http://www.youtube.com/watch?v=d9hFkjXiAPY
La nieve caía suavemente sobre el asfalto y tejados, cubriendo todo a su paso de blanco. Hacía frío, pero nada fuera de lo normal en aquella época en un lugar como Japón.
La chica soltó su aliento sobre sus manos, que aún enguantadas, tenía algo frías. Miró a todos lados de la calle, pero por hacerlo, él no iba a llegar más pronto.
La madre del chico la invitó a entrar minutos después. Pero ella rechazó la oferta. No podía quedarse demasiado tiempo, tenía que volver a ayudar a su madre con mil cosas todavía.
Cuando escuchó la puerta cerrarse, miró el reloj. Cinco minutos, pensó. Pero pasaron diez. Suspiró y dejó el paquete que llevaba entre las manos sobre el alfeizar de una de las columnas que franqueaban la puerta. Se dio media vuelta y comenzó a caminar bajo la nieve.
El chico bajó del autobús y se estiró. Soltó la pelota que llevaba debajo del brazo y comenzó a patearla mientras caminaba hacia su casa. En el segundo cruce de la calle, se cruzó con la chica que había estado esperando en la puerta de aquella casa. Ni siquiera se miraron.
Al llegar a casa, entró con ansias. Pero antes, reparó en aquel paquete que había sobre la puerta. Al entrar, saludó y detuvo el rodar del balón.
Abrió el paquete. Llevaba su nombre. Al ver lo que había dentro y tras el comentario de su madre sobre la chica, él volvió a salir corriendo con el balón bajo sus pies y su regalo en la mano.
En la puerta del instituto, donde ella se había detenido para ver el patio completamente cubierto de blanco, el chico la dio alcance. Ella se quedó sorprendida al verle allí.
-Rui – susurró ella, mientras él recuperaba el aliento.
- Gracias por la bufanda- dijo él -. ¡Es muy calentita!
Ella sonrió.
-¿Qué haces aquí? Quiero decir…
-¿No fuiste tú quien fue a buscarme a mí?
- Sí, es solo que… - ella le miró fijamente -. Feliz navidad, Rui.
- Lo siento, pero no tengo ningún regalo. Ya sabes que no soy precisamente del tipo de chicos que piensa en esas cosas – se disculpó él.
- No tiene importancia – sonrió ella -. Me basta con que hayas venido hasta aquí corriendo para verme – susurró la chica.
Entonces el chico se amarró a la valla del instituto y se metió dentro de un solo salto, llevándose consigo el balón. Abrió la verja y la miró.
- Ven – dijo entonces el pelinegro, tendiéndola la mano.
Ella la estrechó con fuerza.
-No te muevas de aquí – la susurró.
La chica sintió un escalofrío y luego él empezó a corretear por la nieve, lanzando el balón en todas direcciones de forma loca, a la vista de ella. Entonces él volvió a sujetarla de la mano y tiró de ella hacia el edificio del instituto. Una vez dentro, se dirigió por las escaleras hasta la azotea. Parecía como si él hubiera olvidado que la llevaba amarrada y corría a toda prisa. Al llegar arriba, el chico la acercó a la barandilla, para luego apoyarse en ella.
-¡Tachán! – sonrió, mostrándola el paisaje.
En el enorme patio nevado, Rui había utilizado el roce del balón en la nieve para hacer aparecer unos trazos que e formaban un mensaje.
FELIZ NAVIDAD, AIKO.
-Rui… - susurró ella, con el corazón latiéndole a mil por hora -. Esto… yo… gracias – pudo decir al fin, sin dejar de contemplar aquel escenario.
Fue entonces cuando sintió los brazos del chico rodearla por los hombros y acercarla a él. La chica se quedó quieta, como si él se fuera a desvanecer si se movía.
-Te he echado de menos, Ai – susurró él.
- Y yo a ti – contestó ella, mientras sentía el aliento del chico rozarle la mejilla.
- ¿Has estado bien?
Ella hizo un sonido de asentimiento.
-Entonces estoy tranquilo – dijo, besándola el pelo.
- Gracias, Rui – susurró ella.
- ¿Por qué?
La chica se volteó entre sus brazos, quedando aún entre ellos. Le miró a aquellos ojos color chocolate y tragó saliva. Lo que sentía era demasiado fuerte, tanto, que a veces la asustaba.
-Por volver – dijo al fin.
-Gracias a ti por seguir en el lugar al que he vuelto – murmuró él.
Con una mano la acarició la cara, mientras que la otra se deslizó hasta su espalda. Con esa mano, la acercó de golpe a su cuerpo y fundió sus labios en un cálido beso. La chica, cuando reaccionó después de la marea de sensaciones que tuvo los primeros segundos, dejó que sus manos se cerrasen sobre la cazadora del chico que la sujetaba entre sus brazos y cerró los ojos para acabar de derretirse entre sus labios como lo haría la nieve de aquel regalo apenas llegase la primavera.
Un relato romántico más, pero encantador. Me ha gustado mucho, escribes muy bien. Sólo una apreciación: al escribir, cometes una falta que creo que se denomina "laísmo".
ResponderEliminarTe dejo el link de wikipedia que lo explica, por si le quieres echar un vistazo: http://es.wikipedia.org/wiki/La%C3%ADsmo
Saludos,
Sara.