No busques, porque no encontrarás. Esa es suficiente razón para rendirte y desistir. Pero los que se empeñan en seguir, solo salen escaldados de una situación que, al fin y al cabo, no podían controlar. Te lo dije.

Entonces la cogiste de la mano, la miraste fijamente a los ojos y la desafiaste a buscarte a pesar de todo. La susurraste te quiero y después, desapareciste. Búscame, susurraste, búscame. ¿Para qué? Por el camino me encontraré con el dolor, el sufrimiento... y mi compañera de viaje, se llama soledad. Entonces, ¿para qué...? Para ser feliz, contestaste. No quiso. Ella no quiso buscarte. Y volviste a aparecer ante ella. Te negaste a dejar que se cerrara a ti y regresaste a su lado. La demostraste que, aunque esas compañeras de viaje que tan mal la habían tratado la habían acompañado durante muchísimo, demasiado tiempo de su vida, tú estabas allí para plantarles cara y echarlas de su vida.
¿Tu nombre? Encantada de conocerte... Amor.
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