miércoles, 10 de marzo de 2010

dualismo existencial.

Aria estaba parada frente a un armario de dos puertas de madera, empotrado en la pared de su habitación, al lado del que había sacado la ropa que llevaba puesta.
- ¿Te vale la ropa de mi hermano? - le preguntó, al oírle entrar.
- Me parece raro que tu hermano tuviera ropa como esta, porque siempre iba con un buen traje y su corbata haciendo juego - comentó Ride.
- He llegado a creer que era bipolar por eso - bufó ella -. Pero, ¿te vale o no?
- Míralo tú misma.
- Menuda excusa más tonta para mirar si sigo llorando, Ride - le descubrió.
Él puso los ojos en blanco.
- Sí - contestó, metiendo la Reedmyer en la cintura del pantalón sin que Aria le viera, escondiéndola bajo la camiseta -. Prefiero la ropa de mi hermano Blake, pero esta me sirve.
- Tu hermano es un cielo - dijo ella.
- ¿Tenías que decirlo? - la espetó.
- ¿Celoso?
- Molesto – contestó él.
Ella sonrió ligeramente ante tal respuesta.
- Anda, toma – dijo, lanzándole algo con mucha puntería a pesar de no estar mirándole.
- Eh, eh, ¿qué es esto?
Ella se giró entonces a mirarle.
- ¿Piensas entrar armada a un hospital? Pensarás que vas a matar a alguien.
- Es que si cierta persona se me pone en el camino - Aria cargó la pistola que tenía en la mano - lo mataré.
- Está bien, supongo que tendremos que estar preparados.
- Como siempre - añadió ella.
Ride se acercó al armario y silbó al encontrarse con todo un arsenal de pistolas, cuchillos de toda clase e incluso, una ballesta.
- ¿Y todo esto?
- Se las he ido... digamos "confiscando" a tipos malos.
- Se las has quitado a los tíos que te has cargado, vamos - resumió él.
- Sí, básicamente. Otras, como por ejemplo esas tres, son dos veletas sin registrar y una reglamentaria, por si acaso.
- Tienes cuatro biancas y dos revólveres - enumeró él, según iba echando un vistazo.
- Y no se te olviden las 1822. Adoro estas pistolas - admitió, cogiendo dos para meterlas, cruzadas, en el cinturón que se había abrochando al pantalón, a su espalda.
- ¿Puedo coger lo que quiera? - preguntó Ride, mientras la veían coger dos cuchillos de hoja gruesa, uno para engancharlo a las funda que había sujetado a su muslo derecho y el otro en el tobillo.
- Claro. Menos la Reedmyer y la 538 modelo B de Ian - le advirtió.
- Oh, vaya - se quejó él.
Mientras echaba un vistazo a aquel arsenal que la chica tenía escondido, Aria se recogió el pelo y se puso una camisa negra de manga corta y de su talla sobre la camiseta blanca.
- ¿Nos estarán esperando, verdad? - preguntó entonces ella.
Ride levantó la vista y la miró un segundo. Puso el seguro a la pistola que acababa de coger y cerró el armario.
- Sí. Pero eso, ya lo sabes.
- Lo se - musitó.
- ¿Asustada? - preguntó él, acercándose a ella.
- No - susurró -. Acojonada - contestó, suspirando.
Ride también suspiró. La cogió por los hombros y le hizo mirarle.
- Nunca he conocido a ninguna mujer capaz de hacer cuanto tú has hecho, Aria. Ninguna había sido capaz de herirme más allá de un bofetón. Y tú... tiroteos, balas, bombas... - enumeró -. Podrás con esto, Aria. Lo se, se que podrás.
- Yo no estaría tan segura.
- O confías en ti misma, o se acabó.
Aria se quedó pensando en eso durante unos segundos. Entonces escuchó el ruido de la puerta.
- Siento cortar tus pensamientos pero, tu padre nos espera.
- ¿Me acompañarás aunque sepas que vamos a una muerte segura? - preguntó. No podía quedarse con la duda.
- Aria, no va a pasarnos nada - cortó él.
- No serán tres tipos, Ride. Serán un regimiento.
- Umm, déjame pensar... un regimiento contra dos... sí, es cierto, es injusto. Para ellos, claro - sonrió, triunfante como siempre.
- ¿Nunca piensas en las consecuencias?
- Solo pienso en vivir esas consecuencias, Aria.
- Vivir - susurró ella.
De pronto, recordó su época de instituto. Ella era de esa clase de chica que dejaban todo para el último momento, sin pensar en las consecuencias de un examen suspenso hasta que veía el número en rojo garabateado en el papel. Entonces trataba de concienciarse, pero siempre caía en la misma piedra. Se dio cuenta de que, eso era similar a lo que le pasaba con Ride. Se alejaba de él, pero siempre volvía a estar entre sus brazos, tropezando una y otra vez con él. Y ahora, era él quien tropezaba al ayudarla, por enésima vez. Siempre lo hacía por su propio beneficio, según él. Pero había algo más fuerte en aquello.
Sacudió suavemente la cabeza y respiró hondo.
- ¿Nos vamos? - preguntó él, sabiendo que por fin la chica se había calmado.
- Vamos.
- Esta es mi nena - sonrió, cuando ella pasó a su lado con pasos firmes y decididos. Al pasar por la cocina, echó un último vistazo a Ian. Las cosas cambian, pensó. Y también se acaban. Adiós, Ian.
Tras ponerse las botas negras de soldado, la chica cogió las llaves del coche.
- Ah, ah, yo conduciré - dijo él, cogiéndola de la muñeca.
- De eso nada, es mi coche y solo yo voy a conducirlo. Además, seguro que me lo rayas, con lo patoso que eres - le espetó.
El chico la besó la boca de golpe y, segundos después, ella ya no tenía las llaves en la mano. Le miró, ofuscada, odiando otra vez aquella sonrisa estúpida.
- Devuélvemelas.
- ¿O qué? ¿Sacarás aquí las pistolas? Venga ya, Aria, no estamos para pelear entre nosotros.
- Pero tampoco te dejaré hacer conmigo lo que te de la gana.
- Eso ya lo hago.
Al pasar por su lado, le miró con una sonrisa. Y después, le soltó un tortazo. Salió delante de él de la casa y fue bajando hasta la cochera.
- Nunca perderá ese derechazo - susurró él, cerrando la puerta tras de sí al salir.
Cuando llegó hasta el coche, ella esperaba apoyada en el capó.
- Llegas tarde, como siempre.
- Estaba buscando la forma de devolverte tu tortazo, pero creo que me la ahorraré.
Un ligero sonido junto con las luces parpadeando, indicaron que el coche estaba abierto. Ambos subieron y, una vez cerradas las puertas, se miraron.
- ¿Estás lista?
- Nunca se está lista para matar, Ride - dijo ella -. Pero sí para defenderse a costa de lo que sea y luchar hasta el final.
El muchacho sonrió y el motor rugió al contacto de la llave.

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