más de lo que me había imaginado. Me siento un cabrón. 
- ¿Por qué? No ha sido culpa tuya - dijo, acariciándole el brazo cálidamente. 
- Sabía que Keira no había tenido nada que ver cuando empecé a investigar hace años. Y sin embargo, dejé que pagara en la cárcel. Porque al estar allí, yo la tenía controlada. No la perdería de vista y así ella quizá podría ayudarme con mi plan. Si la hubiera sacado de allí unos años antes... - dijo, apretando con fuerza los dientes. 
- En aquel momento solo pensabas en ti mismo, Ryu. No te sirve de nada lamentarte ahora. Piensa que la sacaste de ahí viva. Antes de que la matasen. 
El pelinegro recordó cómo habían intentado matarla al salir de la cárcel, en el centro comercial. Quizá dentro de la prisión, hubiera muerto de verdad. Pero aún así, eso no le consolaba. Keira había sufrido lo indecible allí dentro. Y él la primera noche la había obligado a confiar en él acostándose con ella. Sintió un escalofrío por encima de la culpabilidad. Pensar en el cuerpo de la morena envolviéndose a su alrededor le hizo sentir un tirón en la entrepierna. 
Condenada mujer.
- ¿Y lo demás? Has hablado con ella, ¿verdad?
- Sí. Ya nos hemos puesto en marcha. Es todo cuanto puedo decirte - dijo, apurando lo que quedaba del whisky en la copa. 
- No necesito que me digas que esa mujer te gusta - dijo de pronto ella -. Se te ve en los ojos, Ryu. 
Él se giró hacia su prima, con gesto sorprendido. 
- ¿Qué demonios estás diciendo? Yukia, desde que perdí a Keiko yo no... -Sus palabras se trabaron en su garganta. 
- ¿No habías vuelto a sentir lo mismo? - le ayudó ella a terminar, con una sonrisa -. Sé que no eres la clase de persona que habla de sus sentimientos honestamente, cosa por la que me da pena esa chica, pero... basta con que lo admitas tú mismo. Y yo lo veo, Ryu. En ti. En tu forma de mirar. 
- ¿Crees que he cambiado?
- No. Sigues siendo el tú de siempre. Pero con una persona a tu lado que hace que tus ojos azules, vuelvan a ser azules, primito. 
No iba a dejar que eso fuera así. No podía perder sus ansias de venganza, era lo único que le quedaba. Sin embargo, Keira no provocaba eso en él. No le hacía querer abandonar sus propósitos. Sino seguir adelante con más ganas. Para vengarse por ella también. 
- Yukia, no siento nada por Keira. -Y por primera vez en mucho tiempo, sintió que se estaba mintiendo a sí mismo. 
- A mi no me la das - soltó la chica -. Ahora que tienes a alguien que te espera en casa cuando vuelves, que te apoya incondicionalmente como alguien que te comprende mejor que nadie, ¿me vas a decir que eso no provoca nada en ti? No me lo creo. 
- No decías lo mismo de Jaqueline - desvió la conversación el pelinegro. Pensar en Keira le ponía tonto. 
- Es que esa zorra malparida no es una mujer, es una ameba lapa sin cerebro que no sirve para más que para complacer a tu madre - soltó la muchacha, con aire indignado -. Además, no vives con ella por más que ella quiera. Tu tienes tu casa, esa que nadie parece saber donde está. Y esa a la que no has llevado nunca a ninguna mujer. ¿Me equivoco?
- No - admitió él -. Sabes que no me gusta que nadie invada la vida que escondo detrás de la fachada de hombre de negocios. 
- Lo sé. Pero... a esa chica - volvió a mencionar a Keira - sí la has llevado. 
- Ella me conoce. Sabe cómo soy. Además, no tenía otro sitio para esconderla - dijo el pelinegro. 
- Otra vez mientes - se rió Yukia -. Eres el hombre más poderoso del país. Puedes permitirte pagarle a esa chica un hotel de superlujo durante el tiempo que necesites. ¿Y en lugar de eso la llevas a tu casa, un lugar que nadie conoce y que nunca antes había pisado una mujer? Vamos, Ryu, soy rubia pero no gilipollas. Desde el principio querías cuidar de ella, ¿no es así? Llevándola a tu casa pretendías darle una calidez que había perdido hace... ¿ocho años ya? 
