domingo, 27 de mayo de 2012

Por nada, te quise demasiado.

Escuchaba sus voces al otro lado de la puerta. Tarareaban una canción, como practicando. Con una sonrisa tocó suavemente con los nudillos en la madera y las cuatro voces casi al unísono, a coro y perfectamente armonizadas, la dejaron pasar. Se acercó con una caja pequeña hasta ellos y la dejó sobre la mesa. El chico de pelo corto y negro se subió a la silla para apoyarse mejor en la mesa y mirar, curioseando. Ella destapó la caja y dentro pudieron ver un enorme montón de fotografías.
- ¿Y eso? ¿Son las fotos que nos has hecho tu, Ori? - le preguntó el pelinegro.
- Algunas las he sacado del archivo, no son todas mías - contestó -. Solamente venía a traeros esto para que tengais ideas para el vestuario nuevo. Creo que os vendría bien recordar viejos tiempos, como érais antes y qué estilos tuvisteis, ¿no?
- Gran idea, de verdad - la dijo otro de ellos, el más mayor, posando con suavidad la mano en el hombro de la chica mientras los demás se acercaban a mirar dentro de la caja.
Al ir sacando fotografías ellos reían y se comparaban con aquellos ellos que habían sido hacía apenas un par de años o tres. Entonces la chica miró alrededor de la sala y frunció el ceño.
- ¿No me falta uno? - preguntó entonces.
Las risas desaparecieron. El mayor carraspeó y ella le miró.
- Está donde siempre - contestó sin embargo el chico que tenía enfrente, moreno con mechas rubias.
- Oh - dijo solamente ella.
Mientras seguían mirando las fotografías, la chica descubrió bajo el montón de papeles que tenían encima de la gran mesa redonda uno con fotografías de una playa preciosa que reconoció al sur de la ciudad.
- ¿Vacaciones ya, chicos? - curioseó.
- Pensabamos irnos un par de dias a la playa - contestó el niño grande -. ¿Te apetece?
- ¿Eh? ¿A mi?
- Sí, claro. Necesitaremos a la mejor fotógrafa del país para que nos haga recuerdos, ¿no crees? - inquirió el chico de las mechas.
- Venga ya. Yo puedo prestaros una cámara si quereís - se ofreció.
- Shiori, una cámara sin su fotógrafo es como un micrófono sin cantante. No tiene sentido, ¿no te parece? - intentó convencerla el mayor.
La chica les miró a todos. No podía negar que la encantaría saber lo que era pasar unas vacaciones con aquellos chicos locos, testarudos y que tan bien se habían portado con ella. Por lo que al final, cedió.
- Bien, reservaré para cinco personas pues - dijo animado el niño grande, levantándose de la silla.
- Espera, espera... ¿cinco?
Ella comprendió rápidamente que algo pasaba. Algo importante.
- ¿Y él?
- El estará ocupado - respondió fiero el chico con mechas.
- ¿Ocupado?
- En lo de siempre - contestó áspero.
Ella dejó escapar un resoplido de resignación. Se apartó de la mesa y miró al chico que iba a llamar por teléfono.
- Espera un momento - le pidió, antes de salir de la sala.
Sus pasos la condujeron rápido por toda la agencia hasta llegar al ascensor. Subió y pulsó uno de los números más altos de todo el edificio. La zona de lujo estaba allí. No la gustaba ese lugar. No era para ella. Y realmente no debería estar allí. Pero por suerte eran horas en las que no mucha gente andaba por esa planta. Se apresuró con pasos insonoros, pues llevaba puestas unas simples zapatillas blancas con dibujos morados, nada de tacones de infarto. Al llegar a la puerta que buscaba escuchó la máquina de pesas hacer ruido. Estaba allí. Empujó la puerta de cristal haciendo algo de fuerza y entró en el gimnasio. Ella nunca había visto semejante cantidad de maquinaria de ejercicios en ningun otro lugar. Entendia que allí los chicos tenían que estar en muy buena forma y que tal vez todo aquello era necesario. Pero era necesario para estar bien. No para estar peor. Recorrió los pasillos que formaban las máquinas y llegó al final a otra sala más pequeña. El chico estaba sentado en la máquina de pesas y las movía con los brazos hacia delante, cerrándolos sobre su pecho. Sudaba mucho, lo que indicaba que llevaba demasiado tiempo allí. Respiró hondo antes de entrar y se sentó en el banco que había cerca de la puerta, donde él había dejado la mochila con algunas cosas. Le miró durante los siguienes siete minutos, calculados por cada latido que daba su corazón al verle respirar. Cuando terminó la serie que estaba haciendo, se levantó, con aspecto bastante cansado, y se sentó en el banco, a la otra esquina. Cogió la mochila y sacó un botellín de agua para darle un trago enorme.
