lunes, 9 de enero de 2012

Shock.

Se despidió de todo, disfrutando hasta del último grito. No sabía cuándo, pero volvería. Lo prometió en silencio. Pero la sensación de irse no era comparable a la que tenía por entrar detrás de las pantallas. Buscaba una melena rubia que le estaba esperando. Pero se encontró con un pequeño círculo de personas que parecían enfrentarse entre ellos. Caminó rápidamente hacia ellos y apartó a un par de personas para llegar hasta el centro del enfrentamiento. Kazuya y Koki se revolvían entre los brazos de Nakamaru y Junno, con un par de golpes en la cara, mientras que todo el grupo de baile que rodeaba a los cuatro chicos y coreaban a Jam. Aquel tipo rapado, lleno de tatuajes por todos lados y con unos brazos como martillos, animaba al resto a seguir gritando mientras provocaba a sus amigos para que pelearan. Porque sabía que no podrían con él.
- ¿¡Qué demonios está pasando aquí!? - gritó el chico.
Todas las voces se detuvieron. Los chicos se giraron a mirarle y Kazuya y Koki hicieron aspavientos para que los otros dos les soltaran. El rubio se limpió la frente donde tenía un golpe muy fuerte que sangraba un poco y el moreno lamió la comisura de sus labios con la lengua para apartar la sangre del labio roto. En sus ojos brillaba la ira y las manos del rubio crujían cuando las cerraba con fuerza.
- ¿Qué estás haciendo, Jam? - le dijo Jin.
Si había algo que todos sabían, era que no podían tocar a Jin. Ellos serían el cuerpo de baile, más numeroso y se consideraban más peligrosos y divertidos, e independientes de él, pero el chico era la estrella. Sin él, no había bailes, ni contrato. Por ello los enfrentamientos con Jin a pesar de ser intensos al principio, eran contenidos, llenos de tensión pero sin llegar a los puños. Luego el chico se rindió a su propia soledad y se juntó con ellos. Maldita la hora en la que lo hizo.
- Te he preguntado qué cojones te crees que estás haciendo.
- A mi no te me pongas gallito, japonés - le dijo el chico -. Tus amigos se pasean por aquí como si este fuera su lugar. No se dan cuenta de que se han equivocado de liga - escupió.
- ¿De qué estás hablando?
- Oh, vamos. Nosotros jugamos en una división diferente, somos más importantes - presumió -. Y si, somos mejores. Así que, que no se atrevan a jugar con nosotros porque no tienen oportunidad de ganar.
- ¡No te lo creas tanto, maldito americano! - gritó Koki de nuevo. Jin se puso delante de él rápidamente, antes de que el chico saltara sobre Jam -. ¡Puede que este estadio esté lleno hoy, pero no olvides que es por Jin! ¡Porque todas esas chicas han venido a verle a él!
- Es cierto. Jin era una leyenda aquí mucho antes de que vosotros pensarais siquiera en trabajar con él - dijo Junno -. No podéis compararos con él.
- Ni con nosotros - dijo de pronto Nakamaru. Todos se sorprendieron de esas palabras. Aquel chico era el menos egocéntrico de todos a pesar de ser el mayor y el que siempre andaba cuidándoles.
- ¡¿Quién es ahora el que se cree superior, estúpido!?
- ¡No te atrevas a meterte con Nakamaru! - rugió Kazuya. El brazo de Jin le sujetó del pecho mientras mantenía a raya también a Koki.
- No he dicho que seamos superiores. Pero vosotros tampoco sois mejores - dijo el mayor -. Nosotros cantamos, bailamos, se nos conoce por nuestro talento, no por nuestra vida privada ni por nuestros escándalos porque no los hay.
- Qué asco de vida tan aburrida - comentó uno, provocando una risa general.
- De aburrido nada - contraatacó Junno -. Somos más felices de lo que podéis imaginar.
Otra risa resonó en el backstage. Jin cerró los ojos con fuerza.
- ¿Felicidad? ¿Pero qué te crees tú que es eso, eh, mocoso? En esta vida, solo la fama y el dinero lo son todo. No te eres tan buen niño por hablar de la felicidad de forma tan idealista porque en realidad todos somos iguales. Nosotros lo demostramos, vosotros no. Nosotros somos libres, vosotros no. Esa es la única diferencia.
- No, Jam - cortó Jin, girándose a mirarle -. La diferencia entre nosotros, está en que vosotros creéis vivir la vida al límite, y estáis equivocados. Mientras que nosotros, solo nos dedicamos a vivir por y para la música, por y para las personas que son importantes para nosotros. Había olvidado todo eso, la sensación de llegar a casa y que alguien te salude con una sonrisa, la adrenalina corriendo por tus venas cuando sales a un concierto con miedo a equivocarte pero allí están tus amigos para arreglarlo si eso pasa, el sentimiento tan cálido de abrir los ojos por la mañana... y ver el sol amaneciendo a tu lado - dijo, con cierta solemnidad -. No tenéis ni idea de lo que pueden hacerte sentir esas cosas tan rutinarias, aburridas y banales. Y eso es lo que no os hace mejores que nosotros.
- Pues te recuerdo lo bien que te lo pasabas y cómo te divertías con las chicas en nuestras fiestas, imbécil - soltó el chico.
- ¿Y? ¿Acaso no se pueden cometer errores en la vida o qué? Además, no eres nadie para juzgarme. No tienes ese derecho.
- No soy yo quien te está juzgando en este momento.
De repente se escuchó el grito de una de las chicas que estaban detrás de ellos y a eso, le siguió una sarta de voces y revuelo.
- ¡Soltadme malditas zorras! - gritó una voz detrás de todos los bailarines -. ¡He dicho que me soltéis!
- Yarah - susurró él -. ¿Qué estáis haciendo, eh? ¡Soltadla ya mismo! ¡Jam! No te atrevas a ponerle una mano encima a ella.
- Este es el punto malo de ser feliz - dijo, con sorna, mientras se acercaba a él -. Que tienes un punto débil donde cualquiera podría atacar para hundirte la vida.
- ¿Qué quieres? – comprendió el chico, mirándole con fiereza.
De repente, algo le saltó encima. Lo sujetó con la mano haciendo alarde de reflejos y lo miró. Cogió aire con fuerza. Sabía lo que significaba la llave de aquel Opel Vectra. Ya lo había visto antes en América. Jam era el campeón imbatible de carreras con coches trucados. Y de muchos de sus oponentes, nunca se había vuelto a saber nada.
- Acepto – dijo entonces Jin -. Acepto el desafío. Pero con la condición de que no les pongáis una mano encima a ninguno ni ahora ni nunca. Y soltad ya a Yarah – siseó frente a la cara del norteamericano, quien con un chasquido de dedos hizo que las chicas soltaran a la rubia.
Ella no queriendo demostrar ninguna debilidad no se acercó corriendo a Jin, sino que caminó despacio y con paso seguro. Tal y como Jin había esperado de ella.
- La chica se queda fuera – le dijo Jam -. Ya conoces las reglas.
- No pienso…
- Yarah – la cortó Jin, con la voz firme -. Está bien. Solos, con los bailarines del grupo de testigos.
- ¿A quién llevarás a ver tu final? – le preguntó.
- Kazuya – le llamó, mirándole de lado -. ¿Me acompañarías? – le preguntó.
- Hasta el fin del mundo – contestó el chico, con una firme mirada.
- Él vendrá conmigo – dijo Jin, sintiéndose ligeramente orgulloso de la rápida respuesta de Kazuya.
- Entonces vamos.
Con una indicación de su cabeza, todos empezaron a salir del backstage, pero Jin les detuvo de nuevo.
- ¿Qué pasará si no venzo? – preguntó entonces él.
- ¿Qué pasará? Deberías saberlo. No podrás volver, japonés. América no te recibirá con los brazos abiertos – le amenazó.
- ¿Significa eso que todo América sabría que soy un perdedor contra ti? – resumió él. Otra cosa pero sabía que aquel tipo tenía buenas relaciones públicas y que podía controlar hasta el alfiler que llevaba en la corbata el tipo del telediario.
- Muy bien, Jin, eres rápido pensando. Si no me derrotas, serás la vergüenza de tu país. Serás un estúpido y pobre japonés perdido en los grandes Estados Unidos.
Una risa se generalizó. Jin la ignoró. No era eso lo que le interesaba en ese momento.
- ¿Y si te derroto?
El ruido escandaloso de sus risas de superioridad se detuvo. Jam dio unos pasos hacia él y le miró de cerca.
- ¿De veras crees que puedes vencerme? – susurró, sibilante.
- No solo puedo. Lo haré – dijo él, orgulloso, levantando la cabeza frente al americano -. No puedes vencerme y creo que, en algún lugar de tu estúpida y gran cabeza, lo sabes – insinuó.
- Me muero de ganas por verte derrotado, regodearme en tu dolor y verte muerto, estúpido japonés – sentenció el bailarín, dándose la vuelta y saliendo a paso rápido del escenario.
El resto le siguieron cual borregos al pastor, quedando solo dos que esperaron a Jin y Kazuya. Como si pensaran que iban a escapar.
- No – susurró Yarah cuando el chico se giró a mirarla -. No lo hagas.
- Solo así nos dejarán vivir en paz – suspiró él -. No te preocupes. Volveré.
Sin querer decir nada más que luego no pudiera cumplir, el chico se agachó a besarla la frente y salió de allí sin mirar atrás. Ella intentó alcanzarle pero Koki la sostuvo de la muñeca. Ella se giró hacia él para replicarle pero su rostro serio la preocupó.
- Deja que se ocupe de lo que tiene que ocuparse. Si sale de esta, será la última cosa que haga solo, dejándonos atrás a todos – susurró.
- Pero yo no puedo dejarle – insistió ella.
- ¿Y nosotros sí? – le preguntó Junno -. Créeme, nuestros lazos de amistad van más allá de lo que te puedes imaginar.
- Al igual que tú, también queremos salvarle – dijo Nakamaru, mirando a la chica -. Pero comprendemos que no siempre estamos juntos. Que no siempre podemos proteger a los demás.
Yarah respiró hondo, resignada. No quería dejarle solo pero los chicos tenían razón. Jin debía hacer aquello por su cuenta y riesgo. Debía enfrentarse a todos los miedos y sentimientos que había evadido hasta aquel crítico momento. Para luego regresar libre de cualquier carga en el corazón.

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