- Pretendía no dejar rastros. Por eso es mejor que no use dinero para mantenerla en un hotel - se excusó él. 
- Seguro que ya has usado dinero con ella - adivinó la rubia, mirándole de lado -. Eso no vale como pretexto conmigo, Ryu-chan. 
- Eres un asco de prima - le espetó Ryu, dándola un golpecito en la frente y chasqueando la lengua. 
Ella se rió después de quejarse por el golpe y tocarse la frente. ¿Cómo podía negar aquellas palabras? Quizá en el fondo fuera cierto. Pero solamente se dejaba llevar por esos "sentimientos" porque no interferían con su propósito principal. En el momento en el que lo hicieran, se desharía de ellos y arreglaría lo que hiciera falta con tal de que su plan no se viera truncado por absolutamente nada. 
El pelinegro condujo hasta el apartamento con bastante mal humor. Después de dejar a su prima Yukia en casa, Jaqueline había llamado. Con sus malditas insistencias e incluso, ligeras amenazas, no había tenido más remedio que irse a cenar con ella. No era el momento de abrir más frentes de batalla. Ya se encargaría de terminar con aquellas tonterías de esa mujer cuando todo acabara. Cuando su venganza estuviera completa. Por un instante pensó qué pasaría cuando eso sucediera. Qué sería de su vida entonces. Algo le decía, de todas formas, que aquello iba realmente para largo. No era tan sencillo llevar a cabo su plan. Aún contando con la ayuda de Keira, aquello iba a ser tedioso y largo. Sin embargo, no saber cuánto tiempo tendría que estar la morena a su lado no era precisamente un problema para él. 
Dejó las llaves en la mesilla al entrar en el vestíbulo. Se quitó los zapatos y la chaqueta, dejándola en el perchero de la entrada. Subió el par de escalones que separaban la estancia del vestíbulo y se quedó parado allí. Al lado de la cama, Keira estaba subida encima de unos tacones de al menos ocho centímetros. Podía verla tambalearse de vez en cuando, manteniendo el equilibrio como bien podía, a veces haciendo algún que otro aspaviento. Llevaba puesto uno de los trajes de falda y chaqueta negro que él le había comprado la tarde anterior. Se miraba constantemente a sí misma, tirando de la falda hacia abajo y tratando de comprobar si la chaqueta le quedaba mejor abrochada o sin abrochar. Ryu lo tenía claro. Lo pensó en ese momento al verla. 
Sin ropa, preciosa. 
Contuvo un gruñido animal de placer. 
- ¿Keira?
Ella se giró hacia él y sonrió levemente. 
- Bienvenido a casa. 
Ryu sintió una punzada en el pecho. Tragó saliva imperceptiblemente y asintió suavemente con la cabeza. 
- Ya he llegado - respondió en voz baja. Había olvidado la última vez que alguien le había dicho esas palabras al volver a casa. Y le acababa de embargar una ligera emoción que hacía tiempo que creía haber perdido.
Entonces la morena volvió a tambalearse un momento y Ryu se acercó a ella casi de dos zancadas, haciendo que se girase hacia él. 
- ¿Qué demonios estás haciendo? Te vas a matar ahí arriba - la dijo, con las manos ligeramente extendidas como si fuera a cogerla en caso de que se cayera. 
Con esos zapatos, Keira era igual de alta que él, quizá un poco más incluso. 
- Fuiste tú quien los compraste - le recordó. 
- Sí, pero no para ir a trabajar, bruta. Para eso los hay más bajos ahí, en el armario. ¿Es que no husmeaste?
- Evidentemente, no más de lo necesario - ironizó la chica. 
Ella volvió a mirarse, con el gesto extraño. Él buscó su mirada. 
- ¿Qué? ¿Qué pasa?
- Ah, no, nada... es este look secretaria - suspiró -. Siento que me da alergia. 
- Pues yo creo que te queda realmente bien - dijo él, ladeando la cabeza. 
