domingo, 14 de febrero de 2010

Baaang!

- ¿Podrás levantarte solo?
- Sin problemas - contestó.
La chica apartó las sábanas y él trató de incorporarse, para sentarse en el borde de la cama. Hizo una mueca de dolor y ella le miró con cara de superioridad.
- Venga, sí, dilo - soltó él.
- Te lo dije - sonrió ella -. Al menos olvida tu orgullo por un momento y déjame ayudarte.
- No es orgullo - repuso él.
- Lo es - zanjó ella - y, además, ¿tú no habías dicho que estabas en mis manos de doctora? Entonces cállate y no rechistes ante lo que yo diga.
- Odio tu vena sarcástica.
- No es sarcasmo - dijo ella, arrugando la nariz.
- Como sea, ¿vas a echarme una mano o no?
Ella puso los ojos en blanco y le ayudó a levantarse.
- Mucho mejor - susurró, ya de pie.
- ¿Te mareas? - le preguntó, mientras salía de la habitación.
- No, parece que no - contestó en voz alta.
Trató de habituarse a la carga del dolor, a sus movimientos ralentizados y a sentirse debilucho. Entonces llegó hasta la cocina, donde estaba ella. Aria buscaba algo en un estante, mientras con su pie derecho rascaba el gemelo de su pierna izquierda. Él ladeó la cabeza.
- ¿Lo encuentras?
- Café, ¿no? - preguntó, sacando al fin un bote de color rojo.
- Cargado - contestó -. Oye, ¿por qué está todo tan oscuro?
- ¿Por qué es de noche? - dijo ella, parándose a mirarle.
- Me refería a por qué la lámpara es tan pequeña - dijo él, casi espetándoselo.
- Pues porque cuando me levanto por las mañanas, odio que haya una luz muy fuerte que me despierte de golpe - comentó.
Él no contestó nada. Se quedó mirando cómo ella manipulaba la cafetera, echándole agua y el café. Se apoyó en la encimera mientras éste se hacía y le miró.
- ¿Qué piensas hacer ahora?
- ¿A qué viene eso?
- Nos atacaron, ¿recuerdas?
- Sí, y yo me llevé un "souvenir", nena, que tampoco se te olvide.
Algo se revolvió en su interior. Quiso desviar la vista y dejar de mirarle, pero no lo hizo.
- ¿Por qué? - susurró entonces -. ¿Por qué protegerme de esa manera? ¿Por qué jugarte la vida así por mí? Contéstame, Ride, por favor.
Él resopló y echó la cabeza hacia atrás. Luego volvió a mirarla.
- Te dije que no volvería a repetirlo. Y no pienso hacerlo.
La cafetera anunciando que el café estaba listo hizo que dejara de mirarle. Pero aquello la había puesto a pensar.
Sacudió la cabeza y puso las dos tazas a rebosar sobre la mesa. Se sentó frente a él y dio un sorbo al café.
- Qué calentito - susurró.
- ¿Tardaré mucho en recuperarme?
- Se que odias que te limiten. Pero de momento, te aguantas.
- Sí, ya se, ya se. Me lo merecía.
- Bueno, al menos ahora, hacemos juego - susurró ella.
- ¿Qué quieres decir con eso?
Ella apartó la camisa de su hombro derecho y le miró, atravesándole con los ojos.
- ¿Habías olvidado la cicatriz que me dejó aquel balazo que me pegaste hace un año, justo como hoy, el día de San Valentín?
- Era mi regalo - dijo él solamente, bebiendo un poco de café -. Pero te recuerdo que me la devolviste con creces, muñeca.
- Solo fue un tiroteo de nada, nene, nada que te preocupara lo más mínimo, ¿no, gran héroe del silencio?
- Cállate - espetó él.
De repente, los ojos del chico se desviaron de los de Aria y se fijaron tras ella. La chica no comprendió hasta que escuchó un click tras ella. Como impulsada por un resorte, saltó de la silla, tirándola al suelo; sabía de dónde venía ese sonido. Era el cargador de una pistola. Se giró rápidamente y vio allí de pie algo que la sorprendió.
- ¿Qué haces aquí? - susurró.
- No me hables - contestó él, con voz grave.
- Estás borracho, Ian. ¿Qué te ha pasado?
- Te he dicho que te calles - respondió él, aún mirando a Ride, quien se mantenía calmado y sentado a pesar de estar siendo apuntado por un arma.
- Vaya, no sabía que un perdedor como tú tenía una 538 modelo B. El día en que acabe contigo, me la quedaré – dijo el chico.
- Ey, cálmate, Ian, por favor. Y baja la pistola, ¿quieres? – siguió Aria.
- ¡Te he dicho que te calles, maldita puta!
Con una velocidad increíble, la chica sacó su propia pistola, que había llevado enganchada en la goma de su ropa interior. Ride silbó.
- Cuidadito con la nena, Ian.
- ¡Cállate o te mataré!
- Si quisieras hacerlo ya lo habrías hecho - dijo Aria, con tono enfadado -. Ahora, bájala, idiota. ¿Qué bicho te ha picado?
Era su mejor amigo, pero todo tenía un límite. Y él lo había sobrepasado.
- Te he dicho que sueltes la pistola, Ian.
- Antes tendrás que matarme.
Ella cargó la pistola y volvió a apuntarle.
- No me lo digas dos veces.
- ¿Estarías dispuesta a matarme a mí por defenderlo a él? - gritó -. ¿Cómo has caído tan bajo?
- Ahora mismo, está herido y desarmado. No puedes matarlo así.
- ¿Lo proteges a cambio de tirártelo?
La primera bala del cargador salió con un estruendo para estamparse en la pared, justo frente a ella, rozándole el cuello al muchacho.
- Solo yo tengo derecho a matar a Ride - contestó la chica -. Ahora, vete, Ian.

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