domingo, 7 de junio de 2009

Pensar, filosofar, pensar y estallar.

Retórica, bella ciencia.


Analicemos. ¿Por qué es bella? ¿Porque es parte de la naturaleza, como dirían los griegos? ¿O porque la ha creado Dios? ¿O quizá porque la utiliza el individuo, centro de la cultura erupoea en el Renacimiento? ¿O tal vez porque es algo sublime?

Todo ello requiere pensar. Pensar, pensar, pensar y darle más vueltas al coco. ¿Para qué?
Unos dirían que para saber más. Yo digo que para aprobar. Para aprobar, sí. Porque cuando estás sentado frente a una ventana, viendo el cielo estremecerse con un rayo, a la tierra temblar bajo un trueno y luego, sientes como se queda todo en silencio bajo la lluvía, sientes que el pasado, el presente y el futuro, no tienen cabida en tu mente. Solamente esos libros apilados a tu derecha encima de la mesa tienen el pasaporte de tu cabeza y tu mente.

Conclusión: saber es importante. Pero en su justa medida.

Como rezaban las escrituras del templo de Apolo en Delfos: Nada en demasía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario