Kagayaita.

Llega el verano. Está a punto de aterrizar, su vuelo llega el día 21 de junio. Casualidades de la vida.
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Empezará a hacer calor, el sol quemará, no correrá ni una pizquita de aire, necesitaremos grandes cantidades de agua, nos recogeremos el pelo, nos pondremos sandalias y vestidos. Los vestidos no me quedan bien, tengo gemelos de luchador y piernas de becerro. Nunca me han gustado y mi madre nunca me obligó a ponérmelos, la verdad. Pero... no. No, esta vez definitivamente hay algo diferente en mi forma de mirarlos. Algo alegre. Algo distinto. Me transmiten una sensación nueva. Por alguna razón que desconozco, todo a mi alrededor empieza a brillar. Así, de repente, sin saber por qué. Solo brilla, y deslumbra. Me queda un paso, solo un paso y dos días. Y todo habrá terminado. Si tuviera que juntar los recuerdos de todo este año me pasaría horas recordando cosas increíbles y cosas no tan increíbles, pero que no dejan de ser recuerdos. ¿Lo más bonito? Una nueva familia. ¿Lo menos bonito? No ver a mí familia. Puede parecer contradictorio pero son sentimientos que se mezclan y al final solo te hacen sentir bien. Es impresionante la cantidad de cosas que puedes descubrir viendo otra gente, viviendo con ellos, sintiendo cosas que te hacen sentir. Hasta que de verdad te sientes uno más. Pensé que quería independencia y la he conseguido aunque muchos no lo vean de ese modo. Si, realmente la tengo, me gusta, estoy cómoda y me siento bien, muy bien. ¿Qué más puedo pedir? No. No puedo pedir, puedo dar, dar todo lo que quiero y más. Y pienso hacerlo, por supuesto que lo haré.

Ultimamente tengo un dolor de espalda en el lado derecho horrible. No me extraña, la silla de mi habitación es una gran caca. Y a veces se me duerme el brazo izquierdo. Doy vueltas en la cama y me acuesto tarde y madrugo pronto sin querer. Ah. Creo que necesito volver a casa.

Minna! Ikouze!