- Mentira - soltó ella, mirándole con incredulidad. 
- No miento. Simplemente con imaginarte así vestida ejerciendo de secretaria... -El pelinegro se mordió el labio inferior -. Me dan ganas de que ejerzas para mí, morena. 
- ¿Eres del tipo de hombres que tiene fantasías de esas? - preguntó ella, con un gesto divertido.
- No. No hasta que te he visto así vestida precisamente a ti - respondió, salvando los pasos que le separaban de ella.  
Keira no retrocedió. Solamente quería que se acercase más y más. La idea de llamar a su puerta y verlo sentado detrás de su escritorio, concentrado en sus negocios, y saber que ella tenía la capacidad de hacer que dejase todo y la devorase porque estaba completamente atrapado por ella, la volvía loca. El pelinegro llegó hasta ella y la rodeó la cadera con un brazo, para acercarla a su cuerpo. Olió el champú de su pelo, cerrando los ojos y besándola el cuello con suavidad. Ella ronroneó, pasándole un brazo por el cuello para sujetarse a él. 
- Oye, Ryu, escucha...
- Te queda jodidamente bien - repitió él. 
- Antes de que sigas así - le interrumpió ella, haciendo que la mirase -. Tengo que hablarte de algo serio. 
Él vio aquella seriedad en sus ojos y asintió. Antes de separarse, pasó la lengua por su cuello, cogiéndola desprevenida y provocando un jadeo de sorpresa en ella, un sonido que le enardeció.
- Algún día - susurró él contra su oreja -. Algún día te pondré contra el escritorio así vestida y te follaré con todo mi cariño, mi pequeña hacker - musitó, rozándola con el aliento y mordiéndola el cuello ligeramente, a la vez que le levantaba un poco la falda.
Ella entrelazó los dedos en su pelo y le besó la mejilla suavemente. Él se quedó confundido un momento y luego se apartó de ella con cuidado. La chica se bajó de aquellos tacones mortales para ella y se cambió. Cuando volvió a ponerse los pantalones y la camiseta, se acercó al escritorio y se sentó en su silla, indicándole al pelinegro que ocupase la de al lado. Él miró la pantalla mientras ella buscaba algunas cosas. Luego se volvió hacia él y respiró hondo. 
- ¿Qué? ¿Tan grave es?
- He investigado a Chen - le confesó. 
- ¿Qué? ¿A Chen? ¿Por qué?
- Curiosidad. Al principio fue eso. Pero luego empecé a encontrar cosas que no cuadraban. Algo que no encajaba. 
- ¿Y lo encontraste?
- Sí. No acabaste con él, Ryu. No lo hiciste - susurró, tratando de calmarle con la voz suave para que no se pusiera nervioso. 
El gesto del pelinegro pasó de incredulidad a casi indignación. 
- ¿¡Cómo qué no!? ¡No digas estupideces, ¿quieres?! Sé perfectamente lo que hice y cómo lo hice y sé que ese maldito bastardo está...
- Aquí, Ryu - le interrumpió, mostrándole entonces una página en el ordenador, señalando una foto -. Ha vuelto de su exilio. Algo falló en lo que hiciste. La empresa quebró. Pero él tenía un as bajo la manga. Lo que le ha permitido volver. 
El pelinegro leyó la información y los datos que había recopilado la chica con los dientes apretados. No era posible. Ese cerdo... tenía que haber acabado con él hacía tiempo. Sin embargo, allí estaba, como siempre, como si nada hubiera pasado. Disfrutando de la vida y de la segunda oportunidad que le había dado su gran plan. ¿Por qué? 
- Si él sigue aquí, ¿por qué Aishu Laboratorios está cerca de la quiebra? Eran empresas casi fusionadas. De salvarse uno, deberían salvarse los dos - intentó encontrar incoherencias a aquella noticia. 
- No sé hasta dónde llega ese vínculo entre ellos. Pero sí sé, basándome en las pruebas, que Chen no ha caído al fondo donde querías enviarle. Lo siento. 
Ryu apoyó los codos en las rodillas y juntó las manos para apoyarlas contra los labios. Tenía los nudillos blancos de la fuerza que estaba haciendo. 
