miércoles, 26 de octubre de 2011

Sono chi ni oborete somaru.

Will salió corriendo de la sala contigua a la escena de sus sueños. Ordenó a diestro y siniestro que alguien volviera a encender las luces. Abrió la puerta y se asomó. Con la luz que entraba de ella pudo vr la silueta de Kazuya dibujada en el suelo, de pie, donde se había quedado, con el arma empuñada con tanta fuerza que podría romperla. El corazón le dio un vuelco y empezó a reir. Realmente lo había hecho. Había matado a la chica para que ella no sufriera más. Tal y como su tesis había proclamado que pasaría. La luz volvió de pronto. Al fin pudo contemplar su escena. Kazuya respiraba entrecortado, con el arma aún apuntando hacia la pared. Apoyada en ella, la chica tenía las manos en su abdomen, cubierto de sangre. Poco a poco, ella se dejó resbalar hasta sentarse en el suelo, mientras su respiración se volvía cada vez más irregular y sus ojos pugnaban entre lágrimas por no cerrarse.
- ¿Por qué? - musitó, mirando al chico frente a ella.

- Porque era la única manera - dijo él -. Lo siento. Pero al menos así, esto terminará.

Ella hizo un gesto de dolor y se apretó más fuerte el abdomen con ambas manos. Era como si la sangre no dejase de salir de aquella herida. Incluso la camisa que llevaba estaba rasgada por el disparo. Will se echó a reír como un auténtico psicópata.

- ¡Vamos! - le gritó a ella -. ¡Ahora! ¡Dile ahora que le quieres! ¡A él, a la persona que te ha disparado para salvar a los demás! ¡A la persona que ha provocado tu muerte! ¡Díselo si puedes! - siguió riendo como un poseso.
La chica tragó saliva maldiciendo en silencio. Sus ojos apenas abiertos se volvieron hacia Kazuya. El chico bajó el arma pero no la soltó. Ella dibujó una leve sonrisa bañada en lágrimas.
- Te quiero - susurró.

- Lo se - dijo él, correspondiendo cálidamente a su sonrisa.
- ¡No! - gritó Will -. ¡No puedes quererle despues de que te haya hecho esto!
- Puede haberme disparado con esa nueve milímetros - musitó, con la voz algo cortada. Un hilo de sangre resbalaba desde la comisura de sus labios y se melzclaba en algún punto de su rostro con sus lágrimas, que no cesaban -, pero jamás dejaré de amar a ese hombre - dijo, tan firme como pudo, mirando a aquel loco psicópata.

Otro gesto de dolor y la chica empezó a toser. Kazuya dio un paso hacia ella pero se detuvo. Debía aguantar. Tenía que hacerlo. Fue Will quien quiso acercarse pero ella pareció ponerse a la defensiva incluso en aquellas circunstancias.

- No... no te acerques... a mí...

- Kira.

- Nunca te perdonaré... que le obligaras a esto... - aseguró -. Jamás...

La chica sintió que la cabeza le daba vueltas y le dejó caer hacia delante, con los ojos cerrados. Su pelo ocultó su rostro. Pero pudieron suponer que ya no respiraba. Kazuya cogió aire profundamente y luego reprimió un gesto de dolor. La puerta, que estaba abierta, se llenó de repente de gente.
- ¡Kira! ¡Kira! - gritaban. Los cinco se habían soltado y habían salido aprovechando que los gorilas de negro habían ido a encender las luces otra vez.

- ¡Kazuya! ¿¡Qué...!? - empezó Jin.

Pero de pronto, entre toda la confusión, aparecieron dos personas mas. Uno de ellos llevaba un pantalon de traje y una camisa blanca, y gafas, perfectamente colocadas sobre el puente de su nariz. El otro parecía algo más desarrapado, con unas botas y el pantalón vaquero por dentro de ellas, con un jersey de cuello vuelto negro y la cadena con las chapas grabadas con su nombre colgando por fuera. El chico de las gafas se dirigió rápidamente contra Will y, después de un forcejeo, consiguió ponerle contra la pared con fuerza y retenerlo. El otro salió corriendo hacia Kira.

- ¡Kira! ¡Oye, Kira! ¡Espabila! - gritó, mientras la sostenía contra su cuerpo.

- No la zarandees así - le pidió Kazuya en un susurro.

- ¡Tú! Maldito bastardo, ¿cómo te atreviste a disparar contra ella? ¿Cómo pudiste siquiera empuñar el arma contra Kira? - le gritó.

