sábado, 3 de julio de 2010

Almíbar.

Dejó escapar un ligero suspiro y pasó la página. Al fin iba llegando al final. Todas las historias, bonitas o desagradables, ¿qué más da? Siempre terminan, supongo, pensó. Sus ojos se volvieron hacia las letras que formaban las palabras de cada línea de la página y no se desviaron de ellas ni cuando la puerta se abrió de pronto y se cerró de golpe. Después de escuchar como suspiraba con fuerza, ella dejó escapar una risilla.
- ¿Perseguido de nuevo por las guardianas? - preguntó, sin mirarle todavía.
- Entrar aquí es como ir a la guerra, ¿eh? - dijo.
Se separó de la puerta y se acercó a la cama, donde ella estaba sentada leyendo.
- ¿Y bien? - preguntó ella, bajando el libro -. ¿Quién ha ganado esta vez?
- Ellas, por supuesto - contestó.
La chica no pudo evitar soltar una carcajada.
- Es que tú no pintas nada en los dormitorios de las chicas - hizo notar ella.
El chico la miró con los ojos muy abiertos.
- ¿Ni siquiera venir a verte? - preguntó, con cierto recelo.
- Qué lindo - sonrío ella. La verdad es que a veces le gustaba molestarle un poco.
- Bueno, también puedo decir que he venido a incordiarte un rato.
Con esas palabras, el chico la quitó las gafas de leer de un solo tirón, aunque procuró no lastimarla. Rápidamente se puso de pie y la miró con la actitud de un niño pequeño que está jugando. La chica colocó el marca páginas entre las dos que estaba leyendo y dejó el libro sobre la almohada.
- Devuélvemelas. Ahora - dijo, poniéndose en pie tras él.
Él hizo un sonidito de negación mientras sonreía pícaramente.
- Ven a por ellas, preciosa - dijo.
- Sabes que suelo devolverte todas y cada una de tus bromas. Así que no te la juegues - su voz no era para nada seria, a pesar de su actitud, con la mano tendida hacia él esperando recibir sus gafas.
- ¿Y qué harás esta vez? - preguntó, curioso.
La chica dejó escapar una risa y se acercó a él lentamente. El chico solo la vio llegar a su lado y al mirar sus ojos, respiró hondo. Ella, por su parte, le sujetó suavemente de la camiseta y tironeando poco a poco se acercó todo cuanto pudo a su cuerpo y enlazó sus brazos tras la espalda del chico. Se empinó y colocó la cabeza en el hombro de él, para después dejar su aliento salir lentamente contra la piel del cuello del muchacho moreno. Él solo tragó saliva.
- Shin - ronroneó en su oreja.
- Oye, pelirroja, ¿Sabes qué es lo que haces? - murmuró.
- Ajá - musitó ella, levantando la cabeza para mirarle a los ojos.
Él se agachó un poco buscando sus labios. Pero ella soltó una risotada y se apartó de él con agilidad, sin dejar de reír.
- No voy a dejar que me beses hasta que no lo pidas por favor - dijo, casi cantarina -. Y de paso, me devuelves mis gafas.
Volvió a sentarse sobre la cama y le miró.
- ¿Qué? ¿Hay trato?
Él soltó un bufido y se acercó a ella con paso decidido. Al llegar al borde de la cama ella se empinó y se metió hacia el centro del colchón. El chico se subió de una vez y antes de que ella pudiera darse la vuelta, tenía una pierna del chico a cada lado de su cadera y a él sentado ligeramente sobre ella. Cuando intentó revolverse, él la sujetó ambas muñecas con una mano por encima de su cabeza y se recostó encima de ella, quedando sus frentes casi rozándose.
- No lo conseguirás - susurró ella.
Él sonrió.
- No te muevas... - musitó él.
Con la mano libre, el chico abrió las gafas y se las colocó de nuevo en su sitio. Ladeó la cabeza sin apartarla mucho de ella.
- Te sientan bien - comentó.
Entonces se dio cuenta de que ella temblaba ligeramente. De emoción. No se había dado cuenta de la situación que acababan de crear entre broma y broma. Él tuvo el instinto de levantarse y apartarse. Pero se quedó enganchado a aquellos ojos almendrados. La mano con la que sostenía ambas muñecas se movió y recorrió el antebrazo de su brazo izquierdo hasta llegar a la mano y estrecharla entre sus dedos. Hizo lo mismo con la otra, apoyando al final la frente en la frente de la pelirroja. Sincronizados, ambos cerraron los ojos.
- Por favor - musitó él. Ella se estremeció al sentir su cálido aliento sobre sus labios -. Por favor, por favor, por favor. Déjame besarte. Por favor.
- Idiota - murmuró ella.
Levantó la cabeza un poco y atrapó los labios del moreno entre los suyos. La forma que tuvo de empinarse hacia él dejaba entre ver aquella pasión que podía nacer entre ellos de repente. Devoró los labios del chico, consentida por él y después, le miró.
- Quítamelas - susurró.
Él deslizó la mano desde el brazo de ella, rozándolo con las yemas de los dedos hasta llegar a su rostros. Se entretuvo un momento acariciando su cara y después, la quitó las gafas. Las cerró con cuidado y las dejó un poco más lejos de donde estaban. Entonces su mano hizo el mismo recorrido de nuevo y volvió a cerrarse sobre la de la chica.
- Nunca más vuelvas a pedirme un beso - le dijo -. Sólo róbamelo.
- Eso haré - sonrió él, con sus labios rozando ligeramente los de ella.
Sus labios se movieron entonces hacia la derecha, recorriendo su barbilla su oreja, la parte baja de su cuello, su clavícula, y volviendo de nuevo hacia arriba.
- ¿Sabes lo que pasará si las guardianas vienen? - preguntó ella.
- Sí. Me expulsarán - dijo él, depositando otro beso en el otro lado del cuello de la chica.
- ¿Y no te importa?
- No - dijo solamente él.
- Te quiero - le susurró ella en el oído, mordisqueándole suavemente la oreja.
- Eh, no hagas eso - musitó él, temblando -. Sabes que tengo las orejas sensibles.
- Lo se. Por eso precisamente lo hago - sonrió ella.
Con habilidad, ella se zafó del amarre de él y se incorporó, obligándole a él también a quedarse sentado sobre las piernas y parte de la cadera de la chica. La miró sonreír y la acarició la cara para llevarla a un nuevo beso, más profundo que aquel por el que había rogado. Después de eso, ella le sujetó el rostro entre sus manos y empezó a besarle por toda la cara, incluyendo de vez en cuando el cuello y las orejas. Sentirle temblar a causa de sus caricias la hacía simplemente feliz.
- Déjame mimarte hoy - murmuró, tratando de hacer que se recostase sobre el colchón -. Porque a eso viniste aquí, ¿no?
Él, con la respiración algo cortada, sonrió.
- Me descubriste.
Le miró una última vez a los ojos antes de perderse bajo su piel morena y entre el torrente de sensaciones que la producía estar entre los brazos de aquel tipo orgulloso y tremendamente dulce ante sus ojos. Si había ido realmente porque la necesitaba, era que pasaba algo que le preocupaba. Algo que no le dejaba descansar o le mantenía intranquilo. A pesar de que existiera la otra cara de la moneda, que sería el hecho de que solamente la necesitase porque tenía demasiadas cosas acumuladas sobre sus hombros, no importaba. Todo daba igual en ese instante eterno. Quería ver brillar aquellas pupilas verdes del chico como si realmente, estuviera en el mismísimo cielo.
Porque le quería. Le quería más que a nada en este mundo.

1 comentario:

  1. Está en el albeítar,en las puertas de dentro del patio ordenadas por carreras y por plazas,has de ir a buscarte :D El vestido fue bautizado como: vestido helénico xdddd

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