- Ten cuidado. No es bueno beber agua con ansia después de hacer ejercicio.
- ¿Y eso me lo dice alguien que nunca hace ejercicio? - la preguntó, mirándola muy fijamente.
La chica se mordió con suavidad el labio inferior y luego volvió a levantar la vista para mirarle.
- Los chicos se van a la playa un par de días. Es buena idea, ¿no te parece?
- Si te han mandado aquí para que me convenzas la respuesta seguirá siendo la misma, no.
- No me ha mandado nadie, se venir por mi cuenta y tomar decisiones y esas cosas - le contestó, sin mostrar enfado en la voz -. ¿Por qué no vas? Yo se que lo pasas bien con ellos.
- Tú no sabes nada - dijo él.
- Lo se. Porque lo veo. A través de la cámara. Siempre estoy mirándoos, ¿es que todavía no te has dado cuenta?
Él solo volvió a darle un trago al botellín.
- Escúchame, por favor. Lo que estas haciendo, no es bueno. No es bueno para ti. Se que te lo habrán dicho miles de veces y que les habrás hecho oídos sordos. Pero yo te lo digo porque soy tu fan. Y me preocupo por ti de esa manera.
- Será mejor que te vayas - dijo entonces él, poniéndose de pie y dando unos pasos hacia delante para darla la espalda -. Tengo que seguir...
- ¡No! ¿No te das cuenta de que te puedes hacer daño? Si lo haces...
- ¡Si no me mantengo como soy todos los demás me superarán! - gritó el chico, haciéndola callar.
- ¿Es eso lo que te preocupa? ¿Que los demás sigan sin ti? Eso no va a pasar - intentó hacerle entender.
- Tengo que seguir haciendo esto para no acabar de un golpe con todo lo que conozco. ¡No dejaré que me superen!
- ¿De qué estás hablando? ¡Solo estás obsesionado! Por favor, por favor date cuenta de que esto no está bien.
- ¡Lárgate ya y deja de darme el sermón, ¿quieres?!
- ¡Dices que tienes que mantenerte como eres pero éste no eres tú! ¡Yo me enamoré de un Koki alocado, no de un Koki insensato!
El chico apretó los dientes con fuerza. Ella se levantó despacio y se acercó a él por la espalda, sin llegar a tocarle.
- ¿No te das cuenta? Yo solo soy... no, no puedo ser nada más que tu amiga - susurró -. Pero eso no significa que...
- No eres la única que dice estar enamorada de mí - la cortó -. Podría enamorar a cualquiera. Soy el sueño de más de medio Japón.
- Pero lo eres porque eres tú. No porque te cuides más que los demás en un gimnasio hasta romperte. No quiero que te pase nada, por favor, entiéndeme.
- No, eres tú quien no lo entiende. El ser el sueño de esa gente es mi vida - dijo, con cierto tono más bajo -. Si lo pierdo, lo perderé todo.
- ¿Y los demás? ¿Acaso no son ellos parte de esa vida? Y ellos no van a abandonarte jamás. No te dejarán atrás porque faltes un día al gimnasio. Pero tal vez si lo hagan si se dan cuenta de que tienes dos dedos de frente pero no los usas y te vuelves un obsesivo. Entiendo que para la gente de aquí mirarte y ver algo que desean al instante y con fuerza es muy importante. Porque no tienen oportunidad de conocerte directamente para saber que tú eres y siempre serás tú, tengas los años que tengas y los kilos que sean - pronunció. Había comprendido que esa palabra al chico le daba pánico -. Yo lo entiendo, que quieras darlo todo por esa gente. Pero si no te aceptan como eres, ¿entonces de qué sirven tus canciones, eh? Eso es lo que tiene que llegarles a la gente más allá de tu atractivo físico.
Él solo escuchaba en silencio.
- Estarás pensando que és fácil decir eso cuando tengo el aspecto que tengo, ¿verdad? - dijo, mirándose reflejada en uno de los espejos que había en la sala -. Cuando no hace falta que nadie me desee ni sueñe conmigo - siguió ella -. Pero realmente quiero creer en ti. Quiero confiar en que sabes mirar más allá de eso. Y que ves una amiga en la que puedes apoyarte.
- No eres...
- Koki, por favor - le cortó la chica -. Piensa. Sabes lo que debes hacer. Pero, ¿qué es lo que quieres?
- Quiero no quedarme atrás - la contestó -. Quiero no ser el último. Quiero que nadie me supere. Quiero poder con todo.
- Pero no eres Dios. Si te golpean, sangrarás, si te hacen daño, llorarás, si... - se detuvo a medio camino -. No puedes pretender ser todo eso. Porque no estás solo en el mundo. Con esfuerzo lograrás lo que quieres. Pero no hagas el esfuerzo todo de una vez. O llegará un momento en el que tu cuerpo no de para más. Mira, eso si te lo digo por experiencia - dijo, soltando una risotada amarga -, que por más que intentaba correr para mejorar mi resistencia, siempre acababa sin oxígeno y pensando que me moriría - sonrió.
Él la miró por el espejo. Allí de pie, hablando con él como una auténtica amiga, como alguien que se preocupaba por él se dio cuenta de que estaba enfrentándose a algo que todavía era un espejismo en su mente y a algo en lo que él no creía. No después de saber que deseaba con todas fuerzas que aquella chica que solo podía ser su amiga, llenara el hueco vacío del otro lado de su cama. Ella entonces dio unos pasos hacia él y se quedó rozando su espalda.
- Me encantaría poder darte un abrazo para reconfortarte - le susurró -. Pero tengo miedo de hacerte daño.
- ¿De qué hablas?
- Mis brazos son más fuertes que los tuyos. Y estás cansado y adolorido seguramente. Yo...
- ¿Esa es la imagen que tienes de mi? ¿De alguien débil?
- No. De alguien que consigue lo que quiere a base de esfuerzo. Pero que ahora mismo de tanto esfuerzo se ha sobrepasado y sí, está débil.
- Esa es justo la imagen que no quiero mostrar - susurró él.
- Entonces no la muestres. Mejor, muéstramelo solo a mí - le musitó con suavidad -. Lo único que tienes que hacer es cuidarte más, de la otra manera - intentó decir -. Usa los dos dedos de frente que tienes. Y vuelve a ser tú - le pidió casi en un ruego.
Él solo se quedó quieto, sin girarse ni levantar la vista al espejo para mirarla. Y cuando se quiso dar cuenta, sus pasos silenciosos se alejaban por el pasillo a toda velocidad hacia la salida y el ascensor. Volvió a sentarse en la máquina de las pesas, pero no las levantó. Chasqueó la lengua y pateó el suelo. ¿Qué demonios estaba haciendo?
Shiori terminó de guardar el segundo objetivo de la cámara en la bolsa y se la echó al hombro. Los chicos acababan de picar en el telefonillo para que bajara. Habían ido a buscarla para ir a la playa. Había pasado la semana entera sin pisar la agencia. No podía. A veces pensaba que le había dicho cosas crueles, pero era lo que pensaba y ella no podía cambiarlo. Después de coger la pequeña bolsa de viaje que había preparado bajó las escaleras del apartamento y se encontró a los cuatro chicos fuera de la furgoneta. Iban vestidos con unas pintas de playeros que no podían con ellas, y la arrancaron una sonrisa. El niño grande le cogió rápidamente la bolsa y la metió en el maletero. Sabía que la cámara prefería llevarla con ella.
- ¿Preparada, Ori? - le preguntó Tat-chan.
- Sí. Creo que lo he cogido todo.
- ¿Proteccion solar? - dijo entonces el mayor.
- Oh, por favor, ¿como se le va a olvidar eso si vamos a la playa? - le preguntó el chico con mechas. Parecía algo más animado de como le había visto la última vez -. Está bien, vámonos. Entra tu primero - le dijo a la chica -. Te tocó ir atrás.
Ella puso cara de resignación y abrió la puerta de la furgoneta. Apenas entró encontró unos ojos oscuros mirándola muy fijamente. Ella casi retrocede hasta caerse. No, era peor. Se había quedado paralizada.
- ¿Qué...?
- Venga, venga, venga - la apuró Junno, empujándola hacia atrás hasta casi sentarla al lado del chico.
Él y Tat-chan se sentaron en los dos asientos individuales de delante. Pensó que alguno iría atrás, que quedaba un hueco. Pero el mayor iba al lado del conductor. Y no había chófer, el chico de mechas conducía. Iría el viaje entero con él al lado. Cuando el motor arrancó ella intentó moverse hacia el otro lado del sillón aprovechando que él no estaba mirando, que sus ojos estaban puestos a través de la ventana. Pero entonces su mano fuerte y firme la sujetó de la muñeca, obligándola a quedarse donde estaba. Ella se sobresaltó y, despacio, se atrevió a mirarle.
- Lo siento, yo... yo no debí...
Con un único movimiento el chico se inclinó hacia ella y la apartó con suavidad el pelo del hombro y el cuello con la mano libre. La otra la entrelazó con sus dedos.
- Tengo sueño - dijo solamente él, dejando caer la cabeza contra su hombro.
- Oh - fue capaz de articular ella. Sentía la mejilla cálida del chico contra su piel, pues llevaba una camiseta de tirantes anchos a causa del calor.
- Me gusta - susurró él, con los ojos cerrados.
- ¿Eh?
- Me gusta que tus hombros sean anchos. Así puedo apoyarme en ti - musitó.
La chica echó la cabeza hacia atrás y contuvo las ganas de llorar. Pero no pudo evitar sonreír de felicidad mientras sentía los dedos de él juguetear con los suyos caariñosa y calidamente, mientras en la radio de repente, sonaban sus voces unidas en una.
http://pann.nate.com/video/205106621



