domingo, 26 de julio de 2009

Crónicas de media vida (I)


No sé exactamente por qué fue tan rápido, pero en cuanto crucé un par de puertas de mi destino paradisiaco veraniego, me sentí terriblemente decepcionada. Las cosas no eran como yo imaginaba o dibujaba en mi mente, sino cuatro paredes mal levantadas en las que veía frustrado mi sueño de un tierno y feliz amor de verano o en todo caso, amistad especial. Pero aquello era como una cárcel silenciosa, oculta a simple vista; sin barrotes, pero una cárcel a fin de cuentas. Sentía que mi espíritu de libertad estaba encerrado, y mi ávida curiosidad por conocer, se desvanecía a velocidades estelares.
Contaba con el as de que podia aplacar la sensación de soledad que me invadía con tan solo cerrar los ojos y soñar, pero cuando los volvía a abrir el tortazo de despertar era algo estresante.



Recordadme que no vuelva a soñar estupideces.

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