miércoles, 19 de enero de 2011

El tú que odias, es el tú que yo amo.

¿Se fue como llegó? Recuerdo la última comida que hice, una pizza cuatro quesos de chuparse los dedos; el último metro que cogí, desde Sol a la estación de Chamartin; la última carrera que di, por la propia estación para no perder el Alvia que me devolvería a mi León, con esos olores, colores, sonidos, la poca gente por las calles y el frío que echaba tanto de menos; la última canción que escuché, inconscientemente fue Bambina, con la voz de Ryo susurrando ese "dakishimeru", la del pricipito Yuya haciendo los coros de forma excepcional e invitando "a romperse" y Pi jadeando ese "motto kanji sasete yaru yo" tras el que me lo quise tirar; el último coche donde monté, casualmente no el mío; el último color de ropa que escogí, azul, rojo y blanco, un poco a la francesa, chéri; el último mensaje que envié, a la cazurra de mi hermana por su regalo de reyes; la última persona en quien pensé, tú; el último abrazo que di... que te di...

Doce campanadas nos separaban del final. Con la última, el corcho del champán salió volando. Casi me da en la cabeza, a mi, a la que no bebe champán. La primera letra del año que sentí me susurraba we
can make it. Me lo tendré que creer.
Y entonces, todo parece nuevo pero en realidad, nada lo es. Por primera vez he sostenido un disco original japonés, siendo todo lo patéticamente feliz que os podaís imaginar. Además se que me esperan muchas risas, me lo demuestra ese video con el que casi me atraganto de la risa el otro día. No se si seré capaz de verlo de nuevo contigo, Izumi-chan, sin correr el riesgo de acabar en el hospital. ¡Ah! Cierto. El nuevo año trae nuevas canciones, ¿verdad? La lista del reproductor de música aumenta exponencialmente al ánimo que tengo y al frío que hace, por decir una incoherencia.

La vida va cambiando, por suerte. Y este 2011 promete. Son promesas de felicidad, difíciles a su manera y duras, por otro lado. Dejar mi querido León será complicado, mucho. Echaré de menos darle los buenos días a la Catedral cada mañana. Pero la Universidad de Salamanca, ese campus de Unamuno, cuyos libros me resultan ligeramente aburridos, me espera. No. Siempre ha estado esperando. Al menos, eso quiero pensar. Menos mal que la luna salió justo a tiempo para iluminarme un poquito el oscuro camino que me queda por delante. Gracias, lunita mía.

Reconozco que la felicidad ahora mismo sería estudiar traducción e interpretación. ¿Alguien adivina en qué idioma? Pero es parcial sino totalmente inviable de momento. Así que, Salamanca, espero que tengas cursos de japonés y un gimnasio donde por fin pueda aprender kendo de una vez, que he mirado el horario y solo hay clase de tarde. Que gustito poder decir esto. Espero no estar siendo demasiado bocazas y al final, que todo quede en un dulce pero amargo sueño. Asi que ahora solo escribiré... Keep the Faith.



I wonder why.

4 comentarios:

  1. Me alegra leer mucho una actualización por fin que derrocha felicidad :)
    Ojalá se cumplan todos tus sueños este año.
    Un beso

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  2. Las invitaciones de Pi y Yuya son extremadamente tentadoras.
    Créetelo, ellos lo dicen. Es verdad
    Tranquila, moriremos juntas, pues.
    Me alegro que vaya aparecienod poquito a poco esa esperanza y que pronto pueda ver esa pedazo sonrisa.
    Creo que la Hikari de siempre, empieza a asomar

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  3. ¿Derrocho felicidad? Hacía tiempo que no sentía algo así, la verdad :)Gracias.

    Tentadoras es poco.
    Creo que Hikari está despertando. Un poquito.

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  4. Poco a poco acabará despertando. Eso es lo que importa.

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