"Maybe we´ll falling in the Crazy Love."

7 comentarios:

  1. Se te da muy bien describir a alguien para que se sepa quien es sin decir su nombre

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  2. No lo sabría cualquiera, solo si conoces la descripción física. Ah, que tu los conoces... :P

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  3. Ya bueno, pero yo suelo ser cortita, así que.... xDD

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  4. Me siento idiota llorando todas las veces que lo leo. De veras necesitaba esto, lo necesitaba con todo mi corazón; necesitaba saber que podía tener dos dedos de frente, que los tenía. Su manera de ser, simplemente, adorable. Por mucho tiempo que pase, por muchas cosas que ocurran, siempre recordaré esto, este halo de esperanza, este apoyo de un momento como el que tuve. Gracias, de veras.
    P.D. el chico de la foto, es precioso; esté como esté,y sea como sea, es precioso.

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  5. Madre mia, que arranque de amor noto aquí, por favor. Yo también le quie... digooo, te quiero, te quiero jaja Me alegro. Por cosas como esas que dices, es por lo que a veces estoy tan orgullosa de escribir.
    PD. Que era precioso ya lo sabía yo. Tú solo lo habías olvidado un poco. Para eso estoy yo, para recordártelo de vez en cuando.

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  6. ¿Amor? nah, yo de eso no siento. me alegra poder empujarte a escribir, de veras, porque lo que escribes es lo que me impulsa a mi muchas veces.
    P.D. gracias por recordármelo, pues.

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