Pero Kazuya no se inmutó. Se dirigió hacia la pared contraria y se sentó bajo el espejo que daba a la otra sala. Hizo un sonidito de molestia al dejarse caer y soltó la pistola, apoyando la cabeza en la pared y cerrando los ojos.

- No te creas que te vas a librar de esta tan facilmente - siguió el chico que sostenía a Kira -. Aunque fuera por salvar a otros, matar a Kira te va a costar muy caro.

De repente, el chico sintió como el cuerpo que tenía entre sus brazos se movía ligeramente. La miró, sorprendido y confuso, sin palabras, hasta que la vio entre abrir los ojos.

- ¿A quien han matado - susurró entonces ella -, Richie?

- ¿¡Kira!? - gritó.

- ¡Está viva! - chilló Nakamaru. Todo ese miedo y nerviosismo acumulado tenía que salir por alguna parte.

- ¿Pero cómo...?

- Bien hecho - dijo el chico que sostenía a Will de cara contra la pared, casi dislocándole el brazo. Él era más sutil que su compañero.

- Sebastian - susurró Kira -. Tú también.

- Se lo debeis al chico ese del grupo, el que falta - dijo.

- ¿Koki? - susurró Junno.
- Sí. Si no fuera por él que nos avisó, tal vez no habríamos adivinado nunca lo que estaba pasando hasta que fuera demasiado tarde.
- ¿Pero de donde sale toda esta sangre? - soltó de repente Richie, mirándola. Seguía igual de impactado que al principio. Realmente había pensado que Kira había dejado de respirar.

- Llama a una ambulancia, rápido - le urgió Kira, mientras se incorporaba.

- No deberías moverse si...

- ¡No es mi sangre, Richie! - le gritó, poniéndose en pie.

Le enseñó las manos y el abdomen. Estaba blanco, sin un rastro de herida alguna. Y de repente todos se giraron a mirar a Kazuya. Entonces ella se acercó hasta él y se arrodilló a su lado. Se quitó la camisa y la usó para hacerle un atillo al chico alrededor del brazo izquierdo. Él movió la cabeza y la miró con los ojos entrecerrados.

- ¿Estás bien? - susurró.

- Mejor que tú - le dijo -. Estas loco, Kazuya.

Él solamente pudo sonreír a medias. Con el brazo sano, el derecho, levantó la mano hacia su rostro para apartar la sangre que caía por su cara y que era suya, no de ella. La chica entonces mantuvo la mano de él contra su mejilla y la besó.

- Era la única manera - susurró él -. No podía matarte a ti para salvar a nadie. Ni siquiera a mi mismo.
- ¡Pero mi tesis era perfecta! - gritó Will contra la pared. Sebastian apretó aún más el amarre y el chico se quejó.
- Había algo que le faltaba a tu tesis, estúpido - le gritó Kira. Estaba harta de él y sus estupideces de superioridad.
- ¡No! ¡Eso es imposible!
- Faltaba. Era solo una idea, pero faltaba. Y es lo que ha hecho que yo esté viva en este momento.

Kazuya se dejó caer sobre ella, sobre su piel caliente, en su cómodo hombro y respiró hondo.

- Hueles a vainilla - musitó, con una sonrisilla.

Ella entrelazó la mano en el pelo del chico y le acarició la cabeza, mirándole con devoción en los ojos.

- La leyenda dice que el siervo mató al amo y luego, se suicidó - susurró, como si le estuviera contando un cuento a un niño -. Dicen que antes de morir, enterró el cuerpo de su señor y después, se suicidó frente a su tumba.
Todo se había quedado en silencio, como si estuvieran escuchando con tanta atención que ella se sintió nerviosa de repente. Pero no dejó de mirar a Kazuya y de controlar su respiración suave y pausada.
- Pero, ¿alguien encontró alguna vez el cuerpo del señor? - preguntó, mirando hacia Will.
Sebastian lo sujetó más fuerte y le apartó de la pared para que mirase a Kira.

- El siervo murió por haber matado a su señor, eso es la traición del amor - gritó el chico.
- No. Te equivocas. Al siervo le ordenaron matar a su señor. Pero él simplemente llenó una tumba vacía. Y para que nadie comprobase nunca si el cuerpo de su amo estaba dentro, se ofreció él mismo como sacrificio. Con su muerte, en aquella época, quedaba provado que había cometido el delito de asesinar a su señor y después, como buen siervo, se había quitado la vida.
- ¡Eso no es posible!

- El amor va mucho más allá de lo que te puedas imaginar - susurró ella, volviendo la vista hacia Kazuya -. Por eso este tonto se ofreció como sacrificio para salvarme la vida.

Suavemente la chica le besó el pelo y él se acomodó un poco más sobre ella. Pero la chica notó sobre su piel el sudor de él, cada vez más frío. Y empezó a ponerse nerviosa.

- Richie, la ambulancia...

- Están de camino, morena - la dijo, cruzando los brazos frente al pecho. Él también había estado preocupado por ella -. Pero esto está en el culo del mundo.

- ¿Dónde estamos? - preguntó entonces Jin. La chica rubia no se despegaba de su cuerpo ni con agua caliente. Todavía estaba algo asustada.

- En un manicomio abandonado - contestó Sebastian -. Estas celdas son las que usaban para controlar a los dementes más peligrosos y tratarlos.
- Por eso todo el equipamiento y la sala de al lado - susurró ella.
De repente la mano de Kazuya dejó de hacer fuerza sobre sus dedos. La chica le miró y empezó a zarandearle con suavidad por el hombro.
- ¿Kazuya? ¡Kazuya! ¡Oye, despierta! ¡No me hagas esto, Kazuya!
Pero el chico estaba inconsciente. Actuando más rápido que ella, Richie se acercó a ellos y cogió al chico en brazos. Ella solo le miró y salió tras él. Por suerte, uno de los coches que habían usado para llevarles hasta allí todavía seguía estacionado fuera. Richie siempre iba en moto, y no podría haberles llevado porque Sebastian necesitaba el coche para llevarse al psicópata de Will a la comisaría. El coche no arrancaba, pero el chico rápidamente le hizo un puente para lograr arrancarlo y rápidamente se metió en la carretera a toda velocidad con dirección a la ciudad y al hospital más cercano. Kira iba sentada atrás con la cabeza de Kazuya sobre sus piernas, mientras hacía fuerza en la herida para taponarla un poco más. La camisa blanca que le había puesto ya estaba empapada en sangre y ella notaba el sudo del chico resbalar por su cuerpo. Richie pisó el acelerador y apenas llegaron, ya había dos médicos esperando con unos cuantos enfermeros para sacar al chico del coche y ponerlo en una camilla. Corrieron al interior de la sala de urgencias con él y Richie detuvo a Kira.
- ¡Tengo que ir! - intentó hacerle entender.
- Pero ¿no pensarás hacerlo así, no? - la preguntó, señalando su cuerpo medio desnudo -. Provocarías una revolución.
- ¡Pero...!

- Richie - dijo una voz desde la ventanilla del coche.

- Ah, Anna - dijo él, saliendo del coche y acercándose a ella por el otro lado.

Suavemente la acarició la cara y la enfermera sonrió. Le tendió algo al chico y él lo metió por la ventanilla del coche.
- Usa esto - dijo solamente, apoyándose en la puerta del copiloto mientras la enfermera hablaba con él.
Kira sacó de la bolsa lo que Richie la tendía. Era la parte de arriba de un pijama azul de médico. Suspiró, agradecida, y se lo puso antes de salir del coche.
- Anna dice que el estado de Kazuya no es crítico del todo - la informó. - Van a operarle para sacar la bala de su brazo, porque está inconsciente - la dijo la chica -. En caso de que hubiera estado despierto tal vez podrían haber intentado no operarle, pero ha perdido demasiada sangre, por lo que tendrán que intervenirle en un quirófano.
- Muchas gracias - dijo la chica. Darle aquella información de forma tan rápida no era algo característico de los hospitales y las urgencias, precisamente -. ¿Puedo...? - la preguntó, casi como un ruego.
- ¿No quieres lavarte antes? - la preguntó.
Kira se miró. Sus manos aún estaban manchadas de sangre y su piel bajo la camisa aquella también. Pero no quería separarse de él. Además, era la sangre que Kazuya había derramado por ella, por su bien. No la molestaba tenerla encima un poco más con tal de no alejarse de él.
- No - se negó.
- Al menos las manos - le insistió ella -. No es higiénico y esto es un hospital - la dijo.
- De acuerdo, esta bien - cedió al fin -. Pero rápido. Por favor.

- Solo le verás desde fuera - dijo ella.