- No puedo creer que tenga que empezar desde cero - susurró, cerrando los ojos con fuerza. 
Desesperación. Se sentía completamente inútil. Todo lo que había hecho para cazar a aquel desgraciado había sido en vano. ¿Qué clase de plan tenía ese tipo para huir de él de esa manera tan escurridiza? De repente, sintió la mano cálida de Keira en el hombro. Podía haberla gritado que se apartase, que no necesitaba la lástima de nadie por ser tan torpe incluso en algo que anhelaba tanto como su venganza. Y sin embargo, no pudo apartarla. La calidez que le transmitía fue algo a lo que quiso aferrarse, durante unos minutos, con todas las fuerzas de su corazón. 
- Eh, escúchame - le susurró -. Estoy segura de que Chen sabía que tarde o temprano alguien iría a por él. Así que por eso tenía un plan B tan elaborado como éste, para salir ileso de las acusaciones, detenciones y quiebras. No es culpa tuya que ese cabrón sepa pensar, Ryu. Estoy segura de que le jodiste mucho cuando acabaste con su tapadera. No pienses más en eso. Ahora lo que tienes que hacer es ponerte por encima de él. Y volver a llevarle directamente al infierno.
- Keira, yo...
- Primero iremos a por Yukiya - le interrumpió ella suavemente -. Luego nos encargaremos de Chen. Yukiya siempre fue más descuidado. Descubriré qué es lo que está tramando para salvar su asqueroso culo. Y le hundiremos, ¿de acuerdo? 
Él respiró hondo, chasqueando la lengua un momento, aún molesto consigo mismo. La chica le sujetó de ambas mejillas y le miró a los ojos. 
- ¿De acuerdo? - repitió. 
- Sí - susurró él. 
- Eso es. No vamos a rendirnos por algo como esto. ¿Acaso no conoces la frase que dice que el tamaño de los héroes se mide por la valía de sus enemigos? - sonrió la morena -. Cuanto más difícil nos lo pongan, más disfrutaremos acabando con ellos. 
Las palabras que él necesitaba oír a toda costa. El apoyo del que había carecido durante toda su vida. Se veía irremediablemente reflejado en los ojos de Keira. En su corazón. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía tranquilo. Siempre había pensado que era capaz de cualquier cosa. Sin embargo aquel fracaso le había hecho dudar hasta de sí mismo. Y allí estaba ella, para disipar todas sus dudas, todos sus miedos, para confiar en él. El pelinegro apoyó la frente contra el hombro de la morena, que no se movió. 
- Solo un momento - la pidió en un susurro. 
Ella asintió con suavidad y no se movió. Ni siquiera para abrazarle. Quizá el buscaba la soledad en su interior, aunque el hecho de que se apoyase en ella demostraba que apreciaba su presencia en ese momento. Entonces él entrelazó su mano derecha con la suya, despacio, casi como si pidiera permiso. Ella extendió los dedos y cuando los tuvo enredados con los de él, los cerró con fuerza. Sintió cómo el pelinegro se aferraba a ella, casi con desesperación. Y su corazón dio un vuelco. Él estaba con ella. La aceptaba y, de alguna manera, sabía que la agradecía que estuviera allí. Se sintió útil para Ryu, más allá de sus conocimientos o su cuerpo. Sus sentimientos también servían para algo. Servían para estar al lado de Ryu. 
El pelinegro se incorporó al darse cuenta de que estaba demasiado cómodo. De que podría quedarse así durante más tiempo de que imaginaba. Carraspeó y se levantó de la silla, apartándose de ella. 
- Yo también tengo que decirte un par de cosas - dijo entonces.
- ¿El qué? - prestó atención ella. 
- No voy a vivir contigo aquí - dijo, directo -. Tú te quedarás, pero yo tengo mi vida. En la mansión de mis padres. Tengo que seguir yendo a trabajar y haciendo todas esas cosas que tengo que hacer. No voy a estar contigo. 
La morena contuvo el aliento. Viviría sola en aquella casa, sin él para llenarla. Empezó a sentir la soledad en ese preciso momento. 
- ¿Ni siquiera los fines de semana? - murmuró la chica, desviando la mirada.
Él sonrió pícaramente.
- Esos días no te librarás de mí - aseguró él -. Pero el resto de la semana no puedo venir. Sé que te apañarás bien sola. Te dejaré las llaves del coche que prefieras, para que vayas a la ciudad y a tu trabajo como secretaria de Yukiya. 
- Aún no me han contratado - hizo notar ella. 
- Lo harán - dijo solamente él -. Siento mucho que las cosas tengan que ser así pero no hay otro remedio.
- Te mantendré informado de todo lo que pase - prometió la chica.
El pelinegro agradeció que no se lo tomase mal. No tenía ganas de ponerse a darle más explicaciones o a tener que justificarse delante de ella. Pero olvidaba que Keira no era así. Que no le pediría explicaciones de esa manera tan posesiva o incluso, obsesiva. Y eso le gustó aún más. 
- ¿Y lo otro? - preguntó entonces la chica. 
- Ah, nada, solo disculparme por no haber venido a cenar como te dije. Me surgió algo. 
- No importa.
- ¿No has cenado?
- ¿Tú te crees que estaría esperándote? - se rió ella -. Qué ingenuo. 
Ryu se sintió más tranquilo. Keira era independiente totalmente. Eso era algo bueno. El pelinegro entró en la cocina y abrió el frigorífico para sacar un botellín de agua. Entonces se dio cuenta de que el interior estaba tal y como él lo había dejado esa mañana. Faltaba únicamente la comida. Pero estaba convencido de que allí no se había comido nada más. Miró un momento a Keira a través de la ventana que daba al estudio. ¿Realmente le había mentido para no hacerle sentirse culpable por plantarla? Reconocía que si decía que haría algo, normalmente lo cumplía, y que se había preocupado precisamente de que ella estuviera esperándole. Y solo para que no se sintiera así, ella le mentía, con la mejor de sus intenciones. 
Entonces no ha comido nada.
Suspiró con resignación. Dio un trago a la botella del agua y la dejó sobre la encimera. Limpió un par de manzanas debajo del grifo y las hizo trozos en un pequeño cuenco que tenía, mientras ponía a calentar chocolate para deshacerlo. Luego, lo echó por encima de la fruta recién cortada y salió de la cocina. Se acercó a la chica y dejó el cuenco sobre el escritorio, lejos de los ordenadores. Se sentó a medias en el otro lado de la mesa y sujetó la silla donde ella estaba sentada para hacerla rodar hasta ponerla frente a él. Keira no dijo nada, pero bastaba con su gesto de confusión. El pelinegro abrió las piernas y las colocó a ambos lados de la silla, dejándola cerca de él. Solamente la miró a la vez que alcanzaba la parte de abajo de su camiseta y tiraba de ella para quitársela. Keira no armó ningún escándalo, pero cada vez estaba más y más confusa por aquella repentina actitud de Ryu. 
- ¿Qué...?
- Las manos - dijo él, mientras se desabrochaba la corbata negra. 
- ¿Eh?
- Las manos, Keira. No me hagas repetírtelo, morena.  
La chica se miró las manos extrañada antes de tenderlas hacia él. El pelinegro la hizo juntarlas y le ató la corbata de seda alrededor de las muñecas, sin apretar demasiado el nudo. Ella las dejó sobre su regazo mientras le veía desabrochar los botones de la camisa blanca, incluidos los de las mangas, las cuales levantó hasta el codo. Keira empezó a comprenderlo todo demasiado tarde. Ryu cogió una pieza de manzana y la sujetó por la barbilla, acercándosela a los labios y acariciándole el labio inferior con el pulgar.  
- Abre la boca - susurró él, con una sensualidad en la orden que la chica no pudo ignorar. Y a la que no pudo negarse.
El olor del chocolate caliente inundó su sentido del olfato de inmediato. La mezcla de la fruta con aquel complemento dulce y caliente era realmente erótico. La costó no ahogarse mientras lo comía. Ver a Ryu de aquella manera frente a ella, mirándola como lo hacía, con esa mirada que ella denominaba "follar con la mirada", sintiendo esos ojos azules sobre su cuerpo, recorriéndolo como una suave caricia, la hacía desearle aún más de lo que ya lo hacía, si eso era posible. 
- ¿Por qué...? - pudo decir cuando terminó de comer. 
- Dije que yo traería el postre - respondió él, recogiendo un poco de chocolate que había caído por su barbilla -. Abre - le dijo otra vez, acercándole el dedo manchado para que lo lamiera. 
El pelinegro contuvo un jadeo cuando ella respondió a sus expectativas con más pasión de la que había imaginado que le pondría a aquello. Cada vez que una pieza de fruta entraba en la boca de Keira, Ryu sentía que perdía un poco más el control. Si llegaba a perderlo del todo, no sabía qué sería capaz de hacerle a aquella mujer. La morena sujetaba la mano del pelinegro cuando le daba de comer, acariciándole despacio. El roce con ella le trastornaba como hacía muchos años que una mujer no lograba hacer. Estaba obsesionado con tocarla, con sentirla, con hacerla sentir. Y la verdad era que ella se lo ponía extremadamente fácil. Abriendo la boca de aquella manera para él, entregándose a unas bajas pasiones que él provocaba y ella provocaba también en él, de una forma que no había podido imaginar al sacarla de la cárcel un par de días antes. 
Ryu cogió el último trozo de fruta y lo acercó a ella. 
- No lo muerdas todavía - la dijo entonces, agachándose sobre ella -. Sujétalo entre los labios. Eso es. 
El pelinegro se bajó de la mesa y se arrodilló delante de ella. Pasó la mano por su cuello y se acercó con los labios hasta el trozo de fruta. Lo mordió despacio, sintiendo las manos de la chica aferrarse a su camisa abierta. Ella cerró los ojos, sintiendo un escalofrío al sentir sobre el cuello desnudo la correa de plata del reloj que el chico llevaba en la muñeca. Pensó en dejar caer la fruta para llegar a alcanzar sus labios. Solo una vez, se dijo. Pero no lo hizo. No lo haría si él no quería hacerlo. No podía forzarle de esa manera a algo que para él parecía serio. Así que, solamente aguantó. Sin embargo, la mano libre del pelinegro empezó a rozarla la piel. Sus labios temblaron un momento ante la emoción y soltó la fruta de entre los labios, que cayó rodando por su pecho. Él se separó ligeramente y lo buscó con la mirada. Había quedado al borde de su pantalón. Relamiéndose un momento, deslizó la boca desde el cuello de la chica hacia abajo, lamiendo el chocolate que se había quedado pegado a su piel blanca. Ella echó la cabeza hacia atrás y jadeó, a lo que él respondió con un ronroneo complacido.  
- Ryu... - pronunció su nombre con la voz entrecortada, mientras llevaba las manos juntas hasta el pelo negro del muchacho. 
Al llegar al borde del pantalón, desabrochó el botón y se comió la pieza de fruta. Volvió a hacer el camino hasta el cuello de la chica y la miró. Se había puesto ligeramente colorada y eso le hizo sonreír de medio lado. 
- ¿Te gusta el postre? - la susurró al oído. 
- Quiero comérmelo entero - respondió la chica a su provocación. 
- ¿Por qué no me has dicho que estabas esperándome, eh?
La chica se inclinó sobre él y le besó la mejilla con suavidad mientras le acariciaba el cuello con las manos. 
- Quiero más postre - le murmuró, en un ronroneo. 
- No deberías tener postre, has sido una niña mala - dijo él, paseándole un dedo por la piel -. Pero por esta vez, te lo daré todo, pequeña. 
Ella se aferró con más fuerza a su cuello y Ryu aprovechó que estaba amarrada a él para levantarla de la silla y llevarla hasta la cama. 
- ¿No vas a soltarme? - le preguntó mientras la cargaba. 
- No. A no ser que te moleste - añadió, sentándose en la cama con ella encima. 
- No, no me molesta. Es suave - respondió la morena, moviendo un poco las muñecas para demostrárselo. 