La chica asintió y mientras Richie se quedaba terminando su cigarrillo la chica entró con la enfermera al baño de las enfermeras. Allí se frotó las manos rápidamente con el jabón que la chica le había dado y vio la sangre salir junto al agua y resbalar por el lavabo. La sangre de Kazuya. El nudo de su estómago se cerró aún más, provocándola dolor. Miró su propio reflejo en el espejo y no se reconoció. El pelo despeinado, una ropa que no era suya, los ojos algo enrojecidos. Eso la hacía ver horrible pero no era lo que la preocupaba. En aquel reflejo, faltaba algo. Faltaban los sentimientos de felicidad y cariño que Kazuya la hacía sentir por él. Respirando hondo, terminó de lavarse rápidamente y salió del baño.
Fuera, la enfermera la esperaba para acompañarla hasta el lugar donde estaban tratando a toda velocidad a Kazuya. Aquella imagen del chico tumbado en la camilla, con la camisa negra abierta y rasgada, conectado a unas cuantas máquinas y con ayuda de una mascarilla para respirar la encogió el corazón. Las lágrimas volvieron a acumularse detrás de sus ojos pero trató de aguantarlas. Hasta que un par de brazos la rodearon por detrás.

- ¿Estás bien?

- Koki - le reconoció. Su voz era tan inconfundible como las del resto de chicos del grupo -. Kazuya... él...

- Es un loco idiota que tiene aires de superhéroe, lo se. Pero se pondrá bien. Ya lo verás - la susurró al oído.

Una mano sostuvo la suya. Se giró para ver los ojos enrojecidos de su hermana pequeña. Con cuidado se separó de Koki y la abrazó. Sintió que los brazos de Shiori la quitaban la respiración de lo fuerte que la sujetaba.
- Shiori...
- Estaba preocupada. Y asustada - susurró, llorando.

- Pero Koki estaba contigo, ¿verdad que sí? - trató de calmarla, acariciándola el pelo -. Ya está, tranquila. Yo estoy perfectamente.

- Pero tus manos...

Era la única que se había fijado en los cortes y heridas que las cadenas habían echo en sus manos.

- No importa, de verdad. Ahora solo me preocupa él - susurró, separándose un poco de él y mirando dentro de la sala.
- Saldrá de esta - dijo una voz tras ellos -. Él es fuerte. Podrá con todo esto.
- Jin, chicos - dijo ella, tratando de aparentar calma -. Ya estais aquí.

- Cuando nos secuestraron dejaron el coche que vosotros habeis cogido y una furgoneta. La usamos para volver.
- Y ese amigo tuyo - dijo Junno - se fue con el loco ese que nos secuestró. Dijo que luego vendría.
- Sebastian - susurró -. Está bien. No tenemos que preocuparnos, ¿verdad? Todo va a salir bien - intentaba convencerse a sí misma.

Se acercaron un poco más a la puerta de aquella sala y los ocho se quedaron en silencio, esperando que nada saliera mal y que de verdad todo terminara como una mala pesadilla.

- Todo saldrá bien - musitó de nuevo -. Saldrá bien.

No podía imaginar qué sería de ella si al final, Kazuya no podía soportar aquello. Pero se obligó a sí misma a pensar que el chico era fuerte, que si había hecho aquella locura era porque él mismo sabía que lo podría soportar. Porque como hubiera hecho aquello sin esperanzas de sobrevivir y dejándola sola en aquel mundo, ella misma volvería a matarlo cuantas veces hicieran falta hasta que entendiera que, sin él, realmente prefería estar muerta. Así como el señor permitió que su siervo muriera de amor por él pudiendo después vivir tranquilamente, ella sería capaz de estar enterrada bajo él con tal de no vivir en un mundo en el que él no existiera.

5 comentarios:

  1. Me encanta, me encanta, me encanta, me encanta. Está genial. Mantienes muy bien el suspense. Es genial.

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  2. Gracias, rubia que se abraza a Jin. Es lo bueno del blog, que las entradas de tamaño mediano permiten mantener el suspense de una a otra.

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  3. Tambien tiene que ver con la que escribe no solo el blog. Que no es dios xD. DE verdad espero ver pronto la siguiente ^-^

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  4. Bueno, bueno, el blog claro que es dios. Hace unas cosas... sobre todo putadas cuando lo tengo todo separado y al subir la foto, se me juntan todos los dialogos y tengo que volver a separarlos -.-

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