- Entonces vas a quedarte así, atadita, para mí - dijo, lamiéndose los labios y moviendo las manos por cuerpo medio desnudo, haciéndola entrar en calor -. Toda para mí. 
Keira no pudo rechazar semejante proposición. Se movió sobre él para sentarse a horcajadas sobre su cintura y pasó los brazos atados alrededor del cuello del pelinegro. Esperó a que él se moviese, conteniendo las ganas que tenía de besarle. Esos labios habían besado cada zona de su cuerpo, todas y cada una, desde el cuello, hasta los empeines y debajo de las rodillas, detrás de las orejas y dentro de ellas, los dedos, absolutamente toda su piel. Pero la negaba un beso. Keira no había pensado nunca que se podía anhelar tanto algo tan sencillo como un simple beso. Algo que sabía que él no la daría. 
Ryu empezó a acariciarla como llevaba todo el día deseando hacer. Incluso la comida de ese día había sido distinta a las demás. No había estado más amable, ni mucho menos. Pero saber que volvería esa noche a su casa y Keira estaría esperándole allí, le había cambiado el humor. Yukia se había dado cuenta del efecto que tenía esa mujer en él. Y él empezaba a comprenderlo al darse cuenta de que se dejaba llevar por ella. Tener a la morena de esa manera sobre él, moviéndose suavemente, provocándole usando la pasión de su mirada, con los dedos rozándole el cuello, era algo más que un simple polvo. Darse cuenta de eso le daba auténtico pánico. Pero no tenía tiempo de pensar en ello mientras poseía a aquella morena dándole más de él de lo que había mostrado jamás a nadie.           



3 comentarios:

  1. Esta canción... no me pega para esta entrada, no te se decir por que pero no me pega.
    En cuanto a la entrada en general me a gustado bastante. Pero Ryu esta cambiando un poco rápido para mi gusto. Quiero decir, en la primera entrada la saca y como dices la obliga a confiar en el acostandose con ella. Ambos han cambiado, sobre todo ella, que Ryu en pocos días se empiece a enamorar de ella aunque el no lo admita me parece un poco rápido, a eso me refiero.
    La aparición de Yukia, me ha echo mucha gracia, ¿va a ser un personaje recurrente? ¿y la Jaqueline? Van a conocerse ella y Keira o solo ha aparecido para que supieramos que Ryu esta prometido?.
    Por lo demás, me a gustado la forma que a tenido Keira de entrarle en plan... vamos a ver como le digo que la venganza que creia haber completado no esta completada.. jajaja. Esa parte a sido buenisima. Bueno la manzana.. ejem... sin comentarios

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    1. La canción iba más con mi ánimo ese día que con la entrada, he de reconocerlo.
      Bueno, teniendo en cuenta que es un relato relativamente corto, es evidente que las cosas deben pasar un poco rápido. De todas formas, él puede admitir que siente algo por ella, no que se esté enamorando así, de golpe. Le gusta la chica, cosa normal por otro lado ya que ella le ha confesado absolutamente todos sus secretos, ¿no? Se ha abierto a él de una forma increíble y además le ha contado muchas más cosas dolorosas de las que él se esperaba, por lo que también se siente ligeramente culpable y pretende darle algo mejor que todo eso. Es empatía.
      Yukia es simpática, y Jaqueline una zorra redomada. Y ambas saldrán a dar guerra.
      Normal, debe ser difícil contarle a alguien que su ansiada venganza ha fallado desde el principio...
      Yo solo digo una cosa. He vuelto a comer manzanas.

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    2. jajajajajajajajajaja que has vuelto a comer manzanas??? jajajajajajajajajajajajajaja que bueno.
      Ams, y que te pasaba a ti para tener ese ánimo tan..... digamos pesado? plomizo?.
      En cuanto a lo de Ryu, no me acordaba de la parte de relato corto.Y también me a dado la impresión equivocada, ya que gustar es una cosa y enamorar es otro como bien has dicho. Lo de Jaqueline se nota que es una zorra, y Yukia es muuuy simpática, me encanta esa chica jajaja. No se te habrá ocurrido un mini relato con esa chica no? por curiosidad mas que nada...

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